TEMA 12 Génesis Y Problemas DEL Realismo Español PDF

Title TEMA 12 Génesis Y Problemas DEL Realismo Español
Author Flo Ruiz
Course Literatura Española de los Siglos XVIII y XIX
Institution UNED
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TEMA 12: GÉNESIS Y PROBLEMAS DEL REALISMO ESPAÑOL. JUAN VALERA. JOSE MARIA DE PEREDA. 12.1. Génesis y problemas del realismo español. El concepto de realismo en el terreno artístico alude a la creación que imita a la realidad, que el receptor percibe como verosímil. Las ideas que expandió la filosofía positivista y el avance de las ciencias experimentales que se produjo en Europa influyeron en el ascenso de esta corriente, que tuvo gran impacto en la literatura y particularmente en la novela. El positivismo, desarrollado como doctrina filosófica por Augusto Comte en su Sistema de filosofía positiva (1850) penetró en las capas culturales de la sociedad y fue sustituyendo al idealismo precedente. El positivismo propone la experiencia y la observación directa del mundo sensible como único método de conocimiento y verdad, repudiando toda noción a priori y todo concepto universal y absoluto. El método experimental se aplicará no sólo a las ciencias, sino a las artes y a las humanidades y también se proyectará en el hecho religioso. Se descalifica la imaginación y se impone un concepto realista y práctico de la vida y de las cosas que se ha identificado con el espíritu burgués. El asentamiento del realismo durante más de medio siglo está fuertemente relacionado con los fenómenos sociales que se producen a la sazón: en el plano social, el ascenso de la burguesía, que se convertirá en la clase dominante; en el plano económico, se produce la revolución industrial que conlleva la emergencia del capitalismo; y en el plano político, las tensiones sociales y las revoluciones que estos fenómenos generan en los gobiernos, las clases dirigentes y la masa social. Francia fue la pionera del movimiento realista, hecho vinculado al desencanto de los intelectuales franceses ante la fracasada revolución de 1848, lo que les inclinó al cultivo de un arte más objetivo. En España suelen situarse estos inicios del cambio de mentalidad en torno a la Revolución de 1868, la Gloriosa, que originó el destronamiento de Isabel II y la instauración de la primera República. Aunque se restauró la monarquía con Alfonso XII en 1874, los años que siguieron fueron de grandes transformaciones culturales, sociales y políticas. El peso de una tradición que valoraba el pasado glorioso dificulta los cambios ideológicos y los avances sociales, pese a lo cual las ideas progresistas y renovadoras penetran . Una de las más influyentes fue la ideología krausista, asumida por intelectuales como Sanz del Río. Este sistema filosófico ideado por Friedrich Krause se basa en una conciliación entre el teísmo y el panteísmo, según la cual Dios, sin ser el mundo ni estar fuera de él, lo contiene en sí y de él trasciende. Uno de los logros del krausismo en España fue la creación de la Institución Libre de Enseñanza, fundada por Francisco Giner de los Ríos en 1876, centro educativo no vinculado ni al Estado ni a la Iglesia, que formó a una elite intelectual de notable proyección cultural, a la que pertenecieron Juan Ramón Jiménez, los hermanos Machado, Lorca y Alberti, Dalí y Buñuel. La novela realista se define como aquella que aspira a imitar y a reflejar con objetividad, fidelidad y verosimilitud el mundo en que vivimos en toda su amplitud y complejidad: ideas, objetos, personas, acontecimientos vitales e históricos y entramado social. El auge de la novela realista fue un fenómeno general en la literatura europea. Los principales

