5. CAP 4 Institucionalizacion Poder PDF

Title 5. CAP 4 Institucionalizacion Poder
Course Estudios Culturales
Institution Universidad Pedagógica Nacional (Colombia)
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Sintesis de lectura ...


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ELMAN R. SERVICE

LOS ORIGENES DEL ESTADO Y DE LA CIVILIZACION Capítulo 4

LA INSTITUCIONALIZACION DEL PODER. En todos los grupos humanos existen relaciones reales o potenciales basadas en las diferencias de poder. Todas las familias, por supuesto, tienen relaciones de dominación-subordinación internas, basadas fundamentalmente en las diferencias de edad y sexo. En las relaciones interfamiliares que se dan en el seno de las bandas y tribus (segmentarias), la ideología y la etiqueta reinantes impelen hacia la igualdad en las interacciones sociales, de modo que no existe jerarquía ni autoridad formal, ni ningún otro poder por encima del plano de las familias individuales. Como hemos visto en el capítulo anterior, los líderes son efímeros, entran en acción sólo de manera esporádica y normalmente sólo en el contexto de sus especiales esferas de competencia. El poder inherente a sus personas hace del original concepto de carisma de Max Weber una designación apropiada. La suposición por parte de la sociedad de que las capacidades de los líderes son realmente superiores es lo que les otorga el poder. Pero este tipo de poder es tan limitado y tan personal en la mayoría de las sociedades primitivas que su mejor denominación es la de influencia. ¿Cómo llega a ocupar un cargo una persona influyente, de suerte que cuando su carisma mengüe el cargo pueda ser ocupado por otra persona? En otras palabras, ¿cómo se convierte un poder personal en un poder despersonalizado, corporativo e institucionalizado? ¿De qué forma un alto status adquirido se convierte en un status adscrito? En términos más referidos a la sociedad, la cuestión es: ¿Cómo una sociedad igualitaria, segmentaria, deviene una sociedad jerárquica con rangos diferenciales de status bajos y altos permanentemente adscritos? Continuando en términos sociales: ¿De qué manera podemos explicar «el origen de la desigualdad de las clases sociales»?, como titula Gunnar Landtman su obra sobre este problema (1.938). Todas estas preguntas hacen referencia a los distintos aspectos de la misma característica burocrática: cuando una forma de poder personal consigue finalmente establecerse e institucionalizarse, con el tiempo aparecerán diversos cargos subsidiarios que formarán una jerarquía. Esta jerarquía de cargos era hereditaria en términos de sucesión en todas las sociedades de jefatura, y así surgieron los estratos sociales permanentes. Es ésta una concepción de la burocracia bastante más vaga que la de Weber, especialmente porque no se citan criterios

modernos tales como plena regularización, salario, nombramientos, etc. (Weber, 1946, pp. 196-204). En ésta se pone el énfasis en una jerarquía graduada y en las correspondientes jurisdicciones que son los «cargos»; es decir, los puestos instituidos para asegurar su continuidad más allá del período de las competencias de los titulares individuales. Esto es sólo una parte, aunque importante, de la concepción de Weber. Jerarquía y autoridad En algunas sociedades segmentarias encontramos tendencias que, en determinadas circunstancias, pueden lógicamente llegar a agrandarse para crear al menos los inicios de una sociedad jerárquica. Parece probable, sobre todo, que un individuo que ha conseguido una carrera personal quiera que sus propios descendientes gocen de la misma gloria. Una tribu de Nueva Guinea, descrita por Kenneth Read, ejemplifica particularmente bien este punto. Entre los gahuku-gamas de las Tierras Altas del este, el sistema normal de autoridad es el de la sociedad igualitaria estándar, la ancianidad entre los varones —una concepción familiar basada en los status de edad-sexo—. Read dice (1.959, p. 427): Pero por encima de este nivel de segmentación se consigue la autoridad. Los hombres más importantes son los «grandes hombres» u «hombres con un nombre», individuos que atraen seguidores y ejercen influencia porque, en primer lugar, poseen cualidades que sus seguidores admiran. Existe una cierta expectativa de que un hijo suceda a su padre. La gente cree que el carácter del padre se transmite a su descendiente, y puede ser probable que un hombre de experiencia procure y aliente en su hijo las cualidades que inspiran confianza y dependencia. De hecho, el hijo de un «gran hombre» puede tener una ligera ventaja sobre los demás —por ejemplo, el acceso a una mayor riqueza—, y presiones de diversos tipos pueden inducirle a emular a su padre.

