Teresa como idealización de la mujer en Sab de Gertrudis Gómez de Avellaneda PDF

Title Teresa como idealización de la mujer en Sab de Gertrudis Gómez de Avellaneda
Author Juan David Gil Villa
Course Literatura Latinoameticana
Institution Universidad de Antioquia
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Alegoría de una sociedad esclavista y misógina a través de Teresa y otros personajes de Sab (1841), de Gertrudis Gómez de Avellaneda Juan David Gil Villa Estudiante de Letras: Filología Hispánica Universidad de Antioquia Sab (1841) es una novela de Gertrudis Gómez de Avellaneda escrita en Cuba a mediados del siglo

XIX,

momento y locación donde tenía lugar una sociedad esclavitud en

la que, además, el papel social de la mujer era de total sometimiento; esta, al igual que los esclavos negros, no tenía participación política alguna y era una suerte de esclava de su marido. De allí la importancia de que sea una mujer quien escribe las líneas de dicha novela, la cual se constituye en un tratado contra las injusticias sociales que padecían tanto los esclavos como las mujeres de la época, pues «el personaje del esclavo fue un reflejo que sirvió a la autora para proclamar los derechos de la mujer y su deseo de igualdad social» (Pastor, 2002, p. 97), lo cual se pone de manifiesto constantemente en la voz del esclavo. La novela narra la historia de Sab, un mulato esclavo bastante inteligente y dotado de un alma romántica capaz de grandes pasiones. Este se enamora perdidamente de Carlota, hija de su amo y su compañera de juegos de la infancia, pero ella no corresponde a su amor y, por el contrario, se deja deslumbrar por Enrique, un joven blanco, materialista e interesado que solo la quiero por su dinero. El desarrollo de los acontecimientos hace que Sab desfallezca, dejando una carta donde le confiesa sus sentimientos a Carlota. Esta novela ha sido objeto de estudio desde su publicación, estudios que generalmente centran su atención en el personaje de Sab, la vida de Avellaneda y la relación con su obra o la categorización de la novela, como los que mencionaremos a continuación. Usualmente, estos estudios no les otorgan gran importancia a los personajes de Enrique y Carlota, y mucho menos al personaje de Teresa, aun cuando en ellos radica un gran potencial interpretativo de la obra. Es por eso que este estudio pretende referirse a cada uno de los personajes principales de la novela en tanto alegoría de una sociedad burguesa, misógina y machista, partiendo de la hipótesis de que Enrique representa al hombre burgués y materialista; Carlota a la mujer sumisa que nunca se revela; Sab, la voz de protesta que se alza para delatar no solo la posición del esclavo, sino también la posición de la mujer en la sociedad; y Teresa, la ruptura con el ideal de feminidad establecido en la época.

A pesar de que Sab fue considerada meramente abolicionista en sus orígenes, esta clasificación ha sido revalorada constantemente a través del tiempo, y aunque las opiniones son diversas, nos guiaremos aquí por la premisa de que la principal crítica planteada en la obra corresponde a la posición social de la mujer en la sociedad burguesa del siglo XIX, premisa ampliamente desarrollada en artículos como El discurso de Gertrudis Gómez de Avellaneda: Identidad femenina y otredad (2002) de Brígida Pastor o Amos o esclavos: ¿Quién habla en Sab de Gertrudis Gómez de Avellaneda? (2013) de Nuria Girona Fibla. En estos estudios, los autores plantean una serie de argumentos basados en el discurso interno de Sab así como en la vida de la autora y sus demás obras. Además de esto, es necesario mencionar a Doris Sommer con su estudio Sab c´est moi (1993), donde nos plantea las increíbles semejanzas existentes entre La Avellaneda y Sab, el mulato esclavo de la novela. Por ser este un tema tan estudiado no lo trataremos aquí directamente, sin embargo nos valdremos de él para acercarnos más al personaje de Teresa. Ahora bien, partiendo de estos principios podemos comenzar preguntándonos qué representa cada uno de los personajes principales en la novela.

Sab Sab, indudablemente, viene siendo la voz acusadora del relato. El mulato, tan parecido a la Avellaneda en lo extraordinario, es quien va a tener la voz en la narración durante mayor tiempo y es quien va a decir todo lo que está mal en una sociedad falocéntrica burguesa, no desde los principios y costumbres comunes, sino desde su propia conciencia y a través de sus meditaciones; es Sab la voz que acusa a una sociedad que rompe las normas de la naturaleza y de Dios decidiendo qué ser humano vale más que otro la sociedad de los hombres no ha imitado la equidad de la madre común, que en vano les ha dicho: ¡Sois hermanos! ¡Imbécil sociedad, que nos ha reducido a la necesidad de aborrecerla, y fundar nuestra dicha en su total ruina (Gómez, 2003, [p. 65])

Pero esta inequidad no solo se presenta para los negros, pues a dos páginas de terminarse la obra Sab plantea que las mujeres también cargan sus cadenas y finalmente son tan esclavas como los negros (Gómez, 2003, [p. 170]).

