Decada del 70 historia de argentina PDF

Title Decada del 70 historia de argentina
Author Jeremias
Course Historia
Institution Instituto Superior de Formación Docente de Historia Severo Chumbita
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Historia de argentina...


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ARGENTINA MOVILIZADA 1. Una revisión del ciclo de movilización social de los años 1960-70.1

Nélida Diburzi En las memorias sociales la representación de las décadas de 1960 y 1970 suele asociarse a la noción de conflicto. Y es que estos años impactan por el alto grado de movilización social, el surgimiento de nuevas formas de protesta y prácticas políticas y la aparición de nuevos actores políticos y sociales. Nuestra hipótesis inicial plantea que la razón de base de esta movilización es la imposibilidad del Estado de dar respuesta a la demanda social, en el contexto de crisis de una forma de acumulación capitalista basada, no sin contradicciones, en la negociación entre trabajo y capital, mediada por la acción del Estado. En dicho contexto, la preservación del sistema requería silenciar a los actores movilizados y a la sociedad en general. Esta tarea sería llevada a cabo, en grado superlativo, por la última dictadura, intento –al decir de Gabriela Águila– de reordenamiento político, económico, social y cultural que, a través de la violencia estatal, se propuso la clausura del ciclo abierto por el peronismo a mediados de los años ´40. En el período visualizamos un fenómeno característico de la historia argentina del siglo XX: la alternancia de gobiernos civiles –fruto de elecciones cuyos resultados eran cuestionados por vastos sectores sociales, dada la proscripción del peronismo– y gobiernos militares a partir de golpes de Estado. El ´55 En el modelo económico del peronismo se observa el impulso a la industria, un Estado intervencionista en la acumulación y redistribución de la riqueza, que captaba parte de las divisas provenientes de las exportaciones de la burguesía agraria –contraria a la alianza social que apoyaba al peronismo, al igual que los terratenientes y sectores de la burguesía industrial– que dejará de invertir, haciendo caer el volumen de las exportaciones y por ende los ingresos de divisas, a partir de 1949 y claramente hacia 1952 cuando, también por otros factores, el modelo económico entre en crisis, en un contexto recesivo e inflacionario. Se agudizan entonces las tensiones sociales y la puja por la distribución, con el protagonismo de los trabajadores organizados dispuestos a defender el nivel de sus ingresos. La coalición golpista de 1955 estará integrada por la burguesía, los terratenientes, los partidos políticos de la oposición, la Iglesia y contará con la simpatía de los sectores medios que consideraban demagógica y autoritaria a la política gubernamental. Las Fuerzas Armadas con sus sectores liberales y nacionalista católico, evidenciarán, desde el ´55 una crisis profesional, una desarticulación de sus jerarquías, al reintegrarse los militares alejados durante el peronismo, quienes reclamaban espacios y elaboraban lazos de mayor horizontalidad. Los sectores protagonistas del golpe necesitaban defender sus carreras castrenses y de ahí en más las intervenciones de veto estarían destinadas a desmovilizar a las clases populares. El intento de desperonizar no logró, según Sidicaro, sino reforzar la identidad peronista. Este autor toma de Hungtinton el concepto de “intervenciones de veto” cuyo propósito era evitar la victoria real o a futuro de un partido o movimiento al cual los militares se oponían o que representaba a grupos que deseaban excluir del poder político. Claramente observamos la utilidad de este concepto para referirnos a la “Revolución Libertadora”. Las decisiones económicas (devaluación, congelamiento de salarios) del gobierno militar, provocaron una fuerte transferencia de ingresos hacia el sector agrícola y un estancamiento del industrial. La disolución del partido peronista, la intervención a la Confederación General del Trabajo, la represión –en particular los fusilamientos del ‟56– se hallaban en la base de la Resistencia Peronista cuyas acciones fueron creciendo entre 1957 y 1959, coordinadas por John William Cooke, quien consideraba que el peronismo debía transformarse en un movimiento revolucionario, insurreccional. Su viaje a Cuba en 1960, su adhesión al foquismo, sus ideas de liberación y revolución social, influirían decisivamente, en particular en los jóvenes que pocos años después se identificaron con el “peronismo de izquierda”. Desarrollo y subdesarrollo. Los gobiernos de Arturo Frondizi y de Arturo Ilia carecieron de legitimidad dada la proscripción del peronismo y el rol tutelar de las fuerzas armadas.

