ARTE Fenicio - Apuntes que se adecuan a lo dado en clase con el profesor Monterroso PDF

Title ARTE Fenicio - Apuntes que se adecuan a lo dado en clase con el profesor Monterroso
Course Arte Antiguo
Institution Universidad de Córdoba España
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Apuntes que se adecuan a lo dado en clase con el profesor Monterroso...


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ARTE FENICIO El último milenio anterior a nuestra Era fue una época de profundos cambios y agitaciones en el mundo mediterráneo. La irrupción desde Oriente de los pueblos del mar acabó con hititas y micenios, puso en crisis a los egipcios y promovió emigraciones masivas de gentes de todo tipo que navegaron hacia Occidente para encontrar regiones distintas. Es una época en la que los historiadores griegos enumeran a las talasocracias, porque en ellas se sucedían los períodos de hegemonía sobre el mar de grupos de comerciantes, piratas y guerreros, bajo la bandera de una ciudad costera o de una nación que conseguía detentar el poder sobre las otras. Los fenicios eran reconocidos como una de aquellas talasocracias antiguas y también puede decirse que su sistema de organización política y de presencia en el Mediterráneo fue siempre de una potencia naval, primero bajo la dirección de Tiro, Sidón y las metrópolis de la costa libanesa, y luego con el gobierno imperialista establecido en Cartago. Muchas otras ciudades fundadas por los fenicios detentaron también el poder marítimo sobre la pesca y el comercio; en Occidente, Cádiz fue la dueña de las rutas atlánticas y base para la exportación de los metales andaluces, hasta mucho después de la llegada allí de los romanos. La unidad artística y cultural entre las ciudades fenicias y sus colonias occidentales se mantuvo siempre a través de las relaciones mercantiles, de forma que su poder y su influencia pervivieron en el mar a pesar del predominio político de otras naciones. Por ello, el arte fenicio será siempre una síntesis de las variadas relaciones con otros pueblos al servicio de los intereses comerciales; en España, este arte se manifestará en la importación de productos exóticos, en la producción de los objetos que mayor éxito podían obtener entre el público local y en la aportación de nuevos conocimientos técnicos. ARTE FENICIO OCCIDENTAL La investigación sobre el arte fenicio y púnico en España se ha hecho siempre a la luz de los textos antiguos sobre la colonización, buscando la forma de explicar la influencia sobre los tartesios y los iberos. Los hallazgos arqueológicos que indicaban con mayor claridad la existencia de importaciones orientales se han separado de las posibles producciones locales con las que se definía el arte propio; así, se ha ido caracterizando con nitidez un arte tartésico, hasta comprender que en éste hay mucha producción local del artesanado fenicio, que sigue sus propias fórmulas en Occidente. Estamos cada día más cerca de la definición del arte fenicio occidental, creado esencialmente en Cádiz para el mercado tartésico, y distinto, tanto del fenicio oriental importado del Líbano o de Egipto, como del púnico producido alrededor de Cartago. El taller fenicio gaditano, intuido hace más de treinta años por el profesor Blanco Freijeiro, pudo ser el principal productor del arte orientalizante en España; antes de su consolidación, fueron comunes las importaciones de obras fenicias junto con otras griegas y egipcias, que llegaban por el mismo cauce comercial. Más adelante, este comercio se especializa, por lo que conocemos hasta el momento, en objetos de materiales selectos, como la fayenza egipcia, los huevos de avestruz, las piedras semipreciosas de los entalles y la cerámica griega; se crearon otros talleres de estilo propio, como el de Ibiza, y también se pusieron en marcha los centros indígenas en los que se forma el arte ibérico, poniendo de relieve la intensidad de la influencia fenicia y el éxito con que se había conseguido difundir una iconografía ecléctica y variadísima, en la que están presentes todos los pueblos de la antigüedad que habían contribuido con sus productos a llenar las curvas y hondas naves de los más atrevidos navegantes de la Historia. Las colonias fenicias en España fueron la puerta por la que entró en nuestro país todo el arte del Mediterráneo oriental, no tan sólo el fenicio, sino también el griego, el egipcio y el sirio. Las tumbas del siglo VII a. C., excavadas por M. Pellicer en Almuñécar (Granada), indican que la moda de entonces era la de emplear como vaso cinerario una hermosa 1

