Teoría. En busca del tiempo perdido UNAV primero periodismo año 2021/22 PDF

Title Teoría. En busca del tiempo perdido UNAV primero periodismo año 2021/22
Author oihan goenaga
Course Literatura
Institution Universidad de Navarra
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Apuntes Literatura Unav. Primero de periodismo.
Apuntes de la priopia profeo colgados en la plataforma Adi y revisados con exactitud para ver que todo es bueno...


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MARCEL PROUST Y EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO 1. ¿CÓMO ENTENDER, QUÉ ES EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO? INTENTEMOS UNA DEFINICIÓN Ramón Fernández, uno de los críticos más importantes franceses, vinculado al entorno de la Revue Française et Nouvelle Revue Française (círculo intelectual…), dice que el libro En busca del tiempo perdido “es a la vez la historia de una época y la historia de una conciencia; es este desdoblamiento en el que le da su profunda y sorprendente originalidad”. Es, por tanto, la pintura de una sociedad, una novela sociológica, autobiográfica, iniciática (un ejemplo, Ulises en La Odisea), una obra sobre la literatura y tantas otras cosas. Es observación e introspección; es el mundo y es el yo, ya que el gran descubrimiento de Proust es que no sólo el mundo se ordena alrededor de nosotros, sino que está en nosotros, es nosotros mismos. En cuanto a los seres, somos nosotros quienes les atribuimos las dimensiones que tienen; la indiferencia los borra, el amor, los celos y la envidia los exaltan desmesuradamente; la inteligencia (o por qué no, la melancolía) discierne los límites, las limitaciones que tienen y también las proporciones (inciertas, temidas) que pueden alcanzar en nuestras propias vidas. El relato de esta obra es el de un narrador adulto que –con la única excepción de Un amor de Swann– cuenta su vida en primera persona. Pero En busca del tiempo perdido no es el relato de la infancia y la vida de Proust sino el relato del descubrimiento por parte del protagonista (narrador de la historia) de su vocación de artista. Ahora bien, este último, el narrador-protagonista no puede ser asimilado o identificado con la persona de su creador, ya que entre los dos existen diferencias tales como los vínculos y lazos familiares, religiosos, relación con la escritura, etc. -

Algunas pinceladas sobre la vida de Proust:

 Una adolescencia enfermiza y protegida Nacido en Auteuil en 1871, Marcel Proust llevó la vida de un gran burgués rico. Era hijo de un médico de gran reputación, el doctor-profesor Adrien Proust, originario de Illiers, cerca de Chartres (Combray de En busca del tiempo perdido); la madre de Proust, hija de un rico agente de cambio y bolsa israelí, pertenecía a la alta sociedad judía. Desde 1881, la enfermedad (crisis asmáticas) golpea al niño y estará presente en su vida. La madre de Proust, intuitiva, tierna y culta, colma de cuidados y atenciones a este hijo primogénito en quien veía asomar una sensibilidad aguda, casi enfermiza. Sirva como ejemplo esta anécdota: a los 13 años, en uno de los juegos de sociedad en que estaba participando, a la pregunta: “¿Cuál sería para ti el colmo de la miseria?”, Proust respondió sin dudar: “Estar separado de mamá”. Con su hermano menor, iba a jugar a los Campos Elíseos donde se encontraban con las niñas que luego le servirían de inspiración para la creación del personaje de Gilberte. En fin, a pesar de una salud frágil, Proust realiza sus estudios de forma brillante, pero también irregular, en el

instituto Condorcet de París, y publica, con sus compañeros, una revista estudiantil, La Revista Lilas. Al terminar realiza su servicio militar.

