TEMA 2 Difusionimo Harris (PDF II de la guía) PDF

Title TEMA 2 Difusionimo Harris (PDF II de la guía)
Author Karakola Somata
Course Historia de la Antropología I
Institution UNED
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APUNTES TEMA 2 TEORIA DEL DIFUSIONISMO...


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TEMA 2: DIFUSIONISMO Y ACULTURACIÓN  Harris, M (2003) El desarrollo de la teoría antropológica. Historia de las teorías de la cultura: Siglo XXI, Madrid. "Difusionismo: Origen del concepto del área cultural.

DIFUSIONISMO En los Estados Unidos, el pensamiento difusionista culminó en la elaboración del concepto de áreas culturales, unidades geográficas relativamente pequeñas basadas en la distribución contigua de elementos culturales. En Europa, la misma tendencia dio origen a la noción de Kulturkreise o círculos culturales, complejos de rasgos culturales que han perdido su inicial unida geográfica y se presentan dispersos por todo el mundo. I. Origen del concepto de área cultural El concepto de área cultural se elaboró como un instrumento heurístico para clasificar y para representar cartográficamente los grupos tribales de Norteamérica y Sudamérica. El desarrollo de las colecciones etnográficas del American Museum of Natural History y el Chicago Field Museum, coincidiendo con la tendencia contra las tipologías evolucionistas, propició la aparición de categorías geográficas usadas como unidades de exposición para la ordenación de los materiales en secciones o en salas. Kroeber (1931, p. 250) menciona la contribución de Otis T. Mason que da una lista de doce "entornos étnicos". Kroeber ignoraba que realmente Mason había empleado el término "área cultural". Mason identifica dieciocho "entornos o áreas culturales" que más tarde fueron elaboradas por G. Holmes (1914). Kroeber afirma que el concepto de área cultural es un "producto comunitario de prácticamente toda la escuela de antropólogos americanos". Nada es tan obvio como la utilidad de un mapa etnográfico que agrupe a las entidades tribales en relación con algunos aspectos geográficos del entorno. Pero suponer que tal agrupación geográfica, en sí misma y por si misma, contribuye a la explicación de las diferencias y de las semejanzas culturales, eso ya es algo totalmente distinto. II. Debilidad del concepto de área cultural El concepto de área cultural tiene genera dilema:  

si da demasiada importancia al sustrato geográfico natural, incurre en una forma ingenua de determinismo geográfico. si se limita a constatar la simple contigüidad, la "causa" de cada agregado se presenta como totalmente caprichosa y la cuestión de los límites resulta imposible de superar.

La primera alternativa no es viable porque es obvio que entornos naturales similares en diferentes partes del mundo están habitados por pueblos de culturas marcadamente diferentes. El principal factor que priva de utilidad explicativa a una simple ordenación de las culturas por áreas naturales es que lo decisivo no es simplemente el entorno, sino la interacción tecnología-entorno. Este aspecto del

dilema queda bien reflejado en el intento que Wissler hizo de basar sus áreas culturas en las "áreas de alimentos". III. Centros, climax y la ley de la difusión Durante los años veinte y treinta hubo una gran cantidad de esfuerzo en el intento de usar el concepto de área cultural para explicar las semejanzas y las diferencias culturales. Wissler trató de superar algunas de las dificultades atribuyendo los rasgos característicos de cada área e un "centro cultural" desde el cual ese agregado de rasgos se habría difundido hacia la periferia. En este concepto de centro cultural se hicieron evidentes todos los efectos del dilema básico: cómo combinar los condicionantes ecológicos con la libertad aparentemente caprichos de la cultura. Así hay que entender las vagas referencias de Wissler a los "factores étnicos y el accidente histórico". El origen de un centro cultural parece deberse más a factores étnicos que a factores geográficos. La situación de tales centros es en gran parte cuestión de accidente histórico, más una vez situados y adaptados la estabilidad del entorno tiende indudablemente a hacer persistir cada tipo particular de cultura en su localidad inicial, por muchos que sean los cabios en la sangre y en el lenguaje (1926, p.372).

Perfeccionando la noción de "centro cultural", Wissler propone una "ley de difusión", que dice "que los rasgos antropológicos tienen a difundirse desde sus centros de origen en todas las direcciones". Esta ley constituye la base del "principio de la edad del área", un método para inferir la edad relativa de los rasgos culturales a partir de su distribución geográfica: Si la dirección de la difusión va siempre del centro a la periferia, los rasgos que estén presentes a mayor distancia del centro serán los más antiguos. Esta ley de difusión es muy poco fiable para la reconstrucción de los acontecimientos históricos. Si la aplicáramos sostendríamos que las plantas de Coca-Cola funcionaron antes de la invención del hacha de piedra. Durante los años veinte, y en gran parte por obra de Kroeber, se intentó definir las áreas culturales en términos de listas completas de rasgos, que se usaban para establecer coeficientes de similaridad. La universidad de California llega a comparar a los grupos indios al oeste de las Rocosas sobre la base de unos cuestionarios que incluyen entre tres mil y seis mil rasgos. Este método se vio bloqueado por las dificultades para definir las unidades. Pues incluso seis mil rasgos resultan insuficientes para medir la similaridad si antes estos rasgos no han sido identificados al mismo nivel de detalle:  La poliginia puede contar como un único rasgo, y el arco y la flecha desglosarse en cuatro o cinco. Tras su experiencia fallida con estas listas, Kroeber retornó a la interpretación de los "centros culturales" o como él prefería llamarlos "climax cultural".

