Resumen 2 - Profesor José Lara Garrido PDF

Title Resumen 2 - Profesor José Lara Garrido
Author Rosa Chaneta
Course Historiografía de la Literatura Española
Institution Universidad de Málaga
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Profesor José Lara Garrido...


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Historiografía

Rosa Chaneta

La perversión del canon: para una arqueología crítica de La Biblioteca de Autores Españoles El análisis de un proyecto editorial como el de la Biblioteca de Autores Españoles o Biblioteca Rivadeneyra implica la remoción profunda de juicios, una transposición de la llamada teoría de los fractales. De dichas calas resultará la formación de un complejo formado por n dimensiones completas más n dimensiones apuntadas. El objetivo será reconstruir la multitud y espesor de las capas que conforman la realidad del pasado, con detalle, claridad y precisión de los fragmentos de la historia que se aborda. Menéndez Pelayo apuntó a vuelapluma la aparición de la nueva BAE a modo de “Prospecto”, apreciando un cierto renacimiento patrio bajo un “indicio de saludable reacción en una parte, a lo menos, de nuestra juventud estudiosa” que implicaba no limitar a los eruditos labores que van a trascender al público en general, posibilitando textos limpios, correctos y económicos, y que serían difíciles de encontrar en el comercio. Aspiración esta frustrada pues la NBAE pasó muy pronto por apuros económicos. La descripción que el preámbulo del citado “Prospecto” hace de la NBAE no se ha de entender como un juicio definitivo y profundo de la misma. Su retrato rozaba la utopía, enfocando todo género de materias –medicina, historia natural, cosmografía, náutica…-. Quizá acertó Menéndez Pelayo al referir la ampliación de su biblioteca al “conjunto de lo más selecto literario del siglo XIX”, considerándolo un Siglo de Plata en que “nunca después del Siglo de Oro se ha mostrado la literatura española con tanta pujanza y brío”. Paralelos y meridianos de una colección canónica La BAE, el mismo año de su terminación, dispuso de dos guías analíticas complementarias:

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El volumen LXXI: índices varios del conjunto, que sigue siendo imprescindible para moverse en su mar de letra impresa.



Estudio entre epitafio y de exaltación nacional publicado por L. Vidart en la Revista Contemporánea titulado “La BAE y la Historia literaria de España”, ensayo improvisado que sigue circulando en los estudios posteriores.

En realidad la BAE ha sido una perfecta desconocida, sus descripciones generales en la historia literaria están llenas de errores e inexactitudes y en los repertorios bibliográficos las descripciones de sus volúmenes, se fundan no en los títulos originales de sus portadas, sino en los abreviados, relacionados en la editorial Atlas. Asimismo, el trabajo de los estudiosos y eruditos, participantes en el proyecto de Rivadeneyra corrieron igual suerte de desconocimiento, omitiéndose grandes nombres y trabajos, y cuando aparecen lo hacen de forma zafia y mostrenca. Un detalle importante para la realización de una arqueología crítica, es el hecho de la permanente disposición del canon establecido en la Biblioteca de Autores Españoles desde 1846 hasta la actualidad, excepción singular a la corta vida que caracteriza a las Colecciones de clásicos en el ámbito hispánico. Otro detalle importante es que la colección de Rivanedeyra constituyó una serie sucesiva de programas improvisados, al albur tanto de vaivenes editoriales como un negocio y de capacidades y compromiso de los editores. Así la BAE viene a ser un muestrario variopinto en el que se alternan posturas críticas avanzadas con proyectos remontados al siglo XVIII. El canon de la BAE, entre discurso identitario y panteón de las letras nacionales Abordamos a la BAE desde el concepto mismo de colección, como la reconstrucción de un pasado descrito y acogido, como punto de inflexión constituyente de cierto discurso

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identitario. Volviendo a considerar a los clásicos de un país reunido en un momento dado en una colección concreta. El pasado más que una autoridad es para los modernos un fantasma que conjuga nuestras certezas y compromisos con el presente; cuestionando la institucionalización de nuestro saber. La referencia implica la oscilación entre el canon circulante en nuestro presente y el débito que ese canon tiene con su constitución en el pasado. En realidad, la arqueología crítica ha de alentar a las ruinas y convertirlas en un proyecto vivo, cambiante y dinámico. Acerca de todo esto se ha de mencionar el ensayo magistral de Humberto Eco titulado El vértigo de las listas, donde recuerda que desde los griegos se considera que “las propiedades accidentales de una cosa son infinitas, hay que optar por una lectura filológicamente paciente”, esto es una lectura de la totalidad desde el detalle. Los principios a los que responde una colección tan monumental, con tan variadas peripecias y de tan larga vida como la BAE, muestran su carácter fractal, dibujando un mapa de accidentes históricos-sociológicos, coyunturales o económicos que conformaron un molde que dio forma al proyecto de Rivanedeyra. Desde una perspectiva contextual la elaboración de una historia nacional encuentra en la BAE un apoyo sostenido por el nivel político. Destacamos así a Quintana Coronado como poeta nacional, formando parte viva del panteón de glorias literarias y, la patriótica defensa que Nocedal hizo en las cortes para conseguir el apoyo del estado para la empresa de Rivanedeyra. Se ha de tener en cuenta ciertas precisiones teóricas promovidas por los principios contenidos en el libro de H. Bloom, sugestivos y provocadores; particularmente el ensayo de F. Curi Canone e anticanone, donde se enfatiza la oposición del canon

