Tesoros, ayalgas y chalgueiros: la fiebre del oro en Asturias PDF

Title Tesoros, ayalgas y chalgueiros: la fiebre del oro en Asturias
Author Jesús Suárez López
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TESOROS, AYALGAS Y CHALGUEIROS MUSEO DEL PUEBLO DE ASTURIAS FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA ANTROPOLOGÍA ASTURIANA 5 MUSEO DEL PUEBLO DE ASTURIAS ARCHIVO DE LA TRADICIÓN ORAL TESOROS, AYALGAS Y CHALGUEIROS LA FIEBRE DEL ORO EN ASTURIAS Edición de Jesús Suárez López Con la colaboración de Alberto Álva...


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TESOROS, AYALGAS Y CHALGUEIROS

MUSEO DEL PUEBLO DE ASTURIAS FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA ANTROPOLOGÍA ASTURIANA 5

MUSEO DEL PUEBLO DE ASTURIAS ARCHIVO DE LA TRADICIÓN ORAL

TESOROS, AYALGAS Y CHALGUEIROS LA FIEBRE DEL ORO

EN ASTURIAS Edición de

Jesús Suárez López Con la colaboración de

Alberto Álvarez Peña

2001

Esta obra se publica con la colaboración de Río Narcea Gold Mines, S. A.

Edita: Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular. c/ Jovellanos, 21 - 33207 GIJÓN. © De esta edición: F. M. C. E. y U. P. del Ayuntamiento de Gijón. © De la obra: Jesús Suárez López. Cubierta: Manuel Blanco Castro, el último chalgueiro. Foto: Jesús Suárez López I.S.B.N.: 84-87741-43-6 D.L.: As.-1.754/01 Compuesto e impreso por: Imprenta Mercantil Asturias, S. A.

A Mariola

Estando en Galicia oí muchas veces, (y lo creí siendo niño) que havía uno, u otro Librejo manuscrito, en que estaban notadas las señas de los sitios de varios thesoros. Después que vine a Asturias oí lo mismo; y en uno, y otro País atribuyen la possesión de alguno de estos Librejos (assientan que son raríssimos) a tal qual feliz particular, que por alguna extraordinaria vía lo adquirió, y le guarda, no sólo como un gran thesoro, mas como llave de muchos thesoros (Fray Benito Jerónimo Feijoo, De la vana y perniciosa aplicación a buscar Thesoros escondidos, 1750).

A los tesoros ocultos en Oriente los llaman tesoros; en Morcín, Riosa, Belmonte y Allande, los llaman ayalgas; en el concejo de Cudillero y el de Luarca, yalgas; en Teverga y Somiedo, chalgas; y chalgueiros a los que se dedican a buscarlas (Aurelio de Llano, Del folklore asturiano, 1922)

A veces al buscar tesoros se encuentran libros y al buscar libros se encuentran tesoros. Libros y tesoros se autorreflejan: mezclan y combinan sus trayectorias, intercambian sus metáforas y leyendas en las arcas de la memoria e imaginación colectiva. Ya que existen ante todo por lo que se dice o escribe de ellos, los tesoros son entidades lingüísticas, y el lenguaje –oral y escrito– es el medio privilegiado para hacerlos aparecer. El carácter escrito, por su estatuto de mediador entre lo visible y lo invisible, por su capacidad de dar cuerpo perceptible al viento de las palabras e ideas y por lo tanto a entes de ficción, se impone como mágico intercesor entre quien lo domina y el más allá: Tesoros y Textos son focos de condensación y concentración de fuerzas cósmicas y sobrenaturales, encrucijadas de universos ajenos pero interdependientes (Françoise Delpech, Libros y Tesoros en la cultura española del Siglo de Oro, 1998).