En estos años, especialmente desde la Sociología, se discute el desarrollo de América Latina. Debaten y se enfrentan los teóricos de la Modernización y los de la Dependencia. Estas cuestiones ocupaban a investigadores y políticos, al tiempo que desde la CEPAL se recomendaba el impulso a la industrialización de los países latinoamericanos. Empezó a tomar fuerza la postura según la cual dentro del marco del capitalismo, estos países estaban condenados al subdesarrollo ya que éste era funcional al desarrollo de los países centrales. Estas ideas fueron comunes con las de numerosos movimientos y organizaciones que protagonizaron las luchas sociales y políticas y cuyo objetivo será el establecimiento del socialismo, poniendo fin a la relación de dependencia y al poder de los grupos sociales locales que se beneficiaban con esa relación. En el caso argentino pronto se vieron frustradas las esperanzas despertadas en muchos sectores por la postura antidictatorial de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), la búsqueda de acercamiento al peronismo por parte de Frondizi, sus posiciones antiimperialistas o el plan desarrollista liderado por Frigerio, ya en el gobierno El modelo El desarrollismo provocó el crecimiento de nuevas ramas de la producción: siderurgia, metalurgia, celulosa, petroquímica y una descentralización geográfica ya que los núcleos industriales más importantes se hallaban en Córdoba y Santa Fe (automotrices), en la Patagonia (gas, petróleo, aluminio), en San Nicolás y Villa Constitución (siderurgia). Paralelamente, las industrias tradicionales (textil, azúcar, carne), perdían peso. Otra novedad fue la racionalización de las formas de producir en las grandes fábricas, intensificando los ritmos y eliminando obstáculos a la productividad; esto exigía el control obrero- por ejemplo, el de las comisiones internas, sobre los procesos de producción, la reglamentación del derecho de huelga, la expulsión de activistas -. Aunque se mantuvieron conquistas obreras, se abría una brecha entre los trabajadores fabriles. Los de las industrias tradicionales demandaban el mantenimiento de las fuentes de trabajo, mejoras en alimentación y vivienda, reducción de la jornada laboral, demandas especialmente visibles en el caso de los ingenios azucareros –cuya situación se verá agravada por el “Operativo Tucumán” de Onganía– y en el caso de los trabajadores de las grandes obras, como el túnel subfluvial y la central hidroeléctrica del Chocón, claro ejemplo de las tensiones entre modernización, injusticia social y autoritarismo político. Los obreros de las nuevas industrias, con sindicatos poderosos, mayor capacidad de protesta y/o negociación, discutían en cambio los ritmos de producción, las categorías laborales, la representación sindical. Al mismo tiempo la estructura laboral se complejizaba con el cuentapropismo y el aumento del empleo en el comercio, servicios, administración (cuellos blancos en empresas estatales y privadas); sectores medios asalariados que se sentían alejados de la clase obrera. La modernización del sector rural (tecnología, diversificación de cultivos), incidió en transformaciones sociales a la vez que, en consonancia con los cambios en la estructura productiva, descendía la población rural (37%, 1947; 21%, 1970), se acentuaban los desequilibrios regionales, aparecían nuevos actores movilizados y la protesta social se desplazaba geográficamente. El modelo, en definitiva, modernizó y excluyó a la vez. Aunque los sectores capitalistas concentrados (asociados en ACIEL - Acción Coordinadora de las Instituciones Empresarias Libres) apoyaban la profundización del proceso de sustitución de importaciones, el modelo desarrollista no logró conciliar los intereses de la burguesía agraria e industrial. Además, las inversiones extranjeras requerían encorsetar las exigencias de los sectores obreros organizados y movilizados (objetivo con el que ACIEL coincidía). El clima de malestar, ya durante el frondicismo, fue incrementado por la polémica desatada por los contratos petroleros a lo que se sumó otro tipo de conflictividad como los debates por la enseñanza laica o libre. El presidente apoyó la enseñanza libre cuyos partidarios mostraban un carácter marcadamente anticomunista, al tiempo que la Federación Universitaria Argentina (FUA) organizaba una huelga por tiempo indeterminado en defensa de la universidad laica.

