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Author Bâtton Castillo
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MIGUEL ÁNGEL FUENTES La trampa rota MIGUEL ÁNGEL FUENTES LA TRAMPA ROTA EL PROBLEMA DE LA ADICCIÓN SEXUAL Ediciones del Verbo Encarnado San Rafael (Mendoza) Argentina – Año 2008 Imprimatur R.P. Ricardo E. Clarey, I.V.E. Superior Provincial Fuentes, Miguel Ángel La trampa rota : el problema de la adi...


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MIGUEL ÁNGEL FUENTES

La trampa rota

MIGUEL ÁNGEL FUENTES

LA TRAMPA ROTA EL PROBLEMA DE LA ADICCIÓN SEXUAL

Ediciones del Verbo Encarnado San Rafael (Mendoza) Argentina – Año 2008

Imprimatur R.P. Ricardo E. Clarey, I.V.E. Superior Provincial

Fuentes, Miguel Ángel La trampa rota : el problema de la adicción sexual. - 1a ed. - San Rafael : Del Verbo Encarnado, 2008. 350 p. ; 22x14 cm. ISBN 978-987-9438-11-4 1. Sexualidad. I. Título CDD 306.7

Fecha de catalogación: 10/12/2007

Primera Edición – 2000 ejemplares

© 2007 – Ediciones del Verbo Encarnado El Chañaral 2699 – CC 376 (5600) San Rafael – Mendoza Argentina

Tel. +54 (0)02627 – 430451 [email protected] www.edicionesive.org.ar www.iveargentina.org

A la Flor de las Flores, Virgen y al mismo tiempo Madre, A quien encomiendo todos aquéllos y aquéllas por quienes estas páginas se han hecho necesarias.

INTRODUCCIÓN

El drama de las adicciones es una de las realidades más apremiantes de nuestro tiempo. El término adicción se incorpora al lenguaje cotidiano y a la literatura especializada, en relación con el problema del abuso de sustancias tóxicas, alucinógenas y otras. En ese contexto, la Organización Mundial de la Salud describe la adicción como el “estado de intoxicación crónica y periódica, originada por el consumo repetido de una droga, natural o sintética, que se caracteriza por: una compulsión a continuar consumiendo por cualquier medio; una tendencia al aumento de la dosis; una dependencia psíquica y generalmente física de los efectos; y consecuencias perjudiciales para el individuo y la sociedad”1. Por su parte, la American Psychiatric Association (Asociación de psiquiatras estadounidenses) entiende el concepto como “dependencia a una sustancia”, siempre y cuando se verifiquen por lo menos tres de los siguientes factores: tolerancia (necesidad de consumir cada vez más para producir el efecto deseado, o efectos menores con el uso continuo de la misma cantidad, o la necesidad de consumir para evitar los síntomas de abstinencia), síndrome de abstinencia (conjunto de síntomas físicos y psicológicos que se siguen de la supresión de la droga), consumo de grandes cantidades o durante períodos más largos de los pretendidos inicialmente, existencia de un deseo persistente o de esfuerzos inútiles por reducir o controlar el uso de la sustancia, empleo exacerbado 1 Organización Mundial de la Salud, Serie de Informes Técnicos, ONU, números 116 y 117, 1957.

