Estado, bienestar e ideología: un análisis de las teorías sociales del bienestar PDF

Title Estado, bienestar e ideología: un análisis de las teorías sociales del bienestar
Author M. Domínguez Sánc...
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E ¡ u u UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID ¡ FACULTAD DE CC. POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA u DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA V <TEORIA SOCIOLÓGICA) E TESIS DOCTORAL ESTADO, BIENESTAR E IDEOLOGíA. UN ANÁLISIS DE LAS TEORÍAS SOCIALES DEL BIENESTAR Director: Lorenzo Navarrete Moreno Mario Domínguez Sánchez-Pinil...


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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CC. POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA V

1. UNA DEFINICIÓN COMPLICADA Nunca como hoy la ideología ha sido a la vez tan visible y tan invisible, tan presente y tan ausente. Desde la izquierda se la considera a menudo como propiedad exclusiva de las clases dominantes, mientras que para la derecha parece ser una áriday totalizadora excepción a su propio sentido común. Algunos estima que, en la actualidad, este concepto es demasiado ubicuo como para tener algún significado; otros, que es demasiado homogeneizador para un mundo lleno de diferencias.

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--•.~,. En efecto, el término ideología tíene una cantidad tal de significados, muchos dees lunos texto, cualestodo no sonun compati b l e s, que se puede deci r que l a pal a bra i d eol o gí a conjunto de diferentes tendencias, definido por historias ~,< -diversas y es probablementemás importante averiguar que hay de valioso o que ~puede serdescartado en cada unade estas hi s tori a s que forzar todo el conj u nto .,..en unagran teoría global1. defi Unanedefilaniicdieolón otradi c i o nal , entre otras muchas, es l a que gía éomo un “conjunto de creencias o proporciona Plamenatz ideas, o incluso actitudes estrechamente relacionadas, características de un grupo o una comunidad”. Por lo mismo unaideología política es un “conjunto de ideas y creencias” que la gente mantiene sobre su régimen político y sus instituciones y sobre la posición y el papel que ocupan en él. De acuerdo a esto la ideología política se nos presenta como un sinónimo de “cultura política” o “tradición política”. A pesar de un intento de síntesis comoéste, el término sugiere una amplitud difícil de abarcar. Para indicar esta variedad de significados, T. Eagleton2enumera una extensa lista de definiciones de ideología que actualmente están en circulación: a) el proceso de producción de significados, signos y valores en la vida social, 5

CAPÍTULo 1. IDEaL 06/A

b) una serie de ideas estructuradas de un grupo o clase social determinado, c) ideas que ayudan a legitimar un poder político dominante, d) faltan ideas que ayudan a legitimar un poder político dominante, e) comunicación sistemáticamente distorsionada, f) lo que ofrece una posición a un sujeto, g) formas de pensamiento motivadas por intereses sociales, h) identidad de pensamiento, i) ilusiones socialmente necesarias, la coyuntura del discurso o del poder,

j)

k)medio en el cual los actores sociales conscientes dan sentido a su mundo, 1) conjunto de creencias orientadas a la acción, m) la confusión de la realidad lingúística y fenoménica, n) clausura semiótica, ñ) el medio indispensable en el que los individuos expresan sus relaciones en una estructura social, o) el proceso en el cual la vida social se convierte en una realidad natural. En principio, puede observarse que no todas estas formulaciones son compatibles. Si por ejemplo ideología significa cualquier conjunto de creencias motivadas por intereses sociales, entonces no pueden coincidir con las formas dominantes de pensamiento en una sociedad. En segundo lugar, hay que destacar que algunas de estas formulaciones son peyorativas, algunas ambiguas, otras no peyorativas e incluso algunas neutrales. En tercer lugar, podemos advertir que algunas de estas formulaciones implican cuestiones epistemológica relativas a nuestro conocimiento del mundo— mientras que otras no dicen nada al respecto. Algunas de ellas implican un sentido consciente de la realidad, mientras que otras dejan este tema sin definir. De hecho, esta distinción ha constituido un criterio importante de clasificación en la historia de la ideología y refleja una disonancia entre dos de las principales tradiciones: para decirlo brevemente, habría una línea central que iría de Hegel y Marx hasta algunos pensadores marxistas posteriores, que ha indagado en los conceptos de 6