ánfora de alabastro, con los rótulos jeroglíficos que señalan el nombre de los faraones en cuyo reinado se habían fabricado; los platos y las lámparas son de barniz rojo fenicio, pero los cántaros y copas con los que se trasegaba el vino en el banquete funerario eran ya de fábrica griega, como será costumbre hasta el siglo IV a. C. El panorama de las aportaciones fenicias abarca tanto el campo de la construcción funcional como el del artesanado, pero no el de las artes mayores consideradas en su sentido clásico. En arquitectura monumental, en escultura y en pintura, la España antigua debe mucho más a la colonización griega, que afectó a la costa levantina y algunas regiones del interior. Los fenicios traían sus athyrmata, objetos bellos, lujosos y decorativos, mientras que los griegos proporcionaban verdaderos artistas plásticos, que iniciaron los prolíficos talleres ibéricos. De esta forma, Tartessos y las regiones colonizadas por los fenicios tendrán siempre, según la certera expresión de don Antonio Blanco, "ciudades sin estatuas", es decir, sin ese aire humanístico de las poblaciones influidas por el clasicismo helenístico. El arte fenicio y púnico en España tiene sus focos principales en importantes ciudades costeras. Gadir (Cádiz), fue la primera colonia de Occidente en el año 1104 a. C., según las fuentes históricas; en aquellos mismos años alcanzaron también los fenicios Onuba (Huelva) y Sexi (Almuñécar); en el siglo VIII existieron numerosos establecimientos fenicios en la costa mediterránea andaluza, desde Gibraltar hasta Almería, y los gaditanos frecuentaron Ibiza, aunque esta isla pasará más adelante a depender de los cartagineses. A Cartago y otras poblaciones norteafricanas se debe la colonización posterior de la zona meridional andaluza, a la que los romanos llamaron Libio fenicia; en Baria (Villaricos, Almería), están los restos de una población esencialmente púnica. En los últimos años del poderío cartaginés se fundó Cart-Hadascht o Cartago Nova (Cartagena), que será la expresión del proyecto imperialista de Asdrúbal y Aníbal. Junto a todos estos lugares, un gran número de yacimientos arqueológicos de Andalucía, Extremadura y Levante ha proporcionado objetos fenicios y púnicos, como clientes asiduos que eran de aquella próspera sociedad comercial. URBANISMO Y ARQUITECTURA La primera aportación elemental que hizo la civilización fenicia a Occidente fue la de su modelo urbano. El relato de la fundación de Cádiz, al igual que el de Cartago, muestra como propósito básico de la expedición el establecimiento de una ciudad que sirva como residencia a los colonos y para lugar de intercambio comercial; ello supone la fundación de un enclave litoral, con buenas posibilidades portuarias, en el que se instalen las viviendas de los comerciantes, los edificios de administración y almacenaje, y los talleres de transformación artesanal de determinadas materias primas; además, en un lugar elevado y preferente deben estar los templos de las divinidades tutelares de la nueva población, que son también un elemento esencial de valor simbólico y administrativo. Estas ciudades fenicias se componen de un ámbito cerrado, contenido por murallas (Gadir significa ciudad cercada) y de instalaciones externas, especialmente industriales, así como de zonas específicas para enterramientos, verdaderas ciudades de los muertos, que deben influir en el abandono definitivo por las comunidades indígenas de la costumbre de conservar los cadáveres bajo el suelo de las propias viviendas. Los fenicios transformaron así un litoral, hasta entonces casi deshabitado, en un reguero de poblados, necrópolis y santuarios, que ocupaban los cabos, islas y desembocaduras de ríos. La organización interior de las poblaciones es poco conocida, pero podemos suponerle un estilo bien definido, ya que Estrabón, pocos años antes del inicio de la Era cristiana, decía que era fácil diferenciar el aspecto fenicio de Malaca (Málaga), de la traza griega que aún manifestaban las ruinas cercanas de Mainake. Las poblaciones fenicias de la costa española, de las que conocemos algún rasgo de evolución urbanística, muestran una notable actividad de renovaciones. En Toscanos, el emporio fenicio de la desembocadura del río Vélez, al este de Málaga, se observan cinco transformaciones en siglo y medio, es decir, una por generación, 2

