Don Quijote parte 2 - ............... PDF

Title Don Quijote parte 2 - ...............
Author Valentina Cinalli
Course Literatura
Institution Educación Secundaria (Argentina)
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Don Quijote parte 2 Prólogo: En el prólogo Cervantes asegura que no piensa insultar al autor de una segunda parte apócrifa del Quijote, publicada en Tarragona en 1614. La firma Alonso de Fernández de Avellaneda, pero se cree que es un seudónimo y la verdadera identidad del escritor se desconoce. Cervantes agrega que se siente viejo y manco, pero sus heridas son honradas porque las recibió en batalla, aunque algunas personas no lo saben. Además, le ha dolido mucho que le han acusado de tener envidia a Lope de Vega, algo que no es cierto, afirma. También niega sentirse ofendido por el autor del Quijote apócrifo, que ni nombra, porque entiende "lo que son tentaciones del demonio, y que una de las mayores es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer y imprimir un libro con que gane tanta fama como dineros, y tantos dineros cuanta fama". A estas declaraciones les siguen dos historias analógicas para ilustrar sus puntos, y les pide a los lectores que lleguen a conocer a Avellaneda a que se las cuenten. Y no le importan las amenazas que hace Avellaneda en el prólogo del Quijote apócrifo, de quitarle ganancias de su segunda parte, ya que Cervantes tiene el favor del conde de Lemos y del cardenal arzobispo don Bernardo de Sandoval y Rojas, y que además "la honra puédela tener el pobre, pero no el vicioso". Al final, dice que termina su segunda parte con un don Quijote muerto y enterrado para que nadie más pueda escribir historias apócrifas sobre su protagonista. Después del prólogo viene una dedicatoria al conde de Lemos. Capítulo 1: "De lo que el cura y el barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad" Cervantes comienza el capítulo atribuyendo de nuevo la autoría original a Cide Hamete Benegeli, un escritor árabe ficticio. Ha pasado un mes entre la acción del final de la primera parte y del comienzo de la segunda, y durante ese tiempo el cura y el barbero sólo han visto a la sobrina y a la ama, pero no a don Quijote para no recordarle de todo lo sucedido. Finalmente lo visitan y lo encuentran tan bien que en un principio creen que ha recuperado el juicio. Para comprobar su mejoría, le hablan de la amenaza de los turcos y don Quijote sugiere que el Rey llame a todos los caballeros andantes de España para su defensa. Luego le dice a su sobrina: "Caballero andante he de morir, y baje o suba el Turco cuando él quisiere y cuan poderosamente pudiere; que otra vez digo que Dios me entiende". Entonces el cura comienza a contarles una historia de algo que sucedió en Sevilla. Un señor que se había graduado de la universidad, perdió el juicio por lo que su familia lo internó en un sanatorio. Después de unos años, el licenciado le escribió al arzobispo para pedir su ayuda. Le dijo que estaba cuerdo, pero sus parientes lo tenían encerrado para gozar de su hacienda. El arzobispo le mandó a un capellán para averiguar si era cierto, y aunque el retor le aseguró al capellán que en efecto estaba loco, después de hablar con el licenciado, se convenció de que había recuperado el juicio. Antes de salir del sanatorio, el licenciado pasó a despedirse de otro loco, quien no creía que estaba cuerdo y dijo: "Andad con Dios; pero yo os voto a Júpiter, cuya majestad yo represento en la tierra, que por solo este pecado que hoy comete Sevilla en sacaros desta casa y en teneros por cuerdo, tengo de hacer un tal castigo en ella ... Pero con sola una cosa quiero castigar a este ignorante pueblo; y es con no llover en él ni en todo su distrito y contorno por tres enteros años". El licenciado le dijo al capellán que no le hiciera caso al loco y "si él es Júpiter y no quisiere llover, yo, que soy Neptuno, el padre y el dios de las aguas, lloveré todas las veces que se me antojare". Tras escuchar esto, el capellán decidió dejar al licenciado en el sanatorio. Cuando el barbero termina el cuento, don Quijote le dice que esa clase de comparaciones son mal recibidas, que no está loco y que sólo quiere resucitar el mundo de la caballería. De ahí comienza a hablar de las virtudes de los héroes de los libros de caballerías. A todo esto, el cura le dice a don Quijote que los caballeros que ha mencionado no son personas históricas sino seres ficticios.