CAPiTULO

1. IDEaL00/4

cognición falsa y verdadera, entendiendo la ideología como una distorsión, iluminación y mistificación. Y por otra parte, una tradición alternativa de pensamiento que ha sido menos epistemológica que sociológica al preocuparse más por la función de las ideas dentro de la vida social que con su certeza o falsedad. Los sociólogos funcionalistas, sobre todo americanos, mantuvieron (y mantienen) la creencia de que la ideología es una forma esquemática e inflexible de ver el mundo, frente a un saber parcial, modesto y pragmático que les representa. Esta concepción apareció en el periodo de la posguerra como parte de una sabiduría popular frente a una teoría sociológica que se perdía en meandros de sentido. Para el politólogo americano E. Shils, las ideologías eran cerradas, reacias a la innovación y requerían una total entrega de sus I-z~c.explicitas, 5 Lo que esto venia a expresar es que los países del Este eran presa tpartidarios. :rde la ideología, mientras que los Estados Unidos veían las cosas como realmente ~eran.Una característica interesante de estas teorías del “fin de las ideologías” es

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que tienen a contemplar la ideología de dos formas contradictorias: a veces como • =.algociegamente irracional, y otras como algo excesivamente racionalista. Por una .

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parte, las ideologías son pasionales, retóricas, impulsadas por alguna ignorante fe pseudo-religiosa que afortunadamente ha desplazado el mundo tecnocrático del capitalismo moderno. Por otra parte constituyen áridos sistemas conceptuales que tratan de reconstruir la sociedad desde unas bases prefijadas de acuerdo a un calco preconcebido. Como A. Gouldner ha caracterizado irónicamente estas ambivalencia, la ideología es el “henchido ámbito mental de la conciencia doctrinaria, dogmática, exaltada, deshumanizada, falsa, irracional y por supuesto ‘extremísta

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Desde el punto de vista de la ingeniería empírico social, las ideologías tienen por una parte mucho corazón, pero por otra muy poco, y por lo mismo se pueden al mismotiempo condenar como una fantasía lúdica y como un dogma asfixiante. en otras palabra, atraen la ambigua responsabilidad tradicionalmente atribuida a 7

CAPÍTULO 1. IDEaLVG/A

los intelectuales, a los la imaginería popular desprecia por su sueño visionario al mismo tiempo que se les censura por su patológica distancia de los problemas cotidianos. No deja de ser una ironía que al tratar de reemplazar un fanatismo exaltado con una tecnocracia austera a la hora de afrontar los problemas sociales, los teóricos del fin de las ideología recuperaron sin darse cuenta el gesto que aquellos que inventaron el término ideología por vez primera, los ideólogos de la ilustración francesa. Por otra parte hay que tener en cuenta que el término ideología debería referirse no sólo a sistemas de creencias, sino también a cuestiones de poder En el sentido de que quizá la noción más común sea que la ideología tiene que ver con la legitimación del poder de un grupo o clase dominante. “Estudiar la ideología —escribe J.B. Thompson—