precursores de la novela realista fueron los franceses Balzac y Stendhal, que pertenecían cronológicamente a la generación romántica. En la década de los 50 se producen las novelas más importantes, y se crea la revista Réalisme en 1857. Flaubert inicia la publicación de Madame Bovary en la Revue de Paris en 1856. En España la novela realista se inicia una década después y alcanza su plenitud en el sexenio revolucionario (1868-1874) y en la década siguiente. Los antecedentes literarios de la novela realista española están en el costumbrismo, desarrollado en el cuadro de costumbres o en fragmentos insertos en la narración ( novela folletín y novela histórica); los autores del folletín sentimental utilizaron la técnica costumbrista de la descripción del entorno y de los tipos humanos aunque sin afán de objetividad ni de verosimilitud en la trama, que era siempre excesiva, sensiblera y truculenta. El realismo en la novela española es una tendencia permanente desde el siglo XV (La Celestina, el género picaresco, la novela cervantina). Según Pardo Bazán, el realismo tradicional debía servir de base a los escritores, si bien adaptándolo a las nuevas exigencias descriptivas, narrativas, psicológicas y pictóricas. El realismo narrativo pervive hasta el siglo XX y convive con otros movimientos coetáneos, el modernismo y el novecentismo. La generación del 98 llevará a cabo una profunda renovación en la novela (Baroja, Azorín, Unamuno, Valle-Inclán); otra generación realista, la de los años 50, surgirá tras la guerra civil con un propósito de testimonio social. La novela realista se considera un exponente significativo del espíritu del siglo. Encarna el espíritu burgués y se apoya en su sistema de valores; el narrador se sitúa desde una perspectiva burguesa para observar y reflejar la realidad del entorno. Abunda la crítica, pero el objeto preferente es referir la problemática de la burguesía y las transformaciones que se verifican en la sociedad tanto en ideas como en costumbres. El núcleo temático dominante es la vida y la sociedad española de la época, contemplada en su globalidad (Galdós). Los personajes son variados y pertenecen en su mayoría a la alta y baja burguesía: parásitos sociales (aristócratas, clérigos, burócratas, rentistas) o activos (pequeños burgueses ambiciosos y transformadores de la sociedad y la política). Junto a la burguesía se retrata el mundo de los funcionarios y oficinistas con sus miserias y frustraciones. Aunque aparecen con frecuencia obreros y personajes humildes y marginales, pocas veces se mencionan sus inquietudes más que de manera tangencial y simplista. En cada novela hay un número limitado de personajes importantes, a los que se dota de una configuración física, psicológica y moral compleja y elaborada. Son personajes redondos (Foster), que evolucionan a lo largo de la narración. Otros personajes son sólo comparsas y están caracterizados con la reiteración de rasgos esquemáticos. El narrador es omnisciente (tercera persona), es decir, un testigo directo que se erige en cronista de los acontecimientos, de los que conoce las causas y los efectos. Conoce física y moralmente a los personajes, sabe de sus pensamientos secretos e interpreta y juzga sus actos. En algunas novelas el narrador adopta la forma autobiográfica (primera persona) o simultánea omnisciencia y autobiografía. La novela realista puede ser urbana (la mayoría) o rural. La ciudad constituye el núcleo de la actividad política y económica; Madrid es el escenario de muchos relatos y aparece en ellos como sede de la progresía frente al oscurantismo provinciano o rural. La novela rural, minoritaria, está representada en las obras de Pereda, Palacio Valdés y

Emilia Pardo Bazán. Pereda considera que en el agro permanece la reserva de los mejores valores tradicionales humanos y religiosos. En cambio Pardo Bazán fustiga en sus novelas rurales el caciquismo, el sometimiento del campesinado al poder del clero y de los señores, y denuncia el atraso de los aldeanos y sus bárbaras costumbres. Galdós satiriza la vida rural (Doña Perfecta, personaje de Orbajosa). En cuanto al discurso, la novela realista reúne e intercala convenientemente distintos modos: descripción, narración y diálogo. El diálogo conlleva un acercamiento más directo entre los personajes y el lector al no intervenir la voz mediadora del narrador. También se usa el monólogo interior con una función de acercamiento entre lector y personaje; el narrador transcribe los pensamientos del personaje en forma de discurso ordenado y coherente, como el hablado. Las cartas y los diarios sustituyen a veces la voz del narrador omnisciente; ambos favorecen el acercamiento entre personaje y lector. En la novela realista se distinguen dos tipos de discurso, uno correspondiente a la voz del narrador (preciso, sobrio, cuidado y culto) y otro a las voces de los personajes (muy variable: culto, popular, coloquial, vulgar con regionalismos y locuciones localistas). Destaca su espíritu crítico. Las cotas de libertad literaria que tienen los autores, necesarias para reflejar las ideas y las aspiraciones de la sociedad, fueron auspiciadas por las mayores cotas de libertad que trajo la revolución de 1868 (Clarín). 12.2. Juan Valera Natural de Cabra (Córdoba), Juan Valera (1824-1905) se dedica a la literatura desde su madurez. Era persona distinguida, de gustos refinados, de clara inteligencia y amplia cultura humanística; fue diplomático de carrera y residió largas temporadas en capitales europeas y americanas. Valera no defiende el realismo en la novela sobre la base de una observación estricta de la realidad; detestaba también la novela de tesis. Considera que el autor debe alzarse sobre la mera imitación de la vida y dotar a la novela de un sentido poético, de una idealización embellecedora. Se inclinó por la novela psicológica, por el análisis de los caracteres y de sus procesos interiores. Los temas favoritos giran en torno a la pasión amorosa, en la que indaga con extrema sutileza y delectación. Los conflictos aparecen tratados desde una perspectiva intelectual y reflexiva, amable y serena. En el aspecto formal destaca la finura intelectual de su prosa y la elegancia y pulcritud de su estilo, sin concesión a la vulgaridad. La naturalidad y precisión son rasgos de su discurso, que también posee gracia e ironía. Es el primer estilista de su generación Pepita Jiménez (1874) fue su primera y más famosa novela. En ella cuenta la relación amorosa entre el seminarista Luis de Vargas y la joven viuda Pepita Jiménez, a la que pretende su padre, Don Pedro. El conflicto reside en la difícil disyuntiva de Luis entre su vocación religiosa y la pasión. El desenlace se resuelve sin extremismos, con el triunfo del amor entre los jóvenes. Valera aboga por la dignidad de cualquier estado o forma de vida . El autor acude en la primera parte al recurso cervantino del manuscrito hallado (unas cartas olvidadas) y en la segunda al narrador omnisciente que resume el resto de la historia. Un conflicto semejante se plantea en Doña Luz (1879), pero en este caso se resuelve con la muerte del protagonista (un anciano fraile que se enamora de una joven).

