Resumen 1er Parcial PDF

Title Resumen 1er Parcial
Author Eze Abalos
Course HISTORIA
Institution Universidad Nacional del Litoral
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Diseño de la Ciudad 2 El arte y a ciudad antigua Leonardo Benévolo GRECIA Hemos elegido como hilo conductor de nuestra narración la ciudad, es decir, el trozo de ambiente más completo e integrado que contiene y justifica todos los demás. Grecia se encuentra en un lugar montañoso y accidentado, dividido en un gran número de pequeños principados independientes. El desarrollo sucesivo explota las innovaciones típicas de la nueva economía. El hierro, el alfabeto, la moneda acuñada; la posición geográfica favorable al tráfico marítimo, permiten el desarrollo de las posibilidades de estos instrumentos en una dirección original. La ciudad principesca se convierte en la polis aristocrática o democrática; la economía jerárquica tradicional se convierte en la nueva economía monetaria que a partir del siglo IV se extenderá por toda la cuenta oriental del Mediterráneo. En este ambiente se forma la nueva cultura. El hábitat de la polis se extiende por la planicie, y suele ser fortificada con un cinturón de murallas. Entonces se distingue la ciudad alta (la acrópolis, en donde están los templos de los dioses y en donde una vez más los ciudadanos pueden refugiarse en una última defensa) y la ciudad baja (el astu, en donde se desarrolla el comercio y las relaciones civiles); pero son parte de un solo organismo, porque la comunidad ciudadana funciona como un todo único, sea cual fuere su régimen político. Los organismos para este funcionamiento son el hogar común (consagrado al dios protector de la ciudad – el rey- que en un principio era el palacio mismo y luego se convirtió en un anexo al edificio en donde residen los primeros dignatarios de la ciudad); el consejo (bulé) de los nobles o de los funcionarios que representan la asamblea de ciudadanos; y la asamblea de ciudadanos (agora) que se reúne para oír las decisiones de los jefes o para deliberar. El lugar de reunión suele ser la plaza del mercado (que se llama agora), o bien, en las ciudades mayores, un lugar abierto habilitado a este efecto. El territorio está limitado por las montañas, y casi siempre comprende un puerto (a cierta distancia de la ciudad, ya que ésta suele estar alejada de la costa, para no estar expuesta a los ataques de los piratas); las comunicaciones con el mundo exterior se producen principalmente por vía marítima. La población (excluidos los esclavos y los extranjeros) siempre es reducida, no sólo a causa de la pobreza de los recursos sino también por una opción política: cuando crece más allá de un determinado límite se organiza una expedición para formar una colonia alejada. Esta medida no se consideraba como un obstáculo, sino como una condición necesaria para un desarrollo ordenado de la vida civil. La población ha de ser lo suficiente numerosa como para formar un ejército en caso de guerra, pero no tanto como para impedir el funcionamiento de la sable, es decir, ha de permitir que los ciudadanos se conozcan entre ellos para que puedan elegir sus magistrados. Si disminuye demasiado, es de temer la escasez de hombres; si crece demasiado ya no es una comunidad ordenada, sino una masa inerte, que no puede gobernarse por sí misma. A continuación presentamos las características fundamentales de la ciudad griega: La ciudad es un todo único en el que no existen zonas cerradas e independientes. Puede estar rodeada de murallas, las casas de la habitación son todas del mismo tipo y se diferencian por su magnitud, no por su estructura arquitectónica. Y se distribuyen libremente por ala ciudad y no forman barrios reservados a clases o a estirpes distintas.

