4. El teatro romántico. Características generales. Martínez de la Rosa. García Gutiérrez. El duque de Rivas. Zorrilla. PDF

Title 4. El teatro romántico. Características generales. Martínez de la Rosa. García Gutiérrez. El duque de Rivas. Zorrilla.
Course Literatura Española Del Siglo Xix
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Literatura española del siglo XIX

Tema 4

Profª Baranda Leturio

Tema 4. El teatro romántico. Características generales. García Gutiérrez, el duque de Rivas, Martínez de la Rosa, Zorrilla.

Tabla de contenido José Zorrilla ......................................................................................................................................................................... 2 Don Juan Tenorio ............................................................................................................................................................ 3 Metáfora del amor como incendio. ............................................................................................................................ 4

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El género característico del teatro romántico es el drama histórico, que enlaza con el Barroco y rompe con los gustos del Neoclasicismo; a la vez que transforma todos los criterios del teatro de los Siglos de Oro. En 1833 muere Fernando VII y en 1834 se publica La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa, que estuvo exiliado en París -donde se piensa que redactó su obra y la estrenó cuando puedo estrenarla-. En el 35, el duque de Rivas consigue representar Don Álvaro o La fuerza del sino; y en el 36, se representa El Trovador de García Gutiérrez. Este teatro se caracteriza por la libertad formal, el rechazo de cualquier norma y regla, porque en el arte se debe rechazar cualquier tipo de imposición. Son obras en las que abunda la intriga y cuyos héroes parecen movidos por una necesidad de cambio. No se respetan ninguna de las unidades dramáticas que llevaban impuestas hasta el momento: la unidad de tiempo se ve resquebrajada porque las obras se desarrollan en periodos de tiempo diversos; así como la de espacio, a la que le pasa lo mismo ya que los escenarios varían y los personajes se mueven por distintos lugares de la población donde está ambientada; se rompe incluso la unidad de acción, porque tienen importancia los episodios secundarios, que es lo que permite dar el tono de época y crear una sensación de misterio. La intriga es un elemento muy importante en estas obras. En ellas se puede mezclar verso y prosa, lo trágico y lo cómico. Son obras de protagonista, es decir, que consisten en las peripecias en torno a un único personaje; algunas de ellas llevan como título el nombre propio del personaje. Siempre aparece un tema de amor, pero amor planteado en términos absolutos, que no admite compromisos ni pactos, se estrella contra todos los obstáculos1. En ellas, las mujeres son seres pasivos, angelicales y serviciales respecto de las pasiones masculinas. El héroe puede tener un origen desconocido y con un destino2 que le arrastra hacia el mal. Los personajes no son complejos, su caracterización es bastante maniquea; abunda la violencia tanto en la vida de los personajes como en la naturaleza, aparece lo ultraterreno y se muestran escenas de gran intensidad lírica, aparece una búsqueda de contrastes continuos.

José Zorrilla Sobre su vida, escribe un libro de memorias de ésta en 1879, que se empieza a publicar en el periódico Los lunes del Imparcial y termina siendo publicado entero como Recuerdos de un tiempo viejo. En él habla de un tiempo pasado con connotaciones despectivas. Nace en 1817, hijo de un funcionario que era partidario de Fernando VII, el absolutismo y muy conservador, llegando a ser Intendente de Policía en 1820. Al morir Fernando VII, su padre fue desterrado a un pueblo de Burgos y quería que su hijo estudiase derecho. Zorrilla estudió en el Seminario de Nobles3 durante los

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Por ello, además de por ser un amor romántico, está abocado también al fracaso. Este destino puede estar representado por algún personaje con las características propias del personaje negativo, como Brígida en el Don Juan Tenorio. 3 Donde habían estudiado Larra y otros románticos de la época. 2

