Cap. 8.- La Iglesia - Apuntes 8 PDF

Title Cap. 8.- La Iglesia - Apuntes 8
Course Cristianismo
Institution Universidad Pontificia Comillas
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Capítulo VIII. La Iglesia Nunca ha existido un Cristianismo sin Iglesia. La religión –expresión de la dimensión transcendente de la persona- tiene que configurarse de manera comunitaria pues el hombre es un ser constitutivamente social. A esa dimensión social de la religión en el Cristianismo la denominamos Iglesia (ekklesia). Así las cosas la Iglesia es la comunidad de discípulos que creen en Jesús como mesías, Hijo de Dios y Señor.

I.

El origen de la Iglesia

1. Una mirada histórica y teológica Como cuestión previa, y para acercarnos correctamente a la noción de la Iglesia, debemos disponernos a simultanear una perspectiva histórica y otra teológica. La perspectiva histórica nos remite a esa institución humana formada por creyentes y seguidores de Jesús que, desde mediados del siglo I hasta hoy le confiesan como Mesías y Señor. La perspectiva teológica nos indica que la Iglesia es la manera como Dios ha materializado su proyecto de salvación sobre la humanidad, proyecto que tiene en el propio Dios su origen y destino. El Concilio Vaticano II (CVII) reflexionará precisamente sobre el ser y la naturaleza de la Iglesia preguntándose por su estructura, origen y naturaleza ( Lumen Gentium), por sus dimensiones constitutivas ( Sacrosanctum Concilium y Dei Verbum) y por su misión en el mundo ( Gaudium et Spes). Esta será la reflexión de la que nos sirvamos, la de quienes quieren dar razón de la fe que profesan.

2. El triple origen de la Iglesia Articulando las dos perspectivas aludidas, el CVII contemplará el origen de la Iglesia: + Desde la perspectiva teológica subrayará su radicación trinitaria, como misterio. + Desde la perspectiva histórica enfatizará su noción como pueblo de Dios. Así, el Concilio habla de un triple origen de la Iglesia: a.- La Iglesia tiene un origen en el proyecto salvífico de Dios Padre para los hombres. b.- Tiene un principio en la historia con la persona y significación de Jesucristo. c.- Tiene su continuidad y realización permanente en la acción del Espíritu Santo.

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1.2.1. El origen teológico en el proyecto salvífico de Dios La Iglesia nace del designio salvífico del Padre, que creó el mundo por un libérrimo y misterioso designio de su sabiduría y bondad, quiso que los hombres participaran de la vida divina y, pese a caer en el pecado, siempre les dispensó su auxilio [cfr. LG, 2]. La Iglesia es, pues, el instrumento del que Dios se sirve para obrar la salvación del mundo, como escribe Clemente de Alejandría en El Pedagogo. Así lo enfatiza el Nuevo Testamento donde en la Carta a los Efesios se nos dice que ya desde la Creación la Iglesia formaba parte misteriosamente del plan de Dios, el cual se manifiesta y realiza en Cristo Jesús. En esta línea LG 2 hablará de las fases de la historia de la salvación en paralelo a las fases de la historia de la Iglesia: a) su prefiguración en el origen del mundo; b) su preparación o preludio en la historia de Israel y su Alianza con Yhwh; c) su constitución histórica con Jesucristo y manifestada en la acción del Espíritu en las edades del hombre; y d) su consumación gloriosa al final de los tiempos1. 1.2.2. El surgimiento histórico por la acción de Jesucristo Aunque preparada e incoada a través de la historia de Israel, la Iglesia se constituye con la persona y la acción de Jesús de Nazaret, fundador histórico de la Iglesia. Jesús es que da paso y alumbra la Iglesia pascual, un nexo que tiene su origen en algunos actos explícitos de Jesús y además en toda su vida y destino, orientados a la llegada del reino de Dios y la restauración del pueblo de la Alianza. Es decir, la entera misión de Jesús, dirigida a predicar y anunciar el reino de Dios entre los hombres, es la raíz y fundamento de la Iglesia. Reino de Dios y pueblo de Dios son inseparables. Entre los actos concretos de Jesús que fundan la constitución de la Iglesia mencionaremos la llamada a los discípulos instituyendo el grupo de los Doce y sus palabras durante la Última Cena. De sus palabras y actos se infiere con toda claridad que Jesús quiso fundar la Iglesia la cual queda constituida en los acontecimientos de la Pascua y Pentecostés2. 1.2.3. La realización permanente por la acción del Espíritu Santo Aunque la Iglesia se constituye con los acontecimientos de la muerte y resurrección de Jesús y la efusión del Espíritu en Pentecostés, es el Espíritu Santo otorgado por Cristo Resucitado quien hace surgir, manifestarse y realizarse a la Iglesia. Como dice R. Schnackenburg, es “como si Jesús hubiese dejado en manos del Espíritu el resto de la tarea”. Así pues podemos hablar con propiedad de la Iglesia a partir de los acontecimientos de la resurrección de Jesús y de la donación del Espíritu. La reunión de Israel, representada en los Doce, se traslada ahora a todos los discípulos dispersos por el mundo, guiados por el aliento del Espíritu Santo, reunidos en torno a Cristo Resucitado y enviados a continuar la misión de Jesús. San Lucas será el evangelista que con mayor relieve ponga el acento en la venida del Espíritu Santo que secuencia en los acontecimientos de la Resurrección, la Ascensión 1

