Vanguardias artísticas-Julia Barroso Villar PDF

Title Vanguardias artísticas-Julia Barroso Villar
Author Pedro Abalsa
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Primeras páginas 2/3/06 10:32 Página 1 Primeras páginas 2/3/06 10:32 Página 2 Primeras páginas 2/3/06 10:32 Página 3 TEMA, ICONOGRAFÍA Y FORMA EN LAS VA N G U A R D I A S A RT Í S T I C A S Primeras páginas 2/3/06 10:32 Página 4 Primeras páginas 2/3/06 10:32 Página 5 JULIA BARROSO VILLAR TEMA, ICONO...


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TEMA, ICONOGRAFÍA Y FORMA EN LAS

VA N G U A R D I A S A RT Í S T I C A S

JULIA BARROSO VILLAR

TEMA, ICONOGRAFÍA Y FORMA EN LAS

VA N G U A R D I A S A RT Í S T I C A S

CASTRILLÓN, 2005

Este libro se edita con la colaboración de la Consejería de Cultura, Comunicación Social y Turismo del Gobierno del Principado de Asturias

Primera edición: octubre de 2005 © Julia Barroso Villar © Ajimez Libros www.ajimez.com [email protected] Pza. Constitución, 4- 1.º Izqda. 33450 Piedras Blancas (Asturias)

Diseño portada: Consuelo Vallina Diseño logotipo: Ramón Rodríguez ISBN: 84-931833-5-0 D. L.: As.-4.785/05 Impresión: Mercantil Asturias, S. A.

Agradecimientos Deseo manifestar mi agradecimiento a cuantas personas me ayudaron y orientaron en el transcurso de la elaboración del libro. Al profesor Víctor Nieto Alcaide, Catedrático de Historia del Arte de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Académico de Bellas Artes por la Real Academia de San Fernando y Director del Museo de la Academia de Madrid, por el prólogo con que me honra y por su amistad y ánimo. A Consuelo Vallina, artista visual, diseñadora, Presidenta de la Asociación de Artes Visuales de Asturias y amiga, por la creación de una obra plástica pensada para la portada de este libro. A Jaime Luis Martín, responsable del Patronato de Cultura del Ayuntamiento de Castrillón por su amistad junto con Elpidio López, ambos responsables de Ediciones Ajimez, por su confianza en mi tarea y por su generosa oferta de publicación. A mi marido Abdullah Nasser, por su apoyo y entusiasmo. Y a la memoria de mi madre, que siempre me impulsó en las dudas y me dio fuerza. La autora

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Prólogo La abstracción, es decir, la eliminación de cualquier referencia figurativa con la consiguiente supresión del sistema de representación, ha sido uno de los referentes tópicos en las definiciones del arte del siglo XX. Aunque es un fenómeno propio del arte del siglo XX que introduce en el arte una inflexión sin precedentes, dista mucho de ser el que lo caracteriza y define. Pese a que este supuesto ha sido tenido en cuenta por los estudiosos del arte del siglo pasado, siempre ha venido gravitando sobre las consideraciones y definiciones generales del arte contemporáneo. Cuando se habla del Cubismo se plantea, además de sus períodos, su carácter más o menos abstracto y lo mismo sucede con el Expresionismo. Constantemente la abstracción ha sido una referencia que ha interferido de forma decisiva el valor de las demás tendencias. El puro valor conferido a la forma por la abstracción ha determinado que se haya proyectado una visión desde estos supuestos hacia el resto de la pintura con el consiguiente olvido del valor y papel del tema. En este sentido, son escasos los estudios dedicados al problema del tema en la pintura del siglo XX. La atención de los estudiosos ha girado en torno a problemas de carácter conceptual y teórico, al análisis de la obra de los artistas, de las tendencias y de los grupos y a problemas históricos concretos. Pero el tema, desde la aparición

