Tema 21 estequiología PDF

Title Tema 21 estequiología
Author Valeria Nicolás
Course HIstoria de la Odontología
Institution Universidad de Salamanca
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HISTORIA DE LA ODONTOLOGÍA

TEMA 21. ESTEQUIOLOGÍA: LOS ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA MATERIA VIVA 1. La doctrina humoral. 2. La doctrina fibrilar. 3. Los primeros microscopistas. 4. Del tejido a la teoría celular.

Raúl Velasco Morgado Universidad de Salamanca 2020

1. LA DOCTRINA HUMORAL El concepto “estequiología” (del griego stoikeion = elemento) hace referencia al estudio de los principios constitutivos de la materia viva. Desde los primeros esfuerzos en la Grecia clásica por comprender la physis de una manera racional, las unidades elementales que la constituyen ha sido uno de los grandes objetos de la ciencia. Los filósofos presocráticos desarrollaron dos grandes teorías para explicar el problema: el atomismo y el humoralismo. El atomismo fue enunciado por Leucipo y su discípulo, Demócrito, en los siglos V-IV a.C. y defendía la existencia de unos elementos, los átomos: minúsculos, indivisibles, imperceptibles para el ojo humano que, flotando en el vacío, constituirían la materia. Esta teoría quedó eclipsada por la autoridad de los defensores del humoralismo: entre otros, los propios Aristóteles y Galeno. Para Aristóteles, todo cuerpo puede ser subdividido y las partes resultantes, vueltas a dividir, por lo que la materia sería “continua” y no existirían tales átomos indivisibles. La teoría humoral se asienta sobre la teoría de los cuatro elementos de Empédocles (s. V a.C.). Esta teoría afirma que todo ser viviente estaría compuesto por cuatro elementos: • • • •

Tierra Aire Agua Fuego

y fue completada en la misma época añadiéndole a cada elemento dos cualidades: • •

la tierra sería seca y fría el aire, húmedo y caliente

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el agua, húmeda y fría



y el fuego, seco y caliente.

Con estas piezas, los médicos hipocráticos construyeron un sistema de elementos secundarios que denominaron humores, que serían unos fluidos compuestos por los cuatro elementos y que conformarían la base de la anatomofisiología, la patología y la terapéutica hipocrático-galénica. Estos humores eran: • • • •

la sangre la flema o pituita la bilis amarilla o cólera y la bilis negra o melancolía.

2. LA DOCTRINA FIBRILAR La supervivencia del galenismo hasta la Edad Moderna permitió que el humoralismo perviviera durante siglos. Sin embargo, el auge de la disección como fuente de conocimiento durante el Renacimiento orientó la estequiología hacia el solidismo, lo que permitió la descripción de un nuevo elemento fundamental del que previamente no se había hablado: la fibra. Sus dos teóricos principales fueron el francés Jean Fernel (1497-1558) y el italiano Gabrielle Falloppio (1523-1562). El nuevo elemento, la fibra, sería también imperceptible al ojo humano, pero formaría, según su disposición: -

elementos fibrosos visibles, si las fibras se disponen en sentido longitudinal, como en el caso de los músculos. o tejidos (como dice Laín “en el más directo y textil sentido de la palabra”), si se “entretejen”.

En el siglo XVII, en el contexto del mecanicismo cartesiano, el concepto de fibra sufrió un gran desarrollo y fue la base morfológica de la iatromecánica. En este mismo contexto, el concepto matemático de infinitesimales ayudó a la proyección de la idea de corpúsculos infinitamente pequeños (retornando a la concepción de átomos) que, unidos, conformarían los elementos tubulares que se denominan fibras. El concepto de fibra pervivió y se adaptó a las diferentes corrientes posteriores, sirviendo a los vitalistas del siglo XVIII para dotar de un escenario morfológico sus teorías fisiológicas. 3. LOS PRIMEROS MICROSCOPISTAS Por otro lado, en el siglo XVII, también hicieron su aparición en los círculos científicos dos instrumentos que trataban de superar las limitaciones de los sentidos humanos: el telescopio y el microscopio. Los primitivos microscopistas intentaron describir las estructuras del cuerpo humano invisibles al ojo desnudo. Consiguieron visualizar las vesículas que conformarían el pulmón, las fibras de la sustancia blanca del encéfalo, los capilares sanguíneos y un largo etcétera. Esta dependencia del instrumental creó una interesante interacción entre la cultura artesana y la científica.

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El médico anatomista Marcello Malpighi (1628-1694) y el comerciante de telas neerlandés Anton van Leeuwenhoek (16321723) fueron dos de los más célebres de aquella primera generación. Entre otros asuntos, dedicaron sus investigaciones a dilucidar la estructura microscópica de los dientes. Malpighi, p. ej. describió una sustancia filamentosa, una ósea y otra tartárea, y Leeuwenhoek habló de una estructura tubular para la dentina (Fig. 1).

