Tema 12. Nuevas corrientes del diseño PDF

Title Tema 12. Nuevas corrientes del diseño
Course Ingeniería Diseño Industrial y Desarrollo de Productos
Institution Universitat Jaume I
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apuntes sobre la asignatura historia del diseño...


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HISTORIA DEL DISEÑO INDUSTRIAL Universitat Jaume I. Curso 2020-2021 Apuntes: Rosalía Torrent y José Miguel Molines

TEMA 12. NUEVAS CORRIENTES DE DISEÑO. EL SIGLO XXI La última década del siglo XX y la primera del siglo XXI han visto nacer o afianzarse nuevas terminologías para el diseño industrial. Calificativos como “globalización del diseño” o “diseño emocional” han venido a sustituir a las denominaciones estilísticas que más o menos pervivían en la esfera de la cultura del proyecto. El término globalización, tan común en nuestros días, viene a poner de manifiesto, en diseño, lo mismo que en otras áreas de la creación: que vivimos en un mundo en el que quizá hayan finalizado (si es que los ha habido alguna vez) los estilos nacionales, puesto que, en la nueva sociedad de la comunicación, las ideas viajan rápidamente al igual que las imágenes, y la contaminación, en el mejor sentido de la palabra, sin duda existe. En cualquier caso, uno de los rasgos del diseño actual ha sido el llamado “diseño emocional”, que viene a ser algo así como admitir que para el diseño se acabó la rigidez de determinados planteamientos de un mal entendido racionalismo, pero que también se acabaron las leyes postmodernas. Ahora lo que impera es el objeto que te dice algo, que se une a ti por la emoción de la forma o por la emoción del símbolo. El diseño emocional quiere entender lo que siente la gente, y actuar en consecuencia. Donald A. Norman, que escribió el libro Emotional Design, donde habla de este tipo de formulaciones, eligió para la portada el exprimidor de Philippe Starck, que te puede gustar o no, pero en ningún caso dejar indiferente. Es un tipo de objeto que cuando lo compras ejerces un acto consciente de elección, te unes a él de un modo distinto a como lo puedas hacer con un exprimidor, digamos, de la casa Braun. En este caso, a nadie se le ocurriría decir: “Mira el exprimidor que me he comprado”, pero si la elección hubiera recaído en el objeto de Starck, lo habríamos comprado porque nos hemos unido emocionalmente a él, no porque pensemos que vamos a exprimir con él muchas naranjas o limones.

No podemos decir que haya un tipo de objetos que se hayan hecho pensando en convertirse en objetos susceptibles de causar emoción a través de unas características determinadas. En ese sentido el diseño emocional no es un estilo, sino una denominación que se hizo a posteriori sobre objetos ya establecidos. En cualquier caso esa denominación ha tenido mucho éxito y ahora prácticamente todo el mundo habla de ello, aunque realmente siempre haya existido. Antes de pasar a la que ha sido otro de los nombres con éxito del diseño contemporáneo (el diseño ecológico, que parece que se inventó antes de ayer y sin embargo no es ni mucho menos así) vamos a introducir una forma y terminología nacida en los ochenta a la par que la postmodernidad. Se trata del llamado biodiseño, cuyo principal referente es Luigi Colani. Tomando como punto de partida la idea de la "biónica" de crear productos artificiales que funcionen de modo análogo a los sistemas y organismos naturales, Colani sorprendió en los años 80 con la presentación de unos prototipos de máquinas fotográficas que parecían surgidas de un cultivo biológico del espacio. Estos prototipos abandonaban la tradicional caja y las líneas rectas desaparecían casi por completo. Sus formas biomórficas, que algunos han interpretado como una