Podemos ver en esto, como Sommer lo plantea, otra interesante semejanza entre Sab y Gertrudis Gómez de Avellaneda, una mujer que piensa, escribe y acusa; una mujer que se considera a sí misma especial y diferente entre sus semejantes pues, al igual que Sab, resalta en su particularidad. Ciertamente podemos decir que «En Sab, Avellaneda se propone emitir una queja biográfica ya que ella misma se había encontrado con muchas de las limitaciones que se imponían a su sexo» (Pastor, 2002, p. 93), situaciones que Sab delata durante toda la novela. Es por ello que planteamos a Sab como la voz de la autora dentro de la novela, o al menos la voz que más se aproxima a esta, pues Gómez de Avellaneda «[…] evidentemente, se identifica con Sab… la autora comparte con un esclavo al borde de la rebelión su función productiva: una labor literaria condicionada en ambos por la necesidad de subvertir y de reconstruir» (Sommer, 1987, p. 25). Y esta relación desemejanza entre Avellaneda y su personaje es justificada ampliamente por Doris Sommer. Carlota Ya sabemos que Avellaneda estaba inconforme con el rol social adjudicado a la mujer en la sociedad burguesa, pero además de esto, hay un notorio rechazo por la posición que la misma mujer adopta, aceptando el yugo masculino y las normas que la sociedad le impone. Esta crítica se hace evidente en la carta que deja Sab luego de su muerte, donde este compara a la mujer con un esclavo: “¡Oh!, ¡las mujeres! ¡Pobres y ciegas víctimas! Como los esclavos, ellas arrastran pacientemente su cadena y bajan la cabeza bajo el yugo de las leyes humanas” (Gómez, 2003, p. 107). Revisando casi superficialmente podemos ver en «las mujeres» mencionadas por Sab a Carlota, un ser de «alma noble», con un corazón capaz de amar, pero cuya inocencia la lleva a una vida miserable junto a Enrique. Carlota, de una familia noble y de principios, representa a todas estas mujeres ingenuas y victimizadas que se limitan a sufrir su pena cuando ven rota toda la idealización de sus sueños. Por esto es que Sab pasa a referirse inmediatamente a ella en su carta, diciéndole «¡Ho!, yo te compadezco, Carlota, aunque tú gozas y yo expiro…” (p. 107). Si aceptamos que Sab, de cierta forma, representa la voz de Avellaneda dentro de la novela, no cuesta mucho imaginarnos a la autora diciendo: Oh, mujeres, dais pena, sois esclavas en un mundo de hombres y seguís como si nada.

En conclusión, Carlota es la representación de la mujer del día a día, un ser apasionado y noble pero inocente e incapaz de protestar y defenderse en una sociedad que la somete. Carlota es la mujer que Avellaneda se niega a ser.

Enrique Enrique es un comerciante inglés que quiere casarse con Carlota para heredar la fortuna de su familia. Fácilmente podemos ver en este personaje (y en su propio padre, quien parece ejercer una influencia bastante fuerte sobre el hijo y sus fines mercantiles) el reflejo de una sociedad machista y capitalista, pues aparece como el extranjero que llega en busca de lucro, anteponiendo su egoísmo y ambición a todo lo demás. No es de extrañar, pues, que en su primera aparición dentro de la novela llegue a la finca preguntándole al capataz que lo recibió si todas esas tierras eran del padre de Carlota, tras lo cual afirma que «esta finca debe producir mucho a su dueño» (Gómez, 2003, [p. 5]). Enrique es un ser incapaz de sentimientos nobles y posee un alma que no tiene el don de amar. A pesar de esto, tiene un cuerpo privilegiado y es, aparentemente, todo lo que una mujer podría desear, por lo que resulta fácil idealizarlo. El personaje de Enrique aparece como un hombre de tradiciones, que pone por encima las exigencias de su padre y lo que se supone que debe ser (rico y exitoso) por encima de los sentimientos que pueda tener hacia Carlota. Tanto la voz narradora en Sab como los personajes expresan su desprecio hacia la forma de ser de este, quien, según Rocío Charques Games (2011), contrasta con los personajes de Carlota, Teresa y Sab, entre otras cosas, por su forma de mirar (p. 356)1, pues mientras estos revelan pasión y fuertes sentimientos en su mirada, Enrique se presenta en algunos apartados de la novela con una mirada «fija y seca, como la de un cadáver» (Gómez, 2003, [p. 20]). Mientras las miradas fulgurantes de los demás personajes nos remite al romanticismo y las pasiones, la mirada de Enrique trae consigo la frialdad del mundo industrial, mercantil y racional.

