Tema 4 apuntes educacion social uned PDF

Title Tema 4 apuntes educacion social uned
Course Historia de la Educación Social
Institution UNED
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Tema 4- Apuntes 1 Historia de la educacion social Uned del primer año del grado de educacion social, realizados a traves del libro...


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La educación en la Edad Media occidental: un tránsito a la modernidad 4.1. CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y PEDAGÓGICO DE LA EDAD MEDIA La Edad Media o Medioevo es el periodo histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el siglo XV. Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América, o bien en el 1453 con la caída del Imperio Bizantino. Un periodo de cerca de mil años de historia que puede dividirse en tres grandes etapas: Temprana Edad Media, Alta Edad Media y Baja Edad Media. a) Temprana Edad Media desde el siglo V hasta mediados del siglo VIII. En el plano político, se caracterizaría por dos ideas marco: por un lado, por un debilitamiento progresivo, por otro, por la creación de nuevas monarquías y reinos surgidos tras las invasiones bárbaras: los ostrogodosgermanos se instalaron en Italia, los franco-germanos se instalaron en Francia. En el plano religioso, la desaparición del Imperio Romano y la debilidad creativa de los pueblos bárbaros supuso la emergencia de la Iglesia casi como única fuente sólida de principios morales y doctrinales. Una organización implementada por una jerarquía más o menos disciplinada y formada de obispos, presbíteros, diáconos, subdiáconos, acólitos y fieles que hicieron de la Iglesia la institución más sólida y organizada de la Temprana Edad Media. El plano pedagógico se caracteriza por cuatro acontecimientos. En primer lugar asistimos a un deterioro progresivo de la escuela secular romana. Los merovingios, visigodos, suevos, etc. carecían de una tradición cultural sólida y no supieron mantener las instituciones del Imperio Romano. En ese marco, la Iglesia tomó las riendas de la cultura y urgió el impulso de instituciones educativas, entre otras razones para satisfacer sus propias necesidades. Una segunda aportación es la vida monástica. El monacato había surgido en Egipto, entre los siglos III y IV. En los siglos VII y VIII se consolidó gracias al impulso de los monasterios anglosajones. La vida de estas instituciones se basó en la Regla de san Benito: oración, trabajo y ascetismo. Su labor intelectual no alcanzó un alto desarrollo, se redujo a utilizar la ciencia grecorromana como propedéutica e introducción a las Sagradas Escrituras. El tercer hecho relevante fue la división clara y casi definitiva de la antigua enkiklios paideia. Su artífice fue MARCIANO CAPELLA, quien en las Nupcias de Mercurio con Filología argumentó la pertinencia de dividir las artes liberales en dos niveles de formación diferenciados: el trivium -o triple camino-, que comprendía las disciplinas de la palabra: gramática, retórica y dialéctica; y el quadrivium -o cuádruple camino-, que se refería a las ciencias del número y de la medida: aritmética, geometría, astronomía y música. Aunque fue san Isidoro con sus Etimologías ( 620/625) quien mejor supo recoger el saber de la época grecorromana, mantenerlo en el ámbito de las llamadas Artes Liberales y transmitirlo a la Europa occidental.

