Platón ( Apuntes EBAU) PDF

Title Platón ( Apuntes EBAU)
Course Historia de la Filosofía
Institution Bachillerato (España)
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Apuntes de Opinión, Dialéctica, Reminiscencia, Idea de Bien, Relación Platón-presocráticos, Relación Platón-Sócrates y Sofistas, Relación Platón-Aristóteles, Relación Platón- Nietzsche...


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PLATÓN (TÉRMINOS Y RELACIONES EBAU – APUNTES) TÉRMINOS 1. Opinión • Término perteneciente a la teoría platónica del conocimiento. • La “opinión” (doxa) es un término que fue usado ya por Parménides para referirse a lo que no es y no puede ser nunca “verdad”. Para Platón, sin embargo, el conocimiento es un proceso gradual y la opinión es el punto de partida inevitable, el grado mínimo del conocimiento, un punto de partida que, es cierto, debe ser sin embargo superado mediante el pensamiento racional, la dialéctica ascendente que nos eleva por encima de las apariencias del mundo y las conjeturas, imaginaciones y creencias que nos formamos sobre ellas. • La opinión incluye las imaginaciones y conjeturas que nos hacemos a partir de las “representaciones” de los objetos (tal y como se dan, por ejemplo, en el arte y la poesía –hoy en día en los medios de comunicación y las redes sociales, por ejemplo), así como las creencias que nos formamos sobre los propios objetos sensibles sobre la base de nuestra propia experiencia directa y no a la luz de su Idea. • La opinión conforma la primera mitad (con sus dos segmentos correspondientes a las conjeturas y las creencias) del “símil de la línea”, y corresponde igualmente al “conocimiento” que permanece apegado al mundo sensible y sus objetos materiales. La opinión no constituye, para Platón, conocimiento verdadero, aunque sí el punto de partida para llegar a él. En esto Platón se distancia de Parménides, pues considera que puede haber, a pesar de todo, algunas opiniones “más verdaderas” que otras. • Las opiniones expresan puntos de vista subjetivos, particulares, interesados, parciales, contingentes, frente al conocimiento racional de las Ideas, que expresa verdades objetivas, universales, desinteresadas, imparciales y necesarias, resultado de un “punto de vista superpersonal” que hace posible algo así como lo que el filósofo Thomas Nagel ha llamado “una visión desde ningún lugar” (esto es, una visión objetiva de las cosas). • En el mito de la caverna, la opinión se corresponde con la cháchara de los prisioneros encerrados en el interior de la gruta.

2. Dialéctica • Término importante en el marco de la teoría platónica del conocimiento. • Originalmente, alude al método socrático de aproximación a la verdad del concepto por medio del diálogo racional. • De un modo más técnico, preciso y propio de la filosofía de Platón, la dialéctica es el proceso que sigue el pensamiento racional al descubrir las Ideas y ascender de una a otra, proceso que corresponde al grado superior del conocimiento científico o episteme (representado por el cuarto y último segmento en la segunda mitad de la línea del “símil de la línea”, correspondiente a las ideas superiores; particularmente, las Ideas morales, estéticas y políticas). • La dialéctica consiste, pues, en un proceso de elevación intelectual por el que se va ascendiendo de la intuición o intelección racional pura (noiesis) de una Idea a otra de rango superior, hasta alcanzar la Idea suprema del Bien. • La iniciación en la Dialéctica supone haber atravesado los niveles o grados inferiores del conocimiento y supone continuar avanzando a lo largo de un proceso esforzado, dilatado en el tiempo y especialmente dificultoso, reservado al filósofo, interesado solo en el conocimiento por el conocimiento mismo y destinado al gobierno de la polis ideal platónica. • En el mito, el movimiento dialéctico viene representado por el esfuerzo de ascenso del prisionero liberado que sale al exterior y que, después de un proceso gradual que empieza con la contemplación de la sombras en el agua y pasa a la visión nocturna de las estrellas, termina contemplando directamente el sol. Para Platón, el conocimiento es una contemplación por medio de la razón, y su meta o fin último es la contemplación (comprensión racional) de la esencia del Bien. • Platón habla también de una dialéctica descendente, consistente en deducir la verdad de los objetos sensibles existentes en el mundo material a partir de la Idea suprema y las Ideas más generales y abstractas a las que llega el pensamiento .

