Apuntes sobre arte románico. Arquitectura PDF

Title Apuntes sobre arte románico. Arquitectura
Course Historia del Arte
Institution Bachillerato (España)
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Apuntes sobre arte románico. Arquitectura ...


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ARTE ROMÁNICO 0. Introducción. Contexto histórico-cultural El arte románico se desarrolla en la Europa occidental cristiana entre finales del siglo X y el siglo XII. Se trata del primer estilo común en este amplio territorio desde los tiempos finales del Imperio romano, pues a partir de ese momento, y hasta finales del X la norma fue la diversidad en los estilos prerrománicos (ostrogodo, visigodo, carolingio, otoniano, asturiano, mozárabe, etc.) El arte románico significa, ante todo, un estilo común para toda Europa occidental. Y esto resulta llamativo dado que la Europa cristiana se encuentra fragmentada políticamente, no sólo en diversos estados, sino además en múltiples señoríos feudales. El motivo de este estilo común hay que buscarlo entonces en factores diferentes a los políticos: •

En primer lugar, en el fin de las condiciones que habían provocado la crisis y ruina del Imperio Romano, y que permanecieron activas hasta el siglo X. En estos momentos, la economía parece activarse: aumenta la producción agraria, la población, las ciudades crecen y también el comercio (el uso de la moneda). Y con todo ello el movimiento de personas e ideas por toda Europa occidental. Los talleres artísticos se movían de un lugar a otro fácilmente, posibilitándose así la creación de un estilo común. Algo opuesto, en fin, a lo que sucedía en siglos precedente, en los que la población permanecía plenamente anclada al territorio.



En segundo lugar en la existencia de un sentimiento cristiano común, que se caracteriza por su intensidad, por su estado de tensión permanente. Se piensa que el tiempo del apocalipsis está próximo, que Cristo volverá a la Tierra para juzgar y castigar a los hombres pecadores. La Iglesia (y la sociedad) está, en consecuencia, obsesionada por el pecado, es decir, por la caída en lo material, en lo terrenal. Y se desprecia la naturaleza, lo terrenal, y se valora, ante todo la vida espiritual, que es la vía hacia el mundo verdaderamente real, el reino de Dios. En consecuencia la Iglesia adopta entonces una actitud amenazante ante los fieles, a los que trata de atemorizar advirtiendo de las consecuencias del pecado. Se vive, como decimos, en un estado de tensión espiritual permanente. Resulta entonces lógico que una religiosidad que se hace ahora común a toda Europa se exprese en el terreno artístico también de un modo similar: la iglesia, que desde tiempos paleocristianos es símbolo de la Ciudad de Dios, expresa ahora la preocupación por el pecado y la salvación. [Que sea una imagen simbólica, quiere decir no sólo que represente o se exprese lo que es el cielo, sino que se establezca una equivalencia, una relación con él. No olvidemos que la iglesia es un lugar sagrado, donde se realizan sacramentos, actos sagrados. Por sagrado entendemos algo que se ha apartado del mundo sensible y pasa a tener una relación con lo divino ] Pero además, para entender la génesis de este estilo común, hay que tener en cuenta lo siguiente: •

Esta religiosidad explica la preocupación por las vías del perdón a los pecados [recordemos que la confesión no tiene este papel ahora] como son las peregrinaciones a Roma, Santiago o Tierra Santa, el culto a la reliquias de los santos, y en buena medida, el fenómeno de las cruzadas. Fenómenos todos ellos que





promueven también el movimiento de personas e ideas, y facilitan la creación de un estilo común. Explica también la fundación de gran número de monasterios, en los que los monjes llevan un modo de vida espiritual y alejado de lo mundano, que les acerca a Dios. Estos monasterios que surgen ahora pertenecen a órdenes que se extendían por toda Europa. Y el monasterio de nueva fundación seguía el modelo de la “casa madre”, del primer monasterio, contribuyendo así, de modo decisivo, a extender por Europa una cultura homogénea. Tal es el caso de la poderosa orden de Cluny, decisiva en el desarrollo del románico.

