Socrates filosofia del derecho PDF

Title Socrates filosofia del derecho
Course Filosofía Del Derecho
Institution Universidad Veracruzana
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ensayo...


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Índice Contenido Introducción.......................................................................................................................................0 Índice.................................................................................................................................................1 Sócrates y la fe...................................................................................................................................2 Sócrates y la felicidad........................................................................................................................3 Sócrates y Dios...................................................................................................................................3 Sócrates y la religión del espíritu.......................................................................................................3 Sócrates y ¿Creo en Dios?..................................................................................................................4 Sócrates y ¿Virtud o desidia?.............................................................................................................5 Sócrates y ¿Individualidad o individualismo?....................................................................................5 Sócrates y el pecado y el amor...........................................................................................................6 Sócrates y la soledad..........................................................................................................................7 Sócrates y la amistad con Dios...........................................................................................................7 Conclusión.........................................................................................................................................9 Bibliografía......................................................................................................................................10

Sócrates y la fe Uno no cree en lo que sostiene una determinada religión por que posea determinadas razones, sino que cree en la medida en que interioriza, por decirlo así, una visión religiosa del mundo, y esta interiorización puede deberse a una infinidad de motivos: desde la autoridad de los mayores hasta la irrupción de un determinado acontecimiento que es visto, precisamente. Desde la óptica de la cosmovisión interiorizada. Las razones, en cualquier caso, son siempre posteriores a dicha interiorización y, por lo común, suponen un intento de racionalizar lo que, en última instancia, no depende de la razón. La creencia en la que se concreta una fe constituye el mundo en el que uno se encuentra, en el doble sentido de este “se”. Pues uno se encuentra a sí mismo, encontrándose inserto en un determinado mundo. De ahí que las razones que cuestionan la fe como credulidad o ilusión no terminen de hacer mella en aquel que posee una típica sensibilidad religiosa. Y es que, como decía Nietzsche, si no recuerdo mal, la fe que no se ha determinado por la razón difícilmente puede ser abandonada por medio de ella. De ahí que el filósofo no haga buenas migas con los acólitos de una determinada religión. Pues, la actitud fundacional de la filosofía es, de hecho, la de poner bajo sospecha la creencia en la que uno se encuentra y, por tanto, la de distanciarse, cuando menos, del juego que se está jugando, del mundo que se habita. En este sentido, no es casual que la reflexión del filósofo termine donde la dejó Sócrates, constatando que, en el fondo, nunca acabamos de saber de qué estamos hablando, sobre todo cuando empleamos grandes palabras. Por eso, mientras que el creyente es aquel que arraiga en el mundo a través de su creencia, el filósofo termina siendo una especie de desarraigado. Aquí conviene, sin embargo, distinguir entre el seguidor de una religión dada y el creyente bíblico, pues éste último acabará más cerca de la suspensión socrática que el primero, aunque no sea por medio de la reflexión sobre los lugares comunes que constituyen el mundo como hogar. Y es que aquel salir del juego típico del filósofo, en el caso del creyente bíblico viene de la mano de un sufrimiento indecente. La fe, desde el punto de vista bíblico, fue en última instancia un asunto de aquellos que no cuentan para el mundo. Ahora bien, a diferencia del filósofo, el creyente bíblico, aun cuando ponga a Dios bajo sospecha aun cuando se atreva a gritarle a un Dios que está por ver, permanece de algún modo a la espera de Dios, pendiente de su respuesta.

Sócrates y la felicidad Existen 2 puntos importantes para lograr la felicidad la primera: Sócrates decía el fin último del ser humano es la propia felicidad, empezando por uno mismo, llegar a ser mejor cada día, estar bien consigo mismo y con los demás, hacer el "bien" la cual nos lleva al siguiente punto: Segunda: Para Sócrates no existe felicidad sin la VIRTUD (del griego "arete" que es la actividad y modo qué perfecciona cada cosa, haciéndola hacer aquello que DEBE SER) o sea sé que la felicidad se logra a través de las virtudes que posee cada ser humano entendiéndose a este como los valores éticos. Los verdaderos valores no son aquellos que están ligados a las cosas exteriores como la riqueza o el poder o la fama, ni tampoco a aquellos que estén ligados al cuerpo como la vida, la fuerza física, la salud o la belleza, sino EXCLUSIVAMENTE LOS VALORES DEL ALMA...Por ejemplo de nada va a servir que tengas un cuerpazo y todos te alaguen por tu físico sino tienes virtudes (valores morales).... Bueno eso lo que Sócrates habla sobre la felicidad. "La verdadera felicidad consiste en hacer el bien" – Sócrates. Estar bien con las demás personas y estar en paz consigo mismo. Todo es para bien y nada espera mal. Necesitamos estar en paz con nosotros mismos antes de hacer la paz con los demas. Por qué de nosotros sale la negatividad. La felicidad es una meta que todos quieren alcanzar, pero no nos damos cuenta que ya la hemos conseguido.

