Séneca y los Padres de la Iglesia PDF

Title Séneca y los Padres de la Iglesia
Course Historia de las ideas políticas
Institution Universidad Pontificia Comillas
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Diego Alcalde Díaz, 1ºE-5

Tema 11. Séneca y los Padres de la Iglesia 1.! SÉNECA Séneca, como había hecho Cicerón un siglo antes, sostiene un estoicismo ecléctico, para el cual la naturaleza representa un patrón de bondad y racionalidad. Ambos consideran la época de la República como el momento en que Roma alcanzó su madurez política. La diferencia esencial entre Cicerón y Séneca es que mientras Cicerón tiene la ilusión de que puede volver el gran día, Séneca muestra ya en gran parte la desesperanza y el pesimismo. El problema no es si debe haber un gobierno absoluto o no sino quién debe ser el déspota. La dependencia de un déspota es preferible a depender del pueblo, ya que la masa de hombres es tan viciosa y corrompida que resulta más despiadada que un tirano. Séneca daba muy poca importancia a las diferencias entre las formas de gobierno dado que ninguna puede conseguir mucho. Insistió en el deber moral del hombre bueno de ofrecer sus servicios de una manera u otra, y rechazó la persecución de la satisfacción privada descuidando los intereses públicos. Fue capaz de idear un servicio social que no implicaba la necesidad de desempeñar ningún cargo público para beneficiar a la sociedad. La república mayor para Séneca será más bien una sociedad en lugar de un Estado, ya que sus lazos son morales y religiosos más que jurídicos y políticos. Séneca quiere decir que la adoración a Dios es en sí un verdadero servicio humano. El estoicismo de Séneca era sustancialmente una fe religiosa que separaba los intereses mundanos de los espirituales. La unidad secular de la vida se estaba quebrando y la religión iba ganando posiciones. Séneca tenía conciencia del carácter pecaminoso per se de la naturaleza humana y su ética mostraba la tendencia al humanitarismo. Le ronda el sentido de la maldad humana, maldad imposible de desarraigar. Esta conciencia del pecado y de la miseria hace que atribuya un valor muy grande a la simpatía y amabilidad humanas. La paternidad de Dios y la fraternidad de los hombres han tomado la nota de amor y buena voluntad hacia todos los hombres. Los efectos de este humanitarismo se pueden observar en el derecho romano clásico, por lo que se refiere a las salvaguardias a la propiedad y a las personas, por ejemplo, la protección a los esclavos. La virtud suprema ya no es el servicio al Estado, Séneca aparta la anterior creencia de que el Estado es el supremo instrumento de perfección moral, lo refleja en su descripción de la Edad de Oro que había precedido a la edad corrompida por la civilización. En su epístola, Séneca describía este estado idílico de naturaleza de manera similar a la de Rousseau. En la Edad de Oro los hombres vivían felices e inocentes, amaban la vida sencilla, sin lujos ni las cosas superfluas de la civilización. Su bondad era fruto de su inocencia e ignorancia. En este momento los hombres no habían descubierto todavía el instrumento de la codicia, que es la propiedad privada, fue el desarrollo de la avaricia lo que llevó a la destrucción de la situación de primitiva pureza. Además, mientras los hombres siguieron siendo puros, carecían de necesidad de gobierno ni leyes, obedecían voluntariamente a quienes consideraban más sabios y mejores. Pero con la aparición del deseo de apropiarse de las cosas, los hombres se volvieron egoístas y los gobernantes se convirtieron en tiranos.