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del tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia, abandono o reducción de actividades importantes de carácter social, ocupacional o recreativo derivadas del uso de la sustancia, consumo continuado de la sustancia a pesar de conocer la existencia de un problema persistente o recurrente (ya sea de índole física o psicológica)2. Son adicciones todas las dependencias o relaciones obsesivas con algún tipo de comportamiento u objeto. En este sentido, puede hablarse, con propiedad, de adicción al juego y a las apuestas (ludopatía), al alcohol, a las compras, a la navegación por Internet, al uso de teléfonos celulares, a los juegos electrónicos, a modos patológicos de alimentación, etc., y también a comportamientos sexualmente desordenados, que es el tema de estas páginas. Escribe el Dr. Richard Fitzgibbons: “A pesar de que la específica categoría de diagnóstico de adicción sexual todavía no ha sido aceptada en el campo de la salud mental, existen programas en varios lugares del país [Estados Unidos] para el tratamiento de las adicciones sexuales, e incluso ya hay una publicación periódica sobre este tema. Estas adicciones se asemejan a los desórdenes causados por el abuso de sustancias en el hecho de que los individuos caen en conductas compulsivas que son clínicamente peligrosas. También está presente [en estos fenómenos] una poderosa negación respecto del serio peligro que estas conductas implican para la propia salud y para la salud ajena”3. En todas estas realidades se verifican (de modo análogo) las características mencionadas más arriba: realización repetida y compulsiva de un comportamiento, tendencia a aumentar 2 Cf. American Psychiatric Association, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, 4ª edición (DSM-IV): Trastornos por consumo de sustancias (http://personal.telefonica.terra.es/web/psico/dsmiv/dsmiv4.html). Usaré muy a menudo este manual. 3 Fitzgibbons, Origins and Healing, 317.

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la intensidad, el tiempo o el número de actos, necesidad de cantidades cada vez mayores de actos (o actos más intensos) para poder mantener el nivel de excitación, cambio en los demás ámbitos de la vida que comienzan a ser sacrificados por causa de la conducta adictiva, exigencia de tiempos cada vez más largos para dedicarse a esta actividad, deterioro de la personalidad, etc. Tal vez las dos características más notables de una adicción sean: el carácter obsesivo-compulsivo de una determinada conducta y su efecto autodestructivo. La adicción es, por tanto, una psicopatología presente en algunas neurosis y psicosis. Todas las adicciones merecen atención y preocupación por parte de la sociedad, de la medicina y de la Iglesia (o, si se quiere, de las religiones en general4). Vamos a restringirnos a las adicciones que tienen como objeto la sexualidad desordenada o el amor mal comprendido, por ser algunas de las que más rápidamente se están extendiendo en nuestro tiempo. Resulta preocupante la observación hecha en 1999 por el Director Ejecutivo de Exodus International North America: “Todas las investigaciones que he leído, muestran la misma realidad: un gran número de cristianos —incluso líderes— están luchando con diversas formas de adicción sexual”5. El título que he elegido para este libro (“La trampa rota”) hace relación a dos convicciones que me han llevado a escribirlo. La primera, es que la adicción es una verdadera trampa en la que vive atrapado un sinnúmero de personas esclavizadas por sus dependencias sexuales. La adicción sexual es una de las esclavitudes más extendidas de nuestro tiempo, y muchos hombres y mujeres (por malicia o por ignorancia) trabajan para hipotecar su propio futuro y el de sus semejantes: los que manejan las grandes industrias de la pornografía y de la confusión 4

Escribo este libro pensando en destinatarios católicos, aunque puede ser útil a personas de otras religiones. 5 Davies, Bob, en el Foreword al libro de Russell Willingham, Breaking Free, 11.

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de los sentimientos (inclusive por televisión, novelas, escritos, etc.), quienes se prestan para la pornografía o para la prostitución, los que promueven conceptos sexuales antinaturales arropándolos en el mágico disfraz de una psicología de discutible perfil, etc. Mi segunda convicción es que esta trampa puede romperse. No es fácil, pero es posible. Al menos Dios puede hacerlo. De hecho el título de este libro está inspirado en las palabras del Salmo 123, que dice: Nuestra alma como un pájaro escapó del lazo de los cazadores. La trampa se rompió y nosotros escapamos. Bendito sea Dios que no nos hizo presa de sus dientes. Dos advertencias importantes La primera. En este libro hablaré de perturbaciones de la afectividad y de la sexualidad. Para la adecuada comprensión del problema, presupongo una visión acertada del auténtico sentido de la sexualidad, la genitalidad y la afectividad. He analizado estos conceptos en La castidad ¿posible? (San Rafael, 2006) y Educar los afectos (San Rafael, 2007). Sugiero la previa lectura de esos libros o de otros que enfoquen correctamente dicho argumento antes de enfrentar la lectura del presente estudio. La segunda. Este libro ha sido escrito a partir de dos fuentes: la literatura especializada en el tema, que he estudiado en los últimos años, y mi experiencia pastoral, forjada escuchando numerosas personas con problemas como los que aquí examino. La mayoría se han contactado conmigo a través de Internet (un número considerable, de las casi quince mil consultas que he respondido en los últimos diez años, han tenido que ver con este argumento); a muchos otros los he encontrado en el con-

