Texto Gormsen Terceras Periferias PDF

Title Texto Gormsen Terceras Periferias
Author Zoe Yehei
Course Geografia Del Turismo
Institution Universidad Complutense de Madrid
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texto sobre periferias turisticas en geografica vvvv...


Description

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El desarrollo espacio-temporal del turismo litoral Erdmann Gormsen

En 1754, el Dr. Richard Russel comenzó a convertir el pueblo de pescadores de Brighton en un centro terapéutico costero, que 30 años después se pondría de moda gracias a las visitas del Príncipe de Gales. Con la llegada del ferrocarril en 1841, se convirtió en un destino popular para la clase media londinense, para posteriormente pasar a ser una ciudad para jubilados y un lugar de residencia para los viajeros pendulares que se desplazan diariamente a Londres, apenas a 74 km de distancia (cf. Howell 1974; Werner 1974).

Excepción hecha de esta corta distancia con Londres, Brighton sirvió como ejemplo para la mayor parte de las primeras estaciones a lo largo de las costas del Mar del Norte y Báltico. Representan la primera etapa en el avance de una especie de frente pionero, que se ha desplazado desde las áreas urbano-industriales densamente pobladas hacia Periferias cada vez más lejanas y menos desarrolladas. Para describir esta expansión mundial del turismo costero se

ha

utilizado un modelo espacio-temporal,

que

toma

Europa

como punto de

referencia y considera los siguientes criterios (Figura 2; cf. Gormsen 1981a; Lundgren 1972): - La distancia del viaje en cada momento histórico a las cuatro periferias definidas. - El nivel del desarrollo tecnológico y los medios de transporte. -Los

principales

tipos

de

alojamiento

–hoteles,

segundas

residencias,

‘bed&breakfast’,

campings,... -La

‘participación

regional’

de

la

población

local.

Con

este

concepto,

que

aparece

representado como la porción negra de la columna A (figura 2), nos referimos al papel de la iniciativa de los habitantes y sus actividades en un proceso de desarrollo en su propia región. En la primera periferia, se alcanzó una participación regional total en 1950, mientras el control externo ha sido dominante en las primeras etapas de cada periferia. -En comparación con esto, la participación en el turismo de los diferentes estratos sociales de la población metropolitana se señalan en la columna B. En la primera fase de cada periferia esta participación se limitaban a las clases superiores. Una columna completamente negra significa, por tanto, que turistas provenientes de todas las clases sociales participan en el flujo turístico hacia el litoral, aunque con diferentes intensidades.

Además, estos otros aspectos también se tomaron en consideración: -La disponibilidad de servicios específicos para los turistas. -La fuente del capital para el desarrollo de los complejos turísticos y de las infraestructuras. -El origen de los distribuidores: locales, regionales o más lejanos.

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Traducción de David Ramos Pérez, con fines exclusivamente académicos, del apartado ‘The spatio-temporal development

of seaside tourism’, contenido en las páginas 40-45 del artículo de

Gormsen, E. (1997). The impact of tourism on coastal

areas. GeoJournal, 42(1), 39-54. A su vez, este apartado, se basa en las ideas expuestas por el mismo autor en otra contribución anterior: Gormsen, E. (1981). The spatio-temporal development of international tourism. Attempt at a centreperiphery model. In Union Geographique Internationale (Ed.), La Consommation d'espace par le tourisme et sa preservation (pp. 150–170). Aix-en-Provence: Centre des Hautes Etudes Touristiques (CHET).

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-Los efectos del flujo turístico en los patrones de asentamiento y la estructura económica de los territorios afectados. -El impacto ambiental causado en el área costera.

La Primera Periferia incluía las costas británicas (Brighton, Blackpool, Scarborough etc.), las opuestas situadas al otro lado del Canal de la Mancha (Dieppe, Oostende, Scheveningen, Norderney etc.), así como las del Báltico, donde en 1793, Heiligendamm, cerca de Bad Doberan, se convirtió en el primer complejo turístico litoral alemán, y en la residencia de verano de los duques de Mecklenburg-Schwerin. Esta primera etapa estaba representada, en casi todos los aspectos, por las familias reinantes y la aristocracia. Construyeron palacios y villas -es decir, el primer tipo de segundas residencias-, parques y otros espacios de ocio, y trajeron con ellos a buena parte de su personal, de tal manera que la población local sólo se empleaba en tareas menores. Como los carruajes y los barcos de vela eran las únicas formas de transporte, un viaje podía llevar varios días. Por tanto, la gente solía permanecer en el lugar durante toda la temporada, con lo que los centros costeros complementaron en el calendario social a los baños de aguas minerales.