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En algunas áreas adecuadas ex profeso para ellos – el agora, el teatro- toda o gran parte de la población puede reunirse y reconocerse como una comunidad orgánica. El espacio de la ciudad se divide en tres zonas: las áreas privadas, ocupadas por las casas de habitación. La sencillez de las casas deriva de las limitaciones de la vida privada; la mayor parte de la jornada se vive al aire libre, en el espacio público organizado y articulado de acuerdo con las decisiones tomadas en común por la asamblea. Los monumentos esparcidos por todos los barrios hacen patente en todas partes los usos y las ceremonias de la ciudad, como casa de todos. Por ejemplo, la riqueza de Atenas alimenta a los consumos públicos, más que los consumos individuales; por ello, los elementos de las casas con escasos y poco costosos.Las áreas sagradas – los recintos con los templos de los dioses- y las áreas publicas, destinadas a las reuniones políticas, al comercio, al teatro, a las manifestaciones deportivas, etc. En el panorama de la ciudad, los templos sobresalen por encima de todo lo restante, pero más por su calidad que por su magnitud. Surgen en posición dominante distanciados de los restantes edificios, y siguen algunos modelos simples y rigurosos – el orden dórico, el orden jónico- perfeccionados a lo largo de repeticiones sucesivas, realizados con un sistema constructivo intencionadamente simple. El conjunto de monumentos de la Acrópolis se ve desde todas las partes de la ciudad, y los templos dejan ver desde lejos su estructura sencilla y racional; al aproximarse se descubren las articulaciones secundarias, los elementos arquitectónicos repetidos (columnas, basas, capiteles) y los detalles escultóricos más minuciosos, avivados por los colores: un mundo de formas coherentes y unidades entre sí, desde la mayor a la menor escala. La ciudad, en su conjunto, forma un organismo artificial inserto en el ambiente natural y vinculado a este ambiente por medio de una relación delicada; respeta las grandes líneas del paisaje natural. La regularidad de los templos (que tienen una planta perfectamente simétrica y están marcados en todo su contorno por la sucesión de columnas) casi siempre están compensada por la irregularidad de las sistematizaciones circundantes, que acaba disolviéndose en el desorden del paisaje natural. Precisamente por causa de estos cuatro caracteres – la unidad, la articulación, el equilibrio con la naturaleza y el límite de crecimiento- la ciudad griega sirve de ahora en adelante como modelo universal; da a la idea de convivencia humana una fisionomía precisa y duradera en el tiempo. ROMA En los márgenes del territorio etrusco se forma la ciudad de Toma: una pequeña potencia que crece hasta llegar a dominar todo el mundo mediterráneo. Roma no es una capital elegida, sino una capital obligada, ya que el Imperio nace por la ampliación de la ciudad-estado; el enorme engrandecimiento del territorio hace crecer la ciudad, pero no le priva de sus caracteres originarios, casuales y particulares; es un pueblo que se convierte en una ciudad mundial. La urbe corresponde al orbe; la ciudad acoge hombres y cosas procedentes e todo el mundo y el mundo está unificado, presidido, rodeado de murallas y recorrido por calles, como si fuera una única ciudad. El origen de la ciudad está vinculado, como siempre, a la naturaleza del lugar: en el curso inferior del Tiber. Durante la incursión de los galos, en 378 a. C., toda la ciudad es ocupada e incendiada, con excepción el Campidoglio – que hace a veces de Acrópolis-. Inmediatamente después, Roma es reconstruida – sin corregir su trazado irregular- y defendida con un nuevo cinturón de murallas con piedras rectangulares. De esta manera Roma adquiere, ya en el siglo IV a. C. la organización de una gran ciudad. En 312, por ejemplo, se

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construye el primer acueducto (Claudio) para suministrar agua a las zonas más altas, el teatro de Pompeyo (hacia 50 a. C.), sobre el Campidoglio y en casi todas las zonas de la ciudad se construyen numerosos templos. A pasar de la República al Imperio, las intervenciones constructivas se hacen cada vez más grandiosas y entraran en conflicto con la precedente organización de la ciudad: para dejar sitio a las nuevas sistematizaciones es preciso destruir lo que antes existía. A la par con la edificación pública se desarrolla la construcción privada, que aprovecha el poco espacio concedido con muchas vacas de varios pisos, las insulae destinadas a la población más pobre, mientras q las domus Roma alcanza su mayor desarrollo, y una organización física que parece coherente y definitiva. En los grandes edificios públicos, hechos con la colaboración de los mejores artistas del Imperio, se respeta el equilibrio entre estructuras arquitectónicas y ornamentos esculpidos o pintados como en los modelos griegos. En las últimas obras que se realizan durante el s. III, se rompe el equilibrio clásico entre la forma constructiva de conjunto y los detalles; los grandes ambientes de bóveda son construidos con una técnica cada vez más avanzada y segura, pero los órdenes arquitectónicos y la esculturas se realizan e una manera sumaria, o bien se sacan de otros monumentos más antiguos; esculturas y pinturas se contraponen a la arquitectura, como piezas de decoración independientes; la continuidad de las formas plásticas fijadas por los griegos se pierde definitivamente. En esta ciudad han vivido hasta el siglo III d. C. de 700.000 a 1.000.000 de habitantes: la mayor concentración humana realizada hasta entonces en el mundo occidental. Hemos de imaginar en torno a los monumentos públicos la multitud de casas, y analizar el funcionamiento complejo de este gran organismo. Las domus son las casas individuales típicas de las ciudades mediterráneas, de uno o de dos pisos, cerradas al exterior y abiertas a los espacios interiores; comprenden una serie de locales con un destino fijo; están destinadas a las familias más ricas, que ocupan para sí un terreno precioso. Las insulae son colectivas, de muchos pisos y comprende un gran número de habitaciones iguales que abren al exterior por medio de ventanas y balcones; las plantas bajas están destinadas a comercios (tabernas) o bien a viviendas más señoriales (domus); los pisos superiores son para las clases medias y bajas. Las divisiones de los apartamentos de los pisos superiores no tienen agua corriente (que solamente llega a los locales de la planta baja); no hay retretes privados; no hay calefacción ni chimeneas. Pero a pesar de estas limitaciones, los albergues de la capital se alquilan a precios muy altos. El Estado impone prohibiciones y reglamentos, pero no consigue corregir los males de la gran mayoría de los ciudadanos. En cambio, el Estado invierte con mayor decisión y eficacia, con medios adecuados, para construir y mantener eficientes los servicios públicos. Las cloacas comenzadas en el siglo V a. C. han sido continuamente extendidas y ampliadas. Estando destinadas a recoger el agua de la lluvia, el agua excedente de los acueductos, las inmundicias de los edificios públicos y de algunas domus de planta baja. Durante la República el agua está reservada a los usos públicos, y sólo el sobrante de las fuentes, puede ser concedido a los particulares. Más tarde, durante el Imperio algunos propietarios pueden obtener una concesión de un determinado caudal de agua para los domus de planta baja; todo el resto sirve para alimentar las instalaciones públicas: fuentes y las letrinas esparcidas por todos los barrios, y las grandes termas que sirven a vastas zonas de la ciudad. También los acueductos, como las vías, son considerados como un servicio público, están construidos por el Estado en cada ciudad, o bien por las administraciones locales, para satisfacer las necesidades colectivas, y solamente de una manera secundaria para los usos privados. La abundancia y la grandiosidad de los