3. Reminiscencia • Término importante dentro de la teoría platónica del conocimiento. • Traducción del término griego anámnesis, que quiere decir “recuerdo”. • Para Platón, “conocer es (en cierto sentido) recordar” o “re-conocer”, es decir, “caer en la cuenta de” o “hacerse consciente de” verdades (las Ideas) que, de algún modo, están o estaban ya puestas en las cosas y presentes en el

alma antes de que tomásemos consciencia de ello; conocer y comprender es hacer explícito lo que estaba implícitamente puesto ya en las cosas y en el alma racional (el alma encuentra en sí misma las verdades esenciales; para dar con ellas hay que mirar hacia adentro). • En su diálogo titulado Menón, Platón ilustra este concepto mediante el célebre ejemplo del esclavo que, sin haber recibido nunca enseñanza matemática, es capaz de deducir pos sí mismo verdades geométricas con la sola ayuda de las preguntas que el personaje de Sócrates le hace. Platón cree demostrar con esto que las Ideas matemáticas “pertenecen al alma” y que de lo que se trata, cuando llegamos a comprenderlas, es de “recordarlas”. (Por cierto: este célebre episodio del Menón viene a ser también la demostración platónica de que la razón nos hace a los seres humanos iguales –más allá de las convenciones sociales que hacen de algunos unos esclavos-; la demostración platónica de la idea de que todos somos iguales frente a las verdades de la razón (porque estas son universales); la idea de que todos tenemos ya en el alma –como se dice en el mito de la caverna- “la capacidad de conocer y el órgano necesario para ello”, y que esto es el fundamento del aprendizaje y de una posible “liberación” de los seres humanos.) • Platón se apoya en la teoría pitagórica de la preexistencia del alma, aunque no podemos estar seguros de hasta qué punto Platón creyese en la “literalidad” del relato que hace sobre la preexistencia de las almas… Podría tratarse de una metáfora, que podríamos interpretar como si Platón nos dijese que todo sucede “como si” el alma hubiese estado ya en el mundo inteligible y hubiese aprendido las Ideas que luego olvidó al unirse a un cuerpo y contaminarse con su materia… de manera que más adelante “conocer” será “recordar”. • Con esta idea Platón está señalando a lo que los racionalistas modernos (como Descartes), a partir del siglo XVII, denominarán la existencia de “ideas innatas” o “a priori” (independientes de la experiencia y anteriores a ella), esto es, no aprendidas, pertenecientes a la Razón pura, que se desarrollan con el desarrollo de la razón.

4. Idea de Bien • Término perteneciente a la Metafísica platónica. • “Idea suprema” situada en cúspide la organización jerárquica propia del mundo inteligible; Platón no la define pero da a entender que la concibe como armonía, realización plena, perfección (principio que todo lo gobierna y fin último de todo).

• “Principio de existencia” (arjé) y “principio de inteligibilidad” de la verdadera realidad y de todo cuanto hay en ella: solo puede haber cosas y solo podemos conocer y comprender la Idea de cada cosa a la luz de la Idea del Bien, es decir, teniendo en cuenta la perfección y armonía a la que todo tiende y toda cosa tiende, la perfección que toda cosa puede realizar y tiende a realizar. • La “contemplación” de la Idea del Bien requiere del proceso dialéctico del conocimiento que asciende arduamente través de las Ideas de los objetos sensibles hasta la comprensión de la razón de ser final de todas las cosas (del todo y su armonía). • Idea que recibe la influencia del concepto de nous de Anaxágoras (la “inteligencia ordenadora” que asigna a cada cosa su lugar propio en el cosmos) –y que influirá en la concepción teleológica de la realidad propia de Aristóteles, según la cual “todo tiende a un fin” que explica su existencia y la dota de un sentido inteligible. • Quienes acceden a la Idea del Bien no pueden dejar de contemplar las cosas y de actuar conforme a esa Idea; estos serán los reyes filósofos encargados del gobierno de la ciudad ideal. • En el mito de la caverna, la Idea del Bien está representada por el sol, a la luz del cual aparecen todas las cosas y pueden ser “contempladas” (conocidas).