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autoridad al canon como regla; para curi todo canon literario es una estructura legislativa, un código, mas tal código solo puede formularse cuando una cultura nacional llega a un determinado punto de su desarrollo. Hay una amplia bibliografía acerca del debate intelectual abierto en el siglo XIX que concentra energía y valores de todo signo: la reflexión sobre las raíces de cada pueblo constituido en unidad política, reflexión conducente a la búsqueda del progreso y libertad para el logro de la felicidad de los ciudadanos entendidos como comunidad con identidad propia, desembocando en conflictos armados asoladores de Europa. La situación de la España del XIX presenta, dentro de la tradición literaria de los discursos nacionales, ciertas anomalías en las que se fundamenta hasta hoy la formación de una historia, renovada en sus métodos de comprensión y en sus modelos de consistencia y disponibilidad: 1. La reconstrucción de una civilización literaria inicialmente vinculada a la existencia de un Siglo de Oro, provoca desde el fundamento liberal de invención de una nueva historia –Quintana- el equilibrio de la modernidad instauradora –siglo XVIII y las dos primeras décadas del XIX- y la tradición – fundamentalmente clásica, siglo XVI-, separándose ambas por un periodo de último fulgor y decadencia –siglo XVII-. 2. El tardío e inacabado proyecto de construcción del canon de clásicos no por falta de fundamento liberal, si no de empuje institucional o de apoyo financiero. 3. Esto explica la anomalía continuada –canon pervertido- que supuso la BAE o colección de Manuel Rivadaneyra que supuso: a. el empeño particular de un empresario aventurero que arriesgó su fortuna al servicio de una idea –inoculada por Buenaventura Carlos

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Aribau- reunir por primera vez en España una colección de clásicos “desde la formación del lenguaje a nuestros días. b. La debilidad a la sociedad a la que fue dirigida: burguesía política y social de las grandes ciudades españolas y las naciones de habla hispana a través de las suscripciones, que provocó la temporal quiebra del empresario con la consiguiente parada del plan editorial. c. La cofinanciación por particulares de costes de determinados volúmenes y la asunción del estado de una importante compra y distribución de estos, dio lugar al crecimiento de la colección. d. La transición de una aventura romántica de poco alcance a un casi imposible desiderátum que a su cierre avocaba a la continuación de una NBAE. El canon se cumplió a medias y a su cierre ninguna institución estaba capacitada para el relevo. e. El carácter mixto e improvisado de la extensión y preparación de los volúmenes. f. El viraje ideologico de Rivadeneyra desde un liberalismo radical a un compromiso carlista. g. El corte abrupto e inexplicado de la colección, dejando inédito el cuarto volumen ya preparado. h. El éxito, ya investido de carácter de “panteón de las glorias patrias”, que tuvo la BAE tras tres reimpresiones, antes de la última emprendida en la posguerra paralelamente con la publicación de las obras de Menéndez Pelayo. Historia editorial y contexto histórico: Rivadeneyra, el proyecto de una Biblioteca de Autores Españoles y sus variaciones modales

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La historia interna de la BAE va unida a la biografía de Manuel Rivadeneyra (18051872); trabajó muy joven en la Imprenta Real, viajó por diversos países de Europa aprendiendo avanzados procedimientos de impresión; con idea de materializar su ilusión editorial se instaló en Santiago de Chile donde en 1840 ya tenía imprenta propia y otra en Valparaíso. Y fue en 1837 cuando tomó cuerpo definitivo la idea de lanzar una gran colección de clásicos españoles. Es destacable la presencia de E. de Ochoa, trabajador cultural de clásicos en la casa Baudry, quien influyó decisivamente en la organización de una parte importante de tomos de la colección. Su hijo Alfonso recuerda la última salida de su padre en su paseo cotidiano por Madrid, acompañado por Ochoa, día en que los dos enfermaron con la misma dolencia, pereciendo ambos con un mes de diferencia. Destacaremos en la cronología de la BAE algunos puntos cruciales: 

En 1846 sale el primer volumen de la colección: La publicidad.



Disuelta La publicidad en 1850, yendo la BAE a la altura del tomo XIII, Rivadeneyra queda como dueño exclusivo de la imprenta, y los gastos que debió asumir le llevan dos años después a una situación precaria.