a veces con cambios radicales del trazado de calles; las viviendas son rectangulares con habitaciones pequeñas, pero hay también un almacén de tres naves largas y un foso defensivo, que llegó después a transformarse en muralla de sillares. Las pocas casas fenicias excavadas muestran un apiñamiento de habitaciones, sin patios ni calles amplias, de lo que resultaría una fisonomía parecida a la de muchos pueblos costeros andaluces o ibicencos; se distinguirían como una agrupación escalonada de volúmenes cúbicos, con terrazas superpuestas en las que habría macetones de plantas y con muros habitualmente encalados; destacando aquí o allá, como se representa en los relieves asirios, habría pequeñas torrecillas y miradores, desde los que se podría divisar la llegada de las embarcaciones, por el estilo de los que volvieron a renacer en Cádiz en la Edad Moderna. La construcción fenicia tenía bien desarrolladas las técnicas para hacer puertos, diques y murallas. Se trataba de unos conocimientos imprescindibles en la actividad de comercio marítimo, que debían transmitir los propios navegantes y que se basaban en el empleo de instrumentos de medición, en el uso de una geometría elemental y en la construcción a base de sillería ortogonal. La aparición de estos progresos es un buen indicio de la presencia fenicia o de su influencia sobre poblaciones locales; los más viejos edificios españoles de piedra escuadrada están precisamente en el litoral colonizado por los fenicios, de modo que ellos deben ser considerados los introductores de la arquitectura regular. Toscanos y el resto de los enclaves de la costa de Málaga ofrecen algunos edificios con alternancia de sillares y mampostería, pero los más antiguos conocidos están en Huelva y Niebla. El edificio de Huelva, que se considera parte de la muralla del Cabezo de San Pedro, ofrece dos lienzos de mampostería de lajas de pizarra separados por un machón de sillería caliza con cinco hiladas alternadas a soga y tizón; parece que este muro es del siglo IX a. C., y en esa fecha no hay nada en la cultura indígena que pueda comparársela, pero sí se dan muros semejantes en Megiddo y en Tiro, de donde tuvo que venir el experto en cantería que inspiró esta obra. El uso combinado de sillares y piedras menudas sin escuadrar se conoce también en Niebla en forma de muros entrecruzados con esquinas o machones intermedios de sillares y la mampostería dispuesta por hiladas de la misma altura de los sillares, que a veces se traban con éstos; son obras de ejecución muy cuidadosa en las que ya se observan sillares con las aristas bien alisadas para permitir su alineación recta y las caras labradas de forma irregular, como luego es bien frecuente en la arquitectura romana. Si Huelva es el gran puerto de la desembocadura del Odiel, Niebla cumple un papel similar en el Tinto, lo que explica que ambas poblaciones conserven viejos testimonios de la influencia fenicia, sin que pueda decirse con certeza de que se trate sólo de poblados tartésicos o de verdaderas colonias fenicias. En el Mediterráneo central, tanto en Cartago como en Sicilia, las construcciones de este tipo se consideran como estrictamente fenicias, y su técnica se denomina opera a telaio (obra de telar), por la semejanza con las estructuras de los telares de madera, aunque nosotros podríamos llamarlas muros entramados, como los de madera y tapial que alternan sus materiales de la misma forma en la arquitectura tradicional de buena parte de la Meseta española. MONUMENTOS FUNERARIOS De Cádiz procede un elemento arquitectónico que nos permite alcanzar una idea aproximada