Sócrates y Dios Para Sócrates, los dioses poseen un conocimiento sin límites, son omnipresentes y lo saben todo; y como ellos conocen qué es lo mejor para cada uno, no es necesario pedirles cosas particulares. Pensaba que de la misma manera que el cuerpo está hecho de cosas materiales, la razón humana forma parte de la Mente universal.

Sócrates y la religión del espíritu Sócrates vive la religión como algo personal, esto es religioso y no político, y las influencias sofísticas y racionalistas que se notan en el viejo Platón de las Leyes estaban muy lejos de haber hecho mella en su religiosidad. Para él, la religión era cosa íntima y personal.

Al mismo tiempo, Sócrates muestra rechazo frente a todo lo que suene a oscuridad, videntes, iniciáticos e intermediarios entre dioses y hombres, preparadores para cruzar la línea hacia el más allá. El único sacerdocio que Sócrates admitía era el colegio de Delfos, que se distinguía por el tacto y la prudencia en su relación con las otras religiones, y que en modo alguno aspiraba a un dominio exclusivo del culto. La piedad platónica que Platón aprendió en Italia de los pitagóricos, en Sócrates no asoma todavía. Sócrates se inclinó hacia la corriente legalista y apolínea, aunque con respeto total hacia el conjunto de la religión popular. Sobre esa base, se dedicó a moralizar la religión, al establecer con decisión el carácter moral de los dioses (lo que en definitiva, significaba intentar cambiar el modo de ser de tales dioses) y así liberarse de la angustia presente en la religión antigua, de la mirada de la esfinge. Sócrates, como todo buen filósofo, necesitaba ante todo saber.

Sócrates y ¿Creo en Dios? Realmente sería difícil dar una respuesta satisfactoria a esta cuestión. El concepto de “creer en dios” es uno que tiene que ver más con el monoteísmo y con la fe de las religiones abráhmicas. Ambas nociones eran diferentes para los griegos. Ellos tenían un Panteón de deidades muy arraigado en su cultura y de donde derivaban innumerables ritos, festividades y creencias. Por otro lado, había posturas teogónicas sobre el origen del mundo, los hombres y gran cantidad de fenómenos. Finalmente, estaba también esa creencia de que tanto dioses como hombres estaban sujetos al destino, pero que los primeros tenían en cierta forma la posibilidad de influenciar los acontecimientos en el mundo humano, tomando como “mascotas” a ciertos héroes, ciudades o pueblos. Cuando Sócrates se refiere a los dioses, si no mal recuerdo, lo hace en una actitud que refleja la inquietud de superar el pensamiento de las teogonías (por considerar que la razón y la filosofía son una postura superior), o bien, de manera ambigua, sin pronunciarse realmente a favor ni en contra de ellos. Considerando todo lo anterior, creo que la respuesta que puntualmente tendríamos que dar es: no, Sócrates no creía en dios. Creía en dioses, aunque tampoco tomaba los mitos de modo literal sino de modo alegórico lo que le condujo a una fuerte condena.

Sócrates y ¿Virtud o desidia? La virtud cobre un sentido nuevo para Sócrates, diferente de aquel que le habían dado los sofistas. El autodominio, entendió que este es el dominio racional del alma sobre el cuerpo, el sometimiento del ser humano a su ley interior, es decir, a su logos o conciencia. Frente a la libertad exterior o legal, que se resume en no ser esclavo de otro Sócrates propuso la libertad como algo interior del hombre, que consiste en no ser esclavo de los propios gustos o instintos. Todas las virtudes son un saber, un conocimiento, no teórico sino práctico, encaminado a la acción. Conducen al conocimiento del bien en sí, que es condición necesaria para poder realizarlo. Las virtudes nos hacen distinguir los verdaderos bienes de los que no lo son. Las virtudes deben formar un conjunto armónico. Quien es virtuoso y, por tanto, conoce el bien, no puede dejar de practicarlo. Según esto, nadie hace el mal voluntariamente, porque el vicio solo puede ser consecuencia de la ignorancia, esto es, de confundir el bien verdadero con el aparente. Esta postura socrática se ha llamado intelectual moral. Respecto a la divinidad, Sócrates admitió que hay que honrar a los dioses de la ciudad, aunque él no creía en ellos, sino en un dios o daimónion que le hablaba y le indicaba lo que debía o no debía hacer. Para Sócrates, el daimónion era una especie de voz interior, semejante al juicio de la conciencia. Sócrates también decía que la mayoría de las personas aspiran a la felicidad, pero que todas las buscan de distintas manera, Algunas las conciben como placer, aun cuando la búsqueda de éste las lleve a convertirse en esclavas de sus pasiones y, en consecuencia, a la desdicha; otros creen que la felicidad tienen que ver con el honor y el status social y algunas más encuentran felicidad acumulando conocimiento o tratando de volver su alma “lo más buena que sea posible”.

