La arquitectura en Colombia en varios tiempos PDF

Title La arquitectura en Colombia en varios tiempos
Author Gustavo Jiménez
Course Historia de la Arquitectura
Institution Universidad Autónoma del Caribe
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Contexto histórico de la arquitectura en Colombia...


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La arquitectura en Colombia en varios tiempos



Palacio de San Francisco, antigua Gobernación de Cundinamarca. Arquitectos Gastón Lelarge y Arturo Jaramillo. El edificio ocupó una parte apreciable del antiguo convento de San Francisco que en su momento fue un de los más grandes de Santa Fe. La fachada © Derechos Reservados

Autor: Alberto Saldarriaga Roa

El territorio como el lugar de la arquitectura Hablar de arquitectura colombiana quiere decir “arquitectura construida en el territorio colombiano”. ¿Desde cuándo? Desde tiempos no muy lejanos. Los asentamientos más antiguos reconocidos por la arqueología datan de algo más de once mil años y se encuentran en los abrigos rocosos del borde occidental de la Sabana de Bogotá. Ahí no hubo arquitectura propiamente dicha, el espacio habitable lo ofreció la topografía misma. Siglos más adelante ya se encuentran vestigios de asentamientos en la misma Sabana y en la costa Caribe, en los que se advierten las huellas de edificaciones primarias. Tardarían siglos en aparecer núcleos poblados con una arquitectura más consolidada. Hablar hoy de arquitectura colombiana significa hablar de los hechos construidos dentro de los límites actuales del territorio nacional cuya delimitación es relativamente reciente. Las fronteras actuales de Colombia definen los límites de un territorio en el que se han sucedido los acontecimientos que forman la historia del país. Una simple revisión de los mapas a partir del siglo xvi permite entender que el territorio actual de Colombia, en el siglo xviii hizo parte del Virreinato de la Nueva Granada que incorporaba los actuales territorios de Venezuela, Ecuador y Panamá, y que el primer modelo republicano acogió esos territorios antes de su separación, los dos primeros hacia 1830 y Panamá en 1904, y que a través de sucesivos tratados se han sustraído enormes porciones

limítrofes hasta llegar a la actual configuración, bastante extraña por cierto. Una descripción simple del espacio geográfico colombiano permite apreciar una clara división en dos grandes segmentos por una curva imaginaria que sigue el borde oriental de la Cordillera Oriental, desde los límites con Venezuela, al norte, hasta inmediaciones de la frontera con Ecuador, al sur. El segmento noroccidental, comprendido entre esa línea y las costas de los dos océanos, contiene los tres brazos en que se ramifica la Cordillera de los Andes. En los intersticios entre las tres cordilleras se forman los valles y estrechamientos de los ríos Cauca y Magdalena, los que se disuelven al llegar a las llanuras del Caribe. De ellos el más largo, el valle del río Magdalena, produce la incisión más profunda constituyéndose en un eje vertical de continuidad surnorte casi ininterrumpida. Estas grandes divisiones naturales abarcan a su vez un vasto conjunto de subregiones que, según Ernesto Guhl, “presentan marcados contrastes entre sí, conformando un vasto mosaico bioclimático”1 . El segmento suroccidental del territorio es, por el contario, una inmensa planicie, apenas alterada por formaciones montañosas aisladas que se extiende mucho más allá de los límites políticos en las llanuras del río Orinoco y en la inmensidad verde de la selva amazónica. Otras formaciones montañosas aisladas son la serranía de Baudó en el borde norte de la costa del Pacífico y la Sierra Nevada de Santa Marta, en la costa del Caribe (ver mapa general de Colombia). Una de las características propias de la fisonomía geográfica de la porción andina del territorio es la

