Tema 9: LOS REINOS EUROPEOS EN EL SIGLO XV PDF

Title Tema 9: LOS REINOS EUROPEOS EN EL SIGLO XV
Author Ana Orozco
Course Historia Medieval II: siglos XIII-XV
Institution UNED
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Summary

TEMA 9: LOS REINOS EUROPEOS EN EL SIGLO XV
1. Génesis bajomedieval del Estado Moderno.
2. Francia: Luis XI y la resolución del problema de Borgoña.
3. Inglaterra: la guerra de las dos rosas y el ascenso de los Tudor.
4. La Península Ibérica: los Trastámara y las tendencias un...


Description

Tema 9: LOS REINOS EUROPEOS EN EL SIGLO XV 1. Génesis bajomedieval del Estado Moderno Al final de la Edad Media nace en Europa el llamado "Estado Moderno", un fuerte poder público que reaparece tras varios siglos de eclipse. Las simples monarquías feudales evolucionan y se refuerzan adquiriendo la noción de Estado, con una compleja burocracia, un ejército permanente y una potente fiscalidad. El concepto medieval de vasallo cambia por el de súbdito del monarca. Todo este proceso de evolución de las monarquías se conoce como “génesis medieval del Estado Moderno”. El historiador Strayer observó que el Estado Moderno aparece en Francia e Inglaterra durante los siglos XIV y XV, pero, los historiadores de tendencia marxista, tachaban esta aproximación de excesivamente institucionalista, ya que, para ellos, el Estado de la época continuaba defendiendo los intereses de la nobleza, a quienes, en última instancia, la renta feudal o los beneficios iban dirigidos. Para otros autores, como el historiador marxista británico Perry Anderson, no habría cambios en lo esencial del sistema. A partir de un estudio del CNRS francés, de los años 80 y 90 del siglo XX, el concepto de Estado Moderno se impuso de forma definitiva en la historiografía, aunque, algunos especialistas llamen a las monarquías autoritarias de este periodo “Estado”. El modelo seguido por los reyes del siglo XV fue seguramente el mismo que la profunda reforma administrativa de la Iglesia de los Papas de Aviñón del siglo XIV. Ya desde el siglo XIII se esboza esta tendencia con algunos monarcas como Federico II en Sicilia, Alfonso X en Castilla o Felipe IV en Francia, que quieren recuperar el concepto de soberanía estatal. El proceso de desarrollo del Estado Moderno experimentó diversos altibajos durante el siglo XIV, imponiéndose definitivamente en el siglo XV en países como Francia, Inglaterra o Castilla. El monarca crea un aparato burocrático que constituye una verdadera administración central, con un consejo real formado por oficiales especializados que se encarga del poder ejecutivo, en nombre del rey. Un tribunal de jueces se encarga de justicia representando a la corte suprema (audiencia o chancillería en España; tribunal de la "Cámara Estrellada" en Inglaterra y parlamento en Francia). A estos tribunales se puede apelar contra las sentencias de los tribunales señoriales, con el fin de limitar la inmunidad judicial de los señoríos. Al rey se le reserva el poder legislativo, pero las principales leyes suelen ser promulgadas en el curso de la celebración de grandes asambleas con representación de la nobleza, el clero y las ciudades de cada reino (Parlamento en Inglaterra; Estados Generales en Francia y Cortes en España). En el siglo XIV estas asambleas representativas llegan a su apogeo para entrar en decadencia en el siglo XV en decadencia en la mayoría de los países, salvo en Inglaterra. Finalmente, también aparecen importantes organismos financieros como el "Exchequer" británico y la Cámara de Cuentas en Francia y Navarra, que actúa como un actual tribunal de cuentas. En cuanto a la administración territorial, durante los siglos XII y XIII existían oficiales con autoridad territorial en algunos distritos, que se refuerza en la Baja Edad Media. 1