b) Alta Edad Media El segundo periodo en que se divide el medievo occidental se denomina ALTA EDAD MEDIA y abarcaría desde la segunda mitad del siglo VIII hasta finales del siglo XL Políticamente vendría representado por la hegemonía del llamado Imperio Carolingio, el inicio del Sacro Imperio Romano Germánico y el nacimiento de los reinos hispánicos. Tendrían como denominador común haber sido sancionadas por la Iglesia y llamadas a colaborar con ella en su misión evangelizadora y misional. Una simbiosis no exenta de problemas, donde la injerencia abusiva del orden religioso en el poder civil o la intervención desmesurada del poder civil en asuntos religiosos llevó a conflictos que marcaron el devenir político y religioso de los siglos posteriores. Sobresale el cisma de Oriente o de Focio (858-867), por el que la Iglesia quedó dividida en dos: la iglesia bizantina, de línea ortodoxa, y la Iglesia de Occidente, de tradición católicoromana. A ello se unió una cierta secularización de la vida religiosa con la aparición de la simonía o compra-venta de oficios y dominios eclesiásticos y la provisión de cargos eclesiásticos por parte de los poderes seculares. Sombras que fueron aplacadas con la luz de las conversiones de Noruega, Polonia y de parte de Rusia. En el plano social, la Alta Edad Media se caracterizó por el nacimiento del feudalismo. Un modelo de organización en el que la falta de un Estado fuerte y estable fragmentó el poder en territorios o feudos personales, donde caballeros, vasallos, señores y siervos conformaron su propia protección y pervivencia. Ser hombre, socialmente hablando, equivalía en el altomedievo a pertenecer a un feudo o señor. Un entorno donde el vasallo, campesino o siervo, a cambio de fidelidad, fuerza y trabajo, recibía tierras, manutención, protección y derechos. Carlomango, Luis el Piadoso y Carlos el Calvo. Referentes que asentaron el impulso de la cultura europea occidental atendiendo a tres flancos: mejorar la instrucción intelectual y moral del clero, extender y hacer más profunda la formación religiosa del pueblo, y mejorar la cultura de aquellos que participaban en la administración del gobierno. Tres objetivos para los que se contó, por un lado, con el apoyo de la Iglesia, que impulsó la mejora de la formación sacerdotal y la consolidación de escuelas episcopales y parroquiales; por otro, con la ayuda de diferentes intelectuales extranjeros, que acudieron a la corte carolingia a apoyar su reforma. Todo ese marco de sinergias posibilitó la corrección del dogma mediante la prohibición de textos erróneos, por ejemplo, nombres equivocados de mártires o santos dudosos. Todo ello se completó con esfuerzos notables por limpiar de barbarismos la lengua latina, por que se conocieran las leyes eclesiásticas y civiles y por traducir a lenguas vernáculas las principales oraciones de la fe. En segundo lugar cabe apuntar al Renacimiento Otoniano. Una realidad política que en su primera centuria sembró Europa de paz, alentó la expansión del cristianismo y posibilitó un florecimiento cultural y religioso que afectó a casi toda la cristiandad occidental y muy especialmente a Germania. Este fenómeno no representó una novedad significativa, realmente fue una continuación del

renacimiento carolingio con especial hincapié en cuatro frentes. En primer lugar hubo un aumento de monasterios. En segundo lugar destacan tres figuras intelectuales: en primer lugar, Abón de Fleury, en segundo lugar Hermann de Reicheneu, finalmente cabe aludir a Gerberto de Aurillac. Finalmente es importante aludir a dos hechos de especial relevancia y dinamismo cultural. Por un lado, al nacimiento incipiente de escuelas urbanas, relacionadas en su mayoría con estructuras religiosas. En segundo lugar hay que referirse al intercambio y diálogo fluido con sabios del mundo árabe y bizantino, lo que posibilitó consolidar una renovación intelectual y pedagógica que habría de significar el fin de una etapa y el nacimiento de un nuevo sentir cultural: la Baja Edad Media. c) Baja Edad Media El último periodo que cierra el medievo es la llamada BAJA EDAD MEDIA. Una etapa, de tremendo calado y trascendencia, que abarca los siglos XII a XV, caracterizada por profundas transformaciones políticas, religiosas, sociales y culturales, que hicieron de esas centurias uno de los periodos más sugerentes y creativos del acontecer humano occidental. En el plano político, las grandes dinastías de Europa: los Capeto en Francia, los Plantagenet en Inglaterra, los Hohenstaufen en Alemania, o los Trastámara en Castilla asentaron un Estado sólido y fuerte que debilitó sobremanera el orden feudal, sometió a la nobleza y consolidó la figura política del Estado monárquico como forma indiscutida de gobierno. Las relaciones Iglesia-Estado siguieron sendo elementos clave del acontecer político, social y cultural. Ahora, más que nunca, se habla de la existencia un gobierno unitario del mundo, con dos órdenes marcadamente diferenciados: el espiritual y el temporal. El primero, representado por el papa, legitimaría y daría sentido a un segundo, personificado por un príncipe o monarca. En el plano social, económico y demográfico se dieron importantes transformaciones. En primer lugar se fueron debilitando las estructuras feudales; inmensas masas forestales se convirtieron en terrenos cultivables; se consolidó una economía más urbana y mercantil. Surgieron necesidades y estructuras nuevas que tuvieron a la ciudad y a una emergente burguesía como a sus símbolos más representativos. La población europea a comienzos del siglo XIV se estimaba en 73 millones, cuando en el siglo X era de 42 millones. María, además de taumaturga, es la dama por excelencia de caballeros y monjes. Numerosas catedrales góticas se erigieron en su honor, y no hubo teólogo que se preciase de tal, que no dedicara buena parte de su obra a comentar la figura y las virtudes de la Virgen. No menos importante fue el aporte de las órdenes mendicantes al optar por una pastoral más urbana, disciplinar e intelectual, marcando diferencias notables con las órdenes monásticas, más vinculadas a zonas rurales, economías feudales y a una vida de clausura, piedad y recogimiento. En tercer lugar sobresale el deseo de una fe sin fisuras, que llevó a eliminar cualquier vestigio de heterodoxia. El plano pedagógico fue especialmente innovador. Al hombre culto bajomedieval no le