(...) es estudiar las formas en que el

significante (o la significación) sirve para mantener relaciones de dominación”.5 Estamos probablemente ante la definición más aceptada de ideología, pero la cuestión sigue complicándose puesto que el proceso de legitimación parece implicar al menos seis estrategias diferentes. Un poder hegemónico se puede legitimar al promover creencias y valores que le convienen; al natural,éar y universalitar tales creencias para prestarles una auto-evidencia inevitable; den¿grar las ideas que puedan cambiarle; excluir a las formas rivales de pensamiento, quizá gracias a una lógica tácita pero sistemática; y obscurecería realidad social de modo conveniente, tal mistificación, como comúnmente se le conoce, adopta por lo común la forma de enmascarar o suprimir los conflictos sociales, de lo cual procede la concepción althusseriana6 de la ideología como una regulación imaginaria de contradicciones reales, es decir la ideología como legitimación. En cualquier forma ideológica actual, es probable que estas seis estrategias interactúen entre sí de manera harto compleja. Sin embargo nos enfrentamos a dos dificultades si aceptamos esta persuasiva definición de ideología. Por una parte, no todo conjunto de creencias que se puede identificar como ideología se ha de asociar con un poder político dominante, aquí analizaremos movimientos como los feministas, ecologistas e

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CAPiTULO 1. IDEaL06/A

incluso socialdemócratas que tienden a pensar casi instintivamente en la ideología como modelo de pensamiento hegemónico, pero también ellos mismos son ideológicos mientras permanecen en la oposición política. Da entonces la sensación de que la ideología es como la halitosis: siempre la percibimos en los demás, pero nunca la reconocemos en nosotros.. De ahí nuestra necesidad de ampliar el concepto de ideología: no es sólo políticamente hegemónica, esto es, significa un compromiso con los sistemas de pensamiento dominantes, sino también opositora. Precisamente aquí nos encontramos con el segundo problema de la tesis de la “ideología como legitimación” y que concierne a la naturaleza misma del poder. Según M. Foucault,7 el poder no es algo restringido a los ejércitos y parlamentos,

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caracterización de la microfísica del poder habla más bien de una red

•.=‘intangiblee interiorizada que se dirige no ya a voluntades colectivas sino a los >~smás nimios gestos y expresiones intimas. Según esta teoría, limitar la idea del =zpodera sus manifestaciones políticas más obvias sería de hecho un movimiento :rldeológico que oscurece la compleja difuminación de sus operaciones. El que

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pensemos en el poder como algo que imprime nuestras relaciones personales y

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actividades rutinarias, como algo que no sólo reprime o niega sino que produce positivamente, nos genera tal y como somos, es todo un logro analítico que por ejemplo han recogida las feministas. Pero también supone un problema para aclarar el significado de ideología, ya que si no hay valores y creencias que no dependan del poder, entonces el término ideología amenaza con expandirse hasta hacerse inidentificable y perder toda su capacidad analítica. Si el poder es omnipresente, entonces el término ideología deja de identificar algo concreto y se convierte en un significante vacío, coextensivo a todo lo político. Problemas parecidos a esta concepción del “pan-poder” nos los vamos a encontrar si definimos la ideología como cualquier discurso ligado no ya al poder, sino a intereses específicos. De nuevo la misma pregunta: ¿qué no es interesado? Porque si definimos la ideología como un posicionamiento “socialmente 9

