PEC Alegoría del Patrimonio PDF

Title PEC Alegoría del Patrimonio
Author Ixabel Nicté
Course Patrimonio Histórico Artístico
Institution UNED
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qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqw ertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwer tyuiopa Reseña: “Alegoría del Patrimonio” qwerty – Françoise Choay uiopasd Autora: Ixabel Justo Etxeberria wertyui opasdfg rtyuiop asdfghjk yuiopas dfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdf ghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfgh jklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjkl zxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzx cvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcv bnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbn mqwertyuiopasdfghjklzxcvbnm qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqw 27/11/2016

Profesor: Rubén Navarro - Universidad: UNED

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Introducción Françoise Choay nació en París en el año 1925. Es una teórica e historiadora sobre urbanismo y arquitectura. Desde 1973, ha sido profesora de la Universidad de París y profesora visitante en numerosas universidades en Estados Unidos, Bélgica e Italia. A lo largo del siguiente artículo, me dispondré a realizar una reseña crítica mediante la cual analizaré la obra “Alegoría del patrimonio”, escrita por Françoise Choay en al año 1992 bajo el título original de “L’Allégorie du patrimoine”, publicada por originalmente por Éditions du Seuil, y traducida a su versión castellana por Maria Bertrand Suazo en el año 2007, en Barcelona, bajo la edición de Editorial Gustavo Gil SL. El propósito del libro es hacer un análisis sobre el concepto de Patrimonio histórico, realizando para ello un recorrido que va desde la época antigua (griega y clásica) hasta el siglo XXI. Este análisis está especialmente centrado en Inglaterra y Francia, aunque también se mencionan otros países en momentos puntuales, tales como Italia. Esta obra no contiene ningún marco teórico explícito, aunque Choay sugiere de vez en cuando algún interrogante, que seguidamente responde según la opinión de otros autores. Para probar sus hipótesis, Choay utiliza la opinión de diferentes autores sobre las diversas épocas que se analizan en esta obra, contraponiéndolos en algunas ocasiones, y comparándolos entre sí en otras. En rara ocasión podremos encontrar un juicio de valor a lo largo de este libro (por no decir que no lo hace en ningún momento).

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Resumen Los primeros monumentos históricos provienen de la antigüedad griega y clásica. Fue en esta época donde se lanzaron las primeras excavaciones de la historia, y también donde los objetos de los templos eran expoliados y expuestos en las vías públicas, etc. No obstante, a diferencia de lo que sucedía en la Modernidad, en esta época no había una intención deliberada de preservar dichos objetos. Si se preservaron fue por causas aleatorias. Además, en ningún momento se midió el valor de dichos objetos en relación a la historia tal y como hoy día la conocemos. Todo ello impide colocar el concepto de patrimonio histórico en esta época. En la época que va desde las grandes invasiones hasta la edad media, contra todo pronóstico, se conservaron muchos edificios clásicos (con el objetivo de ser reutilizados por el cristianismo). Estos no son tratados como monumentos históricos, pero de todas formas, aunque aún no había adquirido su nombre definitivo, es en este contexto donde nace el “monumento histórico”, con ejemplos como la columna de Trajano, sobre la que se dice en un edicto del Senado romano: “queremos que permanezca intacta mientras dure el mundo […]. El que intentare dañarla será condenado y sus bienes serán donados al fisco”. Durante el Quattrocento, en los años 1420/30, se establece un vínculo entre artistas (o artifex) y hombres de letras (o humanistas), que hará a su vez que se delimite el territorio del arte y se conecte con el de la historia, para crear así el concepto de “monumento histórico” –y, aproximadamente al mismo tiempo, también el concepto de “museo”-. Pero es que además de los dos grupos ya mencionados, también existía la figura del anticuario, quien (a diferencia de los humanistas), no se fiaba de los escritos, y buscaba la información directamente en objetos y edificios, y en sus materiales. Desde finales del s. XVI, en los monasterios y los gabinetes de los eruditos comienza a expandirse un nuevo campo de estudio: las antigüedades locales. Con ello se busca, entre otras cosas, destacar “las particularidades nacionales según el enfoque de los anticuarios ingleses”. 3

