Antecedentes de la psicología evolutiva PDF

Title Antecedentes de la psicología evolutiva
Author Erika Duran
Course Psicología Evolutiva I
Institution Universidad Azteca de Chalco
Pages 17
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Summary

En el siglo XX convergieron varios factores que dieron lugar a nuevos cambios en la percepción social de los niños. Concretamente, la tasa de mortalidad disminuyó, se prolongó la esperanza de vida, se redujo la necesidad de mano de obra y se estableció la educación obligatoria, cuyos márgenes se amp...


Description

ANTECEDENTES DE LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA

Introducción Se podría decir que la psicología evolutiva es una disciplina joven, ya que no fue hasta finales del siglo XIX que el desarrollo humano comenzó a estudiarse. Una serie de circunstancias llevaron a este hecho. Por un lado, el cambio en la percepción social de los niños; por otro lado, surgen las contribuciones de los filósofos Locke (1690) y Rousseau (1762). En tercer lugar, la publicación de Darwin (1859) de su teoría de la evolución y, finalmente, el nacimiento de la Psicología como disciplina científica, fechada en 1879 (Lizaso, Reizabal y Aizpurua)

El cambio en la percepción social de la infancia Uno de los factores que facilitaron el surgimiento de la psicología evolutiva fue el cambio en las ideas sobre lo que son los niños y las niñas y cómo debería ser su educación, que han evolucionado a través de la historia desde el infanticidio tolerado hasta alcanzar la percepción social de los niños hoy en día. Sobre la base de la opinión de diferentes autores, tales desarrollos se habrían producido de la siguiente manera (Alzate; Lefrancois,; Palacios, 1999; Papalia y Viejos, 1997; Shaffer, ). El infanticidio era común entre la Antiguedad y el siglo IV d.C. Varias investigaciones arqueológicas muestran que ya en el año 7000 a. C. los niños fueron asesinados con el fin de ofrecerlos a los dioses y diosas, y a veces incluso fueron embanpolvos en edificios para hacer sus estructuras más fuertes (Bjorklund y Bjorklund, 1992 en Shaffer, 2002). En Roma, por ejemplo, hasta el siglo IV había una ley que permitía a los padres matar a sus crías por diferentes razones como no deseados, ser ilegítimos o tener alguna malformación. Desde el siglo IV hasta el siglo XII el infanticidio dio paso al abandono. En Roma, por ejemplo, una vez abolida la ley que tiene derecho a asesinar a descendencia no deseada, se les dejó morir en el desierto o se criaron hasta la infancia media para ser vendidas como sirvientes o para ser explotadas sexualmente (deMause, 1974 en Shaffer, 2000). Incluso aquellos que fueron buscados recibieron un tratamiento que podría ser perjudicial para su desarrollo. Por ejemplo, los hijos de Esparta fueron maltratados para convertirse en buenos soldados y para servir al estado militar al que pertenecían. Específicamente, cuando eran bebés, se bañaban en agua fría, y cuando llegaban a la edad de siete años, eran sacados de sus hogares para llevarlos a los barracones públicos, donde, además de morir de

