LA CIUDAD ANTIGUA ESTUDIO SOBRE EL CULTO, EL DERECHO Y LAS INSTITUCIONES DE GRECIA Y ROMA ESTUDIO PRELIMINAR PDF

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Author Ricardo Leguizamon
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FU STEL DE C O U LA N G ES Si LA CIUDAD ANTIGUA ESTUDIO SOBRE EL CULTO, EL DERECHO Y LAS INSTITUCIONES DE GRECIA Y ROMA E S T U D IO PR ELIM IN A R DE DANIEL MORENO EDITORIAL PORRÚA AV. R EPÚ B LIC A ARGENTINA 15. M EXICO “ SEPAN C U A N TO S...” N úm . 181 Fustel de Coulanges, uno de los grandes so...


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FU STEL DE C O U LA N G ES

Si

LA CIUDAD ANTIGUA

ESTUDIO SOBRE EL CULTO, EL DERECHO Y LAS INSTITUCIONES DE GRECIA Y ROMA

E S T U D IO PR ELIM IN A R DE

DANIEL MORENO

EDITORIAL PORRÚA AV. R EPÚ B LIC A ARGENTINA 15. M EXICO

“ SEPAN C U A N TO S...”

N úm .

181

ÎERIA PORRUA DESDE 1900 5IRRRA V ARfii:\T.’NA lUD AP DE MÉXICO

Fustel de Coulanges, uno de los grandes sociólogos, a la par que singular historiador, riene en La ciudad an­ tigua su obra más conocida. Esta obra, que parece más bien literaria por la singular calidad con que fue escrita, constituye una fuente amena, a la vez que erudita, para conocer los sistemas sociales de los pueblos antiguos, tanto de Roma como de Grecia; y de paso, tener una noción cabal de los problemas sociológicos derivados de la religión y del derecho. D e Coulanges alcanza en el cam po de los juristas una relevancia singular debido a la agudeza de sus ob­ servaciones, a la profundidad con que analiza los an­ tecedentes de la legislación, por la concatenación que encuentra entre los bechos y las creencias. La lectura de esta obra es de enorme actualidad porque la profundidad con que caló en el mundo an­ tiguo le permitió a su autor sentar principios válidos para varias épocas. La ciudad antigua es uno de los libros más bellos, está impregnado de pasión y sentimiento, de emoción, que hacen que la lectura se deslice placenteramente.

FUSTEL DE COULANGES

LA CIUDAD ANTIGUA ESTUDIO SOBRE EL CULTO, EL DERECHO Y LAS INSTITUCIONES DE GRECIA Y ROMA

E s t u d io p r e l im in a r DE

DANIEL MORENO

D E C IM O T E R C E R A E D I C I Ó N

EDITORIAL PORRÚA AV. REPÚBLICA ARGENTINA, 15 M ÉX ICO, 2003

P rim e ra e d ic ió n , 1864 P rim e ra e d ic ió n en la C o lecció n “S e p a n c u a m o s ..." , 197Î

Copyright © 2003 L a v ersió n , el estu d io p re lim in a r y las c a ra cte rístic a s d e esta e d ic ió n son p ro p ie d a d d e E D IT O R IA L PO RR Ú A , S. A. d e C. V. — 2 Av. R e p ú b lic a A rg e n tin a , 15, 06020 M éxico, D. F.

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LA CIUDAD A N TIG UA

ESTUDIO PRELIMINAR La incomprensión del presente nace fatalmente de la igno­ rancia del pasado. Pero no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente. En otro lugar he recordado esta anécdota: en cierta ocasión acompaña­ ba yo en Estocolmo a Henri Pirenne. Apenas habíamos llegado cuando me preguntó: “¿Qué vamos a ver primero? Parece que hay un ayuntamiento completamente nuevo. Comencemos por verlo.” Y después añadió, como si quisiera evitar mi asombro: “Si yo fuera un anticuario sólo me gustaría ver las cosas viejas. Pero soy historiador y por eso amo la vida.” Esta facultad de captar lo vivo es, en efecto, !a cualidad dominante del historiador. No nos dejemos engañar por cierta frialdad de estilo; los más grandes entre nosotros han poseído esa cualidad: Fustel o Maitland a su manera, que era más austera, no menos que Míchelet. Quizá esta facultad sea en su principio un don de las hadas, que nadie pretendería adquirir si no lo encontró en la cuna. (Bloch, Intro­ ducción a la Historia.)