 El diletante (aficionado) y el mundano Al volver del servicio militar, Proust prueba a hacer ciencias políticas, derecho, letras. Se sacará un título en derecho y otro en letras. En la Sorbona asiste a los cursos de Henri Bergson, que ejercerá sobre él una influencia evidente. Comienza a desarrollar sus relaciones mundanas y llega a formar parte de los salones, muy cerrados y elitistas, de Saint-Germain. Observador apasionado, encontrará la materia de sus libros en el aprendizaje de un microcosmos social, el de los salones. De hecho él se convierte en un asiduo de los salones de Mme Straus, que será su confidente; de Mme de Caillavet, del Príncipe de Polignac, de la princesa Matilde, de la condesa de Greffulhe…; en estos salones es donde tienen lugar sus encuentros con los dandys y estetas Charles Haas, Robert de Montesquiou, Oscar Wilde, el “gran escritor” Anatole France, Anna de Noailles, etc.  Inicios prometedores Sus primeros escritos pueden ser clasificados más bien como literatura de circunstancias y de salón: crónicas, artículos de crítica literaria y textos aparecidos en revistas (Le Banquet, La Revue Blanche), o en periódicos ( Le Figaro, Le Gaulois). Su primera obra consiste en una elegante recopilación de artículos, cuyo prefacio corría a cargo de Anatole France y fue ilustrada por la acuarelista Madeleine Lemaire. Pero en 1895, Proust emprende una novela autobiográfica cuyo proyecto abandonará en 1899. Aunque se declara “dreyfusard” en el momento del asunto Dreyfus, sin embargo sólo encuentra interés en la pintura, la música, la literatura. El arte inspira la mayor parte de sus escritos, búsquedas, viajes (Amiens, Roma, Venecia, Flandes…), sus amistades apasionadas (por el músico Reynaldo Hahn, por Lucien Daudet y Robert de Flers).  Una vocación tardía y devoradora La pérdida de su padre en 1903 y sobre todo la de su madre en 1905, ante quienes siente un gran peso de culpa debido a sus costumbres y a su falta de voluntad, supone una ruptura en la vida de Proust. El mundano se vuelve ahora un tipo recluido patológico. Vive enfermizamente fuera del alcance del mundo, al abrigo del mundo, separado de él, en una habitación de paredes acolchadas que abandona raramente. Es entonces cuando concibe el proyecto de dos obras: Pastiches y Contre Sainte-Beuve (1908). Pero en 1909, el escritor pasa del proyecto de libro sobre Sainte-Beuve a una auténtica summa, En busca del tiempo perdido, que no dejará ya de crecer… Su vida privada será fuente de desgarros y sufrimientos: amor por su chófer y secretario Alfred Agostinelli, que le abandonará después. El primer libro de En busca del tiempo perdido, rechazado por varios editores, será publicado asumiendo él mismo los gastos, por Grasset, en 1913. La publicación del libro siguiente queda suspendida a causa de la guerra.  La lucha contra el tiempo (1914-1922) Proust, oficialmente con una declaración de invalidez total por enfermedad, atrincherado y separado del mundo por la enfermedad y la guerra, con gran dolor por la pérdida de amigos muy queridos, se consagra de pleno a su obra. Se impone un intenso ritmo de trabajo, como muestran la cantidad inmensa de notas, manuscritos y correspondencia. En 1916, la NRF le propone a Proust que sus obras sean editadas allí y

entonces se publica A la sombra de las muchachas en flor, que obtendrá el prestigioso premio Goncourt en 1919. A partir de 1918, una vez terminado en su mayor parte el manuscrito de En busca del tiempo perdido, Proust retoma una vida social activa; mantiene diversas relaciones sentimentales, por ejemplo, con Jean Cocteau y Paul Morand. La puesta a punto de los volúmenes siguientes absorbe al escritor. Pero la muerte toma la delantera, en 1922, y no puede ver la publicación de los últimos volúmenes que ya serán póstumos. En busca del tiempo perdido es un libro en el que convergen varios géneros y varias estéticas, que amalgama preocupaciones de todo tipo: políticas, sociales, sexuales, etc.

2. EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO: UNA ARQUITECTURA VIVA Proust ha construido su obra como una catedral, en la que los fieles poco a poco irían “aprendiendo verdades y descubriendo armonías” en torno a “la idea del tiempo pasado”. Esta obra también se puede comparar a una sinfonía, dominada por grandes temas tales como el amor, la envidia o los celos, la muerte, la memoria, el tiempo… Temas que se entrelazan, se alejan, vuelven a aparecer y reunirse y que como preludio, van acompasados por notas que serán orquestadas, armonizadas. Pero ya sea musical o arquitectónica, la unidad de esta obra es diáfana, clara, orgánica, “no es artificial sino vital”, tal como decía Proust, gran admirador de Balzac, a propósito de La Comedia Humana. Veamos esta arquitectura o esta sinfonía: En busca del tiempo perdido está compuesta por 7 libros, que suponen alrededor de 3000 páginas, y que se dividen de la forma siguiente: I.

