MGPage-La locución y la colocación PDF

Title MGPage-La locución y la colocación
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Course Morfología de la Lengua Española
Institution UNED
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EN TORNO A LA LOCUCIÓN Y LA COLOCACIÓN: SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS

M. García-Page (UNED, Madrid) 1. INTRODUCCIÓN

Actualmente, la mayoría de los fraseólogos adscribe el moderno fenómeno de la colocación a la Fraseología, junto al vetusto de la locución, aunque situándolo en la zona periférica, frontera con la Gramática (Corpas Pastor 1996, 1998a, 1998b y 2001; Castillo Carballo 1997; Ruiz Gurillo 1997; Alonso Ramos 2003 y 2004...) 1; de este modo, la clásica categoría de la locución, que, durante más de cien años de soledad, ha campado a sus anchas por ese vasto dominio apenas explorado, se topa, de golpe y porrazo, con un vecino, nunca antes conocido (aunque sí insinuado) por los gramáticos, un vecino con el que, andando el tiempo, habrá, como era de esperar, de enemistarse, precisamente por uno de esos molestos y controvertidos litigios de lindes de tierras lingüísticas y bienes inmuebles de la filología, habida cuenta de cuán difícil es a veces cercar las fincas propias, y cuánto más aún, las ajenas. Tan difícil es a veces la distinción que algunas expresiones se resisten férreamente a ser etiquetadas de una forma concreta y precisa, y es extremadamente fácil encontrar traspapelada una colocación en un corpus de locuciones o extraviada una locución en un corpus de colocaciones, cuando no, una u otra, perdida o desperdigada en un corpus de individuos de otra raza gramatical, como el de los compuestos sintagmáticos o impropios (o, a la inversa, un compuesto deportado o desterrado a un campo específico de locuciones o colocaciones)2. Una de las posibles causas del traspapeleo o extravío, pérdida o desperdigamiento, es, como sucede con otros hechos lingüísticos, la diversa interpretación de que son objeto los fenómenos de la colocación y la locución. Aunque pueda tenerse conciencia de la definición de cada concepto, esta definición será siempre aproximada. La tremenda abundancia de ejemplares de una y otra categoría y, sobre todo, la diversidad de formas que estos adoptan son quizá los primeros responsables de que no puedan establecerse definiciones precisas, perfectamente acotadas, límpida y cabalmente diferenciadas. En la base de este problema está la indiscreción de la ciencia llamada Lingüística, vicio –o virtud– que han heredado todas sus áreas o disciplinas: la Morfología, la Sintaxis…, y también la Fraseología. Por cuanto que no todas las unidades de una clase presentan por igual todas las propiedades características de la clase y por cuanto que algunas unidades son capaces de participar a la vez de las propiedades de varias clases, estas, las clases que se delimiten, no pueden concebirse como celdas o habitáculos estancos, de impenetrables paredes uniformes, ángulos rectos, vanos ciegos y cierre hermético: no hay categorías discretas, definibles con absoluta perfección, y las unidades se sitúan en distintos estadios de un continuum3. Los gramáticos levantan –o sueñan con levantar– altos, gruesos, macizos muros medianeros entre clases vecinas, que revocan con primor con atractivas, e incluso imponentes, teorías, lúcidas y luminosas, pero, más tarde o más temprano, esos mismos muros, en un 1

Un ejemplo representativo es el DFDEA (Seco y otros 2004) que otorga un sentido muy amplio al término locución con vistas a incluir las colocaciones, aparte de otras clases de estructuras. 2 En diversos trabajos nuestros, en especial en García-Page (2008 y 2010a), hemos puesto de manifiesto cómo no hay acuerdo entre los autores a la hora de describir una determinada expresión (por ejemplo, lo que para unos es una locución, para otros es una colocación y para otros, un compuesto), incluso cómo se advierten ciertas incongruencias en algunos estudios entre la teoría y la ejemplificación. Así, tanto en Casares (1950) como en la RAE (2009), por citar solo dos autoridades, muchos compuestos sintagmáticos son descritos como locuciones nominales. Algunos autores llegan a considerar los compuestos como unidades fraseológicas. 3 Es generalizada la teoría del continuo en fraseología. Todos los estudios coinciden en reconocer que los hechos fraseológicos son graduales. En gramática, también los hechos son graduales.

