La Tragedia del Euro - Comentario - Resumen PDF

Title La Tragedia del Euro - Comentario - Resumen
Course Historia Monetaria y de Teoría Monetaria
Institution Universidad Rey Juan Carlos
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Historia Monetaria y de Teoría Monetaria – Pedro Aznar Carboné ENSAYO 2: La tragedia del Euro. «La tragedia del Euro» es un libro escrito por Philipp Bagus en el año 2012 en el que realiza un profundo estudio sobre las implicaciones de la Unión Monetaria Europea. Parte de un análisis histórico del origen de la Unión Europea y del Euro, revelando las verdaderas motivaciones políticas en su creación, para posteriormente explicar el funcionamiento del Banco Central Europeo y su política monetaria. De esta forma, evidenciará el gran error que supuso la introducción de la moneda única común y desvelará las desastrosas consecuencias que ello ha tenido para el desarrollo económico y político de Europa. En este sentido, a lo largo del libro nos expondrá datos empíricos y argumentos económicos sólidos para defender su visión monetaria y hacernos entender de forma clara la esencia y el funcionamiento del dinero. Para entender el origen de la Unión Europea y del Euro, debemos tener claro que la idea de Europa se ha perfilado desde sus inicios entre dos visiones completamente opuestas: la liberal y la socialista. La visión liberal clásica siempre ha entendido la Unión Europea como una unión aduanera, es decir, una región económica en la que existiera libertad de circulación de bienes y servicios, personas y capitales. Entre los defensores de esta visión liberal clásica encontramos a los grandes fundadores de la Comunidad Económica Europea, como Jean Monnet, Robert Schuman, Konrad Adenauer y Alcide de Gasperi. Por su parte, la visión socialista tiene como objetivo la creación de un gran estado central europeo de carácter imperialista, proteccionista hacia el exterior e intervencionista hacia el interior, que socave la soberanía nacional y la libertad de los países europeos. Este proyecto es liderado precisamente por los promotores de la Unión Monetaria Europea, como Jacques Delors y François Mitterrand. Estas dos visiones van a estar enfrentadas sistemáticamente desde la firma del Tratado de Roma en 1957, que, a pesar de caracterizarse por un marcado espíritu liberal, posee matices proteccionistas, en especial la Política Agraria Común que se mantiene hasta nuestros días. Durante las décadas posteriores estas dos posturas se encontrarán en un equilibrio relativamente estable hasta que la caída del comunismo terminará decantando la balanza, en contra de lo esperado, a favor de la visión socialista. El principal baluarte e instigador de la visión socialista ha sido desde sus inicios Francia. Tras la humillación sufrida durante la Segunda Guerra Mundial y sus fracasos coloniales, los sucesivos gobiernos han tratado de recuperar su influencia a través de la Comunidad Económica Europea. Precisamente una de las grandes revelaciones que hace Bagus en este libro es que la unión monetaria no ha sido más que un instrumento, un artificio francés para lograr ese gran estado central europeo y terminar definitivamente con la hegemonía de Alemania y de su moneda, el Marco, en el continente europeo. Para comprender la unificación monetaria debemos entender el contexto político y monetario de Europa en los años previos a la suscripción del Tratado de Maastricht. Tras el colapso del sistema de Bretton Woods y la desaparición definitiva del patrón oro, se instituyó en 1979 el Sistema Monetario Europeo (SME) con el pretexto de estabilizar los tipos de cambio de los países de la CEE, que debían mantener el valor de sus monedas en una banda de fluctuación. Si una moneda se salía de su banda, los bancos centrales debían intervenir para mantener su valor. Este sistema no obstante se mostró muy inestable, ya que se sucedieron continuas devaluaciones de las monedas respecto al marco, especialmente del franco francés.