del aspecto de estos lugares. Es un capitel de caliza blanca, formado por cuatro pétalos enroscados en espiral, de forma parecida a las volutas de los capiteles jónicos; su modelo, sin embargo, no está en la arquitectura griega, sino en la egipcia, mucho más remota, en la que se empleaban estas estilizaciones vegetales para los soportes arquitectónicos. El capitel de lirios de Cádiz, no estaba destinado a soportar nada, puesto que su parte superior es redondeada, sino que remataría un pilar exento, colocado como exvoto, o destinado a recibir sobre él la manifestación de la divinidad, en forma de ave, que podría ser interpretada por los sacerdotes; en cualquier caso, es la única obra de 3

un orden arquitectónico fenicio que se conoce en todo Occidente, y su antigüedad podría situarse en el siglo IX o en el VIII antes de Cristo. Son relativamente numerosos los monumentos funerarios fenicios conocidos en España, aunque de notable uniformidad, puesto que corresponden a pocas necrópolis. Los de mayor interés son las tumbas de Trayamar, situadas junto a la desembocadura del río Algarrobo, al este de Málaga, con cámaras de unos tres metros de lado, construidas con grandes sillares, en las que se depositaban los cadáveres incinerados dentro de urnas. Se ha podido estudiar el sistema de cubierta de madera, con una estructura a dos aguas sobre techo plano y también el pasillo inclinado de entrada, lo que remite con certeza a ejemplos orientales. Otros enterramientos fenicios de incineración son pozos o pequeñas cámaras excavadas en el terreno natural y hay también simples fosas cubiertas de tierra, pero este ritual deja paso en el siglo VI a. C. a las inhumaciones. La necrópolis de Jardín, también de la costa malagueña, la de Villaricos (Almería) y la del Puig des Molins en Ibiza, poseen cámaras hipogeas con sarcófagos de inhumación, normalmente con más de un enterramiento por cámara, pero desde el siglo IV las dimensiones de las tumbas se empobrecen y es frecuente alternar inhumaciones con incineraciones, como si no existieran unos principios religiosos o unas fórmulas rituales muy estrictas. En Cádiz hay incineraciones antiguas depositadas en las mismas fosas en las que se efectuaba la cremación; en el siglo VI a. C., los cadáveres se colocaban en estrechas cámaras, hechas de sillares revestidos de cal, en grupos de hasta una docena de departamentos paralelos; más adelante, las cámaras son más pequeñas y llegan a convertirse en simples fosas revestidas de sillares y separadas entre sí. ESCULTURA Las estatuas de gran tamaño son escasas en el arte fenicio; es mucho más frecuente la plástica menor, de terracota o de bronce, así como la talla en marfil o en gemas, donde se ha transmitido la mayor parte de su iconografía figurada; ya sea por la falta de materiales idóneos, por la menor preparación técnica o por la tendencia racial al rechazo de los ídolos, los fenicios casi no realizaron esculturas de tamaño natural y sólo en el relieve muy plano o en el grabado tuvieron un desarrollo ocasional. No obstante, en los casos en que se hizo necesaria la producción de esculturas, se recurrió a pueblos vecinos donde este arte estaba bien desarrollado. Aparte de algunas figuras aisladas de material y factura muy diversa, el gran conjunto de la escultura fenicia está formado por los sarcófagos que se pusieron de moda en Sidón a comienzos del siglo V a. C.; es una faceta en la que se aprecia bien el modo de pensar de esta cultura y su facilidad para integrar elementos ajenos. Tabnit y Eshmunazar, dos soberanos de Sidón, fueron posiblemente los primeros en sentirse atraídos por la forma egipcia de enterramiento en sarcófagos, y por la creencia en que dentro de estas enormes cajas de piedra con silueta humana, el espíritu podía volver siempre a encontrar los restos de su existencia material y reconocerse en los rasgos labrados en la tapadera, como habían pensado en Egipto durante milenios. Para ello, Tabnit encargó hacerse traer un sarcófago de basalto negro, que había pertenecido a un alto dignatario egipcio, y le añadió su propia inscripción. Eshmunazar se enterró en otro sarcófago similar, pero que parece haber sido labrado