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tiempo tan resistentes y vigorosos, ceden y empiezan a desvencijarse, y a desconcharse o deslucirse, dejando asomar delgadas, aunque acaso profundas, grietas y diminutos intersticios, a vista de pájaro imperceptibles, por donde se cuelan algunos individuos de ambas vecindades: los más intrépidos, los más rebeldes o incómodos con las rigurosas leyes impuestas por los gramáticos a cada clase, los menos apropiados a las propiedades específicas de la clase que les han adjudicado. Otra razón hay que buscarla, claro está, en la concepción ancha de la fraseología que adoptan algunos estudiosos 4. Hay, en efecto, quienes, para no entrar en materia y evitar, así, pillarse los dedos, confiesan públicamente adoptar una visión vaga y abarcadora de la Fraseología, llamando a todo por igual, indiscriminadamente –sea locución, sea refrán, sea colocación, sea modismo, sea frase proverbial, sea compuesto…–, y entremezclando a diestro y siniestro, sin miramiento ni pudor alguno, unidades de acá y allá o acullá, ahorrándose así el esfuerzo que supone la tarea de determinación, con precisión y rigor, de sus señas de identidad y su clasificación; de este modo se forjan términos ampulosos, gruesos, orondos, hinchados de vacío, como unidad fraseológica, expresión fija, fraseologismo, expresión idiomática…:, y las distintas categorías se definen del mismo modo: “la locución es una unidad fraseológica”, “el refrán es una unidad fraseológica”, “la colocación es una unidad fraseológica”, etc.; “la locución es una expresión fija”, “el refrán es una expresión fija”, “la colocación es una expresión fija”, etc.; “la locución es un fraseologismo”, “el refrán es un fraseologismo”, “la colocación es un fraseologismo”, etc.; “la locución es una expresión idiomática”, “el refrán es una expresión idiomática”, “la colocación es una expresión idiomática”, etc. Todos los distintos fenómenos son unidades fraseológicas; todos son expresiones fijas, o fraseologismos, o expresiones idiomáticas…5 2. LO CUCIÓN Y COLOCACIÓN FRENTE A FRENTE

2.1. En torno a la colocación Quienes se han empeñado en extender el ya vasto dominio de la Fraseología incluyendo la colocación en uno de sus recintos no han escatimado esfuerzos en atribuir a las colocaciones propiedades que favorecieran su asimilación, cuando no identificación, con las locuciones. En no pocos manuales de fraseología y trabajos sobre las colocaciones es fácil ver definidas las colocaciones como “unidades fraseológicas” que comparten con las locuciones los rasgos de “fijación (en distinto grado)”, “idiomaticidad (parcial)”, “co-ocurrencia” o “combinación frecuente” e “institucionalización” (p. ej., Corpas Pastor 1996). Sin embargo, estas teorías se tambalean, y caen o se desploman por su propio peso con solo aducir ejemplos como vadear un río, trinchar la carne o levar el ancla, que son incuestionables e indiscutibles colocaciones, de estructura verbonominal, colocaciones completamente legítimas, de pata negra, pues, para empezar, nada tienen de fraseológico (el término fraseológico no es sino un simple adjetivo relacional que, como tal, pone la colocación “en relación con” la Fraseología, o, dicho de otro modo, clasifica la colocación como objeto de la Fraseología), ni son fijas (en ningún grado), ni son parcialmente idiomáticas (ni siquiera 4

Por supuesto, otra razón es la falta de rigor con que algunos atrevidos autores acometen el estudio de las locuciones o las colocaciones, sean cándidos principiantes y aprendices o avezados veteranos de larga estela o alto copete, acaso llevados por el afán, cual intrépidos aventureros, de experimentar en esta materia para ellos novedosa. Menudean en los ensayos afirmaciones y teorías débilmente fundamentadas, frágiles y deleznables, de pronto desmoronamiento, no pocas veces ilustradas con ejemplos poco certeros, si no errados o, simplemente, incongruentes con el análisis que llevan a cabo o la teoría que intentan demostrar. 5 Estos términos sólo podrán ser válidos y de útil aprovechamiento si se toman única y exclusivamente como hiperónimos de las distintas clases que pueden representar en calida de términos genéricos.

