Lezama Lima-poesia completa PDF

Title Lezama Lima-poesia completa
Author H. Miranda Iparra...
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POESÍA José Lezama Lima 2 POEMAS 3 4 DÉCIMAS I La mañana que no es mía se quedaba en mí, mas, nieve tuya estudiarás en la frente que huía formas de mundos; derretía un despierto tacto impar, que presagiaba quedar sobre la seda inconfesa perdido ya sin sorpresa, laberinto del jardín sin desear. II Go...


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POESÍA José Lezama Lima

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POEMAS

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DÉCIMAS

I La mañana que no es mía se quedaba en mí, mas, nieve tuya estudiarás en la frente que huía formas de mundos; derretía un despierto tacto impar, que presagiaba quedar sobre la seda inconfesa perdido ya sin sorpresa, laberinto del jardín sin desear. II Gotas de cortesía, risa. En puntillas, desleídas en arco, tarde y luna enlevecidas, mosaicos de coral desliza, que no se puede decir que pisa labios, río de ángeles, amor. En toda pulsera el claror que va hacia ningún delirio. Verde mío, dueño mío, alivio en el contorno del nardo y del flechador. III Garza, junco en salto, semilla de agua en giro de amatista. Que el aire se desvista en los espejos. Arquitectura sencilla en doble hastío, brilla en su presencia, no resbala, queda. Perfil concéntrico veda suspiro neutro, hielo galán, en su esquina o marfil recurvarán en retorno hacia la seda.

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IV Luz violada ya se aleja, serenamente sin fin, del lirio blando que deja sin temblor hasta el confín verde-hendido en nube y queja. Borrando el temblor nevaba sobre el labio que cegaba aprisionado en sus gritos. Diamantes saltan, añicos vuelan del papel que no volaba. V Escondido se apresura —firmando el marfil que brota destruyendo su figura— a redondearse en la ignota fuga de su blancura. Ciñe el metal olvidado el frutero más nevado que declina sin surgir de su intocable dormir, ya trébol, pecera ya, relumbre resucitado. VI Gira morosamente en el gusto la mirada ya secreta. Escultura de la hoja busco la palabra en el aire quieta hasta ahuecar el blancuzco perfil de la sal canora. Después de procaz demora se vuelve a perder marinero, pues mi aire fue el primero que flechó la exacta hora. VII Papel en el agua va destrenzando su sigilo,

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se extiende, se acabará voluptuoso hilo a hilo, negándose se afirmará en salino ímpetu helado, recobrará su olvidado plumón, su túmulo vago, hasta llevar nuevo halago, no al ojo, al ojo que ha escuchado. VIII Aduerme jauría tan verde que el mármol no se recuerda si su memoria se pierde en algas, si en limón concuerda con hielo que no se muerda la risa en guante dorado; si en el bambú nacarado ilesa queda una mancha que el aire niega y ensancha en el bambú destronado. IX No ya la gota afinada deslíe su obra cruel, quedando ya en la enramada olvidada del doncel; no ya en la risa peinada la gota cuaja y deslíe al nácar que me sonríe retractándose al ocaso, siempre que al mimbre o al paso plácidamente se fíe. X Carbonizadas las plumas levantan; islas suaves se pasean soplando alas tersas encalladas; figuras no recordadas exhalas trazando vueltas en humo.

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¿Se pierde presto si aludo al coral que el hilo enreda, paseando perfil de seda, creciendo nieve y desnudo? XI Añil, escama de porcelana, fronda de atril y bandadas si geométricas, cuidadas. Flechado aire dimana, luna y amistas robadas, de espada que nunca alisa la mansión de la sonrisa. Pirámide de agua trunca la sonrisa no se junta al aire que muere en brisa. XII Galantísimo en el arco mudo su lisonja se mecía, inútil labio y escudo en que siempre se perdía; hielo cansado se hastía al ir refluyendo impar formando la piel del mar perdida en rubios tormentos, se va cerrando de acentos, sin ganas de oír hablar. XIII La curva de mi deseo niego. Arión a los delfines persigue, extravío ya sin éxtasis y frutos puedo. En rocío o en acantos se desligue del clavel, huella del eco sonrosado en la nevera, de su tristísimo hueco de vuelo alto en teorema. Clavel, brisa de giros claros no es escarcha. Traspasada cabellera, pez espada de la nada, clavel alcanzado no se desliza.