Entre 1853 y 1855 aparece como mecenas don Fernando Fernández de Córdoba, propiciando la publicación de los volúmenes XXIII a XXXIII.



En 1856 Cándido Nocedal presenta una proposición de ley al congreso para la compra por el gobierno de compra de ejemplares para la Biblioteca con destino a establecimientos públicos, hecho este crucial, gracias a esta ayuda oficial aparecen los tomos XXXIX a XLXIX.



En marzo de 1872 fallece Manuel de Rivadeneyra antes de finalizar el tomo LXIV, pasando la empresa a manos de su hijo Adolfo hasta el volumen final de índices LXXI, aparecido en 1877.

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La biblioteca inicial, soportada materialmente por Rivadeneyra y siendo autor de ediciones y prólogos Aribau, explica en el Prospecto que se proyectó para constar originariamente de treinta y tres volúmenes, plan que se amplió más tarde al número simbólico de cincuenta tomos, ampliación que procuraba también un objetivo financiero, adaptando una nueva fórmula editorial de encargar cada volumen de un solo autor a un estudioso, transmitiendo la idea de solidez y solvencia. Los avatares económicos de la BAE o la singularidad de un modelo editorial La historia económica de la empresa de Rivadeneyra se ha de estudiar examinando la documentación de la misma de sus archivos, que luego pasaron a pertenecer a su familia y finalmente a la RAE. La mayoría de las trabas que provocaron las crisis financieras a punto de dar al traste con la colección tuvieron lugar en la primera década de vida de la misma. Cuando se estaba tirando, el noveno tomo, el editor ya había invertido un capital de treinta mil duros y recaudado solo una tercera parte, hecho que apuntaba a la quiebra por el agotamiento de los depósitos económicos obtenidos en América. Por ello tomó rumbo a Argentina y a Chile en 1848, a fin de conseguir suscripciones para sostener la BAE en los años venideros. Dicha aventura avocó en un acrecentado desastre económico. La remesa de volúmenes enviada al otro lado del charco no dio el fruto esperado, entonces gracias al mecenazgo político de las cortes constituyentes de 1856, capitaneados por Nocedal –testamentario y tutor de la hija de Rivanedeyrareflotó el proyecto. Tras la muerte de Rivadeneyra la editorial nunca resultó boyante. Las cuentas de Adolfo, nobel editor, parecen apodícticas. La mecánica de reimpresión resultaba muy positiva para los intereses de los herederos; mucho más arriesgada se presentaba la publicación de nuevos tomos, hecho muy relevante para la explicación del cierre de la

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colección con el volumen LXXI. Según las cuentas de Adolfo de Rivadeneyra la continuación de la publicación –por la que se interesaban muchas personas de España y extranjero- implicaba un coste líquido de cada tomo a más de cincuenta mil reales, no llegando el número de suscripciones a quinientas. Visto lo cual hay que remarcar el empeño del benemérito editor, y la falta de cualquier otra alternativa constitucional de tanto calado. La conformación de un canon amplio de glorias literarias nacionales se dejó al azar de los afanes de un particular, siendo inútiles los esfuerzos de la RAE con la publicación de Colección de clásicos españoles de estar a la altura de la BAE. Quizá el género que resultó mejor parado fue el teatro nacional del Siglo de Oro. R. Mesoneros Romanos subrayó enfáticamente la distancia entre lo hecho con anterioridad a la colección de Rivadeneyra y lo que esta venía a representar. Interesante resulta su análisis sobre el teatro recogido en la colección considerado en conjunto: “no hay nación alguna que pueda disputarle la preferencia en originalidad, abundancia y bizarría”. La construcción del canon: de la presentación material a la exaltación nacionalista Destacamos tres puntos focales que iluminan la construcción del canon de Rivadeneyra: 1. La búsqueda de un equilibro que pretende la homogeneidad material de los volúmenes publicados y la correlación sostenida entre precio y tomo entregado a los suscriptores. 2. La atención al presumible gusto y al equitativo reparto de materias y autores que procuraba formar un destinatario específico.

