Trabajo sobre Tácito PDF

Title Trabajo sobre Tácito
Author Ángel Suárez
Course Filosofía de la Historia
Institution Universidad de Sevilla
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Summary

Trabajo Tácito...


Description

Trabajo sobre Tácito Anales e Historias ANGEL SÚAREZ HURTADO



Introducción

Índice

Página 1. Introducción ……………………………………………………………………. 4 2.

Biografía

de

Tácito

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……………………………………………………………... 3. Anales …………………………………………………………………………..

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4. Historias ………………………………………………………………………... 44 5. Conclusión ……………………………………………………………………...

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1. Introducción.

Introducción

A continuación se realizará una síntesis historiográfica de los libros Anales e Historias escritas por Cornelio Tácito. Hay que destacar que, aunque este trabajo este orientado en sintetizar y resumir dichos libros, tiene información de otras fuentes ya sean otros libros o información adicional sobre Tácito para que su fiabilidad y veracidad sea mayor.

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2. Biografía de Tácito.

Biografía de Tácito

Cornelio Tácito (c.55 - c.120)

Cornelio Tácito nació a mitad de la década de los años 50 d.C, su infancia es totalmente desconocida y solo conocemos de él cuando comienza el Cursus honorum (carrera política) en Roma. En el año 77 d.C se casa con la hija de Julio Agrícola (cónsul y gobernador de Britania) y ostentará el tribuno militar en alguna de las legiones de su suegro. En el año 81, subo al cargo de cuestor, teniendo una vía libre para el Senado y en los siguientes años irá ascendiendo de cargos. En el año 93 d.C muere su suegro mientras él desempeñaba un cargo fuera de Roma. En el año 97 d.C es designado como cónsul effectus. Los últimos años de su vida son en parte desconocidos, solo sabemos que fue elegido procónsul de Asia entre los años 112-113 d.C. la fecha de su muerte es desconocida. Las mayores obras de Tácito son dos: Historias el cual relata los acontecimientos ocurridos en el imperio romano entre los años 69 a 96, hasta que la victoria de Vespassiano y el dominio de la dinastía Flavia; y Anales que narra los acontecimientos desde la muerte de Augusto y la historia de los emperadores de la dinastía Julia-Claudia. Página 7

3. Anales.

Anales

Los anales es la obra final de Tácito e incluso se podría decir la más importante escrita por él. Esta estaba compuesta por 16 libros, sin embargo, se perdió parte de los libros 5,6,11 y 16 así como libros completos, más concretamente, los libros 7 y 10. Estos libros recogen información desde la muerte de Augusto hasta el reinado de Nerón. Tácito realizó este trabajo ya que, tras la muerte de Augusto, los documentos que existen de los tiempos de sus sucesores eran incompletos y distorsionados debido al miedo que existía y, por tanto, Tácito se encarga de narrar los acontecimientos de aquellos días sin la influencia de sentimientos negativos. Al comienzo de este libro, Tácito nos habla de cómo Roma estuvo gobernada primero por reyes y que los periodos de dictadura eran efímeros. Nos narra de forma resumida y sencilla como el poder fue derivando de persona en persona hasta que todo ese poder recayó en Augusto bajo el titulo de Príncipe. Pero antes de todo eso, Tácito nos sitúa en tiempos del consulado de Julio César. Este cautivó a su ejército, al pueblo y, en definitiva, a todo el mundo mediante distintos tipos de obsequios ganando de esta manera poder. Al realizar este acto no encontró ningún tipo de resistencia ya que los antiguos enemigos ya estaban derrotados. Tras el asesinato de César, Augusto, su hijastro y sucesor, necesitaba aliados para su gobierno y para ello, engrandeció a Claudio Marcelo y a Marco Agripa para que le apoyasen. Pero a la muerte de Claudio Marcelo, adoptó a Agripa como yerno. A sus hijastros les dio el título de Imperator. Adoptó a los hijos de Agripa, sin embrago, con el pasar del tiempo, el único hijastro que le quedó fue Nerón, el futuro emperador Tiberio, y en este recae todo el