Don Quijote le responde que es un error muy común pensar así, pero que él ha visto a Amadís de Gaula con sus propios ojos. Entonces el barbero y el cura le preguntan sobre los gigantes, los doce Pares de Francia y la doncella Angélica la Bella, y don Quijote responde con aún más disparates. Interrumpen la conversación los gritos de la ama y la sobrina, así que todos acuden al patio para ver qué pasa. Capítulo 2: "Que trata de la notable pendencia que Sancho Panza tuvo con la sobrina y ama de don Quijote, con otros sujetos graciosos" Los gritos en el patio se deben a la llegada de Sancho Panza, quien insiste en ver a don Quijote y dice que le prometió una isla que aún no ha recibido, pero la sobrina y ama le bloquean el paso. Don Quijote escucha sus gritos y hace que lo dejen entrar. El cura y el barbero se despidieron de don Quijote preocupados de que salga otra vez en otra aventura y el barbero le dice al cura: "pero no me maravillo tanto de la locura del caballero como de la simplicidad del escudero, que tan creído tiene aquello de la ínsula, que creo que no se lo sacarán del casco cuantos desengaños puede imaginarse". Cuando don Quijote y Sancho se quedan solos, el caballero le dice que le apena mucho que Sancho diga que él lo sacó de su casa porque en realidad salieron juntos y sufrieron juntos: "si a ti te mantearon una vez, a mí me han molido ciento, y esto es lo que te llevo de ventaja". Y luego le explica que como es su criado, el mal que le toca a él, le tocará a Sancho también. Don Quijote cambia de tema y le pregunta a Sancho qué están diciendo el vulgo, los hidalgos y los caballeros de él. Sancho le responde que el vulgo piensa que está loco; los hidalgos lo critican por usar el título don (que en esa época no correspondía a la clase de hidalgos por ser una clase inferior a los caballeros); por no tener mucha tierra y por vestirse de trapos; y los caballeros no quieren que los hidalgos se opongan a ellos. Don quijote le responde: "donde quiera que está la virtud en eminente grado, es perseguida. Pocos o ninguno de los famosos varones que pasaron dejó de ser calumniado de la malicia". Y enseguida se compara con Julio César, Alejandro Magno, Hércules y Amadís de Gaula. Sancho le cuenta a don Quijote que anoche llegó al pueblo el bachiller Sansón Carrasco de Salamanca, donde estaba estudiando, y que estaba leyendo El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, libro que relata sus historias, por lo que Sancho se pregunta cómo el autor las puede saber. Don Quijote le responde que seguramente debe de ser un sabio encantador, pero el escudero le asegura que no, ya que Sansón Carrasco le dijo que el autor se llama Cide Hamete Berenjena (Sancho se confunde, ya que el apellido es Benengeli). Sancho sugiere traer a Sansón para que lo conozca y a don Quijote le agrada mucho la idea. Capítulo 3: "Del ridículo razonamiento que pasó entre don Quijote, Sancho y Sansón Carrasco" Mientras don Quijote espera a Sansón Carrasco, le preocupa pensar que el autor de su historia podría ser moro ya que cree "de los moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas". Cuando llega Sansón, la narración lo describe como "carirredondo, de nariz chata y de boca grande, señales todas de ser de condición maliciosa y amigo de donaires y de burlas". Y en efecto, cuando conoce a don Quijote se pone de rodillas delante de él y dice que es uno de los más famosos caballeros que ha habido. Sansón le asegura que es cierto que hay un libro sobre sus hazañas y hay más de doce mil copias impresas ya, lo cual agrada a don Quijote quien valora lo que piensan los demás: "Una de las cosas que más debe de dar contento a un hombre virtuoso y eminente es verse, viviendo, andar con buen nombre por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa. Dije con buen nombre, porque siendo al contrario, ninguna muerte se le igualara". Sansón les cuenta que el libro incluye casi todas de sus aventuras, pero quizá omite algunas de las palizas que recibieron. También dice que los lectores del libro creen que Sancho ha sido demasiado ingenuo al creer que don Quijote le daría una isla para gobernar, pero el caballero asegura que aún hay tiempo para que Sancho reciba su isla. Cuando Sansón le dice que el autor incluyó dentro del libro una novela llamada El curioso impertinente que no

