TEMA 1. Los Reyes Godos. Hispania S. V-VII PDF

Title TEMA 1. Los Reyes Godos. Hispania S. V-VII
Author Evangelina Mariscal
Course Historia Medieval de la Península Ibérica I
Institution UNED
Pages 12
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Espero os sirva de ayuda....


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TEMA 1. HISPANIA EN EL SIGLO VII FUENTES: Los documentos escritos sobre la Hispania del s. VII son muy escasos, debido a la conquista árabe-bereber y la afirmación de la sociedad andalusí que afectó a que las instituciones conservaran archivos históricos (monasterios, sedes episcopales)  Se han conservado fragmentos en papiro como el Precepto de Mederna. Así mismo se han hallado pizarras escritas en el suroeste de la meseta del Duero que nos ofrecen datos fragmentarios sobre la sociedad de este periodo en esta región.  Sin embargo, se cuenta con una amplia recopilación jurídica como las Leyes Visigodas (recopilación de leyes anteriores a las realizadas por Recesvinto en el 652) y de cánones conciliares (actas de los concilios celebradas a lo largo del s. V al VII, con excepción del último concilio en Toledo, en época de Witiza) Estos documentos deben su conservación a las autoridades e instituciones que fueron consideradas herederas de ese pasado y lo usaron para legitimarse.  Entre los documentos a destacar podemos señalar: 1- Historia Wambae regis (670), escrita por el obispo de Toledo, Julián, donde se narra el ascenso al poder de Wamba, la sublevación en la Narbonense, la traición del dux Paulo y la derrota de los rebeldes. También incluye una breve información acerca de las 1ªs décadas de siglo Historia de regibus Gothorum, Vandalorum et Suevorum de Isidoro de Sevilla que recoge datos hasta el reinado de Suintila (621-631) y los años finales del reino visigodo. 2- Crónicas asturianas que ofrecen un relato fuertemente ideologizado de los compases finales del reino. 3- Hagiografías de vidas de santos como la Vita Fructuosi, la autobiografía de Valerio del Bierzo, Vidas de santos padres emeritenses que nos transmiten elementos ideológicos que reforzaban la autoridad eclesiástica. Las vidas de otros hombres santos están situadas en un ámbito geográfico y social reconocible por lo que nos ofrecen la estampa de la sociedad del s. VII.  El considerable desarrollo de la arqueología y su registro material es imprescindible para la elaboración de interpretaciones sobre la Hispania de este siglo. 

LA DINÁMICA POLÍTICA. LA PUGNA POR EL TRONO.   





En el último tercio del s. VI, la monarquía goda se afianzó como la estructura política hegemónica en Hispania. Las campañas de Leovigildo (569-586) llevaron al control de espacios hasta entonces ajenos al dominio toledano, culminando con la conquista del reino suevo en el 585. A ello se sumó 4 años más tarde, la conversión al catolicismo de Recaredo (586-601), hijo y heredero de Leovigildo. Hasta entonces, los pueblos bárbaros habían profesado el cristianismo en su versión arriana (una elaboración teológica que minimizaba el carácter divino del Hijo de Dios) Leovigildo buscó unificar a la población en términos religiosos pero a partir de un arrianismo que fuera aceptable para la población católica predominante, cuyos principales dirigentes fueron los obispos católicos. Dentro de esa misma política, Leovigildo eliminó la prohibición de los matrimonios mixtos entre godos y población autóctona, probablemente con el objetivo de ampliar la base social fundamentalmente aristocrática. Sin embargo, las resistencias a esta política complicaron el reinado de Recaredo. En el III Concilio de Toledo se proclamó la adscripción al catolicismo de toda la gens gothorum, aunque los sacerdotes arrianos conservaron sus cargos.