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exigua o mínimamente), ni son, estadísticamente, frecuentes (salvo en contextos o registros de habla muy determinados), ni están en puridad institucionalizadas y aun menos –según entienden algunos autores la institucionalización– lexicalizadas. Lo que no puede negarse es que esas expresiones satisfacen escrupulosamente el criterio de coocurrencia, si este concepto se toma en el sentido de que, entre los dos lexemas que se combinan formando normalmente un sintagma, existe una más o menos fuerte restricción semántica, que es, justamente, la piedra angular que sustenta la colocación: sólo se vadean ríos (o arroyos, torrentes…), sólo se trincha la carne (o el pescado), sólo se levan anclas; entre los verbos vadear, trinchar y levar y los sustantivos río, carne y ancla, respectivamente, se celebra una suerte de relación de “solidaridad léxica” que favorece su combinatoria frecuente; y de ahí, muy probablemente, proceda la extendida presunción de que forman un grupo trabado y compacto asimilable a la locución. Esta solidaridad léxica tiene carácter unidireccional, es una relación orientada: siempre va del colocativo a la base. Los colocativos son los elementos que imponen restricciones, más o menos fuertes, a sus bases; en las construcciones verbonominales el colocativo es el verbo y la base, el sustantivo: vadear implica a río y trinchar implica a carne, mas no a la inversa. En las colocaciones sustantivoadjetivales, como error garrafal o comida opípara, el adjetivo ( garrafal, opípara) es el colocativo y el sustantivo ( error, comida), la base; y en las colocaciones verboadverbiales, del tipo llover torrencialmente o prohibir terminantemente, el adverbio (torrencialmente, terminantemente) es el colocativo y el verbo (llover, prohibir), la base. Las expresiones arriba citadas cumplen, además, religiosamente otro precepto de la colocación, muchas veces olvidado por los lingüistas: la configuración de una estructura binomial o binaria; la combinación o co-ocurrencia se forja en virtud del vínculo semántico entre dos lexemas, independientemente de que el sintagma verbal contenga otros complementos (“vadear el ancho río a pie”, “trinchar hábilmente la carne de ternera”, “levar con suma rapidez las anclas del barco ballenero”). La solidaridad léxica puede entenderse como la expresión de una relación típica entre los lexemas implicados. K. Koike (2001: 28-29), siguiendo en parte a Írsula Peña (1994), intenta explicar dicha solidaridad con su teoría sobre la “tipicidad” de la relación (“Las colocaciones expresan una relación típica entre sus componentes”) 6: lo típico de una guitarra, remedando al lingüista japonés, no es que sea guardada o limpiada, sino que sea tocada, tañida o rasgueada, y de ahí que tocar una guitarra, tañer una guitarra o rasguear una guitarra sean colocaciones, pero no guardar una guitarra ni limpiar una guitarra, como tampoco lo serían comprar una guitarra o romper una guitarra, que sólo expresan relaciones semánticamente banales: “[…] el sustantivo guitarra sólo puede establecer relación típica como instrumento musical”. Asimismo, vadear un río es una acción típica, pero no lo es contemplar un río; trinchar la carne es una acción típica, pero no comerla; y levar el ancla es una acción típica, pero no limpiarla o engrasarla. Quizá se entienda mejor la teoría de Koike diciendo que tocarla, tañerla o rasguearla es lo propio o específico de una guitarra, como vadearlo es lo propio o específico de un río, trincharla es lo propio o específico de la carne, y levarlas es lo propio o específico de las anclas de una embarcación. Lógicamente, todos estos objetos o entidades pueden establecer otras relaciones típicas o propias. La solidaridad léxica entre dos lexemas o tipicidad de una relación puede explicarse en términos de intensión y extensión semánticas. El significado de los colocativos verbales rasguear, vadear, trinchar y levar se define intensionalmente; el de comprar (una guitarra), contemplar (un río), comer (la carne) y engrasar (el ancla) se define extensionalmente. El conjunto de objetos que pueden ser rasgueados, 6

Véase también Muñiz Álvarez (2004 y 2007).

