Cristianismo en la Peninsula Iberica PDF

Title Cristianismo en la Peninsula Iberica
Course Historia de España
Institution Universidad de Extremadura
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Comienzos del cristianismo en la Península Ibérica, Jose Salas...


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Tema 7: El cristianismo en la Península Ibérica El fundador del cristianismo, Jesús de Nazaret, fue un judío que nació antes de la muerte del rey Herodes, un acontecimiento, que según los textos históricos, aconteció en el siglo IV a. n. e.1, coincidiendo con el reinado de Augusto. Jesús había nacido en Belén, una aldeílla al norte de Galilea, una de las regiones más helenizadas de Palestina, procedía de una familia judía, como se deduce, claramente, del nombre que portan sus padres, José y María, y de sus supuestos hermanos, Santiago, José, Judas y Simón. Su padre, José, era un sencillo obrero, no sabemos con seguridad si herrero o carpintero, que fabricaba yugos y arados, según el Nuevo Testamento, la vida de Jesús se desarrolló entre Judea y Galilea, es decir, en la Palestina del rey Herodes, que en aquellos entonces era un reino tutelado por Roma, años más tarde, a la muerte de Herodes, concretamente en el año 30 d. C. se convirtió en una provincia del Imperio Romano, bajo la jurisdicción de Tiberio y gobernada por el prefecto Poncio Pilato. Jesús, parece ser que fue un hombre de cierta cultura, que a la edad de 30 años abandona su vida privada haciéndose seguidor de la secta de Juan Bautista, que pregonaba la llegada de Dios, Jesús, después de un tiempo, se separa de Juan Bautista y se convierte en un predicador ambulante que predica por Galilea y Judea, su lengua nativa debía ser el arameo galilaico, aunque parece ser que también conocía el griego. La actividad religiosa desarrollada por Jesús de Nazaret, terminó molestando a las autoridades religiosas judías, siendo detenido y condenado por el gobernador romano, Poncio Pilato. Más tarde, fue ejecutado por soldados romanos a través de la crucifixión, conviene recordar que la crucifixión estaba destinada a condenados de selección o alteración del orden público y que no tuviesen la condición de ciudadanos romanos, aunque también, hemos de sospechar que practicaban la crucifixión con gente que se había dedicado a robar o delitos muy graves. La responsabilidad y la causa de la condena a muerte de Jesús de Nazaret no están claras, debido a la deformación que presentan los evangelios, lo que está claro es que la iniciativa de la acusación contra Jesús partió de las autoridades religiosas judías, aunque el trasfondo, fue la agitada vida política de corte nacionalista que vivía Judea en esta época. La condena de Jesús, fue una más de las que hubo de hacer frente Poncio Pilato, que debido a su poco tacto político no supo controlar la situación que atravesaba Judea en estos momentos, constándole su cargo político y su vida, ya que se suicidó, es decir, le invitaron a que se suicidara. Hay que decir que la tradición cristiana posterior presenta a Pilato como inocente que se dejó llevar por las autoridades judías, incluso hay algunas versiones

1 Antes de nuestra era

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cristianas que dicen que Pilato se pasó al cristianismo antes de morir, incluso, podemos afirmar, que la Iglesia Copta venera a Pilato como santo. -