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A pesar de la Conjura dirigida por el obispo Sunna en Emérita o la de los condes Granista y Vildigerno en la Narbonense (en torno a la actual ciudad francesa de Narbona, territorio político visigodo), la conversión fue definitiva. A comienzos del s. VII, el poder visigodo en Hispania era sólido, aunque había áreas como la zona vascona que se resistía a la autoridad, además de una franja del sur y el suroeste perteneciente a la provincia bizantina de Spania. La conversión posibilitó la incorporación de los obispos como principales líderes de la población autóctona, pero el III Concilio de Toledo fue tan solo una escenificación elaborada desde el trono sin que los obispos pudieran influir en las decisiones políticas. La sucesión al trono siguió siendo electiva, aunque hubo varios intentos de asociación al trono de los hijos de los reyes. Esta situación provocó una pugna por el control al trono durante este siglo. A la muerte de Recaredo, le sucedió su hijo Liuva, pero Witerico que había participado en la Conjura del obispo Sunna, lo desalojó del poder violentamente y lo mandó ejecutar en el 603. El reinado de Witerico duró poco, pues murió violentamente en el 610 en otra conjura. Tras el reinado de Gundemaro que solo duró 2 años, ascendió al trono Sisebuto (612-621), rey conocido por sus intereses culturales y sus campañas contra vascones y bizantinos. Trató de crear una sucesión dinástica con su hijo Recaredo II, pero no se consolidó en el poder. Suintila (621-631), célebre por sus campañas exitosas contra vascones y bizantinos. Su reinado acabó con una nueva conjura palaciega que llevó al poder a Sisenando (631-636). Durante su reinado se celebró el IV Concilio de Toledo auspiciado por s. Isidoro de Sevilla (633). Este concilio sirvió para crear por fin un espacio político de colaboración entre reyes y obispos. Una de las decisiones más relevantes hizo referencia al nombramiento de los monarcas consagrando el carácter electivo de la realeza mediante la participación de la aristocracia y los obispos. Sin embargo, esta disposición no logró evitar las pugnas ni las disputas por el trono. Chintila fue sucedido por Tulga (639-642), pero una conjura dirigida por Chindasvinto acabó con su reinado. Esta vez, el rey fue tonsurado (raparle la coronilla), signo de su paso a la condición clerical que impedía su acceso al trono. Con Chindasvinto (642-653) se reforzó el poder real. El nuevo rey aniquiló la oposición de otras facciones aristocráticas mediante la ejecución de numerosos aristócratas y la confiscación de sus bienes. Se celebró el VII Concilio de Toledo (646) que reconoció las nuevas normas que conllevaban un juramento de fidelidad al rey. Los concilios se transformaron en asambleas políticas controladas desde la monarquía. Los reyes no dudaron en convocarlos cuando precisaban de legitimación, reafirmando su condición de defensores de la fe católica. Su hijo Recesvinto (653-672) que fue asociado al trono desplegó una actividad semejante, aunque disminuyó la violencia contra sus oponentes. Sin embargo, el reforzamiento del poder real continuó en ascenso. La recopilación de la legislación elaborada por los reyes visigodos, Liber Iudiciorum, fue un instrumento eficaz para ese fin. El monarca se erigió como la fuente de un derecho aplicable a todos sus súbditos, con independencia de su origen. EL PODER REGIO. CONTINUACIÓN DE LOS REYES GODOS





Los últimos 40 años del reino visigodo han sido objetos de numerosos estudios. El hecho de que el reino colapsara rápidamente tras las batallas de Guadalete y Écija en 711 ha llevado a buscar las causas de este hundimiento en la descomposición del poder real mucho antes del enfrentamiento bélico e incluso se ha defendido la imagen de un reino sólido dentro de los parámetros de la Europa post romana. La muerte de Recesvinto llevó al poder a Wamba (672-680), un personaje relevante que ya había disfrutado de cargos importantes. Su elección narrada por la Historia Wambae se realizó siguiendo los