Han transcurrido más de ¡res décadas desde que escuché, por vez primera, el nombre de Fustel de Coulanges: lo pronunciaba, con grandes elogios, el doctor Miguel Galindo, quien en 1937 nos exponía, en la Escuela Secundaria y Normal de Colima, la cátedra de Literatura Española e H ispa­ noamericana. Además de las explicaciones dedicadas a la preceptiva, buena parte de la clase estaba dedicada a lecturas y al conocim iento de autores clásicos, única forma — según el autor de una Literatura M exicana y de numerosas obras sobre Colima— de poder com prender las bellezas lite­ rarias; también, procedim iento indispensable para llegar a escribir media­ namente, o aun llegar a ser un buen escritor. Pocos años después, en 1940, ingresé a la Facultad Nacional de Derecho y Ciencias Sociales y nuevam ente tuve oportunidad de escuchar las reco­ mendaciones para la lectura de La ciudad antigua, recom endaciones que partían de los labios de uno de los más ilustres m aestros que ha tenido la Universidad Nacional: don Antonio Caso, quien en su clase de Sociología afirmaba que uno de los grandes sociólogos, al par que singular historia­ dor, era precisamente el autor de tal libro. En tales condiciones, del cono­ cimiento de algunos trozos escuchados en las lecturas de Colima, pasé a la obra completa. En la propia escuela de Leyes, en más de una ocasión y a diversos maestros, entre los que recuerdo a Recaséns Siches y a don vil

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Atenedoro M onroy, seguí escuchando la recom endación de llegar a una fuente tan amena, ai par que erudita, para conocer los sistemas sociales de los pueblos antiguos, tanto Roma como Grecia; y de paso, tener una noción cabal de los problem as sociológicos derivados de la religión y del Derecho. Los años pasaron y ya, profesional del Derecho, tuve ocasión de saborear, con m ayor cultura, los profundos estudios que contiene una obra que parece más bien literaria, debido a la singular calidad con que fue escrita. Fustel de Coulanges, Num a Denys, dem uestra que se puede ser erudito y, sin embargo, m anejar el lenguaje con la m ayor elegancia lite­ raria. Por eiio, al entregar estas notas para la difusión m asiva de su obra más conocida, a través de la ya benem érita de la cultura popular Editorial Porrúa, lo hago haciendo alusión a las principales calidades del autor de La ciudad antigua, como sociólogo, como historiador y como jurista.

EL SOCIÓLOGO M uy difícil resulta que alguien no pueda coincidir en los términos que hallamos en la Introducción a La ciudad antigua. Estudio sobre el culto, el Derecho, las instituciones de Grecia y Roma, cuando el autor puntua­ liza la necesidad de estudiar las más antiguas creencias de los antiguos para conocer sus instituciones. A continuación precisa el famoso historia­ dor francés sus finalidades: “Nos proponem os mostrar aquí según qué principios y por qué reglas la sociedad griega y la sociedad romana se han gobernado. A sociam os en el mismo estudio a romanos y griegos, porque estos dos pueblos, ramas de una raza y que hablaban dos idiomas formados de una misma lengua, han tenido también un fondo de instituciones comunes y han soportado una serie de revoluciones sem ejantes.” Párrafos adelante examina la importancia de las nociones y las com ­ paraciones que realiza, al sostener que los errores sobre estos antiguos pueblos no carecen de peligro: “La idea que se han formado de Grecia y Roma ha perturbado frecuentemente a nuestras generaciones. Por haber observado mal las instituciones de la ciudad antigua, se la ha creído resu­ citar entre nosotros. Se ha formado una ilusión sobre la libertad entre los antiguos, y sólo por eso ha peligrado la libertad entre los modernos. Nuestros ochenta últim os años han demostrado claramente que una de las grandes dificultades que se oponen a la marcha de la sociedad moderna, es el hábito por ésta adquirido de tener siempre ante los ojos la antigüedad griega y rom ana.”