Y, finalmente, en tercer lugar, hay que subrayar también la reforma de la Iglesia que se aborda a mediados del siglo XI, la reforma gregoriana, y que supuso el establecimiento de una liturgia común a toda la cristiandad católica. Se sustituyen formas litúrgicas locales y esto es muy importante en la génesis de una forma de edificio eclesiástico similar para toda la cristiandad.

1. Arquitectura románica. Características generales Con este contexto cultural parece lógico que las manifestaciones arquitectónicas más importantes sean las religiosas, en concreto las iglesias y los monasterios. Son mucho menos abundantes y trascendentes para la Historia del Arte los ejemplos de arquitectura civil (palacios o fortificaciones). La iglesia románica Descripción de sus elementos Vamos a examinar, en primer lugar, los diferentes elementos de una iglesia románica arquetípica teniendo en cuenta que en la iglesia románica están presentes influencias de momentos anteriores, de época otoniana (siglo X) carolingia (siglo IX) bizantina, paleocristiana, pero, ante todo, y, a través de ellas, del mundo romano. El románico combina diferentes influencias para crear un estilo, como decimos, homogéneo por primera vez desde la caída del Imperio. Nos vamos a fijar primero en elementos del exterior, en la planta después y pasaremos finalmente a considerar su interior En el exterior lo primero que llana la atención es el carácter monumental que suelen tener. Estaban construidas generalmente con sillares regulares, de tradición romana, dominando en su momento las pobres construcciones domésticas de los fieles. Y esta observación ya manifiesta la importancia que tenía el edificio religioso para la comunidad. No era sólo un lugar para rezar, como la mezquita, era un espacio sagrado, imagen simbólica de la Ciudad de Dios. Resulta también muy notable en el exterior la búsqueda de una marcada articulación , es decir, división y una relación de proporcionalidad entre lo dividido: la iglesia al exterior se ofrece como un conjunto de volúmenes, no uno solo, que entran en relación de proporcionalidad. Y las superficies que forman estos volúmenes están también divididos por columnas, contrafuertes, ventanas... Hay que poner este gusto por la articulación en relación con la tradición romana que permanecía hasta cierto punto viva en la arquitectura carolingia, otoniana, visigoda, etc. pero lo cierto es que en los edificios románicos la articulación es mucho más rica.

