Castilla Y Aragón EN LA BAJA EDAD Media PDF

Title Castilla Y Aragón EN LA BAJA EDAD Media
Author CARMEN MARÍA SÁNCHEZ IMPERIAL
Course Historia Económica Mundial
Institution Universidad de Murcia
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Ebau Castilla y aragon...


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CASTILLA Y ARAGÓN EN LA BAJA EDAD MEDIA I.

INTRODUCCIÓN

El desarrollo político y económico en los reinos de Castilla y Aragón durante los siglos XIV y XV es bastante diferente entre sí. Nos encontramos ante una época clave que permitirá plantear la base de los futuros estados que dominarán la península durante la edad moderna. Sin embargo, los modelos propuestos son bastante divergentes, ofreciendo dos formas distintas de organizar los territorios. Mientras que el reino de Castilla plantea un modelo unitario que caminará hacia la formación de una monarquía autoritaria, la corona de Aragón presenta un sistema típicamente feudal basado en el pactismo entre las Cortes y el Rey. Partiendo de esta base, la situación económica de ambas coronas se irá entremezclando con el devenir político, dando como resultado un reino de Castilla en donde el rey impone su autoridad en política, legislación y administración, mientras se atrae a la nobleza ofreciéndole el máximo poder socioeconómico. Sin embargo, la corona de Aragón estará diferenciada por la evolución propia de cada uno de sus reinos. El principado de Cataluña y Baleares disfrutarán de un gran desarrollo económico-político en los siglos XIII-XIV, mientras que a fines del XIV entrará en una grave crisis de la que no saldrá hasta el siglo XVI. El reino de Aragón, por el contrario, vive una recuperación demográfica en el siglo XV y Valencia se convierte durante la segunda mitad del siglo XV en el centro económico y cultural de la Corona de Aragón. II.

LA CORONA DE CASTILLA

a). Fortalecimiento de la autoridad monárquica e impulso centralizador Durante los siglos XIV y XV, los rasgos más sobresalientes desde el punto de vista institucional son la creación del Estado de base territorial, el fortalecimiento de la autoridad del monarca y la centralización del aparato políticoadministrativo. De esta manera se fue configurando un modelo de monarquía autoritaria que tendrá su definitivo espaldarazo durante el reinado de los Reyes Católicos (fines del siglo XV). El Estado de base territorial. Los estados peninsulares en su proceso de centralización, más destacable en la Corona de Castilla, deben apoyarse sobre un territorio perfectamente delimitado por unas fronteras que adquieren un sentido político, militar y fiscal. La creación de este Estado territorial, conlleva la formación de unas instituciones centrales de gobierno, la integración de los estamentos en un cuerpo único, el reino, y una autoridad indiscutible, el monarca. El fortalecimiento de la autoridad del monarca. El Derecho Romano sienta los principios teóricos en los que se fundamentan los cambios institucionales. Con su difusión en Castilla, la concepción autoritaria del poder regio se ve reforzada, puesto que será ahora el rey el único que tendrá el poder de legislar. El reconocimiento de la facultad legislativa como propia del monarca era un paso decisivo para la unificación jurídica del reino. El Ordenamiento de Alcalá (1348) confirma el objetivo de imponer un instrumento jurídico común que prevaleciese sobre los fueros municipales y las Partidas. A partir de ese momento, la legislación real será la principal, y además la única fuente legislativa, lo cual es un elemento esencial del sistema absolutista.