síntesis

del

estilismo

norteamericano

y

del

diseño

ergonómico

escandinavo, más que a exigencias estilísticas, responden a la convicción de que las máquinas deben adaptarse lo máximo al ser humano. En concreto, en sus trabajos para Canon, Colani trató que los aparatos "se aproximasen cada vez más a la forma de la mano". La empresa japonesa dispensó una cálida acogida a sus proyectos –"el diseño orgánico se inspira en una idea de armonía con la naturaleza, característica de la cultura nipona", afirmó al respecto un alto directivo– pero sólo produjo el modelo T90, que suavizaba la tradicional caja negra incorporando las curvas y las formas fluidas del biodesign. A pesar del éxito de la T90, que marcaría la forma de las futuras máquinas fotográficas, otras propuestas más innovadoras como las cámaras fotográficas Hy Pro y Frog, no pasaron de prototipos. La misma circunstancia se repitió en otros proyectos de automóviles, trenes, y cajeros automáticos de los que sólo unos cuantos han pasado a la producción. Esta circunstancia ha llevado a algunos a pesar que la influencia de Colani en la historia del diseño se encuentra más en el ámbito de las ideas que en el producto.

Ecodiseño El concepto de «desarrollo ecológicamente sostenible» se propuso por primera vez en la Conferencia Intergubernamental de la Unesco para el Uso y Conservación racional de la Biosfera que tuvo lugar en 1967. En el pasado ya habían existido, sin duda diseñadores que trataron que sus productos mantuviesen una armonía con la naturaleza, como es el caso de los diseñadores nórdicos y de los organicistas. Sin embargo, los planteamientos ecológicos no fueron una prioridad general. En 1971, Victor Papaneck lanzó, en su libro Design for the Real World, una llamada de atención a los diseñadores recordándoles su responsabilidad social

y exigiéndoles una actividad

respetuosa con el medio ambiente. El descubrimiento del agujero en la capa de ozono, en 1985, resultó otra desagradable sorpresa que estimuló la búsqueda de energías y materiales alternativos. A principios del siglo XXI, la inviabilidad del modelo de desarrollo de los países más desarrollados resultaba evidente. Estos países hiperindustrializados consumen el 80% de los recursos del planeta con menos del 20 % de la población global; y el impacto ambiental que provocan debido a la explotación de los recursos y las emisiones contaminantes es tal que, si la población mundial alcanzase el nivel de producción y consumo de los Estados Unidos, serían necesarios los recursos equivalentes a tres planetas. La necesidad explorar estrategias de producción y consumo más acordes con una forma de desarrollo sostenible ha ido calando, si bien de modo lento pero progresivo, en la ciudadanía. En los últimos años cada vez se habla con mayor asiduidad y criterio sobre «ecodiseño» y «ecoproductos» elaborados con criterios ambientales. La primera fase del ciclo de vida comienza cuando el objeto es sólo una idea en la mente del diseñador: el concepto del producto. En este campo de reflexión se ha incidido, últimamente, en la multifuncionalidad como uno de los factores que mejoran la eficacia medioambiental de los objetos. Una forma diferente de aplicar el concepto de multifuncionalidad con originalidad fue la que desarrolló Peter Opsvik en su silla Tripp Trapp. Con este ingenioso y ya clásico diseño de 1972, Opsvik abordó con éxito el problema planteado por la condición excesivamente efímera de la silla-trona tradicional que sólo se utiliza en los primeros años del bebé, convirtiéndose después en un mueble