compleja trama de alteraciones montañosas que forman infinidad de cauces fluviales que tributan a los grandes ríos. Esta condición de la geografía andina se manifiesta en su complejidad microgeográfica, que favorece la formación de un sinnúmero de enclaves ambientalmente diversificados cuya comunicación, a lo largo de siglos, ha sido difícil. Los caminos de herradura trazados, algunos de ellos desde la época prehispánica, siguieron los bordes cordilleranos de los cauces fluviales y superaron las dificultades de atravesar las tres cordilleras en sentido oriente occidente. Así se comunicaron las tierras de Antioquia y Caldas, del Valle del Cauca y de la Sabana de Bogotá con los ríos Cauca y Magdalena. Solo en el siglo xx se logró mejorar esa comunicación, aunque todavía no se ha alcanzado del todo.

Poblamiento, periodización y arquitectura La construcción histórica de la arquitectura colombiana se ha dividido convencionalmente en cuatro grandes períodos, separados entre sí por hechos de especial significación. Se denomina “prehispánico” al período anterior al inicio del siglo xvi, cuyo fin hipotético se marca por el arribo de los conquistadores europeos y por su posterior ocupación del territorio. El período denominado “colonial” comprende los tres siglos de dominación española y finaliza en 1819 con el triunfo patriota y la constitución de la República de Colombia. En ese año se inicia el período conocido en arquitectura con el nombre de “republicano”, el cual concluye, también

hipotéticamente, alrededor de 1930 cuando se inicia un último período, el “moderno”, que se prolonga hasta el presente. Estas delimitaciones son más de orden operativo que exacto. Lo que viene de un período se funde en el siguiente en unos umbrales de transición y muchas veces no desaparece pues pervive en las tradiciones de las culturas populares. La denominación asignada a cada período se relaciona, a grandes rasgos, con los procesos de poblamiento y ocupación del territorio sucedidos a lo largo del tiempo. El poblamiento indígena, previo a la conquista española, ocupa buena parte de la región andina y de las llanuras del Caribe, y de él quedan vestigios arquitectónicos significativos como los de Tumaco, San Agustín, Tierradentro, Pueblito y Ciudad Perdida. La llegada de los españoles dio inicio a un segundo proceso de poblamiento en que se ocupan nuevos espacios y se deshabitan otros. En ese período llegaron nuevas maneras de hacer arquitectura que corresponden a los nuevos modos de habitar implantados en el territorio. Después de tres siglos y de las luchas por la independencia se inició otro proceso de ocupación territorial que se superpuso a los anteriores, caracterizado por el poblamiento de las vertientes cordilleranas que se encontraban despobladas o poco pobladas. La llamada “colonización antioqueña” fue la más representativa de este proceso. En ese período se inicia el desprendimiento de la tradición colonial y se establecen nuevos modos de hacer arquitectura. La modernización, el siguiente gran cambio cultural ocurrido en Colombia, se acompañó de otros procesos de

ocupación territorial caracterizados por el incremento de nuevos núcleos urbanos en los llamados “territorios nacionales” y por nuevos frentes de colonización de llanuras y áreas selváticas. Fue también el período de la “urbanización” del territorio, entendida como el incremento de la población que habita en los centros urbanos y que actualmente alcanza un porcentaje cercano al 80% del total de la población del país. Todo este proceso trajo consigo una ruptura entre el pasado tradicional y un nuevo presente influido ya por las condiciones de la vida moderna. Desde un comienzo se implantaron y desarrollaron modelos urbanos y tipos de edificación distintos de todo aquello que se había formado a lo largo de los siglos precedentes. Esta nueva conquista del territorio por la modernización convirtió en pasado todo lo anterior e inició ese otro presente, en el que todavía se está y que lleva apenas algo más de sesenta años de existencia.