Sócrates y ¿Individualidad o individualismo? Históricamente el término individualismo ha sido utilizado para caracterizar tanto las doctrinas del contrato social que surgen en el siglo XVII como a sus sucesoras que, aun cuando no emplean la noción de contrato, heredan la visión de la sociedad como constituida por individuos, por sujetos que tienen metas, proyectos y fines específicamente individuales entonces para Sócrates todo esto era una serie de creencias en la cuales el las desarrolla como:

La creencia de que la sociedad, las instituciones y los grupos están formados por individuos que desempeñan ciertos roles, que las tradiciones, las costumbres, las ideologías y el lenguaje son formas en que las personas actúan, piensan y hablan; La creencia en que cualquier proposición sobre los seres humanos o es una proposición que puede ser reducida a individuos o es una proposición sin sentido. Los predicados que se refieren a fenómenos sociales deben ser definidos en términos de predicados que se refieren a fenómenos individuales; La creencia ontológica de que en la sociedad sólo los individuos son reales, los fenómenos sociales son construcciones mentales; La creencia en que las instituciones sociales deben ser explicadas por los fines individuales de las personas que se encuentran en ellas.

Sócrates y el pecado y el amor Ese es el amor del mundo, que viene no del alma, sino del ánima. Existe en todos los seres vivos, cuando sienten el deseo de engendrar. Los animales, cuando les llega su debido tiempo, estallan en una verdadera orgía de amor, al igual que las flores en primavera, o con los truenos y relámpagos en el invierno. Después del acto de amor, viene la procreación, y he ahí que la mayoría de los seres vivos cuidarán y protegerán lo que han pro- creado, tanto o más que sus propios cuerpos. Por amor a sus hijos, las madres dan la vida; les viene una valentía y una fiereza que nunca antes habían tenido. ¿De dónde les viene esa fuerza? ¿Qué o quién es lo que las anima? ¿No es acaso la lucha por la continuidad de la vida, no es la guerra a muerte en contra de la muerte? El amor y el pecado es la fuerza de la vida que produce vida y al hacerlo, lleva sobre nuestra piel, las marcas de una guerra a muerte en contra de la muerte. Ahora, según Sócrates, hay dos modos como el ser produce la vida. “El sentimiento de culpa, es la violación de las costumbres normativas, no es necesariamente pecado. No hay pecado auténtico a menos que haya deslealtad consciente a la Deidad”. Una es la producción material de sí mismo, que lleva lo que no es, al ser, mediante la copulación, o poesía de los cuerpos. La segunda, es la producción de la sabiduría. Para el primer amor, son necesarios el hombre y la mujer. Para el segundo caso, puede faltar la mujer (o el hombre, agrego). Pero eso no significa que para Sócrates no existan mujeres sabias. El mismo hecho que Sócrates haya inventado

a la Diotima de Mantinea ha demostrado que Sócrates estaba bastante lejos de ser un endiosado de la masculinidad. El problema es que para los griegos no resultaba conveniente mezclar los dos amores como ocurre en nuestro tiempo. El amor a los cuerpos y el amor al espíritu cuando se confunden el uno con el otro, no hacen ningún favor ni al espíritu ni a los cuerpos; eso es lo que sugiere Diotima. De ahí que, para que los cuerpos produzcan sabiduría y no sólo hijos, es conveniente a veces, separar un poco a los cuerpos, no de los hijos, pero sí del espíritu. El abrazo pasional del amor sexual, no siempre es demasiado espiritual, y tal vez es bueno que así sea. El amor filosófico, tampoco es muy sexual; y tal vez es bueno que así sea.

Sócrates y la soledad La historia de la filosofía también es la del pensar solitario (soledad). Sócrates es ejemplo de ello. En sus Memorias, Sócrates podía pasar inmóvil horas continuas en un mismo lugar, silencioso, indiferente hasta al castigo de la intemperie, todo con tal de mantenerse en un pensamiento, y sólo desistía hasta que terminaba con él. En el Banquete lo vemos rezagarse en el camino, quedándose atrás, solo, incluso pidiéndole a su amigo Aristodemo que se adelantara, pues estaba ocupado en un pensamiento. Al igual que Jesús, se retiraron sendos años al desierto, para dedicarse a escuchar la voz de su corazón. En la alegoría de la caverna, al filósofo no lo sacan acompañado de sus mejores amigos o de sus parientes, lo sacan casi violentamente y solo; y así, en su soledad, comienza a ver la luz. Conocer la figura de Sócrates nos ayuda a comprender mejor la relación entre la soledad y el pensar, al tiempo que nos ayuda a ver mejor las aristas de dicha relación. Por las cosas que decía Sócrates y hasta por la forma como se portaba, uno puede comprender la fatalidad de la suma confianza en el pensar colectivo, así como las virtudes y defectos del pensar en soledad.