inservible. Gracias a las hendiduras laterales, esta silla crece a medida que lo hacen sus usuarios, acompañándoles a lo largo de su vida. La durabilidad es otra de las propiedades características de una buena concepción del producto. Desde planteamientos ecológicos se insiste en la necesidad de pasar de una cultura de productos desechables a una de productos más duraderos. Tomemos dos ejemplos diferentes, la Aeron (1992) de W Stumpf y D. Chadwick, y la Hudson de Philippe Starck. La primera es una silla de despacho u oficina bastante compleja, puede regular la altura del asiento, de los brazos y el ángulo del respaldo; y presenta innovaciones como el poliéster elastométrico del respaldo y del asiento que cambian de forma en las zonas de presión. La segunda impresiona por su austera desnudez estructural. Evidentemente son dos conceptos de silla muy distintos. Sin embargo, ambas coinciden en su gran durabilidad y en incorporar la cultura del reciclaje –el 85% del material de la Hudson es aluminio reciclado y ella misma es reciclable; al igual que el 67% de las piezas de la Aeron. Precisamente, el aumento de la durabilidad y la facilidad para el reciclaje son dos virtudes que llevan a los defensores del ecodiseño a apostar por las estructuras modulares. La estructura modular es una estrategia de diseño que permite la ampliación del producto con adquisiciones posteriores. De este modo, la incorporación de nuevos componentes que van apareciendo en el mercado aumenta las prestaciones y la eficacia de los productos prolongando su vida útil. Por otra parte, al facilitar la sustitución de los elementos deteriorados, se simplifica el mantenimiento y la reparación. Las ventajas de las estructuras modulares resultan evidentes en campos tan dispares como el del mobiliario urbano –donde los desperfectos son desgraciadamente frecuentes– o el de la informática –donde los progresos son constantes. También cabe señalar que el retorno del hábito de reparar los objetos, que fue desterrado de la sociedad de consumo, puede verse propiciado por la nueva generación de aparatos que se autodetectan las averías y proponen posibles soluciones. En esta misma línea, otra estrategia complementaria que facilita el mantenimiento y la reparación consiste en reducir el número de piezas y utilizar elementos estandarizados, intercambiables entre sí, a lo largo de toda una gama de productos. Esta estrategia ha sido empleada con éxito por Xerox en sus fotocopiadoras multifuncionales. La DC265, por ejemplo, tiene sólo 260 piezas,

consumía la mitad de las máquinas convencionales del momento y es refabricable en un 98%. Obviamente, la insistencia en un mayor grado de estandarización de los componentes básicos de los productos –una estrategia que encontramos ya en las primeras décadas del diseño industrial– no tiene porqué desembocar en la uniformidad y la monotonía. Al contrario, el producto final de los componentes ensamblados está abierto a una variedad de alternativas. La selección de materiales constituye la segunda fase del ciclo vital del producto en la que los teóricos del ecodiseño proponen disminuir el impacto ambiental. En la actualidad –además de los criterios económicos y las propiedades físicas, químicas y estéticas– los diseñadores comienzan a tener presentes los parámetros ecológicos a la hora de elegir los materiales de sus creaciones. La disponibilidad de los recursos –si están cerca o lejos, si son renovables o no– la energía incorporada desde su extracción al producto acabado, la presencia de sustancias peligrosas, la producción de emisiones y residuos, y la capacidad y proporción de reciclaje, son algunos de los más importantes. Obviamente, la selección de materiales desde criterios ecológicos, se inclina –siempre que resulten adecuados– por los que tengan menor contenido energético y por los recursos naturales renovables. En la actualidad existen diversas organizaciones internacionales que informan sobre materiales ecológicos en general y otras, más específicas, que ante al peligro de deforestación que amenaza el planeta velan con sus investigaciones y certificados por el uso de madera producida de forma sostenible. Por otra parte, la selección de materiales con menor impacto ambiental tiene importantes y difíciles frentes de acción en la supresión de los componentes tóxicos. Uno de ellos es la eliminación de los metales pesados como el mercurio o el plomo –las postas y las balas sin plomo, por ejemplo, resultaban impensables hace unas décadas y hoy son una realidad–. Otro es la sustitución de los disolventes por otros productos menos agresivos en las pinturas y pegamentos. Nike brindó un buen ejemplo de este modo de actuar – muy rentable por lo demás– cuando, en el tránsito de milenio, rediseñó sus cajas de zapatos reduciendo los 18 modelos anteriores a dos, en los que no se usan pegamentos ni tintas elaboradas con metales pesados. Uno de los

