La guerra con Brasil 1826 - 1828 PDF

Title La guerra con Brasil 1826 - 1828
Author Mariana Morón
Course Historia Diplomática y Política Exterior Argentina y Latinoamericana
Institution Universidad Siglo 21
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Gran Bretaña y la independencia de las provincias argentinas (1810-1825) Afirma Escude, (2000): “Entre 1810 y 1820, Buenos Aires intentó vanamente imponer distintos proyectos de organización al resto del ex virreinato del Río de la Plata‟. Esta ausencia de apoyo a las autoridades porteñas las llevó a buscar en distintos gobiernos europeos el respaldo que les faltaba. Esta tendencia se materializó en la búsqueda por parte de la diplomacia porteña de diversas candidaturas de monarcas extranjeros para cubrir el vacío de poder existente en el Río de la Plata luego de la Revolución de Mayo; como ya hemos visto, los candidatos propuestos eran de diverso origen: la esposa del príncipe regente de Portugal, la figura de un Inca o un miembro de alguna casa reinante europea. A pesar de no intervenir en forma directa en el proceso de emancipación del Río de la Plata, la potencia que tuvo un papel de la mayor relevancia en el desenlace de esta historia fue Gran Bretaña. Durante un buen tiempo Inglaterra fue renuente a reconocer la independencia del Río de la Plata. Fiel a su rol de garante del equilibrio de poder europeo, Gran Bretaña estaba aliada con España durante la ocupación de ésta por las tropas napoleónicas. Esta alianza anglo hispana fue reforzada en julio de 1814, ya caído el poder napoleónico y retornado Fernando VII al trono español, por la firma de un tratado entre ambos países mediante el cual España se comprometía, en el caso de abrir sus colonias al comercio extranjero, a admitir a Inglaterra como nación más favorecida. En consonancia con este compromiso, el 28 de agosto de 1814 Inglaterra prohibió (infructuosamente) a sus súbditos la entrega de armas y auxilios a los insurgentes hispanoamericanos.

El proceso revolucionario. La Revolución de Mayo. Los mini estados provinciales. Según Escudé (2000), “…como ya se señaló, uno de los mitos cruciales de la historiografía de las relaciones exteriores argentinas es que este país era un Estado reconocible desde su Independencia. Ya hemos argumentado que en tanto un Estado se define por el monopolio de la fuerza legítima y la acuñación de moneda, las provincias argentinas no constituyeron un Estado hasta por lo menos la caída de Rosas. Más aún, lo que hoy llamamos República Argentina, que emergió de la amalgama entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires, no nació hasta 1860, consolidándose sólo con la Guerra de la Triple Alianza, entre 1865 y 1870. Excepto en el nivel municipal (los cabildos), no hubo continuidad entre las instituciones virreinales y las del Estado argentino, que representan una entidad política y jurídica nueva‟.

La Guerra con Brasil: su influencia en la política interna. Las consecuencias. La presencia de la Banda Oriental (Uruguay) en el juego de equilibrio en la Cuenca del Río de la Plata se remonta a la antigua rivalidad hispano lusitana de la época colonial. Perteneciente por lengua y costumbres a la zona española que heredan los criollos, primero fue Portugal y luego su

continuidad el Imperio de Brasil, quienes plantean una permanente zona de conflictos. A ello se debe sumar en el primer tercio del siglo XIX la presencia de Gran Bretaña, ya sea por sus comerciantes tempranamente instalados, ya sea por su diplomacia, influencia e intereses. La zona del virreinato de la Plata, iniciado su proceso de independencia se agita en una inestabilidad que se traduce en guerras civiles, y la emergencia de los que Escude llama los ‟mini estados‟, y en definitiva, eso son las provincias que una a una reasumen una soberanía en discusión; en este sentido es ejemplar la actitud del líder de la Banda Oriental, Gervasio de Artigas. Los proyectos centralistas y federalistas, al igual que en el resto de la naciente América Latina, desangran a las elites criollas y extraen a más no poder los exhaustos recursos de los pueblos. (Gorostegui, 1970, p.70). La novedad de la década del veinte, se da por el nacimiento de la provincia de Buenos Aires, que bajo la autoridad de Martin Rodríguez como gobernador, deja de liderar el intento centralista y ante la necesidad de ‟orden‟ se asume como otro mini estado, como otra Provincia Unida, y deja entre paréntesis el proyecto de la unidad hasta el congreso de 1826. Éste es el trasfondo del conflicto en ciernes con el Imperio de Brasil.