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vadeados, trinchados y levados es reducido; el conjunto de objetos que pueden ser comprados, contemplados, comidos o engrasados es muy amplio, casi ilimitado. Podría decirse, con otras palabras, que, en el primer caso, la selección es de carácter semántico y, en el segundo, referencial. El primer conjunto se define denotativamente y el segundo, designativamente. Cuanto mayor es la intensión, mayores posibilidades de que una combinación sintagmática pueda categorizarse como una colocación. En relación con la intensión y extensión está el carácter gradual con que puede manifestarse el vínculo o la solidaridad, en unos casos más fuerte o intenso y en otros casos más débil o tenue. Este hecho será fácil de apreciar si tomamos como ejemplo las colocaciones verbonominales con el sustantivo guitarra antes mencionadas (tocar una guitarra, tañer una guitarra, rasguear una guitarra), a las que añadimos rasgar una guitarra. Aun expresando las cuatro colocaciones una relación típica, es evidente que las combinaciones más psicológicamente impactantes son las dos últimas, rasguear una guitarra y rasgar una guitarra, y eso se debe, sencillamente, a que rasguear y rasgar denotan una acción que se aplica exclusivamente o casi exclusivamente a la guitarra y no a otro instrumento musical7; de ahí que sea más fuerte el vínculo entre los verbos rasguear / rasgar y el sustantivo guitarra; de ahí también que pueda forjarse la ilusión de que verbo y sustantivo forman un bloque unitario, que puede aprehenderse de memoria y habitualizarse, como si de una locución se tratara. Por el contrario, el vínculo entre tocar y guitarra es bastante más débil, porque no es exclusiva de la guitarra la acción de tocar, dado que cualquier instrumento musical puede ser tocado (una guitarra, un tambor, una trompeta, un acordeón, unas castañuelas, un piano, una ocarina, una gaita, etc.). En un estadio intermedio se ubicaría la colocación tañer una guitarra; la menor intensidad del vínculo, respecto de rasguear / rasgar una guitarra, se debe, simplemente, a que la acción de tañer tampoco es exclusiva de la guitarra, pero sí específica, pues, además de cualquier otro instrumento de cuerda (como el arpa, el stradivarius o la bandurria), esa acción puede practicarse con un instrumento de percusión (como la campana, el tambor o el tamboril). Así pues, gracias al mayor grado de especificidad o precisión, rasgar / rasguear la guitarra representaría la predilección léxica o selección preferente, aunque las cuatro expresiones denoten acciones típicas 8. Una escala gradual de especificidad semejante cabría trazar entre los colocativos transgredir, quebrantar, violar, quebrar y traspasar en su combinación con el sustantivo ley: el vínculo con transgredir es el más estrecho porque sólo pueden transgredirse las leyes, normas, órdenes o preceptos, seguidamente de quebrantar, que, además de leyes o normas, se pueden quebrantar (‘romper’) objetos y quebrantar (‘profanar’) lugares sagrados, amén de otras acciones, y de violar, que, aparte también de leyes o normas, se pueden violar a personas, profanar lugares sagrados y deslucir o ajar un objeto, quedando al final quebrar y traspasar, que pueden combinarse con un mayor número de sustantivos y, por tanto, denotar otras acciones. Algo similar cabría decir de los pares de colocaciones cancelar (o anular) un contrato / rescindir un contrato, levantar (o recoger) el ancla / levar el ancla, pudrirse la fruta / macarse la fruta, perdonar una deuda / condonar una deuda, etc., en los que el primer colocativo es más neutro y el segundo es más específico o está más restringido. 7