La arquitectura en el período prehispánico La duración de este período es incierta. Las huellas más antiguas de poblamiento del territorio colombiano se encuentran en la región del Tequendama, cerca de Bogotá, y datan del siglo xi a.C. El final del período es nominalmente el momento de la ocupación española del territorio, a comienzos del siglo XVI. Según indican diversos estudios históricos, los grupos indígenas que poblaron el territorio colombiano antes de la llegada de los españoles se localizaron principalmente

en las zonas montañosas de la región andina central y en la costa del Caribe. A finales del siglo xv, antes de la llegada de los conquistadores españoles, la mayor densidad de población indígena se localizaba en la vertiente del río Cauca. Las tierras bajas del Pacífico, los Llanos Orientales y la Amazonía, contaban con una población escasa y dispersa. La territorialidad en la era prehispánica estaba ligada directamente a la estructura política, religiosa y económica de las organizaciones indígenas. Las más complejas de ellas, denominadas “confederaciones de aldeas” por Gerardo Reichel Dolmatoff 2 , fueron propias de los grupos Muiscas y Tairona y ocuparon porciones extensas de la Cordillera Oriental y de la Sierra Nevada de Santa Marta. Los “cacicazgos”, de menor envergadura, se distribuyeron por el territorio montañoso que recorre el país de sur a norte donde, desde tiempos pretéritos, se ha asentado la mayor cantidad de población. Otros grupos se dispersaron por el resto de lo que hoy constituye el territorio colombiano y ocuparon las selvas y las llanuras que flanquean las grandes cordilleras. De la arquitectura construida por los grupos indígenas existentes en el momento de la llegada de los españoles han quedado pocos vestigios materiales rescatados, entre ellos los ya mencionados de San Agustín, Tierradentro, Pueblito y Ciudad Perdida. En la cerámica de la Cultura Tumaco se encuentran figuras de edificaciones semejantes a casas y templos. Las descripciones de los poblados muiscas en la Sabana de Bogotá dan cuenta de una lógica particular de asentamiento territorial y de construcción de viviendas. Hay, además, otros vestigios

de asentamientos y viviendas que apenas se rescatan mediante la exploración arqueológica y dan cuenta parcial de las características de las viviendas que los ocuparon. En general se conoce que las construcciones para habitar fueron hechas en guadua o madera rolliza, algunas veces recubiertas con barro y techadas en paja o palma. La arquitectura en piedra, a la manera de los incas, mayas y aztecas, no se desarrolló en el territorio colombiano.

La arquitectura en el período colonial Se conoce como “colonial” el período histórico comprendido entre el comienzo de la ocupación española del territorio colombiano hasta 1819, en el que se proclamó la Independencia de la Corona española y se constituyó la República. Lo que hoy es Colombia se inició como parte del inmenso territorio de Castilla del Oro y posteriormente pasó a hacer parte del Virreinato del Nuevo Reino de Granada. Durante los tres siglos de permanencia de la Corona española, los límites del territorio virreinal permanecieron más o menos constantes. La ocupación del territorio americano por los conquistadores europeos se inició prácticamente con el arribo de Cristóbal Colón al Caribe en 1492. La ocupación del territorio colombiano se hizo efectiva a comienzos del siglo xvi, cuando se organizaron las primeras expediciones exploratorias de la costa del Caribe, se establecieron bases provisionales y se realizaron incursiones repetidas con el fin de obtener oro y esclavos