La guerra La política de la primera década revolucionaria y el enfrentamiento entre el gobierno porteño y Artigas, facilitaron la penetración portuguesa en la Banda Oriental que terminó por ser anexada a Portugal con el nombre de Provincia Cisplatina para pasar luego a formar parte integrante del Brasil cuando éste se independiza en 1822. Las gestiones realizadas por el gobierno de Martín Rodríguez en 1823 ante el Imperio, no tuvieron éxito y el problema siguió en pie hasta abril de 1825 en que la expedición de los 33 orientales comandada por Lavalleja desembarcó en la Banda Oriental y precipitó los acontecimientos. Con su ocupación, Brasil sólo había conseguido negarse la voluntad, de los habitantes, aun de aquellos que aprobaran en su momento la intervención portuguesa contra Artigas, de allí que la pequeña expedición invasora, aparte del auxilio que le prestaron hacendados orientales y porteños radicados en la provincia de Buenos Aires, obtuvo un inmediato y masivo apoyo de la campaña uruguaya.

El 25 de agosto, un Congreso reunido en la Florida proclamó la independencia de la Banda Oriental del dominio brasileño y decidió la reincorporación del territorio a las Provincias Unidas del Río de la Plata; a principios de octubre el Imperio sólo conserva Montevideo, Maldonado y La Colonia y el 24 de ese mismo mes el Congreso reunido en Buenos Aires acepta la incorporación decidida en La Florida. La decisión tendrá como consecuencia inevitable la guerra con el Brasil y, todos lo saben, pero la mayoría está por ella. El gobernador de Buenos Aires y sus ministros, Las Heras y García, no pueden más que aceptar la situación que, en su opinión, sólo traerá perjuicios al Río de la Plata. Los partidarios de la guerra, confiados en un final rápido y favorable, esperan por el contrario obtener buenos beneficios del conflicto; y entre ellos no son los menos entusiastas los veteranos del ejército postergados por las reformas introducidas por Rivadavia... La victoria lograda por el ejército nacional en Ituzaingó el 20 de febrero de 1827 parece darles la razón a quienes se han inclinado por la guerra; sólo en parte, porque a la victoria le sucede un período de saqueos y deserciones que corroe internamente las fuerzas armadas y frena el avance. La nueva perspectiva es la de un conflicto largo y difícil de mantener para las Provincias Unidas, cuya economía, muy deteriorada, sufre los efectos del bloqueo impuesto por los brasileños y que las victorias navales obtenidas por Brown no consiguen romper. Al mismo tiempo, la crisis política en la que se debate el Congreso se acentúa: la guerra ha dejado de ser un factor de unión nacional para convertirse en un nuevo elemento divisionista pues el país, cansado de las interminables luchas, se vuelve masivamente en contra de los congresales que con la ley de presidencia ya se habían enajenado los ánimos de las provincias y con la ley de capital el de los porteños, al romper el equilibrio político. La Constitución unitaria empeoraría todavía más la situación. Pero los sectores dominantes en el Congreso parecen no advertir el peligro, ocupados en imponer sus objetivos políticos; recién cuando consideren haberlos logrado y especulan con el ejército nacional reconstruido para mantenerlos, darán un brusco giro hacia la paz, tan necesaria ahora como antes lo fue la guerra; con ellos coinciden los grupos económicos a los que tampoco conviene la continuación del conflicto, y la diplomacia británica. Con respecto a la actitud de Gran Bretaña es interesante subrayar que su abierta intromisión en procura de la paz -a cualquier precio- no es desinteresada; Brasil es su principal mercado en tierras americanas y la guerra amenaza destruirlo porque si bien el imperio tiene más recursos que las Provincias Unidas, éstos no son tan cuantiosos ni tan estables

como para no sufrir también un profundo deterioro económico a raíz del conflicto. Finalmente un negociador emprenderá el camino hacia la corte de Río. Es el doctor García que excediéndose en las instrucciones recibidas terminó por firmar un tratado preliminar por el cual se devolvía la Provincia Cisplatina al imperio brasileño, se reconocía a éste una indemnización de guerra y se aceptaba desarmar la isla de Martín García. Tanto Rivadavia como el Congreso lo juzgaron inaceptable y la guerra continuó pero casi de inmediato la situación interna del país hizo crisis; con la renuncia de Rivadavia cae de hecho el poder nacional, el Congreso se disuelve y las provincias, en plena guerra civil, delegan en manos del nuevo gobernador porteño la misión de conducir la guerra. A partir de ese momento el conflicto es nacional sólo en teoría; de hecho se regionaliza en cuanto al aporte de medios materiales que disminuyen en forma alarmante; Lavalleja, que ha reemplazado a Alvear en el comando de las fuerzas, emplea la táctica de los ataques por sorpresa y las operaciones de tierra arrasada, pero este sistema si bien perjudica al enemigo, arruina también a sus partidarios. Un año después de las desdichadas actas preliminares firmadas por García, dos nuevos enviados del gobierno rioplatense; los generales Guido y Balcarce llegan a un acuerdo de paz con el Imperio, por cierto que al precio de convertir a la Banda Oriental en un Estado independiente. La voluntad de formar parte de las Provincias Unidas, expresada en el congreso de la Florida, no fue tenida en cuenta por los firmantes ni por la Gran Bretaña que una vez más ha movido los hilos de la política en América. Este cercenamiento territorial realizado a espaldas de los intereses generales del país y del deseo de los pueblos no afectó a los sectores dominantes porteños y sobre todo a los hacendados bonaerenses que no cesaron de aplaudir el cese del conflicto.

