INTRODUCCIÓN: LA ECONOMÍA, CIENCIA POLÍTICA Y SOCIAL Diego Guerrero (UCM) PDF

Title INTRODUCCIÓN: LA ECONOMÍA, CIENCIA POLÍTICA Y SOCIAL Diego Guerrero (UCM)
Author Silvina Contreras
Course Economía Política
Institution Universidad Nacional del Comahue
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Primeros capítulos de bibliográfica general, para la unidad I de la cátedra de economía política...


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0. INTRODUCCIÓN: LA ECONOMÍA, CIENCIA POLÍTICA Y SOCIAL Diego Guerrero (UCM) [1. Economía y Economía política; 2: Producción y mercados; 3. ¿Economía de mercado o modo de producción capitalista?; 4. Dos conceptos de eficiencia; 5. Dos conceptos de producción; 6. De la dualidad riqueza-valor a la controversia explotación-justicia distributiva; 7. Ortodoxia y heterodoxia en Economía]

0.1. Economía y Economía política

Aunque no podamos detenernos a considerar multitud de aspectos metodológicos que surgen cuando uno se enfrenta a estas cuestiones, nunca es superfluo insistir en que la Economía es una ciencia política y social (o al menos una disciplina incluida en el campo de las llamadas ciencias sociales o humanas), o plantear la cuestión de la equivalencia (o disparidad) de significados entre las clásicas denominaciones Economía y Economía política*3 (EP). Nos detendremos sólo un momento a considerar el segundo extremo.

La palabra "economía" tiene un origen etimológico griego, formado a partir de la combinación de dos términos, oikos y nomos, que significan, respectivamente, "casa" -no en el sentido físico, sino, más bien, en el sentido de patrimonio doméstico o familiar- y "normas" (reglas, leyes, regulación...). La oikonomía es, por tanto, originalmente, lo relativo a la buena organización y administración del patrimonio doméstico. Por eso, no sorprende que cuando se empezó a usar la expresión adjetivada Economía política (que aparece por primera vez en los escritos del francés del siglo XVII, Antoine de Montchrétien), se hiciera más bien con el significado que hoy tiene, entre nosotros, la noción de Hacienda Pública*. Es decir, como el conjunto de normas para la correcta administración de los ingresos y gastos públicos (del Estado), en la medida en que la palabra griega polis, que designa a la ciudad-estado de la Grecia clásica, puede interpretarse de forma ambigua, como algo que se refiere a la vez a la sociedad

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Los asteriscos (*) remiten al Glosario o al volumen II.

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(sociedad civil*, que diríamos hoy) que subyace a esa forma política, o al propio aparato que da forma política a dicha sociedad civil: el Estado (véase el capítulo 7 del manual).

Sin embargo, muy pronto el término EP se impuso como denominación cuasi universal para designar a lo que hoy llamamos Economía4. Así, desde los economistas clásicos* a los neoclásicos*, pasando por Marx*, la mayor parte de los economistas se refirieron a este campo de estudio como la EP5. Sin embargo, un autor importante, que estudiaremos en Microeconomía*, Alfred Marshall*, propuso, a finales del siglo XIX, sustituir la denominación habitual (Political Economy, en inglés) por otra, Economics* (o Economía, a secas), por considerar que así era más claro el propósito de no politizar e ideologizar* la materia económica, y de dotarla de un contenido tan científico y objetivo como el de otras ciencias más maduras. Este planteamiento, resultado del empuje del positivismo* metodológico dominante entonces (y aún hoy, bajo la forma de neopositivismo), dio lugar a un siglo largo de debates entre los que preferían una u otra denominación. Sin embargo, en este libro usaremos los términos Economía y EP (o incluso, el de Economía social) como perfectos sinónimos, ya que lo que nos interesa es entender los comportamientos, relaciones y estructuras que se manifiestan en la sociedad en relación con lo económico6. 0.2. Producción y mercados La cuestión que subyace a esos debates tiene más que ver con disputas en torno a los contenidos o enfoques utilizados para estudiar la economía capitalista* --que es el tipo de economía que va a centrar nuestra atención-- que con un problema puramente terminológico. A nuestro juicio, un elemento importante a la hora de distinguir entre los planteamientos ortodoxos* y heterodoxos* en el estudio de la Economía, distinción que