RELACIONES 1. Platón-presocráticos Platón construye todo el andamiaje de su sistema filosófico sobre la base de una especie de diálogo crítico con toda la filosofía anterior a él. En particular, retoma y reelabora planteamientos de los filósofos presocráticos del período

cosmológico anterior al giro antropológico protagonizado por Sócrates y los sofistas en la Atenas del período clásico (siglo V a.C.).

Para empezar, puede decirse que Platón hereda el espíritu racional o racionalista de la tradición de pensamiento que se remonta hasta Tales de Mileto y los físicos jonios de la Escuela milesia. Para estos pensadores, se trata de descubrir, conocer y explicar por medio de la sola razón cuál es el “arjé” o principio subyacente que gobierna la totalidad de lo real.

Sin embargo, mientras que para los cosmólogos milesios este principio ha de ser algún tipo de elemento o sustancia material, Platón, más cercano en esto a Pitágoras, Parménides y Anaxágoras, entiende que el principio de todo lo real ha de ser un principio organizativo de carácter formal.

En efecto, aunque Platón concibe, siguiendo en este punto las enseñanzas de Heráclito, la realidad aparente, la naturaleza sensible accesible a nuestros sentidos, como un continuo devenir de múltiples y cambiantes formas materiales sometidas al paso del tiempo y a su poder de desgaste, entiende que la verdadera realidad de cada cosa, su “eidos”, “idea” o esencia, su verdadero “ser”, ha de ser en cada caso una, que, como el “Ser” de Parménides, se revela solo al pensamiento o inteligencia racional (“nous”), no a los sentidos, y posee las propiedades que Parménides había atribuido al Ser: el Ser es uno, eterno – inengendrado, incorruptible-, invariable, siempre igual a sí mismo… Para decirlo con un ejemplo: mientras que en la naturaleza observable a nuestro alrededor podemos encontrar muchos y muy diferentes caballos, el verdadero ser del caballo (su “eidos” o “idea”), su esencia, aquello que hace que un caballo sea un caballo, eso es siempre una y la misma “cosa”, y esta “cosa” no cambia, y solo puede ser pensada, pero no vista ni oída ni tocada.

Pero, sobre todo, si hay un pensador presocrático que ejerció una influencia notable sobre Platón, ese fue Pitágoras con su planteamiento de que el “arjé” es número y de que, por lo tanto, la naturaleza física observable a nuestro alrededor, como el sonido de un instrumento de cuerda, ha de tener una estructura profunda, una “matriz generadora” de naturaleza matemática. La importancia que en el conjunto del sistema filosófico de Platón tendrán las matemáticas no se puede exagerar. Es conocida la anécdota según la cual a la entrada de la Academia que fundó Platón (el primer centro de investigación y estudios avanzados o superiores -la primera “Universidad”- en la historia de la cultura occidental) podía leerse una leyenda que rezaba “No entre aquí quien no