AGRADECIMIENTOS

B

uscando tesoros de leyenda crucé trescientas puertas. Detrás de cada puerta encontré una persona, un matrimonio, una familia. Ellos, con sus recuerdos y vivencias, son los autores de este libro. Mi trabajo consistió únicamente en fotografiar palabras y personas. Las palabras las doy como me las dieron, las personas quedan. Mi gratitud hacia ellas es el eco de otra palabra que ya fue pronunciada en cada ocasión. La palabra la llevó el viento, pero mi agradecimiento queda. Me cumple también agradecer a Berto Peña su colaboración en esta obra. Gracias a la afición compartida por las leyendas de tesoros se fraguó una amistad, y como dice el refrán: quien tiene un amigo, tiene un tesoro. El viejo axioma de que “la aversión entre folkloristas es directamente proporcional a la proximidad de sus áreas de trabajo” quedó arrinconado en este caso por la generosidad de Berto, que puso a mi entera disposición todas sus notas de campo. Entre ellas, dos extraordinarias “gacetas” de tesoros que damos a conocer en este libro. También gracias a él, tuve el placer de entrevistar a tres grandes buscadores de tesoros: Milio el del Castro, 77 años, chalgueiro sin miramientos, rudo y pragmático; José Manuel de Velasco, 85 años, de inteligencia poco común, curioso, iluminado y visionario; y Manolín el de Los Bayos, 66 años, el último chalgueiro en activo, ermitaño irredento y esclavo de su locura tradicional. Junto a ellos figura, por derechos de herencia y méritos propios, Vicente González Fuertes, 80 años, de casa Tiso de Folgueraxú, cuyo bisabuelo tuvo un sueño cruzado con un desconocido que le llevó al hallazgo de una cabrita de oro en su propia casa, lo cual dio origen a una dinastía familiar de buscadores de tesoros que se prolongó durante cuatro generaciones. A todos ellos, mi agradecimiento y mi admiración a partes iguales.

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También me satisface reconocer aquí la ayuda prestada por mis colegas y amigos de más allá de Pajares. En primer lugar, a José Manuel Pedrosa, de la Universidad de Alcalá, que con su erudición enciclopédica, su monumental producción investigadora y su aventurera exploración de campo por cuatro continentes está abriendo caminos insospechados a cuantos le andamos a la zaga. A José Manuel Fraile Gil, modelo inimitable de escritura etnográfica, plástica, jugosa y sensorial, a quien debo continuas muestras de apoyo, comunicaciones y envíos llenos de sabiduría y amistad. A Jose Joaquim Dias Marques, de la Universidade do Algarve, por servir de correo a las leyendas portuguesas. A los grandes maestros que he tenido el privilegio de conocer en las distintas etapas del camino que me ha traído hasta aquí: Jesús Antonio Cid, Maxime Chevalier y Diego Catalán. A Melchor Fernández Díaz por “El tesoro de Suso”, a Astur Paredes por las semeyas de torques y perendengues, a Juan Carlos Villaverde Amieva por la corrección tipográfica de las pruebas de imprenta, a Ángel Villa y Alberto Lavandeira, de Río Narcea Gold Mines, por su colaboración áurica en la edición de este libro. A mis compañeros del Museo del Pueblo de Asturias por activar el detector de tesoros en sus lecturas, y muy especialmente a su director, Juaco López, por su atenta revisión del original de esta obra, por su lucha tenaz contra la amnesia del pueblo asturiano y, sobre todo, por su decisiva contribución a que el Archivo de la Tradición Oral sea hoy una realidad. El autor

INTRODUCCION

L

os tesoros ocultos constituyen uno de los motivos culturales más arraigados en el imaginario popular asturiano. Los restos arqueológicos de dólmenes, túmulos y castros, las huellas de la minería romana y la legendaria expulsión de los moros se han entretejido a lo largo de los siglos formando un complejísimo sistema de creencias, leyendas, obras literarias y sucesos reales que se han transmitido oralmente hasta nuestros días. En el “Estudio preliminar” que corresponde a la primera parte de este libro trataremos, por un lado, de mostrar la dimensión histórica de este fenómeno y su proyección universal, y por otro, de sistematizar, clasificar y analizar el inmenso caudal de leyendas, cuentos y relatos populares que tienen como centro de interés los tesoros ocultos. Más allá de la simple referencia topográfica: “En un lugar determinado hay un tesoro oculto”, estos relatos constituyen la narración de un suceso histórico o legendario relacionado con tal o cual tesoro. La interacción entre los tesoros ocultos y la actividad humana desarrollada en torno a su búsqueda dio lugar a multitud de relatos que se han transmitido por vía oral. Estos relatos, que exploran y recrean las múltiples posibilidades de tal interacción, constituyen el motivo central de esta obra. Una vez establecida la tipología de esta serie de relatos, trataremos de mostrar la actividad humana en torno a los tesoros ocultos como un fenómeno social que, dadas las proporciones que alcanzó en Asturias a lo largo de los últimos siglos, podría calificarse como fenómeno de masas. De ahí el subtítulo del libro: La fiebre del oro en Asturias. En la segunda parte, publicamos un extenso corpus de textos inéditos sobre tesoros ocultos, resultado del proyecto de recolección, estudio y edición de fuentes orales que el Archivo de la Tradición Oral (MUSEO DEL PUEBLO DE ASTURIAS) viene realizando desde su creación en 1996. Este corpus