Sin embargo, la idea principal de Read es que el carisma siempre gana, normalmente, porque en una sociedad que está «gobernada por la tradición», según la terminología acostumbrada de Riesman, son los individuos «autónomos», superiores en cuanto líderes, los que generalmente triunfan. La «fortaleza» de un hombre puede manifestarse o probarse en diversos contextos, entre los que, en otros tiempos, la guerra fue probablemente el más importante. La habilidad para la danza y las donaciones, o regalos, han sido continuamente unas oca-

2 siones institucionalizadas importantes para demostrar superioridad. La donación «coloca al receptor en obligación con el donante, que, de momento, tiene una cierta ventaja sobre la otra persona. Esto se aplica igualmente —y quizás más claramente— a la donación intergrupal» (íbid., p. 428). Read se extiende de forma interesante en la descripción de las tensiones y situaciones tirantes que se dan en un tipo de sociedad que todavía es esencialmente igualitaria (la «equivalencia» rige las relaciones de los individuos de la misma edad y los contactos intergrupales) pero que otorga más prestigio al liderazgo que las sociedades más igualitarias. En algunas tribus de Nueva Guinea el «gran hombre» es denominado «hombre centro», concentrando así más atención en la circunstancia que más íntimamente asociada está con la casi lograda instilucionalización de esta forma de poder personal: la donación. Es un hombre centro en el sentido de que atrae un enjambre de seguidores. Su grandeza se manifiesta de diversas maneras, pero las más notables son las fiestas de donaciones, que demuestran su habilidad para captar bienes —especialmente cerdos— de sus seguidores, son objeto de dar una lujosa fiesta a algún otro grupo. En esto —el aspecto competitivo y el hecho de que su grupo recibirá a su vez, en algún otro momento, bienes para que el gran hombre los redistribuya— las fiestas se parecen al conocido potlatch de los indios americanos de la costa del norte del Pacífico1. En un momento dado, un gran hombre y sus seguidores pueden parecerse a una sociedad de jefatura embrionaria, tal como se ha definido en el capítulo 2: el liderazgo está centralizado, los status están ordenados jerárquicamente y hasta cierto punto existe un ethos aristocrático hereditario. El grupo del gran hombre es mucho más pequeño, generalmente está formado por unos cientos de individuos que no suelen llegar a mil, pero una distinción más importante es que, dado que descansa en una forma puramente personal de poder, tiene una vida corta, y como estructura resulta inestable. Y sobre todo, como el poder de un gran hombre reside en su magnetismo carismático, no dispone de medios formales para imponer su autoridad, y sus órdenes sólo obtienen una respuesta voluntaria por parte de sus seguidores2. ¿Cómo puede un gran hombre convertir en real una aparente sociedad de jefatura embrionaria? La respuesta, como anteriormente veíamos que sugería Read, parece encontrarse en la tendencia del pueblo a creer que el carácter de un hombre se transmite a sus hijos, y en particular a su primogénito. 1

