Comedia Nueva PDF

Title Comedia Nueva
Author Juan Alvarez
Course Teatro
Institution UNED
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PEC Comedia Nueva...


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LA COMEDIA NUEVA O EL CAFÉ Leandro Fernández de Moratín

INDICE El emisor del texto teatral y su tiempo.........................................................................................2 Tema y estructura del texto dramático..........................................................................................5 Personajes principales y secundarios............................................................................................6 El tiempo y el espacio.................................................................................................................11 El lenguaje dramático.................................................................................................................12 Conclusión y valoración personal...............................................................................................14 Bibliografía.................................................................................................................................15

El emisor del texto teatral y su tiempo. Leandro Fernández de Moratín, nació en Madrid en 1760. Su padre fue el también poeta y dramaturgo Nicolás Fernández de Moratín. A la edad de cuatro años sufrió de viruela, lo que, según su propio testimonio, marcó no solo su cara sino también su carácter1. Desde temprana edad se enamoró platónicamente de su vecina Sabina Conti, pero esta se casó muy joven con un primo poeta que le doblaba la edad, lo que para parte de la crítica está en el origen de varias de sus obras. Moratín creció en un ambiente intelectualmente estimulante; sin embargo, no cursó estudios universitarios, pues su padre evitó exponerlo a los métodos de enseñanza que, como ilustrado, desaprobaba. Se inició en la profesión de joyero de su abuelo paterno, pero ya desde los 19 años se presentó a concursos literarios, obteniendo primero un accésit de la Academia ( La toma de Granada, 1779) y luego un segundo premio ( Lección poética. 1782). La muerte de su padre en 1780 hizo que la familia quedara en difícil situación económica, dependiendo de su modesto sueldo de joyero. Comienza por entonces a relacionarse con los literatos de la época y en 1787 se produce un hecho fundamental en su biografía, pues viaja a París como secretario de Cabarrús, gracias a la amistad de Jovellanos. A su vuelta, un año después, ganó el favor de Floridablanca, que le concede un pequeño beneficio eclesiástico. Con la subida al poder de Godoy en 1792 su situación mejora, pues se gana también su favor y este le concede dos nuevos beneficios eclesiásticos, con lo que se pudo permitir dedicarse exclusivamente a las letras. A partir de ese momento llevó a cabo varios viajes por Inglaterra, Francia e Italia. A finales de 1796 es nombrado secretario de Interpretación de Lenguas. Su vida experimenta un cambio radical con los hechos de 1808. Moratín se pone del lado de José Bonaparte, siendo nombrado bibliotecario mayor de la Biblioteca Real. Tras la derrota del ejército francés, en 1812, es expulsado de España, pero se detiene en Barcelona, donde permanece hasta 1817, cuando sale hacia Francia y después Italia. Retornó a Barcelona en 1820, tras el Pronunciamiento de Riego, pero volvió a abandonar el país a consecuencia de una epidemia, siendo acogido en Burdeos por su amigo Manuel Silvela. No volvió nunca a España, falleciendo en París en 1828. Moratín vivió un complejo periodo de la historia de España: su infancia y juventud transcurrieron durante los años finales del reinado ilustrado de Carlos III (hasta 1788); su vida adulta (y también su plenitud creadora) transcurrió bajo los reinados de Carlos IV (1788-1808), primero, y José I de Bonaparte (1808-1813) después; y por último, vivió el tránsito de la madurez a la senectud bajo el reinado de Fernando VII, aunque exiliado, en su mayor parte.

1 «perdí con las viruelas aquel ímpetu de mis primeros años, aquella seguridad en mis opiniones, aquella facilidad de trato que antes me hacía tan amable; me quedó el talento, y con él un temor de errar en lo que discurría, que me hizo silencioso y meditabundo» (MORATÍN 1867: 304).