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3. La exaltación de la gloria de la nación, en aras de la cual venía a sacrificarse cualquier otro interés. Las pautas materiales con las que configuró su colección Rivadeneyra provocaron una evidente anomalía en la construcción del canon: necesario siempre alcanzar un determinado número de páginas. El perfil del receptor de la colección puede construirse con bastante nitidez: lector entregado, convencido de las altas miras patrióticas de la colección, que ha depositado su confianza en cada volumen y autor. En el periodo comandado por Aribau, sus lectores se presentan como una intermediación entre las labores de rescate y erudición y las simples vulgarizaciones. Ochoa en los prólogos de sus dos volúmenes dedicados al Epistolario español –BAE XIII y LXII-, separados por veinte años, no varió el objetivo de ofrecer a los lectores un variado conjunto de epístolas que apelaban al gusto literario, llevándole a excluir tanto a los epistolarios devotos como el conjunto de cartas eruditas y críticas de Burriel. Defendiendo dos epistolarios como las Cartas del Conde de Cabarrús y en el mismo sentido los Lamentos políticos de Sebastián de Miñano. Los responsables de compilar los distintos volúmenes de la BAE tenían como último norte común rendir un servicio, un verdadero don a la patria. En una prosa rayada a la esquizofrenia nacionalista, Aribau volvía a hacer patria dirigiéndose a la región española. Para este era natural “dedicar su primer tomo al autor ilustre de que más se gloría nuestra nación”. Había llegado el momento de que España enarbolase el retrato de su alma privilegiada dándole a Cervantes preferente lugar en la BAE. Se trazaba así un intento y desbordante propósito nacionalista.

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Modos y tiempos de la labor editorial: la BAE como espectrograma de su siglo Por su volumen y extensión cronológica, la empresa de Rivadeneyra planteó problemas ante entonces inéditos en la edición de clásicos en España –labor considerada secundaria-. Así desde las reimpresiones de Sancha a los tesoros de la casa parisina Baudry. Se destaca la figura de Bartolomé José Gallardo para editar las obras del siglo de Oro, P. de Gayangos en relación a textos medievales, y A. Fernández-Guerra sobre la prosa de Quevedo. Por ello, era presumible la necesidad de Rivadeneyra de contar con un pequeño grupo de colaboradores. En este sentido Aribau al inicio de la BAE, en los cuatro volúmenes a su cargo: 

Obras de Cervantes (BAE I)



Obras de Moratín (BAE II)



Novelistas anteriores a Cervantes (BAE III)



Elegías de varones ilustres de Indias de J. de Castellanos (BAE IV)

Este papel tuvo su réplica exacta en otras intervenciones encargadas entre otros a C. Rosell. A lo largo de su singladura, la BAE pasó por periodos donde la atención al texto cobraba un protagonismo paralelo al de la especialización en la labor editorial. Podría apreciarse una clara dualidad entre editores del perfil de Aribau o Rosell –mitad primera de la colección- y editores especialistas como P. de Gayangos o L. A. Cueto –tramo segundo de la misma-. Dos índices que permiten separar la pertenencia a uno u otro tramo. Son: 

La utilización de un estudio bibliográfico, acompañado de una antología de juicios críticos.

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La incorporación de catálogos e ilustraciones de tipo filológico, vgr “Con notas críticas y un glosario” (BAE XLIV).

De esta forma, podría parecer una vuelta a los modos primeros, incluso en un descenso de categoría como editor, la incorporación sostenida de Mesoneros Romanos (BAE XLIII, XLV. XLVII, IL y LIV), quien decidió incorporar las obras de Rojas Zorrilla, recapitulando que por fin había llegado la hora de prologar a este autor en la colección, recordando la intervención del poeta y crítico Hartzenbusch. No obstante, desde una justa valoración, habría que destacar un grave equívoco en la edición del teatro de nuestro Siglo de Oro: las comedias de Calderón de la Barca, divididas en escenas y variadas de lugar; errónea lectura de las más importantes obras dramáticas del Siglo de Oro: Lope, Tirso, Alarcón y Calderón; por el contra, el conservadurismo de un posible lector de las ediciones del Siglo de Oro llevó a Mesoneros Romanos a apartarse en cierto sentido de lo hecho por Hartzenbusch, a su puesta en escena imaginaria desde pauta ajena al corral de comedias, pero no a su labor como editor. Su decisión originó una polémica. Mesoneros, admirador de Hartzenbusch como editor y lector de teatro áureo, discrepaba implícitamente con sus alteraciones escenotécnicas en su edición de Calderón. Las ediciones de Mesonero, aún sin acertar completamente, han permitido una lectura no mediatizada, como la que tantos críticos que manejando volúmenes de Calderón hicieron con las interpolaciones de Hartzenbusch. También hubo en la historia de la BAE, desde una arqueología crítica, casos evidentes de movimientos de retroacción en los modos de llevar a cabo los volúmenes por sus editores, siendo el más significativo en la preparación de las obras de Quevedo -El buscón, Obras poéticas, Los sueños…-.

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Muestras sobradas de endeblez como editor dio Janer, dando cuenta de ello en el impeorable tomo Poetas castellanos anteriores al siglo XV –BAE LVII-, cuyo prólogo no es más que un batiburrillo de atribuladas improvisaciones, con un agradecimiento excesivo y exhaustivo a una larga nómina de personas ilustradas. Janer creía que la transmisión manuscrita en el Siglo de Oro se reducía a la exclusiva circulación de poetas sueltos. ...


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