Sócrates y la amistad con Dios Sócrates enmarca la búsqueda del concepto de la amistad con Dios partiendo de una pregunta clave: "¿Quién es el amigo el que ama o el que es amado?" Los jóvenes ante la pregunta formulada responden que los dos tanto amante como amado, que no hay diferencias. Ante lo cual, Sócrates les plantea otra pregunta

para hacerles caer en la cuenta de que sí que hay diferencias: "¿No ocurre, a veces que el amante no es correspondido por aquel a quien ama? y ¿no pasa también, a veces, que el amante es odiado?" Ante estas situaciones los dos muchachos recapacitan y se ven obligados a reconsiderar que ahora ninguno es amigo del otro, ni el amante del amado ni el amado del amante. Consiguiendo Sócrates la contradicción esencia del método socrático puesto que si al principio parecía que los dos amantes y amado eran amigos con tal de que sólo uno amara ahora tras la segunda cuestión si uno no ama, no son amigos los dos y tienen que amar los dos para ser amigos o entonces no lo es ninguno. Estableciéndose ahora que no hay amigo para el amante, si éste no es correspondido puede parecer un galimatías pero no lo es. La cuestión que queda en el aire se podría formular así: ¿basta con que ame uno para los dos ser amigos o tienen que hacerlo los dos. Sócrates vuelve a dar una vuelta de tuerca estableciendo que el que ama es Dios aunque el amado no le corresponda o incluso le odie: "No hay, pues, amigo de los caballos, si los caballos no le aman, ni amigos de las codornices, ni amigos de los perros, ni del vino, ni de la gimnasia, ni del conocimiento, si el conocimiento, a su vez no le corresponde" "Es lo mismo que pasa "..." con aquellos que odian si son reprendidos por Dios, y que, incluso en el mismo momento en que odian, son extraordinariamente queridos por Dios". "Según estos ejemplos concluye Sócrates con la aquiescencia de los jóvenes no es el amado el que es amigo, sino el amante" para ahora buscar la contradicción de esta afirmación al extrapolarlo al odio: si el que ama es el amigo el que odia es el enemigo, no el odiado. Con lo que "Muchos, pues aman a los que le son enemigos y odian, por el contrario a los que le son amigos, y son así, amigos de sus enemigos y enemigos de sus amigos. Lo cual supone un absurdo: "Es totalmente imposible ser amigo del enemigo, y enemigo del amigo". Pero añade: "hay que conceder que muchas veces se es amigo de quien no lo es, y en otras muchas veces hasta del enemigo, cuando alguien ama al que no le ama, o incluso al que le odia".

Conclusión El valor de Sócrates dentro de la filosofía es incuestionable, para bien o para mal es un punto de referencia en la filosofía antigua, aquel que marcó un antes y un después en el camino filosófico, alguien que influyó profundamente en el quehacer de las ideas... La fuente más importante de información que tenemos sobre Sócrates son los Diálogos de Platón, en los cuales el propio Sócrates es protagonista de varios de ellos. En estos escritos Platón desarrolla perfectamente la forma en que su maestro desenvolvía su método y su pensamiento. El valor de esta obra para comprender a Sócrates es monumental, con todo y que muchos estudiosos consideren que varios de los diálogos (sobre todo los tardíos) ponen en boca de Sócrates teorías del alumno, es decir que Platón aprovecha el peso de su maestro para darle validez a sus propias ideas.

Lo anterior ha puesto de cierta manera en entre dicho que tanto conocemos de Sócrates y de su filosofía, llegando a preguntarnos incluso si podemos confiar en las fuentes que han rescatado su pensamiento. Esa duda ha generado infinidad de debates, algunos que incluso han llegado al extremo de afirmar que Sócrates no existió, que fue meramente una forma en que diversos filósofos idealizaron el pensamiento ateniense. Claro que es precisamente con el contraste entre las fuentes que se logra descartar esa tesis. Pero gracias a sus postulados si es que existieron podemos ver y cómo influye dentro de nuestra sociedad moderna y más dentro de una materia importante que es la filosofía.

Bibliografía 

Tovar,A:Vida de Sócrates.Alianza Universidad,Madrid,1984.



Sauvage,M: Sócrates y la conciencia del hombre. Aguilar,Madrid,1963.



Lasala,Malena: Sócrates y el arte de la fuga.Biblos,Buenos Aires,1996.



Giannantoni,G: Qué ha dicho verdaderamente Sócrates. Doncel,1973



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