Teresa

1 En su texto titulado «Sab y el juego de las miradas» (2011), el autor establece diferentes relaciones entre los personajes a partir de cómo son descritas sus miradas en la novela, haciendo relaciones valiosas como la citada en el presente trabajo.

Tenemos definidos hasta aquí a los personajes más notorios de la obra, personajes que podemos entender fácilmente, ya sea por todo lo que se ha dicho sobre ellos o porque resulta más o menos evidente su papel dentro de la historia. Pero ¿qué hay de Teresa? ¿Es sólo un medio para resaltar la superioridad de Carlota? ¿La tercera de un triángulo amoroso Carlota-Enrique-Teresa o incluso de un triángulo Carlota-Sab-Teresa? (Girona, 2013, p. 132). Ciertamente, este personaje tan poco comentado es mucho más que eso y es precisamente este punto el que trataremos de desarrollar más detalladamente. Comencemos introduciendo al personaje y siguiéndolo en el proceso evolutivo que sufre durante la obra. Al principio, Teresa es presentada como un ser inferior, pues «El destino parecía haberla colocado junto a Carlota para hacerla conocer por medio de un triste cotejo, toda la inferioridad y desgracia de su posición» (Gómez, 2003, [p. 11]). A pesar de lo cual la voz narradora nos dice que «…aquella alma no era incapaz de grandes pasiones, mejor diré, era formada para sentirlas…» [(p. 11]). Tenemos pues un primer posicionamiento positivo de Teresa remitiéndonos a la división formulada desde inicios de la obra entre los seres capaces de grandes pasiones (como algo positivo) y los que son incapaces de estas (como algo negativo). Estas grandes pasiones de Teresa se ven en un principio dirigidas hacia Enrique, hasta que, por medio de Sab, Teresa descubre la verdadera esencia del inglés y muta sus sentimientos. En este proceso descubre la nobleza de Sab y «le insinúa un posible lazo de solidaridad (en el que se incluye una oferta amorosa por su parte)» (Girona, 2013, p. 130). Pero Sab no puede dejar de amar a Carlota hasta que finalmente muere de amor, no antes de escribirle, con su último aliento, una carta a Teresa, que al recibirla se aleja de todos y se retira a un convento. Hecho que será fundamental a la hora de entender lo que Teresa representa. Bien podría pensarse que al retirarse de sus conocidos y renunciar a sus sentimientos Teresa está siendo derrotada, pero consideremos aquí, en primer lugar, la reflexión que hace la voz narradora cuando habla de la envidia que causaba Carlota en las demás monjas del convento: habrían oído que la mujer hermosa, rica, lisonjeada, la que tenía esposo y placeres venía a buscar consuelos en la pobre monja muerta para el mundo. Hubieran visto que la mujer que creían dichosa lloraba, y que la monja era feliz.

En efecto, Teresa había alcanzado aquella felicidad tranquila y solemne que da la virtud. (p. 99).

Si comparamos el destino de Teresa con el de Sab y el de Carlota, resulta que Teresa es la única que logra ser feliz de alguna forma, y ¿cómo lo consigue? Aislándose del mundo exterior, renunciando al amor y a sus sentimientos; elementos que son, precisamente, la causa de infelicidad para Sab y Carlota. ¿Y si no renuncia a ellos sino que los redirecciona? Girona reflexiona sobre el amor dentro de la novela diciendo que «El problema radica, pues, en cómo gestionar este deseo – desatado en el caso del esclavo, revestido de un imaginario excesivo en Carlota, contenido en Teresa» (Girona, 2013, p. 130). Creo que es una apreciación acertada, pues el problema se ve en hacia dónde dirigir todos esos sentimientos nobles y apasionados. Luego vemos que el amor contenido en Teresa se desata, pero no ya para los hombres, sino en Dios, que está por encima de la injusticia humana. Como lo dice Méndez en Mujer, nación y otredad, es «el amor mismo o, mejor dicho, la pasión sublimada que inspira el amor romántico, lo que se representa aquí como una especie de esclavitud» (Méndez citado en Girona, 2013). Y es justo esto lo que logra superar Teresa, pues la voz narrativa continúa diciendo que «Su alma altiva y fuerte había dominado su destino y sus pasiones, y su elevado carácter, firme y decidido, le había permitido alcanzar esa alta resignación que es tan difícil en las almas apasionadas…» (Gómez, 2003, p. 99). ¿No nos hace pensar esto en la Avellaneda, retirándose al centro espiritual La solitude de Martillac tras la muerte de su esposo Pedro Sabater? (Avellaneda, 1914) Claro, la vida de la autora fue siempre un intento por encontrar grandes pasiones y tras una turbulenta vida amorosa recurre al aislamiento y al amor divino, pero esta es una solución que ya había considerado a la hora de escribir Sab. Ya sabemos que Avellaneda reprocha los valores sociales que prevalecen en su época, y podríamos pensar que halló en el aislamiento, desde su juventud, una opción para escapar a muchas cosas. Sin embargo, Teresa no es una representación de Avellaneda en la novela, sino, más bien, la representación de la mujer idealizada que propone consiente o inconscientemente la autora. Si Carlota es la mujer corriente, la mujer que Avellaneda no quiere ser, y Sab es el ser especial, meditativo y padeciente que parece tener tanto en común con la autora, Teresa sería lo que Avellaneda, de alguna forma, desearía ser, o si no tanto así, lo que cree que las