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No debemos olvidar que Fustel escribía en la séptima década de la pasada centuria, de manera que al referirse a los últimos ochenta años, estaba aludiendo a los tiem pos inmediatos a la Revolución Francesa, a la intensidad de ésta y a sus consecuencias: el imperio de Napoleón Bonaparte, la caída de la monarquía borbónica en Francia y la restauración; la llegada de la dinastía orleanista y, finalmente, la presidencia y luego el imperio de Napoleón III, bajo cuyo reinado escribía Fustel y en cuya época aparecie­ ron sus primeros trabajos y su libro más leído. No es por dem ás que para 1864, fecha de aparición de su obra básica, ya había com enzado la inva­ sión napoleónica en México y las tropas francesas se hallaban enfrascadas en el establecimiento, al cobijo de !as armas de Francia, de un imperio en América, que seguramente para los soñadores de aquelia aventura, podrían ser los polos, con el imperio de don Pedro en el Brasil, de una decisiva y definitiva influencia de Europa y el sistem a monárquico en las tierras de América. En esos mismos años, los primeros de la séptima década, los Estados Unidos se habían enredado en una terrible guerra, que ponía en peligro la unión norteamericana. Solamente la tenacidad de Lincoln y la industrialización del norte de aquel país, permitieron la subsistencia de tal nación bajo una sola bandera. Por tanto, los ochenta años a que alude Fustel de Coulanges, y que de una manera tan rápida se pueden mencionar, significan, para la Europa en la que se había desarrollado la vida del historiador francés, una serie de cambios profundos en el devenir de aquellos pueblos, que hasta esá fecha eran los rectores de los destinos de la Humanidad, al punto que po­ dían considerarse como amos absolutos de tales destinos. Los acontecimien­ tos de la segunda mitad de la pasada centuria, dem uestran que se habían equivocado. Aquí es pertinente señalar que en el mismo año en que nació Fustel de Coulanges, en 1S30, el mundo pasaba por gravísim os trastornos polí­ ticos y sociales. Sin hacer alusión más que a los principales, es pertinente recordar que ese año fue de luchas tremendas, con gran participación del pueblo, que hicieron temer a las clases burguesas de Francia una nueva revolución, pues París, que era el corazón de esa gran nación, padeció esas luchas populares, lo que produjo la abdicación de Carlos X, de ia antigua Casa de Borbón, para dejar el paso a Luis Felipe I, de Orleans, com o rey de Francia. Mas los disturbios se presentaron no solamente en París, sino en los Principales países europeos: hubo trastornos populares en Alem ania, que entonces se encontraba aún lejos de su integración nacional, pero que ya había dado muestras, aunque parezca contradictorio, bajo la influencia de las invasiones de Bonaparte a principios del siglo, de un anhelo por lograr