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A lo largo de todo este libro, usaremos la convención de escribir con minúscula la economía, entendida como realidad o hechos económicos, y con mayúscula la Economía, en el sentido del pensamiento económico, o parte de la producción intelectual que se refiere a lo económico. 5 Por citar sólo tres ejemplos célebres, mencionemos la obra del clásico David Ricardo*, Principios de Economía Política y Tributación (1ª ed., 1817), la de Carlos Marx*, El Capital: Crítica de la Economía Política (1er volumen, aparecido en 1867), o la del fundador de la moderna economía neoclásica del equilibrio general*, León Walras, Elementos de Economía Política pura (última ed., 1926). 6 Debe tenerse en cuenta que no todos los autores aceptan esta equivalencia. El lector debe saber que hay partidarios de identificar la Economía con la corriente mayoritaria y ortodoxa de la Economía --la corriente neoclásica*--, y llamar EP a los que defienden planteamientos críticos de los tradicionales. Hay incluso autores que prefieren llamar Crítica de la EP a las exposiciones heterodoxas del pensamiento económico, siguiendo la tradición abierta por el título del libro más famoso de Marx.

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procuraremos tener presente siempre que sea posible, es el de si se da más importancia relativa a los mercados o a la producción a la hora de analizar la economía capitalista. El enfoque ortodoxo* prefiere hablar y profundizar en el análisis de los mercados, mientras que la concepción heterodoxa* suele primar la perspectiva de la producción. Una manera más detallada de elaborar esta diferencia es atender a dos argumentos arquetípicos que engarzan entre sí los componentes de los dos conjuntos alternativos de conceptos básicos en cada uno de los enfoques señalados. Por esa razón, y siendo conscientes de la relativa simplificación que supone el siguiente esquema, comenzaremos explicando estas dos cadenas conceptuales, cuya enumeración podría ser la siguiente: a) en el enfoque ortodoxo: individuo-escasez-elección-eficiencia-intercambiomercado-economía de mercado b) en el enfoque heterodoxo: sociedad-reproducción-trabajo-producto socialexcedente-modo de producción-capitalismo.

A. El argumento ortodoxo parte, pues, del individuo (concebido como algo anterior y previo a la sociedad y a sus divisiones) y lo supone dotado de necesidades ilimitadas junto a una serie de recursos (o medios) que son limitados, lo cual hace que, al relacionar dichos medios con los objetivos que persigue (que equivalen a la mayor satisfacción posible de esas necesidades ilimitadas), los recursos aparezcan básicamente como recursos escasos*. Por consiguiente, la cuestión que se le plantea a cada uno en su comportamiento económico es cómo hacer frente a esa escasez; dicho de otra manera, cada individuo o agrupación de individuos se enfrenta al problema de la elección como problema central de la economía; y lo más importante en toda elección, desde el punto de vista económico, es que sea eficiente*, es decir, que se consiga la máxima* cantidad posible de objetivos (con unos recursos dados) o bien --lo que es equivalente-- que, dados unos objetivos determinados, se requiera la mínima cantidad posible de recursos (insumos*) para su consecución. Ahora bien, en la naturaleza humana habría (según esta interpretación) un instinto al intercambio --del que ya hablara Adam Smith* como de uno de los móviles fundamentales de la conducta individual-- que hace de nuestra especie un colectivo capaz de satisfacer sus problemas económicos de forma por lo general eficiente. Para ello, lo que se requiere básicamente es que los individuos, al pactar vivir en sociedad y dotarse de unas instituciones políticas para dirimir conflictos de intereses entre sus miembros, acierten al escoger la mejor organización social y 5