mujeres deberían ser, pues Teresa logra estar por encima de sus sentimientos y logra el aislamiento de lo que rechaza, de todo ese mundo injusto, consiguiendo así ser feliz. Tal vez suene un poco atrevido hacer una afirmación tan contundente, pero si volvemos sobre lo expuesto, y aceptamos que Sab, de alguna forma, es la voz de la Avellaneda en la novela, o al menos la que más se aproxima a esta, resulta revelador el fragmento de la carta final donde Sab le agradece a Teresa: “por haberme enseñado la generosidad, la abnegación y el heroísmo” lo que pone a Teresa en una situación altiva e idealizada. Además Sab continúa diciendo “Teresa, vos sois una mujer sublime, yo he querido imitaros: pero ¿puede la paloma tomar el vuelo del águila? Vos os levantáis grande y fuerte, ennoblecida por los sacrificios, y yo caigo quebrantado.” (P. 103) El águila es Teresa, que surge y se pone por encima de lo que la ata, y la paloma es Sab, quien la exalta. ¿O es la Avellaneda la paloma que se lamenta de no poder ser el Águila? El aislamiento parece una idea presente a lo largo de la vida de Gómez de Avellaneda, como se ve en su autobiografía y en lo que dice Girona Fibla sobre esta, cuando la autora afirma pensar y obrar diferente a todas las mujeres Gómez de Avellaneda logra constituirse como una niña excepcional en su formación; después, como una joven que desestima matrimonios y no tienen inconvenientes en coquetear; en esta primera línea, en la que se construye la narración de una vida, luce su rareza y particularidad: es una mujer única y, para afirmarse como tal, debe separarse del resto, incluso al precio de separarse del colectivo al que pertenece, en su negación de la feminidad (Girona, 2013, p. )

Después de todo lo expuesto, podemos pensarnos un poco el papel y la importancia de Teresa dentro de la novela, pues consciente o inconscientemente, la autora parece poner mucho de sus pensamientos y reflexiones en este personaje. Teresa, si la vemos en relación con los demás personajes y conociendo la vida de la autora, es fácilmente entendible como la idealización que Gómez de Avellaneda hace de la mujer, el ideal de mujer capaz de estar por encima del mundo que rechaza y de sus ataduras, cosa que la Avellaneda no parece lograr muy bien en su vida.

Bibliografía

Charques Gámez, Rocío (2011). Sab y el juego de miradas. Anales de Literatura Española, 23, 353-362. Recuperado el 2 de octubre de 2019 de: http://www.cervantesvirtual.com/obra/sab-y-el-juego-de-las-miradas/ Cruz de Fuentes, Lorenzo (1914). La Avellaneda. Autobiografía y cartas. Madrid: Imprenta Helénica. Recuperado el 23 de agosto de: http://www.cervantesvirtual.com/obravisor/autobiografia-y-cartas-hasta-ahora-ineditas-de-la-ilustre-poetisa-gertrudisgomez-de-avellaneda--0/html/ff2ca366-82b1-11df-acc7-002185ce6064_21.html Girona Fibla, N. (2013). Amos y esclavos: ¿Quién habla en Sab de Gertrudis Gómez de Avellaneda?. Cuadernos de literatura, 33, 121 – 140. Gómez de Avellaneda, G. (2003). Sab. Biblioteca virtual universal. Recuperado el 20 de agosto de 2019 de: http://www.biblioteca.org.ar/libros/70100.pdf Pastor, B. (2002). El discurso de Gertrudis Gómez de Avellaneda: identidad femenina y otredad. Murcia: Compobell. Cuadernos de América sin nombre, 6. Recuperado el 20 de agosto de 2019 de: https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/6279/1/CuadernosASN_06.pdf Sommer, D. (1993). Sab c´est moi. Hispanoamérica, 48, 25 – 37....


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