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de la abstracción, se ha considerado algo secundario que permanece en la obra de los artistas que se niegan a abandonar la representación pero que ha dejado de ser relevante. Y, sin embargo, en la pintura contemporánea el tema forma parte inseparable de la experiencia figurativa al igual que su ausencia lo es de la abstracta. Por tener en cuenta esto, se ha llegado con frecuencia al absurdo de identificar tema con contenido, de manera que la pintura abstracta fuera solo un mero juego formal carente de él. Son dos formas distintas, aunque no antitéticas, de entender la práctica del arte. Algunas manifestaciones de la abstracción, como el Constructivismo y el Neoplasticismo se hallan mucho más cerca de corrientes figurativas como el Cubismo que de otras abstractas como el Expresionismo abstracto o el Informalismo. Porque, en realidad, abstracción y figuración son las consecuencias de un mismo proceso en el desarrollo de un arte de la modernidad. Por ello, es importante dirigir la mirada a los usos y modos de la figuración y plantear cómo se han desarrollado estas secuencias temáticas en el proceso del arte del siglo XX. En ello radica la novedad e importancia del libro de Julia Barroso Tema, iconografía y forma en las vanguardias artísticas, un importante y lúcido intento de clarificación surgido de un contexto enmarañado de discusiones, elucubraciones y debates que, en la mayoría de los casos, no han parecido perseguir otro fin que el de servir de apoyo a un discurso estéril e interminable. Tomar como punto de partida la recuperación de la idea del ciclo iconográfico, sin desvincularla del problema de forma y de tendencia, y seguir sus contenidos, variantes, transformaciones y fluctuaciones a lo largo de un siglo, es un intento revelador que contrasta con los numerosos estudios que antes de ver el árbol se han empeñado en ocultarlo con el bosque de una discusión ininteligible. Hace tiempo que Julia Barroso se venía ocupando de problemas relativos a la iconografía del arte contemporáneo. Sus

Es evidente que la representación no es sólo figuración, sino también un signo y por lo tanto un elemento de significación. En realidad, los estudios de iconografía artística se han orientado de una forma casi absoluta hacia los problemas del arte del pasado olvidando el análisis de este problema en el arte contemporáneo. La primera cuestión que se plantea es la ruptura temática con la correspondiente alteración del contenido ideológico que surge desde el inicio de la modernidad a finales del siglo XIX. Nuevos temas para una nueva pintura o una nueva pintura para nuevos temas. Como puede ser la luz, el agua y la ciudad para el impresionismo. O el nuevo papel que adquieren para la pintura temas tradicionales, como las manzanas y la montaña Santa Victoria en la pintura de Cézanne. No son temas antiguos representados con nuevas formas, sino temas que generan un nuevo planteamiento formal de consecuencias profundas en la pintura contemporánea. Como sucede con el tema de la figura humana en uno tan clásico como el desnudo, que asume en la Olimpia o en le Déjeuner sur l’herbe, de Manet, o en los desnudos de Renoir un protagonismo y una significación sin precedentes. Algunas de las primeras obras de la vanguardia, como Les Demoiselles d’Avignon de Picasso, tienen allí una de sus referencias paradigmáticas e inexcusables.

Prólogo

estudios sobre la nueva objetividad alemana avalan y acreditan su interés por los aspectos figurativos del arte actual. Por ello no es una sorpresa, sino una consecuencia lógica de sus investigaciones, que haya emprendido un estudio de conjunto de algo que desde distintos enfoques venía ocupándose con intensidad y rigor desde hace tiempo y cuyo estudio resulta enriquecedor para la comprensión del arte. La idea de acometer el estudio de la iconografía de pintura contemporánea en su conjunto, lejos de hacer del libro de Julia Barroso un estudio de síntesis, acentúa su valor conceptual convirtiéndolo en una aportación centrada en una de las claves del arte contemporáneo: su condición de lenguaje con un discurso iconográfico desarrollado con independencia de las tendencias y de su trayectoria a lo largo de más de un siglo.