Este sentido de articulación permite además percibir desde el exterior la forma interior del templo y hacernos ya una idea de su planta. La planta de la iglesia suele adoptar la forma de cruz latina, con una o tres naves, a veces, de modo excepcional, cinco. Se trata de una evolución de la planta basilical paleocristiana y que consiste en añadir un brazo perpendicular a las naves a la altura del altar, el transepto. El lugar donde se cruzan naves y transepto se denomina crucero. Es un elemento que ya estaba presente en la arquitectura carolingia y otoniana, e incluso aparece en la paleocristiana. Pero que ahora se hace común. Con el transepto adquiere la iglesia románica más espacio para albergar a los fieles en las proximidades del altar, y para abrir nuevas capillas, hecho que hay que asociar al creciente culto a las reliquias. En las iglesias que se situaban en lugares importantes de los caminos de peregrinación la planta de cruz latina llega a tener una derivación muy interesante y trascendente en el tiempo, pues se utilizará en las grandes catedrales góticas. Son las llamadas iglesias de peregrinación (las más importantes son S. Martín de Tours, S. Marcial de Limoges, Sta. Fe de Conques, San Sernin de Toulouse y Santiago de Compostela). En ellas las naves laterales de la iglesia rodean los brazos del transepto y continúan desarrollándose alrededor del ábside, tras el altar. A este pasillo situado tras el altar se le denomina deambulatorio o girola. Esto permitía a los numerosos peregrinos transitar ordenadamente alrededor de la iglesia incluso cuando se celebraba la liturgia. El origen de esta forma hay que buscarlo en las criptas (subterráneas) carolingias que se situaban bajo el altar, pero es aquí donde se define con esta forma y así pasará también a la arquitectura gótica. En el exterior del templo, a diferencia de lo que sucedía en tiempos prerrománicos, había decoración escultórica. La encontramos en los capiteles de las ventanas, en canecillos (elemento de soporte de los aleros de los tejados) y en las portadas de acceso al templo. En la fachada occidental se encuentra el acceso principal de la iglesia, generalmente flanqueado con una o dos torres. La idea de utilizar torres en la fachada proviene de la arquitectura carolingia y otoniana, en la que este conjunto occidental estaba aún más desarrollado. Entre las torres se sitúa el acceso de la iglesia. Se trata de un pórtico monumental, elemento característico y novedoso de la arquitectura románica, y que pasará también, aún con diferencias, al gótico. Definido de forma modélica el pórtico presentaría la siguiente organización: • La puerta adquiere una forma abocinada (su anchura disminuye progresivamente) y queda enmarcada por una serie de jambas (soportes verticales) unidas por arcos denominados arquivoltas. • Sobre la puerta y bajo las arquivoltas se encuentra el tímpano, sustentado por un dintel o arquitrabe afirmado, en ocasiones, por un parteluz. • En el tímpano se suele desarrollar un rico programa escultórico que muestra al creyente una imagen de Dios Todopoderoso, el pantocrátor. Esta portada modélica aparecería a través de una serie de experiencias que se producen a finales del siglo XI en tierras francesas e hispanas, en edificios como S. Sernin de Toulouse o en el Pórtico de las Platerías de Santiago de Compostela, y que culminarán con las portadas monumentales de San Pedro de Moissac, la Santa Fe de Conques o la Magdalena de Vézelay. Una vez traspuesto el acceso, el interior de la iglesia románica nos ofrecerá la visión de un espacio longitudinal (de una, tres, o hasta cinco naves), abovedado, iluminado pobremente, salvo la zona del crucero y la cabecera, y con un sentido articulado de las formas. Vamos a explicar cada una de estas características:



El uso de bóvedas de piedra había quedado prácticamente olvidado desde la caída del Imperio romano de occidente. Tienen ahora un sentido práctico, el de evitar los incendios que favorecían las estructuras de madera, pero ante todo, el de dar prestigio, importancia a la iglesia, y favorecer su sentido simbólico. Por estos dos últimos motivos se tratan de hacer elevadas. Esta forma de cubrición supone una clara diferencia con la arquitectura prerrománica (solamente en algún caso expcecional, como la asturiana, aparece) y conecta al arte románico con el romano. Sin embargo, las antiguas técnicas romanas se habían perdido (el uso de materiales ligeros, el proceso constructivo con cimbras...) y se recurre a la más simple bóveda de cañón de piedra para la nave central, que tiene el problema de ser muy pesada. Para sostener estas bóvedas se disponen los siguientes elementos: •