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XIV Y las rosas en los cuchillos. Girador pájaro muere fríamente. Nivelado del absoluto diedro no es dolor en gris o en verde. Ya nimbado se fija más, mas en definición no muere. Rosa-Luna es la invención que va ciñendo en el frío y sed de la limonada es vuelo lento impulsado en su dormir. Lamido estío desteñida Rosa-Luna se va enterrando en el viento. XV Final de curvadas plumas. Rumorado oído cruje, vuela sin verano, vano espejo al margen congelado desdoblar, decaído desdibujo de la mano se cierra más, letra al frío, vena helada, amor lejos, mustio estío caído de huidas frentes, no llevando nácar al humo, deslizada oscuridad va quedando su abril, canarios, deidad cansada, abril pautado en humo deseando. XVI Olvidando una esquina ilusa tiñe el mantel revolado, ronda plumas, vuela excusa. Volando va trasnochado, su lengua, fiel a la suma, advierte que cuando apura la primavera se hiela o en vano pulso concierta escama al mantel que vuela, suplicio de alfombra muerta. XVII El girasol avisado envía su sangre al río.

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Sí por girasol tan girado fácilmente el sí envío. Se adelanta en el vaivén del estío demorado. Su transparente falsía reduce sus tres colores, exquisita en demasía vuelca su llama clavada en la brisa ya llamada para olvidar que moría. XVIII Punta del largo guante, pez vertical al viento, Ganimedes, maduras recitaciones se derriten al escalar el paisaje desleído en sus dolores olvidados, cansados de congelar la fruición del frenesí distendido en recurva hacia el oído que deslíe el ademán más borrado del vuelo del sumergido en junco y sueño, en jaspe destrozado.

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CATEDRAL (Motivo) Los cinco dedos, por la sombra impulsados, en la pared se agrandan, pulpo de la noche cegada. En los rincones, entre pardos yerbales, apócrifos infantes, con la cruz de sus dedos, trazan cruces en la flor del agua. Viene el mar, más caracol que sal. No llegan los bandoleros.

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CATEDRAL (Noche y gritería)

Para Ángel Gaztelu

Se llamaban. Llaman. Intercalaba el viento la sombra que no se oía, que pasaba su seda para abrir las ventanas. La seda y su juego, su juego en la noche; en las largas pestañas de ayer. Que no se oía la sombra y la seda se hundía. Se llamaban. Llaman. El viento entre la noche y la jerigonza pura de su crótalo entre la noche que llega y el viento que se la lleva. Se llamaban. / Llaman. Noche decepcionada, de ventanas sin gatos, sin perfil de barajas. Que hieren. Noche de viento / sin cielo. Noche. Sobrenadan sus ojos en espumas de alfombras. Noche, en su prisa el corcel de la niebla se tiende. De la mano en la niebla a la niebla en la mano. Se llamaban. / Llaman. En la noche sin viento bajo el cielo tropiezan la noche y las barajas. ¡Que hieren!

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En el sur de la roca se ha quedado un pájaro detenido. Atardecer, la tarde en cigüeña de aquí para allí. Atardecer, en el paladar una danza de cuchillos olvidados. Atardecer, las naranjas resbalan sopladas por la luna. Atardecer, los muslos guerreaban (arco luna feroz) con dos olitas. Atardecer, piel de letra y nardo en el abanico al romper la motera. En la nieve sin nieve, caballeros plomizos, blandas algas, sin nieve.

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NACIMIENTO DE LA HABANA

¡Qué aire! Camino de las playas, el aire ciego. ¡Qué aire! ¡Pero mira qué aire! Puñales, jacintos de torso acribillado, de torsos embistiendo las estatuas y de toros nadando por las fuentes y por el halago del aire. ¡Pero mira qué aire! ¡Míralo. Enciérralo. Discúlpalo! Que el aire pesa como plata hacia arriba. Como brazos de nieve hacia arriba. Oye la nieve. Chupa el aire. Avispa en una botella bajo el agua. El aire bajo el agua. Sobre el agua las estrellas y el aire. El aire ciego colocando su lengua en el mármol. Los peces ciegos. Como peces y agujas en el aire. El aire ciego. ¡Qué aire! ¡Pero mira qué aire, con sus dedos y peces y sus arpas dobladas! El aire mirándolo clavado, chillando en todos los ojos. Sin que nadie coloque, entre el cuerpo y el aire, el aire intacto sin colores. Ahora sí que todos estamos comprometidos con el aire. Mira qué aire y aire liso. Aire de pedernal.