hambre, sufrían abuso físico por parte de los instructores. Como señala Hart (1991 en Shaffer, 2000), aunque no todas las sociedades antiguas eran tan duras como las de Roma o Esparta, hasta el siglo XII los niños eran considerados "posesiones" de familias y carecían de derechos, por lo que podían ser maltratados, explotados e incluso asesinados por sus padres. En la Europa cristiana el infanticidio no fue considerado asesinato hasta el siglo XII d.C. Con respecto a la Edad Media, la idea que existía sobre la infancia no está clara. El historiador Philippe Aries (1962 en Papalia y Olds, 1997), por ejemplo, analizó obras de arte de la época y observó que, hasta finales del siglo XIII, los niños eran retratados como adultos pequeños (con ropa, características, formas de actuar y actitud de los adultos). Basándose en lo que se observó, Aris llegó a la conclusión de que en ese momento no había conciencia de lo que era la infancia y su duración se limitaba al período en el que los niños no podían funcionar por sí solos. Una vez que pasaron esta fase, pasaron a formar parte de la sociedad adulta, de modo que se integraron en la vida social, incluido el lugar de trabajo, en esa etapa. Sin embargo, esta visión no se comparte actualmente y se afirma que el carácter especial de la infancia ya estaba presente en la tradición grecorromana (por ejemplo, Cunningham, 1996 en Lefrancois, 2001; Elkind, 1987 y Pollock, 1983 en Papalia and Olds, 1997). Específicamente, se refiere a factores como el hecho de que el latín medieval adoptó la visión hipocrática, según la cual la infancia se divide en tres fases: la infancia, que se extendería desde el nacimiento hasta los siete años; tazas de edad entre las edades de siete y doce en las niñas y siete y catorce en los niños; y la adolescencia, de doce a catorce respectivamente a veintiún. También se mencionan los escritos médicos de la época, que recogieron enfermedades específicas de la infancia (Cunningham, 1996 en Lefrancois, 2001). Independientemente de cuál fuera la percepción social de los niños en la Edad Media, lo que está claro es que principalmente desde la segunda mitad del siglo XVII están empezando a ocurrir cambios importantes en la infancia. Estos cambios pueden deberse a diferentes razones. Por un lado, ciertos movimientos religiosos y culturales como el protestantismo y la Ilustración (Palacios, 1999) comenzaron a enfatizar que los niños eran "almas inocentes e indefensas" de Dios (Shaffer, 2000: 8) que debían ser protegidos de los abusos de las personas adultas, aunque su terquedad y malicia tuvieron que ser enderezadas. Para lograr estos objetivos, se hizo hincapié en la importancia de la educación y la moral religiosas adecuadas, y aprender a leer y escribir, a fin de que pudieran ser modelados. Aunque los hijos e hijas todavía se consideraban propiedad de la familia, se recomendó no abusar de ellos y tratarlos con afecto (Aris, 1962; Awakening, 1965 en Shaffer, 2000). Por otro lado, una serie de contribuciones filosóficas a los niños —principalmente las de Locke y Rousseau— enfatizaron la bondad de los niños y la importancia de

su educación. Este hecho, junto con los movimientos religiosos y culturales mencionados anteriormente, dio lugar a un cambio cualitativo en la percepción social de los niños, por lo que los niños comenzaron a ser considerados seres desprotegidos, que necesitan la escuela, aunque todavía podrían ser abandonados o abusados por sus padres. A pesar de los cambios que acabamos de describir, durante los siglos XVIII y XIX todavía los niños carecían de derechos y, aunque los tribunales los dejaban completamente desprotegidos frente a los abusos de adultos, castigaron severamente a los niños que violaron la ley. Algunos ejemplos son el caso de una niña de siete años que, a principios del siglo XIX, fue condenada por los tribunales ingleses a morir en la horca por robar enaguas (Siegel and White, 1982 en Lefrancois, 2001). Muy diferente fue el tratamiento que los abusadores de niños recibieron por la justicia. Prueba de ello es la impunidad con la que las personas cegaron a los niños quitándoles los ojos para enviarlos a mendigar. Estas personas no fueron castigadas por los tribunales. La única excepción fue el caso de Anne Martin (Pinchbeck y Hewitt, 1973 en Lefrancois, 2001), que fue condenada a dos años de prisión porque los niños a los que cegó no eran suyos. De lo contrario, no habría sido castigado porque los padres y las madres tenían derecho a hacer lo que quisieran con sus descendientes. Los niños también continuaron trabajando duro. Demuestra esto la afirmación hecha en 1833 por los pediatras de Inglaterra, quienes afirmaron que el número máximo de horas que debían trabajar debía ser de 10, pero no por las consecuencias negativas que el trabajo más podría tener en su desarrollo, sino porque, de lo contrario, se durmió en la escuela dominical, donde se les transmitió el conocimiento moral (Palacios, 1999). Esta situación no cambió hasta finales del siglo XIX, momento en el que los niños comenzaron a ser considerados como un período de desarrollo significativo y los movimientos aparecieron a favor de legislar y posteriormente prohibir el trabajo de los niños. En el siglo XX convergieron varios factores que dieron lugar a nuevos cambios en la percepción social de los niños. Concretamente, la tasa de mortalidad disminuyó, se prolongó la esperanza de vida, se redujo la necesidad de mano de obra y se estableció la educación obligatoria, cuyos márgenes se ampliaron. Como resultado de todos estos factores, se estableció la idea de que la infancia es un período muy importante en el desarrollo de las personas (Palacios, 1999). Así, se admitió que los niños tienen, como los adultos, derechos y deberes específicos. Como resultado de este proceso, en 1959 las Naciones Unidas adoptaron la llamada Declaración de los Derechos del Niño, que consta de 10 principios que se refieren a muchos otros derechos. Por lo tanto, los niños se consideran ahora seres con necesidades y derechos específicos que deben ser protegidos. Sin embargo, todavía hoy en día hay