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fesionario, en las misiones, dando conferencias, o en consultas espirituales personales. Se trata de varones y mujeres, casados y solteros, consagrados, ancianos, jóvenes, adultos ya maduros, y también adolescentes (algunos casi niños). Bastantes de estos casos (relacionados con pornografía, prostitución, masturbación compulsiva, homosexualidad, etc.), reunían suficientes elementos como para suponer, no ya un vicio, sino una posible adicción. Lamentablemente, a muchos de ellos no pude derivarlos a ningún profesional de confianza, sea porque en los lugares donde vivían, ni ellos ni yo, conocíamos a ninguno, o bien porque me consultaban después de haber sufrido malas experiencias con algunos terapeutas (lo que no debe extrañarnos, si consideramos los principios éticos que se estudian en las carreras universitarias de psicología y psiquiatría). Por otro lado, también varios sacerdotes me han planteado el problema de la escasez de terapeutas que posean una correcta visión antropológica, y que acepten las enseñanzas morales católicas (o al menos cristianas) sobre temas sexuales. Ofrezco, pues, estas páginas tanto a profesionales cuanto a sacerdotes. De ahí que, en algunos lugares, me dirijo o al sacerdote o al profesional de la salud, pero otros pasajes valen para cualquiera de ellos, porque, aún deseando que el campo espiritual y el psicológico siempre se mantengan distinguidos, considero que, llegado el caso, el sacerdote que no cuente con un profesional de su confianza, debe ser capaz de dar un consejo correcto —aunque respetuoso y limitado— en el campo de la sana psicología (que, por otra parte, él debe estudiar en su formación sacerdotal), y, por su parte, el psicólogo o psiquiatra que no tiene a mano un sacerdote a quien enviar a sus pacientes (problema también frecuente), debe saber sugerir los pasos que elevan el alma a Dios (Aquél sin quien es imposible recuperar completamente la salud mental o salir de una adicción) esperando el momento en que le sea posible derivar esas almas sufrientes hasta un buen ministro de Dios.

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PRIMERA PARTE LA ADICCIÓN: UNA TRAMPA

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I ¿QUÉ ES LA ADICCIÓN SEXUAL? TRES ADICCIONES DE LA MISMA FAMILIA

¿Adicciones al “sexo” o adicciones al “amor”? En la introducción he usado deliberadamente la expresión “adicciones al sexo desordenado” o “al amor mal entendido”, porque si bien es común escuchar la expresión “adicción sexual”, ésta sufre de dos imprecisiones. La primera, es que el sexo no es una realidad mala ni, por tanto, potencialmente adictiva mientras sea buscado debidamente; por el contrario, la función sexual (es decir, el amor sexual) perfecciona a la persona humana y es una de las formas más altas de expresión del amor humano, como ocurre en el matrimonio6. En este sentido, es más propio hablar de adicción “a la lujuria”, es decir, al sexo desenfrenado o desordenado. En segundo lugar, es necesario aclarar que hay adicciones que están relacionadas con la sexualidad y la afectividad humanas, pero que no tienen por objeto inmediato el acto sexual (por ejemplo, en las personas adictas al romance o a los “vínculos de pareja”); en estos comportamientos también se da (aunque no siempre) el sexo, entendido como acción genital, pero no es lo primeramente intentado (a veces sólo es un instrumento para mantener encadenada una persona); por ese motivo, sería más adecuado un término más 6

Cf. Fuentes Miguel A., La castidad ¿posible?, San Rafael (2006).

