Trabajo: Determinismo genético. Prof. Antonio Diéguez PDF

Title Trabajo: Determinismo genético. Prof. Antonio Diéguez
Author Alba Velázquez
Course Filosofía de la Biología
Institution Universidad de Málaga
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Trabajo obligatorio que cuenta el 40% de la nota de la asignatura. Profesor Antonio Diéguez....


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Determinismo genético Alba Velázquez Felipe Filosofía de la Biología 4º Grado en Filosofía Universidad de Málaga

Resumen El conocimiento cada vez más detallado y preciso del genoma humano y la identificación de las alteraciones genéticas que provocan algunas enfermedades, han llevado a creer que los genes determinan el destino de una persona. Son muchos los que piensan que como las acciones son producto de los genes heredados, hay que contemplar la posibilidad de que unas personas intervengan y decidan por otras sobre el modo como acabarán actuando los genes. A este temor se ha unido el miedo a asistir a la desaparición de la moral cuando se deja en manos de los genes la tarea de elegir entre una decisión u otra. Nos convertiríamos, concluyen, en marionetas cuyos hilos mueven los genes y desaparecería de nuestra condición el sentimiento de libertad. Con el fin de contribuir a disipar esa ansiedad existencial, voy a examinar algunos aspectos del determinismo genético.

Palabras clave: Determinismo genético, Libertad, Biología, Comportamiento Humano, Herencia, Ambiente.

1. ¿Qué es el determinismo genético? En este punto, es conveniente aclarar lo que hay de verdadero y de falso en el determinismo genético. El verdadero determinismo genético se puede encontrar, por ejemplo, en enfermedades monogénicas. El determinismo genético se comprende a la luz de una serie de rasgos genéticos específicos que persisten a lo largo de cambios con independencia del entorno en que vive un organismo1. Por ejemplo, los grupos sanguíneos ligados al genotipo permanecen invariables al margen del entorno en el que viva un organismo. Hay enfermedades provocadas por trastornos genéticos como la ausencia o presencia de cromosomas o la alteración de un solo gen. Un ejemplo es la enfermedad de Huntington. Esta patología se adapta perfectamente al esquema del 1 Kitcher, P., Las vidas por venir, (México, UNAM, 2002), p.239

determinismo genético porque es una enfermedad autosómica dominante, es decir, que a un individuo le basta recibir el alelo anormal de uno de los padres para heredar la enfermedad. Es decir, si se tiene la mutación de Huntington, se desarrolla la enfermedad y si no se tiene, no se desarrolla. De ahí las palabras de M. Ridley: “la enfermedad de Huntington es puro fatalismo, sin mezcla de variedad ambiental. Ni una buena vida, ni un buen tratamiento médico, ni una comida sana, ni una familia entregada, ni una gran fortuna pueden nada contra ella”.2 La enfermedad de Huntington se nos aparece como inevitable y ejemplo de determinismo genético porque ignoramos el procedimiento para modificar los entornos que permiten una vida saludable. Pero para los investigadores, lo que está genéticamente determinado no es la enfermedad sino el mecanismo que mantiene unidos los genes y los rasgos del fenotipo. Cuando se logre separar e identificar las condiciones moleculares fundamentales que la provocan mediante cambios en el entorno, entonces ya no seguiremos diciendo que está genéticamente determinada3(en el sentido de inevitable). Respecto a lo que hay de falso en el determinismo genético. Esencialmente, consiste en una forma equívoca de entender las relaciones genotipo-fenotipo. Como ha repetido insistentemente R. Lewontin, el error más elemental del determinismo, aparte de ser falso, es afirmar que dado el genotipo del organismo, su fenotipo está fijado. La prueba que se aduce con más frecuencia es la de los gemelos. Los gemelos son individuos con la misma constitución genética pero desarrollan, por ejemplo, tasas metabólicas muy diferentes si uno vive a nivel del mar y se entrega a una vida ociosa, y el otro a 3000 metros de altitud desempeñando trabajos forzados 4. Hoy está bastante asentada la idea de que el fenotipo, el conjunto de las manifestaciones externas de rasgos y caracteres, depende de los genes que lo determinan y de la presión que el entorno puede tener sobre la constitución genética del individuo. Cuando en febrero del año 2001 se publicó que la secuencia del genoma humano no tiene 142.634 genes sino entre 30.000 y 40.000, volvieron a aparecer las dudas sobre cómo era posible que un número tan escaso de genes pudiera dar lugar a un organismo tan complejo como el ser humano. Si el número de genes es 30.000 pero el número de proteínas es 142.6345, entonces algo fallaba en el llamado dogma central de la biología: el gen produce al final otro elemento (una proteína), y a su vez el cúmulo de proteínas produce el organismo humano. Quedaba así al descubierto el error de haber dado por hecho que cada proteína provenía de un gen. Las conclusiones que se derivan de aquí son, como añade también S. Jay Gould, que la complejidad de un organismo no radica 2 Ridley, M., Genoma, (Madrid, Taurus, 2000), p. 70 3 Kitcher, Las vidas por venir, p.240 4 Lewontin, R., La diversidad humana, (Barcelona, Scientific American, 1984) p.14