muchos niños cuyas necesidades no se satisfacen y que son abusados y explotados en el trabajo y/o sexualmente.

Contribuciones de Locke y Rousseau Probablemente debido a la influencia de las teorías creacionistas, no es hasta la segunda mitad del siglo XVII que aparecen de la mano de filósofos como Locke (1632-1704) y Rousseau (1712-1778) los primeros acercamientos a la naturaleza del ser humano y su desarrollo. Como ya se señaló en el párrafo 3.1, el filósofo inglés John Locke (1690), considerado el precursor de la perspectiva filosófica llamada empirismo, argumentó que los seres humanos nacieron como si fueran una tabula rasa o una página en blanco, por lo que carece de ideas, habilidades innatas, características o tendencias que le llevan a comportarse de cierta manera. Serán tus experiencias, la estimulación y la educación que recibas las que determinen tus características psicológicas. Este enfoque se dio cuenta de la influencia del desarrollo de las experiencias, el aprendizaje y la educación de los niños. Con respecto a este último, Locke sugirió que, para que los niños desarrollaran características psicológicas positivas, es esencial que reciban una educación adecuada, que no se base en castigos y amenazas, sino en la enseñanza disciplinada, una corrección de modelos apropiados y una evaluación positiva de los comportamientos correctos. Aunque Locke afirmó que la educación para las mujeres debería ser la misma que para los hombres, creía que se necesitarían pequeñas adaptaciones para los primeros, como no practicar deportes, cuidar más la belleza o hacer las tareas domésticas. El filósofo suizo Jean Jacques Rousseau (1762), por su parte, tuvo una visión innalista del desarrollo, según la cual la persona nace con una serie de características innatas (bondad), así como con un plan natural heredado que determinará su desarrollo. Específicamente, Rousseau creía que, al nacer, los seres humanos son buenos y saben distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, por lo que el objetivo de la educación debe ser mantener esa bondad innata. En cuanto al plan natural, Rousseau propuso que la persona naciera con un plan de desarrollo por el cual, a medida que madure, logrará una serie de etapas de desarrollo, cada una con características psicológicas específicas y necesidades educativas (Palacios, 1999). De esta manera, una buena educación no consistiría en enseñar sus cosas, sino en facilitar su estimulación de acuerdo a su nivel de desarrollo, lo que le ayudará a aprenderlas ella misma. Cabe señalar que Rousseau fue una ferviente defensora de la subordinación de las mujeres a los hombres (Calderón, 2005), algo que es evidente en citas como las siguientes: "La mujer virtuosa no sólo debe ser digna de la estimación de su marido, sino que también debe tratar de obtenerla; si lo censura, será reprobable;

y aunque fuera inocente, tiene la culpa de haber llevado a sospechar de ello, porque las apariencias son también uno de sus deberes" (Rousseau, 1761 en Calderón, 2005: 172). Los enfoques de Locke y Rousseau se consideran un trasfondo de la psicología evolutiva, ya que representan el comienzo de las corrientes de pensamiento que, después de unos siglos, dieron lugar a grandes teorías del desarrollo humano que todavía están vigentes hoy en día (Palacios, 1999).

