Apuntes Sociología del Trabajo T1 PDF

Title Apuntes Sociología del Trabajo T1
Course sociología del trabajo
Institution Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
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Apuntes de Sociología del Trabajo (Tema 1) del Grado en Relaciones Laborales y Recursos Humanos (ULPGC)....


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TEMA 1: EL CONCEPTO DE TRABAJO 1. INTRODUCCIÓN 2. EL VALOR Y EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO 3. EL PROBLEMA DEL EMPLEO REMUNERADO 4. EL PROBLEMA DE LA IRRESPONSABILIDAD DEL TRABAJADOR 5. LOS CAMBIOS DEL S.XX 6. LOS PELIGROS DE LA TEORÍA ECONÓMICA NEOCLÁSICA 7. EL TRABAJO DECENTE (OIT) 8. LA ÚLTIMA CRISIS MUNDIAL DEL EMPLEO

1. INTRODUCCIÓN No es fácil distinguir trabajo y no-trabajo (el arte, la poesía, el sacerdocio… es trabajo; pero, por ejemplo, las labores domésticas, no lo son): porque entendemos por trabajo únicamente el empleo remunerado. El trabajo es una construcción social: es lo que nosotros decidamos que sea. El trabajo hay que concebirlo en sentido amplio: WATSON, 1987 “Ejercicio de actividades que capacitan a la persona para mantener cultural y materialmente su existencia cotidiana en el ambiente donde se encuentra”. El trabajo, entendido como relación física del ser humano con la naturaleza, siempre ha estado presente. En su sentido abstracto y universal, el trabajo ha permitido la reproducción material de la humanidad. La forma moderna de trabajo, que es lo que denominamos empleo, viene a ser el recurso fundamental para la integración social y para la realización personal (es decir, el recurso disponible para la seguridad física y psicológica). Para denotar empleo, el trabajo tiene que basarse en una relación normada, con contrato, salario y condiciones laborales reguladas, y con acceso a los servicios públicos y la seguridad social, que facilitan recursos (sanitarios y educativos) y prestaciones (rentas), tanto a los trabajadores como a sus familias, estén o no esos trabajadores en activo. El trabajo no responde a una definición unívoca, cerrada e intemporal (universal) sino que en cada época y lugar se concibe de una manera diferente: el trabajo es una construcción social. La concepción actual del trabajo como empleo remunerado y reconocido tiene tan solo 200 años: a) b) c) d)

Sociedades primitivas: 4 o 5 horas diarias dedicadas al trabajo. Sociedades antiguas (Roma s. IV): 175 días al año de fiesta. Sociedad feudal: gremio de artesanos de París, 194 días hábiles al año. Sociedad industrial (s.XIX): 70-80 horas semanales de trabajo.

Todo parece indicar que el capitalismo se ha reestructurado con el fin de seguir desarrollando su capacidad de maximizar beneficios (la financialización sería la última gran tendencia), intensificar la productividad del trabajo y el capital, y reforzar la competitividad de las economías nacionales. En este contexto el trabajo se evalúa bajo los criterios exclusivos de eficacia y rendimiento, criterios propios de la racionalidad económica, pero ciertamente distintos a criterios políticos, sociales o éticos, que abogarían más por la autonomía, la creatividad, la cooperación y, sobre todo, por la solidaridad (protección social y servicios públicos). El resultado de una evaluación del trabajo exclusivamente bajo el prisma de la racionalidad económica lleva a su desvalorización y a la precariedad. Acontece un cambio de valores referido al trabajo, donde prima el deseo de más tiempo libre y de actividades de ocio, donde crece la crítica a las rigideces del trabajo, en definitiva, surge la erosión de la ética protestante, ética que tanto tiempo ha sostenido al sistema capitalista. Este desgaste objetivo y subjetivo del trabajo hace concluir a Offe (1992) a las siguientes ideas: – La incapacidad del mercado de trabajo para absorber a muchos demandantes. – La pérdida de motivación y disciplina entorno al trabajo, por no ser ya un elemento central. – La aparición de la exclusión social: el estigma del fracasado, del que resulta superfluo, con el detrimento de sus oportunidades vitales.