IV. Critica de Steward Aunque la clasificación en áreas culturales puede considerarse esencial en los niveles iniciales de la etnogra´fia, de recogida de datos y de ordenación de datos, el concepto de área cultural ha sido un impedimento para el desarrollo de la teoría nomotética. Steward ha comentado las consecuencias que tendría el confiar demasiado en la tipología de áreas culturales con respecto a tres problemas concretos: 1) El centro y los límites del área cambian con el paso del tiempo. 2) La cultura dentro del área puede cambiar de tal forma que se asemeje a otras culturas en diferentes áreas y en diferentes momentos. 3) Porciones de una misma área pueden contener culturas radicalmente diferentes pese a compartir muchos rasgos. V. Esterilidad del concepto de difusión Estas objeciones al concepto de área cultural sacan a la luz la básica esterilidad de cualquier intento de explicar las diferencias y las semejanzas culturales apelando al antiprincipio de la difusión. Aunque sea verdad que, como Driver (1966) ha demostrado, la proximidad geográfica e histórica resulta con frecuencia más útil para predecir rasgos culturales que la causalidad psicofuncional, en ningún caso puede esa proximidad geográfico-histórica constituir una explicación válida de las semejanzas y de las diferencias culturales. En primer lugar, la difusión es manifiestamente incapaz de explicar el origen de ningún rasgo cultural. Tan pronto como admitimos que la invención independiente se ha producido en una escala masiva, la difusión es por definición más que superflua. Pero incluso si aceptamos que la invención independiente es una rareza, nada más obvio que el hecho de que entre distancia y tipo cultural no hay una relación simple.  De hecho, todos los evolucionistas estarían de acuerdo en que hay una receptividad diferencial a las influencias culturales que es independiente de la distancia. Considerando los factores del medio, la tecnología, la economía, la organización social y la ideología, cómo se manifiestan y su forma, depende de si han sido introducidas por invención o por difusión. Las innovaciones difundidas tienden a mostrar mayores semejanzas de detalle que las inventadas. Pero el interés de la explicaciones nomotéticas no se centra en la finura de detalles, sino en la categoría general, estructural y funcional, de la cual la institución particular es un ejemplo. La innovación difundida, lo mismo que la inventada, tiene que resistir las presiones selectivas del sistema social antes de convertirse en parte integrante el repertorio cultural. El proceso de adopción de las innovaciones, difundidas o inventadas, el siempre el mismo. La esterilidad de la perspectiva exclusivamente histórica reside en último extremo en el hecho de que los principios nomotéticos solo son adecuados en la medida en que pueden explicar ejemplos específicos e

invención independiente y de difusión. La difusión, sin embargo, por definición no puede explicar la invención independiente. Si pudiera demostrarse que la invención independiente ha sido un acontecimiento poco común y no muy significativo y que todas las invenciones importantes en la historia del mundo se han descubierto una vez y solo uno, entonces la necesidad de las explicaciones nomotéticas puede rechazarse de un modo que resultaría inadmisible para los boasianso. Y dadas las recompensas previstas para quien refutara la posición nomotética, no puede en absoluto sorprendernos que precisamente esta interpretación se desarrollara no una, sino dos veces, csi simultáneamente, en Alemania y en Inglaterra.

VI. Difusionismo extremo Los difusionistas alemanes, dominados por miembros del clero católico, fueron responsables de un último y grandioso intento de reconciliar la prehistoria antropológica y la evolución cultural con el libro del Génesis. La escuela inglesa, menos y menos influyente, se dedicó aproar que casi todos los rasgos socioculturales que interesaban a los antropólogos habían sido inventados una sola vez y precisamente en Egipto, desde donde se habían difundido al resto del mundo. Los boasianos se mostraron críticos. Ingleses y alemanes rivalizaron en el esfuerzo de convertir la ciencia de la historia en un estudio de accidentes y extravagancias. Las dos escuelas insistían en la difusión y que en consecuencia se oponían necesariamente a la evolución. Fueron los ideógrafos ingleses los que incurrieron en el error de pensar que Morgan y Tylor no se habían dado cuenta de la importancia de los contactos y de las migraciones en la difusión de las innovaciones culturales. Y es a ellos a quienes por sus repetidos ataques contra el evolucionismo hay que hacer responsables de la generalizada opinión que les identifica como antievolucionistas. Esta confusa situación ha hecho inútiles los esfuerzos de Lowie por llamar la atención sobre la distinción que los alemanes hacen entre evolución y evolucionismo. Así pues, tanto los ideógrafos alemanes como los británicos eran evolucionistas. Su contribución distintiva fue la negación de las regularidades y las leyes en la historia.