Teoría de la evolución de las especies de Darwin Otro factor que creó el caldo de cultivo para el surgimiento de la psicología evolutiva fue la publicación en 1859 del trabajo titulado "Sobre el origen de las especies", en el que Charles Darwin (1809-1888) publicó su teoría sobre la evolución de la especie, llamada darwinismo. El darwinismo propone que dicha evolución se produzca por selección natural, cuyos principios básicos son los siguientes (Weinert y Weinert, 1998): Hay diferencias genéticas entre los individuos. Dado que hay una cantidad limitada de recursos como alimentos, no todos los individuos que pertenecen a una población pueden sobrevivir. Los que sobreviven son los que tienen la mayor capacidad para adaptarse al medio ambiente. La selección natural promueve los cambios en los individuos de las especies, a través de mutaciones genéticas, así como la aparición de nuevas características. Darwin creía que las especies estaban evolucionando con el tiempo, un proceso que él llamó filogénesis. Sobre la filogénesis del ser humano propuso que tenía su origen en una especie similar a un mono que, a través de la historia, habría evolucionado hasta convertirse en el ser humano actual. Así como las especies están cambiando, los individuos de cada especie también sufrirían un proceso de cambio, que llamó al desarrollo ontogenético, que los llevaría de la inmadurez a la madurez en el curso de su ciclo de vida. En opinión de Darwin, las características actuales de los miembros de cada especie serían el resultado de su desarrollo filogenético. De esta manera estableció la relación entre el desarrollo individual o la ontogénesis y el desarrollo de la especie o filogénesis. Además, Darwin (1871) defendió la superioridad biológica e intelectual de los hombres sobre las mujeres, un enfoque que se expandió rápidamente entre los científicos de la época. Sin embargo, hubo quienes alzaron la voz en contra de esta idea. Específicamente, nos referimos a algunos estudiosos como Antoinette Brown Blackwell, quien en su trabajo titulado The Sexes Through Nature (Brown

Backwell, 1875), argumentó que las afirmaciones de Darwin sobre supuesta superioridad masculina requerían una investigación profunda. De esta manera, Brown Blackwell decidió desarrollar una investigación en la que defendió, a través de un gran número de pruebas y argumentos muy fundados, la idea de que los sexos son siempre equivalentes, es decir, iguales, aunque no idénticos (Brown Backwell, 1875). Además de estas contribuciones teóricas, Brown Blackwell tuvo el mérito de combinar sus enfoques científicos con sus ideas sobre la igualdad entre hombres y mujeres, argumentando que la evolución de la especie llevó a exigir más libertad para las mujeres. Concretamente, Brown Blackwell declaró que, como resultado de su evolución biológica, las mujeres se estaban volviendo más complejas y que, como resultado, la esfera doméstica no les permitía ejercer todas sus competencias, por lo que era necesario que se integraran y participaran en las áreas de la vida que estaban fuera del hogar. Estos temas aparte, darwinismo fue una teoría muy influyente y muchas de sus ideas han sido aceptadas por la psicología evolutiva. Entre otros, la idea de que el desarrollo es un proceso de adaptación al medio ambiente; que el ser humano tiene su origen en una especie similar al mono; las especies sufren cambios filogenéticos; cambios ontogenéticos y que existe una relación entre los cambios filogenéticos y ontogenéticos. Esta última idea tuvo grandes repercusiones y algunos autores como el embriólogo alemán Ernts Heinrich Haeckel (1834-1919) plantearon teorías basadas en la relación entre la filogénesis y la ontogénesis. Este autor señaló que había un fuerte parecido entre embriones de diversas especies en algunos momentos de desarrollo y, sobre la base de ese hecho, planteó la llamada Ley Biogenética Fundamental o recapitulación (Haeckel, 1866 en Harris y Butterworth, 2002). De acuerdo con esta ley, la ontogénesis es la reproducción breve y rápida de la filogénesis, por lo que el desarrollo del embrión humano, por ejemplo, sería la repetición del desarrollo de nuestra especie. Así, los embriones, antes de tomar la apariencia humana, pasarían por todas las etapas por las que nuestra especie ha pasado en su filogénesis. Si bien esta teoría tuvo inicialmente éxito tanto en Europa como en los Estados Unidos, actualmente no tiene mayor influencia, ya que se ha demostrado que estas semejanzas reflejan las estructuras biológicas de los antepasados humanos.