II.

III. IV. V. VI. VII.

Por el camino de Swann a. Combray b. Un amor de Swann c. Nombre de tierras: el nombre A la sombra de las muchachas en flor a. Alrededor de Mme. (la señora de) Swann b. Nombre de tierras: la tierra El mundo de los Guermantes Sodoma y Gomorra La prisionera La fugitiva El tiempo recobrado

3. LOS DOS “YO” DEL ARTISTA El artista es el narrador, que aspira a convertirse en artista. Las relaciones entre la vida social y el mundo interior es algo que intriga a nuestro escritor desde siempre. El arte o la vida, esa será la disyuntiva que se le presenta continuamente al héroe de En busca

del tiempo perdido. Para Proust, “un libro es el resultado de otro yo distinto del que manifestamos en nuestras costumbres, en la sociedad, en nuestros vicios. Si queremos tratar de comprender ese yo, hay que ir a lo más profundo de nosotros mismos, intentar recrearlo en nosotros para que podamos llegar a ello (comprenderlo)” (Contre Sainte-Beuve). Proust aparece aquí muy cercano a Bergson, por la terminología utilizada, ya que distingue el “yo social” y el “yo profundo”. Por tanto, en paralelo a esto, existe un tiempo perdido y un tiempo recobrado tanto para el lector como para el escritor: el escritor, viviendo una vida fácil, cómoda y ociosa, pierde un tiempo que podría recobrar escribiendo con un poco de esfuerzo; el lector por esa inercia de la vida fácil también se sumerge, bucea por la biografía de un autor, porque es más fácil eso que sumergirse en la obra. El tiempo recobrado del lector sería la crítica. El artista, siguiendo las enseñanzas de Proust, tiene un yo distinto que el que percibe el público. Para ir al yo profundo, hay que tratar de hacer “abstracción de los otros y del yo que los otros conocen, que sólo se sienta el yo real” (pregunta: ¿cuál será el yo real?) La vocación artística es, por tanto, evolutiva, consiste en irse desplazando poco a poco del yo superficial al yo profundo, en abandonar progresivamente la sociedad, en acercarse cada día más al centro misterioso de la personalidad (llegar a establecer una intimidad con los recursos creativos impenetrables desde fuera). El artista debe desconfiar de su personalidad social, siempre enemiga de su yo creador. Proust postula sin lugar a dudas, la separación absoluta de los dos “yo”, separación que hunde sus raíces en la dualidad entre alma y cuerpo: “Entre lo que una persona dice, y lo que, por la meditación, extrae de las profundidades donde el Espíritu desnudo yace, cubierto de velos, hay todo un mundo”. El artista pasa por entre sus semejantes como sin verlos ya que “los verdaderos libros deben ser los hijos no de la luz del día y de la charla sino de la oscuridad y del silencio”. Ser aparte, existir aparte: la propia enfermedad le parece a Proust (las crisis asmáticas) emblemática ya que, al exigirle oscuridad y silencio, va reuniendo las condiciones de ese tiempo perdido para la vida en comunidad y una vez en soledad le permite acceder al tiempo recobrado en la creación artística. En consecuencia, la única vida plenamente vivida es la literatura. Proust rara vez sale de su piso y si alguna vez lo hace toma infinitas precauciones. Pero no lo hace sólo por obligación a causa de la enfermedad, lo hace también por necesidad moral. Para él, la presencia del otro impide pensar, leer y obliga, constriñe, lleva a la banalidad. Sólo puede existir una vida fecunda y una obra verdadera en la soledad. Para él, todo ejercicio intelectual requiere aislamiento. Uno sólo puede ser iluminado, habitado por el genio si está solo, en soledad. Esto explica la decepción profunda que podemos sufrir cuando escuchamos la conversación de un hombre cuya obra admiramos. Pero, por otra parte, esta soledad es tan sólo aparente ya que está poblada por las únicas alegrías, por los únicos gozos que podemos degustar completamente en esta tierra: los del recuerdo y la imaginación.