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En los primeros años del siglo XX el problema de la representación adquirió una dimensión trascendente al plantearse por algunos artistas, como Kandinsky, la supresión del tema. A partir de entonces la figuración asume un nuevo papel en la pintura distinto del de la mera representación de la realidad. Lo cierto es que con el desarrollo de las vanguardias la representación aparece como un elemento conceptual que va desplazando el parecido sin eliminarla. Las experiencias del Expresionismo, del Fauvismo, del Cubismo y del Futurismo ponen de manifiesto cómo la representación no se planteó nunca como un fenómeno en contradicción con la vanguardia. Lo mismo que cambiaban las formas se transformaban los temas. O los temas antiguos, al igual que la pintura, asumían un nuevo valor significativo. Incluso tendencias radicalmente figurativas como el Surrealismo, en las que se recuperan los usos y procedimientos del antiguo sistema de representación, la figuración se plantea como recurso para desarrollar una visión inédita del significado de los objetos. Es lo que pudiéramos llamar una visión iconológica del tema, frente a la visión simplista de las iconografías tradicionales. El análisis de estos problemas aporta, en el estudio de Julia Barroso, nuevas luces sobre aspectos acerca de los cuales los historiadores han mostrado el más absoluto desinterés o se han limitado a pasar de puntillas para no despertar una cuestión espinosa que provocaría el inmediato y consiguiente debate. Los historiadores y críticos hablan insistentemente de problemas espaciales, pero no del espacio como objeto y tema iconográfico; ni de los signos del arte abstracto como iconografía. Julia Barroso ha logrado agrupar, deslindar y definir los grandes ciclos temáticos, como el cuerpo humano, el retrato, el desnudo, los asuntos religiosos, la guerra y el mito del progreso. Es decir, una iconografía sin la que no puede comprenderse el discurso trazado por la pintura contemporánea. Desde la aparición de la abstracción, la iconografía del arte contemporáneo se ha visto como la mera presencia de unos usos del pasado o como mera apoyatura de unas formas

Prólogo

modernas de pintura. Cuando, en realidad, sigue teniendo la misma vigencia que antes, como imagen plástica del mundo contemporáneo, y en la que, como hemos dicho, se pueden incluir signos de la abstracción e incluso la temática religiosa en obras de vanguardia a la que Julia Barroso presta una atención especial. Es evidente que en un bodegón de Braque el tema ha sido planteado como soporte del desarrollo de unas formas de vanguardia, mientras en un cuadro de Otto Dix la iconografía comporta, con independencia de los aspectos formales, una renovación válida en sí misma. Pero en ambos casos el tema es un componente decisivo a la hora de definir y profundizar en el significado de la pintura. El estudio de Julia Barroso constituye una reflexión fundamental para el conocimiento del arte del siglo XX y de la orientación de las tendencias artísticas que han inaugurado el XXI. También, es algo más y no menos importante: una llamada de atención sobre las opciones metodológicas para el análisis del arte contemporáneo y de los “temas” a los que debe dirigirse la mirada contemporánea para acometerlo. Víctor Nieto Alcaide

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Prefacio Se asume de manera habitual la hipótesis de que el arte del presente siglo es heredero de unas vanguardias históricas que fueron muy fructíferas pero que, a pesar de su poder de sugestión aún vigente y del enorme potencial de la impronta que dejaron, en sí mismas, en tanto que ciclo, se consideran periclitadas, puesto que ni los tiempos que las produjeron ni la necesidad experimental son idénticas. Cuando nos referimos al arte del siglo XX, en especial en su segunda mitad, se observa con frecuencia un uso poco discriminado de términos como “modernidad”, “modernismo”, “vanguardia”, “últimas tendencias”, y hasta “tendencias recientes” para referirse a fenómenos que tuvieron su transcurso en tiempos muy desiguales y que revisten características también o muy o completamente diferentes, desde finales del siglo XIX hasta finales del XX. Sería utópico intentar esclarecer de manera definitiva algo de por sí enmarañado, y es de temer que sin solución, dada la complejidad del asunto a tratar, cuyo ejemplo en los movimientos artísticos anteriores, modernismo y protovanguardias, continúa vigente a lo largo del siglo XX. Tal vez deba entenderse que esta propia imprecisión de definición al nivel de las designaciones, es reflejo de las mismas dificultades intrínsecas del fenómeno artístico en sí, más en los desarrollos polifacéticos, en la ruptura de niveles de significados y en los mo-