Arcos reforzados a lo largo de la misma, llamados arcos fajones o perpiaños, que se apoyan en gruesos pilares. A ellos que se suelen adosar columnas más delgadas y esbeltas. Pero notemos que las columnas no son tectónicamente necesarias, su función es sólo estética. Son los pilares los que reciben realmente los empujes. La repetición a lo largo de la nave central de este módulo (arco fajón, columnas) implica la articulación del espacio aludida. Hasta cierto punto, es una idea que podemos encontrar en la arquitectura romana, aunque las proporciones ahora sean diferentes, más alargadas, y no transmitan la sensación de esfuerzo (muscular decíamos) que, en comparación, predomina en la arquitectura romana. Pero además, los empujes enormes de estas bóvedas se han de apoyar en las naves laterales [si la bóveda es alta, si la iglesia es pequeña, puede tener sólo una nave central y la bóveda, más baja, se apoya sobre los muros reforzados con contrafuertes donde recibe los arcos fajones] Sobre ellas, además, se suele disponer una galería o tribuna para favorecer el apoyo y que la nave central pueda ser más alta. En las iglesias de peregrinación esta tribuna permitía además alojar a los peregrinos. Estas naves laterales se suelen cubrir con bóvedas de arista. Tiene la ventaja de desviar parte de los empujes recibidos de la nave central hacia dos puntos concretos del muro perimetral, que se refuerzan con contrafuertes al exterior. De este modo se pueden abrir ventanas entre los contrafuertes para proporcionar luz a la iglesia.[Si no se utilizan ahora, por lo normal, en la nave central, es porque su técnica constructiva es más compleja, más difícil, y ésta es más alta y ancha]. Pero a pesar del uso de estas bóvedas de arista, los muros perimetrales, no obstante, deben ser gruesos y las ventanas estrechas y pequeñas, pues las bóvedas son pétreas. Las ventanas tienen forma abocinada, debilitando así menos el muro y favoreciendo la difusión de la luz. En definitiva, esta forma de cubrición implica que el interior tenga una iluminación pobre, salvo la zona del ábside. La luz sólo puede alcanzar la nave central de modo indirecto a través de las naves laterales y del triforio.

La forma longitudinal estaba ya en las iglesias paleocristianas, ciertamente [pero se había perdido en buena medida en los siglos anteriores como resultado de la diversidad y complejidad de cultos. Era muy habitual la división del espacio interno, siendo un claro ejemplo la arquitectura visigoda o la mozárabe. Con la imposición de la liturgia romana, con la reforma gregoriana, se entiende nuevamente así el espacio de la iglesia] pero ahora esta idea es más clara, se percibe más nítidamente gracias precisamente al sistema de abovedamiento empleado: la bóveda de cañón y la presencia de los arcos fajones que se continúan en columnas adosadas a pilares. Crean un módulo que se repite hacia el altar y genera un sentido de ritmo creciente.

Avanzando por las naves de la iglesia hacia la cabecera se llega al crucero, el espacio en el que se cruza el transepto con las naves. Este espacio se suele cubrir con una cúpula sobre pechinas (que tiene su origen en la arquitectura romana, y que llega al románico por influencia bizantina) que en el exterior del edificio se cubre con una torre o cimborrio. También se puede construir una cúpula (suele ser octogonal) sobre trompas. (Trompa: pequeña bóveda semicónica con el vértice en el ángulo de los muros y la parte ancha hacia fuera. Sirve para transformar una planta cuadrada en octogonal. Su origen también esta en la arquitectura bizantina, que en este caso la toma del mundo persa.) Más allá del crucero se encuentra la cabecera del templo, donde se sitúa el altar. Es el lugar mejor iluminado, gracias a las ventanas que se abren en el ábside. Éste es el lugar más sagrado de la iglesia. La forma más sencilla de la cabecera es la de un ábside, pero sucede ahora que se produce un aumento del número de altares (y ábsides) en las iglesias, siendo un caso extremo el de las iglesias de peregrinación. Este hecho hay que relacionarlo con el desarrollo de la espiritualidad del momento y la dificultad de alcanzar el perdón de los pecados, pues en estos altares se rendía culto a santos en los que se creía como intercesores ante Dios. Para albergar más altares se podía proceder de diferentes maneras: • disponer ábsides más pequeños alrededor del ábside principal • abrir ábsides en los brazos del transepto. Junto a esta descripción de los elementos arquitectónicos de la iglesia románica hay que considerar además que recibía una profusa decoración escultórica y pictórica. La iglesia no se consideraba terminada hasta que recibía la decoración pictórica y escultórica. La decoración escultórica se situaba en el exterior y en el interior del edificio. En el exterior era más rica, recibiendo la portada occidental el trabajo escultórico más cuidadoso, como hemos dicho. Pero también podían construirse portadas con programas escultóricos en los accesos que se abren en los brazos del crucero. En el brazo orientado al norte, más frío, es habitual disponer temas del Antiguo Testamento. En el brazo orientado al sur, del Nuevo Testamento. También recibían decoración escultórica los “canecillos” (elementos de soporte de los aleros de los tejados) y los capiteles. En el interior de la iglesia la decoración escultórica se encuentra, ante todo, en los capiteles. La decoración pictórica se podía también encontrar al exterior, pero preferentemente al interior (en todo caso, es aquí donde se ha conservado en alguna medida), pudiéndose desarrollar en las naves, sobre bóvedas y muros. Pero es, sobre todo, el ábside, en la cabecera, el lugar donde se solía representar el tema más importante, generalmente Cristo en Majestad, rodeado de evangelistas, ángeles y santos. El sentido simbólico y didáctico de la iglesia Pero hay que tener presente que la iglesia románica tiene, además, un fuerte sentido simbólico y didáctico. Se convierte así en un espacio adecuado para que calen en el fiel los mensajes que se lanzan desde el altar, especialmente las advertencias ante el pecado dada la proximidad del apocalipsis y del Juicio Final. Desde época paleocristiana la iglesia es concebida como “Jerusalén celeste”, un símbolo del cielo, pero ahora ese símbolo se transforma en el sentido que explicamos, insistiendo en la idea del pecado, la perdición y la salvación. (Hacemos nuevamente el recorrido desde el exterior hasta el altar…). Una sencilla lectura de este simbolismo puede ser la siguiente: En el exterior del templo los canecillos simbolizan a menudo pecados y nos recuerdan el carácter del mundo se encuentra fuera de la Iglesia, y que sólo es posible, por lo tanto, la salvación a través de ella. La planta de cruz latina es un símbolo del martirio de Cristo, y, por lo tanto, de la salvación que supone la Iglesia para el hombre.