económica posible, que será aquélla que deje la mayor libertad para la expresión de esa tendencia innata al intercambio, que, una vez consolidada y desarrollada, se convierte en la institución* generalizada de los mercados. Inspirándose en el argumento de Smith, los economistas ortodoxos creen que la sociedad organizada económicamente a base de mercados es la única sociedad natural, y esta forma de economía natural llega a su máxima y más perfecta expresión cuando todo lo económico se subsume bajo la forma de intercambios mercantiles generalizados y universalizados, de forma que, al existir (potencialmente, al menos) un mercado para todo (incluida la fuerza de trabajo*), lo que tenemos es ya la economía de mercado*, la forma más natural y óptima7 de organizar económicamente la sociedad.

B. Por el contrario, el argumento del enfoque heterodoxo discurre por vías muy diferentes. Partiendo de la sociedad, lo primero que se comprueba es que la sociedad humana, como cualquier sociedad viva, sólo puede reproducirse* o perecer. Para su reproducción*, los humanos llevan a cabo una serie de actividades que llamamos trabajo social y constituye un conjunto de procesos laborales diferenciados (según el grado de desarrollo social) cuyo resultado global es el producto social. En dicho producto debe estar contenido, en primer lugar, todo lo necesario para reproducir las fuerzas productivas* que la sociedad gasta en la realización de su propia actividad productiva (medios de producción* y medios de consumo* de los que llevan a cabo la producción, es decir, los productores), y puede haber, además, un excedente*, que sería simplemente el exceso que supone el producto social íntegro más allá de ese producto necesario* requerido por la reproducción social a una escala inalterada. Sin embargo, desde que surge el excedente aparece la posibilidad de que la sociedad se convierta en una sociedad de clases* (es decir, que una parte de la misma viva sin participar en el proceso de producción, pero apropiándose de una parte de lo obtenido por los productores). La manera de organizar el comportamiento económico de las sociedades de clase, y en particular la forma en que se determinan los procesos de participación en la producción, el reparto y uso final del excedente global, son aspectos muy importantes en el conjunto de relaciones sociales que determinan el modo de producción* adoptado por cada sociedad (relaciones sociales que, por referirse a la producción, suelen llamarse

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Estos economistas no sólo creen que esa economía es natural, sino que añaden múltiples adjetivos laudatorios a las diversas manifestaciones de esa economía: competencia perfecta, óptimos de Pareto, equilibrio general, etc.

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relaciones de producción*). Una de las formas que han existido, y que todavía existe en la actualidad (y, además, de forma dominante), de organizar económicamente la sociedad es el llamado modo de producción capitalista*, o, simplemente, capitalismo. Esto significa que no siempre ha habido capitalismo y, además, dado que dicho sistema no se basa en ninguna propiedad natural o intrínseca a la naturaleza humana --sino que es más bien el producto de una determinada evolución histórica y social--, que no tiene por qué ser eterno (como tienden a pensar los ortodoxos), sino que puede ser sustituido por un modo de producción diferente en el futuro (con independencia de que unos lo quieran y otros se opongan a ello). 0.3. ¿Economía de mercado (EM) o modo de producción capitalista (MPC)?