5 Science16 February 2001:Vol. 291. Number 5507 y Nature 16 February 2001:409 Number 6822 pp. 745-964.

en el número de genes sino en las combinaciones e interacciones, y que lo que determina la complejidad de los organismos son extraordinarios imprevistos de la evolución no sujetos a las leyes de la física como ha quedado demostrado por las extensas áreas de ADN no codificadoras denominadas ADN basura6. Por otra parte, este hecho planteó la cuestión de cómo puede afectarnos a nuestra consideración como seres morales; en este sentido, P. Kitcher se preguntó si seremos capaces, después de conocer las explicaciones causales y menos causales de la biología del desarrollo, la neurociencia y la psicología de mantener que nuestras vidas tienen un valor especial7 La controversia sobre si es posible o no una conciliación entre libertad y determinismo volvió a estar de actualidad a raíz de los descubrimientos en el terreno de la genética y la popularidad de disciplinas como la psicología evolutiva, la epigenética, la genética del comportamiento e incluso la sociobiología. Pero la cuestión que se encuentra aún en juicio es si el determinismo genético es compatible con nuestra experiencia de la libertad moral. Richard Dawkins afirma que cualquiera que sea la postura que uno adopte en la cuestión filosófica del determinismo, incluir el término “genético” no va a suponer ninguna diferencia. Si los factores genéticos se presentan más ineludibles que los factores ambientales, se debe en parte a un error o a un tipo de vulgarización que en nada ayuda a comprender correctamente ni el mundo natural ni nuestro genoma.8

2. Determinismo genético en otras especies La polémica y la preocupación sobre el determinismo genético se limitan al caso de los seres humanos; parece que no se pone en duda que los animales no humanos sí están determinados genéticamente. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos cosas: en primer lugar, ¿podríamos hablar de cierto indeterminismo en los animales no humanos?, ¿de cierta “libertad”?. Los animales también eligen y tomas ciertas decisiones, aunque con el matiz fundamental de que no son conscientes de ello. En segundo lugar, el ser humano es un animal, y, según las últimas investigaciones, parece que apenas nos diferenciamos genéticamente de los animales no humanos. Es decir que, en principio, nuestra carga biológicamente determinada podría ser bastante similar. Pero, a la vez, la evolución nos ha proporcionado un desarrollo muy importante de nuestro mecanismo de toma de decisiones, el cerebro, que nos permite una gran diversidad de alternativas de actuación ante el ambiente que nos rodea. Ese órgano directivo tiene la capacidad de tomar decisiones de forma más flexible ante las circunstancias de lo que el resto de los 6 Gould, S.J., La falsa medida del hombre,(Barcelona, Crítica, 1997) p.65 7 Kitcher, Las vidas por venir, p.265