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requisitos establecidos en el IV Concilio de Toledo. El rey fue ungido relacionándolo así con la monarquía de David, dándole una condición casi sacerdotal. El rey guerreó con los vascones para legitimar su llegada al trono. Estalló una rebelión en la Narbonense y envió un ejército dirigido por el dux Paulo para sofocarla. Pero, el dux apoyado por la aristocracia se sumó a la revuelta, lo que obligó a Wanda a dirigirse contra los sublevados. La acción fue rápida y eficaz y el dux fue expuesto en Toledo de forma denigrante en la procesión triunfal de Wamba. Dicha acción muestra que esta monarquía poseía una gran capacidad para hacer frente a los enemigos, por lo que indudablemente, no estaba en descomposición. Durante este periodo, las rebeliones eran habituales y se alimentaban de varios centros cortesanos actuando al mismo tiempo. Wamba legisló sobre el ejército para garantizar la movilización de los recursos militares de las regiones fronterizas ante la dificultad de contar con fuerzas permanentes en la sedes regias. Al mando estaban la aristocracia palatina, inmersos en las luchas de facción, como se puso de manifiesto con el dux. Se buscaba una adaptación a las condiciones sociales existentes, buscando involucrar a las élites regionales en el regnum, ante las insuficiencias del ejército del entorno regio. Así mismo organizó el XI Concilio de Toledo (675) en el que se señalan una serie de limitaciones impuestas a la propiedad de los obispos. Los concilios funcionaban como asambleas controladas por los monarcas para la legitimación de un rey preocupado por la salvación del pueblo y que era poyado por los obispos. Wamba fue víctima de una conjura en la que se vio implicado su sucesor Ervigio que le obligó a tomar el hábito y la tonsura eclesiástica en el 680. Esta condición le incapacitaba para continuar en el cargo. Ervigio convocó el XIII Concilio de Toledo (683), tras el cual, fue ungido como rey. El nuevo monarca buscó congraciarse con la aristocracia y los obispos. Indultó a los condenados por traición en la revuelta del dux Paulo, aunque insistió en las obligaciones militares. También los obispos recuperaron parcelas de poder y se implementó una legislación antijudía. A la muerte de Ervigio le sucedió su yerno Egica (687-702) que juró defender a los miembros de la familia regia, pero consiguió liberarse de dicho juramento, gracias a los obispos reunidos en el XV Concilio de Toledo (688), argumentando que la familia de Ervigio se había enriquecido mediante confiscaciones injustas. Egica tuvo que hacer frente a una conjura, en la que los rebeldes encabezados por Sunifredo, autoproclamado rey, llegaron a dominar Toledo en el 691. Finalmente, el monarca sofocó la revuelta y en el XVI Concilio de Toledo (693) se depuso por instigación regia al metropolitano de Toledo, Sisberto, por haber participado en la revuelta, siendo castigado con la confiscación de sus bienes y el exilio. Egica intentó afianzar su autoridad, persiguiendo a aristócratas que perdieron sus cargos en el officium palatinum. En el XVII Concilio de Toledo (694), los prelados incidieron en la transmisión patrimonial de padres a hijos de los bienes regios. Su hijo Witiza fue asociado al trono junto a su padre. Esta situación se prolongó hasta el 702, fecha en la que falleció el padre. El nuevo rey gobernaría en solitario hasta el 710. Las informaciones que se poseen de este periodo son escasas, pero parece que suavizó las medidas aprobadas por su padre y trató de conseguir el apoyo de la iglesia. Sin embargo, su muerte prematura impidió la sucesión dinástica. Entonces, estalló una nueva crisis por el control del reino de la que salió triunfante Rodrigo que, probablemente, no fue aceptado en el nordeste del reino, la Tarraconense y la Narbonense, donde se conoce la presencia de un rey llamado Agila. La situación de crisis era otra más de la dinámica política del reino. La diferencia radicó en la presencia de un nuevo actor: el ejército encabezado por Tariq. LOS RECURSOS DEL REY Y EL JUEGO POLÍTICO.