Aunque tomaremos como sinónimas ambas expresiones, esto no elimina la dualidad de enfoques que utilizan los partidarios de emplear una u otra. Los que hablan preferentemente de EM tienden a pensar más en los mercados y en su comportamiento que en los procesos de producción que hay detrás de la mayoría de los mercados (pero que ellos prefieren dejar en 2º plano). Así, el esquema favorito de la Economía convencional refleja muy bien los rasgos analizados en el epígrafe 2. Veamos cómo explica la Economía ortodoxa el esquema de la figura 0.1. La EM más simple sólo exige la presencia de dos sectores: empresas y familias (o "economías domésticas"), cuya doble relación mutua es la siguiente. En primer lugar, las familias se caracterizan y comportan como si fueran individuos, y sus principales atributos son los de ser a la vez propietarios y consumidores. Lo primero se manifiesta en que ponen a disposición de las empresas todos los factores productivos* de su propiedad (o los servicios* que éstos prestan) y reciben a cambio unas rentas en forma de pago por el uso de esos factores (o servicios productivos). Esa renta nacional* (RN) que perciben las familias se usa luego en comprar el producto nacional (PN) que las empresas están en condiciones de ofrecerles como consecuencia de la combinación de los factores productivos en su interior. El conjunto de esas compras forma el gasto nacional (GN) y se compone, en este modelo simplificado, sólo de consumo privado (o familiar).

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Figura 0.1: El doble flujo circular de la RN

Este esquema del doble flujo circular de la RN nos muestra, pues, un flujo real, que circula por el interior (en sentido contrario a las agujas del reloj), y otro monetario (exterior y en el sentido del reloj) que son equivalentes (es decir, representan el mismo valor*) y se cruzan dos veces: la primera, en la parte inferior del gráfico, dando lugar a los llamados mercados de factores, y la segunda, en la parte de arriba, en forma de mercados de bienes y servicios. En ambos se forman los correspondientes precios de mercado, que serán el objeto de nuestra atención principal en la sección de Microeconomía (cap. 1). Sin embargo, este esquema puede criticarse sobre una cuádruple base: 1) el sector familias representa a la sociedad concebida como una simple suma de individuos, y no como una auténtica sociedad. Al prescindir de cualquier categoría social que no sea la familia, esto significa de facto que hay una única clase social, o --lo que viene a ser lo mismo-- que no hay clases sociales, ya que no aparece distinción

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alguna en el interior de las familias sino que se las trata a todas como iguales: como simples consumidores-propietarios de un vector de factores8.

2) la insistencia en identificar gasto, o demanda*, y consumo privado, tiende a hacer olvidar que, en la práctica, el consumo privado sólo constituye una pequeña fracción del total de la demanda mercantil que se presenta en los mercados (y que contribuye a la formación de los precios que se estudian en Microeconomía). Esto es así, porque el consumo privado apenas representa una fracción de la demanda final*, que a su vez, sólo es una parte de la demanda total*9.

3) es importante no olvidar que tampoco se puede tomar la demanda solvente o efectiva como sinónimo de demanda de la sociedad (la que representa las necesidades sociales reales), ya que sólo se trata de la demanda con capacidad adquisitiva* real (respaldada con dinero) en un estado dado (e injusto) de la sociedad. Dicho a la manera neoclásica, es cierto que los consumidores votan en el mercado cada vez que se deciden por una u otra mercancía. Pero no debemos pensar que lo hacen democráticamente* (un hombre, un voto). Esto es un inmenso error. En realidad lo hacen de forma plutocrática*, es decir, de acuerdo con el principio alternativo "una peseta, un voto", de forma que un hombre con mil millones vota mil veces más que otro con un solo millón. 4) Por último, la referencia a los "factores productivos" no se plantea la cuestión de a qué nos referimos por productivos. Dicho de otra forma, ¿se trata de factores productivos de riqueza* o de factores productivos de valor? David Ricardo* dedicó todo un capítulo de su libro principal a explicar las "propiedades distintivas" entre riqueza y valor, advirtiendo de los peligros que encierra para la economía científica la confusión entre ambos. Desde que William Petty* escribiera que el trabajo y la tierra* 8 Dicho de otra manera, si los economistas de la escuela Clásica hablaban de tres clases sociales, en función de que se utilizara predominantemente el trabajo, el capital o la tierra como forma de vida (a las que corresponderían tres tipos de rentas: salarios, beneficios y renta de la tierra, respectivamente), los neoclásicos anulan las clases al hacer de cada familia un propietario de un vector de factores v = (x, y, z), sin conceder importancia alguna a que el comportamiento de estos individuos-propietarios-consumidores puede diferir mucho de hecho, está determinada en gran medida por ello, como veremos más adelante) en función de que dichos vectores (cuyos elementos expresan los porcentajes de cada tipo de factor que componen la dotación global de factores de cada familia), sean v1 = (1, 0, 0), v2 = (0,1, 0) o v3 = (0, 0, 1). 9 En la mayoría de los países, el consumo oscila entre 3/5 y 2/3 de la demanda final* (los otros componentes de ésta son la demanda de inversión, la demanda pública y la demanda exterior), y ésta representa entre el 40% y el 50% de la demanda total* (el resto es demanda intermedia* entre las empresas). Esto significa que el consumo privado sólo interviene en un porcentaje de las transacciones mercantiles (en todas las cuales se forma un precio) que oscila, por lo general, entre un máximo de 1/3 y un mínimo de un 24%.