El problema para Francia radicaba en que el Bundesbank mantenía una política monetaria muy disciplinada, debido a sus pasadas experiencias hiperinflacionarias, de forma que con las sucesivas devaluaciones del franco se evidenciaba el exceso de la emisión de moneda por parte del Banque de France, utilizado por el gobierno para financiar su desmesurado gasto público. No se trataba de que el Bundesbank no fuera inflacionista, sino que el resto de los bancos centrales lo eran mucho más que él. La idea del SME era que, si se devaluaba la moneda de algún país, el resto deberían comprar dicha moneda para mantenerla en el tipo de cambio establecido. De esta forma, se generaba una redistribución de los países menos inflacionistas a los más inflacionistas, es decir, de Alemania a Francia, permitiendo al gobierno francés mantener su gasto y una alta inflación con tipos de cambio estables. El sistema colapso, tras sucesivas devaluaciones, en 1993, permitiendo a los tipos de cambio fluctuar libremente. Una cuestión historia fundamental para entender porque la instauración se llevó a cabo en ese momento y condiciones específicas es la caída del Muro de Berlín y de la URSS en 1989. Alemania, una de las grandes potencias de Europa iba a reunificarse, lo que consolidaría de forma definitiva su influencia en Europa. Además, los países del este, recién liberados del comunismo, aspiraban a formar parte del proyecto europeo. Tanto Alemania como los antiguos países soviéticos eran partidarios de la visión liberal, por lo que la balanza quedaría finalmente decantada hacia dicha visión. Los países de visión socialista, instigados y liderados por Francia, se movilizaron aprovechando la coyuntura para consolidar su proyecto y posición en la unión europea, así como destruir el Marco alemán que tantos problemas les estaba causando. De esta forma, decidieron lanzarse a la creación de la moneda única, lo cual llevaría irremediablemente, en el medio plazo, a una unificación política de carácter socialista al estilo francés. Hay que tener en cuenta que cuando se planteó la unificación monetaria tras la suscripción del Acta Única Europea se debatieron dos propuestas. La francesa, planteada por Delors (presidente de la Comisión Europea), era la eliminación de todas las monedas nacionales y la instauración del Euro, mientras que la británica defendía crear una moneda común que coexistiera con las monedas nacionales. El Bundesbank, receloso de abandonar su sólido marco, apoyaba esta última opción, pero Mitterrand (presidente de Francia) exigió a Helmut Kohl (presidente de Alemania) que aceptara el plan de Delors a cambio de su visto bueno para la reunificación. Lo cierto es que los políticos alemanes estaban deseosos de acabar con las limitaciones que el Bundesbank les imponía en su control del gasto público, y encontraron el apoyo de los bancos alemanes y empresas exportadoras que se beneficiarían de la extinción del Macro. Se financió entonces una gigantesca campaña de propaganda a favor del Euro en todos los países europeos, especialmente en Alemania, donde se divulgó la idea, aprovechando las desastrosas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y el sentimiento de culpabilidad, de que el Euro era la única manera de garantizar la paz en Europa. Finalmente, se reformó la constitución alemana y en diciembre de 1991 se firmó el Tratado de Maastricht, en el que fijó la instauración de la moneda única el 1 de enero de 1999. De esta manera, se formaliza la introducción del Euro en un territorio no armonizado fiscalmente y con falta de convergencia, que fue transitoriamente alcanzada gracias a la bajada de los tipos de interés en todos los países por la participación de Alemania en el proceso.

Una vez expuesto el origen de dicha unión monetaria, que resulta engañosa y responde a intereses privados en nombre del bien común, Bagus analiza la manera en que el propio sistema monetario fue diseñado, realizando una crítica al Banco Central Europeo y a su mecanismo de funcionamiento. Bajo mi punto de vista, los principales problemas que Bagus encuentra al actual Sistema Monetario Europeo son: 1) La independencia del Banco Central es prácticamente inexistente, siendo en última instancia los políticos los que toman las decisiones sobre la emisión de dinero y deuda. 2) La representación no es proporcionada. Las decisiones se toman por mayoría, y cada país tiene un voto, sin atender a otros factores como el poblacional, el PIB anual o la calidad, cantidad y rentabilidad de los activos que poseen los distintos bancos centrales. Esto significa que encontramos países infrarrepresentados, como Alemania, mientras que otros se encuentran sobrerrepresentados, generalmente los países más inflacionistas e irresponsables, que acaban decidiendo sobre todos. 3) La socialización del señoreaje. Se denomina señoreaje a los beneficios procedentes de los intereses de los activos en posesión de los bancos centrales como consecuencia del proceso de creación del dinero. Los bancos centrales de los distintos países europeos deben entregar sus señoreajes al Banco Central Europeo, el cual los repartirá entre los distintos gobiernos en función de la población y el PIB, sin atender a cuál de ellos dispone de los activos más rentables. De esta forma, los bancos centrales no tienen incentivos para comprar bonos de alta rentabilidad, ya que ellos no van a recibir ese beneficio. 4) La falta de mecanismos automáticos sancionadores por sobrepasar los límites de déficit y deuda pública establecidos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. La imposición de sanciones quedó a cargo del Ecofin, compuesto por los ministros de economía, que deciden por mayoría. De esta forma, son los políticos los que deben establecerse sanciones a sí mismos, lo que explica que, hasta el día de hoy, y a pesar de que los límites han sido rebasados constantemente, no se haya impuesto sanción alguna a ningún país. El sistema cuenta de base con unos fallos que no son más que la plasmación de los intereses de la casta política por dar rienda suelta a sus ambiciones de expansión del gasto público a través de la emisión de déficit financiado con dinero de nueva creación, y de los intereses de la banca privada, que obtiene pingues beneficios por medio de la concesión de créditos con la seguridad de que en caso de colapso financiero las perdidas serán asumidas por el conjunto de los contribuyentes, lo que se conoce como socialización de pérdidas, lo cual genera desastrosas consecuencias para el desarrollo económico y para la población. En el sistema monetario actual, todos los bancos centrales, gobiernos y bancos privados tienen incentivos para crear dinero de forma masiva, ya que son conscientes de que, de no hacerlo, la inflación provocada por los que lo sí lo hacen les hará perder poder adquisitivo a medio y largo plazo. Esto se debe a que, cuando se genera inflación, los primeros que gastan ese dinero lo hacen cuando todavía no se ha sentido la subida de precios, mientras que los últimos receptores de ese dinero lo gastarán a precios mucho más altos, de forma que se produce una redistribución de los últimos receptores hacia los primeros. En ese sentido, debemos tener en cuenta que se producen desajustes en los precios relativos y en la producción en función de hacia donde se destina ese dinero de nueva creación. Por lo tanto, no nos debe sorprender que se promueva una expansión crediticia por medio de una reducción artificial de los tipos de interés, que es aprovechada tanto por el sector público