Las pugnas por el trono y el abrupto final del reino han sido determinantes en la visión del periodo visigodo del s. VII como una época de inestabilidad producida por la debilidad del centro político regio. Sin embargo,

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las fuentes del s. VIII como la Crónica Arabo-bizantina o la Crónica del 754 reconocen la solidez del reino de Toledo y por ello, se sorprenden por su desaparición. El regnum gothorum debe entenderse dentro de los parámetros del funcionamiento de las monarquías postromanas para comprender mejor los recursos del rey y el juego político. De hecho, ninguna sublevación buscó un nuevo marco político, sino que los rebeldes ansiaban conquistar el trono, no destruirlo. Los monarcas disfrutaban de considerables recursos materiales que los convertían en el eje principal del juego político. Eran herederos de una tradición fiscal que quedó recogida en la legislación que recordaba la potestad del monarca para imponer cargas fiscales en todo el territorio. Los impuestos no debían ser recaudados de manera continuada ni generalizada, siendo probable la intervención de grupos de poderosos locales (potentes) que negociaban e intermediaban en el pago de tributos. De igual forma, la exención de impuestos funcionó como un mecanismo para garantizar el apoyo a los distintos reyes. De todos modos, la base de poder se basó en el control de la tierra. Además de las tierras fiscales que poseían los reyes y que podían ser donadas o cedidas a aristócratas fieles, tenían la potestad de poder confiscar bienes en casos de delitos por rebelión o a las facciones derrotadas. Los reyes también poseían recursos ideológicos, ya que eran la cabeza de la gens gothorum, la principal fuente del derecho y poseían un cierto carácter semisacerdotal gracias a la unción. Tenía poder para convocar los concilios que legitimaban su política y su propio ascenso al trono. El tomus regio que se entregaba al comienzo de cada concilio representaba un listado de cuestiones que debían abordarse, además de otras de carácter eclesiástico. El concilio, por tanto, servía a los propósitos políticos al servicio del rey, lo que no impidió que algunos eclesiásticos se opusieran al monarca apoyando facciones contrarias. Otro recurso era la emisión de moneda de oro. La acuñación de tremesíes de oro se inició en época de Leovigildo. Su objetivo era ser un instrumento de captación fiscal, pero a la vez, servía como elemento de afirmación y legitimación. La posesión de estas monedas implicaba el reconocimiento de un autoridad superior, la del rey. Sin embargo, cabe destacar que el carácter electivo de la monarquía y la ausencia de reglas facilitaba la pugna por el trono. Dicha pugna estaba alimentada por la existencia de facciones compuestas de agrupaciones de familias aristocráticas que buscaban hacerse con el control de la zona y del aparato político regio. Esto sucedía porque no existía una dinastía reinante y se forjaba una disputa entre algunas familias por el control del trono. Tampoco debe entenderse como un síntoma de debilidad, pues los reinos posromanos occidentales estaban sometidos a esa lógica de ganadores y perdedores. Se ha planteado a la monarquía toledana como una monarquía dual. El rey era el poseedor de la corona, representante de una gens, entendida como una identidad política y cultural y no como una descendencia biológica. La clave está en el reparto de recursos asociados al poder, inicialmente bienes fiscales, pero de manera creciente tierras que se consideraban pertenecientes a la gens en su conjunto, no exclusivas del monarca. Sin embargo, la presencia directa del poder regio en ámbitos locales era prácticamente inexistente, salvo en otras regiones como el valle medio del Tajo, cercanas al centro de poder como Toledo. ARISTÓCRATAS, CAMPESINOS Y ESCLAVOS. UNA SOCIEDAD POSROMANA. LOS POTENTES



Las leyes visigodas mencionan el papel de los potentes y su intromisión en las relaciones entre la monarquía y los súbditos. Se identificaba así a grupos aristocráticos de élite y con poder social que actuaban en el marco del reino. Sin embargo, esta categoría englobaba situaciones muy diversas.