principales

retos,

desde

1985,

es

la

eliminación

de

los

hidroclorofluorocarbonatados y los clorofluorocarbonatados –los temibles CFC, principales responsables de la capa de ozono– en frigoríficos. Una de las alternativas, ingeniada en 1991, consiste en sustituirlos por una mezcla de propano y butano en pequeñas cantidades. Fue la empresa alemana DKK Scharfenstein la que incorporó por primera vez este método “greenfreeze” a sus refrigeradores; y a partir de 1993 fue adoptado con gran éxito de ventas por la empresa danesa Vestfrost. En el ámbito de limpieza doméstica, el uso de polvos iónicos que liberan oxígeno activo en la colada también ayuda en a la reducción del uso de detergentes químicos. La empresa de este sector que mayor reconocimiento ha alcanzado desde los años ochenta por su compromiso medioambiental ha sido la belga Ecover®. Su estrategia se ha basado en que los productos de su gama cumplan una doble condición: proceder de fuentes naturales con bajo nivel de toxicidad y ser igual de eficientes que los productos convencionales más contaminantes. La utilización innovadora de materiales comunes en productos en los que no era común su empleo se ha revelado como otro interesante campo de intervención. Éste ha sido el elegido por el arquitecto Frank O´Gehry para realizar algunas de las incursiones en el campo del diseño industrial De hecho, ya en 1972, había diseñado su Easy Edges, una serie de muebles elaborada con capas de cartón corrugado pegadas en distintas direcciones que, contradiciendo la primera impresión, alcanzaban gran firmeza y tenían la propiedad añadida de reducir el ruido ambiental. Una versión más moderna es la de Todd MacAllen y Stephanie Forsythe para Molo, Canadá, 2003, con unos muebles en papel o polietileno, (a cada 5 metros de largo solo corresponde, plegados 5 centímetros). Su estructura en forma de nido de abeja le permite una gran fortaleza. Otro uso esta vez más raro de los materiales es el de Max Lamb, con sus piezas elaboradas a través de una mousse de extrusión de almidón de patata, en teoría comestible. Otra vía clásica del ecodiseño es el empleo de materiales reciclados. Precisamente, la mayoría de las iniciativas ecológicas se dirigieron, en un primer momento, hacia las posibilidades que ofrece el reciclaje. Los productos realizados hoy día con plásticos reciclados han perdido la rudeza que

caracterizaba a muchos de estos objetos en el pasado, como sucede en la serie Maggi, elaborada por Harmut Kneell y Beata y Gerhard Bär entre 1993 y 1995. Este conjunto de muebles, fabricados con plástico negro reciclado y recubiertos por bolsas de plástico de la marca Maggi, todavía está más próximo a motivaciones conceptuales y artísticas que a estrictos motivos comerciales. Como muestra de la creciente variedad de objetos fabricados con material reciclado se pueden señalar los altavoces SS-BG30 fabricados con cartones reciclados por Sony; los lápices británicos Remarkable, cuyo poliestireno se obtiene a partir de la fundición de los vasos de las máquinas expendedoras. O las sudaderas Synchilla Snap T fabricadas por Patagonia® con lana elaborada a partir de botellas de plástico recicladas; el 90 % del poliéster que utiliza esta empresa en la fabricación de sus prendas ya había sido utilizado anteriormente en otros productos. Muy bonita la Cabbage Chair, del estudio japonés Nendo, de 2008, una silla que se va abriendo a tiras, logrando su posición final. En la fase de producción del producto, el objetivo de reducción del impacto ambiental, pasa por disminuir la producción de residuos y emisiones, así como por un menor consumo de materiales, de agua y de energía El ISO 14001 es la reglamentación internacional más importante para que las empresas valoren su impacto (no el de sus productos en la fase de uso) ambiental y se comprometan a reducirlo. La apuesta por las energías limpias y renovables se presenta como una de las claves para poder reducir el impacto ambiental de la actividad industrial. Entre las llamadas energías alternativas, la solar y la eólica son las que en la actualidad tienen un uso más extendido. Los generadores de energía eólica, siguiendo la estela de la ingeniería aeronáutica, han experimentado una mejora significativa en los años del cambio de milenio que se ha traducido en una mayor implantación. Los molinos de viento actuales –como el Enercon E-66 diseñado por Foster y equipo- puede alcanzar los cien metros de altura, sus aspas están curvadas de modo aerodinámico para disminuir tanto las turbulencias como el ruido, y pueden abastecer de energía a 1.200 hogares. Sin embargo, a pesar de ser una energía renovable y limpia, no ha escapado a la polémica, pues en los últimos años algunos grupos se oponen a la instalación de los generadores eléctricos acusándoles de la muerte de algunas aves, de polución acústica y de destruir el paisaje.