como por el privado para acometer inversiones que no serían rentables al precio de financiación natural, determinado por la valoración subjetiva de los individuos de los bienes futuros respecto de los presentes, generando desajustes en la economía y la formación de enormes niveles de deuda pública y privada que, especialmente en el caso de los primeros, se financia paradójicamente creando más deuda, teniendo en cuenta la facilidad con la que cuentan los gobiernos para emitir déficit público, sumiéndonos en un circulo infinito de endeudamiento que suele culminar con crisis financieras y de deuda. Por su puesto, todo esto conlleva un gasto en intereses constante al que se destina buena parte de los impuestos pagados por todos los ciudadanos. En el caso de Europa, antes de la crisis, el dinero se introducía a través de los países del sur, donde la rentabilidad era más alta, para financiar especialmente la construcción de viviendas e infraestructuras que han resultado ser ruinosas. Estos países vieron incrementar enormemente su nivel de vida, sin incrementos significativos en su productividad, a costa de una futura recesión, necesaria para reajustar la economía y liquidar las malas inversiones. Mientras tanto el dinero fluía del sur hacia los países exportadores del norte de Europa, entre ellos Alemania, que veían incrementar sus precios de manera constante. Todos estos problemas verdaderamente no surgen por la unión monetaria, sino que sus orígenes se remontan a la monopolización de la creación de dinero por parte de los gobiernos a través de la institución del banco central. Se alega que el Banco Central de Inglaterra fue creado para controlar a los bancos privados y estabilizar el sistema, cuando en realidad se trató de una maniobra de la banca privada con los dirigentes políticos para coordinar la ingente emisión de dinero que pretendían llevar a cabo para su beneficio personal. El problema para ellos residía en que, en un sistema de banca libre, los bancos tienen incentivos para no sobreemitir dinero, ya que, la competencia entre ellos y el riesgo de pérdida de la confianza de los consumidores y de quiebra, hace que se restrinjan mutuamente. El banco que es más cauteloso a la hora de prestar y de crear dinero será el que verdaderamente triunfe en el largo plazo, y la quiebra de sus competidores no tendrá un efecto significativo en sus finanzas, sino que, en cierto modo, le beneficiará. Por eso decidieron crear un cártel a través de la figura del banco central, que coordinaría la expansión crediticia y de paso les permitiría acceder a una financiación adicional en caso de que aparecieran problemas. Esto se realizó evidentemente con el apoyo de los dirigentes de la nación, cansados de las restricciones que les imponía el viejo sistema, y deseosos de incrementar su poder. En este sentido, se trata de un problema de propiedad privada que se traduce en dos cuestiones fundamentales. Por una parte, los bancos no están respetando el contrato de depósito, ya que están prestando propiedad privada sin el consentimiento de los depositantes. Por otro lado, observamos lo que se conoce como la «tragedia de los comunes», es decir, cuando no están bien definidos los derechos de propiedad, los agentes tienden a sobreexplotar los recursos. En el caso del dinero, nos encontramos ante un bien comunal gestionado malamente por el Estado, ya que, en última instancia, aunque se justifique bajo el pretexto del «bien común», tal cosa no existe, y en la práctica su gestión responde a intereses particulares. Este sistema se consolida mediante la introducción del papel moneda de curso legal, que obliga a los ciudadanos a aceptar dicho dinero de manera coactiva, y culmina con la creación del dinero fiduciario, que desliga definitivamente el valor del dinero con un activo real, quedando al arbitrio de los gobernantes el valor y las condiciones de emisión de la moneda.