Mapa: Guerra con el Brasil

La política inglesa y la guerra con Brasil Según Barba (1970) con motivo de nuestra guerra con Brasil los ingleses adoptaron, naturalmente, una política concorde con sus intereses. La guerra había sido ganada en todos los frentes; gracias al innegable genio diplomático inglés conseguirían que firmásemos una paz desastrosa, como si fuéramos los derrotados. Lord Ponsonby (Lord Ponzoña, le decían en los periódicos de la época) fue enviado extraordinario de su Majestad Británica en la Argentina, primero, y luego Ministro en Río de Janeiro, mostró una clara inclinación a favor de los federales en la misma manera que aborrecía a los unitarios. Cualquiera sea la interpretación acerca de la actitud asumida por Manuel J. García en la infeliz firma del Tratado de paz con Brasil, es innegable que eso satisfacía los intereses británicos. El paso dado por García, inconsulto, temeroso y rozando casi la traición (Carlos Escude sostiene que en García influyó el temor al deterioro de la

situación interna y como buen porteño su pesadilla era la nueva llegada de los bárbaros del interior) sacudió duramente nuestra fibra patriótica y mereció, justa y casi unánime condena. Ponsonby, atento a su negocio, se expresó en términos durísimos para con aquellos que preferían continuar la guerra. Al inglés sólo le interesaba que se firmara la paz y poco le importaba que fuera a costa de nuestra dignidad nacional. Por ello consideró altamente ventajoso para la Argentina el Tratado que entregaba la provincia oriental al Imperio. Luego, y de acuerdo a las conveniencias de su país, encontrará otra solución: crear un estado tapón entre Brasil y la Argentina. Por otra parte, la férrea decisión de Rivadavia y de su partido de seguir la guerra mientras no se arribase a una solución honorable era mirada por los ingleses como una necia terquedad y un serio peligro para sus intereses. Las reflexiones que suscitan a Ponsonby el repudio de Rivadavia y su partido a la actitud de García surgen de su correspondencia, por ejemplo: En carta de Ponsonby a Canning, de 4 de junio de 1827, dice el primero: "Las provincias están animadas de la mayor hostilidad contra el presidente. Mi opinión es que, tanto la realización de la paz como el definitivo rechazo de las tentativas de hacerla, traerá consigo una crisis inmediata y que el señor Rivadavia será probablemente obligado, por me-dios pacíficos o violentos, a abandonar su cargo" El mismo Ponsonby escribía el 23 de junio al ministro de la Cruz, y, al referirse a los términos del tratado firmado por García, que pocos días después determinaría la caída de Rivadavia, lo hacía con estas palabras: "la base firmada por el señor García es eminente e inesperadamente ventajosa para la república". El triste final de la guerra con la definitiva separación de la Banda Oriental, sellaba la suerte del intento unitario y de la gobernación de Dorrego. Llegaba el hombre fuerte de la primera mitad del siglo: Juan Manuel de Rosas. Uno de los más graves incidentes internacionales que afronto este gobernador y encargado de la RREE de las Provincia Unidas del Rio de la Plata será el bloqueo francés. Uno de los antecedentes de lo que sería la intervención francesa en la década del 30, se dio en 1829, con el llamado caso Venancourt.

El incidente Venancourt El 1o de abril de 1829 el gobierno dictó el decreto por el que llamaba a prestar servicio militar obligatorio a los extranjeros, según la ley del 10 de abril de 1821 sobre enrolamiento de los extranjeros residentes en el país. De inmediato, los representantes inglés, norteamericano y francés protestaron la medida; a raíz de esta situación se produjo el llamado incidente Venancourt. Como el gobierno no contestara una segunda protesta remitida por el cónsul francés, M. Mendeville, el Comandante Venancourt, jefe de la escuadra francesa, agredió a los buques argentinos que se hallaban en puerto con el argumento de liberar a prisioneros de su nacionalidad que se hallaban en el bergantín "Río Bamba". En este buque se encontraban en efecto dos franceses detenidos por delitos comunes y el resto, unos 200, eran argentinos tomados durante la acción de Las Vizcacheras, vale decir en la lucha que se desarrollaba entre la campaña y el ejército nacional. Bajo la amenaza de las armas el gobierno se vio obligado a modificar el servicio obligatorio para los extranjeros, convirtiéndolo en voluntario. Después de esta capitulación los buques argentinos fueron devueltos. A raíz de este vergonzoso episodio, el ministro doctor del Carril escribió que se había cedido "tal vez alguna parte de su dignidad (del país) en obsequio a la buena armonía que deseaba conservar con la Francia". (Revista Polémica, No 13, julio, CEA, Buenos Aires, 1970)