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años 20 y después su padre le mandó a la universidad a estudiar derecho, pero no lo hizo. Un día se escapó de su casa y vino a Madrid. Fue el día del entierro de Larra cuando se hace conocido. En el entierro, muchos de los intelectuales allí presentes, dedicaron unas palabras al difunto, asimismo hizo Zorrilla, dejando deslumbrados a los asistentes, lo que le valió para que se empezasen a fijar en él y a abrirse camino. En 1836 ya había escrito un drama que no se publicó y en el 38 colabora con García Gutiérrez en una obra que no tuvo mucho éxito. Pero es en el año 40 cuando estrena su primera obra de teatro de éxito, El zapatero y el rey, ambientada en la época de Pedro I El Cruel; en el 42, escribe su segunda parte; en el 44 escribe el Don Juan Tenorio; y en el 47 escribe la tercera obra de gran éxito en su carrera, Traidor, inconfeso y mártir. Cuando escribe sus memorias en 1880, Galdós ya está redactando La desheredada, la primera novela naturalista en España; Zorrilla se da cuenta de que ese ya no es su tiempo. En esta obra se desarrolla la mayor crítica hecha al Tenorio, por su propio autor; en ella se dice que es don Juan quien corrompe su obra y doña Inés quien la salva, porque es el amor puro y casto. Se habla de muchos temas, entre ellos la inverosimilitud en que se desarrollan las acciones, habla de horas de 200 minutos. En el 44 sale el Tenorio, escrita –supuestamente según el autor- en dos semanas y por compromiso, sin conocer ni el Don Juan de Molière ni el Giovanni de Mozart. Resulta raro que una obra tan improvisada tenga tantas correcciones como tiene el manuscrito del Tenorio. Cuando lo escribe vende los derechos de la obra un empresario. Desde el siglo XVIII existe una tradición de representar al don Juan el Día de los difuntos, pero la que se representaba era No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague y Convidado de piedra de Antonio de Zamora, una adaptación de El burlador de Sevilla de Tirso. El Tenorio de Zorrilla, sin embargo, se estrenó en marzo sin mucho éxito, per llenó los teatros cuando se cambió por la representación de la obra de Zamora. En Recuerdos de un tiempo viejo dice que no conocía las obras de Molière ni Mozart, pero sí El estudiante de Salamanca de Espronceda, el Burlador de Tirso y las leyendas del estudiante Lisardo y Miguel de Mañara, pero hay una obra que no cita y que sí conoce: Juan de Marana ou La chute d’un ange de Dumas. Sabemos que la conocía porque había sido traducida por su amigo García Gutiérrez y se había representado en el 39. También conocía algunos romances que representaban la irreverencia hacia documentar la muerte. Cuando Zorrilla mira hacia atrás en sus memorias quiere reivindicar la tradición enraizada en la literatura española, que no debe nada a lo extranjero; de esta manera le da un carácter puramente nacional al don Juan.

Don Juan Tenorio La obra está dividida en dos partes y, por lo que se dice, entre ellas transcurren cinco años. Cada uno de los actos lleva títulos muy esclarecedores, cosa que también había hecho García Gutiérrez con El Trovador. Se supone que la acción transcurre en Sevilla en la época de Carlos V; la primera parte se desarrolla en una noche y la segunda en otra noche –cinco años después- pero tienen ritmos muy distintos. Hay muchas referencias a la época en la que se encuentran y ninguna hacia la vestimenta de los personajes. Es la típica ambientación romántica que no busca una ambientación ni documentación sólidas, hay