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Aterido recuerdo en el aire sin frente. Olas de ciega acampan inexorables en el aire. Ya para siempre, silencio, pájaros amarillos bajo el agua, silencio, grises pájaros recuerdan el aire.

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SE ESCONDE

Se esconde triunfal en su cuerpo. De él me separa su voz que voy sintiendo en la mía navegando sus brazos ya cristales. Menta que nieva del cielo a la garganta hasta el sueño veloz si distraído, tú por el alto cuello disfrazado y destrozado por el blanco rielar de las espaldas; tú en contraluz de barco gobernando, guarnecido tumulto sin perderte, en toros blancos pasas a otros ríos. Lejos, sopladas conchas sobre sueños, malos sueños chocando en los jardines, sobre el mismo nivel de los hastíos. Lejos, pluma entre islas, solo de jazmines, girar de las sombrillas a la luna, inclinarse girándulas besadas. Patinados espejos entre islas alzan tu frente en cielo navegable por sirenas de añil que mortecinas (entretejida lumbre de inmóvil océano) saltan de la prisión desvaída de las manos al exacto lamento de sus ojos. Triunfal su cuerpo se esconde.

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PLAYA DE MARIANAO

Una ola aleja la amistad creadora. Lysis se sonríe deibujando letras en los anillos que cuelgan de sus alas. Lysis, luchando entre las olas, grita desesperado. Lysis detiene los remos de ritmo y oro. Lysis se alegra con las conchas frías del amanecer, y lo tapan las olas. Entreabre los párpados dentro de la sonrisa, picado por el pez más fino del oído. Entre arenas se estira, no respira dormido.

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HERIDA FRONDA

Herida fronda se desfigura en redondez encendida y ponientes sobre álamos apagados. Mañanera deidad rehúsa, el recuerdo y el humo pulsan hilos de láminas que tiemblan, o me escuchan y se recortan fríos en cristal sobre arenas. Dioses altos, borrosos. El perfil de tu mano entre dioses perdidos. ¡Claridad descompuesta! Se cierne en mimbres agitados, en peldaños huidos marchita nube en verde cabecea sus hebras más delgadas, cernidas tan heridas, me recorren, me olvidan, me despedazan, huyen. Tus esquinas unidas, perfección nadadora. Palidez de los libros en bostezo y velamen. Curva fragante, chorro de delfines cruzados. Cielo en fiesta. Resbalan blanduras hasta perderse en anillos ceñidos. Dulce luz acompasa al raptor enguantado, y el herido blancor frunce su frenesí. Se desdobla el soneto, la arboleda y el raso, sus galantes excesos miro, regusto, palpo. Mimbres encendidos. Las almohadas tan fieles a la fiel claridad,

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alabastros acampan. Redondez pasajera prisionera en sus viajes de inútiles mandatos, alabanza a la fábula del riesgo marginal. Y las fresas reforman los olvidos más puros. Pureza del dormido. Pereza del sonido. Más allá de la aurora dormidas hojas oyen.

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ERRANTE

Errante de colores, nadar sin existir, respiración de brisas congeladas, agua vuela al castillo que pasa sin cesar. Frío de nácar muy picado (las torres crecen y el agua no recuerda) crece enterrado en los alcances del teorema rosa. Versátiles jaulas siderales, bandada de anillos pesaban sobre la luna inclinándola hacia la izquierda. ¿Por qué la danza frente al humo, vino en el corazón del agua, es tan extensa que piensa por segundos y deshoja un polvo que suena en las columnas? Jaspe que abre su nudo de verano, niño que exprime franjas de diván, girasol sin sentido al lado de la tarde. Saeta, heráldica del agua, árboles amanecidos, pluma cobarde, cola y ciempiés no acantos influyen desvariando. Peregrino del humo, nieve por la piel de la naranja, siente las sienes estirarse alcanzando trigales, pasos de delirio se oprimen en las puertas, encerrados en el aire se erizan los cuchillos. Relumbres que vuelan sobre la fila de tanques las rosas brincan picadas por los segundos. Monumentos imprecisos, nervios despacios, séquito de enjambres rectilíneos si abren tallos no acombran, fuego de halcón, sonámbulo arenado. Peinan su irresponsable gradación de espumas, quietos, prendidos a las manos entre el tacto despierto y la risa marina queman querencias, reducen delicias y dejan a la luna cabecear en el barco. Sobrado día de anteriores extensiones, memoria desvalida, en la cristalería que reflorece despertada por el concierto despierto de mandolinas y teoremas reavivados.