La prestación feudal de auxilium es sustituido por el ejército permanente formado por mercenarios que obedecen exclusivamente al monarca y que se mantiene también en tiempos de paz. Además, a finales del siglo XV, con el aumento y desarrollo de las relaciones internacionales, aparecen las primeras embajadas estables. La compleja burocracia, el ejército permanente y la diplomacia suponen la necesidad de numerosos recursos financieros para su mantenimiento con lo que es necesario el desarrollo de una verdadera fiscalidad de Estado. El rey tiene que imponer una fuerte presión fiscal sobre todo el territorio bajo su control, en forma de impuestos directos e indirectos. Inicialmente eran autorizados de forma temporal, para un objetivo concreto, por las asambleas representativas o los parlamentos, pero, con el tiempo, se convirtieron en permanentes sin necesitar el permiso previo de la asamblea representativa en cuestión. Un complejo aparato administrativo se encargaría de la recaudación. El proceso de génesis del Estado Moderno también afectó a nivel eclesiástico ya que los monarcas pretenden limitar la jurisdicción del Papa sobre el clero local. En el siglo XV, los reyes europeos suelen establecer concordatos o acuerdos con los pontífices para poder intervenir en la vida interna del clero dentro del límite de sus reinos y proponer candidatos al Papa para ocupar los principales cargos eclesiásticos en sus territorios. Con respecto al pensamiento político, se tendía a secularizar los fundamentos del poder monárquico, estando el rey por encima del Papa o del emperador del Sacro Imperio. A partir del siglo XIV se considera que el poder real tiene un origen exclusivamente laico y que el Papa no podía interferir en las monarquías en cuestiones que no fuesen estrictamente religiosas, a pesar de que la religión seguía siendo un tema de gran relevancia. La soberanía dentro de cada reino corresponde sólo al rey. Se utilizan complejos sistemas ideológicos para enaltecer la figura del monarca y se recurre a campañas de desprestigio contra sus oponentes.

2. Francia: Luis XI y la resolución del problema de Borgoña Carlos V, en la segunda mitad del siglo XIV, consigue que la monarquía francesa empieza a recuperarse, tras las derrotas iniciales de la Guerra de los Cien Años, configurando una fiscalidad de Estado. Sin embargo, a fines del siglo XIV y comienzos del siglo XV Francia vuelve a sufrir una grave crisis política e incluso parece estar a punto de disgregarse cuando la alta nobleza se hace con el poder actuando de regente del monarca demente Carlos VI (1380-1422). Entre esta nobleza se encuentra el duque de Borgoña, que disfruta de autonomía y forma un bloque territorial compacto propio en la frontera oriental del reino. A principios del siglo XV estalla la guerra civil en la aristocracia, entre los borgoñones y los armagnacs. Inglaterra aprovechó la situación para aliarse con el duque de Borgoña e intentar acabar con la monarquía francesa.

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Carlos VII en la primera mitad del siglo XV consigue rechazar a las fuerzas inglesas mediante la ruptura de la alianza anglo-borgoñona "comprando" la neutralidad del Duque de Borgoña al reconocerle una amplia autonomía. Pero, sobre todo, realizó una serie de profundas reformas administrativas configurándose una primera versión del Estado Moderno en Francia. Se crea un ejército permanente, dotado de una potente artillería con el que consigue expulsar a los ingleses de forma definitiva. El problema del estado autónomo de los duques de Borgoña seguía en vigor que habían establecido su Estado en las fronteras entre Francia y el Sacro Imperio Germánico haciéndose con el control de un bloque compacto de territorios a ambos lados de la frontera desde Suiza hasta el Mar del Norte. Cada vez más independiente, será Luis XI quien finalmente resuelva el problema de Borgoña en la segunda mitad del siglo XV. Tras la Guerra de los Cien Años, una Francia agotada temía una nueva alianza entre Inglaterra y Borgoña en contra de Francia. Frente a este peligro, Luis XI emprende una compleja actividad diplomática con el objetivo de aislar a Borgoña. Luis XI consiguió evitar el choque directo con el duque de Borgoña, pero indujo a los suizos a enfrentarse con él, muriendo este en la batalla de Nancy (1477), tras lo cual, Luis XI aprovechó a confiscar y ocupar la mayor parte de los territorios borgoñones, incluido el propio ducado de Borgoña. María de Borgoña, hija del último duque, se casó con Maximiliano de Habsburgo (futuro Emperador del Sacro Imperio Germánico), que logró recuperar casi la totalidad de Flandes o los Países Bajos, así como con el llamado "Franco Condado" (territorios dentro de los límites del Sacro Imperio), quedando para Francia los territorios borgoñeses en territorio francés. Francia emerge entonces definitivamente como una gran potencia europea a fines del siglo XV, incorporándose el ducado de Bretaña en 1491 durante el reinado de Carlos VIII (1483-1498) y manifestando crecientes tendencias expansionistas. El foco de esa expansión es puesto sobre Italia. En 1494, Carlos VIII protagoniza la primera gran expedición francesa a Italia sin encontrar a penas resistencia y ocupando el reino de Nápoles. Los demás estados italianos reaccionan con la ayuda de varios estados europeos en contra de la expansión francesa en Italia: España y el emperador Maximiliano I. Al final, Carlos VIII se vio forzado a evacuar Nápoles, pero las tendencias expansionistas francesas sobre Italia continuaron a fines del siglo XV y XVI, abarcando el ducado de Milán. En el siglo XVI, se desencadenarán la "guerras de Italia" entre Francia y España.