La movilización complicaba al gobierno frente a las Fuerzas Armadas, preocupadas además por la posición internacional de Frondizi –en particular con relación a la revolución cubana, aunque el presidente, al mismo tiempo, apoyara la Alianza para el Progreso de Kennedy–. La presión militar fue evidente en la decisión de aplicar el Plan CONINTES y en la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba. De todos modos, en el ´62 los militares exigen el alejamiento de Frondizi, asumiendo José M. Guido, totalmente subordinado a las fuerzas castrenses, especialmente a la fracción militar de los “Colorados” enfrentados con los “Azules”. Las Fuerzas Armadas, de guardianas de las fronteras, pasaban a ser cada vez más “garantes del orden político y social”, sobre todo en la lucha contra la “subversión comunista”, el enemigo interno. El anticomunismo y el antiperonismo parecían tener algo o mucho en común para vastos sectores del poder militar; ya desde la “Libertadora”, como sostiene Sidicaro, equiparaban las acciones de los sindicalistas y las estrategias comunistas, lo cual abrió una tradición represiva ligada a las doctrinas contrarrevolucionarias surgidas al compás de los movimientos de liberación en Asia y África desde los años ‟50. Tradición que se vincula también con lo que entendían como la amenaza soviética y luego la de la revolución cubana; se nutre de una elaboración: el concepto del Otro desnacionalizado, el enemigo “apátrida” al que, como dirá Tcach, será lícito eliminar como se eliminan a los enemigos en la guerra. Si bien no podía dudarse del anticomunismo del sindicalismo peronista, la “gimnasia revolucionaria” durante el gobierno de Illia alertaba a los jefes de las FF. AA. El frustrado retorno de Perón en el ‟64, las ideas antiimperialistas que se extendían en las izquierdas radicalizadas latinoamericanas y la incorporación de vastos sectores del peronismo a la NI (Nueva Izquierda), parecían confirmar que el enemigo, verdaderamente, se hallaba fronteras adentro. La movilización durante el gobierno de Illia puede vincularse al contexto inflacionario, con desocupación, caída industrial y oposición de los grupos económicos (como ACIEL) ligados al capital extranjero. Si bien el gobierno hizo concesiones como el salario mínimo, vital y móvil, intentó controlar el poder sindical. El grado de movilización, el Plan de Lucha de la CGT dominada por el vandorismo no se entiende, según Daniel James, desde una perspectiva de análisis que privilegie lo económico ya que la Argentina mostraba adecuados niveles de desarrollo comparada con otros países latinoamericanos y, si bien había caído la participación de los salarios en el PBI, llama la atención el nivel de los conflictos políticos y sociales. Según este autor, la explicación debería buscarse en la articulación de las dimensiones de lo social, especialmente en lo cultural. Las expresiones culturales y políticas difundidas masivamente –música, cine, TV, prensa, revistas de opinión, literatura– contribuyeron a la formación de nuevos modelos de acción política. Esto sin desconocer el impacto de los ya mencionados procesos de liberación nacional y de la revolución cubana que hicieron que nociones como lucha armada, guerra de guerrilla, liberación, hombre nuevo, se difundieran en un contexto en el que ganaba terreno el actor juvenil y la “cultura de la rebelión”. Si bien ésta se visualizaba en vastos sectores sociales, era en la universidad –que en la argentina mostraba la mayor masividad en América Latina hacia 1960– donde los cambios y en particular esta forma cultural se experimentaban intensamente. Nuevos actores sociales se irían gestando: esos estudiantes universitarios, los obreros combativos, los integrantes de las ligas agrarias, de los frentes barriales, del MSPTM (Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo) y de las organizaciones