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Cierto, robado al negar el calor del intacto moemnto, sucesivas siestas ladeadas, ya caído en el humo, la estatua sepultada en el agua y la franja sepultada en el agua y la franja exprimida es la sangre y la sien que se hundan dormidas.

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MUERTE DE NARCISO

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MUERTE DE NARCISO

Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo, envolviendo los labios que pasaban entre labios y vuelos desligados. La mano o el labio o el pájaro nevaban. Era el círculo en nieve que se abría. Mano era sin sangre la seda que borraba la perfección que muere de rodillas y en su celo se esconde y se divierte. Vertical desde el mármol no miraba la frente que se abría en loto húmedo. En chillido sin fin se abría la floresta al airado redoble en flecha y muerte. ¿No se apresura tal vez su fría mirada sobre la garza real y el frío tan débil del poniente, grito que ayuda la fuga del dormir, llama fría y lengua alfilereada? Rostro absoluto, firmeza mentida del espejo. El espejo se olvida del sonido y de la noche y su puerta al cambiante pontífice entreabre. Máscara y río, grifo de los sueños. Frío muerto y cabellera desterrada del aire que la crea, del aire que le miente son de vida arrastrada a la nube y a la abierta boca negada en sangre que se mueve. Ascendiendo en el pecho solo blanda, olvidada por un aliento que olvida y desentraña. Olvidado papel, fresco agujero al corazón saltante se apresura y la sonrisa al caracol. La mano que por el aire líneas impulsaba, seca, sonrisas caminando por la nieve. Ahora llevaba el oído al caracol, el caracol enterrando firme oído en la seda del estanque. Granizados toronjiles y ríos de velamen congelados, aguardan la señal de una mustia hoja de oro, alzada en espiral, sobre el otoño de aguas tan hirvientes.

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Dócil rubí queda suspirando en su fuga ya ascendiendo. Ya el otoño recorre las islas no cuidadas, guarnecidas islas y aislada paloma muda entre dos hojas enterradas. El río en la suma de sus ojos anunciaba lo que pesa la luna en sus espaldas y el aliento que en halo convertía. Antorchas como peces, flaco garzón trabaja noche y cielo, arco y cestillo y sierpes encendidos, carámbano y lebrel. Pluma morada, no mojada, pez mirándome, sepulcro. Ecuestres faisanes ya no advierten mano sin eco, pulso desdoblado: los dedos en inmóvil calendario y el hastío en su trono cejijunto. Lenta se forma ola en la marmórea cavidad que mira por espaldas que nunca me preguntan, en veneno que nunca se pervierte y en su escudo ni potros ni faisanes. Como se derrama la ausencia en la flecha que se aísla y como la fresa respira hilando su cristal, así el otoño en que su labio muere, así el granizo en blando espejo destroza la mirada que le ciñe, que le miente la pluma por los labios, laberinto y halago le recorre junto a la fuente que humedece el sueño. La ausencia, el espejo ya en el cabello que en la playa extiende y al aislado cabello pregunta y se divierte. Fronda leve vierte la ascensión que asume. ¿No es la curva corintia traición de confitados mirabeles, que el espejo reúne o navega, ciego desterrado? ¿Ya se siente temblar el pájaro en mano terrenal? Ya sólo cae el pájaro, la mano que la cárcel mueve, los dioses hundidos entre la piedra, el carbunclo y la doncella. Si la ausencia pregunta con la nieve desmayada, forma en la pluma, no círculos que la pulpa abandona sumergida. Triste recorre —curva ceñida en ceniciento airón— el espacio que manos desalojan, timbre ausente y avivado azafrán, tiernos redobles sus extremos. Convocados se agitan los durmientes, fruncen las olas batiendo en torno de ajedrez dormido, su insepulta tiara. Su insepulta madera blanda el frío pico del hirviente cisne. Reluce muelle: falsos diamantes; pluma cambiante: terso atlas. Verdes chillidos: juegan las olas, blanda muerte el relámpago en sus venas. Ahogadas cintas mudo el labio las ofrece.