sepa geometría”, y no en vano ha llegado a decirse que el Platonismo es una especie de Pitagorismo. En efecto, para Platón, las matemáticas constituyen algo así como una puerta de acceso al mundo inteligible –el primer escalón de su estructura jerárquica-. Para Platón las matemáticas nos ofrecen el modelo mismo de la verdad: un conocimiento caracterizado por su objetividad, necesidad y universalidad; las verdades de la geometría se derivan de la naturaleza o esencia misma de los objetos geométricos y de sus propiedades; son verdades necesarias o forzosas: verdades que no solo nos dicen cómo son las cosas, sino cómo tienen que ser forzosa o necesariamente; y son válidas para todo el mundo, en todo momento y lugar, y con independencia de los rasgos subjetivos o culturales de los individuos. En sus últimas obras (como el Timeo, donde desarrolla su modelo cosmológico), Platón situó las “ideas” matemáticas no en la base sino en la cima del mundo inteligible, cerca del lugar más elevado (en el que se encuentran también las ideas morales), dando a entender que consideraba las formas geométricas como si fueran los pilares sobre los que se asienta y se levanta la estructura toda del universo. (Siglos más tarde, en el momento del nacimiento de la Física moderna, Galileo afirmará, siguiendo a este Platón pitagórico, que la naturaleza es “un libro escrito en lenguaje matemático… caracteres geométricos” que hay que aprender a descifrar; aún hoy en día, algunos físicos y matemáticos como Roger Penrose, entre otros, entienden que el universo tiene una estructura profunda de carácter matemático en la que encontramos algo así como Ideas platónicas que se expresan numéricamente.)

Finalmente, es necesario referirse a la influencia de Anaxágoras sobre Platón. Mientras que, aproximadamente por la misma época en que Sócrates y los sofistas convivían y polemizaban en las Atenas democrática del siglo V a.C., Democrático y los atomistas defendían la idea de que el universo entero se reduce a un conjunto de partículas materiales que se mueven en el vacío y cuyos encuentros azarosos dan lugar al cosmos observable y a sus diferentes formas o sustancias, Anaxágoras sostuvo que no podía ser que la armonía de la naturaleza y del cosmos entero fuesen el resultado del movimiento caótico de la materia; tenía que existir algún principio formal organizador, alguna suerte de “inteligencia ordenadora” interna al propio cosmos que hubiese puesto a cada cosa en su lugar y hubiese asignado a cada cosa su función, de manera que cada cosa contribuyese, a su manera, a la armonía general del cosmos. Anaxágoras inaugura así lo que se conoce como el modelo de explicación “teleológica” de la naturaleza, de acuerdo con el cual “cada cosa en la naturaleza tiene su propia función, finalidad o propósito”, que da un sentido a su existencia y le permite contribuir al orden, la finalidad, el propósito y el sentido del cosmos en su totalidad. Platón también, como Anaxágoras, sintió que debía oponerse al materialismo ateo de los atomistas, que reducía el universo a un conjunto de partículas de materia que se movían sin sentido y sin finalidad. Platón heredó de

Anaxágoras el modelo teleológico de explicación de la naturaleza (que a su vez continuaría luego Aristóteles), un modelo según el cual el cosmos obedece a un principio inteligible, tiene un orden, un sentido y una finalidad. Para Platón este principio inteligible del cosmos, que dota de un sentido y una finalidad al universo, es la “Idea del Bien”. Todo cuanto existe en el universo tiende al cumplimiento de una finalidad que es la realización del Bien. Todo cuanto hay de verdadero, de justo y de bello en el cosmos, existe porque participa de la Idea del Bien y contribuye a su realización. El Bien explica todo lo verdadero, todo lo justo y todo lo bello que existe. La “Idea del Bien” es el principio y la causa suprema, el “arjé” del cosmos.

2. Platón-Sócrates y Sofistas Platón construye todo el andamiaje de su sistema filosófico sobre la base de una especie de diálogo crítico con toda la filosofía anterior a él. Ahora bien, de entre todos los pensadores que lo precedieron, el que probablemente mayor influencia ejerció sobre él y de forma más determinante y duradera marcó su vida y su pensamiento, fue Sócrates.

Si de la tradición jonia que se inicia con Tales de Mileto Platón heredó el espíritu racional o racionalista que animaba a encontrar una explicación racional del universo, de la physis, del humanismo de Sócrates Platón heredó la pretensión de extender la búsqueda racional y aplicarla al esclarecimiento de los problemas éticos o morales y políticos.