2. VALOR Y SIGNIFICADO DEL TRABAJO Partimos de que el trabajo era un bien muy preciado en el Estado de bienestar debido a su estabilidad, su capacidad de aportar ingresos, su capacidad de facilitar prestaciones sociales en tiempos de vulnerabilidad, su capacidad de otorgar reconocimiento social y subir la autoestima. Puede decirse que el trabajo tenía una gran centralidad (importancia en la vida de las personas). En la medida que el Estado de bienestar se ha ido descomponiendo (por las crisis sistémicas que lo han acompañado a partir de 1970: crisis energética, crisis de empleo, crisis fiscal, crisis financiera…), el empleo se ha ido precarizando y desapareciendo, y las tecnologías desarrollándose, el valor del trabajo ha cambiado. Ya no tiene tanta centralidad, porque el consumismo es el nuevo objetivo de nuestra existencia. Es decir, el trabajo deja de ser un valor inmanente para convertirse en un valor instrumental. El trabajo se convierte en un valor de intercambio (instrumento) por el cual accedemos a los bienes y servicios del mercado. Se trabaja para vivir y no se vive para trabajar. Todo ello implica un cambio profundo en el significado del trabajo, aunque siga manteniendo su importancia social en el sistema de valores. En la nueva sociedad del consumo —surgida del productivismo— los individuos ya no son solo trabajadores, sino que también han de ser consumidores. Para ello necesitan dinero y tiempo libre. Es así como sobreviene el declive de la ética calvinista y en general el productivismo como modelo de desarrollo. Pero, entendamos que el consumo es un factor de desarrollo económico impuesto por

el capital, es su salvaguarda para seguir acumulándose. Si no hay consumo no hay capital. En realidad, el neoliberalismo pretende que haya consumo, pero sin ceder en la reducción del coste del trabajo, es decir, que haya consumo, pero con salarios bajos, y trabajo precario. Las dificultades para crear empleo devienen del fuerte desarrollo tecnológico de los últimos 40 años. La alta productividad aportada por las tecnologías sustituye a la baja productividad de los trabajadores. Productividad entendida como la cantidad de producto obtenido en relación al coste de su producción. Solo las burbujas y el consumo financiado han posibilitado la expansión del empleo en los últimos años, pero fue una expansión falsa, artificial. Pinchadas las burbujas, el desempleo estructural se ha colocado en su sitio (¿10%, 15%, 20%, en España?). Para Carlos Prieto la pérdida de centralidad del trabajo es un cambio social significativo que no ha hecho más que profundizarse: a partir de los 70 se acaban los años de la sociedad salarial y llegan los años de la globalización. En la sociedad salarial anterior, las políticas públicas, y por tanto el orden social, giraban en torno al trabajo y el empleo, buscando el equilibrio (político) entre los imperativos económicos y la justicia social (tendencia de inspiración socialdemócrata). En la actualidad es la economía (su competitividad y la de las empresas) la que ocupa el lugar preeminente de los Estados. El aspecto social pasa a un segundo plano, y se detecta por cómo se ha modificado la política de trabajo y de empleo. El pleno empleo de la sociedad salarial tenía que ser un buen empleo, con condiciones dignas, remuneración justa y suficiente y portador de derechos sociales. Aunque las mujeres quedaban fuera de este marco. Ahora se pretende que un empleo normal y justo sea uno temporal, a tiempo parcial, por cuenta propia, igual que uno indefinido y a tiempo completo, igual uno precario que otro estable, protegido socialmente y con perspectiva de mejora. Las nuevas modalidades de empleo no permiten la integración social de los ciudadanos. Por tanto, desde el punto de vista de las políticas públicas, el papel social del trabajo se ha visto degradado. Esta degradación está relacionada con el cambio de posición de la clase trabajadora como actor sociopolítico. Antecede pues una crisis de las organizaciones sindicales y de la clase trabajadora. La crisis del sindicalismo lo ha debilitado por dos frentes: sus interlocutores habituales (organizaciones empresariales, gobiernos, empresas) no le tienen tan presente como anteriormente; la situación del mercado de trabajo y las políticas públicas y empresariales están favoreciendo entre los trabajadores unos comportamientos individualistas que en nada contribuyen a la acción colectiva sindical. Se puede concluir que, con el paso de la sociedad salarial a la sociedad de empleo flexible, lo que el trabajo ha perdido es el grado y el tipo de centralidad social y política anterior. -