La exagerada pugna de status manifestada en los potlatches de la costa noroeste de Norteamérica parece haber tenido su origen en un derrumbamiento de la estructura social (que afectó a la primogenitura, al rango por orden de nacimiento y a la forma de organización de la jefatura) que dejó vacantes numerosos status hereditarios. Las pérdidas de población debidas a las enfermedades europeas fueron un importante factor en este derrumbamiento. Además, la cantidad de mercancías europeas que llegaron a la sociedad, en trueque por bienes de nutria de mar, crearon las oportunidades para que consiguieran prestigio los potlatchers ambiciosos. Es totalmente posible que las zonas de Nueva Guinea en que la pugna de status de los de los grandeshombres era fuerte fueran también áreas en las que se diera una cierta cantidad de derrumbamientos estructurales. En Bohannan (1.958) se encuentra una buena discusión del sistema del gran-hombre de los tives de Nigeria. 2

Un relato clásico de las actividades del gran-hombre en las islas Salomón es de recomendada lectura: véase A Leader in Action, de Douglas Oliver (1.955, pp. 422-439). Para descripciones de las funciones de los potlatches en la costa noroeste, véase Sutiles (1.960, 1.968), Piddocke (1.965) y Vayda (1.967).

Un análisis de las conocidas sociedades de jefatura de Polinesia y Micronesia, del sudeste de los Estados Unidos, de las islas y costas del Caribe, de numerosas sociedades africanas y de las de pastoreo del Asia central pone de manifiesto que la herencia del status por primogenitura debe ser una característica casi universal de las sociedades de jefatura 3. Es totalmente razonable suponer que a medida que esta tendencia natural hacia la primogenitura deviene estabilizada como una costumbre o norma, el grupo ha aumentado la estabilidad y el poder de su liderazgo sobre el tiempo —y probablemente también su dimensión— justo en la misma medida en que ha institucionalizado el poder del mismo. La redistribución parece también estar íntimamente aliada con el surgimiento y perpetuación del liderazgo. Y en la medida en que la redistribución esté extendida y formalizada, puede estarlo también el poder del líder, ya que su posición como redistribuidor se hace más útil y necesaria. Y a la inversa, cuanto mejor sea el liderazgo, y cuanto más estable, más instrumental puede ser en la extensión y formalización del sistema de trueque o intercambio. Y por supuesto, una vez que la sociedad llega a depender fuertemente del sistema, depende asimismo de la continuidad de su liderazgo. Las sociedades de jefatura sedentarias habitan normalmente en áreas de variados recursos naturales, con numerosos nichos ecológicos que requieren una simbiosis local y regional4. Algunas están situadas en valles de montañas con variaciones en la altitud, con exposición al norte o al sur, con acceso a cursos de agua o a lagos, etc. Otras se encuentran en las regiones costeras, con tierras y recursos marítimos muy variados, necesitando de una gran coordinación y redistribución para la caza efectiva de la ballena, la pesca con redes en los bancos de halibut, o para capturar, ahumar y empaquetar el salmón (esto último, por ejemplo, durante las inmensas migraciones de desove a la costa noroeste de Norteamérica). Lo que este tipo de distribución sugiere con fuerza allí donde se da es que determinadas circunstancias geográficas favorecerán el desarrollo de la redistribución, y cuando se combinan con liderazgos rudimentarios, como es el sistema del gran hombre, tenderán a promover el liderazgo hacia una jerarquía de status con un sistema institucionalizado de poder central. Detalles aparte, puede haber sucedido típicamente más o menos así5.

3 Existen unas pocas sociedades de jefatura matrílineales con la herencia y la sucesión transmitiéndose al hijo de la hermana, pero parece que lo normal es que sea al hijo primogénito de la hermana. La línea no importa demasiado, puesto que el rango por edad relativa es el que da al linaje su carácter distintivo básico. 4 Los mayas de las tierras bajas pueden parecer excepcionales, pero su caso será «explicado en detalle» en el capítulo 10. Se ha especificado la condición de «sedentarias» porque algunas sociedades de jefatura están formadas por pastores nómadas. Parecería que tales grupos de pastores-depredadores necesitan no sólo un buen liderazgo permanente para sus aventuras militares, sino también para la importante y frecuente redistribución de los rebaños y del botín. 5 Existen tantos ejemplos etnológicos de sociedades de jefatura instaladas en esta clase de asentamiento ecológico, asentamiento que tanto estimula una simbiosis regional, que elijo este modelo para la discusión ilustrativa que sigue (véase Sahlins, 1963; véase también la discusión por Patterson de los valles peruanos [1973, pp. 95-100]). Pero debe hacerse notar que la diversificación y la especialización de las habilidades locales en un entorno geográficamente homogéneo puede proporcionar el mismo impulso redistributivo. Esto puede darse así específicamente cuando se combina con la necesidad de un tráfico comercial de larga distancia, altamente organizado, de artículos necesarios.