Del “intelectualismo moral” de Sócrates, que afirma que la virtud es conocimiento y pasa por el conocimiento, Platón hereda una manera de plantear y resolver los problemas morales que podemos considerar a la vez característicamente “racionalista”, “objetivista” y “universalista”. Es decir, como resultado de la influencia de la ética de Sócrates (combinada con la influencia del Pitagorismo), Platón pensó que existen verdades morales objetivas y universales, principios objetivos de justicia (el Bien en sí, la Justicia en sí) que tienen un fundamento o una justificación racionales (que la razón puede descubrir, establecer o conocer), y que por ser racionales han de ser universales, esto es, válidos para todos en cualquier momento y lugar y con independencia de nuestra procedencia y de nuestras identidades o señas de identidad culturales.

Si Pitágoras enseñó a Platón que existen verdades objetivas, necesarias o forzosas y universales (iguales para todos), que las verdades matemáticas ejemplifican de forma modélica, Sócrates orientó la búsqueda platónica de este tipo de verdades hacia el terreno de la moral y la política. Como Sócrates, Platón entenderá que para hacer el bien primero hay que conocer lo que es el bien (en términos de Platón, el Bien en sí, la “Idea del Bien”). Igualmente, Platón heredará de Sócrates toda una concepción de la moral centrada en la “aspiración al perfeccionamiento de la propia alma” por medio del conocimiento (en especial, el conocimiento de uno mismo) y la búsqueda racional del bien y la justicia; una moral que concibe la “vida buena” para un ser humano (para cualquier ser humano, por el hecho de ser humano) como una vida guiada por la razón y basada en el seguimiento de las virtudes morales que la razón nos descubre y enseña.

Platón hereda de Sócrates la idea de que el conocimiento es una virtud y la idea de que para ser virtuosos es necesario conocer; la idea de que quien conoce lo que es el bien no puede sino sentirse ligado, comprometido por el bien (obligado a hacer el bien); la idea de que solo el conocimiento puede llevar a la justicia y solo por medio del conocimiento y de la justicia puede una persona llegar a tener una “vida buena” o “digna” de un ser humano y una vida “feliz”; la idea de que quien hace el mal no lo hace voluntariamente (porque lo quiera o lo haya querido), sino por ignorancia, por desconocimiento, por falta de comprensión del mal que hace, porque ha tomado como un bien (aparente) lo que era un mal (objetivo). Todas estas ideas se derivan del “intelectualismo moral” socrático y están presentes, en mayor o menor medida, a lo largo de toda la extensa obra filosófica de Platón. Todas ellas sitúan a Platón (y luego, con matices, a Aristóteles) del lado de Sócrates en la polémica que este sostuvo con los sofistas.

Los sofistas fueron los “nuevos maestros” de la democracia ateniense, que llegaron en sustitución de los poetas y de su “sabiduría tradicional”. Fueron, probablemente, los fundadores del humanismo occidental. Criticaron la moral tradicional desvelando el carácter convencional de las leyes y normas sociales, y se comprometieron –al menos muchos de los primeros sofistas- en la defensa de la democracia y de reformas sociales de signo “igualitarista” (por ejemplo, con su idea de que la esclavitud no era más que una institución artificial y violenta). Para Sócrates, sin embargo, y luego también para Platón (e incluso para Aristóteles) los sofistas fueron maestros en el arte de la retórica y la dialéctica que menospreciaban el valor del conocimiento y la verdad y enseñaban a sus discípulos a “vencer” en los “combates dialécticos”, utilizando incluso estrategias retóricas para hacer pasar los argumentos más débiles por argumentos

fuertes. Para Platón, heredero de Sócrates en su polémica con los sofistas, estos últimos crearon un ambiente cultural escéptico y relativista que fue el caldo de cultivo para que la polis ateniense finalmente sucumbiera a manos de políticos demagogos y corruptos, sin preocupación por la verdad y la justicia ni escrúpulos morales, políticos que anteponían sus propios intereses particulares a la Justicia y el “Bien común” (el interés general) de la polis.

Frente al subjetivismo emotivista y relativista y el pragmatismo utilitarista de los sofistas, que sostenían que en cuanto a los problemas morales no hay más que p...


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