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la unidad. Por otra parte, hubo también graves levantamientos en Bruselas, que llegaron a producir la independencia de Bélgica. Carlos de Talleyrand, el famoso diplom ático francés tanto de N apoleón como de los Borbones, ha dejado en sus M em orias testim onios indubitables de esos fenómenos políticos. Particularmente en la independencia de Bélgica, la mano del ju s­ tamente llamado “Mago de la diplom acia napoleónica” tuvo determinante participación. En la misma fecha asciende al trono de Inglaterra G uiller­ mo IV; se produce la famosa conferencia de Londres, que reconoce la independencia de Grecia. De todos es conocida la rom ántica aventura de Lord Byron, como insurgente en las luchas libertarias de la antigua Hélade, que culminaron en este año con la libertad oficialm ente reconocida. Mas no solam ente en Europa se producen graves acontecim ientos en el año del nacimiento de Numa Denys, sino también en otros sitios dei universo: en África del Norte, ya en plena expansión imperialista la Europa Occidental, los franceses inician la conquista de Argel y parte de! norte africano. No hay que olvidar que apenas un año antes, la Rusia zarista se lanzaba sobre Turquía, aunque en tal año se concertaba la paz de Andrinópolis. Por lo que se refiere a nuestra América, 1830 era también un año clave. Lograda la independencia del Imperio Español, nos hallamos en la caída de los grandes libertadores y de quienes intentaron construir una A m érica grande y unida, cuyas fronteras llegaran desde las Californias, entonces todavía formando parte de M éxico: Colorado, Arizona, Nuevo México, Texas, hasta la Patagonia. Mas el proceso de disgregación se ini­ ciaba y en buena parte iba a quedar concluido en la propia década: inicia­ da con la disolución de la Gran Colombia, en la que los españoles de Ecua­ dor y Venezuela cercaban su feudo, en tanto que el otro miembro de aquella vigorosa entidad, la antigua Nueva Granada, se convertía en la nueva Colombia, con Santander, el llamado “hombre de la Ley”, así tuvie­ ra entre sus hazañas el intento de asesinato del gran Simón Bolívar. Esa misma década ocurrirían las luchas fratricidas entre los miembros de ia antigua Capitanía General de Guatemala, convertida en República Federal de Centroam érica; mas el sueño de Morazán no se cumplió, y los constabularios de Carrera y sus secuaces dieron al traste con tan noble pro­ yecto. También la Confederación Pem anoboliviana, que encabezó el ex­ traordinario mestizo, mariscal Andrés de Santa Cruz, h e re d e ro en buena parte de los sueños bolivianos, recibió golpes de muerte, infortunadamente por aquellos que debieron haber luchado por su p e rm a n e n c ia . El mismo año del nacimiento, apenas precedido en escaso tiempo por la iniciación de una de las grandes obras literarias, la Comedia Humana,

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del fabuloso Balzac, que principia en 1829, nos encontram os la polém ica científica entre el gran Cuvier y Saint-Hilaire, en tom o a las teorías transformistas. También 1830 vio la aparición de los Principios de Geología, de Lyell; y alg° de singular trascendencia para el m undo de las letras, la publicación de Hernani, del novelista francés V íctor Hugo, considerada por muchos como el inicio casi oficia! de un capítulo fundamental de la literatura europea, que pronto se expandió por todo el mundo: el rom an­ ticismo. Tal vez sería pertinente añadir que al año siguiente hay trastornos en Italia, Polonia, que es convertida en provincia rusa, en tanto que estalla la guerra egipcio-turca. La imagen internacional se com pletaría si preci­ samos que en nuestro continente apenas s¡ el Brasil tiene una continuidad relativamente institucional, pues en 1831 Pedro II se convierte en em pe­ rador de la antigua gran colonia portuguesa. Solamente de paso apuntam os que nuestro país se halla en plena anar­ quía en estos años, con las pugnas entre federalistas y centralistas, por un lado, y la de yorkinos y escoceses, logias masónicas, por la otra. Si en 1823 había sido fusilado Iturbide, el principal consum ador de la Inde­ pendencia mexicana, cuyo sesquicentenarío parece que se va a celebrar en este año con cierta timidez; el año de 1831 es asesinado el general Vicente Guerrero, quien como principal jefe insurgente intervino en nuestra inde­ pendencia. Tal crimen fue resultado de la reacción m ilitarista de Jaiapa, triunfante el año anterior, que había derribado a Guerrero, presidente de la República. Señalados los principales acontecim ientos históricos y culturales en tomo a la fecha del nacimiento de Fustel, retom arem os a ubicar su perso­ nalidad como sociólogo. Nacido el año en el que Augusto Comte comienza sus cursos de filosofía positiva, Fustel de Couîanges va a resultar uno de los más eminentes sociólogos de su tiempo; y sus libros pueden ser leídos todavía con provecho por ios profesionales de esta disciplina. Sus campos más importantes fueron la religión y el culto, tas instituciones familiares y de la propiedad. Pensamos que si nuestros ideólogos de la pasada cen­ turia hubieran tenido el conocimiento sociológico que Fustel difundió, pero a los que ya otros pensadores como M ontesquieu habían hecho asedios, no se hubiera producido un conflicto tan tremendo como el que ocurrió entre la Iglesia y el Estado mexicano. De la importancia de ias creencias nos dejó páginas m agistrales, de las que nos permitimos recoger algunos párrafos para que los lectores de nuestros días, aficionados o no a los problemas sociales, ubiquen el pensamiento del gran historiador francés, que seguram ente aún puede iluminar problemas; de otra manera nos parecerían abstrusos y oscuros. En la introducción a La ciudad antigua nos dice:

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“Los grandes cambios que periódicamente se manifiestan en la cons­ titución de las sociedades, no pueden ser efecto de la casualidad ni de la fuerza sola. La causa que los produce debe ser potente, y esa causa debe de residir en el hombre. Si las leyes de la asociación humana no son las mismas que en la antigüedad, es que algo ha cambiado en el hombre. En efecto, tenemos una parte de nuestro ser que se modifica de siglo en siglo: es nuestra inteligencia. Siempre está en movimiento, casi siempre en progreso, y, a causa de ella, nuestras instituciones y nuestras leyes están sujetas al cambio”. Luego concluye en la siguiente forma: “Hoy ya no piensa el hombre lo que pensaba hace veinte siglos, y por eso mismo no se gobierna como entonces se gobernaba.” He aquí, en unas cuantas líneas, una serie de definiciones doctrinales, de reflexiones de filosofía política y de sociología aplicada, que conside­ ramos siguen teniendo validez. En la continuidad de su propio pensam ien­ to, añade con agudeza: “La historia de Grecia y Roma es testimonio y ejemplo de la estrecha relación que existe siempre entre las ideas de la inteligencia humana y el estado social de un pueblo. Reparad en las instituciones de los an­ tiguos sin pensar en sus creencias, y las encontraréis oscuras, extrañas, inexplicables. ¿Por qué los patricios y los plebeyos, los patronos y los clientes, los eupátridas y los tetas, y de dónde proceden las diferencias nativas e imborrables que entre esas clases encontramos? ¿Qué signi­ fican esas instituciones laccdemónicas que nos parecen tan contrarias a la Naturaleza? ¿Cómo explicar esos caprichos del Derecho privado: en Corinto, en Tebas, prohibición de vender la tierra; en Atenas, en Roma, desigualdad en la sucesión entre el hermano y la hermana? ¿Qué entendían los jurisconsultos por agnación, por gens? ¿Por qué esas revoluciones en la política? ¿En qué consistía ese patriotismo singular que a veces extinguía los sentimientos naturales?” Todas estas interrogantes tienen amplia respuesta en ia obra de Fuste!; explicaciones magistrales. Si entre nosotros mismos, nos hubiéramos acer­ cado a las instituciones de nuestros indios con espíritu de honradez y con pleno conocim iento de sus costumbres y el por qué de ellas, no se hubie­ ran cometido las aberraciones que, aun en un régimen como el revolucio­ nario, surgido del movimiento democrático y armado del señor Francisco I, Madero, y consolidado tal movimiento y las instituciones nuevas que de él surgieron; no se hubieran cometido los graves errores, aun con la mejor intención, como en los gobiernos de Obregón y del radical general Cár­ denas, si se hubiera tenido un mejor conocimiento de la organización social y religiosa de las antiguas com unidades y señoríos indígenas. Por ello no

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nodem os menos de puntualizar e! gran interés de las ideas del autor que

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amos. Por cierto que muchas de las instituciones siguen siendo con­

sideradas, equivocadam ente, de Roma y Grecia, aun por especialistas, quienes carecen del conocimiento que, no obstante la difusión dei manejo de las ideas, creencias e instituciones de ellas, se ha hecho. Del propio

Fustel son !as siguientes palabras: “¿Qué se entendía por esa libertad de que sin cesar se habla? ¿Cómo es posible que hayan podido establecerse y reinar durante mucho tiempo instituciones que tanto se alejan de la idea que hoy formamos de ellas? ¿Cuál es el principio superior que les ha otorgado su autoridad sobre el espíritu de los hombres?" “Pero, frente a esas instituciones y a esas leyes, colocad las creen­ cias: los hechos adquirirán en seguida más claridad, y la explicación se ofrecerá espontáneamente. Si, remontando a las primeras edades de esta raza, es decir, al tiempo en que fundó sus instituciones, se observa la idea que tenía del ser humano, de la vida, de la muerte, de la segunda existencia, del principio divino, adviértese una relación íntima entre esta...


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