Teológicamente se distingue la Iglesia militante (la que peregrina en la historia) de la Iglesia triunfante (la que se mostrará en el final de los tiempos y ya se anticipa en la gloria de los santos). 2 Por Pascua entenderemos los acontecimientos relativos a la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Y por Pentecostés al envío del Espíritu Santo, prometido por Jesús y procedente del Padre y del Hijo.

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y Pentecostés, los cuales pueden ser comprendidos como un solo acontecimiento: el envío del Espíritu Santo y la vida de la Iglesia naciente. Así se pone de manifiesto que es el Espíritu, junto a Cristo Resucitado, el principio constituyente de la Iglesia y el verdadero agente de la evangelización y misión de la Iglesia.

3. La Iglesia apostólica y desarrollos posteriores A partir de aquí la Iglesia se irá implantando en distintos y plurales entornos geográficos comenzando el proceso de institucionalización. Desde la conciencia de su unidad de origen y forma constitutiva expresada en el libro de los Hechos de los Apóstoles (enseñanza fraterna, fracción del pan, caridad mutua, oración común) se desarrollará una legítima diversidad de formas y estructuras, especialmente cuando se sale del contexto judío y se incorporan a ella los pueblos gentiles 3, algo que trajo consigo algunas tensiones y situaciones conflictivas (cfr. Gal 2 y Hch 11). Los orígenes de la Iglesia pueden dividirse en dos períodos:  

El período apostólico (años 30-65): donde la figura de los apóstoles es decisiva al tratarse del periodo formativo de la Iglesia que será normativo en lo sucesivo El período sub-apostólico (desde el 65 hasta la mitad del s. II) comienza con la desaparición de los testigos y discípulos directos de Jesús (los apóstoles), los primeros martirios (Santiago, Pedro, Pablo) y persecuciones y la destrucción del Templo y de Jerusalén en el año 70. A partir de aquí la Iglesia se separa definitivamente de su raíz judía y comienza su institucionalización progresiva al hilo de las Cartas de San Pablo. Es el momento en que ya están redactados los Evangelios y los principales testimonios escritos del cristianismo primitivo. A finales del s. II el canon cristiano estará ya prácticamente configurado, se desarrollarán los diversos carismas y ministerios de la Iglesia y, por mor del encargo misionero, se habrá extendido por el mundo conocido e implantado en las grandes urbes (Jerusalén, Antioquía, Alejandría y Roma).

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Entenderemos por “gentiles” los pueblos que no necesitaron abrazar la fe judía para incorporarse al cristianismo.

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II.

La Iglesia a lo largo de la historia

A lo largo de la historia, la Iglesia se ha ido comprendiendo a sí misma de diversas maneras. Veremos de manera esquemática las grandes etapas de la historia de la Iglesia y las diversas imágenes que se han ido forjando de ella en los diversos contextos históricos, culturales y sociales.