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servicios higiénicos públicos compensa la escasez de los servicios privados en la mayor parte de las casas. Toda la población es admitida gratis a toda clase de espectáculos. Para los espectáculos se construyen los circos (el más importante es el Circo Máximo que puede contener 250.000 personas); los teatros; los anfiteatros, para los juegos de gladiadores (el Coliseo con 50.000 asientos; las naumaquias, para los combates navales (hoy desaparecidas). La construcción de las vías va a la par con la conquista de las provincias, sirve para el movimiento de los ejércitos, para el tráfico comercial y para las comunicaciones administrativas regulares. El paso de los cursos de agua exige la construcción de numerosos puentes de piedra o de madera (muchos de ellos todavía funcionan). El funcionamiento del Imperio romano exige una serie de intervenciones en el territorio, notables, no por la novedad de las técnicas, sino por su aplicación regular y uniforme en una gran escala. Los métodos constructivos provienen del mundo helenístico, con el que los romanos entrar en contacto en la Italia meridional: la primera vía importante y el primer acueducto. Los romanos han seleccionado estos métodos y han creado las organizaciones para difundirlos por toda el área del Imperio. Estos grandes edificios muestran la enormidad de los medios de que dispone la autoridad pública: dinero, materiales y mano de obra servil, recogida de todos los rincones del Impero. La supremacía política de la ciudad lleva a Roma una concentración cada vez mayor de hombres, y suministra los instrumentos para hacerla funcionar. Esta concentración produce una serie de problemas (para alojar gente, para hacer circular hombres y vehículos por la calle, para limpiar los escombros, para procurar el agua, los víveres e incluso las diversiones colectivas) y se apela a todos los recursos técnicos posibles para resolverlos. Pero la tecnología antigua no progresa continuamente, por ello se llega a un límite: la ciudad se detiene en una magnitud determinada y en un determinado grado de organización. El esfuerzo tecnológico para hacer funcionar esta gran ciudad depende, naturalmente, de la estabilidad política del Impero, y entra en crisis con él. La interrupción de suministros navales obliga a gran parte de la población a abandonar Roma y a volver al campo; las ruinas de los acueductos hace inhabitable toda la zona de colinas de la ciudad, es decir, el núcleo primitivo de Roma y los habitantes se han de concentrar en planicies en donde puedan sacar agua del río o de los pozos. Desde finales del siglo III d. C. Roma pierde el carácter de capital única. En el siglo IV, Constantino traslada la capital del Imperio de Roma a Bizancio, que recibe el nombre de Constantinopla. Al final del siglo, Teodosio divide definitivamente el Imperio en las dos mitades, occidentales y oriental, que tienen como capitales Ravena y Constantinopla. Constantinopla continúa siendo la capital del Imperio de Oriente hasta el siglo XV. Los cruzados que saquean la ciudad entre 1204 quedan maravillados ante una metrópoli tan grande y más rica que cualquier otra ciudad de Europa. Los turcos la conquistan en 1453, Constantinopla se convierte en su capital, Estambul, y todavía hoy es una de las ciudades más importantes del mundo oriental. Introducción a la Arquitectura Leonardo Benévolo La Arquitectura Griega