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Orientales cestillos cuelan agua de luna. Los más dormidos son los que más se apresuran, se entierran, pluma en el grito, silbo enmascarado, entre frentes y garfios. Estirado mármol como un río que recurva o aprisiona los labios destrozados, pero los ciegos no oscilan. Espirales de heroicos tenores caen en el pecho de una paloma y allí se agitan hasta relucir como flechas en su abrigo de noche. Una flecha destaca, una espalda se ausenta. Relámpago es violeta si alfiler en la nieve y terco rostro. Tierra húmeda ascendiendo hasta el rostro, flecha cerrada. Polvos de luna y húmeda tierra, el perfil desgajado en la nube que es espejo. Frescas las valvas de la noche y límite airado de las conchas en su cárcel sin sed se destacan los brazos, no preguntan corales en estrías de abejas y en secretos confusos despiertan recordando curvos brazos y engaste de la frente. Desde ayer las preguntas se divierten o se cierran al impulso de frutos polvorosos o de islas donde acampan los tesoros que la rabia esparce, adula o reconviene. Los donceles trabajan en las nueces y el surtidor de frente a su sonido en la llama fabrica sus raíces y su mansión de gritos soterrados. Si se aleja, recta abeja, el espejo destroza el río mudo. Si se hunde, media sirena al fuego, las hilachas que surcan el invierno tejen blanco cuerpo en preguntas de estatua polvorienta. Cuerpo del sonido el enjambre que mudos pinos claman, despertando el oleaje en lisas llamaradas y vuelos sosegados, guiados por la paloma que sin ojos chifla, que sin clavel la frente espejo es de ondas, no recuerdos. Van reuniendo en ojos, hilando en el clavel no siempre ardido el abismo de nieve alquitarada o gimiendo en el cielo apuntalado. Los corceles si nieve o si cobre guiados por miradas la súplica destilan o más firmes recurvan a la mudez primera ya sin cielo. La nieve que en los sistros no penetran, arguye en hojas, recta destroza vidrio en el oído, nidos blancos, en su centro ya encienden tibios los corales, huidos los donceles en sus ciervos de hastío, en sus bosques rosados. Convierten si coral y doncel rizo las voces, nieve los caminos, donde el cuerpo sonoro se mece con los pinos, delgado cabecea. Más esforzado pino, ya columna de humo tan agudo que canario es su aguja y surtidor en viento desrizado.

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Narciso, Narciso. Las astas del ciervo asesinado son peces, son llamas, son flautas, son dedos mordisqueados. Narciso, Narciso. Los cabellos guiando florentinos reptan perfiles, labios sus rutas, llamas tristes las olas mordiendo sus caderas. Pez del frío verde el aire en el espejo sin estrías, racimo de palomas ocultas en la garganta muerta: hija de la flecha y de los cisnes. Garza divaga, concha en la ola, nube en el desgaire, espuma colgaba de los ojos, gota marmórea y dulce plinto no ofreciendo. Chillidos frutados en la nieve, el secreto en geranio convertido. La blancura seda es ascendiendo en labio derramada, abre un olvido en las islas, espadas y pestañas vienen a entregar el sueño, a rendir espejo en litoral de tierra y roca impura. Húmedos labios no en la concha que busca recto hilo, esclavos del perfil y del velamen secos el aire muerden al tornasol que cambia su sonido en rubio tornasol de cal salada, busca en lo rubio espejo de la muerte, concha del sonido. Si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan el oído. Si se sienta en su borde o en su frente el centurión pulsa en su costado. Si declama penetra en la mirada y se fruncen las letras en el sueño. Ola de aire envuelve secreto albino, piel arponeada, que coloreado espejo sombra es del recuerdo y minuto del silencio. Ya traspasa blancura recto sinfín en llamas secas y hojas lloviznadas. Chorro de abejas increadas muerden la estela, pídenle el costado. Así el espejo averiguó callado, así Narciso en pleamar fugó sin alas.

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ENEMIGO RUMOR

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I Filosofía del clavel

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AH, QUE TÚ ESCAPES

Ah, que tú escapes en el instante en el que ya habías...


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