2.1. Los tres primeros siglos. La Iglesia como “misterio de fe” Dada su cercanía al acontecimiento de Jesucristo, esta primera etapa tiene una importancia capital para los creyentes de todos los tiempos. 1.1.

El marco histórico

Aunque se expandieron rápidamente por los territorios del Imperio, los cristianos – acusados de ignorantes, supersticiosos y malos ciudadanos por no participar en el culto imperial- no fueron bien aceptados. Les hacían acusaciones disparatadas que trataron de ser refutadas por los así llamados padres apologetas pero que no impidieron, ya desde Nerón, que les acusa de incendiar Roma, numerosas persecuciones que dieron lugar a numerosos testimonios de martirio4. La universalidad del cristianismo, que no distinguía entre esclavos y libres, varones y mujeres, pues “todos son hijos de Dios” (cfr. Gál 3,28), explica en buena parte este rechazo y hostilidad en el seno de una sociedad clasista. A lo que se añadía la pretensión cristiana de anunciar “la verdad” en el Dios de Jesucristo, algo inaceptable en una sociedad politeísta y sincrética, y de deficiente exigencia moral. Esa hostilidad empero no fue vivida por la comunidad cristiana como un fracaso sino como una prueba de la segura esperanza en Dios. Persecución y martirio fueron comprendidos como un precio por seguir a Cristo en la confianza de una segura resurrección. Por eso el martirio era la cima insuperable de la vida cristiana ya que suponía confesar a Cristo con la propia sangre e imitarle en su muerte. La Carta a Diogneto (finales del s. II), expresa admirablemente el vivir y sentir de esos cristianos.

1.2.

La comprensión de la Iglesia

La comunidad cristiana del momento se comprende a sí misma como ese pequeño rebaño, libre y distinto, que está llamado a realizar el plan de salvación de Dios, anunciando la Alegre Noticia por todo el mundo. Por eso desafía a los poderes de este mundo y la Iglesia se concibe a sí misma como “misterio” al reconocerse convocada y reunida para llevar a término el designio salvífico de Dios. Y se experimenta como misterio en la Palabra, en los sacramentos (sobre todo en la eucaristía), en la fe, la esperanza y el amor, en la unidad.

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Mártir significa testigo, alude al que da testimonio de su fe aun a costa de su vida.

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La búsqueda de la unidad en la pluralidad trajo consigo preguntas que arrojaron respuestas diversas, algunas de las cuales negaban aspectos fundamentales de la fe cristiana surgiendo de este modo las herejías y la necesidad de fijar la ortodoxia5 de la fe cristiana. Es un tiempo donde aparecen diversas imágenes de la Iglesia derivadas de la Escritura y que explanan esa noción de “misterio”; así: + La Iglesia como nuevo pueblo de Dios que, con el anuncio del Reino, ha recibido la plenitud de las promesas formuladas por Dios al pueblo de Israel. + La Iglesia como cuerpo de Cristo pues la comunidad se inserta en Él por la Palabra, los sacramentos y los dones del Espítitu (1Cor 13) y, de modo eminencial, por la eucaristía como cuerpo de Cristo, de la cual vive la Iglesia. A esta imagen se añade la de la Iglesia como esposa de Cristo (cfr. Efesios 5), pues es amada por Él. + Al tiempo, la comunidad se tiene a sí misma como morada o templo de Dios o templo del Espíritu Santo, subrayando que la auténtica morada de Dios es donde se congrega la comunidad cristiana (y no tanto el lugar físico o el edificio en sí). + La Iglesia se comprende también como comunión de los santos en tanto que sus miembros participan de los dones otorgados por Cristo enfatizando que todos los miembros, aun pecadores, están llamados a la santidad de vida (Rom 1,7). También se habla de la Iglesia de los pecadores por cuanto todos están llamados a la conversión y a la penitencia. + Por último, otra imagen poderosa es la de la Iglesia como madre: guardiana de la fe, mediadora de la salvación y la verdad, columna y fundamento de la verdad (1Tim 3,15) + Otras imágenes manejadas por los Padres son las de luna (porque vive de la luz recibida de Cristo, no de sí misma), nave (cuyo capitán es Cristo y su mástil la cruz) o arca de Noé (que ofrece salvación en medio de la ruina del mundo).