ya para él; sobre la tapa hay una inscripción fenicia que previene a los posibles saqueadores de que no podrán encontrar en su interior ningún tipo de riquezas, sino sólo la maldición que perseguirá a quien se atreva a molestar su descanso. Poco después, muchos personajes sidonios imitaron a los reyes con sarcófagos egiptizantes, mientras que otros buscaron, en las islas griegas cercanas, talleres que fabricaran obras semejantes pero con mármol de Paros y en su estilo propio. Durante el siglo V a. C., los sarcófagos mantuvieron la forma antropoide egipcia, aunque los rasgos del personaje respondieran al arte griego, y en el siglo siguiente, se inclinó el gusto hacia los sarcófagos de tipo helenístico, en forma de caja rectangular con cubierta a dos aguas y decoración en relieve. Pocas de estas piezas se difundieron en Occidente; en Sicilia hay algún sarcófago antropoide de arte local; en 4

Cartago se conocen dos ejemplares tardíos, con la caja rectangular, pero que mantienen aún el retrato del difunto yacente sobre la cubierta. Cádiz ha suministrado dos magníficos ejemplares del tipo sidonio, que aun siendo obras griegas, deben ser consideradas como las piezas artísticas de mayor calidad que aportaron los fenicios a nuestro país. El más antiguo de los sarcófagos gaditanos apareció en 1980, en un sector aislado de la necrópolis, protegido con sillares y sin ninguna indicación externa, como si se hubiera querido esconder totalmente su presencia para evitar que fuera saqueado; no contenía objetos de valor, ni estaba acompañado por ningún tipo de ajuar, salvo unos pequeños colgantes de pasta, que formaban una pulsera, y el escarabeo para sellar documentos, que la señora allí enterrada debió utilizar durante su vida. La tapadera del sarcófago muestra los rasgos de una mujer joven, con el peinado jonio de bucles alrededor del rostro, que debía complementarse con rizos pintados sobre los hombros; su vestido es una túnica de cuello rectangular y mangas cortas que le llega hasta los pies, sin ningún tipo de pliegues, al estilo fenicio; la mano derecha está extendida y la izquierda se cierra sobre un pomo de perfume; además, hay un suave modelado del cuerpo, que se insinúa bajo la túnica con el abultamiento de los senos y que se aprecia casi solamente por el tacto en los músculos de los brazos. En pocos ejemplares de sarcófagos se encuentra una elaboración tan cuidada, lo que unido al estilo del rostro, sobrio y sereno, hace pensar que su fabricación se debe a un artista formado en los ambientes del primer clasicismo, hacia los años 480-460 a. C. El segundo sarcófago es conocido desde 1887; su aparición produjo una atracción general de los arqueólogos europeos sobre España, ya que no hacía muchos años que habían llegado al Museo del Louvre los primeros ejemplares sidonios y este hallazgo permitía suponer que nuestro suelo podía contener obras de tan alta calidad como las que proporcionaba Oriente. La imagen labrada sobre su tapa, de un varón barbado que sostiene una granada en la mano izquierda, ha sido una de las más reproducidas en todos los tratados de arte español, por su singularidad, que no ha sido superada hasta la aparición del nuevo sarcófago femenino. El sarcófago varonil tiene las mismas características técnicas y ofrece también detalles anatómicos que no suelen encontrarse en los de Sidón; su peinado es también una peluca de bolas, aunque se aprecien peor por la acumulación de concreciones; la forma de la barba y los rasgos físicos coinciden con obras de talleres griegos establecidos en el sur de Italia a fines del siglo V a. C. Es posible que los sarcófagos gaditanos procedan de un mismo taller, activo durante casi un siglo, que trabaja también en mármol blanco, pero distinto al de Paros. Su estilo sólo puede relacionarse con otro del Museo Metropolitano de Nueva York, que bien podría proceder también de Cádiz, ya que su origen se pierde en las oscuras referencias del mercado internacional de antigüedades. En Cádiz, son numerosas las noticias de hallazgos de sarcófagos en diversas obras, que fueron ocultados, rotos o hechos desaparecer para ev...


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