A partir del siglo XVI, el que hoy es conocido como gótico, se convirtió en la base del estudio de las “antigüedades nacionales”, siendo que en cada país, el gótico se fue desarrollando con unas características estéticas propias de cada lugar. No obstante, y con alguna excepción puntual, todos los eruditos y anticuarios de Francia critican la vulgaridad del gótico, y le niegan cualquier valor artístico; algo completamente contradictorio. Esto no sucede en Inglaterra, quien nunca llegó a sucumbir ante el gótico italiano. Además, a esto contribuyó la creación en el año 1585 de la Society of Anticquaries of London, primera en su género. El trabajo de los anticuarios va evolucionando, y cada vez se exige más la ilustración de las antigüedades, llegando a comentarse lo siguiente: “por este término de antigüedad entiendo, solamente lo que puede ser visto y lo que se puede representar en imágenes”: Cada vez se exige más la exactitud en la ilustración, las medidas de la pieza o del edificio, y la realización in situ de la imagen en cuestión. Con la generalización de esta práctica (de exigir exactitud), se contribuyó en gran medida a la denominación significativa del “monumento histórico”, a finales del siglo XVIII. Durante la Ilustración, gracias a la creación de colecciones, exposiciones, el aumento de coleccionistas, etc; se eleva el estatus de las antigüedades. No obstante, por algún motivo, la mayoría de anticuarios tienden a quedarse sólo con la parte histórica, y descuidar la artística. No prestan atención alguna al gusto o a la estética, sino al contexto historiográfico al que pertenece. En la Ilustración comenzaron a multiplicarse las colecciones privadas, así como los museos de arte. El objetivo parecía ser (en esta época) la democratización del saber, y de la experiencia estética, puesto que el arte empezaba a estar accesible a todos, y el objeto físico había arrebatado el puesto a la simple imagen (o texto) que lo reproducía. El caso de la arquitectura es totalmente el contrario. La arquitectura tiene un valor diferente, y a diferencia de los álbumes de antigüedades, las guías turísticas cobran importancia. También lo harán las vedutas, que se irán creando más y más, movidas por la demanda del público turístico. 4

Salvo algunas excepciones en las que propuso la conservación de monumentos históricos o antigüedades nacionales, en la mayoría de casos no se llegó a hacer nada al respecto, y cuando se hizo, la consecuencia fue la generación de un debate en Londres que aún sigue vigente a día de hoy, sobre si debía restaurarse dejándolo como estaba, o actualizándolo a la manera contemporánea. A tanto llevó el debate, que inclusive se trató de iniciar una cruzada para condenar a aquellos a favor de la actualización de los edificios a restaurar. Durante la Revolución Francesa hubo también mucha destrucción de edificios, que generó una reacción de protección hacia ellos, equivalente a la que acabamos de mencionar de las cruzadas, sólo que en esta ocasión los motivos eran políticos, y no sólo se trataron de proteger los monumentos históricos, sino todo el patrimonio de la nación. Además, se crean una serie de conceptos nuevos, como el de “herencia”· gracias al cual estos edificios pasan a manos de la nación en general (ya no son propiedad privada, sino nacional, para el pueblo), y con este cambio, los bienes pasan a adquirir un valor monetario por ser bienes inmuebles, y se protegerán porque dañar estos edificios significaría perder dinero. “Si las antigüedades pasan a

transformarse en riqueza, las obras

arquitectónicas recientes pasan a adquirir, por su parte, las significaciones históricas y afecticas propias de las antigüedades nacionales. El concepto de patrimonio induce así una homogeneidad de sentido en los valores […]”. La protección del patrimonio de la humanidad, ahora propiedad de la nación, se lleva a cabo con dificultades, por lo que para buscar una solución, este patrimonio se divide en muebles e inmuebles, donde cada uno recibirá un tratamiento específico. Los muebles “serán transferidos desde sus almacenes provisionales al almacén definitivo abierto al público, consagrándose así el reciente término de Museum o museo. Museo cuya función es servir a la instrucción de la nación”. El inicio de la Revolución Francesa, produce una reacción de vandalismo ideológico. Éste no debe confundirse con las destrucciones resultantes de actos privados, ni con las destrucciones ordenadas por el Estado reduccionario 5

por razones puramente económicas, ni ideológicas. El Estado Revolucionario mismo había ordenado por decreto, destrucciones destinadas a costear los gastos y el equipamiento militares. El poder revolucionario no sólo avala, sino que además incentiva por razones ideológicas la destrucción o la degradación del patrimonio nacional histórico. 1792, la Asamblea Legislativa promulga un decreto sobre la “supresión de los monumentos, restos de feudalismo, y particularmente de los monumentos de bronce existentes en París”. El más radical de los decretos ordena –el 1 de Noviembre de 1792- que todos los monumentos del feudalismo sean “convertidos en artillería o destruidos”. “Mucho más que vandálicas, las destrucciones [de la Revolución] son cívicas y patrióticas”. Según Félix Vicq d’Azyr, el marco construido por los artesanos de la conservación reaccional para inventariar los bienes inmuebles de la herencia nacional, libera el concepto de monumento histórico de toda restricción ideológica o estilística. En base a todo esto, nacen nuevos valores y conceptos, como el valor nacional. Éste consiste en una necesidad del inventario y de la recolección de todas las heterogéneas categorías de la “herencia”. O el concepto de Patrimonio. Este último pierde buena parte de su pertenencia y cae en desuso cuando finaliza la Revolución. Es entonces cuando se abre paso a la explotación de los monumentos franceses como objeto turístico conforme al modelo que constituía Italia. El siglo XIX otorga un estatus nuevo a las antigüedades. El monumento histórico va a entrar en su fase de consagración, que durará hasta la década de los noventa. La era industrial marca la frontera que delimita el concepto de monumento histórico, aplicable a escala mundial, y ha contribuido a generalizar y a acelerar la implantación de legislaciones de protección del monumento histórico. La consagración oficial del monumento histórico quedó plasmada por dos documentos: el “Informe presentado al Rey, el 21 de Octubre de 1830, por M. 6