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sólo alusiones vagas, como si pudiese transcurrir en cualquier otro tiempo; hace un uso decorativo del pasado. Hay un tratamiento totalmente arbitrario del tiempo de la acción. Las acciones se desarrollan en la noche porque ésta facilita el engaño4, es el espacio y el tiempo del pecado. La segunda noche, en cambio, es luminosa, igual que cuando aparece el personaje femenino en El estudiante. Los personajes se presentan en parejas: nos encontramos con dos donjuanes, don Juan Tenorio y don Luis Mejía; los amigos Centellas y Avellaneda; los italianos Ciutti y Buttarelli; las mujeres doña Inés y doña Ana de Pantoja; y los padres don Diego Tenorio y don Gonzalo de Ulloa. La intriga y el suspense se presentan como algo fundamental. En el primer acto se presenta ya a don Juan preparando la cita con doña Inés, la apuesta de ambos se resuelve contando los muertos y las mujeres burladas, como si fuesen contables; y los padres están porque en el XIX la familia sí tiene importancia, pero no cuadra porque en la época en la que está ambientada no tenía esa importancia (es revelador porque estamos en una obra del XIX). Aspectos del don Juan también los vemos en don Félix de Montemar; ese donjuán satánico, la soberbia que le lleva a enfrentarse a Dios, el calificativo del “hombre infernal” aparece siempre en boca de otros. Después de hablar con el Comendador pidiéndole perdón, este le rechaza y le insulta; don Juan se siente rechazado después de pedir perdón por sus pecados y no le queda más remedio que seguir siendo como es. El Comendado muta en un personaje ambiguo, ya no es un personaje positivo, sino que aparece como un vengador viniendo del otro mundo para tomar justicia. Así hace que se engrandezca la figura de don Juan; no se preocupa por su salvación pero es quien se le aparece para decirle que tiene un día para salvarse. En Espronceda, la mujer es un frágil cristal, pero en Zorrilla, las mujeres no tienen valor humano sino que es un mero entretenimiento; sin embargo doña Inés es la única que no ha sido seducida físicamente, es la única mujer pura. Don Juan es un romántico pero adaptado a las convenciones cristianas. Según Bécquer, existían dos tipos de mujeres en el romanticismo, sin embargo, no es cierto, ya que vemos que aparece una visión tradicional de la mujer, como un objeto que si lo tocas se rompe, con un papel pasivo y destinado al fracaso, porque se enamoran tanto que se mueren de amor.

Metáfora del amor como incendio. La primera vez que se nos habla de doña Inés, lo hace Brígida. Ésta es la alcahueta, el personaje celestinesco que la obra que -sin obrar ningún conjuro, sólo con palabras- consigue que doña Inés se enamore de don Juan. Estas palabras encienden una llama en el pecho de doña Inés. Brígida hace con doña Inés lo mismo que Celestina con Pármeno, corromperles.

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Ya no encontramos la noche igual que en El estudiante de Salamanca , donde se presenta como el espacio del misterio y el miedo.

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Vemos, por el contrario, palabras de castidad y pureza de la abadesa a doña Inés, la gran virtud que tiene es la de no saber. La metáfora del amor como incendio o como fuego en la obra se nos presenta in crescendo; primero aparece como una chispa, después como una llama, luego como una hoguera y finalmente como un volcán. Esto se hace evidente en las palabras de don Juan sobre la conquista de doña Inés hacia Brígida.

Parte I. Acto II. Escena IX. Brígida a don Juan sobre doña Inés. BRÍGIDA: ¡Bah! Pobre garza enjaulada,/ dentro la jaula nacida,/ ¿qué sabe ella si hay más vida/ ni más aire en que volar?/ Si no vio nunca sus plumas/ del sol a los resplandores,/ ¿qué sabe de los colores/ de que se puede ufanar./ No cuenta la pobrecilla/ diez y siete primaveras,/ y aún virgen a las primeras/ impresiones del amor,/nunca concibió la dicha/ fuera de su pobre estancia,/tratada desde la infancia/ con cauteloso rigor./ Y tantos años monótonos/ de soledad y convento/ tenían su pensamiento/ ceñido a punto tan ruin,/ a tan reducido espacio/ y a círculo tan mezquino,/ que era el claustro su destino/ y el altar era su fin./«Aquí está Dios», la dijeron;/ y ella dijo: «Aquí le adoro»./ «Aquí está el claustro y el coro»./Y pensó: «No hay más allá»./ Y sin otras ilusiones/ que sus sueños infantiles,/ pasó