Respecto este último punto, en contra de lo que quieren hacernos creer, la calidad y liquidez de los activos que el Banco Central Europeo utiliza para crear dinero va a determinar la calidad de la moneda. Como se ilustra en el libro, no es lo mismo que sea oro, un bono alemán o un bono griego. En este sentido, las agencias calificadoras ha resultado ser verdaderamente una buena herramienta para manipular el sistema y a los inversores. Todo esto genera como consecuencia la actual crisis financiera que estamos sufriendo y que evidencia para aquellos que no se dejan engañar que nos encontramos en un sistema corrupto, en el que el sistema monetario tiene un papel fundamental para su supervivencia. Los políticos no buscan soluciones a largo plazo, sino que tratan comprar votantes por medio de las subvenciones y los privilegios en un sistema de carácter hegemónico en el que buena parte de los individuos trata de perseguir sus fines, no a través de medios económicos, sino políticos, mediante la imposición coactiva. La mayor de todas las pruebas es presentada al principio del libro. Se trata del informe del Banco Central Europeo de junio de 2010 en el que se reconoce que los días 6 y 7 de mayo el colapso total del sistema fue inminente. El sistema es una filfa, y si no se realizan profundas reformas terminará arrastrándonos a todos inexorablemente hacia el colapso.

Conclusión: En mi opinión, la unión monetaria, en el contexto de un sistema estatista como el que vivimos con patrón fiduciario y coeficientes de reserva fraccionarios, es un mal menor frente al sistema de bancos centrales dependientes de los gobiernos nacionales como el que vivíamos antes. Quiero decir con esto, que antes de la introducción del euro la inflación en muchos países europeos, como España, era mucho mayor, ya que los gobierno utilizaban directamente al banco central para la emisión masiva de moneda. También se hace esto ahora, pero no tan masivamente como antes, y no siguiendo los intereses de un gobierno particular. Pero el problema de fondo es el mismo que se lleva arrastrando desde la controversia bullonista y la aprobación de la Ley de Peel de 1848. La casta política, aliada con la banca, han corrompido de manera persistente el sistema monetario y crediticio, y el resultado es una moneda monopolizada sin respaldo y un estado fuertemente centralizado e intervencionista. La creación de dinero es una gran estafa a nivel mundial. Los ciudadanos somos constantemente expropiados de manera encubierta y deliberada, mientras unos pocos de benefician. El pensamiento monetario hegemónico en la actualidad nos trata de hacer creer que la emisión de dinero tienen un papel neutral en la economía, cuando lo cierto es que las personas que primero reciben ese dinero tienen ventaja en el sentido de utilizan dicho dinero cuando el efecto de la inflación todavía no se ha sentido, mientras que los últimos que reciben dicho dinero comprarán bienes y servicios a precios más altos, de forma que se produce una redistribución de la mayoría de la población hacia los primero receptores de ese dinero. Añadidamente, la propia inflación supone una merma de nuestro poder adquisitivo, lo que al final revela su verdadera naturaleza, a saber, un impuesto a la tenencia de saldos reales de tesorería, que dificultan el ahorro y estimulan el consumo de manera artificial. Se trata de un auténtico robo perpetrado sistemáticamente por el Estado desde que se agenció el monopolio de la creación de dinero, fundamentado actualmente en su teórica legitimidad democrática.

Como señalan los grandes teóricos de la Escuela Austriaca en la actualidad, entre ellos Jesús Huerta del Soto y Philip Bagus, para lograr un verdadero sistema monetario estable y confiable, que no pueda ser manipulado por los intereses privados de políticos y banqueros, necesitamos un sistema monetario y financiero de banca descentralizada, respaldado con patrón oro convertible, en el que se respeten los derechos de propiedad privada de los depósitos y del valor del dinero. Pero como hemos visto, la unión monetaria no se trata de un error técnico o de comprensión del funcionamiento de la economía, sino fue una artimaña para forzar la creación de un estado europeo de carácter socialista. Al introducirse el euro en un territorio no integrado políticamente y con políticas fiscales divergentes se generan una serie de problemas e incongruencias, que terminan desembocando en crisis financieras y de deuda, cuya solución es precisamente la integración y centralización de las competencias fiscales. El problema tiene difícil solución. Los políticos solo piensan en ganar las elecciones al corto plazo, y ahora estamos viendo las dificultades que Reino Unido está teniendo para salir de la Unión Europea, siendo que todavía conserva su propia moneda, por lo que me cuesta imaginar una solución que permita dar marcha atrás en el proceso integrador. No obstante, debemos continuar defendiendo la verdad y luchando por nuestros derechos y por nuestra libertad....


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