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Diego Alcalde Díaz, 1ºE-5 Estas consecuencias hicieron necesarias las leyes y la coacción para poder dominar los vicios y corrupciones de la naturaleza humana. El gobierno es el remedio necesario de la maldad. La glorificación del estado de naturaleza idílico ha tenido a lo largo del tiempo la misma finalidad: poner de relieve los vicios y corrupciones del género humano y protestar contra los abusos políticos y económicos. La concepción senequista del derecho como mero remedio del pecado era contraria a la de Ulpiano en su “verdadera filosofía”, pero la idea del Estado de naturaleza sostenida por Séneca podía ser aceptada por los teólogos cristianos que concebían la pobreza como moralmente superior a la riqueza y el monacato a la vida secular. Pero la maldad del ser humano ha hecho que la propiedad privada pueda ser útil y el derecho apoyado en la fuerza algo completamente indispensable. El gobierno solo surge como resultado de la maldad de los hombres. En lugar del supremo valor de la ciudadanía, hay una igualdad común, compartida por todos los hombres, y en lugar del Estado como órgano positivo de la perfección humana, hay un poder coactivo que lucha sin éxito por hacer tolerable la vida terrena. 2.! LA OBEDIENCIA CRISTIANA La aparición de la Iglesia cristiana como institución distinta autorizada para gobernar los asuntos espirituales de la humanidad con independencia del Estado, puede considerarse como el cambio más revolucionario de la historia de la Europa occidental. No se deriva de ello que las concepciones políticas de los primeros cristianos fueran distintas de las ya existentes o de las que habían desarrollado otros hombres. Los intereses que llevaron a la creación del cristianismo eran religiosos y era una doctrina de salvación, no una filosofía ni teoría política. Por lo que respecta al derecho natural, la igualdad humana y la necesidad de justicia en el Estado, los Padres de la Iglesia estaban sustancialmente de acuerdo con Cicerón y Séneca. Los cristianos tenían la necesidad de aceptar la autoridad constituida. San Pablo, como Séneca, creía que el poder del magistrado era una consecuencia necesaria del pecado del hombre, corresponde al gobernante reprimir el mal y fomentar el bien. San Pablo, como otros autores del Nuevo Testamento, subraya la concepción de que la obediencia es un deber impuesto por Dios. La monarquía fue establecida por Dios como resultado del espíritu de rebeldía del pueblo. La concepción cristiana del gobierno implicó siempre una teoría del derecho divino, ya que el gobernante es ministro de Dios. Aunque la autoridad derivase del pueblo, no había razón para que el respeto a ella no fuese un deber religioso. Para San Pablo y para otros cristianos, el respeto se debía más bien al oficio que a quien lo detentaba, las virtudes o los vicios personales de un gobernante no tenían nada que ver con la cuestión. Un mal gobernante es un castigo por los pecados y, sin embargo, hay que obedecerle. Para los jurisconsultos romanos, la elección del pueblo significaba la naturaleza jurídica del poder ejercido.

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Diego Alcalde Díaz, 1ºE-5 3.! DIVISIÓN DE LA LEALTAD Ningún cristiano negaba el respeto a la autoridad legítima, pero el cristiano estaba inevitablemente obligado a cumplir un doble deber: tenía que dar al César lo que era del César y a Dios lo que era de Dios. En caso de conflicto, no cabe duda de que el cristiano tenía que obedecer a Dios antes que al hombre. Marco Aurelio sostenía la convicción de que el cristianismo contenía una idea incompatible con la virtud romana de la ilimitada obligación del súbdito con respecto al Estado. El hombre, en principio, es ciudadano de dos Estados pero para el cristiano el mayor de esos Estados era el reino de Dios en el que el hombre conseguía la vida eterna. Las propiedades del cristianismo como religión “espiritual” eran compartidas por otras religiones existentes en el mundo romano. Antes de acabar el siglo II, los antiguos cultos indígenas de Grecia y Roma habían cedido mucho terreno a una serie de religiones de origen oriental. Todas coincidían en ofrecer la salvación y la vida eterna a una generación obsesionada por el pecado y cansada del mundo. El cristianismo era el punto de partida de un desarrollo radicalmente nuevo. El imperio universal había sido siempre imposible sin apoyo religioso, era necesario un vínculo fuerte que podía ser una religión común. En las provincias orientales se deificó a los primeros emperadores y Roma se convirtió en algo comparable a un califato oriental. Se requería una religión dotada de una organización eclesiástica autónoma, colocada al lado del Estado como su igual o como su superior. La novedad de la posición cristiana consistía en su supuesto de que hay en el hombre una naturaleza dual y de la existencia de un control dual sobre la vida humana correspondiente al doble destino de aquel. La distinción entre lo espiritual y lo temporal era esencial desde el punto de vista cristiano. Para el pagano, los más altos deberes morales y religiosos confluían en el Estado y simbólicamente en la figura del emperador, que era a la vez suprema autoridad civil y una divinidad. Para el cristiano, los deberes religiosos constituían una obligación suprema, debida directamente a Dios, y eran resultado de la relación entre la deidad espiritual y la esencia espiritual de la naturaleza humana. La interferencia de una fuerza terrena en esta relación era algo que un cristiano no podía tolerar. El cristianismo planteó un problema que no había conocido en el mundo antiguo, el problema de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. La Iglesia se había fortalecido y la posición cristiana implicaba dos clases de deberes: espirituales y seculares, que podían aparecer como opuestos pero que, en último término, no podían ser irreconciliables. La Iglesia y el Estado no eran realmente independientes, ya que cuando la Iglesia fue oficial debía apoyarse en el emperador y, posteriormente, su mayor poder amenazaba la autonomía de la autoridad secular. Pero, en un principio, era necesario subrayar la autonomía de la Iglesia en materias espirituales. 4.! SAN AMBROSIO, SAN AGUSTÍN Y SAN GREGORIO Podemos ver la opinión de los eclesiásticos haciendo referencia a tres grandes pensadores de los siglos siguientes al establecimiento de la Iglesia cristiana como religión oficial del imperio: San Ambrosio de Milán (segunda mitad del siglo IV), San Agustín (comienzos del siglo V) y San Gregorio (segunda mitad del siglo VI). Todos ellos expresaron opiniones que formaban parte esencial de la convicción cristiana y que se convirtieron en