para trasladar a Santo Domingo o al continente europeo. Solo en 1510, con la fundación de San Sebastián de Urabá en el golfo que lleva ese nombre, se puede considerar iniciado el poblamiento español de este territorio. La duración de casi tres siglos de esa presencia definió la mayor parte de los rasgos urbanos y arquitectónicos propios del territorio y de sus pobladores y definió también las condiciones del mestizaje y de la diversidad cultural manifiesta en las formas urbanas y arquitectónicas y en las técnicas constructivas. El poblamiento del territorio durante el período colonial se superpuso sobre las pautas dadas por la población indígena existente en el siglo xv: una mayor concentración de población en la región andina central y en la costa del Caribe, una menor densidad de ocupación territorial en las regiones restantes. A finales del siglo xviii se identificaban en el mapa del actual territorio tres extensas manchas pobladas: la de Antioquia en el centro-occidente, la de Cundinamarca, Boyacá y Santanderes en el centrooriente y la franja de la costa Atlántica comprendida entre Santa Marta y el Sinú. Otras manchas más pequeñas se formaron en el Valle del Cauca, en el nudo montañoso de Nariño y en la región del Huila. Las concepciones urbana y arquitectónica implantadas por los españoles correspondieron con una manera de entender la vida pública, la religión y la vida privada y de organizar sus relaciones en el espacio de la ciudad. Los nuevos modos de habitar basados en las tradiciones hispánicas dieron origen a diferentes tipos de arquitectura que perduraron durante siglos y cuyas transformaciones dieron origen a nuevos tipos aparecidos posteriormente.

En lo urbano se empleó, como pauta general, el trazado en cuadrícula de manzanas y calles con un centro espacial y simbólico en la “plaza mayor”. A este urbanismo se asociaron las obras de arquitectura religiosa, civil, militar y de vivienda usualmente conocidos como “coloniales”. En ellos se distingue el patio, central o lateral, como el elemento articulador de las viviendas, conventos y edificaciones civiles. Nuevas técnicas constructivas se sumaron a las ya existentes: mampostería en adobe, ladrillo y piedra, estructuras en madera para las cubiertas en teja de barro. De la fusión de lo nuevo con las tradiciones de origen indígena surgieron los tipos de vivienda que alojaron a la población mestiza, los que no han encontrado en la historia una denominación adecuada. El aporte de los esclavos africanos, por su parte, se fusionó con el ancestro nativo en otra vertiente de diversificación cultural y se manifestó especialmente en los “palenques” o asentamientos de esclavos cimarrones. El cuadro arquitectónico del período colonial, considerado convencionalmente como un universo homogéneo, se configuró realmente con una mezcla variada de diferentes aportes.

La arquitectura en el período republicano Se denomina convencionalmente como “republicano” al período de la arquitectura colombiana comprendido entre 1819, año de la constitución de la República, y el año de 1930, propuesto como indicativo del comienzo de la era moderna.

Con la Independencia y la constitución de la nueva República, el territorio colombiano cambió sus límites; posteriormente, con la desintegración de la Gran Colombia y tras sucesivos litigios fronterizos en algo más de un siglo se definió el contorno actual de lo que hoy se llama Colombia. Los cambios culturales operados por la Independencia se proyectaron de diversa manera en las formas de arquitectura existentes a comienzos del siglo xix. Fenómenos propios de ese siglo, tales como la colonización de las vertientes cordilleranas, dieron lugar a numerosas fundaciones de pueblos y a la ocupación de terrenos antes no explotados. Esas corrientes colonizadoras prolongaron en más de un siglo el período formativo de la ocupación territorial en Colombia. Todavía a comienzos del siglo xx se fundaban pueblos y se establecían pobladores en los territorios centrales de la geografía del país. En esas fundaciones se conservó la traza colonial heredada y se desarrollaron otras formas de vivienda correspondientes con las actividades económicas y con los nuevos estratos sociales y culturales. Los procesos de colonización y de expansión de las fronteras agrícolas desarrollados a lo largo del siglo xix consolidaron las pautas de ocupación territorial iniciadas siglos atrás: grandes concentraciones de población en la región andina central, en la cuenca del río Cauca, en la Cordillera Oriental y en el borde de la costa del Caribe, una concentración menor en Nariño y una franja poblada a lo largo del valle del río Magdalena desde el sur hasta la altura de Honda y La Dorada. Esta forma de ocupación territorial ha sido desde entonces primordial en la definición de las áreas económicas y culturales del país.