Según el DRAE (2001), rasguear significa ‘Tocar la guitarra u otro instrumento rozando varias cuerdas a la vez con las puntas de los dedos’; y rasgar, ‘Tocar la guitarra rozando a la vez varias cuerdas’. 8 Un grado de especificidad similar al que se obtiene con rasgar/rasguear, se logra con puntear y arpegiar, en la medida en que representan otras formas particulares de tañer un instrumento de cuerda. Existen también otros términos específicos relativos al modo como es tocada la cuerda, que permiten, además, diferenciar instrumentos musicales de cuerda: cuerda golpeada (piano…), cuerda frotada (viola, violín, violonchelo, contrabajo…), cuerda pellizcada (guitarra, bandurria, mandolina…).

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Por tanto, a la tipicidad de la relación que se establece habría que sumar la especificidad, que permite determinar grados de mayor o menor exclusividad. En algunos estudios nuestros hemos utilizado el término de “implicación semántica”, que serviría oportunamente para explicar este proceso: el verbo o colocativo rasguear o rasgar implica necesariamente el sustantivo guitarra, lo reclama imperiosa e inexcusablemente; no así tocar, porque es un verbo semánticamente más neutro o menos específico; también lo implica tañer, pero no necesariamente, en exclusividad. Asimismo, rescindir implica contrato, mas no cancelar; levar implica ancla, mas no recoger; macar(se) implica fruta, mas no pudrir(se), etc. Cuanto más específico es el colocativo, más inmediata o directa es la implicación, y más estrecho, el vínculo solidario. Consecuentemente, cuanto mayor es la especificidad, mayores posibilidades de categorizar la combinación como colocación. A veces se forjan maridajes de monogamia perfecta o casi perfecta, en las que el colocativo se combina (casi) exclusivamente con una determinada base (formatear un disquete, resetear un disco, esnifar cocaína, polinizar la flor, aborregarse el cielo, atiplar la voz, atusar el pelo, aliñar la ensalada, cauterizar una herida, cierre hermético, batalla campal, tiempos inmemoriales, lucha intestina, craso error, calor sofocante, comida frugal, comida pantagruélica, victoria pírrica, llover torrencialmente, comer opíparamente, locamente enamorado, perdidamente loco…); estas colocaciones suelen resultar más auténticas, y estar más expuestas a su asimilación con las locuciones, o incluso con los compuestos en el caso de las colocaciones de estructura nombre + adjetivo. La gradación indicada lleva parejo un problema de difícil solución. A veces, el doblete de verbos colocacionales se conforma, por un lado, con un verbo semánticamente similar a los indicados, o sea, un verbo dotado de significado léxico que participa en la colocación con sentido figurado, y, por otro lado, con un verbo soporte o de apoyo, es decir, un mero auxiliar sin significado léxico; es el caso de albergar esperanzas y tener esperanzas, prestar atención y poner atención, impartir clases y dar clases, formular una pregunta y hacer una pregunta, cometer un error y tener un error, etc. Lógicamente, para los estudiosos que entienden que los predicados de verbo soporte son colocaciones léxicas de pleno derecho (Corpas Pastor 1996, Koike 2001…), no hay problema alguno, porque se reproduciría la misma situación de antes, aunque no explican cuál de los dos verbos es más específico o establece una relación típica más consistente. Para Koike (2001: 70-72), el problema se resuelve considerando que los verbos léxicos señalados no son léxicos, sino funcionales. En nuestra opinión, los verbos soportes no están habilitados para conformar colocaciones léxicas al carecer de significado léxico: si la colocación se fundamenta en una restricción semántica, resulta poco defendible la catalogación como colocaciones de concurrencias en que un componente está semánticamente vacío, como tener esperanza, tener un deseo, tener miedo, tener un error, tomar una decisión, tomar el relevo, poner atención, dar clases, dar un paseo, dar permiso, dar color, hacer un viaje, hacer vivac, hacer alusión, etc. Adviértase que una gran parte de las construcciones de verbo soporte admiten la paráfrasis léxica por un verbo de igual radical que el sustantivo con función...


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