3. Inglaterra: la Guerra de las Dos Rosas y el ascenso de los Tudor Tras los inicios del Estado Moderno con Eduardo I a finales del sg. XIII y principios del XIV y un retroceso del mismo con la gestión desastrosa de Eduardo II, es con Eduardo III cuando la monarquía inglesa adquiere gran fortaleza y surge el intento de expansión sobre Francia. Los problemas surgen cuando las derrotas se suceden y surge el malestar de la sociedad ocasionado por la alta presión fiscal a la que es sometida para poder sufragar la guerra. Tras la muerte de Eduardo III en 1377, la larga minoría de edad del rey Ricardo II debilita a la monarquía, lo cual es aprovechado por un primo del monarca, Enrique de Lancaster (Enrique 3

IV; 1399-1413), para destronar a Ricardo II en 1399 e instaurar así una nueva dinastía real en Inglaterra, los Lancaster. Una vez consolidada la nueva dinastía en el poder, Enrique V (1413-1422) reanudó la guerra con Francia, casi consiguiendo la victoria de Inglaterra, pero, falleció prematuramente en 1422 dejando a un hijo menor de edad, Enrique VI (1422-1461), y la suerte de la guerra cambiaría acabando con el triunfo de Francia, provocando el desprestigio de la dinastía de los Lancaster. Los nobles descontentos empezaron a agruparse en tomo a la familia de los York, emparentada con los Plantagenet. Surge una guerra civil entre los Lancaster y los York por el trono de Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XV (1455-1485). Es la llamada "Guerra de las Dos Rosas". Durante la primera parte del conflicto, tras varios años de reinado de Enrique VI de Lancaster, es destronado por el rey el rey Eduardo IV (1461-1483), miembro de la familia de los York. Eduardo IV se mantuvo a duras penas en el poder durante varios años frente a las continuas revueltas de los Lancaster. A su muerte, le sucedió su hermano Ricardo III (1483-1485) que instauró un verdadero régimen de terror para mantenerse en el poder. Tuvo que enfrentarse a otro posible candidato al trono: Enrique Tudor, pariente de ambas familias. Ricardo III fue destronado tras la rebelión de Enrique Tudor, perdiendo la vida de manera violenta. Enrique VII (1485-1509) sube al trono instaurándose una nueva dinastía real en Inglaterra, los Tudor. La Guerra de las Dos Rosas afectó a la alta aristocracia inglesa pero no al resto de los grupos sociales, que mantuvieron su vida cotidiana tranquilamente, no afectando tampoco al ámbito económico. Enrique VII consiguió sin mayor dificultad restaurar el orden interno y devolver su fortaleza a la monarquía inglesa y consigue convertir de nuevo a Inglaterra en de las principales potencias europeas.

4. La Península Ibérica: los Trastámara y las tendencias unificadoras La evolución política de la Baja Edad Media en la Península Ibérica se caracteriza por: - la detención de la expansión territorial a costa de los musulmanes. - las continuas guerras civiles entre monarquía y nobleza. - la tendencia de unión entre reinos, promovida por la nueva dinastía de los Trastámara. En Castilla, los primeros signos de verdadero Estado aparecían durante el reinado de Alfonso X (1252-1284) a lo largo de la segunda mitad del siglo XIII. Se sucedió un periodo de continuas guerras civiles y predominio político de la nobleza, que caracteriza la evolución política de Castilla a fines del siglo XIII y comienzos del siglo XIV. Las oligarquías urbanas de las escasas ciudades del reino intentan preservar la debilitada autoridad de la monarquía frente a la “nobleza vieja”. Castilla se disputa el control del Estrecho de Gibraltar con la dinastía marroquí de los Benimerines o Meriníes.