tiene que ver con la historia, don Quijote concluye que el autor de su historia debe de ser algún ignorante que escribió lo que le saliera, pero el bachiller le asegura que no contiene una palabra deshonesta y que es un libro que ha gustado a todos. Siguiendo la temática metaliteraria de este capítulo, don Quijote dice: "Para componer historias y libros, de cualquier suerte que sean, es menester un gran juicio y un maduro entendimiento [...] La historia es como cosa sagrada; porque ha de ser verdadera, y donde está la verdad, está Dios, en cuanto a verdad, pero no obstante esto, hay algunos que así componen y arrojan libros de sí como si fuesen buñuelos". A esto Sansón respondió: "No hay libro tan malo, que no tenga algo bueno". Continúa la conversación entre don Quijote y Sansón sobre la literatura, y abordan el tema de la Inquisición y de algunas de las faltas del libro sobre don Quijote, como por ejemplo el no haber explicado quién robó el rucio a Sancho y qué hizo Sancho con el dinero que encontró en la maleta. Sancho oye esto y le promete la bachiller contarle todo lo que quiera saber, pero después de comer. Capítulo 22: Donde se da cuenta de a grande aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la Mancha Después de pasar tres días en casa de los novios, en los que recibieron muestras de agradecimiento, don Quijote defendió a Basilio diciendo que no se pueden ni deben llamar engaños los que ponen la mira en virtuosos fines. Después añade que el fin de más excelencia para los enamorados era el de casarse. Añade a continuación unos avisos a Basilio sobre la importancia de saber llevar la hacienda de la casa, aconsejando que deje de ejercitarse sobre las habilidades que le dan fama, pero no dinero advirtiendo que el mayor contrario que el amor tiene es el hambre y la continua necesidad, porque el amor es todo alegría, regocijo y contento, y más cuando el amante está en posesión de la cosa amada, con quien son enemigos opuestos y declarados la necesidad y la pobreza. Sigue con bellos consejos sobre la buena fama de la mujer: “El pobre honrado (si es que puede ser honrado el pobre) tiene prenda en tener mujer hermosa, que cuando se la quitan, le quitan la honra y se la matan. La mujer hermosa y honrada cuyo marido es pobre merece ser coronada de laureles y palmas de vencimiento y triunfo. La hermosura por sí sola atrae las voluntades de cuantos la miran y conocen, y como a señuelo gustoso se le abaten las águilas reales y los pájaros altaneros; pero si a la tal hermosura se le junta la necesidad y estrecheza, también la embisten los cuervos, los milanos y las otras aves de rapiña: y la que está a tantos encuentros firmes bien merece llamarse corona de su marido. Añade que si alguien le pidiese consejo sobre cómo debe ser la mujer que se elija por esposa, le diría lo siguiente: “Lo primero, le aconsejaría que mirase más a la fama que a la hacienda, porque la buena mujer no alcanza la buena fama solamente con ser buena, sino con parecerlo, que mucho más dañan a las honras de las mujeres las desenvolturas y libertades públicas que las maldades secretas. Si traes buena mujer a tu casa, fácil cosa sería conservarla y aun mejorarla en aquella bondad; pero si la traes mala, en trabajo te pondrá el enmendarla, que no es muy hacedor pasar de un extremo a otro. Yo no digo que sea imposible, pero téngolo por dificultoso.” Sancho comentó que podría ser un excelente predicador, pues “no hay cosa donde no pique y deje de meter su cuchara” (Lo sabe todo y por lo tanto opina). Al preguntarle don Quijote sobre lo que murmuraba, Sancho le contestó que si ese discurso lo hubiera oído antes de casarse, ahora hubiera podido decir “El buey suelto bien se lame” (Quien es libre hace lo que quiere). Se