En Juanita la Larga (1896) trata el tema del amor entre viejo y joven. Valera crea un personajes femeninos idealizados, que poseen más cualidades que los masculinos. Alzándose contra la condena social, que arrastra por su origen ilegítimo, la joven defenderá su amor por el maduro galán, que le ofrece el respeto que merece. 12.3. José María de Pereda. José María de Pereda (1833-1906) nació en Polanco (Santander). Residió siempre en su tierra natal; en política fue un conservador tradicionalista y por breve tiempo diputado carlista. Fue un ferviente católico. Su obra literaria se inicia en el costumbrismo. En las Escenas montañesas (1864) se agrupan una serie de cuadros de costumbres de la región que habían sido escritos para la prensa. A este género pertenecen también Tipos y paisajes (1871) y Tipos trashumantes (1877). En Esbozos y rasguños ((1881) se recoge una colección de artículos de carácter variado: evocaciones del pasado, impresiones, escenas moralizadoras y críticas de ciertas prácticas sociales. Otros artículos ponen de relieve un provincianismo abiertamente reaccionario. La producción novelística de Pereda se orienta hacia dos modalidades propias del realismo: la novela de tesis ( El buey suelto, 1878, Don Gonzalo González de la Gonzalera, 1879 y De tal palo tal astilla, 1880) y la novela regionalista (El sabor de la tierruca, 1882, Sotileza, 1885 y Peñas arriba, 1895). Las novelas de tesis de Pereda son de escasa calidad. El afán de denostar las nuevas ideas, modas y costumbres opuestas a las tradiciones locales y de descalificar todo lo que considera que cuestiona la fe y la moral católicas le lleva a falsear la realidad de manera obsesiva. En Un buey suelto los ataques se dirigen al celibato: se muestran los inconvenientes y males de la soltería. Es casi una prédica en forma narrativa, de escaso interés tanto del tema como del personaje. Don Gonzalo… es una novela de tesis política: en ella se ataca con vehemencia la revolución de 1868. Muestra la oposición entre dos personajes, un hidalgo rico y conservador, y un vicioso indiano, Don Gonzalo, defensor de la revolución, que capitaneará toda clase de atropellos y vilezas. El pueblo se levantará contra él para defender a su hidalgo benefactor. De tal palo tal astilla es una novela de tesis religiosa y constituye una apología de la intolerancia religiosa: las doctrinas positivistas y la falta de fe cristiana conducen al protagonista a la desesperación y al suicidio, a pesar de los esfuerzos de su enamorada por conducirle al buen camino. Galdós había abordado en su novela Gloria un tema análogo, resuelto a favor de la tolerancia religiosa ; parece que la novela de Pereda es una réplica a la novela galdosiana. Más interés tienen sus novelas regionalistas. Son relatos destinados a exaltar el paisaje cántabro, la vida rústica y sencilla de los marineros y de los montañeses y las costumbres ancestrales. La visión del terruño es idealizadora y fuertemente vindicativa del pasado, de las esencias cristianas y de la patria chica. Sotileza es una novela de gran simplicidad argumental (una historia de amor), mero pretexto para la exaltación de los valores tradicionales del pasado. Las digresiones costumbristas asfixian el argumento; pero sin embargo aportan los mayores méritos a la novela: la descripción costumbrista de la vida esforzada de los pescadores y la excelente descripción expresionista del paisaje. Aporta

Pereda en las novelas terruñeras un abundante vocabulario localista, pintoresco y desgarrado, propio de las gentes montañesas y marineras. Peñas arriba tiene como escenario la montaña santanderina, cuya belleza paisajística exalta con precisión. El asunto de la novela es la oposición tópica entre campo y ciudad; el argumento es nuevamente una excusa para la exaltación de la tierruca, de la vida y costumbres campestres, del arraigo de las creencias de sus moradores. Marcelo, invitado por su tio enfermo, narra las experiencias que vive en Tablanca. Primero el duro proceso de adaptación a un medio extraño, luego el descubrimiento del encanto de la vida sencilla y finalmente su decisión de afincarse allí y continuar la estirpe familiar. El rechazo del autor a los cambios sociales y religiosos provocados por la Gloriosa provoca una apología de las estructuras patriarcales....


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