Hacia mediados del siglo XIX, con la creciente industrialización, el tendido de ferrocarriles y la creciente clase media, hubo un nuevo desarrollo de esta Primera Periferia, a la que ahora se podía llegar en tren en sólo uno o dos días desde los centros urbanos. La burguesía no solamente pasó a formar parte de la elite turista, sino que también invirtió en lujosos hoteles, verdaderos palacios que florecieron rápidamente a lo largo de los paseos y en la cima de los acantilados. Estos edificios fueron complementados con centros culturales, restaurantes, cafés y tiendas específicas para los turistas. Además se construyeron embarcaderos (piers) que se adentraban varios cientos de metros en el mar, y que funcionaban como una extensión de los paseos marítimos, estando equipados con diferentes atracciones. La demanda de personal se incrementó tan rápidamente que se construyeron nuevos barrios junto a los viejos pueblos pesqueros y las zonas hoteleras, para acomodar a los emigrantes procedentes del entorno rural. Ello dio lugar a la aparición de una nueva clase media, que gradualmente tomó la iniciativa y participó en el nuevo desarrollo, poniendo en marcha el ‘bed and breakfast’, abriendo pequeñas tiendas, etc. Ello les llevó a alcanzar una mayor independencia, mientras la población original de pescadores y granjeros, a pesar de los mayores ingresos provenientes de la pesca y los paseos en barco, sólo participaban modestamente de la nueva prosperidad.

Además,

un

restaurantes,

gran que

número

de

normalmente

trabajadores cerraban

emigrantes

durante

los

fue

empleado

meses

de

en

invierno.

los

hoteles

Este

y

carácter

periférico de muchos complejos costeros todavía se observa hoy, sobre todo en la forma en que se multiplica la población durante el verano, ofreciendo una excitante vida cosmopolita, mientras el resto del año caen en una suerte de hibernación, que incluye el problema de la supervivencia económica de la población local.

De forma simultánea a la expansión de los centros costeros del Bálticos y el Mar del Norte durante el siglo XIX, el turismo litoral alcanzó la Segunda Periferia , principalmente las costas del Sur de Europa. La Riviera italiana, la Costa Azul francesa, el Lido veneciano, Trieste y Abazzia (Opatija), y después Málaga y Alicante, se convirtieron en el lugar de encuentro de las clases altas nacionales e internacionales. Debido a sus condiciones climáticas favorables, funcionaron como healt-resorts principalmente en invierno y primavera. Aquí, de nuevo, los

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ingleses tomaron la iniciativa. De hecho, la famosa ‘Promenade des Anglais’ en Niza, fue finalizada en 1824, y fue Lord Brougham quien, en 1934, impulsó el turismo internacional en Cannes, con una temporada alta en marzo y abril (Möller 1992). Con la introducción de los servicios regulares de vapores alrededor de 1850, los británicos claramente dominaron el turismo en Madeira, que, con su verano particularmente suave, constituía en ese momento la periferia más alejada para aquellos que querían pasar sus vacaciones al lado del mar. Por otro lado, diversos

lugares

de

veraneo de

otras

costas

(San Sebastián, Biarritz, Corfu, Yalta)

también se convirtieron en healt-resorts con proyección local.

En el periodo de prosperidad económica generalizada que se vivió en torno a 1900, hubo un notable incremento de los flujos turísticos. Ello se debió no sólo al rápido crecimiento de las clases medias, sino también a la nueva legislación sobre las vacaciones que afectó a los funcionarios y otros empleados. No obstante, esta gente no podía permitirse los lujosos hoteles y se alojaba en habitaciones alquiladas. Esto significó que la población local tomara parte de forma más directa en la industria turística, resultando en un crecimiento de la población de clase media en los propios lugares turísticos (Heyde 1912). Al mismo tiempo, y particularmente en la Segunda Periferia, se construyeron villas y lujosos apartamentos para los turistas más acaudalados. Mientras los tours estaban organizados por compañías de viajes, las vacaciones en el mar eran sobre todo un negocio en manos de empresas privadas de carácter familiar. Además, la mayoría de los ferrocarriles nacionalizados hicieron frente a la nueva demanda construyendo nuevas líneas y ofreciendo servicios especiales durante el periodo de vacaciones. Por tanto, al cambiar el siglo, la mayoría de los complejos turísticos costeros del norte y el sur de Europa se encontraban a menos de 24 horas de viaje de los centros emisores.