inició a continuación un breve diálogo sobre los tropiezos que hay en el matrimonio. Don Quijote le dice a Sancho que no debe hablar mal de su esposa, pero el se lo refuta diciendo que ella tambien habla mal de el, y mas cuando esta celosa. Al final se despidieron con intención de ir a ver la cueva de Montesinos y las lagunas de Ruidera. Don Quijote le pidió al diestro licenciado que los acompañó a las Bodas, que les diese un guía que los llevase a las cuevas. El estudiante le dijo que le daría un primo suyo muy aficionado a la lectura de libros de caballerías. Llegó el primo, Sancho aderezó al rucio, proveyó las alforjas y tomaron el camino de las cuevas. En el camino don Quijote le preguntó al primo cuál era su ocupación. Este le contestó que era humanista (estudioso de la historia antigua y las lenguas clásicas), aficionado a las novelas de caballerías y componía libros de provecho y entretenimiento para la república. A continuación le fue contando los libros que había escrito: de las libreas; Metamorfóseos o Ovidio español; Suplemento a Virgilio Polidoro, que trata de la invención de las cosa, donde explicaba quién fue el primero que cogió un catarro. Esto, lógicamente, provocó comentarios burlones de Sancho por las necedades y disparates que el primo decía. Don Quijote le dijo a

Sancho que dejara de decir aquellas cosas ridículas. Llegó la noche y se albergaron en una aldea. Al día siguiente, después de comprar cien brazas de soga, se dirigieron a la cueva a la que llegaron a las dos de la tarde. La boca de la cueva era espaciosa, pero estaba llena de arbustos, zarzas y malezas. Sancho sintió miedo por don Quijote. Don Quijote mandó que lo atasen a la soga. El primo le pidió que averigüe bien lo que hay dentro, pues algunas de las cosas que hallare las podría poner en un nuevo libro que pensaba escribir, llamado de las Transformaciones. A esto respondió Sancho que En manos está el pandero que le sabrá bien tañer (Ya sabe lo que tiene que hacer). Después de encomendarse a Dios y a Dulcinea descendió. Soltaron las cien brazas de soga que tenían. A la media hora empezaron a recoger la soga. Como no pesaba, creían que don Quijote se había quedado dentro. A las ochenta brazas, sintieron peso. Don Quijote salió dormido. Consiguieron despertarlo, pero renegó, porque “le habían quitado de la más sabrosa y agradable vida y vista que ningún humano ha visto y ha pasado”, añadiendo a continuación que “ahora acabo de conocer que todos los contentos de esta vida pasan como sombra y sueño o se marchitan como flor del campo”. Se sorprendieron de sus palabras y le dijeron que les contase lo que en aquel infierno había visto. Les dijo que se sorprenderán. Pidió de comer: se sentaron, merendaron y cenaron. Después les comunicó que estuviesen atentos a lo que les iba a contar. Capítulo 23: Serían las cuatro de la tarde cuando don Quijote empezó a contarles a Sancho y al primo lo que había visto en la Cueva de Montesinos. Empezó diciéndoles que a los doce estados de profundidad se abre un espacio grande. Como no sabía la profundidad total de la cueva, decidió quedarse allí. Al poco tiempo sintió sueño. Se despertó y se halló en un sitio memorable por su belleza: era el mejor prado que puede criar la naturaleza. No se creía lo que estaba viendo: un hermoso castillo de paredes transparentes. Montesinos en persona, con la apariencia de un viejo venerable lo recibió. Tenía una barba muy larga e iba vestido con una larga capa que arrastraba por el suelo. Llevaba por los hombros una beca de colegial. Lo primero que le dio fue la bienvenida, diciéndole que llevaba muchos años esperándolo para que le dijera al mundo las muchas bellezas que encierra la cueva. Guiado por Montesinos, fue llevado a una gran sala de alabastro. En un sepulcro estaba el cuerpo de Durandarte. La mano derecha estaba puesta sobre el lado del corazón. Como Montesinos vio que don Quijote estaba sorprendido, retomó la conversación y le dijo que se encontraban allí encantados por obra del mago Merlín. Nadie sabe por qué los