Una de las mayores transformaciones del país en lo social y en lo cultural después de la Independencia fue la llamada “colonización antioqueña”. Este proceso de poblamiento y economía se inició en Antioquia en las postrimerías del siglo xviii, con la concesión de tierras para agricultura propiciada por la Corona española. A partir de la fundación de Sonsón en Antioquia, en 1788, se inició un flujo migratorio hacia el sur, a lo largo de la cuenca del río Cauca. Ese flujo dejó a su paso un buen número de fundaciones urbanas y extensas áreas cultivadas. Según diversas fuentes, entre 1780 y 1900 aparecieron en la región más de 80 cabeceras urbanas, la mitad de ellas fundadas en la segunda mitad del siglo xix. En ese período se implantó y se expandió el cultivo del café, que habría de ser el principal pilar de la economía nacional durante más de un siglo. El importante proceso de poblamiento y economía de la colonización antioqueña dejó como resultado una expresión urbanística y arquitectónica propia que hoy hace parte importante del patrimonio cultural colombiano. La vida republicana trajo consigo cambios importantes en los modos de habitar y de construir, especialmente después de 1850. En las antiguas plazas coloniales surgieron los parques urbanos del período republicano, en los que la recreación y el ocio tuvieron espacio en las ciudades. En las viviendas se conservaron transitoriamente los tipos y técnicas provenientes del período colonial y se sumaron gradualmente mejorías en las condiciones habitacionales que condujeron, finalmente, al surgimiento de nuevos tipos de viviendas propios ya del final del siglo xix. Paralelamente se requirieron edificaciones para el gobierno y sus

dependencias. El Capitolio Nacional es el ejemplo más representativo de esta nueva serie de edificios públicos que incluyó posteriormente los destinados a la educación y a la cultura. Si bien se considera como “republicano” el siglo comprendido entre 1819 y 1919, el auge de una nueva arquitectura se dio después de 1900 y especialmente después del fin de la Guerra de los Mil Días, cuando la paz alcanzada estimuló la inversión pública y privada en el embellecimiento urbano y en nuevos edificios y viviendas.

El período moderno El período moderno de la arquitectura colombiana se inicia hacia 1930, año en el que ya existían algunos ejemplos tempranos de las nuevas ideas de arquitectura. Este período no termina todavía. Se puede hablar de diferentes fases o etapas de la modernización: una temprana o “primera modernidad”, comprendida entre 1930 y 1950; una segunda etapa de “consolidación”, entre 1950 y 1970; y una tercera etapa de “diversificación” a partir de 1970 hasta el momento. Hacia 1930 el panorama de la ocupación territorial en Colombia había cambiado notoriamente. La población del país había aumentado considerablemente. La colonización de las vertientes había poblado nuevas áreas, especialmente en los territorios de Antioquia, Caldas y el norte del Valle del Cauca. Las tres grandes regiones económicas del país: Centro, Occidente y Costa, habían definido su perfil. Las regiones que habían

permanecido relativamente aisladas por falta de buenos medios de transporte, habían definido su carácter cultural a lo largo del siglo xix y consolidado rasgos culturales muy fuertes y diferenciados. Algunas ciudades crecieron y prosperaron gracias a la industria y el comercio: Cartagena, Barranquilla y Santa Marta en la costa del Caribe; Medellín y Manizales en el centro; Cúcuta y Bucaramanga en el oriente; Bogotá, la capital, y Cali en el suroccidente. Riohacha, Ibagué y Neiva esperaban su turno para expandirse. Otras permanecían inmersas en sus tradiciones: Tunja, Pasto y Popayán. La aviación, introducida en la segunda década del siglo xx, junto con los ferrocarriles y las nuevas carreteras, habían iniciado la integración de regiones y ciudades; se respiraban los primeros aires modernizadores. La modernidad transformó por completo los modos de habitar y de hacer ciudad y arquitectura en Colombia. Ya hacia 1930 se percibía el interés del Estado y de grupos profesionales en sintonizar sus ideas con los sucesos mundiales. La f...


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