político- militares; intentarían la construcción del socialismo, de un país más justo, en una época marcadamente optimista en la que el cambio societal profundo parecía posible y cercano. Golpe, otra vez El grado de incidencia de la dictadura que se inicia con Onganía en el ‟66 en la movilización social es de gran envergadura. Nuevamente, la intervención de veto estuvo destinada al control social, control de los actores movilizados, aunque la imagen que las FF.AA. mostraban era la de modernizadores de la sociedad y del Estado y no sólo la de “ordenadores” hasta el próximo llamado a elecciones; “venían” a organizar y transformar. La coalición golpista era heterogénea: partidos, sindicalistas (vandoristas en particular), las patronales nacionales y extranjeras, los medios de comunicación, la Iglesia. Ideológicamente las FF.AA. golpistas no eran homogéneas. Sidicaro se pregunta si eran tecnócratas los integrantes del elenco que acompañó a Onganía. Se plantea, sí, la necesidad de eficacia y racionalidad en la producción y en la administración pública conjuntamente con el objetivo de despolitizar, acorde con la Doctrina de la Seguridad Nacional que asignaba a las Fuerzas Armadas ese papel fundamental de control del “enemigo interno”. La expresión “Estado burocrático autoritario” alude a estas cuestiones. El proyecto económico se concretiza en el

Plan de Estabilización y Desarrollo (1967) de Krieger Vasena y cuenta con un apoyo inicial de los sectores capitalistas nucleados en ACIEL (aunque pronto el acuerdo se fracturará, por ejemplo con la oposición de la Sociedad Rural a las retenciones). Los descontentos provenían de los sindicatos y de la Confederación General Económica, por el achicamiento del mercado interno y la desarticulación de economías regionales como las de la yerba, algodón y azúcar. La coalición golpista se desvanece con la salida de los sindicatos peronistas, la toma de distancia de sectores eclesiásticos, el debilitamiento de los consensos empresariales, la oposición de los sectores liberales a la reorganización corporativa de la representación política. Al mismo tiempo crecía la rebelión popular y la politización de la sociedad, y también el autoritarismo gubernamental. Si bien un grupo de sindicatos deciden colaborar (los participacionistas de Coria y Taccone), y el vandorismo se encuentra atrapado entre el gobierno y la oposición de las bases, se decide un paro general en 1967. En el congreso normalizador de la CGT de 1968, la Secretaría General quedará a cargo del gráfico bonaerense Raimundo Ongaro y la CGT se fracturará en CGTA y CGT Azopardo (vandorista). Claramente se expresa la oposición a la dictadura desde la CGT de los Argentinos; la oposición es abierta, se desarrollan nuevas formas de movilización y vinculación con el movimiento estudiantil y con sectores “progresistas” católicos, en particular con el MSPTM. Los “Azos” “Azos” es una denominación que alude a coyunturas de intensa movilización social (Rosariazos, mayo y septiembre de 1969; Cordobazo, mayo de 1969; Choconazo, 1969-70; Viborazo, enero- marzo de 1971). Los movimientos sociales, según Tarrow, se definen como desafíos colectivos planteados por actores que comparten objetivos y solidaridad, en una interacción mantenida con las élites, los oponentes, las autoridades. Surgen o se potencian cuando se dan las oportunidades políticas: dimensiones del entorno, recursos exteriores al grupo, que fomentan (o desalientan) la acción colectiva. Si bien estas oportunidades pueden incidir en los movimientos sociales, no los generan. La dictadura, con su actuar represivo, no constituía una coyuntura propicia. Sin embargo la movilización social fue intensa; lo fue antes del ‟66 pero 1969, al decir de Gabriela Águila , constituyó el punto de partida de una etapa de movilización y protesta social, con contenidos nuevos y protagonistas claramente definidos. La