La vida de Moratín se sitúa, por tanto, a caballo entre finales del siglo XVIII, el siglo de las luces o de la Ilustración, y el comienzo del XIX. Durante la Ilustración se produjo en España un intento de renovación social, política e intelectual, siguiendo las corrientes ideológicas que habían triunfado en Europa, principalmente en Francia, y que se caracterizaban por primar la razón frente a la tradición. En España, los ilustrados, entre los que se encuentra Moratín, tuvieron en contra una fuerte oposición por parte de la nobleza, de la Iglesia, y en general de quienes pretendían conservar sus privilegios, por lo que su intento de renovación puede considerarse fallido. Por otra parte, la mentalidad progresista se confundió inevitablemente con el afrancesamiento, por lo que Moratín, como otros ilustrados, se vio en el dilema de tener que optar entre la Monarquía española, que distaba mucho de sus ideales liberales, y la impuesta por los franceses, que suponía una esperanza de progreso. En el terreno de las letras, la Ilustración trajo consigo una nueva estética, el Neoclasicismo, que frente a los excesos del Barroco, promovía una vuelta a los clásicos, griegos y latinos, y la primacía de valores como la verosimilitud frente a la fantasía, la utilidad (enseñar deleitando), la imitación de la naturaleza, la separación de los géneros artísticos y, en el teatro, la a plicación de la regla de las tres unidades (acción, tiempo y lugar) 2. Precisamente nos interesa aquí de forma especial la situación del teatro, en primer lugar porque, aunque Moratín también cultivó la poesía y la prosa, el género en el que destaca y que le consagra es el teatro y en segundo lugar por la propia temática de la obra que nos ocupa, ya que esta no puede entenderse plenamente sin conocer la situación del teatro en su tiempo. Repasaremos por tanto brevemente la situación del teatro en Madrid hacia 1790, cuando Moratín comienza su actividad teatral3. Los espacios públicos de representación se limitaban a tres teatros: el del Príncipe, el de la Cruz y el de los Caños del Peral (este último representaba en esos años operas italianas, y a partir del cambio de siglo también piezas españolas). En cuanto al tipo de obras que se representaban, hay que tener presente que en la segunda mitad del XVII convivieron en España dos posturas enfrentadas: la que podemos denominar tradicionalista, continuadora de la estética del teatro Barroco, en la que destacaba el subgénero de la comedia histórica, con enrevesadas historias y un complejo aparato escénico, que aunque no tenía una gran calidad, era muy del gusto popular y gozaba de gran aceptación; y frente a ella, la corriente neoclásica, que se basa en los postulados de la Ilustración, en la que militará apasionadamente Moratín. Hemos de recordar que el teatro, tenía una gran importancia social en la época, siendo prácticamente la única diversión popular, lo que explica que los ilustrados pusieran gran interés en su 2 Estos principios, en el ámbito de la literatura, habían sido plasmados en la Poética de Ignacio de Luzán de 1737. A esta obra hizo frecuente referencia Moratín en sus escritos sobre la situación del teatro en su época. 3 Nos limitamos al panorama teatral de Madrid, por su representatividad pero sobre todo porque es el que Moratín conoció y contra el que reacciona. También excluimos los espacios privados de representación, incluyendo entre estos los teatros cortesanos de los Reales Sitios.

utilización como medio de hacer llegar sus ideales de reforma al público. De hecho, los ilustrados, que abominaban del teatro heredado del barroco, ya habían conseguido éxitos como la prohibición de los autos sacramentales en 1765, a la que había contribuido significativamente Nicolás Moratín. Por estas mismas fechas el movimiento ilustrado estaba en el apogeo de su combate para reformar el teatro, como prueba la Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos (1790) de Jovellanos. No es por tanto sorprendente que un tema recurrente en la producción de Moratín sea la necesidad de reforma del teatro en España, y la crítica de las representaciones de moda. Su primera obra en esta línea sería la sátira publicada en 1789 La derrota de los pedantes, a la que seguiría la comedia que nos ocupa, La comedia nueva. En cuanto al género de sus obras dramáticas, los principios neoclásicos prescribían una rígida separación de géneros y Moratín escribió exclusivamente comedias. En el prólogo a la edición francesa de sus obras, Moratín dio una definición, que ha sido muy citada, de lo que debía de ser una comedia: Imitación en diálogo (escrito en prosa o en verso) de un suceso ocurrido en un lugar y en pocas horas entre personas particulares, por medio del cual resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad, y recomendadas por consiguiente la verdad y la virtud». (MORATÍN 1825: XXI)