El bloqueo francés. El bloqueo anglo francés. La política exterior Rosas. Según Escude (2000), “el análisis del tema del bloqueo anglo francés muestra que la política interna e internacional del gobierno de Rosas fue una compleja yuxtaposición de guerra civil interna e intervenciones extranjeras. En esta conflictiva situación, donde resulta sumamente complicado distinguir -por la ausencia de un Estado nacional argentinoqué cuestiones corresponden a la política interna y cuáles a la política exterior, las facciones en pugna se alimentaban de la guerra.” El orden rosista fue un orden sostenido por alianzas de facto con los caudillos provinciales, pero estas alianzas se nutrían con -y tenían su razón de ser- en el conflicto.

Los debates económicos. La Constitución del ’53. La Confederación y Buenos Aires. La derogación de los tratados que garantizaban el statu quo en marzo de 1856 restableció las desavenencias entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires. Las autoridades de Paraná adujeron, al pronunciarse por la mencionada derogación, que los tratados habían fortalecido la separación del país en dos campos antagónicos.

En realidad, este argumento escondía la percepción de que Buenos Aires podía volverse paulatinamente más sólido. Por ello el gobierno de la Confederación se decidió por una política agresiva a fin de unir a la nación antes de que la brecha se extendiese aún más. Además del instrumento económico de las tarifas diferenciales, el mencionado gobierno decidió lograr el control del escenario porteño con el apoyo de elementos disidentes, proceso que culminó con resultado adverso en las elecciones de la provincia de Buenos Aires de 1857. Asimismo intentó una vigorosa acción de política exterior en busca de aliados extranjeros

Estudio de caso: Malvinas desde el descubrimiento hasta la ocupación inglesa. Sostienen Escude y Cisneros (2000) que “la Argentina fundamentaba sus derechos en cuatro puntos, a saber, que España poseía las islas previamente, que esta posesión había quedado justificada por el derecho de ocupación, que las principales potencias marítimas así lo habían reconocido, y finalmente, que las islas en cuestión se hallaban próximas al territorio del antiguo virreinato Por este acto, Vernet se había convertido en funcionario de un estado encargado de hacer cumplir las leyes del país. Paradójicamente, al mismo tiempo que el gobierno argentino nombraba a Vernet gobernador, en las islas Británicas otros ingleses habían comenzado a interesarse nuevamente por las Malvinas. Según Ferns, en julio de 1829 un ciudadano inglés llamado Beckington envió una carta al Primer Ministro, Lord Aberdeen. En ella solicitaba al gobierno de Su Majestad que estableciera una colonia en las islas. A los argumentos estratégicos tradicionales se le agregaron otros. Una vez más, se señalaba la gran importancia de éstas para fortalecer el poder naval británico.”

5HIHUHQFLDVHQBibliografía Allison, Graham, 1996, “La hechura de las políticas”. Luis Aguilar Villanueva (compilador). Miguel Ángel Porrúa Grupo Editorial México. Escude Carlos, Cisneros, Andrés, 1998, “Historia general de las Relaciones Exteriores de la República Argentina”, Fragmentos de Tomos I, II, III, IV y V.GEL, Bs. As. Muñoz Alonso Alejandro, 2006, “Política exterior e Interés nacional, en Cuadernos de pensamiento político”. Puig Juan Carlos, 1975 “La Política Exterior Argentina y sus Tendencias Profundas” en Revista Argentina de Relaciones Internacionales, n° 1, Buenos Aires. Sanchis Muñoz, José, 2010, “Historia Diplomática Argentina” Capítulos I, III, IV, V y VI. Eudeba, Buenos Aires. Tokatlian, Juan, Carvajal, Leonardo, 1995, “Autonomía y política exterior: un debate abierto, un futuro incierto” Afers Internacional, N° 28, pp.7-31. Barba Enrique, Rosas, 1970, “Su figura y su actitud frente a los intereses británicos”, en Revista Polémica, No 16, setiembre, CEA, Buenos Aires, Ferrari, Gustavo, 1981, “Esquema de la Política Exterior Argentina”. EUDEBA, pp. 1-28, Buenos Aires. Gorostegui Haydee ‟Unitarios y federales‟ en Revista Polémica, No. 13 julio, CEA Buenos Aires 1970. Stein, Stanley, Stein B., 1987, “La herencia colonial de América Latina”. ed. siglo XXI, México. Rivadeneyra, Alex Amado, 2005, “Diplomacia y Política Exterior” Revista Sapiens Social, Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad de San Martin de Porres.

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