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Un aspecto destacado era que los potentes poseían una relación estrecha con la monarquía: el officium palatinum o conjunto de cargos palaciegos. La obtención de estos cargos era la evidencia de la vinculación estrecha con el rey y representaba la más alta aristocracia. Probablemente, estos cargos fueran copados por las principales familias herederas de la gens gothorum. Por otro lado, se reconocen individuos envestidos con el cargo de dux. Este oficio se asociaba a la actividad militar, pero no era un cargo permanente ni estaba vinculado a este territorio. Existían otros cargos representativos ocupados por élites menos relevantes como es el caso de los condes (comes o comitentes) y los thiufadus, con atribuciones judiciales. Sin duda, el ejercicio de estos cargos representaba una oportunidad para relacionarse con el aparato monárquico. Sin embargo, el reino carecía de una estructura territorial homogénea. Ej. es el relato del dux Paulo que pone en evidencia la escasez de condes y oficios relacionados con el rey en la Narbonense. Parece factible que existían numerosas élites que no estaban ligadas al reino. No por ello, dejaban de existir lazos, incluso en áreas lejanas como sucedió con la caída en desgracia de los herederos de una familia relevante en la comarca del Bierzo (Ricimero, narrado en los escritos autobiográficos de Valerio) En todo caso, la base de poder de los potentes era la propiedad de la tierra, aunque se carece de informaciones precisas sobre esto. La imagen de una poderosa clase latifundista con extensos bienes podría ser válida para algunas áreas como la Bética, Mérida o Toledo, pero no se puede aplicar a otras zonas. El estudio de las pizarras procedentes del suroeste de la meseta del Duero pone de manifiesto la ausencia de una estructura latifundista, aunque sí de mecanismos de captación tributaria. La donación de Vicente al monasterio de Asán (mediados del s. VI) nos permite acercarnos al modelo de propiedad aristocrática que se componía de unidades dispersas por un amplio territorio, un patrón común en toda la Europa Occidental posromana. UNA SOCIEDAD DE CAMPESINOS

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Los campesinos entendidos como productores agropecuarios eran la mayoría de la población, aunque la información directa sobre este grupo es muy escasa. Los estudios en la región de Madrid, Cataluña o la cuenca del Duero muestran la existencia de asentamientos rurales abiertos con construcciones en materiales perecederos, sin que se detecten con claridad áreas artesanales especializadas. Las construcciones eran sencillas con materiales locales y sin un elaborado saber arquitectónico. Estas se adaptaban a las necesidades familiares y representan una iniciativa de las unidades domésticas campesinas. Un aspecto relevante es la presencia de numerosos silos en torno a las construcciones. Estos espacios de almacenamiento reflejan una economía rural con excedentes que estaban bajo el control de las unidades domésticas. Cada unidad los gestionaba de manera autónoma. A pesar de que no existen diferencias en este tipo de construcciones, hay algunos indicadores que señalan desigualdades internas como por ej. la presencia de équidos relacionados con la representación de un mayor poder o una dieta más rica en productos animales. Estos asentamientos han permitido construir una red de aldeas. Una situación que se vincularía con la capacidad de actuación autónoma (agencia) Las fuentes también revelan la presencia de una numerosa población campesina libre y propietaria, aunque no formaban un grupo social homogéneo, pues había fuertes desigualdades. La legislación visigoda habla del conventus publicum vicinorum, organización de determinadas comunidades rurales que gestionaban diversos aspectos relacionables con las actividades económicas locales. Las pizarras visigodas mencionan a individuos que pagaban cantidades, algunos definidos como dependientes (conllibertas) hace pensar que las otras personas tenían condición de libres.





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Los relatos sobre las vidas de santos describen a una sociedad de campesinos no sometidos a grandes propietarios. Incluso, las leyes sobre los servi pone de manifiesto c...


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