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Por grado: los empleos pueden ser buenos o malos, y a su vez son dependientes de la buena marcha de la economía, a la que ha de otorgarse toda prioridad. Por tipo: pierde valor la centralidad del trabajo, a favor de nuevos movimientos que le disputan significación: feminismo, ecologismo, nacionalismo…

Muchos autores confluyen en la argumentación de que el modelo de empleo de la sociedad industrial está decayendo, mientras emerge un nuevo modelo

basado en la flexibilización, la innovación tecnológica y la globalización económica. La globalización facilita una producción basada en bajos costes laborales, porque las condiciones de trabajo de los países destinatarios del nuevo capital global son mínimas, incluido el salario. Así, las empresas de los países desarrollados que han deslocalizado parte de sus producciones pretenden trasladar las condiciones laborales de los países periféricos en forma de flexibilización: inseguridad, menor salario, reducción del tiempo de trabajo, reducción de la protección social. A la misma vez entra en juego la innovación tecnológica, que busca ganar productividad dentro de la empresa, y facilita competitividad en el mercado exterior, pero conlleva la obsolescencia y eliminación de muchos puestos de trabajo. Además, gracias a los avances tecnológicos hay mayor conectividad entre los individuos, las organizaciones y los países, lo que hace más fácil mover las mercancías, el capital y a los individuos dentro y a través de las fronteras. Por consiguiente, flexibilidad laboral, innovación tecnológica y globalización económica están inextricablemente influidas. En la crisis del capitalismo de los setenta-ochenta del siglo XX, cuando surge el origen de una nueva reorganización de la economía, la flexibilidad del trabajo (desregulación normativa, contención o reducción salarial) es la primera medida para restituir la tasa de ganancia empresarial. Las décadas posteriores vienen a convalidar un nuevo modelo de organización de la producción basado en una nueva forma de empleo. Lo que Piore y Sabel (1990) denominaron “especialización flexible” se tornó en una gran reorganización capitalista determinada por la globalización económica, el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, y la expansión del capital financiero. Esta nueva estrategia incluye modificaciones sustanciales del factor trabajo, que afectarán a las condiciones de vida de los asalariados, y que conducen a un modo de regulación “postfordista”. De esta flexibilidad empresarial el trabajo es el principal afectado: se busca su máxima rentabilidad, minimizando costes de control, coordinación, intermediación o motivación derivados del antiguo modelo productivo fordista, y de sus pesadas organizaciones empresariales. Siguiendo a Martin y Schumann (1998), el camino de las empresas es reducir (downsizing), desplazar (outsourcing) y reorganizar (reengeneering). Como resultado, sobre el segmento central de los empleos, basado en la cualificación profesional o en la acción sindical, o en ambas, se acopla un gran segmento de empleo flexible, que acaba por desvalorizar la fuerza de trabajo total, y que sirve para adaptar la producción a los ciclos cambiantes de la demanda. Este proceso que describimos en el ámbito microempresarial puede elevarse, y de hecho se eleva, a nivel macrosocioeconómico.