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Los griegos fueron la senda intelectual y comprendieron a la arquitectura como otra arte, casi en forma científica. Pero como cualquiera de las artes supone que existan algunas reglas objetivas y que el valor de cada experiencia consiste en adecuarse a ella. En la arquitectura se ha convenido luego llamar a estas reglas con el nombre de órdenes: orden dórico, orden jónico y orden corintio. El orden es una disposición regular y perfecta de partes que concurren en la composición de un conjunto bello; el orden, por lo tanto, se opone a la confusión. Los ordenes arquitectónicos no son reglas materiales, es decir, no son modelos completamente determinados, sino reglas ideales, que pueden traducirse concretamente de modos muy distintos. A modo de ejemplo, el orden jónico no es una forma sensible, sino una forma intelectual. Entre la forma intelectual y la realización práctica existe un margen que puede ser colmado de muy diferentes maneras, y en la elección entre estas maneras está la libertar de los diseñadores; las variedades de las realizaciones es potencialmente infinita, porque ninguna imitación sensible ni una serie de imitaciones pueden consumir las virtualidades contenidas en el modelo ideal. Los diseñadores griegos seleccionaron poco a poco la multiplicidad de las soluciones, y cada vez que encontraban una solución convincente las adoptaban como normas y las empleaban para distintas distintos edificios, garantizando economía de pensamiento y construcciones de prestigio. La otra cara de este procedimiento es la limitación de las experiencias. La referencia a las reglas garantiza la profundización de las investigaciones en un determinado campo, pero a la vez obstaculiza fuertemente su ampliación. Así, campos enteros se descuidan a priori especialmente en el aspecto técnico. Los órdenes arquitectónicos derivan de una interpretación particular del sistema constructivo trilítico, que llega a ser el sistema más importante, aunque los griegos también conozcan la bóveda. De este modo los griegos se sienten seguros por adelantado de la armonía entre las exigencias estáticas y compositivas. La limitación del campo torna muy débil el equilibrio del sistema cultural, porque lo hace depender estrechamente de las condiciones particulares técnicas, económicas y sociales en que se ha formado. Para exponer con precisión los caracteres de la experiencia griega conviene considerar lo extraño y a la vez evidente de los hábitos formales y de los contenidos psicológicos. Se podría decir que la antigüedad muestra una especie de firmeza en afirmar la consistencia de las formas sensibles y parece atribuirse una suerte de valor absoluto. Cada objeto debe ser representado del modo más directo, y su comprensión debe reducirse lo más posible a las percepciones sensibles inmediatas. Cada objeto debe ser reconocido en su individualidad antes de entrar en composición con los otros objetos. Esto ayuda también a comprender las relaciones entre el orden y el edificio entero. Existe siempre la posibilidad de aislar mentalmente el sistema columna-arquitrabe del edificio, permitiendo el control indirecto sobre la composición del conjunto. Además, el observador ve simultáneamente dos paredes a lo sumo, pero la repetición uniforme de las columnas, alrededor de la cella, le asegura que atrás, sobre las otras dos paredes, continúa el mismo tratamiento; por ello, contemplando el templo desde un lado ve ya con una sola mirada todo lo que ha de verse, y se hace una idea adecuada del organismo entero. A ello se le suma que, al ser la planta un rectángulo, la igualdad de los intereses proporciona un medio para comparar rápidamente el largo con el ancho y la altura real. Así, el orden es un medio para obtener una evaluación inmediata de las proporciones de todo el edificio

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Pero esta interpretación del edificio debe ser corregida por otro razonamiento, que se puede hacer partiendo de las deformaciones halladas en los edificios griegos. Las líneas rectas se sometieron a leves curvaturas según los ejes de simetrías principales, las columnas de los lados cortos son a su vez más gruesas que aquellas de los lados largos, los pisos son levemente convexos, etc. Estos detalles se interpretan comúnmente como correcciones ópticas, es decir, soluciones para compensar las diferencias de las condiciones visuales de los distintos elementos (por ejemplo las columnas de esquina, más expuestas a la luz, parecerían más delgadas, y por consiguiente, son ensanchadas).o bien corregir ilusiones ópticas (por ejemplo, una vertical parecería salirse de aplomo u por lo tanto se inclina hacia atrás). Estas deformaciones conducen al debilitamiento de la autonomía concedida a cada elemento y refuerzan la unidad del conjunto, porque la forma de los elementos se modifica de acuerdo con su posición en el conjunto. La convergencia de los dos sistemas de control, el analítico y el sintético, da a cada uno de los edificios – sobre todo los representativos o religiosos- un decidido resalte individual y una separación del ambiente circundante. Esta separación se advierte claramente sobre todo en el plano técnico. Los griegos han limitado enérgicamente el empeño de la composición arquitectónica evitando aplicar los mismos métodos en escala más extensa. Los griegos nunca consideraron en la era clásica el trazado de una ciudad en proporción con el trazado de un templo. La renuncia a intervenir con los métodos hasta aquí examinados más allá de la escala del edifi...


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