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La centralización del Estado. La mayor complejidad administrativa exigió la creación de nuevas instituciones centrales de gobierno. En 1385, Juan I constituyó el Consejo Real (antigua Curia Regia Ordinaria) como órgano consultivo del monarca en el gobierno y la administración. Con la entrada en él de personas conocedoras del derecho romano se reforzó la autoridad del monarca. La tendencia a la uniformidad jurídica y a la supremacía de la justicia real culminó en la creación de la Audiencia o Chancillería, órgano supremo de justicia, integrada por gentes expertas en derecho (oidores), fijándose su sede en Valladolid. El robustecimiento de la política de la monarquía requería disponer de un ejército permanente al servicio de su autoridad. Pero las innovaciones en el terreno militar hacían muy costoso su mantenimiento. Juan I, tras la inesperada derrota de Aljubarrota (1385) contra los portugueses, proyectó la creación de una fuerza permanente (Ordenamiento de Lanzas de 1390). Enrique III, en 1401, obligó a las ciudades del reino a mantener un número fijo de lanceros y ballesteros. Todas las transformaciones de la maquinaria político-administrativa referidas, elevaban extraordinariamente los gastos de la monarquía. El desarrollo de la Hacienda se convertía en la clave del reforzamiento de los poderes del monarca. Finalmente, el reforzamiento del poder real, supuso paralelamente el fin de la autonomía municipal y el progresivo debilitamiento de las Cortes. Desde mediados del siglo XIV, con el establecimiento del sistema de regimiento, se legalizaba un proceso ya iniciado con anterioridad: el paso de los concejos abiertos al poder de la oligarquía de caballeros y hombres buenos de las villas. Desde ahora los regidores, cargos nombrados por el rey con carácter vitalicio, serían, junto a los oficiales, quienes administrasen el ayuntamiento. El proceso de intervención y control real sobre los municipios culminó con la figura del corregidor (oficial real con misión inspectora) que con el tiempo pasó de ser excepcional y temporal a permanente, convirtiéndose en el agente más eficaz de la centralización monárquica. Las Cortes castellano-leonesas experimentaron a lo largo de los siglos XIV y XV un auge y una decadencia paralela al afianzamiento monárquico. Las Cortes en la Corona castellano-leonesa, fundidas en un solo organismo a comienzos del siglo XIV, carecían, al contrario que las de la Corona de Aragón, de facultades legislativas, pero en el curso del citado siglo desempeñaron un importante papel en las crisis políticas y sociales. En definitiva, las Cortes terminaron siendo un órgano cuyas únicas misiones eran jurar al heredero y votar los servicios solicitados por el monarca.

b). Los enfrentamientos nobleza-monarquía y la entronización de los Trastámara Siguiendo al historiador J. A. García de Cortázar, tres serían las etapas generales en la evolución político-social de la Corona castellano-leonesa en los dos últimos siglos de la Edad Media: • La primera (1280-1349) corresponde a los reinados de Fernando IV (12951312) y Alfonso XI (1312-1350). La nobleza que, ya desde 1282 había rechazado la postura romanista de Alfonso X, adoptó una actitud levantisca. Alfonso XI, al tomar las riendas del poder la sometió con energía e impulsó la centralización administrativa (sistema de regimientos y Ordenamiento de Alcalá). El objetivo prioritario de la política exterior castellana en este período fue establecer el definitivo control sobre el estrecho de Gibraltar. En 1340 y en 1343

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derrotó a los benimerines que habían desembarcado en la Península y en 1344 con la toma de Algeciras, se aseguró el dominio del estrecho. • En la segunda etapa (1349-1406) se produce la más violenta reacción de la nobleza ante la postura autoritaria de Pedro I (1350-1369). El choque dará lugar a la guerra civil, en medio de una grave crisis económica y demográfica, entre Pedro I y la mayoría de la alta nobleza que respaldará las pretensiones de los hermanos bastardos del rey, encabezados por Enrique de Trastámara, al trono de Castilla. El triunfo de Enrique II de Trastámara (1369-1379), tras el asesinato de Pedro I supone la entronización de una nueva dinastía, pero, y sobre todo, en el plano interno, el fortalecimiento de la nobleza, que a través de las “mercedes enriqueñas” acrecienta sus rentas y señoríos y aumenta su poder. La “nueva nobleza” trastamarista ocupa los puestos claves del gobierno convirtiéndose en una oligarquía de funcionarios al servicio del rey, pero cuyas ambiciones políticas no cederán en los años siguientes. Pero las concesiones a la aristocracia no fueron incompatibles con la continuidad de la política centralizadora (creación de la Audiencia y del Consejo Real). • Durante la tercera etapa (1406-1474) resurge de nuevo la pugna decisiva entre la nobleza y la monarquía que culminará con la definitiva instauración de la monarquía autoritaria de los Reyes Católicos (1479) y la unión de las coronas de Castilla y Aragón. El nuevo enfrentamiento de la nobleza con la monarquía se acentúa en los reinados de Juan II (1406-1454) y Enrique IV (1454-1474). El enfrentamiento culmina en el reinado de Enrique IV. La actitud levantisca de la nobleza frente al débil e indeciso soberano llega hasta el extremo de que ésta proclame rey a su hermanastro Alfonso y que a la muerte de éste le obligue a aceptar como sucesora a su hermana Isabel (Pacto de los Toros de Guisando, 1468), en detrimento de los posibles derechos de su hija Juana, apodada la Beltraneja. El matrimonio, en 1469, de Isabel con Fernando II, hijo de Juan II de Aragón, fue interpretado por Enrique IV y por la nobleza como una ruptura del pacto. Como consecuencia se produce un cambio de alianzas, la nobleza apoya ahora a Enrique IV y proclama heredera a Juana. A la muerte de Enrique IV (1474) Isabel es proclamada por sus partidarios reina de Castilla. Una nueva guerra civil se desata en Castilla que concluirá con el triunfo de Isabel respaldada por Fernando y con establecimiento definitivo de la monarquía autoritaria de los Reyes Católicos.