CAPíTULO 1. IDEaL06/A interesado” entonces no estamos especificando nada. Quizá podríamos tratar de distinguir entre interés individual y social, de manera que la ideología denotase el interés de grupos sociales específicos más que la insaciable búsqueda de promoción de un individuo; pero la línea divisoria entre lo social y lo individual es bastante problemática, lo cual nos llevaría de nuevo a la dificultad inicial. Tal vez seria más útil distinguir no entre interés individual y/o social, sino entre aquellos “discursos interesados” que en cualquier momento son esenciales para un orden social dado y cuáles son conflictivos. Siempre nos encontraremos que en una misma sociedad, donde hay diversas clases, intereses y asociaciones políticas y religiosas, con distintos grado de poder y diferentes dogmas, habrá algunos que traten de defender el orden establecido y otros de producir cambios por los que abogan. Por ello, cuando hablamos de ideología, debemos considerar siempre esta característica peculiar: una ideologías políticas dadas racionalizan el statu quo, mientras que otras tratan de cambiarlo. Se trata pues de una apuesta por el valor sociológico o político de la ideología, más que por su valor epistemológico. Este último, el valor epistemológico, es otro de los elementos a tener en cuenta y que nos lleva de forma directa a esa definición marxiana de “falsa conciencia”. Es una noción de ideología hoy en día muy impopular (en su momento fue todo lo contrario) porque establece una caracterización epístemológica de la ideología al indagar en si nuestras ideas en general casaban o correspondían con la realidad o no. Y al contrario, esta noción de “falsa conciencia” nos podría hacer pensar en la posibilidad de una forma correcta e inequívoca de comprender la realidad, lo cual supone que detrás hay una tosca y cuestionable teoría del conocimiento. Incluso permite suponer que una minoría de teóricos monopolizan un conocimiento científico del mundo y de la sociedad, mientras que el resto permanece perdido en las tinieblas de la falsa conciencia, lo cual no cuadra muy bien con una mínima sensibilidad democrática. En esta situación parece más sencillo rechazar la concepción epistemológica, favoreciendo un sentido más político o sociológico de la ideología, en tanto que medio por el cual 10

CAPíTULO 1. SOL CG/A hombres y mujeres llevan a cabo sus batallas políticas a nivel de signos, significados y representaciones. Incluso ortodoxos del marxismo como A. Callinicos urge eliminar los elementos epistemológicos de la teoría marxiaRa de la ideología;8 mientras que G. Therborn9 insiste en eliminar de una vez por todas esa concepción de falsa conciencia. Hay varias razones añadidas por las cuales la noción de “falsa conciencia” parece cada vez menos convincente. Una de ellas tiene que ver con lo que podríamos denominar la moderada racionalidad de todos los seres humanos en general. Tal vez esta confianza en la extensión de la racionalidad sea más bien una expresión de fe, aunque basada en autores como Aristóteles, que un argumento concluyente, máxime tras haber sido testigos en lo que va de siglo de

- ~comociertas creencias sangrientas e irracionales son capaces de influir en masas sde personas. Aún así cabe mantener una cierta fe en el realismo básico y en la • zinteligencia popular a efectos de lo que venimos debatiendo. Pero incluso aunque rzsea cierto que la mayor parte de las ideas por las que la gente ha vivido no sean ~2deltodo descabelladas, eso no nos sirve para desechar esta tesis de la “falsa

• ~. zconciencia”, porque aquellos que sostienen esta postura no necesitan negar que •

~ciertos tipos de ilusiones pueden expresar las necesidades que parezcan reales, pero ello no implica que esa gente carezca de certezas para sostener tales creencias. La cuestión puede ser simplemente que lo que piensan no es necesariamente lo que está de acuerdo con la realidad, y que esto mismo es un asunto relevante para el poder político. De todas formas, abogar por una definición más política que epistemológica no supone entender que política e ideología son idénticas. En principio es posible distinguirlos con facilidad si aceptamos que la política se refiere a los procesos por los cuales se mantiene o cambia el orden social, mientras que ideología denota las formas en que estos procesos pueden captarse en el ámbito de la significación. Parte de la oposición a esa tesis de la falsa conciencia parte de la acertada afirmación de que, para ser efectivas, las ideologías deben poseer al menos algún 11