VII. Difusionismo británico Los difusionistas británicos más eminentes fueron W. H. R. Rivers, Grafton Elliot Smith y W.J. Perry. Rivers, el fundador de la tendencia se convirtió al difusionismo mientras escribía The History of melanesiam society. Fracasado en su intento de organizar la etnografía de Oceanía sobre la base de principios nomotéticos, Rivers buscó la explicación de los contrastes entre las culturas melanesias y polinesias en términos de complejos originales que en su opinión se habían difundido por obra de sucesivas oleadas de inmigrantes. Fue él mismo quien primero declaró la guerra contra el "evolucionismo",

afirmando que la antropología está "totalmente dominada por una perspectiva toscamente evolucionista" y atribuyendo falsamente, a los evolucionistas la idea de que "tras la dispersión original de la humanidad (...) grandes partes de la tierra quedaron privadas de contacto unas con otras, de forma que el proceso de la evolución se desarrolló en ellas independientemente". G. Elliot Smith y un discípulo de Rivers, W.J Perry, aplicaron a escala mundial esta estrategia de explicar las diferencias y las semejanzas culturales apelando a convenientes combinaciones de migraciones, adiciones, pérdidas y mezclas de complejos de rasgos. Smith desarrolló su idée fixe de que prácticamente todo el inventario cultural del mundo se había formado en Egipto. Perry y él creían que tal desarrollo había comenzado unos seis mil años atrás. Anteriormente, la tierra había sido habitada por el "hombre natural" que no tenía animales domésticos, agricultura, casas, vestidos, religión, organización social, jefes hereditarios, leyes formales, ceremonias matrimoniales o funerarias. Aproximadamente hacia el 4.000 A.C., los habitantes del valle del Nilo "advirtieron la afortunada oportunidad que les proporcionó" una "cosecha espontánea" de cebada y adoptaron un modo de vida sedentario. A medida que progresaban en la civilización, los egipcios comenzaron a viajar a grandes distancias, por tierra y por mar. De este modo a través de la difusión y de la colonización, se extendieron rápidamente variedades de la civilización arcaica original que había sido fundada a orillas del Nilo. Mientras que muchos de los nuevos centros de civilización arcaica sobrevivieron y prosperaron, otros, como los maya del Nuevo Mundo, declinaron y murieron. Muchas culturas de grupos primitivos contemporáneos representan así una decadencia de un status civilizado arcaico y no un avance desde la condición del "hombre natural"; otras culturas primitivas representan una mezcla del "hombre natural" y de culturas degeneradas, y finalmente otras culturas primitivas representan mezclas de diferentes variedades de culturas degeneradas. A pesar de la importancia que, como se ve, concede a la degeneración, es evidente que los estadios que Smith distingue en la historia de la cultura egipcia son meras versiones localizadas de las secuencias evolucionistas. La explicación que Smith da de la evolución de la civilización arcaica en Egipto y de su subsiguiente difusión a otras partes del mundo se asemeja a la versión bíblica de la historia mundial. La cultura evoluciona en el esquema de Perry y Smith, como también evoluciona en el Génesis. EL problema en los dos casos es que la explicación del curso que sigue esa evolución no puede formularse en términos de principios nomotéticos. Puesto que los rasgos esenciales de la secuencia egipcia se presume que ocurrieron una sola vez, no pueden hacerse análisis de correlaciones, ni menos aún asignarse prioridades causales. De hecho, todo el peso de las escuelas difusionistas británica y alemana se inclinaba a negar la posibilidad de que la secuencia esencial de acontecimientos en el centro original o en los centros originales, pudiera repetirse en ningún lugar.

VIII. La historia nunca se repite Smith y Perry estaban convencidos de que la evolución de la cultura egipcia resultaba perfectamente inteligible una vez que se producía la adopción de la agricultura. Pero eso tenía que hacer todavía menos inteligible que secuencias similares no se hubieran producido por doquier. A esta objeción de que los acontecimientos que ellos atribuían exclusivamente al valle del Nilo eran lo bastante simples como para haberse repetido muchas veces en otros valles fluviales semejantes, Smith y Perry replicaban con su dogma que el hombre era, por naturaleza, no inventivo: Los etnógrafos que han llegado a adquirir un conocimiento íntimo de pueblos relativamente incultos han llamado repetidamente la atención sobre la falta entre ellos de esa disposición para inventar que los teorizantes suelen dar por descontada; o tal vez sería mejor hablar de su incapacidad de apreciar la necesidad de inventar cosas que a nosotros nos parecen obvias y de carácter esencial.

Solo una "falacia de moda" indujo a los antropólogos desde los tiempos de Willian Robertson a asumir que los ingredientes de la civilización eran cosas obvias que el hombre inevitablemente tenía que inventar....


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