III.

LA CORONA DE ARAGÓN

a). La reorganización de las instituciones de gobierno y el triunfo de la doctrina pactista Mientras en Castilla se consolida poco a poco el carácter autoritario de la monarquía y se afianza el centralismo político-administrativo, en la Corona de Aragón, por el contrario, a pesar de los intentos autoritarios, termina por imponerse el pactismo. En el plano teórico, la obra de F. de Eiximenis, difunde en la Corona de Aragón la versión contractual del poder político, según la cual el monarca ejerce el poder en virtud de un acuerdo tácito entre el soberano y los súbditos, fruto del cual es la solidez de las instituciones “representativas” de la sociedad: las Cortes y las Diputaciones; así como el respeto a la diversidad institucional de cada uno de los territorios que integraban la Corona de Aragón.

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Esta concepción contractual o pactista confería en la práctica a la Corona de Aragón un carácter confederal y dotaba de una amplia autonomía a cada uno de los estados que la integraban. La dificultad de gobernar territorios de distinta naturaleza institucional y, sobre todo, la continua ausencia de los monarcas de sus estados hispanos (especialmente en el reinado de Alfonso V) dio lugar al nacimiento de un cargo original, que asumía, por delegación, bien parte o bien todas las atribuciones del poder regio. Así, en el siglo XIV surge la figura del procurador general, auxiliar del rey en la administración, con funciones judiciales y militares, y que queda vinculado al primogénito. En el curso del siglo XIV es instituido el gobernador general, auténtico alter ego del monarca a quien se delegaba plenamente el poder regio. Este proceso culminará en el siglo XV cuando se cree la figura del lugarteniente general (virrey) que recae en el primogénito o en los miembros de la casa real, y al que se le confiere la delegación regia en el conjunto de los estados de la Corona de Aragón. No obstante, durante los siglos XIV y XV, en particular en el reinado de Pedro IV (1336-1387) se llevó a cabo el desarrollo de instituciones centrales de gobierno, que reforzaban el poder regio: la Cancillería y el Consejo Real. Este inicial avance centralizador, unido a la gran empresa mediterránea de la Corona catalano-aragonesa, requirió como en Castilla un perfeccionamiento de la Hacienda real, dado el simultáneo incremento de los ingresos y los gastos. El maestre racional y el contador mayor de la Corte fueron los oficiales reales encargados de supervisar la hacienda real y el bayle general o batlle general desempeñó dicha función en cada uno de los territorios. Las instituciones representativas de los estamentos sociales, las Cortes, mantuvieron su arraigo en los siglos XIV y XV. De ellas surgió la Diputación, en principio estuvo integrada por un grupo de delegados de las Cortes, representantes de sus tres brazos, cuya misión era, en los periodos en que las Cortes estaban clausuradas, asegurar la recaudación de los subsidios votados en Cortes y velar por los acuerdos adoptados en ellas. En las Cortes Catalanas la Diputación adquiere un carácter permanente, con amplias funciones, hasta el punto de convertirse en el órgano administrativo y político fundamental de Cataluña, que recibe el nombre de Diputación del General o Generalitat. La Diputación del Reino de Aragón (1412) y en Valencia (1419) siguen el modelo catalán, aunque en este último nunca tuviese funciones políticas. Otra institución original, muestra del pactismo, fue el Justicia de Aragón, cuyas atribuciones fijaron las Cortes de Zaragoza de 1348. El justicia, alto magistrado, juzgaba las disputas entre los nobles, además de interpretar el derecho tradicional del reino. b). De la expansión mediterránea a la guerra civil Desde el siglo XIII, la Corona de Aragón, al compás de su desarrollo comercial, conoce una extraordinaria expansión en el Mediterráneo. Esta expansión fue impulsada, en gran manera, por las ciudades y territorios de la Corona de Aragón vinculados a los intereses de los comerciantes, particularmente los catalanes. En los siglos XIII y XIV, la Corona de Aragón comprendía los reinos de Aragón y Valencia, el Principado de Cataluña y los reinos de Mallorca (que retornó definitivamente a la Corona en 1343) y Sicilia (1396), la isla de Cerdeña (sometida entre 1323-1324), el Rosellón y los ducados de Atenas y Neopatria (vinculados directamente a la Corona desde 1380). En el siglo XV, Alfonso V el Magnánimo se proclamó, tras una larga y costosa guerra (1435-1442), rey de Nápoles, pero no se acordó su incorporación a la Corona de Aragón.