2.2. El “giro constantiniano y la Edad Media: la Iglesia como “imperio” y como “cristiandad” 2.2.1. El marco histórico La situación de la Iglesia cambió radicalmente en el s. IV cuando el emperador Constantino, en el Edicto de Milán (313) decreta la libertad de culto dando fin a la persecución de la Iglesia. A partir de ahí, la Iglesia va aumentando progresivamente su preeminencia hasta culminar en el Edicto de Tesalónica (380) del emperador Teodosio donde se convierte en religión oficial del Imperio y la prohibición de los cultos no cristianos a partir del 392. A este proceso lo denominamos “giro constantiniano”. Como es lógico, las consecuencias fueron enormes. La influencia cristiana comenzó a penetrar el conjunto de la vida pública, de las instituciones y costumbres del Imperio y, al tiempo, se produjo una creciente institucionalización de la Iglesia la cual fue asumiendo las funciones de la religión romana: el culto no será en las casas sino en grandes templos –muchos de ellos dedicados con anterioridad a divinidades paganas-, 5

Ortodoxia significa “camino recto”, “opinión correcta”.

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el calendario se estructura en torno a las fiestas cristianas, el clero adquiere el rango de los funcionarios imperiales etc Y la incorporación a la Iglesia, que antes era resultado de un largo proceso de iniciación (el catecumenado), se convirtió en algo natural e indiscutido dando paso a una Iglesia sociológica y masificada frente a la minoritaria y perseguida de antaño. Así las cosas será inevitable el surgimiento de fricciones y dificultades entre el poder político y el religioso. Los príncipes querrán desempeñar el papel de protectores de la Iglesia y ejercer autoridad y control sobre ella, algo que se observa especialmente en Oriente donde el basileus6 preside y convoca los concilios y ejercerá un papel activo en la dirección de la Iglesia, lo que se conoce como cesaropapismo. En Occidente la caída de Roma en el 476 a manos de los pueblos bárbaros producirá una ausencia de autoridad política que será asumida por los obispos, y en especial por el de Roma, haciéndose cargo del orden público y del gobierno de la ciudad. En este contexto nace la doctrina de las dos espadas formulada por el papa Gelasio a finales del s. V la cual sostiene que hay dos poderes, el temporal y el espiritual, pero que éste, cuyo titular es el papa, prima sobre el primero, algo que se puede visualizar muy bien en la coronación de Carlomagno por el papa León III, el día de Navidad del 800. Sin embargo los sucesores de Carlomagno giraron rápidamente de orientación desde el momento en que, teniéndose por señores de la Iglesia, empezaron a designar obispos y a intervenir en la elección papal que terminó por ser objeto de facciones rivales y causar la decadencia de la Iglesia. Este lamentable proceso culminó en el s. XI a cuenta de la llamada “ querella de las investiduras” (1073-1085) entre el papa Gregorio VII y el emperador Enrique IV, contienda resuelta en el Concordato de Worms (1122) donde el emperador accede a que los obispos sean elegidos por la Iglesia aunque se reserva ciertas prerrogativas. Sin embargo los conflictos se reprodujeron una y otra vez con los emperadores Federico Barbarroja, con Federico II y con el rey Felipe IV el hermoso de Francia. Al mismo tiempo asistiremos a la ruptura o cisma entre la Iglesia de Oriente y la de Occidente en 1054. Las diferencias crecientes en el modo de vivir el cristianismo, la diversidad de lenguas y ritos litúrgicos, las diferentes eclesiologías (monárquica en Occidente, colegiada en Oriente), cuestiones teológicas como el filioque7, asuntos de jurisdicción y primacía, o motivos políticos y geográficos desembocarán en la excomunión mutua de ambas iglesias y su distanciamiento definitivo hasta la reconciliación durante el Concilio Vaticano II (1965). 2.2.2. La comprensión de la Iglesia en Occidente El giro constantiniano y su conversión en religión oficial del Imperio modificó sustancialmente la comprensión que tuvo la Iglesia de sí misma forjando la idea de la Iglesia como imperio, soberana y señora (Ecclesia regina). Las primeras imágenes son desplazadas y sustituidas por otras más acordes con su nueva dimensión institucional. La Iglesia como Madre pasará a ser la Iglesia de Roma y, en concreto, la 6