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Diego Alcalde Díaz, 1ºE-5 parte integrante del pensamiento cristiano acerca de las relaciones entre ambas instituciones (Iglesia y Estado). 4.1. SAN AMBROSIO DE MILÁN Es notable por su vigorosa defensa de la autonomía de la Iglesia en materias espirituales. De acuerdo con este autor, la Iglesia tiene jurisdicción sobre todos los cristianos en materias espirituales, incluido el emperador, ya que este está “dentro de la Iglesia, no por encima de ella”. En materia de fe “son os obispos los que deben ser jueces de los emperadores cristianos y no los emperadores de los obispos”. “Los palacios dependen del emperador, las iglesias del sacerdote”. Admitía la autoridad del emperador sobre la propiedad secular, incluyendo las tierras de la Iglesia, pero negaba el derecho de los emperadores a tocar los edificios eclesiásticos, dedicados a un uso espiritual. El gobernante secular está sometido a la instrucción de la Iglesia en materias espirituales y su autoridad, al menos sobre algunas cuestiones eclesiásticas, es limitada, pero el derecho de la Iglesia debe mantenerse por medios espirituales y no por resistencia. 4.2. SAN AGUSTÍN Su idea más característica es la concepción de una comunidad cristiana, junto con una filosofía de la historia que presenta a la república como la culminación del desarrollo espiritual del hombre. Su gran libro, La ciudad de Dios, fue escrito para defender el cristianismo contra la acusación pagana de que aquel era responsable de la decadencia del poder de Roma y en particular del saqueo de la ciudad por Alarico en el 410. Implica una reexposición, desde el punto de vista cristiano, de la idea antigua de que el hombre es ciudadano de dos ciudades: la ciudad de su nacimiento y la Ciudad de Dios. La naturaleza humana es doble: el hombre es espíritu y cuerpo y, es a la vez ciudadano de este mundo y de la Ciudad Celestial. El hecho fundamental de la vida humana es la división de los intereses humanos: intereses terrenos y ultraterrenos. San Agustín hizo de la distinción la clave para comprender la historia humana, que está y estará siempre dominada por la lucha entre las dos sociedades. Por una lado está la ciudad terrena, fundada en los impulsos terrenos, apetitivos y posesivos de la naturaleza humana inferior, este es el reino de Satán. Por otro lado está la Ciudad de Dios, fundada en la esperanza de la paz celestial y la salvación espiritual, este es el reino de Cristo. La historia es la narración dramática de la lucha entre esas dos sociedades y el dominio final tiene que corresponder a la Ciudad de Dios, solo en esta Ciudad es posible la paz, solo el reino espiritual es permanente. Esta es la interpretación agustiniana de la caída de Roma: todos los reinos meramente terrenos tienen que desaparecer. La Iglesia como organización humana no es lo mismo que el reino de Dios, y aún menos era idéntico al gobierno secular, a los poderes del mal. No era probable que un jerarca eclesiástico atacase al gobierno como representación del reino del mal. San Agustín creía que ambas potestades son de Dios ordenadas, aunque creía que el pecado había hecho necesario el empleo de la fuerza por los gobiernos y que este empleo era el remedio divinamente ordenado de los pecados. La ciudad terrena era el reino del pecado y de los