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4 La figura 1 muestra un valle entre montañas con un curso de agua rápido que va gradualmente serenándose y serpenteando sobre un rico suelo de aluvión, formando finalmente un pantano en el extremo más bajo del valle. En el extremo superior de éste existe un crestón de pedernal y cuatro millas más adelante, en el extremo inferior del valle, el pantano alberga una formación de finas cañaveras que sirven para hacer las astas de las flechas, así como de alimento y cobijo para las aves acuáticas migratorias. Las tierras de aluvión han estado ocupadas continuamente por aldeas de hortelanos que cultivaban en ellas un surtido de maíz, judías, calabazas, cacahuetes, tabaco y algunas especias y hierbas. Esta aldea, la A, llegó a crecer hasta tal punto que aguas abajo, donde el terreno, pantanoso, no era tan bueno para el cultivo del maíz, se fundó una aldea filial, la B, que en compensación obtenía un tabaco mejor, buena pesca, más aves acuáticas y buenas cañas. Luego, un grupo emparentado subió a la montaña y se le permitió pacíficamente establecerse en el extremo norte. Este grupo, que fundó la aldea C, se encontró con que el maíz, las judías y las calabazas se daban regular en el suelo rocoso, y el tabaco no se daba en absoluto. La proximidad de buena caza forestal, en especial ciervos, resultó una compensación, al igual que lo fue la presencia del crestón de pedernal, del que podían obtenerse herramientas de piedra y puntas para las armas arrojadizas. Este simple esquema será suficiente. Dando por sentado que prevalecen unas relaciones pacíficas, entre las familias de las tres aldeas se intercambiarán regalos. La aldea A, sin embargo, no es tan dependiente de éstos como lo son las otras, ya que en las tierras que la circundan obtiene una mejor producción agrícola, y se encuentra equidistante entre la caza y los yacimientos de pedernal localizados en la parte superior del valle, y los patos, cañas y tabaco de la parte inferior del mismo. Estos deseables artículos se intercambiarían con equilibrada reciprocidad entre las aldeas, pero la aldea A se encuentra en una posición particularmente ventajosa. No sólo su status es más alto, al ser el emplazamiento original y tener una producción más elevada a causa de su mejor ubicación en los terrenos más ricos, sino que por estas razones puede también tener una mayor dimensión. Además, al estar situada en el centro, puede recibir más fácilmente que C los productos específicos de B, y recibir los de C mejor que los puede recibir B. Aunque todo fuera igual, las reciprocidades probablemente irán de A a B y viceversa, y de A a C y viceversa. Luego A, por el simple almacenamiento de los bienes adquiridos de B y dados posteriormente en parte a C (junto con algunos procedentes de su producción propia), se convierte progresivamente, al menos en parte, en el «almacén» del valle, y en ese momento las reciprocidades de A se transforman en una verdadera redistribución. Si la aldea A tiene un gran hombre adecuado, la situación redunda en ventaja para él, elevando su status y contribuyendo a perpetuar su posición. Mientras tanto, la especialización local es tan ventajosa que se incrementa de manera natural, de forma que las aldeas B y C pueden desistir totalmente de cultivar maíz, dependiendo de A para su abastecimiento, mientras que A puede renunciar al cultivo del tabaco. Incrementada de este modo la producción, la población aumenta, es probable que se formen nuevas aldeas (tanto por fisión como posiblemente por adición), y el poder de A —y, sobre todo, la necesidad que de este poder experimenta la