8 Dawkins, R. The Extended Phenotype. (Nueva York, Oxford University Press, 1983), p.11

animales pueden hacer. Además, ha permitido el desarrollo de otras capacidades, como el lenguaje y la construcción de herramientas. Pero lo más importante es que el cerebro es capaz de saber que toma esas decisiones, es decir, es consciente de sí mismo. 9 Y, fundamentalmente, eso sería la libertad humana, el hecho de elegir siendo consciente de que se elige. Para Ruse, la analogía humanos/animales tiene una cierta validez: “Los animales y los seres humanos compartimos muchos atributos biológicos y esos atributos son relevantes para las causas del comportamiento. Los animales tienen un comportamiento causado genéticamente, luego es razonable realizar una inferencia sobre las bases genéticas del comportamiento humano”10. Pero esa inferencia ha de tener, necesariamente, unos límites y unos criterios de aplicación. Si bien la Sociobiología puede explicar comportamientos sociales de especies animales, como los insectos, el comportamiento social humano tiene poco que ver con el de aquéllos. El comportamiento de los animales está restringido severamente por los instintos y, en nuestro caso, la inteligencia humana nos ha elevado a un plano muy diferente y podemos decir que tenemos “libertad” de comportarnos trascendiendo esos instintos. Una de las diferencias fundamentales, como ya he comentado, es que los seres humanos somos conscientes de nosotros mismos: los animales también eligen, pero nosotros, cuando elegimos, sabemos que lo hacemos y, al menos en parte, que lo hacemos por determinadas razones. En ese sentido podemos hablar de que somos animales racionales. 3. Determinismo genético e inteligencia Dentro de las posibles consecuencias de las tesis deterministas en los seres humanos, la influencia genética en la inteligencia es uno de los temas más comentados, además del de la libertad. Ruse explica que existen resultados fiables que avalan la afirmación de la importancia de los genes en la inteligencia.11 Reiteradamente se han realizado estudios y test de inteligencia tratando de concluir que determinado tipo de personas es genéticamente más inteligente que otro. Parece que estos tipos de test están bastante desacreditados, básicamente por tres razones. En primer lugar, se enfrentan al problema de la definición de inteligencia y de si es posible medirla; puede decirse que lo único que hacen esos test es medir la capacidad de hacer ese tipo de test. En segundo lugar, se ha demostrado que la mayoría de esos test se encuentran sesgados en el tipo de preguntas y respuestas que se plantean. Y además, que 9 Dennett, D., La evolución de la libertad, (Barcelona, Paidós, 2004), p.20