El principal acceso se sitúa en estas iglesias hacia el oeste, frente al sol poniente, por donde llegan las sombras y la noche. El Sol, metafóricamente, es Dios, y su puesta nos indica nuevamente, el mundo del pecado. En esta época se pensaba que las Puertas del Infierno se situaban hacia occidente. El lugar opuesto, donde se halla la iglesia, es entonces, el camino de la salvación. La fachada occidental se encuentra flanqueada por torres, que simbolizan el hecho de que la Jerusalén Celeste es una fortaleza frente al mal, como se dice en los evangelios. Y en esta fachada se encuentra se encuentra el pórtico occidental. En su tímpano, y mirando hacia occidente entonces, en oposición al mal, encontramos un pantocrátor, un Dios todopoderoso. Muy habitualmente se le representa en el momento del Jucio Final, recordando la proximidad de éste y la condenación a la que se verán sometidos los pecadores. La luz rojiza del sol poniente proyectándose sobre esta escena haría más viva esta idea. Al trasponer el acceso, el cristiano se encuentra con las naves, que, con su carácter claramente longitudinal tienen, desde tiempos paleocristianos, el simbolismo del tránsito, del caminar del cristiano por esta vida hacia la salvación, la comunión con Cristo. La articulación longitudinal de los muros referida subraya esta dirección del camino del cristiano hacia el altar. Las esculturas de los capiteles y las pinturas de paredes y bóvedas muestran símbolos que hacen alusión al pecado y la perdición, a la virtud y la salvación. Pero también se pueden mostrar más claras, con intención didáctica, y enseñar a los fieles ejemplos de comportamiento virtuoso a través de historias sagradas. Avanzando, pues, hacia el altar, el cristiano llega al crucero. Este puede hallarse iluminado por una luz cenital que entra desde una cúpula, y que es símbolo de la gracia de Dios que ilumina al fiel al final de su camino hacia Dios. La cúpula, con su forma esférica, recuerda simbólicamente la idea del Cielo sobre la Tierra. La cúpula sobre trompas, que generalmente es octogonal, hace alusión al trono de Dios, sustentado por ocho ángeles. Y delante del crucero se encuentra la cabecera del templo, y en ella el presbiterio, el lugar donde se sitúa el altar, el espacio más sagrado de la iglesia...


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