Expansión del cristianismo

Tras la muerte de Jesús, acontecimiento que ocurrió durante el reinado de Tiberio, hacia el año 30 d. C., sus discípulos comenzaron a propagar la doctrina religiosa de su maestro por toda la provincia romana de Palestina, sin lugar a duda, la destrucción del templo de Jerusalén por Roma, con la consiguiente expulsión de los judíos en el año 70 d. C. por el hijo de Vespasiano, que era será el futuro emperador Tito, representó el principio de la expansión del cristianismo por el Mediterráneo, los predicadores cristianos siguieron los pasos de la diáspora judía2, ya que esta fecha es fundamental para los judíos. Los judíos se marcharon a vivir a las ciudades portuarias más importantes, sobre todo el Mediterráneo oriental, donde fundaron colonias y es donde arraiga el proselitismo cristiano. Inicialmente, los apóstoles, marcharon a las ciudades, sobre todo costeras, más tarde comenzaron a evangelizar, Turquía, Siria, Egipto y el norte de África, donde pasaron a Italia y las restantes provincias del imperio. Hay que resaltar que la expansión se vio enormemente favorecida gracias a la denominada paz romana, que englobaba a todos los territorios bañados por las aguas de Mediterráneo, a esta circunstancia favorable, se le sumaria la movilidad lingüística, dado que todos estos pueblos hablaban latín, la lengua vehicular que sirvió para propagar el cristianismo, aunque, en sus primeros tiempos, el cristianismo, se sirvió del griego, de ahí, que la Iglesia cristiana estuviese fuertemente influida por la cultura griega en sus inicios, pero después, con el uso del latín provoca una separación, ya que esta generalización del latín entre los cristianos es a partir del siglo III d. C., surgiendo una Iglesia netamente diferenciada de la Iglesia cristiana anterior, que utilizaba el griego, con Roma como centro religioso. -

Origen del cristianismo

Desgraciadamente desconocemos, quien o quienes, fueron los encargados de realizar la labor apostólica del cristianismo en la Península Ibérica, la historiografía eclesiástica española defiende que el cristianismo fue introducido en la Península Ibérica a partir del siglo I d. C. gracias a la labor apostólica de algunos personajes del Nuevo Testamento, tales como Santiago el Mayor, San Pablo, o gracias a la venida de los denominados siete varones apostólicos. De estas tres tradiciones expuestas, solamente una merece ser tenida en cuenta y es la tradición del apóstol de los gentiles, la de San Pablo, las dos tradiciones restantes no resisten ni la más benévola crítica, pero veamos cada una de ellas: En la antigüedad, sobre todo en la Edad Media, existía la leyenda, recogida por San Isidoro de Sevilla (VI – VII d. C.) de que Santiago vino a la Península Ibérica, y 2 Conlleva la emigración de miles de judíos por todo el ámbito Mediterráneo, sobre todo a los puertos, para dedicarse al comercio, que era lo que sabían hacer.

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predico en Galicia, donde tuvo poco éxito, marcharía a Zaragoza, donde se le aparecería la Virgen, moriría en Jerusalén y sus restos serian traídos por sus discípulos a la Península Ibérica y enterrado en Santiago. Estas tradiciones, en honor a la verdad, no tienen veracidad alguna, dado que no existen referencias en las fuentes históricas acerca de la posible presencia de Santiago en la Península Ibérica. Otras tradiciones hispanas creen que el cristianismo fue introducido en la Península Ibérica por los denominados siete varones apostólicos, según esta tradición, Pedro desde Roma envió a 7 apóstoles para cristianizar sus territorios, esta tradición nos proporciona las sedes particulares que ocuparon cada uno de ellos en Hispania, el problema es que no aparece ninguna referencia sobre la presencia de estos en la Península Ibérica, es una tradición que aparece en la Edad Media. Desde un punto de vista histórico, la tesis que presenta mayor consistencia, es la que defiende la introducción del cristianismo gracias a la llegada de San Pablo a la Península Ibérica, y que está recogida en el Nuevo Testamento, donde expresa el deseo de realizar una labor de cristianización de la Península Ibérica. San Pablo, desde Corinto, escribió la Carta a los Romanos, donde expresa su deseo de venir a la Península Ibérica, también hay un obispo cristiano que recoge el deseo de ir a la Península Ibérica, este obispo cristiano, es posible que hubiera leído la Carta a los Romanos de San Pablo y reflejara en su obra los deseos de este ultimo de venir a Hispania, pero en la obra, los Hechos de los Apóstoles, la Península Ibérica no aparece por ningún lugar. En definitiva, si San Pablo vino a la península no queda memoria histórica de su presencia aquí, simplemente parece su deseo de venir, pero hoy por hoy, no hay constancia de su presencia, pero tampoco nos debe de extrañar que estuvo aquí; se sabe que San Pablo murió en el año 64 d. C., junto con Pedro, dado que los cristianos fueron acusados por Nerón de incendiar Roma. Sin embargo, la tesis, que mayor aceptación ha tenido es la del investigador Díaz y Díaz, uno de los mejores conocedores de esta problemática, y cree que se la debemos a los militares de la Legio VII Gemina, con sede en León, este autor defiende que la gran permanencia de estos soldados en el norte de África durante el siglo II d. C., en la zona de Túnez, motivó que alguno de sus componentes tuvieran la ocasión de conocer y convertirse al cristianismo, una vez abandonada África, los nuevos soldados cristianos seguirían practicando y ejerciendo una labor de expansión en la península, no deja de ser llamativo, que entre los primeros mártires hispanos abunde el elemento militar, sirva como ejemplo los casos particulares de San Celedonio, San Marcelo, etc., soldados de la Legio VII martirizados en Calahorra, durante la persecución de Diocleciano, probablemente estos mártires habían incumplido ordenes de Roma, por lo que fueron ejecutados.