Parte I. Acto II. Escena IX. Brígida a don Juan sobre la descripción dicha a doña Inés sobre don Juan. Figuraos/ si habré metido mal caos/ en su cabeza, don Juan./ La hablé del amor, del mundo,/ de la corte y los placeres,/ de cuánto con las mujeres/ erais pródigo y galán./ La dije que erais el hombre/ por su padre destinado/ para suyo; os he pintado/ muerto por ella de amor,/ desesperado por ella,/ y por ella perseguido,/ y por ella decidido / a perder vida y honor./ En fin, mis dulces palabras/ al posarse en sus oídos,/ sus deseos mal dormidos/ arrastraron de sí en pos;/ y allá dentro de su pecho/han inflamado una llama/de fuerza tal, que ya os ama/ y no piensa más que en vos.

Parte I. Acto II. Escena IX. Don Juan a Brígida sobre su amor a doña Inés. Tan incentiva pintura/ los sentidos me enajena,/y el alma ardiente me llena/ de su insensata pasión./ Empezó por una apuesta,/ siguió por un devaneo,/ engendró luego un deseo,/ y hoy me quema el corazón./ Poco es el centro de un claustro;/ ¡al mismo infierno bajara,/ y a estocadas la arrancara/ de los brazos de Satán!/ ¡Oh, hermosa flor cuyo cáliz/ al rocío aún no se ha abierto!/ A trasplantarte va al huerto/ de sus amores don Juan.

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Cuando está doña Inés leyendo la carta de don Juan, éste aparece en el cuarto del convento donde ella es novicia y se desmaya, así aparece en la quinta de don Juan y, cuando se levanta, Brígida le cuenta que ha habido un incendio en el convento y don Juan la ha salvado. De esta manera pasamos del incendio en el pecho de doña Inés al incendio real en el convento, pasa de ser metáfora a ser realidad (aunque ficticia) e Inés se lo cree. Esta metáfora del amor como fuego la encontramos primero en la obra en la que se basa el Tenorio, El Burlador de Sevilla de Tirso, en voz de Tisbea tras ser burlada por el donjuán. ¡Fuego, fuego, que me quemo,

una mujer deshonrada!

que mi cabaña se abrasa!

Nube que del mar salió,

Repicad a fuego, amigos,

para anegar mis entrañas.

que ya dan mis ojos agua.

¡Fuego, zagales, fuego, agua, agua!

Mi pobre edificio queda

Amor, clemencia, que se abrasa el alma.

hecho otra Troya en las llamas,

Yo soy la que hacía siempre

que después que faltan Troyas,

de los hombres burla tanta.

quiere amor quemar cabañas;

¡Que siempre las que hacen burla,

mas si amor abrasa peñas,

vienen a quedar burladas!

con gran ira, fuerza extraña,

Engañóme el caballero

mal podrán de su rigor

debajo de fe y palabra

reservarse humildes pajas.

de marido, y profanó

¡Fuego, zagales, fuego, agua, agua!

mi honestidad y mi cama.

Amor, clemencia, que se abrasa el alma.

Gozóme al fin, y yo propia

¡Ay choza, vil instrumento

le di a su rigor las alas,

de mi deshonra y mi infamia!

en dos yeguas que crïé,

¡Cueva de ladrones fiera,

con que me burló y se escapa.

que mis agravios amparas!

Seguidle todos, seguidle,

Rayos de ardientes estrellas

mas no importa que se vaya,

en tus cabelleras caigan,

que en la presencia del rey

porque abrasadas estén,

tengo de pedir venganza.

si del viento mal peinadas.

¡Fuego, zagales, fuego, agua, agua!

¡Ah falso huésped, que dejas

Amor, clemencia, que se abrasa el alma.

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