3. EL PROBLEMA DEL EMPLEO REMUNERADO La gran contradicción de nuestro tiempo es que por un lado se le da al trabajo remunerado un valor central y, por otro lado, cada vez hay menos trabajo de este tipo. Esto genera frustración, traumas, violencia, drogadicción, trabajo sumergido, crimen organizado, prostitución… Las personas que pierden su empleo no sufren sólo por la pérdida de renta, sino porque queda afectada su identidad, la idea que tienen de sí mismas. El desempleo va acompañado de problemas y patologías muy variados, desde

tasas más elevadas de divorcio y de suicidio hasta una mayor propensión al alcoholismo. Los dirigentes buscan la solución precarizando las condiciones de trabajo (salarios reducidos), para así dar más oportunidades a mayor número de personas. Es una solución que beneficia a los empleadores (5% de la población) y perjudica a los asalariados (95%). Además, es una solución que incrementa la competencia individual, la alienación personal, la desigualdad y el conflicto laboral y social. Hay quienes plantean que la solución estaría en cambiar la concepción de la naturaleza del trabajo, de manera que se reconociera como trabajo, actividades que hoy en día no se remuneran: trabajo doméstico, voluntariado, actividades lúdicas, etc.

4. EL PROBLEMA DE LA IRRESPONSABILIDAD DEL TRABAJADOR Otro problema, para las empresas y para los ciudadanos, es la irresponsabilidad del trabajador. Se produce porque el trabajo se entiende como un factor de mercado que puede comprarse y venderse, independiente de la persona que le da sentido. Las personas se hacen irresponsables en el trabajo porque el objetivo empresarial es la productividad al menor coste, y entonces el trabajo se hace indeseable. La solución es buscar un sistema que permita al trabajador participar activa y responsablemente en la producción. Es decir, hacer del trabajo algo humano, y algo que va más allá de lo económico (metaeconómico): porque es la economía la que debe amoldarse al concepto de trabajo que queremos, y no al revés. Concebir el trabajo solo como un factor de producción es un error, porque desprecia el valor del trabajo como algo propio del individuo: algo que permite y facilita el desarrollo personal y social de los individuos. Hay que entender que el trabajo tiene un fin en sí mismo, no un medio para ganarse la vida. Una cosa es el trabajo (p.v. sociológico), y otra distinta el producto del trabajo (p.v. económico). En definitiva, hay que realizarse con su trabajo, y no sólo con la recompensa del mismo. La solución a este problema está en cómo compaginar un sistema de producción orientado al beneficio, con un sistema de trabajo basado en la participación, la responsabilidad y la autonomía.

5. LOS CAMBIOS DEL SIGLO XX DECLIVE DEL EMPLEO AGRÍCOLA Aumento de la productividad media del trabajador agrícola gracias a la tecnología:  

Nuevos tipos de cultivo y pesticidas. Maquinaria más eficiente.

EXTENSIÓN DEL SECTOR SERVICIOS El sector servicio no implica una sociedad de clase media, ya que el empleo en servicios no es siempre bien remunerado, ni siempre con prestigio social (p.ej. dependientes de comercio, camareros, vigilantes de seguridad, limpiadores, auxiliares administrativos, etc.) Muy a menudo, los salarios de estos puestos son inferiores a los que reciben los trabajadores tradicionales de la industria. Por tanto, la expansión del sector servicios puede verse como una gran proletarización, lo único que cambia respecto a la época industrial es la naturaleza de la actividad que realizan los nuevos proletarios. Para muchos autores, la economía de servicios es la responsable de la precariedad laboral y de los bajos salarios. El crecimiento del sector de los servicios en el interior de las sociedades desarrolladas ha hecho cambiar los empleos, con la tendencia general de una disminución de los trabajos manuales y un aumento de empleos no manuales, tanto de salarios altos, como de salarios bajos. También el sector de los servicios se viene expandiendo con la privatización de las actividades anteriormente asignadas a las mujeres dentro del hogar (cuidado de niños, ancianos y enfermos, limpieza, cocina, atención sanitaria a domicilio, etc.). En todo caso, la expansión de los servicios se basa en la reducción de los salarios, principalmente por la baja productividad de los servicios personales. En Estados Unidos la proporción de trabajadores de baja retribución ya era alta en la década de los años setenta. En este país las condiciones laborales están muy por debajo del estándar europeo, que incluye la atención sanitaria y las vacaciones retribuidas, aparte que Estados Unidos no dispone de un régimen de protección social para los trabajadores de bajos salarios, de ahí que este

colectivo coincida más ampliamente con el de los hogares pobres, más que en Europa. Los cinco subsectores de actividad que tradicionalmente en EE. UU. han tenido fuerte porcentaje de remuneración baja han sido: centros de atención telefónica, elaboración de alimentos, comercio al por menor, hospitales y hoteles.