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(hand y land) son el padre y la madre de la riqueza, todo el mundo --ortodoxos y heterodoxos-- está de acuerdo en atribuir tanto al factor subjetivo (la fuerza de trabajo humana) como al objetivo (los medios de producción*) la capacidad de producir riqueza, que consiste en la generación de abundancia de bienes útiles para el hombre. Pero como señala Ricardo, el valor no depende de esa abundancia sino de la "facilidad o dificultad de su producción", y, por tanto, gracias al incremento de la productividad* del trabajo, se puede producir el doble de riqueza (por ejemplo una cantidad doble de kgs.) con el mismo coste social en trabajo, en cuyo caso el valor de esta producción duplicada será el mismo, pero el valor de cada kg. habrá descendido a la mitad.

Los economistas neoclásicos, y ortodoxos en general, al confundir valor y riqueza, no sólo caen en el error que denunciaba Ricardo, sino que olvidan también la advertencia equivalente que nos hace unos de los fundadores del marginalismo*, A. A. Cournot*, que ya en 1838, al analizar la elasticidad* de la demanda, observó que, aunque lo normal es que el valor se produzca mediante la generación de riqueza (aunque no al mismo ritmo, porque sus respectivas evoluciones pueden ser muy dispares), a veces también se puede crear destruyéndolas (por ejemplo, tirando la mitad de la cosecha de café al mar, si el precio global de la mitad restante excede en el mercado el que hubiera tenido la masa total cosechada). 0.4. Dos conceptos de eficiencia

Antes de profundizar en este doble concepto de producción (riqueza y valor), analizaremos las diferentes concepciones de eficiencia económica en la Economía convencional y alternativa. La 1ª liga la idea con la (curva o) frontera de posibilidades de producción* (FPP) de la sociedad y con el coste de oportunidad*. La 2ª denuncia las limitaciones de esa concepción por su naturaleza estática, y apuesta por una concepción dinámica, más realista, que conduce a conclusiones diametralmente opuestas.

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Figura 0.2: La Frontera de posibilidades de producción de una sociedad (FPP)

La concepción ortodoxa de la eficiencia la identifica con la ausencia de derroche o despilfarro, pero en un contexto estático*, donde las condiciones técnicas están dadas. Para ilustrar estas ideas, podemos apoyarnos en la figura 0.2, que representa la FPP de una sociedad determinada, bajo el triple supuesto10 de que están dados: a) las cantidades producidas de los demás bienes que no aparecen en la figura; b) los recursos productivos que se consumen en la producción de todos los bienes; c) la técnica que se utiliza en cada proceso productivo que se pone en funcionamiento. Teniendo en cuenta ese triple supuesto, podemos suponer que la sociedad está en condiciones de elegir entre cada una de las 5 posibilidades (las opciones A a E) del cuadro 0.1:

La curva continua que une los puntos A y E forma la FPP, o conjunto de puntos eficientes en que puede colocarse la sociedad. Se trata de una auténtica frontera porque

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Es muy importan...


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