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Trabajo sobre Tácito – Ángel Suárez Hurtado poder. Todo el bienestar que exista en Roma, al final de la vida de Augusto se convirtió en miedo debido a que muchos temían una guerra en cambio otros la deseaban. Mientras todo esto ocurre, la enfermedad de Augusto se agravaba, no sin sospechas de un crimen de su esposa ya que se sabía que Augusto viajó a Planasia junto con Fabio Máximo para ver a Agripa. Allí hubo muchas muestras de amor y cariño al igual que lágrimas como un signo de esperanza para que Agripa volviese al hogar de su abuelo. Esto fue revelado cuando Máximo se lo confesó a su mujer y esta última a Livia llegando a los oídos de César. Esto se supone debido a que tiempo después con la muerte de Máximo, su mujer lloraba diciendo que era la causa de muerte de su marido. Fuere como fuere, una carta de su madre hizo volver a Tiberio de la provincia Ilírica. No se sabe si Tiberio llegó cuando Augusto estaba vivo o poco antes de morir, sin embargo, al morir Augusto, Tiberio obtuvo todo el poder. El primer acto de Tiberio en el poder fue el asesinato de Agripa y nada de esto dijo en el Senado. Es más, Tiberio insinuó que fue por orden de su padre antes de morir. Si es verdad que Augusto se quejó de las actitudes del joven, pero jamás llegaría tan lejos como matar a uno de los suyos. Más probable es que Tiberio y Livia, uno amenazado por el miedo y otra por resentimientos, apresuraran la muerte del joven. El centurión que cometió el asesinato y comunicó a Tiberio que se había cumplido con lo mandado, sin embargo, el emperador respondió que él jamás dio tal orden y que dicho acto seria llevado ante el Senado. Al enterarse de esto el consejero de los secretos, Salustio Crispo temiendo que se le imputara el delito y que fuese tan peligroso decir la verdad como la mentira, aconsejo a Livia que los secretos de familia, ni los consejos de los amigos ni las misiones encargadas a los soldados debían ser difundidas y que Tiberio no debía debilitar su principado exponiendo todo ante el senado ya que el imperio solo necesitaba a una única persona. En Roma se unieron al servilismo cónsules, senadores y caballeros. Cuanto más selecto, tanto más falsos y diligente, con actitudes estudiadas para no parecer contento por la muerte del anterior emperador ni demasiado apenado por la elección del nuevo, mezclando las lágrimas con la alegría. Los primeros en jurara lealtad al nuevo emperador fueron los cónsules Sexto Pompeyo y Sexto Apuleyo y tras ellos, Seyo Estrabón y Cayo Turriano, el primero prefecto de las cohortes y el otro de las provisiones de grano y el senado, el ejercito y el pueblo. Pero Tiberio en todas sus acciones se apoyaba en los cónsules, al igual que en la antigua república y se mostraba Página 3

Anales inseguro con el ejército. Ni el mandamiento para llamar los senadores a consejo firmó sino con el título de la potestad tribunicia, la cual tenía desde el tiempo de Augusto, cuyas palabras fueron pocas y de modesto sentido. Sin embargo, a la muerte de Augusto, hizo que el nombre de emperador fuese el lema de las cohortes. Soldados le acompañaban al foro, soldados le acompañaban a la curia. Envió una carta al ejercito como si hubiese ya tomado posesión del principado. En ningún lugar se mostraba dudoso excepto en el senado debido a que allí se encontraba Germánico quien tenía a su cargo incontables legiones e innumerables tropas de apoyo aliadas y el cual gozaba de una reputación admirable. También Tiberio temía que su reputación cayese al saber que fue silenciosamente llevado al poder por una mujer y no por haber sido llamado por la república. En la primera sesión del senado no dejó que se hiciese otra cosa que no fuese las honras fúnebres de Augusto, cuyo testamento, mostrado por las Vírgenes Vestales, dejó como herederos a Tiberio y a Livia. A Livia la admitía dentro de la familia Julia y poseía el titulo de Augusta. En el segundo lugar llamaba a sus sobrinos y nietos, en el tercero a los más principales de la ciudad, algunos aborrecidos por él, pero lo hizo por adquirir gloria y honor con los venideros. El día del funeral, hubo soldados haciendo guardia por prevención lo que provocó las burlas de aquellos a los que se le contó o vieron la esclavitud y la búsqueda de la libertad, cuando el asesinato de Julio César se vio por unos como un acto infame y por otros como hermosa. Y que ahora, debían proteger a un emperador para que su funeral fuese pacífico. Esto se debió a las hazañas que se contaban sobre Augusto como que acabó la vida en semejante día que el que comenzó su imperio, y que murió en Nola en el mismo aposento donde murió su padre Octavio. También se alababa el número de sus consulados igualando a Valerio Corvo y a Cayo Mario juntos. Mantuvo la potestad tributaria sin detención alguna durante treinta y siete años, consiguió veintiún veces el título de Imperator, así como otros honores. Sin embargo, en contra de él se decía que la piedad hacia su padre y los tiempos que atravesaba la republica fue el momento perfecto para hacerse con el poder, atrajo a los veteranos con sobornos y que, siendo joven, reclutó a un ejercito corrompiendo a las legiones de un cónsul y simuló relaciones amistosas con el partido de Pompeyo, entre otras. Cuando finalizó el funeral de Augusto, se le decretó un templo y honores como un