10 Ruse, M., Sociobiología, (Madrid, Cátedra, 1989), p. 204

11 Ruse, Sociobiología, p.198

lo que puede considerarse como “inteligencia” es diferente en distintas culturas, y que pretender definir inteligencia como la capacidad que prima en la civilización occidental12, tal y como suele hacerse en esos test, me parece que es un error. La genética de la conducta y la teoría hereditarista de la inteligencia tienen como presupuesto común que la genética puede explicar las diferencias entre grupos sociales en cuanto a capacidades intelectuales. La genética de la conducta es el estudio de los factores genéticos y ambientales que originan las diferencias entre individuos. La herencia se refiere a la transmisión de estas diferencias de padres a hijos. Pero la genética de la conducta tiene muy poco que decir sobre las causas de las diferencias entre grupos y carece prácticamente de recursos para explicar, por ej., por qué las niñas tienden normalmente a realizar mejor las pruebas verbales que los niños o las causas de la diferencia de altura media entre hombres y mujeres. Hay tres razones para esto: 1) Las diferencias entre individuos son sustanciales, mucho mayores que las observables entre grupos. Además, de poco ayuda conocer el nivel medio de capacidad verbal del grupo para averiguar el rendimiento en las pruebas verbales de un individuo concreto; 2) Las diferencias entre individuos interesan más porque a menudo los problemas relevantes para una sociedad implican diferencias individuales (por qué unos chicos tienen problemas de aprendizaje que los demás no tienen, por ej.); 3) Las causas de las diferencias individuales no están relacionadas necesariamente con las causas de las diferencias medias entre grupos. Algunas diferencias entre individuos pueden tener una clara influencia genética, mientras otras serían inexplicables sin atribuir un papel importante a la educación y a las condiciones ambientales13. Por consiguiente, atribuir a causas genéticas las diferencias en capacidades cognitivas entre grupos supone proyectar sobre la genética de la conducta un enfoque, el grupal, totalmente contrario a sus intereses y metodología, centrados fundamentalmente en el individuo. 4. La falsa oposición entre herencia y ambiente El sentido común induce a pensar que ciertas cualidades como la estatura, una constitución atlética, el talento musical, la inteligencia, etc. son en gran parte hereditarias. Pero lo cierto es que, a mediados de los 90, esos rasgos no han sido todavía suficientemente estudiados como para encontrar una respuesta convincente a su carácter hereditario14. Lo que sí sabemos es que ciertas intervenciones educativas, ambientales y sociales son importantes y eficaces para fomentar el desarrollo de estas cualidades, 12 Gould, La falsa medida del hombre, p.239 13 Plomin, R. Nature and nurture. An introduction to human behavioral genetics. Pacific Grove,

California,1990) p.4-6 14 Plomin, Nature and nurture. An introduction to human behavioral genetic, p.8-9

siempre que existan unas aptitudes iniciales mínimas. Ante la dificultad de observar los caracteres responsables de la transmisión de los rasgos hereditarios, el conductismo negó cualquier papel a lo hereditario en la explicación de las diferencias de comportamiento. Centraba su atención en los estímulos ambientales que modifican la conducta, más fácilmente observable. El programa conductista pretendía explicar la conducta de hombres y animales como efecto del entrenamiento estímulo, respuesta, refuerzo y algunos condicionamientos básicos que se inician prácticamente con el nacimiento; de ellos hacen depender la configuración de características individuales como el talento, el temperamento, la constitución mental y otras15 Las explicaciones ambientalistas resultan intuitivamente razonables porque damos por supuesto que el ambiente puede ser modificado, mientras consideramos inalterable el genotipo individual y todo lo hereditario. Sin embargo, creer que nada puede ser hecho para alterar los efectos genéticos denota un gran desconocimiento de cómo funcionan los genes. Los efectos genéticos no restan libertad individual (excepto en el caso de enfermedades genéticas que provocan graves trastornos metabólicos, motores o psíquicos); no determinan la conducta. Las influencias genéticas son precisamente eso: influencias, tendencias, propensiones16. La oposición entre influencia genética y libertad es engañosa, porque nada ni nadie es libre al margen de su constitución biológica (material) y la libertad del ser humano, desde una perspectiva individual, se manifiesta siempre dentro del rango de comportamientos que sus características físicas (genéticas, metabólicas, motoras, sensitivas) y mentales (capacidades cognitivas, lingüísticas, memoria, etc.) le permiten. Por otro lado, el sustrato genético individual no tiene demasiadas competencias para interferir con las creencias, conocimientos y valores que orientan la conducta libre de un individuo. Eibesfeldt precisa el concepto de «innato» (sinónimo hasta no hace mucho de lo no aprendido) definiéndolo positivamente como disposiciones de comportamiento y capacidades de percepción adaptadas filogenéticamente. Lo innato no son los modos de comportamiento, sino las estructuras orgánicas que les sirven de base (células nerviosas conectadas a los órganos de los sentidos y a los órganos efectores), desarrolladas durante la embriogénesis con arreglo a las indicaciones químicas de autodiferenciación celular/orgánica suministradas por el ADN. Estas estructuras proporcionan las primeras «conexiones estructurales de acción» o conexiones funcionales básicas, consistentes en unidades elementales de acción: coordinaciones motoras en tierra y agua, reflejo de succión en mamíferos, reflejo de prensión, ciertas reacciones de huida o relajación ante estímulos acústicos, térmicos o visuales; también la asociación de ciertas formas y siluetas con sensaciones de temor, disposiciones para el aprendizaje, patrones de reconocimiento visual, y un largo etcétera. Estas unidades funcionales básicas hacen posible, por diferenciación 15 Skinner, B. F., Ciencia y conducta.( Barcelona, Fontanella, 1963) 16 Plomin, op.cit.