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amplio que el de adicción sexual, como por ejemplo, “adicción al amor mal entendido”. Es, pues, sólo por simplificar nuestra terminología, que hablaremos con frecuencia de “adicción al sexo”, pero suponiendo la amplitud que exigen las dos precisiones antedichas. Trataremos, pues, de tres especies en que se distingue la adicción al sexo o al amor mal entendido: la adicción al romance, la adicción a los vínculos destructivos y la adicción al sexo7. Una palabra sobre cada una de ellas para puntualizar los conceptos. La adicción al romance es la propensión enfermiza a seducir o mantener romances ocasionales con distintas personas. Puede ser vivido sólo de forma fantasiosa (en la imaginación, forjándose sus propias novelas amorosas), o en la realidad (seduciendo efectivamente a algunas personas, para luego dejarlas y embarcarse en nuevas aventuras). Por adicción a los “vínculos trágicos” o “relaciones funestas”, me refiero a la enfermiza inclinación a unirse y convivir con personas que resultan dañosas o destructivas, y el ir pasando de una “pareja” a otra, escapando siempre de la soledad y del abandono. Es claro que aquí la palabra “relación” o “relaciones” no tiene el sentido derivado que se le da en algunos ambientes como sinónimo de actos sexuales genitales. Se diferencia de la adicción al romance, en que en este último, se busca deliberadamente algo transitorio (una “aventura”), mientras que en la adicción a la pareja, se pretende, inicialmente (por parte de quien sufre la adicción), algo estable, que termina tar7 En esta división y en las principales caracterizaciones de estas especies, sigo a Stephen Arterburn, Addicted to “Love”. Understanding Dependencies of the Heart: Romance, Relationships, and Sex, Ventura, California (2003). Completo con los libros de Patrick Carnes indicados en la bibliografía. Debo aclarar que no siempre comparto las apreciaciones de los autores que citaré en las siguientes páginas. Con algunos coincido en los análisis psicológicos pero no en los principios morales; de otros sólo tomo aquellos aspectos científicos que juzgo verdaderamente demostrados, pero no otros juicios un tanto parciales o muy personales.

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de o temprano (por llegar a un punto trágico), pasando a formar generalmente una nueva pareja, y así sucesivamente. Finalmente, la adicción al sexo se caracteriza porque el objeto de la preocupación del adicto es primaria y formalmente el placer o gratificación sexual. Admite, a su vez, muchas variantes y niveles. Naturaleza de la adicción (sexual) John Harvey, fundador de Courage, y uno de los más autorizados entendidos en el problema homosexual, define la adicción sexual diciendo que “la compulsión o adicción es un estilo de conducta en el que los modos de pensar y sentir de un individuo, o sus relaciones con los demás, manifiestan claramente que la persona ha perdido el control de su comportamiento, a pesar de haber intentado frenarlo con poco, o ningún, resultado positivo”8. Charlotte Eliza Kasl la describe como “esencialmente un fracaso espiritual, un viaje que nos aleja de la verdad, llevándonos hacia la ceguera y la muerte”. En consonancia con este concepto, Anne Wilson Schaef, quien refiere la anterior citación, añade que es “como toda adicción, una alteración del carácter (...) Los adictos se vuelven progresivamente más preocupados con la ‘fijación’ sexual hasta que ésta pasa a ser central en sus vidas. En la medida en que la enfermedad progresa, la obsesión sexual toma más control de la vida de la persona y ésta necesita gastar cada vez más tiempo y energía en la actividad sexual para mantener su nivel de excitación. En la adicción sexual, como en todas las adicciones, hay una pérdida de la espiritualidad y una crisis de la moralidad personal del adicto. Se produce un alejamiento progresivo de la verdad (...). El adicto se aleja de la realidad en dirección hacia la locura. La adicción 8

Harvey, J., The Truth about homosexuality, 143.