Fig. 1. Estructura tubular de la dentina en la obra de Leeuwenhoek y réplica de uno de sus microscopios

4. DEL TEJIDO A LA TEORÍA CELULAR Aquellos primeros microscopios mostraban un gran problema: la aberración cromática. Las lentes del Barroco producían una distorsión óptica que se convirtió en el principal objeto de las críticas de los detractores de su uso como fuente de conocimiento científico. Esta corriente contraria, el sensualismo, abogaba por confiar sólo en lo perceptible por los sentidos. Siguiendo este movimiento, al comenzar el siglo XIX, el francés Xavier Bichat (17711802) creó una nueva “anatomía general” basada en el tejido como elemento indivisible. Defendió que los tejidos serían a la anatomía como los elementos a la nueva química de Lavoisier. Igual que los elementos químicos en combinación producían compuestos, para el caso de la anatomía, los tejidos de Bichat serían los elementos que, en combinación, “producirían” órganos. En su laboratorio, realizó minuciosas disecciones para aislar fragmentos sensorialmente homogéneos y, posteriormente, los sometió a procedimientos químicos y físicos (desecación, maceración, cocción…) con el fin de aislarlos por sus comportamientos en el laboratorio. Gracias a este procedimiento, logró distinguir hasta veintiún tipos de tejidos (celular, mucoso, seroso, glanduloso, epidérmico, nervioso de la vida animal, nervioso de la vida orgánica… ). A pesar del enorme éxito de la obra de Bichat, durante aquel siglo, la progresiva incorporación del microscopio con lentes acromáticas a los laboratorios médicos abrió las puertas a la creación de la teoría celular. Algunos autores comenzaron a hablar de gránulos, otros de células, pero lo que está claro es que la idea de la célula como unidad básica microscópica indivisible de la vida había fraguado ya en algunas escuelas de Centroeuropa. En Checoslovaquia, se desarrolló en la escuela de Jan Evangelista Purkinje (1787-1869), y en Alemania, alrededor de la figura de Johannes Peter Müller (1801-1858). Allí, Jacob Schleiden (1804-1881) sintetizó la teoría para la botánica y posteriormente Theodor Schwann (1810-1882) lo extendió a las células animales. La dedicación de algunos institutos anatómicos alemanes a esta línea de trabajo consolidó definitivamente la histología como disciplina, que retomaba el concepto de tejido (histós), pero ahora como elemento secundario (una agrupación de células).

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Durante el resto del siglo XIX, la teoría celular se cerró con dos líneas de investigación: (1) la citogénesis, es decir, el problema del origen de las células y (2) la aplicabilidad de esta teoría al complejo sistema nervioso. En los años siguientes a la publicación de los trabajos de los alemanes, varios científicos criticaron las teorías de Schwann, que, para explicar la citogénesis, había hablado de una especie de cristalización alrededor del núcleo. A mediados de siglo, sobre todo gracias a la obra del anatomopatólogo Rudolf Virchow (1821-1902), se estableció finalmente que provenían de la división de otra célula. Su aforismo omnis cellula e cellula (toda célula proviene de otra célula) se convirtió en un eje fundamental de la histología. Respecto a la aplicabilidad de la teoría celular al sistema nervioso, durante la segunda mitad del siglo se enfrentaron dos teorías: • •

la reticularista, con el italiano Camillo Golgi (1843-1926) a la cabeza, que defendían que el sistema nervioso era una red sin solución de continuidad. y la celularista, que abogaba por la independencia de las células nerviosas y tenía importantes defensores, como Wilhelm His (1831-1904).

El español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), cerró este problema al modificar la técnica de la impregnación de plata ideada por Golgi y demostrar la independencia de las células nerviosas (Fig. 2). Su obra: Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados (1897-1904) se convirtió en una referencia mundial y consiguió crear en España una escuela histológica de gran calidad que hizo importantes aportaciones a la histología y anatomía patológica del sistema nervioso.

Fig. 2. Santiago Ramón y Cajal en su laboratorio y uno de sus dibujos de las células nerviosas.

Bibliografía GRANJEL, Mercedes. Manual de Historia de la Medicina, [s.f.] [Documento electrónico]. LAÍN ENTRALGO, Pedro. Historia de la medicina, Salvat, 1978. LÓPEZ PIÑERO, José María. Lecciones de Historia de la Odontología, Universidad de Valencia, 1990. LÓPEZ PIÑERO, José María. La medicina en la historia, La esfera de los libros, 2002. LÓPEZ PIÑERO, José María. Santiago Ramón y Cajal, 2ª ed. Universidad de Valencia, 2014.

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