encantó. Don Quijote le preguntó a Montesinos que cómo estando muerto Durandarte, algunas veces se quejaba como si estuviera vivo. En ese momento, Durandarte dijo parte de un romance en el que le recordaba a su primo Montesinos que cuando muriera su corazón se le debería llevar a Belerma. Le respondió Montesinos que hizo lo que le dijo: llevó su corazón, con un poco de sal para que no oliese mal, a Belerma; el mago Merlín los encantó a todos: a ella, a Durandarte y su escudero, Guadiana; a Ruidera, sus siete hijas y dos sobrinas y a él mismo, Montesinos. Este, le sigue diciendo a Durandarte que su escudero fue convertido en un río; tuvo tanta tristeza cuando lo dejó y ascendió a la superficie de la tierra, que de cuando en cuando sale y se deja ver por las gentes. Después le comentó que estaba en su presencia el caballero del que le habló Merlín, don Quijote de la Mancha, y que podría ser que por los méritos de tal caballero, fueran desencantados. Durandarte le respondió que si así no fuera, que no se preocupara: “cuando así no sea, ¡oh, primo!, paciencia y barajar” (paciencia y seguir jugando) A continuación contó don Quijote que vio, a través del cristal de las paredes, una procesión en dos hileras, de hermosas mujeres, vestidas de negro, que lloraban. Detrás de ellas venía Belerma, vestida de negro, era cejijunta, de nariz algo chata, boca grande y dientes colorados. Traía en las manos el corazón amojamado de Durandarte. Montesinos se atrevió a decir que si no fuese por el dolor y malas noches que Belerma pasaba, sería más hermosa que Dulcinea. Tanto irritó esto a don Quijote que le dijo a Montesinos “ya sabe que toda comparación es odiosa, y así, no hay que comparar a nadie con nadie”. Montesinos le pidió perdón. Intervino a continuación Sancho y el primo. El primero para decirle a don Quijote que por qué no castigó a Montesinos por decir que Belerma era más hermosa que Dulcinea. Don Quijote le respondió que “estamos todos obligados a tener respeto por los ancianos”. Sancho y el primo interrumpieron a Don Quijote, para expresar sus dudas sobre los tres días que decía que había pasado en ese otro mundo, durante los cuales, ni siquiera había comido ni bebido. Como había estado entre encantados, Sancho comentó que aquí se cumplía

el refrán “dime con quién andas: decirte he quién eres”. También les dice don Quijote que Montesinos le mostró tres labradoras que por aquellos campos iban saltando: una de ellas era Dulcinea del Toboso. Le dijo también que por allí se veía a otras señoras de los siglos pasados como la reina Ginebra y su dueña Quintañona, dándole vino a Lanzarote. Sancho cuando oyó todo esto pensó que don Quijote había vuelto a perder el juicio y hubiera sido mejor haberse quedado arriba, “hablando sentencias y dando consejos a cada paso”. Don Quijote añadió que cuando le habló a Dulcinea y no respondió la quiso seguir, pero Montesinos le comentó que no lo hiciese, pues de nada valdría y que había llegado la hora de salir de la sima. Cuando esto decía Montesinos, se acercó una de las labradoras que acompañaban a Dulcinea y en nombre de ella le pidió seis reales. Se sorprendió y le preguntó a Montesinos que cómo era posible que estando encantada tuviese necesidad. Montesinos le contestó que “esta que llaman necesidad adondequiera se usa y por todo se extiende y a todos alcanza”. Solamente le pudo dar cuatro reales, que era lo que llevaba encima. Además le dijo a la labradora que por desencantar a Dulcinea, hará como el Marqués de Mantua para vengar a su sobrino Baldovinos: no comer pan a manteles hasta vengarse. Se volvió a quejar Sancho de que don Quijote había vuelto a perder el conocimiento, más éste le dijo que todo lo que había visto era verdad y que más adelante le iría contando más cosas. Capítulo 64: Ana Félix fue muy bien recibida por la mujer de don Antonio Moreno en su casa. Don Quijote hubiera querido ir con sus armas a liberar a don Gregorio, tomando como ejemplo lo que don Gaiferos hizo con Melis...


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