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se divide en ocho grandes apartados. El primero de ellos recoge las creencias populares en torno a una mítica industria moruna del oro (molinos, hornos, lavaderos, secaderos de oro, etc.). El segundo reune numerosas referencias orales acerca de la existencia de tesoros ocultos en suelo asturiano (boleras de oro, pitas con pitinos de oro, toros, cabras y carneros de oro, arados, carros y otros utensilios en oro, oro envuelto en pellejos de animales, arcas de oro y arcas de veneno, etc.). El tercer apartado tiene como objeto los relatos de actividad humana en torno a la búsqueda de tesoros ocultos (tesoros encontrados por campesinos, tesoros hallados por forasteros o por jornaleros, tesoros desenterrados por animales, tesoros robados, perdidos o malvendidos, tesoros adivinados, tesoros soñados, etc.). En el cuarto se ofrece un variado muestrario de referencias poéticas, enigmas y canciones sobre tesoros ocultos. El quinto recoge las exclamaciones de los moros de Barquimoro, Pico Negro y Couríu al abandonar Asturias, los postreros lamentos de las moras de Collubil, La Corra y Las Melandreras por las riquezas que dejaban enterradas, y las peticiones de clemencia de la última Mora, pasada a cuchillo en el Campo de la Matancia. El sexto apartado está dedicado a los cuentos populares de tesoros, algunos de ellos de tradición medieval pan-europea y otros de extremada rareza en la tradición hispánica. En el séptimo se incluyen tres “gacetas” manuscritas inéditas, que suman medio millar de referencias de tesoros localizados en la zona centro-occidental de Asturias. En un octavo y último apartado, se publican las memorias de tres grandes “chalgueiros” asturianos: Milio el del Castro (Pravia, 1921), Tiso de Folgueraxú (Cangas del Narcea, 1918) y José Manuel Rodríguez Carreño (Illas, 1913), que arriesgaron vidas y haciendas por seguir las indicaciones de tales gacetas. Los pueblos, lugares y personas que se citan a lo largo de este libro son reales. La realidad última de los “hechos” ya es otra cosa, pues como parte integrante de una narración tradicional ha sido objeto de una profunda reinterpretación por las sucesivas generaciones de transmisores orales. Así pues, leyendo estos relatos, el lector penetrará en una “realidad mítica”, mezcla de realidad y ficción; pero no debe olvidar que para sus destinatarios naturales —los narradores y oyentes de la cadena tradicional— se trata de “realidad” a secas. Quedan como testigos de esa realidad numerosos topónimos esparcidos por toda la región (Monte Tesouro, Campa l’Ayalga, Fonte la Plata, etc.), unas cuantas casonas solariegas cuyo origen está vinculado al hallazgo de un tesoro por su fundador y los testimonios de varios centenares de personas entrevistadas para la realización de esta obra.