Guizot, ministro del interior, para instruir el cargo de inspector general de los monumentos en Francia” y el panfleto publicado en 1854 por John Ruskin, “The opening of the Crystal Palace, considered in some of its relations to the prospects of art”. En el siglo XIX, los historiadores dejan de lado los objetos, para volver a ceñirse en los escritos, alejándose así de la figura del anticuario. Ahora el objeto pasa a tener importancia para los historiadores del arte (“recién llegados”). Y, en estos momentos “el suelo de Francia” conserva sus monumentos como base para apoyar “el sentimiento nacional”. El romanticismo dota de un nuevo carácter los monumentos. Un monumento ilustrado con el fin de ser entregado al estudio de un anticuario, era descontextualizado, y lo más detallado y analítico posible. Para un grabado o una pintura romántica, en cambio, adquiría el valor de relleno. Formaba parte del escenario. Daba ambiente a la obra, pero no era el centro de la misma, y era iluminado o coloreado de acuerdo con el tema en cuestión. A partir de la Revolución Industrial ya no hay artesanía, y se dice que la industria ha destruido el arte. Por esto, la consagración del monumento histórico, tanto en Gran Bretaña como en Francia, está ligada a la era industrial que acababa de llegar (aunque las connotaciones otorgadas al monumento histórico serán diferentes en uno y otro país). La protección del monumento histórico en Francia se encontró en condiciones precarias durante el s. XX. Hubo quien protestó, alegando que una ley sería suficiente para proteger los monumentos históricos de Francia, pero Choay opina que era una visión demasiado optimista: la protección del monumento histórico no depende sólo de una ley, sino de una mentalidad. La planificación urbanística del siglo XX, junto con la nueva globalización, ha terminado en parte con la figura del arquitecto, desterrándolo simplemente a la construcción tridimensional en el plano virtual, pasando a ser el ingeniero el encargado de la construcción en el mundo real. Se habla, a la vez, de inflación patrimonial.

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Choay hace al final una crítica a Ruskin en su último capítulo, comentando que “se muestra incapaz de definir o, simplemente, de sugerir las formas nuevas que es necesario explorar”. En este último capítulo, por fin Choay lanza una hipótesis: “este papel propedéutico del patrimonio edificado concerniría idénticamente a todos los miembros de sociedades protésicas. Como su objetivo ya no sería la conservación de un patrimonio que tiene, en tanto que tal, un interés solamente relativo y limitado, sino la conservación de nuestra capacidad de continuarlo y de reemplazarlo, esta propedéutica exigiría repensar y reinstaurar de arriba abajo la totalidad de nuestras actuales prácticas patrimoniales”.

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Una breve valoración general del artículo Personalmente, pienso que la autora da la sensación de no tener opinión propia, o se sintiera inferior a los autores que cita. Parece que Choay creyera, dicho de manera coloquial, “que ella no es nadie para juzgar a tan reseñados autores”. Todas las evidencias que la autora nos proporciona para probar lo que dice son citas de otros autores, lo que no considero adecuado en absoluto, porque, como ya he mencionado en el párrafo anterior, al leerlo da la sensación de no tener opinión propia, y quita continuidad a la lectura, lo que la convierte en pesada y densa de leer. Por no hablar, claro está, de su estilo de escritura. En lugar de utilizar frases sencillas y cortas y un vocabulario fácilmente comprensible, utiliza expresiones rebuscadas, con palabras como protésica o propedéutica, que el público medio no acostumbra a utilizar, y rara vez se alcanza a comprender. De todas formas y pese a todo lo mencionado, no podría negar que esta obra proporciona muchos conocimientos sobre todo lo que envuelve al concepto de patrimonio a lo largo de toda la historia, dándonos diferentes puntos de vista en cada una de dichas épocas.

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Datos del que reseña: Ixabel Justo Etxeberria Nacimiento: 19 de Enero de 1992, Donostia Lugar y Fecha: Barcelona, 27 de Noviembre de 2016

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