Resulta ilustrativo comparar su definición con la que había dado Luzán casi un siglo antes: Es una representación dramática de un hecho particular, y de un enredo de poca importancia para el público, el cual hecho o enredo se finja haber sucedido entre personas particulares o plebeyas con fin alegre, y regocijado y que todo sea dirigido a utilidad, y entretenimiento del Auditorio inspirando insensiblemente amor a la virtud, y aversión al vicio por medio de una amable y feliz de aquella, y de lo ridículo e infeliz de este. (LUZÁN 1737: 401).

Su producción dramática es sorprendentemente escasa. Su primera comedia, El viejo y la niña, fue estrenada en el Teatro del Príncipe en 17904. Se mantuvo diez días en escena, siendo un éxito de taquilla. Trata otro tema que sería frecuente en el teatro de Moratín, la práctica de concertar matrimonios de muchachas con hombres de edad muy superior (recordemos el episodio biográfico de Sabina Conti). La obra que nos ocupa, La Comedia nueva, se estrenó el 7 de febrero de 1792 en el Teatro Príncipe de Madrid y se publicó ese mismo año. Se mantuvo siete días en cartel y los ingresos en taquilla de los tres teatros públicos en esos siete días muestran que tuvo buena recepción, aunque también muestran la buena acogida que el público dispensaba a la programación de sus competidores (DOWLING 1989: 50). En 1787 había compuesto Moratín El Barón, obra de dos actos en verso, concebida originalmente como zarzuela a representar en casa de la condesa viuda de Benavente. No llegó a estrenarse, pero circularon varias versiones alteradas y una de ellas se representó en el teatro público de Cádiz. Moratín reescribió la obra como comedia, siendo estrenada en el teatro de la Cruz 4 Según testimonio de su amigo Juan Antonio Melón, la obra ya estaba escrita en 1781 (MORATÍN 1836: 377-378). El propio Moratín relató los avatares previos al estreno en la “Advertencia” a la edición de 1830 ( MORATÍN 1830: IIIV).

en 1803. Un año despues, en 1804, se estrena en el mismo teatro La mojigata, que tenía también escrita desde 1791 y había sufrido avatares similares a los de El Barón. Por último, en Enero de 1806 estrenó, también en el teatro de la Cruz, El sí de las niñas, en la que vuelve sobre el tema del casamiento forzado y desigual, pero esta vez resuelto felizmente. El éxito fue enorme, representándose durante 26 días consecutivos, hasta la llegada de la Cuaresma. Es considerada técnicamente la mejor de sus comedias y sin duda es la más conocida hoy en día. A pesar de esta corta producción, con tan solo cinco obras originales, Moratín es considerado el principal dramaturgo español del siglo XVIII.