Nacimiento de la psicología científica La psicología como ciencia independiente de la fisiología y la filosofía comenzó en 1879, cuando Wilhelm Wundt creó el primer laboratorio experimental de psicología en Leipzig. Esto fue un atraso del surgimiento de la psicología evolutiva, insothing, desde el principio, fue una subdisciplina de la psicología.

Weinert y Weinert (1998) señalan que, además, este hecho influyó en el surgimiento de la psicología evolutiva principalmente de dos maneras. Por un lado, el intercambio constante de científicos, teorías y temas proporcionó a la disciplina nuevas ideas y variables que fueron adoptadas y adaptadas por la disciplina a su campo de estudio. Por otro lado, aplicó la estricta metodología de investigación utilizada en la psicología general al estudio del desarrollo humano. Por lo tanto, respaldó la medición objetiva, la fiabilidad, el control experimental y la necesidad de que se repliquen estudios empíricos. Por todo esto, se considera que el surgimiento de la psicología científica fue un gran impulso para el nacimiento de la psicología evolutiva.

Aumento de la disciplina (1882-1912) El surgimiento de la psicología evolutiva como disciplina es en 1882, año en el que Wilhelm Thierry Preyer publicó su trabajo titulado El alma del niño. Desde ese momento hasta 1912 diferentes personas como Milicent Washburn Shinn, James Mark Baldwin, Sigmund Freud, Granville Stanley Hall y Alfred Binet hicieron una serie de contribuciones que permitieron el surgimiento de la psicología evolutiva como ciencia (Cairns y Ornstein, 1995).

Wilhelm Thierry Preyer: estudios sistemáticos del comportamiento infantil A lo largo de los siglos XVIII y XIX, se publicaron varios documentos que describían observaciones biográficas del comportamiento de algunos niños, como el de Dietrich Tiedemann (1787 en Delval y Gómez, 1988) sobre el desarrollo psicológico de su hijo; Dr. Jean Marc Gaspard Itard (1802) sobre el niño salvaje llamado Victor de Aveyron; Darwin's (1877) sobre el desarrollo de su hijo Doddy; Jean Héroard (1868 en Delval y Gómez, 1988), quien analizó el desarrollo y crecimiento de Luis XIII desde su nacimiento hasta los 27 años, o el de Alice Mott, quien en 1899 recibió su doctorado de la Universidad de Minnesota con investigaciones sobre un niño sordo (Garcia Dauder, 2005). El psicólogo inglés Wilhelm Thierry Preyer (1841-1897), nacido en Alemania, analizó algunos de estos documentos y los criticó porque, en su opinión, las observaciones eran imprecisas y, por lo tanto, causaban confusión. Consciente de estas limitaciones, Preyer decidió establecer una serie de reglas estrictas para comentar y registrar cuidadosamente lo que se observó. Entre otras cosas, estableció que lo que se veía durante la observación debía registrarse inmediatamente, describiéndolo como se veía; las observaciones deberán efectuarse a intervalos regulares; que debe evitarse influir en la conducta del sujeto observado; que se impida que los intereses subjetivos o las interpretaciones del observador influyan en la observación y que se compruebe la exactitud del

expediente, en comparación con lo registrado por una segunda persona. Gracias a estos criterios, Preyer dio carácter científico a la metodología de observación. Basándose en este método, Preyer llevó a cabo un estudio exhaustivo sobre el desarrollo hasta los 3 años de su hijo Axel y construyó un inventario de los comportamientos infantiles relacionados con la edad. La obra fue publicada en 1882 en su obra titulada Die Seele des Kindes, que se considera, además del primer manual de psicología evolutiva, el evento que marca el nacimiento de la disciplina (Harris y Buterworth, 2002). El manual se basó en las rigurosas observaciones realizadas sistemáticamente (mañana, tarde y noche) y en...


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