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sexual es una enfermedad progresiva (...) que culmina en la destrucción y en la muerte temprana de los adictos y, a menudo, de aquéllos con quienes éstos están involucrados”9. Podemos decir que la adicción es un sistema mental o una estructura de personalidad. Se ha propuesto relacionarla con el “trastorno de la personalidad por dependencia” catalogado en el DSM-IV10. De hecho, muchos elementos que vemos en algunos adictos coinciden con las características diagnósticas allí indicadas (por ejemplo, temor al abandono, inseguridad, sentimiento de desamparo e incapacidad de cuidarse a sí mismo, dependencia de alguna relación que le sirva de protección, etc.). La dependencia se establece, precisamente, por la necesidad de protección y apoyo que una persona busca en otras personas o en ciertos objetos y, de modo particular, en la dependencia de los propios estados anímicos o sentimientos (retornaré sobre esto al hablar de las causas de la adicción). Pero el referido trastorno no parece agotar la realidad de la adicción sexual. Otros la catalogan como una dependencia sexual, que no estaría todavía ubicada específicamente en las clasificaciones oficiales (ni del DSM-IV, ni del CIE-1011); correspondería, dicen, al llamado “trastorno sexual no especificado”, lo que no aclara gran cosa. También se sugiere que, en algunos casos de adicción más agudos (por ejemplo, como ésta se da en algunas perversiones sexuales), la sintomatología es muy semejante a la “organización de la personalidad borderline” tal como es descrita por Otto Kernberg: ansiedad permanente sin razón evidente; neurosis polisintomática (es decir, que estos enfermos pueden ser, con rápida alternancia, fóbicos, obsesivos, histéricos, etc.); perversión polisintomática (pueden alternar rápidamente entre hetero y homosexualidad, entre sadismo 9

Wilson Schaef, Anne, Escape from intimacy, 10. DSM-IV, 301.6. 11 Organización Mundial de la Salud, Clasificación Internacional de Enfermedades, 10ª edición (CIE-10). 10

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y masoquismo, etc.); tienen estructuras psicóticas clásicas; trastornos narcisistas, antisociales, etc.; baja tolerancia a la ansiedad; poca capacidad de manejo de impulsos y poca capacidad de sublimar. Gerald May, en su clásico estudio Addiction and Grace, habla de una triple naturaleza de la adicción: psicológica, neurológica y teológica; con esto quiere subrayar que este problema abarca toda la persona: mente, cuerpo y espíritu. (a) La naturaleza psicológica de la adicción (aspecto mental)12. La adicción —dice May— ataca cada parte de la estructura mental; pero el ataque parece enfocado principalmente en dos áreas primarias: la voluntad y la autoestima. Quiebra la voluntad en dos partes, una que desea la libertad y la otra que sólo desea continuar con la conducta adictiva. Esta inconsistencia interna erosiona la autoestima: ¿cuánto puedo respetarme a mí mismo si ni siquiera sé lo que realmente quiero? De todos modos, el daño más grande de la autoestima procede de los repetidos fracasos al intentar cambiar la conducta adictiva. Uno parece sin control y los recursos de la persona (de los que hablaremos más adelante) hunden el poco aprecio por sí mismo (negación, racionalización, ocultamiento, etc.). (b) La naturaleza neurológica de la adicción13. En la adicción, la actividad cerebral funciona en forma desequilibrada. May explica de manera muy pedagógica estos efectos, más notorios, rápidos y poderosos, en las adicciones a sustancias químicas (alcohol, drogas) pero igualmente identificables en cualquier otra adicción. De hecho, las alteraciones cerebrales de la pornografía, por dar un ejemplo, han sido objeto de importantes estudios, mostrando que ésa interfiere en las funciones cognitivas, incluyendo el conocimiento racional y su 12 13

Cf. May, Gerald, Addiction and Grace, 42-63. Cf. Ibidem, 64-90.

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expresión en el “lenguaje libre”14. Ha de suponerse cuánto más profundos se hacen estos efectos al volverse adictivos y compulsivos. (c) La naturaleza teológica de la adicción15. La adicción vuelve, al adicto, prisionero de sus impulsos y esclavo de su egoísmo. Es un fenómeno que quiebra la imagen espiritual de Dios en el hombre, hundiendo a ...


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