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En definitiva, es más que probable que estos soldados fueran los culpables de la difusión del cristianismo en la península a partir del II d. C. y esta afirmación no choca con que el cristianismo fuese conocido antes gracias a la existencia de colonias de judíos asentados en el sur peninsular, como evidencian algunos hallazgos que estudiaremos con posterioridad. -

Referencias textuales

Las más antiguas noticias escritas acerca de la presencia del cristianismo en la península se la debemos a dos escritores foráneos, del siglo II d. C., la primera noticia se la debemos a Irineo de Lyon, nos habla de las Iglesias ibéricas hacia el año 180 d. C., sin embargo, esta afirmación de San Irineo es muy discutida en la actualidad, pues habla de los iberos y de las Iglesias ibéricas, pero es que en Turquía en la zona del Ponto también existían iberos y dado que él había nacido en Turquía, puede ser que hable de los iberos de Anatolia, no de los de Hispania. El testimonio más seguro y por supuesto antiguo de la presencia de cristianos en la Península Ibérica es de Tertuliano y es del 202 d. C., ya que afirma que el cristianismo se encuentra extendido entre todos los confines de las Hispanias, esto solo confirma la existencia de Iglesias cristianas en la península, pero ninguna de estas fuentes hace referencia acerca del origen y difusión del cristianismo en la península, esta deficiencia será paliada gracias a San Cipriano, obispo de Cartago, que posee un documento que confirma el origen, esta es la epístola 67, que esta datada en el año 254 d. C. y que presenta a San Cipriano interviniendo en la Península Ibérica, con motivo de un contencioso religioso entre comunidades hispanas y el papa San Esteban, la circunstancias que motivaron este documento es la persecución de los cristianos por el emperador Decio en el año 250 d. C. este publicó un edicto contra los cristianos, exigiendo la participación de todos los ciudadanos del imperio en los cultos oficiales romanos y el que participaba recibía un livello o certificado que les dejaba libre de toda sospecha, muchos renunciaron y otros se procuraron el livello mediante sobornos, este es el caso particular de los obispos Basílides, obispo de León y Astorga, y Marcial, obispo de Mérida, ambos apostataron, procurándose falsos livelli y enterada la comunidad cristiana fueron destituidos por Sabino y reemplazados por Sabino y Félix. Los obispos apóstatas, sabiendo que en Roma se compraba y vendía todo, acudieron al Papa Esteban para pedir perdón y solicitar que les devolvieran sus sedes episcopales, Esteban les perdona y les devuelve a sus sedes episcopales, ante esta injusticia, los fieles y los nuevos obispos, buscaron y encontraron el respaldo del obispo de Cartago y, por supuesto, el apoyo de toda la Iglesia africana, según esta carta, San Cipriano, le dice al Papa Esteban que no tenía jurisdicción nada más que en Roma y consecuentemente no podía reponer a los obispos apóstatas. Para algunos investigadores, la ayuda solicitada al obispo de Cartago, por parte de la Iglesia de la Península Ibérica, evidencia una dependencia de la Iglesia africana, que en cierta medida sugiere que la difusión y expansión del cristianismo en la península fue a través del norte de África, evidentemente, esta afirmación tenemos que 4

relacionarla, inexorablemente, con la introducción y propagación del cristianismo en la península por parte de los militares de la Legio VII Gemina. La carta de San Cipriano atestigua de una forma palmaria la existencia de dos obispados, así como dos comunidades hispanas perfectamente organizadas y jerarquizadas en la península a mediados del siglo III d. C., León y Astorga y Mérida. -