progresiva, la aparición de acciones, comportamientos y procesos cognitivos de creciente complejidad17. Muchos creen que la oposición entre herencia y ambiente es un requisito necesario para que los hereditaristas puedan demostrar la importancia de los factores hereditarios y los ambientalistas la importancia del ambiente. Pero lo cierto es que nada podría ser modificado ambientalmente en un individuo nacido «en blanco», sin las conexiones funcionales básicas sugeridas por Eibesfeldt. Una condición necesaria para que las intervenciones ambientales surtan efecto es que los factores hereditarios hayan «hecho bien su trabajo». Y otra condición imprescindible para que las disposiciones hereditarias se manifiesten es que el ambiente contribuya a su desarrollo y diferenciación. Por esta razón, la etología y la genética de la conducta proporcionan elementos no para negar la libertad humana, sino para mostrar el sustrato que la hace posible. En palabras de Eibl-Eibesfeldt: El hombre experimenta subjetivamente la posibilidad de decidirse a hacer unas cosas y omitir otras, es decir, tiene libertad de elegir entre distintas alternativas. Se propone metas, prevé en su imaginación distintas posibilidades de acción y sopesa y elige las estrategias que le parecen adecuadas según las circunstancias. Esta consideración presupone un distanciamiento, incluso cuando la meta deseada es la satisfacción de un impulso. El hombre es capaz de aplazar la consecución de una meta instintiva e interrumpir los nexos de su esfera de instintos, creando así un campo libre de tensiones que le permite reflexionar y actuar racionalmente. Los animales muestran esta capacidad de forma limitada. (…) En los juegos de los mamíferos advertimos un paso considerable hacia la autonomía de la acción, en la medida en que en ellos se manifiesta por primera vez la capacidad de desacoplar activamente impulsos y acciones.18 Por consiguiente, libertad significa no ausencia de causa, sino autonomía. El desarrollo de la corteza cerebral (corticalización) y la diferenciación de tareas entre los dos hemisferios (lateralización) parecen haber jugado un papel importante en la humanización de la vida impulsiva, haciendo posible el control de la conciencia sobre tendencias desencadenantes instintivas. Estos y otros factores, mediados por el lenguaje y la cultura, han hecho del hombre un ser cultural por naturaleza, cuyo decurso de acción encuentra más límites en las normas y restricciones culturales que en su propia biología. La genética de la conducta ha intentado precisar el influjo de lo hereditario en el comportamiento, más allá de este nivel instintivo elemental. 5. Conclusiones

17 Eibl-Eibesfeldt, I., Biología del comportamiento humano. Manual de etología humana. (Madrid, Alianza, 1993) p.33-105 18 Eibesfeldt, I., Biología del comportamiento humano. Manual de etología humana, p.106-107

Me gustaría terminar este trabajo con las palabras de Dawkins, que como ya hemos comentado, considera que los seres vivos somos “máquinas de supervivencia”, pero esto, según declara, no implica determinismo: “los genes nos crean, pero no nos controlan”19. Sugiere que somos como computadoras de ajedrez: los genes nos programan, pero luego actuamos con libertad dentro de ese programa básico. Sin embargo, más adelante comenta que “la selección natural favorece a los genes que controlan a sus máquinas de supervivencia de tal manera que hacen el mejor uso de su entorno. Ello incluye el hacer el mejor uso de otras máquinas de supervivencia, sean de la misma especie o de otras diferent...


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