Tras la muerte de Teodosio, la capital imperial se traslada a Constantinopla, la antigua Bizancio, hasta la caída en manos turcas en 1453. El emperador del imperio oriental será llamado basileus. 7 Filioque: “Y del Hijo”. La Iglesia ortodoxa oriental sostiene que el Espíritu Santo sólo procede del Padre. En cambio la Iglesia romana occidental sostiene que procede “del Padre y del Hijo”.

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de la basílica de Letrán, la iglesia del papa, con autoridad sobre todo el orbe; y la barca de la Iglesia será la del sucesor de Pedro. Es entonces cuando comienza a acuñarse el concepto de Cristiandad, que galvaniza al pueblo cristiano –el pueblo de Dios- como concepto cultural, sociológico y político: ha nacido la sociedad cristiana. Esta comprensión de la Iglesia prevalece durante toda la Edad Media dando lugar a una eclesiología de tintes jurídicos donde la jerarquía –especialmente el papaquedará reforzada incoándose un proceso de centralización. La Iglesia se expresará a menudo en categorías de jurisdicción y autoridad dando lugar al nacimiento del derecho canónico, proceso en el que destacan Gregorio VII, que unificó las diversas liturgias imponiendo la romana, e Inocencio III, el papa emperador, cuya autoridad no sería contestada por ningún monarca de Occidente. En medio de este contexto surgirán otros movimientos que buscarán la reforma de la Iglesia como el monacato, extendido por San Benito a partir del s. VI, y otros movimientos espirituales como las órdenes mendicantes del s. XIII que querrán rescatar una vida pobre y espiritual. En el s. XIV todas estas tensiones colapsan en el denominado cisma de Occidente (desde 1378) donde la Cristiandad se resquebraja entre la lealtad a dos papas, el de Roma (Urbano VI) y el de Avignon (Clemente VII), y que puso de manifiesto la pugna de los príncipes por tomar el poder de la Iglesia. Tras el fallido Concilio de Pisa en 1405, la situación no se encauzó hasta el Concilio de Constanza en 1417 que depone a los papas enfrentados y elige a Martín V quien restablece la unidad de la Iglesia. 2.3. La Iglesia en la Edad Moderna. Reforma y Contrarreforma. La Iglesia como sociedad perfecta.

2.3.1. El marco histórico La caída de Constantinopla en 1453 y el descubrimiento de América en 1492 son los dos jalones que marcan el paso de la Edad Media a la Edad Moderna. Esta nueva etapa se caracterizará por: (1) el surgimiento de los Estados modernos, que querrán sacudirse de encima la jurisdicción papal; (2) un retorno a la antigüedad clásica en la literatura, la filosofía y el arte de la mano del humanismo renacentista que valora el juicio crítico y la libertad de pensamiento; y (3) el desarrollo de la ciencia moderna basada en la experimentación y el método inductivo. En el seno de la Iglesia serán numerosas las voces los que reclamen la reforma de una Iglesia que se había mundanizado sobremanera y que atendía más a los asuntos temporales que a los espirituales. Al propio tiempo, los príncipes querrán gozar de una cada vez mayor autonomía para disponer sobre los asuntos eclesiásticos. Estas tensiones detonaron ruidosamente con el protestantismo. El monje Martín Lutero se alzó en 1517 contra la política de venta de las indulgencias en su diócesis generando un conflicto que desembocó en la ruptura con Roma cuatro años después. 7

Sus escritos se difundieron rápidamente con la llegada de la imprenta y tuvieron eco, por razones políticas, en determinados príncipes alemanes y en otros reformadores que le secundaron como Melanchton, Calvino, Zwinglio o Müntzer. Tras numerosos conflictos, algunos muy sangriento...


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