4. LOS RECURSOS DE LA NOVELA En busca del tiempo perdido es una novela, pero una novela que renueva el género desde el interior. En una carta Proust escribió: “No sé si le he dicho que este libro era una novela. Al menos es de la novela de lo que menos se separa” (es a la novela a lo que está más próximo). Y es que esta especie de novela consiste, en efecto, en extraer metódicamente, de la novela de acción que es la vida, el ensayo psicológico que le inspira la experiencia. Como la novela se basa en la narración de una experiencia vivida, y la autobiografía ficticia en el relato de la vida misma del narrador, Proust está casi casi obligado a preguntarse con una especial agudeza, por las relaciones entre vida y novelas. La vida vivida por el héroe de En busca del tiempo perdido es inmediatamente transformada en la novela escrita por el narrador. En busca del tiempo perdido mira hacia el futuro y no hacia el pasado. El futuro es el de la vocación del Narrador. Y sólo cuando ha superado las trampas de la vida mundana y del amor, y cuando comprende el partido que puede sacar de la memoria involuntaria, sólo entonces se le revela al narrador su vocación de escritor. Por tanto, Proust compone una obra cuya trama se orienta al tema de la eclosión, cristalización, nacimiento, surgimiento de una vocación de escritor. Proust cree en la posibilidad que ofrece la creación (artística) de liberar las “leyes” (artísticas) de las “verdades” y son estas últimas las que él quiere traducir, plasmar. Quiere llegar a la posesión, a la adquisición de una verdad porque el espíritu puede acceder a ella. Es la tarea primordial del espíritu humano. En busca del tiempo perdido puede ser leída como una novela filosófica. Como para él una obra verdadera sólo puede ser construida, Proust parte en busca de la verdad. Como él mismo explicaba, “Sólo al final del libro, una vez que se hayan entendido las lecciones de la vida, mi pensamiento será desvelado”. Por tanto, va a disociar la experiencia vivida y su interpretación teórica. Pero también En busca del tiempo perdido se inscribe en la tradición de la novela enciclopédica, por la capacidad de análisis y la profunda reflexión crítica. El Narrador va comentando las principales obras de la literatura occidental. Hay alusiones a la Biblia, a la Antigüedad, a los grandes maestros de las distintas artes. En busca del tiempo perdido es, por último, una novela cómica, por el humor y la alegría sutiles que irrigan el texto: por ejemplo, al hacer el croquis de numerosas figuras, personajes, en la evocación pictórica de Combray, etc. Todo esto produce un “efecto de realidad” sobre el lector que ve surgir así toda una escena de la vida provinciana en la Francia de la III República. Lo que no hace nunca Proust es darnos a leer la realidad tal cual es. El lector debe enfrentarse a una invasión de la historia, pero a través del comentario. Para conseguirlo Proust tiene especial predilección por las frases largas porque le permiten dar cuenta de la infinita complejidad del mundo y de los seres. De hecho, esto es lo que caracteriza la frase proustiana, la gran cantidad de informaciones narrativas y la densidad. A lo que hay que añadir la importancia que él concede a la metáfora (ya que sirve al descubrimiento). Como la construcción, el estilo es complejo, el fondo parece cubierto de un velo y la obra se impregna de misterio.