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Trabajo sobre Tácito – Ángel Suárez Hurtado dios más. Una vez finalizó los ruegos volvieron a Tiberio y este afirmaba con fingida modestia lo pequeño que él era en comparación con el grandioso imperio diciendo que solo Augusto era capaz de llevarlo con firmeza. En estas palabras de Tiberio existía más figura que verdad, es más, Tiberio, ya sea por naturaleza o por uso, usaba comúnmente palabras oscuras y confusas. Pero los senadores que lo único que temían era dar la impresión de que entendían al emperador sollozaban ante la figura de Augusto y los dioses y no cesaron hasta que el emperador mandó leer en voz alta una memoria de Augusto la cual contenía la cantidad de riquezas pública, número de ciudadanos y aliados aptos para las armas incluyendo los donativos, servicios extraordinarios etc… Entre tanto, el sanado le hacia miles de peticiones al emperador, pero a Tiberio se le escapó que así, como era incapaz de gobernar al completo la república, el esperaba que se le encargase una porción del territorio. Entonces Asinio Galo le preguntó que parte del territorio prefería tener a su cargo. Tiberio, atónito por la pregunta, respondió que elegir no le convenía para su honor elegir o rechazar una parte de algo que prefería descargarse del todo. Entonces Galo añadió él no trataba de dividir lo indivisible sino ara que se convenciese de que uno solo era el cuerpo de la república y que debía ser regido por una sola mente. Tras esto, elogió a Augusto y recordó a Tiberio sus propias victorias. Sin embrago, esto tampoco calmó su ira pues le resultaba odioso ya de antes como si, al haberse casado con Vipsania, la hija de Marco Agripa, que había sido esposa de Tiberio, tuviera unas pretensiones mayores que las de un simple ciudadano y conservaba las fuerzas de su padre Polión Asinio. No le ofendió menos Lucio Aruncio el cual habló con palabras casi iguales a las de Galo, ya que Tiberio no tenía contra él ninguna disputa anterior; más temía su riqueza, honor y fama que poseía. Augusto, casi al final de su vida pensando quien podría ser el nuevo príncipe, y cuales tenían la capacidad necesaria para aspirar a dicho lugar y cuales con capacidad eran de su agrado. De Marco Lépido dijo que era capaz y le menospreciaba; Galo Asinio aspiraba a él, aunque insuficiente y que Lucio Aruncio no era improcedente y si la ocasión le llegaba asumiría el cargo sin dudar. En los dos primeros todos estuvieron de acuerdo, pero en lugar de Aruncio, algunos ponen a Greyo Pisón, todos excepto Lépido, fueron condenados por Tiberio por varios delitos. Quinto Haterio y Mamerto Escauro. Haterio, por haber dicho que hasta cuando la república estaría sin un príncipe y Escauro porque dijo que no saldrían en vano las suplicas del Senado pues no se había opuesto con la potestad tribunicia a la Página 3