Difusión del cristianismo en la Península Ibérica

La información con la que contamos acerca de la difusión inicial del cristianismo en la Península Ibérica es ciertamente exigua, sin embargo, el contenido de esta información se aprecia de una forma clara, ya que la labor de difusión no fue nada fácil en sus principios, ni siquiera a partir del momento en que se convierte en una religión tolerada por el Imperio Romano, gracias a los edictos de tolerancia de los emperadores Valerio y Constantino, que promulgaron dos edictos, 311 y 313 respectivamente, a través de los cuales el cristianismo se podía procesar libremente en todas las provincias del Imperio Romano, de esta fuente, se extrae una información valiosa para saber que la gente de la Península Ibérica ofreció una gran resistencia a las nuevas ideas aportadas por el cristianismo, era obvio, que no estaban dispuestos a admitir una religión oriental que defendía un monoteísmo religioso. En el caso particular de Hispania, tenemos que decir que donde encontró mejor caldo de cultivo hacia su doctrina, fue en las colonias de comerciantes judíos asentadas en los puertos del mediodía peninsular, sospechamos que algunos de sus miembros ya conocían la religión cristiana, pero si no era así, hemos de suponer que los numerosos puntos de encuentro entre el judaísmo y el cristianismo, invitarían a los judíos a practicar esta nueva religión. Con el paso del tiempo, el cristianismo, donde mejor va a encontrar su caldo de cultivo, va a ser en las ciudades, donde residía la gente más culta, preparada y rica, que en definitiva era la más abierta y receptora a aceptar la nueva religión, y esta afirmación se desprende del famoso Concilio de Elvira3 (Iliberris). Este concilio, nos permite saber que a comienzos del siglo IV, el cristianismo ya estaba implantado en la Península Ibérica, entre las clases más altas de las ciudades hispanorromanas, tenemos a sacerdotes romanos, alcaldes 4, ediles, ricos hacendados, etc. También aparece en el seno de gente humilde y esclava, el cristianismo, permitía que todas las personas que se arrepintiesen podían ser miembros de la religión cristiana, por ejemplo, los aurigas, meretrices, rameras, etc. podían adentrarse en el cristianismo siempre que se arrepintiesen y abandonasen sus profesiones, los sacerdotes paganos si abandonaban el paganismo, también podían pasarse a esta nueva religión, los cómicos si dejaban su actividad también podían pertenecer a la comunidad cristiana. 3 Se celebró a comienzos del siglo IV d. C. (303 – 306) en Iliberris, provincia de Granada, regula las relaciones de la Iglesia cristiana en la Península Ibérica. 4 Duoviro