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Diego Alcalde Díaz, 1ºE-5 hombres malos; la ciudad Celestial la comunión de los redimidos en este mundo y en el futuro. Las dos sociedades se encuentran entremezcladas para no separarse hasta el Juicio Final. San Agustín considera que el reino del mal está representado por los imperios paganos y que la ciudad Celestial es representada por la Iglesia, la Iglesia es la reunión de todos los verdaderos creyentes, por ello, la aparición de la Iglesia cristiana es el punto culminante de la historia. De ahí en adelante, la salvación humana está ligada a los intereses de la Iglesia que son preponderantes sobre cualesquiera otros. La historia de la Iglesia es la “marcha de Dios sobre la tierra”, la especie humana es una sola familia cuyo destino final se alcanzará en el cielo. La vida humana es el teatro de la lucha cósmica entre la bondad de Dios y la maldad de los espíritus rebeldes. Toda la historia humana es el majestuoso desarrollo del plan de salvación divina. La unidad de la especie significa la unidad de la fe cristiana bajo la dirección de la Iglesia, de forma que el Estado es tan solo un mero brazo secular de la Iglesia. Bajo la nueva ley, el Estado tiene que ser cristiano, servir a una comunidad que es una por virtud de una común fe cristiana y servir a una vida en la que los intereses espirituales se encuentran indiscutiblemente por encima de todos los demás y contribuir a la salvación humana manteniendo la pureza de la fe. Es necesaria una nueva verdadera república cristiana. Un Estado justo tiene que ser un Estado en el que se enseñe la verdadera religión y en el que esa religión esté apoyada por la ley y la autoridad. Después del advenimiento del cristianismo, ningún Estado puede ser justo a menos que sea también cristiano, un gobierno sin relación con la Iglesia está desprovisto de justicia. El carácter cristiano del Estado estaba inserto en el principio universalmente admitido de que su finalidad es realizar la justicia y el derecho, de algún modo, el Estado tenía que ser también una iglesia. San Agustín subraya la autonomía de la Iglesia en materias espirituales y la concepción del gobierno compartido por dos órdenes: el real y el clerical. Esta concepción implica la independencia de la Iglesia pero también la del gobierno secular. 4.3. SAN GREGORIO El asombroso éxito logrado por San Gregorio al asegurar la defensa de Italia contra los lombardos y su influencia a favor de la justicia y el buen gobierno en la Europa occidental y el norte de África realzaron enormemente el prestigio de la sede romana. Es el único de los Padres de la Iglesia que habla de la santidad del gobierno político, lo que sugiere el deber de obediencia pasiva. Un gobernante malvado tiene derecho no solo a la obediencia sino aun a la obediencia pasiva y silenciosa. Así, en su Regulae Pastoralis, afirma que los súbditos tienen que obedecer y no deben juzgar o criticar las vidas de sus gobernantes. Esta concepción era natural en una época en la que la anarquía había llegado a ser un peligro mayor que el control de la Iglesia por los emperadores. San Gregorio protesta contra los actor que considera no canónicos, pero no se niega a obedecer. El emperador tiene poder para hacer aun lo injusto, siempre que quiera arriesgarse a la condena eterna. Los actos del gobernante están, en último término, entre Dios y su conciencia.

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Diego Alcalde Díaz, 1ºE-5 5.! LAS DOS ESPADAS Denominada también “doctrina de las dos autoridades”, fue expuesta a finales del siglo V en boca del papa Gelasio I. Sirvió de base en la Edad Media cuando surgió la controversia entre el Papa y el emperador. Es una visión historiográfica que matiza la relación de los cristianos con el poder temporal, representa la Espada de Cristo y la Espada del Emperador. Esta teoría refleja que en la época patrística la sociedad humana estaba organizada de manera dial en interés de las dos grandes clases de valores que debían ser conservados: por una lado, los intereses espirituales y la salvación eterna, bajo la guarda de la Iglesia, que se encarga, además, de la enseñanza; y, por otro, los intereses seculares o temporales, el mantenimiento de la paz, el orden y la justicia, que corresponden al gobierno civil y deben lograrlo los magistrados. Entre ambos órdenes debe prevalecer el espíritu de mutua ayuda. Esta teoría apoya la autoridad dual. Conforme a la relación de ambas autoridades: el hombre debe ser más diestro en cuestiones espirituales que en cuestiones terrenales; en cuestiones doctrinales, el emperador debe subordinar su voluntad al clero y tiene que aprender más que enseñar; la Iglesia tiene jurisdicción sobre todas las materias eclesiásticas ya que es independiente y autónoma; los eclesiásticos deben ser juzgados ante tribunales eclesiásticos por los delitos que cometieren y no por las autoridades seculares; la combinación de ambas autoridades en las mismas manos es propio de los paganos ya que Cristo decretó la separación del poder regio y sacerdotal; es ilegítimo que el mismo hombre sea a la vez monarca y sacerdote; los emperadores y los pontífices se necesitan mutuamente; la responsabilidad del sacerdote es más pesada que la del gobernante secular ya que el día del Juicio Final es responsable de las almas de todos los cristianos, incluidos los gobernantes; la Iglesia es tan universal como el imperio; y, por último, en ningún caso es justo que cualquiera de los poderes ejerza la autoridad propia del otro. En conclusión, la teoría de las dos espadas dispone que la humanidad formaba una sola sociedad bajo dos gobiernos, dotado cada uno de ellos de sus normas jurídicas propias, sus propios órganos legislativos y administrativos y sus propios derechos.

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