interesaba sólo la verdad sino cómo llegar a ella. Saber y cómo saber se convirtieron en caras de una misma moneda. Títulos como ars meditandi, ars dicendi, ars orandi, Legendi, praedicandi, moriendi, etc. se convirtieron en referencias habituales de libros escolásticos. Por ejemplo Didascalicon de studio Legendi de Hugo de San Víctor. Paralelamente se asiste a un aumento y variedad de instituciones docentes. Fenómeno que puede resumirse en tres modelos: escuelas clericales, escuelas seculares e instituciones universitarias o superiores. 4.2. DECÁLOGO PEDAGÓGICO DE LA EDAD MEDIA En ese marco amplio marco cultural no cabe duda que el saber pedagógico ocupó un lugar central. A los medievales les interesó conocer la verdad pero tanto o igual les interesó cómo llegar a ella. Un prurito que impregnó la personalidad cultural de la Edad Media de una impronta pedagógica, más o menos común, participada de forma desigual, y definida por diez características marco. Decálogo que en buena parte vino desarrollado en una de las enciclopedias pedagógicas más acabadas de la Edad Media, y no por ello suficientemente conocida: Rudimentum doctrinae, escrita por el franciscano Gilbert de Tournai entre 1263 y 1270. a) Carácter teocéntrico En el plano teológico la Edad Media no tuvo que elaborar ninguna teoría sobre las verdades esenciales de la religión. Copió la doctrina cristiana y la acomodó a los signos de su tiempo. El orden político fue el primero en verse afectado. A partir del siglo V, la acción de gobierno no tendrá como fin exclusivo dirigir los asuntos temporales, sino colaborar con la Iglesia en su dimensión cristianizadora. Conclusión que revistió de religiosidad el orden político y marcó -no sin conflictos- las relaciones Iglesia-Estado a lo largo de toda la Edad Media. Si la acción política debía ser teocéntrica no menos debía serlo la acción social. Una de las expresiones más completas de esta tesis apareció con la publicación, en 1159, del Policraticus de Juan de Salisbury. Obra con la que se legitimaba un orden social inspirado por la Iglesia e implementado por tres estamentos. En primer lugar los bel/atores, integrado por los caballeros, nobles y milicia, con el rey o el emperador a la cabeza, que aspiraban a la defensa y gobierno de la "ciudad terrena': En segundo lugar los oratores, integrado por una clerecía amplia con la misión de brindar a toda la comunidad el camino para llegar a la "ciudad celestial''. Su ámbito de acción incluía, amén de la religión, la creación y difusión de la ciencia y de la cultura, así como la función asistencial de la beneficencia y la educación. Por último estaban los laboratores: el pueblo llano, los siervos o laicos, cuya misión principal era trabajar la agricultura, la artesanía, el comercio. b) Antropología escatológica En el plano antropológico, la Edad Media tampoco tuvo que hacer grandes esfuerzos. La antropología paleocristina, con la ayuda de la psicología grecorromana y de la psicobiología árabe, asentó y orientó un proceso pedagógico que tenía como fin lograr la felicidad eterna. Para evitarlo, afirmaron con claridad que el ser humano es hijo adoptivo de Dios, creado a su imagen y semejanza, con una naturaleza caída, herida y debilitada por el pecado