DUALISMO EN EL MERCADO DE TRABAJO Existe una nueva situación de desequilibrio entre 2 categorías distintas de empleo: puestos “Apple Mac” y puestos “Big Mac”. Por tanto, hablamos de un nuevo proceso de polarización social. Mercado laboral primario: beneficios a los trabajadores:      

Ocupaciones que proporcionan

numerosos

“Cuellos blancos” y altos puestos de administración de empresas. Altos sueldos. Alta seguridad en el empleo. Alto grado de satisfacción personal. Requiere educación general sólida (más que específica). Ofrece oportunidades de ascenso.

Mercado laboral secundario: Empleos que ofrecen escasos beneficios a los trabajadores. Ocupaciones de baja cualificación (“cuello azul” industrial y empleos de servicios de baja formación):     

Salarios más bajos por jornadas más largas. Seguridad menor y perspectivas profesionales escasas. Insatisfacción en el empleo. Mujeres, jóvenes y otras minorías sociales. La mayor parte del empleo que se genera en las sociedades postindustriales pertenece al mercado laboral secundario.

FLEXIBILIZACIÓN DEL TRABAJO En consecuencia de la “revolución de la información”, surgen dos necesidades: 1. Adaptarse a los cambios rápidamente (de la demanda, de los proveedores, los tecnológicos, etc.), por lo que se necesitan unidades de producción de tamaño medio, dispersas y autónomas, y no grandes y concentradas. 2. Necesidad de seguir siendo competitivos en la economía global. Estas dos necesidades producen: • Aumento flexibilidad laboral. • Aumento trabajo a tiempo parcial. • Aumento contratación eventual (Leer diapositiva 18)

6. LOS PELIGROS DE LA TEORÍA ECONÓMICA NEOCLÁSICA Uno de los grandes «trucos» (algunos dirían «aciertos») de la teoría económica neoclásica es tratar el trabajo como cualquier otro factor de producción .

El producto se interpreta como función de insumos: acero, máquinas y mano de obra. La matemática trata el trabajo como una mercancía, lo cual puede inducir insensiblemente a pensar que el trabajo es una mercancía ordinaria, como el acero o el plástico. Sin embargo, el trabajo es distinto a todas las demás mercancías. El ambiente laboral carece de importancia para el acero, no necesita estar motivado para funcionar como insumo. El acero hace «lo que se le manda». Pero la gerencia de empresas suele preocuparse mucho de motivar a la mano de obra. La distinción nace de la faceta humana del trabajo. Las personas deciden la cantidad de esfuerzo y de atención que ponen en el trabajo. En su comportamiento influye el entorno, incluidos los incentivos que se les ofrecen. Sea cual sea la situación de desarrollo, transición o crisis — o incluso de recesión económica ordinaria —, los mercados no conducen de manera rápida y automática al pleno empleo, y ahora se reconoce casi universalmente que incumbe al Estado el cometido importante de fomentar el empleo y mantener una economía de pleno empleo. Ahora sabemos mucho sobre cómo diseñar programas de estímulo eficaces. Por muy bien que gestionemos la economía, siempre habrá recesiones, y con las recesiones, desempleo. Ahora bien, al mismo tiempo que hemos aprendido más sobre gestión macroeconómica, las crisis económicas han venido a ser más frecuentes e intensas en todo el mundo: cerca de un centenar de países las han sufrido en el último cuarto del siglo XX. No faltan razones para ello: los cambios de la arquitectura económica global, incluida la liberalización del ...


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