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dos de mostrarse visualmente las artes contemporáneas. Éstas, aparte de su coetaneidad, están separadas entre sí por modos de dicción, por concepciones de base y por circunstancias externas muchas veces antagónicas o meramente tangenciales entre sí. La tarea de tratar de contribuir con algunos elementos de clarificación por mínimos que resulten es desbordante, y si nos planteamos hablar de ello, es a modo de marco en el que buscar alguna línea de salida para el rompecabezas. En definitiva, la propuesta de la obra consiste en comprobar la presunta vigencia de los propios contenidos del arte aún hoy, en un amplio abanico, ya se sabe que disímiles, pero muchas veces obviados en beneficio de aquello que ha sido la característica más sobresaliente del arte del siglo XX: su dicción formal, el llamado estilo, que comenzó definiéndose a través de los “ismos”. Esta continuidad o interconexión de las prácticas artísticas recorre toda la historia del arte, y no es por tanto nada fuera de lo esperable este sentido de entramado de los hechos artísticos contemporáneos. Solamente la visión inmediata enfocada a la claridad de los aspectos didácticos y a la comprensión de los fenómenos, fatigosos en su percepción por la rapidez y variedad simultánea de las propuestas, nos obliga a incidir en contra del sentido fragmentado del arte reciente, visto como sucesión de corrientes que ignoraban los inmediatos precedentes. Si bien es cierto que el arte actual difícilmente obedece a la trama de los estilos, opino que buena parte de los “ismos” del pasado reciente han sido historiados linealmente, en un esfuerzo clarificador, pero a costa de falsear, en múltiples ocasiones, la imagen de su propio transcurso. Si se admite que el arte no se realiza por el mero placer de crear formas vacías, sino que, en primer lugar, es un poderoso modo de expresión hoy, de los propios artistas; y que es signo, a su vez, de la parte receptiva probablemente más evolucionada en el sentido cultural del medio que los envuelve e implica, se aceptará que sus contenidos son importantes,

“…No se han prestado oídos a la advertencia de Hume en el sentido de que no pueden establecerse normas estéticas definitivas; se ha hecho caso omiso a la pretensión de Shaftesbury de

Prefacio

aunque en ocasiones puedan llegar a consistir en las propias formas. Las artes visuales no se pueden reducir a una mera creación de signos formales plásticos, que también podrían ser acústicos, o cinéticos. Además de esos modos y formas, y de manera indisociable, expresan contenidos variados, son formas significativas. El repertorio de imágenes afecta, desde sentimientos vagos, profundos, difusos, hasta iconos comunes antropológicamente, pasando por arquetipos o imágenes fijas que pertenecen a ciclos y subciclos culturales, que proceden del mundo de las creencias, de las grandes concepciones subyacentes en cada cultura, y que, en definitiva, forman parte de la enorme pluralidad de motivos que hoy, era de la máxima posibilidad de información que se conoce al nivel de la técnica, no equivalente al conocimiento de las sociedades ni de los individuos, sino al establecimiento de las pautas de conducta de los bloques sociales y de su entramado, se entremezclan y hacen fluida la emisión y recepción de mensajes muy dispares entre sí, a la vez que permiten una situación caótica. Porque una cosa es la velocidad de emisión de tales mensajes, fungibles en buena medida con la rapidez con que se emiten, y otra su recepción. Y es muy deficiente, además, la deglución, asimilación y filtraje de esos estímulos que posibilitan su permanencia y estabilidad. De esta especie de alquimia, algunos residuos pueden quedar, y entendemos que algunos de los aspectos temáticos que para etapas anteriores de la historia se venían denominando “ciclos iconográficos”, aún pueden ser solventes a la hora de la comprensión del fenómeno artístico utilizando tanto la vía sólo racional, como la percepción psicológica y sensible. No cabe duda de que, para conocer un universo, es preciso familiarizarse con sus códigos, como cuando se aprende un idioma extraño. Para Werner Hofmann, en Los fundamentos del arte moderno,