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Estas consideraciones, evidencian, que el cristianismo tenia fuerza para prohibir que ciertos miembros de la sociedad no pudiesen acceder a las prácticas de la nueva religión. Es curioso que se insista con fuerza que para ejercer el cristianismo tenían que abandonar las practicas paganas, muchos abrazaron el cristianismo como una religión más, lo que nos dice que querían dejar su antigua religión, el cristianismo se adapta a la sociedad romana, ya que no permite que los esclavos alcanzasen el grado de sacerdote, donde mayor reticencia encontró la expansión del cristianismo en la península fue en el ambiente rural, la gente campesina hispana era conservadora y recelosa a abrazar nuevas experiencias religiosas y, obviamente, no estaban dispuestos a aceptar al cristianismo y en el concilio de Elvira, se aprecia de una forma clara, que los obispos asistentes, reinciden una y otra vez en que la Iglesia debe reforzar sus esfuerzos en los campos de Hispania para convertir a los campesinos a la nueva religión, iniciándose una política con labores misioneras y con la implantación de numerosas ermitas e iglesias a lo largo de la geografía hispana. A los campesinos se les va a conocer con el nombre de paganos, un término que inicialmente tiene connotaciones negativas, pero en el fondo es un término alusivo a su lugar de procedencia, pagus. Tenemos algunos testimonios de escritores cristianos de esta época, San Martin de Braga, obispo de Braga (Portugal) que escribió una obra en latín llamada Tratado para enmienda de los campesinos, intenta combatir a la religión indígena tradicional de los galaicos, quiere que abandonen sus supersticiones paganas, dado que la gente veneraba a los árboles, piedras, pozos, fuentes, etc. y tenemos otras prácticas que nos pueden resultar chocantes y que dice no entender, como por ejemplo rendir culto a ratones y polillas, también ataca a los campesinos galaicos porque la mayoría de ellos decidían casarse los viernes, que era el día de Venus, la diosa pagana del amor, lo que quería era que abandonasen sus prácticas religiosas y abrazasen el cristianismo, esta labor no era fácil, requería tiempo y esfuerzo misionero, pero gracias a estos escritos sabemos que el cristianismo encontró fuerte resistencia, sobre todo en los ambientes rurales. En definitiva, la Iglesia y el cristianismo, donde mayor aceptación tuvo fue en las ciudades, donde estaba la gente más culta, preparada y receptora a las nuevas creencias religiosas procedentes del Mediterráneo oriental, estas clases pronto abrazaron el cristianismo, no sabemos si por esnobismo o por convicción personal, lo que no cabe duda, es que el cristianismo caló profundamente, como demuestra los cánones del concilio de Elvira, mientras que en el ambiente rustico, la introducción del cristianismo fue mucho más lenta, requirió siglos y un gran esfuerzo, donde mayor resistencia encontró, fue sin lugar a duda, en el norte de la península, todavía en los siglos VI – VII, gente perteneciente a cantaros, astures y galaicos, seguían venerando a sus antiguas divinidades indígenas, a pesar de que la Iglesia cristiana había sido aceptada por los restantes pueblos de la península, así pues, el cristianismo empieza a expandirse entre los siglos III – IV y comienza a convertirse en religión única entre los siglos IV – V. 6

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Sedes episcopales

El concilio de Elvira, nos permite conocer, la organización eclesiástica de la Iglesia cristiana a comienzos del siglo IV, a este concilio acudieron los representantes de tres iglesias locales, 19 de ellos eran obispos y 20 sacerdotes, 23 pertenecían a la provincia de la Bética, 14 a la tarraconense y 2 a la Lusitania, sospechamos que la Bética y la tarraconense eran las provincias romanas más cristianizadas, en función de los obispos y sacerdotes enviados a sínodo de Elvira, aunque cabe la posibilidad de que la gente de la Lusitania y Galaecia no fuera debido a la lejanía de Granada. El cristianismo utilizó los mismos esquemas que el Imperio Romano a la hora de establecer su distribución en la Península Ibérica, utiliza las divisiones provinciales romanas para expandir y controlar su culto, tenemos, por ejemplo, que las provincias eclesiásticas en el siglo IV eran las siguientes: o Lusitania, contaba con diferentes diócesis o sedes episcopales, Salmantica, Béjar, Évora, Lisboa, etc. Cada una con sus propios obispos y el jefe o metropolitano residía en Mérida. o Tarraconensis o Bética o Galaecia o Cartago Nova o Asturias, Cantabria y Vascones -

Persecuciones cristianas en Hispania

La historiografía eclesiástica cristiana ha presentado al cristianismo como una religión perseguida desde sus inicios por el poder político romano, haciendo de los primeros siglos del imperio la época de los mártires cristianos, sin embargo, este mandamiento de naturaleza religiosa tiene pocos fundamentos históricos, pues conviene recordar, que lo...


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