La etapa posterior a la Primera Guerra Mundial trajo importantes cambios. Nuevas formas motorizadas

de

transporte

público

complementaron

a

los

ferrocarriles.

Debido

al

auge

movimiento juvenil, aparecieron formas más modestas de viajar, y la gente podía alojarse en albergues o campings, muchos de los cuales fueron puestos en marcha por grupos políticos o con

una

imagen

marcada elitista,

y

orientación

ideológica.

comenzaron

a

El

turismo

organizarse

estaba

vacaciones

perdiendo cooperativas

gradualmente para

las

su

clases

trabajadores, cuyo derecho a las vacaciones pagadas se había comenzado a regular. En la Unión Soviética y en el Tercer Reich de Hitler el Estado fue responsable de la organización de una gran proporción de este tipo de vacaciones. Un buen ejemplo de ello es el proyecto del ‘Coloso de Prora’, un complejo de 4 km de longitud que fue construido (pero no finalizado), antes y durante la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de acoger a 20.000 turistas alemanes junto a las playas arenosas de la isla de Rügen (Lichtnau 1995).

La gran expansión del turismo internacional tuvo lugar después de 1950, cuando la frontera turística

alcanzó

la

totalidad

del

las

costas

europeas.

En

muchas

de

ellas

la

actividad

constructiva fue tan intensa que en la actualidad, al menos durante el verano, muestran todos los signos propios de las grandes aglomeraciones urbanas (junglas de hormigón masificadas y congestionadas –tanto en superficie como en el aire-, con problemas de abastecimiento de aguas y de eliminación de residuos): irónicamente todos los problemas de los que pretendían escapar los turistas. Estas elevadas concentraciones se deben a la creciente demanda entre sectores

más

amplios

de

la

sociedad,

especialmente

aquellos

cuyos

salarios

y

periodos

vacaciones se habían incrementado notablemente. De forma paralela se asiste al desarrollo de carreteras, autopistas y conexiones aéreas. Por eso, en los años cincuenta, las compañías de

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viajes hicieron frente a la demanda mediante autobuses charter, trenes nocturnos y trenes especiales que transportaban automóviles. Y, con el incremento de los aviones a reacción en los años sesenta, el transporte aéreo se convirtió en un modo increíblemente popular (cf. Christaller 1955).

Los primeros complejos turísticos litorales completamente nuevos fueron construidos, justo después de la Segunda Guerra Mundial, a lo largo del Adriático septentrional italiano, para acoger principalmente a la clientela alemana. Aproximadamente al mismo tiempo, se abrieron al turismo las pequeñas calas de la Costa Brava. Fueron seguidas por las playas arenosas del Languedoc, donde el gobierno francés construyó enormes complejos vacacionales. Y con las nuevas carreteras, el turismo se extendió a lo largo de la costa Dálmata. La liberalización económica en España después de 1960 supuso, entre otras cosas, que prácticamente toda la costa mediterránea del país se llenara de edificios con muchas alturas y de colonias de viviendas

unifamiliares.

En

contraste

con

la

creencia

general,

muchas

de

las

residencias

secundarias de las costas peninsulares españolas pertenecían a ciudadanos españoles, y los turistas domésticos superaban ampliamente a los internacionales (Möller 1992; Zahn 1973).

La tendencia a comprar casas de vacaciones o apartamentos que son equivalentes modestos de las residencias construidas por las clases acomodadas a lo largo de la Rieviera comenzó en Escandinavia.

En

Inglaterra,

amplias

secciones

del

litoral

fueron

transformadas

en

aparcamientos

de

caravanas con ‘mobile-homes’ de tipo americano. En general, nuestra creciente movilidad ha llevado a un gran auge del camping, con la aparición de tiendas y caravanas cada vez más lujosas. Frente a estos nuevos tipos de alojamiento, el alquiler de servicios tipo ‘beds and breakfast’ parece disminuir, aunque en nuevas áreas turísticas todavía señalan que se está en las etapas iniciales de desarrollo, como en la costa Dálmata o en el norte de Grecia, donde la población local está construyendo sencillas casas de huéspedes con el dinero que ha obtenido de su trabajo en el extranjero.

De forma paralela a este desarrollo de las costas europeas, incluyendo el sur de Portugal y las zonas rumana y búlgara del Mar Negro, la apertura de las costas no europeas, al otro lado del Mediterráneo,

comenzó

en

los

años

sesenta.