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buscar la vivencia de lo artístico en las formas embrionarias, nacientes. Se ha pasado por alto el descubrimiento de Burke, quien afirmaba que en lo desordenado, en lo caótico existen espacios vivenciales inexplorados; se ignora la noción históricodinámica de Herder, quien decía que “la aspiración eterna” de la Humanidad no es sino un esfuerzo por superar el pasado y conseguir el futuro. Por el contrario, se airea con gusto la última generalización de que lo romántico es enfermo y lo clásico sano (generalización de la que incluso la política artística de Hitler sacó partido), pero se evita reflexionar sobre aquellas apasionadas palabras de Goethe en su juventud, que suenan de manera muy diferente: “sólo al artista le es dado sentir una única felicidad: la que la proporciona su arte. En cuanto al público que admira boquiabierto, ¿qué más le da al artista que sea capaz de discernir por qué unas veces mira boquiabierto y otras no?”1.

La propuesta del presente libro es la reflexión sobre los contenidos, la temática del arte reciente, sin apartarse de sus formas de dicción, combinando las grandes corrientes estilísticas que están en el nacimiento de la contemporaneidad, con los motivos fundamentales de expresión de las mismas. Acercarse a esos repertorios, bien por ser más usuales o por su expresividad, por un lado; y tratar de realizar a partir de nuestro muestreo, una introspectiva en las cosas que cuentan o simbolizan los artistas de nuestra era, por otro, es parte importante del objetivo de esta investigación. Es decir, lo que se puede considerar un estudio transversal de la historia del arte que fraguaron las vanguardias desde los comienzos del siglo pasado, a partir de la elección temática, según su incidencia más o menos relevante, en relación con las formas más renovadoras de expresión que adoptaron, que no se redujeron a ser meras formas vacías. Consciente de la envergadura de la elección y de sus limitaciones necesarias, me anticipo a prever que el resultado no podrá ser definitivo ni total, sino que se trata de una propuesta de estudio desde una perspectiva 1 Werner Hofmann, Los fundamentos del arte moderno.1992 (1987), Barcelona, Península, p. 14.

Prefacio

que, si bien se puede rastrear en abundantes estudios parciales, no se ha dado en la visión global de aquellos fenómenos, como si careciera del interés suficiente. El procedimiento seguido tuvo que elegir entre un abanico inmenso de obras y de artistas significativos para los objetivos del trabajo, sin que en ocasiones, necesariamente, coincida la elección de ejemplos con muchos de los que están de manera habitual, como referencia en los manuales sobre la época. El ámbito virtual de elección era inagotable, como se le alcanza a cualquiera que reflexione sobre la cuestión. Sería además pretencioso, tratar de esclarecer de manera definitiva qué contenidos han movido a los protagonistas del arte del siglo XX. Sí en cambio se intenta realizar un acercamiento significativo a una de sus facetas de comprensión, la temática, susceptible de muchísimas más consideraciones que las que, normalmente, se le vienen dedicando. Pensado en principio como estudio iconográfico, la disparidad y número de la materia a estudiar desaconsejó un procedimiento al pie de la letra académico, ya que el objetivo no era encasillar el arte reciente desde una nueva visión, sino proponer pautas que se podrían desarrollar hasta el infinito. Tal es, en síntesis, la idea generatriz de este trabajo basado en reflexiones sobre obras y lecturas ajenas, a lo largo de los años de contacto como profesional con el arte contemporáneo, si bien el ascenso en esta línea ha te...


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