Esta composición obliga al lector a seguir bajo la guía y batuta del novelista, a atravesar los momentos de incertidumbre para poder llegar a los descubrimientos. 5. LAS VOCES NARRATIVAS Cuando la novela se presenta bajo la forma de una autobiografía ficticia, el yo implica tres instancias narrativas distintas: la del héroe que vive la historia, la del narrador que es quien la cuenta y la del autor, que es quien escribe realmente el texto. Este pasaje de La prisionera define, en cuanto a la actitud que hay que adoptar respecto a Albertine, los estatus respectivos del héroe y del narrador en un relato realizado en primera persona: “Mis palabras no reflejaban de ninguna manera mis sentimientos. Si el lector ha llegado a tener esa ligera impresión, es que, al ser el narrador, le expongo mis sentimientos al tiempo que le repito mis propias palabras. Pero si le ocultara los primeros y conociera solamente las segundas, entonces mis actos, que apenas guardan un mínimo de relación con mis palabras, le darían la impresión a menudo de ser extraños virajes hasta el punto de tomarme por loco. Procedimiento éste que no sería más falso que el que yo mismo he adoptado, pues las imágenes que me hacían actuar, tan opuestas a las que se desprendían de mis palabras, eran en ese momento muy oscuras: sólo conocía imperfectamente la naturaleza, siguiendo a la cual yo actuaba; hoy en día tengo un conocimiento claro de la verdad subjetiva de la misma”. El héroe es contemplado desde el exterior; el narrador en cambio, se analiza desde el interior; el héroe está ligado a la acción; el narrador tiene el privilegio del comentario. El héroe tiene de sí mismo una visión parcial. El narrador, por el contrario, una visión total. El héroe no parece actuar siguiendo unas pautas lógicas, pero el narrador muestra la lógica subyacente de esas acciones. Lo que sugiere la ausencia de nombre propio para designar (o no designar) al narrador, es que este personaje, lejos de confundirse con el autor, encarna a la naturaleza humana. La mezcla de autobiografía y de ficción confiere a la historia narrada un alcance universal. “Yo” se desprende del autor para pasar a encarnar una generalidad. Es el propio Proust quien lo sugiere con estas palabras: “quien dice ‘yo’ y no es siempre uno mismo”. Conviene recordar o decir que la acción de la novela se desarrolla a lo largo de 50 años pues es preciso haber perdido primero el tiempo para poder recuperarlo un día. Y para alcanzar este objetivo no podemos olvidarnos de dos elementos que son básicos en cualquier análisis literario: el espacio y el tiempo, que son elementos constitutivos de toda novela. (el lugar o los lugares donde la acción se desarrolla y el tiempo en que tienen lugar las acciones, el tiempo en que se sitúa el narrador, el personaje, etc.).

6. EL ESPACIO Para Proust, imbuido de idealismo filosófico, los lugares en la novela, tienen una importancia mínima si se comparan con la duración. Las últimas frases de Por el camino de Swann enuncian la ley (por la que se rige Proust) según la cual los lugares están más unidos a una impresión que al espacio propiamente dicho: “Los sitios que hemos conocido no pertenecen tampoco a ese mundo del espacio donde los situamos

para mayor facilidad. Y no eran más que una delgada capa, entre otras muchas, de las impresiones que formaban nuestra vida de entonces; el recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante y las casas, los caminos, los paseos, desgraciadamente, son tan fugitivos como los años”. Proust llama “lugar” a lo que nosotros llamamos “espacio”. Según Bergson, la inteligencia falsea nuestra percepción del mundo exterior proyectando el tiempo en el espacio, es decir, aplicando las categorías del espacio a la comprensión de la duración. Así, la introspección se desarrolla libremente en el tiempo, pero se deforma en el espacio. Recorrer el espacio, ya sea bajo forma de viajes, visitas, etc, implica cometer el error del tiempo perdido, que consiste en creer que la realidad exterior está toda ella contenida en los objetos, mientras que sólo existe en la medida en que está recreada por el espíritu. Entonces, ¿qué pasa? ¿se deben eliminar de las novelas cualquier referencia al espacio, no debe haber nunca ningún lugar concreto, ninguna descripción de los sitios? No, ni mucho menos. El análisis de la envidia, por ejemplo, se basa en una sensación avivada del espacio, la de las distancias y separaciones: “el amor, es el espacio y es el tiempo que se hacen sensibles al corazón”, concluye el narrador de La Prisionera. Llegado al límite del tiempo perdido sin entrever aún el tiempo recobrado, el héroe renuncia más a la poesía de los lugares con lamentos vivos que a relacionarse con los personajes porque razona así: “Si alguna vez me he creído poeta, ahora sé que no lo soy. Quizá en la nueva parte de mi vida, tan seca, que se abre, los hombres podrían inspirarme lo que ya no me d...


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