Anales relación de los cónsules. Contra Haterio solo hubo palabras, contra Escauro, con quien estaba más enfurecido, no dijo nada. Cansado, pues, de los gritos y ruegos de todos en general y en particular, se dobló un poco; no que abiertamente confesase que aceptaba el Imperio, más por acabar de negar y de ser rogado. Lo que pasó es que Haterio, entrado en palacio a pedir perdón a Tiberio, echándosele a los pies mientras se andaba paseando, hubiera de ser muerto por los soldados; porque, casualmente o embarazado de sus manos, Tiberio tropezó y cayó, el cual, ni aun por el peligro de un hombre tan grave, mostró mitigarse, hasta que recurriendo Haterio a Augusta, fue a instancia suya defendido con apretados ruegos. Era grande para con Augusta la adulación de los senadores, queriendo algunos que se llamase madre de la patria; muchos que al nombre de César se añadiese hijo de Livia; pero él, repitiendo muchas veces que era bien moderarse en conceder honores a mujeres y que haría lo mismo cuando se tratase de su persona, afanado de la envidia, pareciéndole que se le quitaban a él los que se le concediesen a su madre, no quiso que se le decretase tan solamente un lictor, prohibiendo también el altar de la adopción y otras cosas semejantes. Pidió para Germánico la autoridad de procónsul, y se le despacharon embajadores a este efecto y para consolarle de la muerte de Augusto. No pidió lo mismo para Druso, porque se hallaba presente y ya nombrado para cónsul. Nombró doce pretendientes para el oficio de pretor, que era el número establecido por Augusto, y por más que el Senado le rogó que lo aumentase, juró que no lo alteraría. Entonces fue la primera vez que los comicios, acostumbrados a hacerse en el campo Marcio, se transfirieron al Senado, porque hasta entonces, si bien disponía a su gusto el príncipe las cosas importantes, no dejaban de hacerse algunas con los votos de las tribus. Ni se resintió el pueblo de la perdida autoridad sino con un rumor vano. Y el Senado, viéndose libre de donativos y de la indignidad de los ruegos, lo aceptó de buena gana, contentándose Tiberio con presentar solos cuatro pretendientes para concurrir sin repulsa y sin negociación. Pidieron después las tribunas del pueblo el poder hacer cada año a su costa los juegos, que, agregados a los fastos, del nombre de Augusto se llamaron Augustales; pero que se tomase el dinero del Tesoro público, y que ellos en el circo pudiesen usar la vestidura triunfal, aunque no ser llevados en coche. El cargo de esta fiesta se transfirió después al pretor que administrase justicia entre ciudadanos y forasteros.

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Trabajo sobre Tácito – Ángel Suárez Hurtado Éste era el Estado en que estaban las cosas de la ciudad cuando se amotinaron las legiones de Panonia sin alguna otra ocasión, salvo el ofrecérsela al nuevo Gobierno para desear la vida licenciosa que sigue siempre a los motines, y mostrarles la guerra civil esperanzas de largos premios. Tres legiones estaban acampadas juntas en los alojamientos que se acostumbraban a tener los veranos a cargo de Junio Bleso, el cual, sabido el fin de Augusto y principio de Tiberio, descuidándose de su oficio, y por las ferias acostumbradas, o por el regocijo, dio ocasión a los soldados de afeminarse, de hacerse desobedientes, dar oídos a los peores discursos y, finalmente, a desear ocio y comodidad y a despreciar la disciplina y los trabajos militares. Hallábase en el campo un cierto Percenio, hecho soldado gregario de cabo de comediantes, pronto de lengua y, por la plática de los términos histriones, aparejado a fomentar tumultos. Ése, moviendo los ánimos más groseros y los dudosos del Estado de sus cosas en esta mudanza, ocasionada de la muerte de Augusto, comenzó poco a poco, de noche o a boca de noche después de retirados los mejores, a hacer sus juntas de los más ruines. Ganando después compañeros y ministros, no menos inclinados a la sedición, preguntaba, como si predicara en junta de gente, la causa ¿por qué a manera de esclavos obedecían a poco número de centuriones y menos de tribunos, y que hasta cuándo dilatarían el atreverse a pedir remedio, si entonces, que era el príncipe nuevo y acabado apenas de establecer en el Estado, no le representaban sus pretensiones o se las hacían saber con las armas? Que habían pecado hartos años de bajeza de ánimo, sufriendo treinta y cuarenta de milicia, viejos ya y acribillados de heridas; que hasta los que llegaban a ser jubilados no conseguían el fin de sus trabajos, pues arrimados a las mismas banderas se les hacía padecer de la misma forma, aunque con nombres diferentes; y si sucedía el alcanzar algunos tan larga vida que pudiesen ver el fin de tantas miserias, el pago era ser llevados a tierras extrañas, donde, so color de repartimientos, les hacían cultivar tierras pantanosas o montañas estériles con nombre de heredades. Y que por más que la milicia era infructuosa y dura, lo era mucho más el ver estimar el alma y el cuerpo de un soldado en un pobre medio real al día, y haberse de proveer con él de vestidos, armas y tiendas, y rescatar la crueldad de los centuriones las vacantes de los trabajos. Pero, por Hércules, que los golpes, las heridas, el frío del invierno, el sudor del verano, la guerra atroz o la paz estéril, eran todas cosas infinitas; no quedando ya otro remedio que ordenar la milicia debajo de leyes ciertas de