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El periodo que comienza a mediados del siglo XIV y que se extiende hasta bien entrado el siglo siguiente está marcado por la gran crisis demográfica originada por una epidemia de peste negra que afectó a toda Europa. Pero también fue una crisis económica y social, lo que enconó el secular enfrentamiento entre la monarquía y la nobleza. También se produjo un retroceso en el predominio catalano-aragonés en el Mediterráneo: sublevación de Sicilia y pérdida definitiva de los ducados de Atenas y Neopatria. La muerte de Martín I, sin sucesión, provocó un interregno (1410-1412) en el que los graves problemas económicos-financieros y las dificultades en el exterior (sublevación de Cerdeña 1408) en buena parte condicionaron la solución del problema sucesorio. Siete pretendientes se disputaban el trono de la Corona de Aragón, entre ellos Fernando de Antequera, de la dinastía de los Trastámara. Ante la violenta división interna de los reinos, un parlamento aragonés reunido primero en Alcañiz y más tarde en Caspe eligió a Fernando de Antequera (de la dinastía de Trastámara), entonces regente de Castilla. Parece que la fuerza económica y militar y la experiencia política del castellano, así como la división interna de los reinos, facilitó su designación, aceptada por toda la Corona de Aragón. Fernando I (1412-1416) emprendió campañas para pacificar Cerdeña y Sicilia; pero la crisis general y la rebelión de Jaime de Urgel, uno de los pretendientes a la Corona, creó un clima de inestabilidad. Para consolidar su poder en el reino tuvo que aceptar la concepción pactista y otorgar amplias concesiones políticas a la Diputación del General de Cataluña (Generalitat). Cuando llega al trono Alfonso V el Magnánimo (1416-1458) la situación de la Corona de Aragón y, en particular, del Principado, era de aguda crisis económica y de fuertes tensiones sociales. El Magnánimo reanudó la ofensiva catalano-aragonesa en el Mediterráneo, consolidando el dominio sobre Cerdeña y Sicilia. En 1423 emprendió la conquista de Nápoles a la que convirtió en su residencia desde su entrada triunfal en 1442, desentendiéndose de los asuntos de sus territorios hispanos. Al final de su reinado estallaron diversos conflictos sociales y políticos (payeses de remensa, revuelta foránea de Mallorca, enfrentamiento entre la Biga y la Busca en Barcelona) precedentes directos de la guerra civil que estalló en Cataluña en el reinado de Juan II. En la guerra civil catalana (1462-1472) confluyen factores estrictamente políticos, institucionales, sociales y económicos. Las hostilidades estallaron con motivo de la detención del heredero de Juan II, Carlos príncipe de Viana, quien se había enfrentado con su padre por el trono de Navarra (Juan II era rey de Navarra desde 1425) al que creía tener derecho. La detención del príncipe de Viana motivó la protesta de Cataluña y el comienzo de la guerra civil. Juan II, obtuvo el apoyo remensa, de la nobleza, de la Busca y del rey de Francia Luis XI (al que tuvo que ceder el Rosellón y la Cerdaña). Con el casamiento de su hijo Fernando con Isabel de Castilla, consiguió tomar Barcelona (1471). La Capitulación de Pedralbes (1472) sellaba el final de la guerra a cambio de amplias medidas de amnistía y el respeto a las instituciones tradicionales. Pero la guerra representó para Cataluña, ya agobiada por la crisis económica, un estado de ruina y decadencia. I. CONCLUSIÓN Los reinos peninsulares de la Edad Media fueron configurándose política, económica, social y culturalmente a lo largo de un prolongado proceso que duró casi ocho siglos, durante los cuales estos estados cristianos fueron expandiéndose en función de la mayor o menor fortaleza de sus vecinos musulmanes.

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Esta fue la tónica general desde el siglo VIII hasta el siglo XI, momento en el que a partir de la descomposición del Califato de Córdoba, el proceso de conquista o de Reconquista –como ha sostenido la historiografía tradicional- experimentó un empuje imparable, sólo temporalmente ralentizado por las invasiones almorávides y almohades o los problemas internos de los reinos cristianos. A partir del siglo XII se fue produciendo un proceso de concentración territorial por parte de los dos principales reinos de la Península, la Corona de Castilla y la Corona de Aragón, las cuales llegan a repartirse los restos del territorio musulmán. Finalmente, ya en el siglo XV, se produjo la Unión Dinástica entre Castilla y Aragón, que quedaban integradas en una misma monarquía, poniendo fin al proceso de conquista con la toma de Granada en 1492....


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