PRIMERA PARTE

ESTUDIO PRELIMINAR

NOTICIAS HISTÓRICAS Tesoros ocultos en el espacio y en el tiempo

L

a primera mención acerca de la existencia de tesoros ocultos en el norte de España se encuentra en el Codex Calixtinus (siglo xii) y se refiere a Galicia, de la que se dice “es rica en oro y plata, y en tejidos y pieles silvestres, y en otras riquezas, y sobre todo en tesoros sarracenos” 1. No volveremos a tener noticia de tesoros enterrados por los moros hasta el siglo xvi, en el que empieza a circular el Libro de San Cipriano o Tesoro del Hechicero, que en su versión más difundida se dice compuesto por “Beniciana Kabina, rabino hembra”. Dicho libro incluye una lista de 174 tesoros existentes en Galicia con las señas e indicaciones para encontrarlos, a cuya lista precede la explicación siguiente: El precioso pergamino que vamos a publicar por primera vez fue encontrado en los cimientos del castillo morisco de don Gutierre de Altamira, en el año de 1065, época en que don Fernando el Grande, rey de León, entregó los dominios de Galicia a su hijo García. Existe actualmente en Barcelona, en la Biblioteca Académica Peninsular Catalani, de don Gumersindo Ruiz Castelejo y Moreno, estante núm. 76-A, en donde puede ser visto por los curiosos que lo pidan. Damos aquí la copia fiel del original, traducido a nuestro idioma. EXPLICACIÓN IMPORTANTE Todos los tesoros y encantamientos del antiguo reino de Galicia se encuentran depositados por los moros y romanos en escondrijos subterráneos. La mayor parte

1 Liber Sancti Jacobi. Codex Calixtinus, trad. de A. Moralejo, C. Torres y J. Feo (Santiago de Compostela: C.S.I.C.-Insituto “Padre Sarmiento” de Estudios Gallegos, 1951), libro V, cap. VII, p. 523.

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de ellos, según declara el pergamino, quedan a poca distancia de los nacimientos de agua que se mantienen sin secar incluso en los calores más rigurosos. Esta prevención de moros y romanos da a entender que, habiendo sido expulsados de aquellas tierras después de porfiadas guerras, llevaban la esperanza de volver a establecerse allí más tarde, y fue por ello que dejaron gran parte de sus haberes escondidos, temiendo que les fuesen saqueados por las legiones invasoras2.

La creencia de que los moros enterraron sus riquezas cuando fueron expulsados por la Reconquista, con la esperanza de recobrarlas algún día, causó furor en toda España, y particularmente en Galicia y Asturias. Veamos algunos testimonios actuales que se fundamentan en esta argumentación: Eso fueron los moros cuando marcharon de España, que los echaron de España. Ya espués, claro, al pasar las fronteras ellos llevaban las leyendas, pa si acaso volvían saber donde lo dejaban. Pero entonces, nas fronteras garránon-ys las leyendas, y entós andaban por aquí buscando. (Antonio Tamargo López, 83 años, natural de Vendiés, Grau, entrevistado en 1998). Yo esto considérolo verdá tamién. Eso non voy a decir que ye mentira como lo de las brujas y eso. Que cuando los moros marcharon que habían enterráu muchas riquezas, porque hacían cuenta de volver. […] Pero claro, que habían dicho que había muncha riqueza aquí si supieran donde la habían enterráu. Esto ye como si fueran los de Cuba, cuando marcharon munchos de allá, que ficieran cuenta de volver y que lo enterraran o lo escondieran. Eso créolo tamién. (mujer de unos 30 años, Felechosa, Ayer, entrevistada en 1997). Ahora, yo vos digo a vosotros que tesoros enterraos existen, ¡eh! Aquí tuvieron los moros, dejaron tesoros guardaos, aquí tuvieron los romanos, dejaron cosas guardadas, aquí vino la guerra civil… Y yo te digo a ti que existen tesoros. Oye, no habrá tantos como dicen los apuntes esos, porque muchos d’esos son leyendas. Lo que había que tener era un detector de metales y andar sobre el terreno, claro, con los apuntes o con lo que haiga. Pero yo te digo a ti que tesoros enterraos existen, ¡eh! Eso dígotelo yo a ti. (Emilio Fernández Cuervo, 77 años, El Castro, Pravia, entrevistado en 1998).

Ciertamente, los tesoros abandonados por etnias o razas expulsadas de un determinado territorio son una constante en el imaginario popular que se extiende desde hace siglos por todas las regiones de la Tierra. Nosotros buscamos tesoros enterrados por los moros, y los moros buscan tesoros enterrados por los romanos. Así lo atestigua el escritor, diplomático y viajero León el Africano en su Descripción de África y de las cosas notables que en ella se encuentran, publicada en Venecia en el año 1550:

2 Gran libro de San Cipriano o los tesoros del hechicero (Madrid: Ediciones Akal, 3ª ed. 1993), pp. 103-105.

NOTICIAS HISTÓRICAS

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El Monte Togat está vecino a Fez, a unas siete millas hacia Poniente. En toda la cumbre del monte existen numerosas grutas y cuevas que están bajo tierra, consideradas como lugares secretos por los que se dedican a buscar tesoros que dicen que eran ocultados por los romanos, en el momento de marcharse de aquella región. En el invierno y a la hora en que nadie atiende las viñas, estos curiosos y simplones personajes, con sus instrumentos se dedican a cavar el terreno hasta quedar cansados, pues se trata de un suelo duro y pedregoso, aún cuando no encuentran nada3. Este monte [Monte Centopozzi] es altísimo en comparación con otros y en su cumbre hay antiguos edificios, cerca de los cuales hay un pozo tan profundo que nadie puede verle el fondo. De ahí que, los que se han vuelto locos buscando tesoros, hacen bajar a algunos hombres por medio de cuerdas, los cuales llevan una luz en la mano; y, al subir, dicen que aquel pozo está hecho de muchos pisos, y en el último encuentran una gran plaza cavada a fuerza de hierro, la cual está amurallada alrededor, y en sus muros existen cuatro agujeros, bajos y rectos, que conducen a otras pequeñas plazas, donde existen algunos pozos de agua viva. Muchos hombres quedan muertos allí, porque a veces se levanta un viento terrible que les apaga las luces y les deja desorientados de tal modo que, no sabiendo encontrar el camino para volver a subir, se mueren de hambre en los más profundo del agujero4.

Es un hecho conocido que entre los árabes ya existían cofradías especializadas de buscadores de tesoros. Y paralelamente a ellas, una red de estafadores que contribuían a alimentar esta creencia con la puesta en circulación de falsos pergaminos donde figuraba la localización de los tesoros ocultos. La fuente de inspiración que se trasluce en estos pergaminos es de procedencia oriental: Egipto, Persia e India, y tuvo especial relevancia en el norte de África y en todas las culturas del Mediterráneo. Asimismo, ya desde el siglo v era corriente la creencia de que había fabulosas riquezas enterradas en las ruinas de Roma, creencia que venía ya de antiguo según testimonios de Petronio, Horacio, Plauto o Plinio el Viejo. Se hablaba de tesoros custodiados por autómatas y seres sobrenaturales, de grandes palacios subterráneos y estatuas con enigmáticas inscripciones. Los tributos llevados la capital del Imperio, las preciosísimas joyas de sus templos y las incalculables fortunas de sus gobernantes contribuyeron a la magnificación de la leyenda en la Edad Media. Los tesoros de Roma eran “pari alla fama della sua potenza”, y

3 León el Africano, Descripción de África y de las cosas notables que en ella se encuentran (Venecia: 1550) Sigo la traducción de Luciano Rubio (Madrid: Hijos de Muley-Rubio, 1999), p. 153. 4

Ibid., p. 195.

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llegó a decirse que “il solo Campidoglio era stimato valere la terza parte di tutto il mondo”5. En las Islas Británicas se habla de castillos construidos por los pictos y de tesoros enterrados por los daneses. Los daneses, a su vez, buscan tesoros enterrados por los vikingos. Y en lugares tan alejados de las culturas nórdica y mediterránea, como Japón o Estados Unidos, se repite insistentemente el mismo fenómeno. Según cuentan algunas leyendas recogidas en Missouri: En la tradición de los ozarks, la historia del tesoro de la Montaña de Boston comienza cuando los indios atacaron a una partida de españoles y robaron oro, plata, y joyas valoradas en 200.000 dólares. Una leyenda de Missouri asegura que “se dice que los indios fueron prisioneros por una partida de españoles. […] Se rebelaron contra sus captores, los mataron y enterraron el tesoro”. Un acontecimiento particularmente llamativo tuvo lugar cuando los mineros españoles encontraron una mina de plata india y forzaron a los indios a trabajar para ellos. Los indios se rebelaron y mataron a muchos españoles. Los restantes “encontraron refugio en la cueva donde había sido localizada la vena de plata […] Los indios cegaron la entrada y quemaron vivos a los españoles. Todos ellos encontraron allí la muerte, entre llamadas de los unos a los otros en la oscuridad. Años después, personas que se aventuraron a entrar en la cueva todavía oían los gritos mortales de los conquistadores6. Una leyenda dice que “una expedición de ocho españoles que viajaban entre Ysleta Pueblo y San Luis, Missouri, con una carga de oro y plata, encontraron una partida de franceses y americanos, y creyendo que el te...


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