teoría de la acción colectiva (y de la violencia colectiva) basada en la solidaridad, permite pensar, de acuerdo a Tilly, en un entramado de solidaridades que amplía el espectro de actores movilizados. Los sectores combativos de la clase obrera, los jóvenes –en particular estudiantes - desarrollan búsquedas con puntos en común, postulan alternativas al orden social existente lo cual constituye una novedad en la historia argentina. El cuestionamiento se dirigía a los factores de poder: el gran capital, la jerarquía eclesiástica, la burocracia sindical y, obviamente, las Fuerzas Armadas. Este cuestionamiento se tradujo en protestas, rebeliones, insurrecciones, al tiempo que la unidad obreroestudiantil se consolidaba. De los canales tradicionales de movilización, sindicatos y partidos políticos, los segundos no evidenciaron una capacidad organizativa de importancia y su presencia fue débil; en el caso del sindicalismo son los gremios combativos y clasistas los que movilizan; los centros de estudiantes encuadran a los actores juveniles y las organizaciones barriales y parroquiales a otros sectores participantes, de gran visibilidad en los “azos”. No fueron movilizaciones espontáneas, irracionales –apelativos con los que suele hacerse referencia a la acción colectiva, en particular cuando es violenta –. La acción estuvo mediada por las estructuras corporativas que lograron encuadrar las demandas de sus miembros. Mariana Heredia plantea que desde mediados de los años ‟60 se hacen visibles nuevos actores que cuestionan la dominación, dentro y fuera de sus organizaciones: son sectores contestatarios que surgen en los sindicatos, en las universidades, los partidos políticos tradicionales, la iglesia católica. La radicalización de amplios sectores de la clase media se suma a la de sectores obreros, cuestionando la capacidad de los partidos y de las organizaciones tradicionales para plantearse y llevar adelante cambios societales profundos. La Nueva Izquierda, sostiene Hilb, se nutre de militantes que se escinden de partidos de la izquierda tradicional, a la vez que amplios sectores se peronizan valorizando lo que entienden como potencial revolucionario del peronismo. Al mismo tiempo las bases sindicales del Movimiento se apartaban del control de la dirigencia y se radicalizaban enmarcadas en un proyecto alternativo de “sindicalismo de liberación”. Se plantean la construcción del socialismo y legitiman la “violencia popular”. Aun con rasgos novedosos, la intensa movilización se produce en el contexto de la relación directa capital-

trabajo; sigue siendo central la lucha de la clase obrera organizada cuya acción característica en el ciclo capitalista industrial es la huelga. La huelga está presente en los “azos” aunque el repertorio de acción se amplía y los actores movilizados cuentan con la adhesión de vecinos, sectores de clase media, empleados, maestros, profesionales. Un repaso de dicho repertorio, de las demandas, de las redes sociales (nuevas y preexistentes) que facilitaban el accionar, hace visible continuidades y cambios en el período 1955-76. Mónica Gordillo reconoce tres subperíodos: 1956-69, 69-71 y 71-73. En el primero predominaban la resistencia y la protesta obrera que fueron adquiriendo modalidades y contenidos diferentes a la vez que se conformaban nuevos actores, fundamentalmente los sectores juveniles. La autora destaca el año 63: con el triunfo de Ilia sostiene, se opera una modificación de la estructura de oportunidades políticas favorable a la manifestación de la protesta. Entre 1969 y 1971 se producen los momentos más explosivos, de fuerte oposición al régimen, y se evidencian nuevos repertorios de confrontación: rebeliones populares, movimientos contestatarios, organizaciones políticomilitares. Observamos que el “corte” en la periodización no se p...


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