sociedad— se acrecienta proporcionadamente. La aldea A es la aldea matriz. El jefe de A ha fundado la línea descendiente de rango más alto, ¿por qué no iba a ser lo más natural que el hijo mayor del jefe de A sea guiado gradualmente hacia la sucesión? Matrimonios calculados con cónyuges procedentes de las otras aldeas establecen líneas de descendencia de alto rango segundonas, con la línea principal de B más alta que la de C, la de C más alta que la de D, y así sucesivamente. El que los primogénitos sean los de rango más alto parece ser un principio aristocrático universal. Esta situación se ve inducida por una circunstancia que se encuentra normalmente en las sociedades de jefatura: la de que los hijos de las líneas aristocráticas altas pero con menores expectativas de herencia (un benjamín, por ejemplo) son los que fundan las nuevas aldeas o se casan con mujeres pertenecientes a éstas. A medida que el poder carismático se perpetúa en una línea familiar de descendencia, llegando a instituirse en forma de una jerarquía de cargos hereditarios, no sólo puede incrementar la efectividad de la especialización local y de la red de redistribución, sino también ir asumiendo Paulatinamente otras tareas. Los jefes pueden subvencionar unas especialidades artesanales, de forma que una línea familiar de buenos labrantes de pedernal, por ejemplo, puedan ganar en habilidad dedicando a ello más tiempo. Es probable también que una línea familiar de jefatura se convierta en una línea familiar de sacerdocio, que interceda ante sus dioses ancestrales en favor de la sociedad. Las sociedades de jefatura etnológicamente conocidas parecen ser típicamente, y tal vez universalmente, teocracias. La adoración de los antepasados es la forma típica que adopta el culto sacerdotal, añadiendo este culto como una especie de capa cultural al chamanismo y la mitología originales. La línea familiar de jefatura es considerada normalmente como los descendientes directos del fundador de la misma y de la sociedad como un todo, exaltado ahora en su status como la deidad principal. Tales concepciones fortalecen grandemente la capacidad de la jerarquía gobernante para hacer mejor algunas tareas adicionales necesarias y útiles. Un gobierno centralizado puede hacer la guerra de manera más efectiva, puede mantener la paz de manera más efectiva y puede resolver los problemas internos de gobierno de formas que no son posibles en una sociedad igualitaria. Es muy evidente que muchos gobiernos de este tipo han ordenado la realización de trabajos públicos para la construcción de grandes y sólidos monumentos. Una sociedad de jefatura en buen funcionamiento parece mantenerse porque puede cumplir bien las funciones anteriormente descritas, en especial la industrialización; en ella se encuentra, de hecho, el modelo orgánico de sociedad tan estimado por los sociólogos clásicos. La sociedad de jefatura constituyó una forma muy extendida de organización, posiblemente porque, al ser tan próspera en comparación con las tribus igualitarias, transformó a sus vecinos, o sus vecinos se transformaron a sí mismos por emulación. Es también posible que una nueva sociedad de este tipo que fuera próspera pudiera seguir expandiéndose tanto por adición como por crecimiento interno hasta el punto en que no pudiese gobernarse prósperamente. Si un crecimiento y una disolución de tal clase fueron, de hecho, corrientes, ello podría contribuir a explicar la difusión de las sociedades de jefatura: una sociedad de jefatura en expansión transforma sus partes nuevas, si eran sociedades igualitarias, en réplicas a pequeña escala de la

5 sociedad central original, simplemente aceptando a sus líderes en la jerarquía dominante. Si el todo se divide en partes, sean cuales fueren las razones para ello, todas las partes serán sociedades de jefatura, aunque pequeñas. Este es probablemente el ciclo de expansión y contracción que produjo la aparición un tanto repentina y la difusión tan rápida de las sociedades de jef...


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