Agadir,

en

la

costa

atlántica

marroquí,

se

convirtió en los años cincuenta en uno de los primeros complejos turísticos de la Tercera

Periferia. No obstante, como estos lugares estaban bastante alejados y para llegar a ellos era necesario cruzar el mar, el turismo de masas sólo comenzó a florecer con la introducción de los vuelos charter. Ello también es válido para las Islas Baleares y Canarias, así como para Anatolia. Pero, en conjunto, el turismo en la Tercera Periferia se desarrolló de una forma bastante diferente.

Las razones para que ello fuera así se debe a que estos países pertenecen a diferentes civilizaciones y al llamado Tercer Mundo. Esto significa, por un lado, un atractivo cultural adicional, pero por otro un mayor grado de alienación respecto a las costumbres y el idioma. Por tanto, el turista medio tiende a desplazarse con un viaje organizado, una fórmula que tiene un peso mucho mayor que cuando las vacaciones que se desarrollan en Europa. Las economías menos desarrolladas de estos países también implican inferiores niveles salariales y precios más bajos, de tal manera que los europeos con un nivel de ingresos medio pueden permitirse estancias en hoteles de categoría superior. Pero, hasta el momento en que los

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países se preocupan al respecto, se consolida una situación que los convierte en dependientes, no sólo de la demanda turística, sino de los inversores internacionales. En estas condiciones, las sencillas casas de huéspedes casi no tienen importancia.

Lo dicho también es cierto para el desarrollo de la Cuarta Periferia. Aquí, sin embargo, junto a monumentos culturales de gran significado histórico, existen otros elementos que ejercen un destacado papel en la atracción de los turistas. Entre ellos se incluyen las características naturales (formas del relieve, vegetación tropical, fauna) de los parques nacionales, ahora englobadas bajo el concepto ‘ecoturismo’ (cf. Ecotourism Working Group 1995), así como la vida cotidiana de las tribus ‘primitivas’ que aparecen increíblemente exóticas a los ojos del turista (Gormsen 1985). Para muchos de los que visitan Sudamérica, la cultura Inca y los pueblos indígenas de la selva amazónica constituyen el centro de su atención. El potencial turístico más importante de Indonesia estaba originalmente asentado en la cultura balinesa, un potencial sobre el influyó considerablemente el pintor alemán Walter Spies, asentado en Bali antes de que la isla se convirtiera en un destino turístico. Y en Asia Oriental, las grandes cacerías y foto-safaris anticiparon el desarrollo de los complejos litorales que hoy atraen a la mayoría de los turistas (Vorlaufer 1996).

No obstante, en las islas del Caribe y de los océanos Índico y Pacífico cada vez se desarrollan nuevos complejos turísticos, ofreciendo como única atracción la arena, el mar y las palmeras en un clima tropical. Mucho del atractivo de estos lugar no radica tanto en su larga estación veraniega de doce meses, sino en la relativa exclusividad derivada de notable lejanía. Eso es algo que también muestran las diferentes formas de alojamiento que se ofrecen: hoteles de lujo

que,

como

el

conjunto

del

negocio

turístico

(infraestructura,

gestión,

capital

y

suministros) tienen su origen en los países de origen de los turista. Por tanto, se observan dos niveles

de

dependencia,

no

sólo

en

un

sentido

económico,

sino

de

las

condiciones

socioculturales de la población.

En el Hemisferio Occidental se han desarrollado periferias que siguen un esquema similar. Newport (Rhode Island) fue el primer complejo turístico anglo-americano, frecuentado por una pequeña élite de ‘ricos terratenientes del Sur y de las Indias Occidentales’. El desarrollo de la Primera Periferia en la costa Este, incluyendo enormes hoteles, se había completado hacia 1850 (Howell 1974, pp. 61–63). Dado el tamaño de los Estados Unidos, la mayor parte de la

Segunda Periferia, principalmente Florida, se encuentra en su propio territorio. Miami Beach, convertido en un centro terapéutico de invierno alrededor de 1900, tuvo un nuevo impulso después de la Segunda Guerra Mundial. Los patrones que se observan en Bermudas, las Bahamas y Cuba (hasta la Revolución) también nos permiten encuadrarlas dentro de esta Segunda Periferia.

La Tercera Periferia claramente se encuentra fuera del país, e incluye principalmente México, donde Acapulco ...


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