Por lo que se refiere a la fase de transporte y distribución, los teóricos del ecodiseño recuerdan a las empresas que el uso de recursos disponibles localmente (principio de proximidad) reduce los costes y el impacto ambiental. Las empresas, por su parte, han avanzado en proceso de reducción del peso y el volumen de los envases, lo cual tiene como consecuencia inmediata un menor consumo de materiales y de energía. También constituye un progreso el uso de envases plegables y reutilizables. Precisamente, en este capítulo de la reutilización de envases destaca la empresa Body Shop que, desde que fuera fundada en 1976 por Anita Roddick, se ha caracterizado por su compromiso en la conservación del medio ambiente. La información de sus productos se suele imprimir en la botella para suprimir las etiquetas y facilitar el reciclaje. En dicha información pide a sus clientes que devuelvan los envases para que puedan de rellenarlos de nuevo ellos mismos en la tienda, o depositarlos para reciclar. Al analizar la mejora experimentada en los productos industriales en su fase de uso debemos referirnos inevitablemente a los avances que se han producido en el aprovechamiento de la energía solar. En la última década, las celdas fotovoltaicas (PV) han ido mejorando sus prestaciones, pudiéndolas encontrar igual en pequeños electrodomésticos –batidoras calculadoras, relojes, estufas, cámaras digitales, teléfonos móviles– como en el mobiliario urbano –farolas, cabinas telefónicas–o en edificios en los que cumplen la doble función de revestimiento y fuente de energía. Uno de los ejemplos más espectaculares del uso de energía solar lo constituye el Pathfinder-Plus y su evolución posterior el Centurion (1999). Este ligero avión desarrollado por la NASA, es en realidad una ala voladora de 61,8 metros de largo, 529 kilogramos peso y capaz de transportar otros 272. Guiado por control remoto, puede volar por encima de los 24.000 metros de altura, lo que abre la posibilidad de su utilización como plataforma de comunicaciones e información de todo tipo – meteorológica, topográfica, agrícola, militar. Se pretende que la última versión de estos vehículos aéreos no habitados, el modelo Helios, que ya alcanza los 75 metros de envergadura pueda sobrevolar los 30.000 metros durante 24 horas, o permanecer por encima de los 15.000 durante cuatro días. Ya tripulado, el Solar Impulse, de 2003, que tiene previsto atravesar el Atlántico en 2012.

La crisis del petróleo de los setenta estimuló las investigaciones para buscar alternativas a este combustible que, además de contaminar y no ser renovable, se había revelado económicamente inestable y caro. Sin embargo estas líneas de investigación de vehículos motorizados con energías alternativas al petróleo no se materializarían en productos comercializados hasta la última década de los noventa y los primeros años del siglo XXI. En el apartado de coches de bajo consumo hay que mencionar la aparición del Smart en 1998. Producido conjuntamente por Daimler-Benz y por Swatch destaca por haber llevado al mundo automovilístico la fórmula exitosa con la que la empresa suiza renovó el sector relojero: crear un producto con una poderosa imagen que aúna fiabilidad mecánica y una estética alegre e innovadora. El Smart puede revestir su sólido armazón de acero monicaco con diferentes pa...


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