Tema y estructura del texto dramático. El tema central de La Comedia nueva es la crítica de la comedia heroica, en particular, y de toda obra dramática escrita apresuradamente y carente de verosimilitud, como la mayoría de las que proliferaban por entonces . De hecho, la sencilla trama, centrada en la caracterización psicológica de los personajes, constituye un ejemplo del estilo dramático que se propone como alternativa. El argumento gira en torno al estreno de una obra teatral, mostrando el contraste entre el punto de vista del autor y las personas de su entorno (pedantes aprovechados que le alientan, seguidores apasionados, familiares) por un lado, y la visión más formada, renovadora y crítica de los ilustrados, por el otro. La obra explota por tanto el recurso del teatro dentro del teatro. La comedia se divide en dos actos, el primero de los cuales contiene seis escenas, y el segundo nueve, aunque las escenas son de una extensión muy desigual. Está encabezada por una cita de Horacio: Non ego ventosae plebis suffragia venor (‘'No persigo la aprobación del vulgo veleidoso”), en una declaración de intenciones muy explícita por parte del autor5. La introducción comprende las dos primeras escenas del primer acto, en las que se presenta la situación y se describe a los personajes (sin que la mayoría de estos aparezcan en escena). En un café se está celebrando una comida; por boca del mozo del café, que habla con un cliente llamado D. Antonio, conocemos que el motivo es el estreno, esa misma tarde, de la comedia El gran cerco de Viena, de un autor novel, D. Eleuterio, que ha escrito su obra animado por un pedante, D. Hermógenes. El mozo cuenta que el autor ha perdido su empleo y se ha hecho escritor para mantener a su familia. Se ha concertado también el matrimonio de la hermana del autor con D. Hermógenes. A continuación aparece en escena don Pedro, un caballero a quien disgusta el teatro popular del momento. El resto del primer acto y todo el segundo, salvo la última escena, contienen el nudo de la obra. Se 5 Aunque no sea del todo convincente, naturalmente, cuando se conoce el esfuerzo que Moratín puso para que su representación fuera un éxito.

produce primero una confrontación, tras leerse unos pasajes de la comedia, entre D. Pedro, que califica la misma de disparate, y D. Eleuterio, que queda anonadado y busca el apoyo de D. Hermógenes. D. Pedro abandona el café, saliendo en su búsqueda D. Antonio, quien le convencerá, fuera de escena, para que asista al estreno. Cuando D. Antonio vuelve, anunciando que ya ha comenzado la representación de la obra, D. Eleuterio y sus amigos salen apresuradamente hacia el teatro. D. Pedro, quien ha asistido solo al primer acto, vuelve al café abominando de la obra. Poco despues reaparece el grupo de D. Eleuterio, destrozados por el fracaso de la representación, que ha tenido que ser suspendida en medio del escándalo. Requerido por D. Eleuterio a defender la obra, D. Hermógenes dice ahora que es malísima y se marcha entre la consternación de D. Eleuterio, su mujer y su hermana. La última escena del segundo acto recoge el desenlace, mostrándose el desencanto de D. Eleuterio y sus familiares, que han quedado arruinados y sin boda, y la sorprendente actuación de D. Pedro, que surge ahora como un hombre compasivo y se ofrece a pagar las deudas de D. Eleuterio, además de darle un buen empleo, con la condición de que olvide sus sueños de escritor de comedias; termina su discurso aleccionando al autor y sus familiares en sus deberes y quedando estos emocionados y agradecidos, con la lección aprendida. Además, del mencionado tema central, se puede aprecia la presencia en la obra de algunos temas subordinados, como el del matrimonio concertado, ya mencionado anteriormente, o la defensa de la honestidad y virtud del hombre, personificada en Don Pedro.

Personajes principales y secundarios. En la obra aparecen un total de ocho personajes: D. Eleuterio, D. Pedro, D. Antonio, D. Hermógenes, Dª. Agustina, D.ª Mariquita, D. Serapio y Pipi. El número de personajes es reducido, en línea con la sencillez general de la obra, jugando cada uno un rol bien definido, que justifica su presencia, sin redundancias (con los matices que haremos). En la caracterización de los personajes Moratín no usa descripciones, valiéndose exclusivamente de los diálogos. Los personajes principales son D. Eleuterio, D. Pedro y D. Antonio, pero creemos que debe añadirse a estos el personaje de Don Hermógenes, por la relevancia de su interacción con los personajes principales; el número de sus intervenciones se corresponde también con esta posición intermedia. D. Eleuterio