original, y con un fin único y universal: restaurar de una manera plena, por la fuerza de la educación y la gracia, la imagen divina en el hombre. Tomás de Aquino formuló con brillantez el porqué de este proceso. Para el Aquinate, si el pecado original no se hubiese producido, la educación del hombre hubiese resultado muy diferente. Esta inquietud dio paso a una notable preocupación didáctica, que empapó de pedagogismo la identidad de la cultura medieval. Saber y cómo saber se convirtieron en caras de una misma moneda. No se trataba sólo de conocer la verdad sino de saber cómo llegar a ella. Por ejemplo las Etimologías de san Isidoro, el De institutione clericorum de Rabano Mauro. Títulos que enfocaron la eruditio o formación como un proceso perfectivo de las facultades superiores del alma: inteligencia, memoria y voluntad, completado con la acción eficaz de la gracia sobrenatural, en perfecto equilibrio con la dimensión física de la naturaleza, y sin desprecio de la dimensión productiva y utilitaria de la vida.

c) Primacía moral En ese proceso cabe decir que la primera responsabilidad que afrontaron los medievales, obviando la educación física o nutritiva, fue la formación moral. El porqué de ello obedecía a razones pedagógicas de orden vital. Los medievales tenían claro que lo primero que se manifiesta en el alma no es lo racional sino los impulsos vitales primarios. Motivo suficiente por el que consideraron que la razón no podía ser el principio de la virtud, sino la educación moral ejercida sobre los impulsos vitales primarios. A continuación se preocuparon por perfilar un concepto claro y preciso de educación moral. Séneca y Cicerón, entendieron como la adquisición cuidada de costumbres para regir ordenadamente las facultades del alma y conducir sus afectos y emociones a la práctica de la virtud. Razón suficiente que les llevó a considerar la búsqueda y práctica del bien como el fin primario y fundamental de la educación. Un logro que demandaba cuatro condiciones. En primer lugar era necesario convertir el ejercicio de la acción en un dominio o hábito mediante la repetición constante y asidua de la acción práctica. En segundo lugar se trataba de orientar la acción o hábito a la práctica del bien, pues no es propio de la naturaleza desear el mal. En tercer lugar se requería el concurso de la libertad personal, sin ella no hay responsabilidad o implicación vital, falta disposición o compromiso. Trilogía que se completaba con la disciplina. Un término polisémico que en la Edad Media podía significar desde saber, ciencia, doctrina, asignatura, hasta castigo o ley punitiva. Variantes válidas que tenían como denominador común consolidar la necesidad de orden, sujeción, norma, o esfuerzo, encaminado a ayudar al alma a perseguir la virtud. Si así no se hiciera, la fuerza del alma se desvirtuaría y desvanecería; en cambio, si se le instruye moralmente, especialmente desde la primera infancia y adolescencia, con rigor y severidad disciplinar, el alma se muestra expectante, está en estado de vigilia, pronta para obrar y aprender. d) Sublimación del intelecto Muy ligado al deseo de bien los medievales consideraron el deseo de perfección. "La naturaleza nos hizo dóciles y nos dio una razón imperfecta, pero que pudiera