CAPÍTULO 1. IDEaL06/A mínimo sentido de la experiencia de la gente, desde el cual calcular la realidad social sobre la cual establecer una interacción. Como J. Elster10 nos recuerda, las ideología dominantes pueden modelar activamente los deseos y necesidades de aquellos que participan de éstas, pero también deben comprometerse con los deseos y necesidades que la gente ya tenía, transformándolos para hacerlos peculiares, y alimentándolos de forma que hagan plausibles y atractivas a estas ideologías. Deben ser suficientemente “reales” como para suministrar una base con la que las personas puedan construir una identidad coherente, establecer motivaciones sólidas que se traduzcan en una acción efectiva, y algunos intentos fiables de explicarse a sí mismos y a otros las incoherencias y contradicciones más flagrantes de tales ideologías. En suma, las ideologías deben ser algo más que ilusiones impuestas, ya que han transmitir a los sujetos que las sostienen una versión de la realidad social que sea suficientemente reconocible y no fácilmente rechazable, a pesar de todas sus inconsistencias. Cualquier ideología que fracase en enlazar con la experiencia vivida por sus partidarios será muy vulnerable. Pero nada de esto contradice el hecho de que las ideologías contienen a menudo importantes proposiciones que son absolutamente falsas, o que al menos no se han demostrado. Otros tipos de enunciación ideológica son verdaderos en lo que afirman, pero falsos en lo que excluyen, o al menos que lo que denominamos discurso ideológico es verdad en un nivel pero no en otro. Por ejemplo, una proposición es verdadera en el significado superficial, pero falsa en las asunciones subyacen tes. En ese sentido el análisis ideológico puede aparecer menos como una materia de proposiciones que de pseudo-proposiciones. A menudo parece que la superficie gramatical de una proposición ideológica es referencial (descriptiva cJe estado o acontecimientos) mientras que secretamente es emotiva (expresión de la realidad vivida de los sujetos humanos) o conativa (dirigida al logro de ciertos efectos). La ideología, dice L. AlthusseH expresa una voluntad, una esperanza o una nostalgia más que describe una realidad. Althusser trata de 12

CAPiTULO 1. IDEOL06/A trasladar la teoría de la ideología de un terreno cognitivo a otro afectivo, lo cual no supone necesariamente negar que la ideología contiene ciertos elementos cognitivos, ni de reducirla a lo meraniente subjetivo. Es subjetiva en el sentido de estar centrada en el sujeto, de modo que las posiciones de éste se descifran como actitudes expresivas, o relaciones vividas del mundo, por parte del hablante; pero no es una cuestión de caprichos privados, porque se ponen en juego ciertas creencias sobre los valores sociales que se implican en la vida del sujeto. Por tanto, los elementos ideológicos pueden parecer subjetivos, pero no privados, y en este sentido tienen una cierta afinidad con los juicios estéticos kantianos, que son al mismo tiempo subjetivos y universales. Así que por una parte la ideología no es un mero conjunto de doctrinas

• _ abstractas, sino la materia que nos hace singulares, que constituye nuestras identidades; por otra parte, se presenta como un “Todo el mundo sabe que”, una -

especie de verdad anónima universal. No obstante, si concluimos que la ideología

tes menos una materia de representación de la realidad producida por relaciones -:~vividas, ¿no destruye esto definitivamente la disputa verdadífalsedad? Una razón ka añadir a las anteriores estriba en que es difícil entender cómo alguien podría -~equivocarse en relación con su experiencia vivida: lo que uno experimenta no puede ponerse en duda. De todos modos, en lo que consisten mis relaciones vividas con el orden social puede ser más problemático de lo que los althusserianos han llegado a sospechar. Quizá sea un error imaginar que Althusser hablaba ante todo de una experiencia consciente, ya que nuestras relaciones vividas con respecto a la realidad social son para él claramente inconscientes. Pero si nuestra experiencia es elusiva e indeterminada, ¿cómo calificarla de verdadera o falsa? Althusser puede tener razón al afirmar que la ideología es ante todo una cuestión de “relaciones vividas’, pero no hay relaciones que no impliquen tácitamente un conjunto de creencias y suposiciones, las cuales se pueden abrir a los juicios de certidumbre y falsedad. Así que no se trata de negar esta apertura, sino más bien de entender que aunque las ideologías contienen algún tipo de conocimiento. no son básicamente cognitivas, y que el conocimiento en cuestión es menos teórico 13

CAPÍTULO 1. IDEaL 06/A (que para Althusser es el único conocimiento que existe) que pragmático, esto es, que orienta a...


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