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Anales acrecentar a un denario al día la paga. Que tras dieciséis años de servicio quedase cada cual libre, sin obligación de seguir más bandera, recibiendo su recompensa en dinero de contado antes de salir del campo. ¿Por ventura los pretorianos, decía él, que tienen dos denarios al día y acabados los dieciséis años se van a sus casas, poniéndose a mayores peligros? Dígase sin ofensa de las guardias que hacen en la ciudad, que nosotros, a lo menos entre estas hórridas gentes, desde nuestras barracas vemos siempre al enemigo. Alterase con esto el vulgo de los soldados, mostrando quién las cicatrices y los golpes, quién la barba blanca, y muchos dando en rostro con los vestidos rotos y los cuerpos desnudos. Al fin, entrados en furor, pensaron en hacer una legión de todas tres. La emulación de querer cada uno para sí esta honra los hizo mudar de propósito, y juntas en uno las tres águilas y las banderas de las cohortes, levantan de césped un tribunal para hacer el asiento más vistoso y autorizado. Mientras solicitan la obra llega Bleso y comienza a reprenderlos de uno en uno y a detenerlos, gritando: Manchad primero las manos en mi sangre: menor delito será matar allegado que rebelaros al príncipe; o vivo yo conservaré vuestra fe, o degollado apresuraré vuestro arrepentimiento. No por eso dejaban de trabajar en la obra, trayendo a gran furia césped, y teniéndola ya levantada hasta los pechos, cuando al fin, vencidos de su propia obstinación, desampararon la empresa. Bleso, con particular destreza y buen término, les comenzó a meter por camino, diciendo que no convenía mostrar sus deseos al César por vía de sedición y tumultos: ni los antiguos con sus generales, ni ellos mismos con Augusto, habían jamás intentado una novedad tan fuera de tiempo; añadiendo este cuidado a los demás del príncipe que comenzaba a imperar. Mas que si con todo esto querían pedir en la paz lo que no habían pedido victoriosos en las guerras civiles, ¿para qué ir contra el servicio acostumbrado, contra la razón de la disciplina militar, representando sus pretensiones por vía de fuerza? Que nombrasen embajadores y delante de él les dijesen lo que habían de hacer. Gritaron entonces todos que se enviase el hijo de Bleso, tribuno de una legión, con orden de pedir la libertad de ir a sus casas acabados los dieciséis años de servicio, y que impetrada esta demanda declararían las otras. Partido el mozo se quietaron algo, aunque no sin ensoberbecerse de que yendo por diputado el hijo del legado se echaba claramente de ver que les había concedido la necesidad lo que no hubieran alcanzado con modestia.

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Trabajo sobre Tácito – Ángel Suárez Hurtado Entre tanto los manípulos enviados a Nauporto antes de la sedición por causa de los caminos, de los puentes y de otras cosas necesarias...


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