perfeccionarse", el devenir humano alcanzaba su sentido más pleno cuando, alejado de las preocupaciones seculares, centraba sus esfuerzos y sus anhelos en el conocimiento y vivencia de las Sagradas Escrituras. Con la llegada de la Baja Edad Media, las gentes del saber, sin renunciar a la fe, como valor supremo del hombre y a la educación como su guía perfectiva, se implicaron en la naturaleza y redescubrieron el valor creativo y humanizador de la inteligencia. Parecían griegos redivivos que rendían culto al intelecto. Una facultad que admiraron, y a la que consideraron uno de los ornatos más bellos del alma y lo más parecido a Dios. Alberto Magno, Con él se captan las esencias de las cosas, se trasciende la materialidad de lo creado y se accede a la meta y razón última de la cultura: la búsqueda de la verdad o sabiduría, que es "donde reside la regla del bien perfecto" Esta idea impregnó la pedagogía bajomedieval de un espíritu intelectual muy marcado que dio origen a la publicación de numerosas obras sobre la naturaleza del pensamiento y su modo de proceder. Interés que se acrecentó sobre todo a finales del siglo XII, cuando se conoció en Occidente el De anima y la Metaflsica de Aristóteles, obras que supusieron un gran impacto. e) Carácter nemotécnico El otro gran pilar que, junto a la inteligencia y la voluntad, conformaba las potencias superiores del alma era la memoria. Una facultad que, en el marco de una cultura donde el libro era un bien escaso, se presentaba como pilar axial del aprendizaje. Sin la memoria no es posible la vida, la reflexión o la conciencia; es tan importante como el alimento mismo, el medio que acompaña a la razón y a la voluntad para alcanzar, por la evocación y el recuerdo, la contemplación y deleite de la sabiduría. Mientras que el entendimiento se justificaba por tener como fin la búsqueda de la verdad, la memoria tenía una consideración instrumental o de medio: estaba en función del intelecto, por sí misma carecía de sentido, su fin no era otro que ayudar a la comprensión y retención de la verdad. En esta definición no había especial innovación. Los medievales reprodujeron lo que al respecto de la memoria habían dicho los pensadores grecorromanos y paleocristianos, especialmente Aristóteles, Cicerón y san Agustín. Pero sí introdujeron un aspecto capital: el dinamismo cultural de la Baja Edad Media supuso una redimensión extraordinaria de la didáctica nemotécnica por su especial incidencia en el aprendizaje. Los medievales eran muy conscientes que aprender suponía captar la realidad, comprenderla e integrarla en uno mismo; pero sólo se aprende no cuando se descubre la verdad, sino cuando ésta se tiene y se rumia por la acción retentiva y comprensiva de la memoria y de su hábito. Esta idea era tan importante que los medievales le rindieron cumplida pleitesía hasta el punto de producir un género didáctico específico conocido como ars memorativa o arte de la memoria. Numerosos capítulos de obras filosóficas y pedagógicas así como obras específicas abordaron su naturaleza, su función y su didáctica. Entre estas últimas cabe destacar De las tres circunstancias más importantes de las gestas históricas de Hugo de San Víctor, de ella se hicieron numerosas copias y sus recursos nemotécnicos se difundieron con rapidez por numerosas escuelas y universidades europeas hasta el punto de hacer de esta obra uno de los textos más leídos de la cultura medieval.

d) Valor de la fe Después de este recorrido cabe preguntarse si con la actualización de las facultades superiores del alma: inteligencia, memoria y voluntad se podía alcanzar el fin último de la pedagogía medieval, a saber: la sabiduría plena o santidad. La respuesta fue negativa; se necesitaba un cuarto pilar: la ayuda inexcusable de la fe. Para la cultura medieval, la antropología clásica había pecado de narcisista y confiado en exceso en la autoridad de las potencias naturales del alma: inteligencia, memoria y voluntad. Para los medievales apostar por un planteamiento semejante no sólo suponía limitar la naturaleza humana, sino olvidar el daño mistérico e insondable del pecado original. Un daño que había debilitado las facultades superiores del alma haciéndolas radicalmente incapaces de pasar por sus solas fuerzas de un plano natural a otro sobrenatural, posibilidad que sólo se alcanzaba con la fuerza de la fe. Este principio, que no representaba ...


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