D. Antonio

D. Pedro

1 20

1 01

8

Don Eleuterio

D. Hermóge nes

6

6 0

Pipi

D.ª Agustina

D.ª Mariquita

D.Satu rio

4

40

37

43 5

Es un hombre joven que hasta hacía cuatro años había sido escribiente en una Lotería, y pasó después al servicio de un caballero indiano, casándose en secreto con la doncella de la casa (doña Agustina), con quien pronto tuvo cuatro hijos; sin embargo, su amo falleció pronto y al quedarse sin oficio ni beneficio decidió hacerse dramaturgo. Es el autor de El gran cerco de Viena. En palabras del propio Moratín, en su prólogo a la edición de Parma: «De muchos escritores ignorantes que abastecen nuestra scena de comedias desatinadas, saynetes groseros, tonadillas necias y escandalosas, formó un Don Eleuterio» (MORATÍN 1796: Prólogo), y remacha en la “Advertencia” de la edición parisina que «Don Eleuterio es en efecto, el compendio de todos los malos poetas dramáticos que escribían en aquella época...» (MORATÍN 1825: 163). Por el contrario, en el plano moral D. Eleuterio no es presentado como una mala persona, sino más bien como un ingenuo que cree que puede crear grandes comedias sin formación ni experiencia, y cuya vanidad le hace sensible al halago e influenciable por opiniones ajenas interesadas. Don Pedro Es un hombre adinerado, instruido y aficionado a los espectáculos. En el plano de la sátira teatral, representa el punto de vista neoclásico, criticando la situación del teatro y defendiendo su reforma. Así, amonesta a D. Eleuterio tras escuchar unos fragmentos de su obra: «el Teatro Español tiene de sobra Autores chanflones, que le abastezcan de mamarrachos; que lo que necesita es una reforma fundamental en todas sus partes» (33)6. En cuanto a su perfil humano, inicialmente muestra un carácter huraño (Pipi dice que siempre está de mal humor). Pero carece de doblez: siempre dice la verdad, aunque por prudencia prefiera no hacerlo. A pesar de esta aspereza, al final de la obra se descubre como un hombre compasivo y

generoso. Don Antonio Es también un hombre culto, un intelectual ilustrado, y su visión de la situación del teatro es idéntica a la de D. Pedro, como dejan claras sus palabras tras escuchar a este describir la obra de Eleuterio: «quando el Teatro debiera ser la escuela de las costumbres, y el templo del buen gusto, es entre nosotros la escuela del error, y el almahacén de las extravagancias.» (55). Así, tanto D. Pedro como D. Antonio son representantes de la ideología ilustrada. Parecería que hay aquí una cierta redundancia, algo de esa hinchazón tan aborrecida de los neoclásicos. Lo que justifica este desdoblamiento es que la actitud de D. Antonio es el contrapunto a la de D. Pedro 7: no 6 En las citas en línea de La comedia nueva nos referiremos siempre a la edición príncipe de 1792, citando exclusivamente por el número de página, para mayor claridad. En todas las citas mantendremos la ortografía original. 7 La crítica ha señalado el precedente de Molière, a quien Moratín admiraba profundamente, en el uso de la técnica de contraponer a dos personajes que defienden una misma estética pero que son temperamentalmente distintos (en Le Misanthrope, el insobornable Alceste se opone a Philinte, más flexible y complaciente);

combate lo que le desagrada, y aunque se muestra en ocasiones irónico o burlón, es fundamentalmente cordial y tolerante. El contraste entre estas dos actitudes queda bien patente en los siguientes diálogos: D. PEDRO: […]A mí me irrita lo que a usted le divierte. D. ANTONIO: […] ¿No sería cosa cruel ir repartiendo por ahí desengaños amargos a ciertos hombres cuya felicidad estriba en su propia ignorancia? (MORATÍN 1792: 19 y 20).

Don Hermógenes Es un erudito extremadamente pedante. Utiliza un lenguaje rebuscado, y su discurso oscila entre la peo...


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