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Alfonso XI (1312-1350) restableció el orden, sometió violentamente a la nobleza y estableció un régimen de autoritarismo regio. En política exterior, venció a los benimerines en la batalla del Salado en 1340, haciéndose con el Estrecho. La política de autoritarismo regio fue acentuada a mediados del siglo XIV por su hijo y sucesor Pedro I (1350-1369). La "nobleza vieja" empezó a extinguirse y a ser sustituida por la llamada "nobleza nueva", una aristocracia de servicio. La nobleza terminó rebelándose bajo el mando de un hermano bastardo del monarca, Enrique de Trastámara. Tras una larga guerra civil, llamada la “Revolución Trastámara”, Pedro I fue destronado y asesinado y su medio hermano se convirtió en el rey Enrique II de Castilla (1369-1379) llevando al poder una nueva monarquía en la que la alta aristocracia y los parientes del monarca se vieron muy beneficiados al concederles numerosos señoríos. Sin embargo, paradójicamente, a largo plazo se fortaleció institucionalmente a la monarquía castellana. Enrique II reorganizó la Audiencia o Chancillería y su hijo, Juan I (1379-1390) configuró el consejo real como organismo ejecutivo del poder real y creó un embrión de ejército permanente. Además, intentó infructuosamente anexionar Portugal con la derrota en la batalla de Aljubarrota (1385). En la época de Enrique III (1390-1406), se produjo el desplazamiento del poder de la alta aristocracia de parientes del rey hacia una oligarquía de la nobleza de servicio de linajes "nuevos". Además, se nombraba a un “corregidor” para controlar a los municipios urbanos. La prematura muerte de Enrique III (1406) dio lugar a una larga minoría de edad de su hijo y heredero, Juan II (1406-1454), cuya regencia asumió su tío Fernando de Antequera (1406-1416). A lo largo de su gobierno, se produjo expansión territorial de Castilla a costa del reino musulmán de Granada. Además, Fernando de Antequera asumió la corona aragonesa en 1412 cuando ésta se quedó vacante tras la muerte de Fernando I de Aragón, sin descendencia, entrando así la dinastía Trastámara en Aragón. Cuando el monarca castellano Juan II alcanzó su mayoría de edad en 1419, el condestable Alvaro de Luna le ayudó a defender el poder real en Castilla frente a los hijos del regente Fernando. Se desencadenaron varias guerras civiles en Castilla, siendo los infantes de Aragón expulsados de Castilla. Los linajes de la llamada "nobleza nueva" ascendieron definitivamente para convertirse en la alta aristocracia castellana que se volvieron contra Álvaro de Luna por el excesivo poder que tenía en el reino, siendo apresado y ajusticiado por el propio rey Juan II en 1453. Poco después el propio monarca castellano falleció y fue sucedido por su hijo Enrique IV (1454). Enrique IV de Castilla (1454-1474) restableció el orden y el poder real en el reino, pero su política bélica, no entendida por la aristocracia castellana, hizo que ésta se distanciara de él y, se sublevara en 1465, encabezada por el marqués de Villena, Juan Pacheco, antiguo favorito del rey. Se desencadenó una nueva guerra civil que produjo una situación de completo caos político. En los últimos años del reinado, se fue planteando el problema sucesorio. Enrique IV nombró sucesora a su hermana Isabel, casada con el príncipe Fernando de Aragón, en lugar de a su hija Juana. 5

Aunque, aparentemente, el poder real es muy débil en la época de Juan II y de Enrique IV, a un nivel más profundo, la monarquía castellana se está reforzando paulatinamente, constituyéndose y consolidándose un sistema fiscal eficaz. La fortaleza del poder real se recuperó en Castilla a finales del siglo XV. Tras la muerte de Enrique IV en 1474, la reina Isabel I de Castilla (1474-1504) y su marido, el que enseguida será el rey Femando II de Aragón (14791516), subieron al trono haciendo frente a una rebelión de parte de la nobleza castellana, apoyada por el rey Alfonso V de Portugal, quienes reivindicaban los derechos sucesorios de Juana, la hija de Enrique IV. Vencedores de la rebelión, los Reyes Católicos reunieron unas importantes Cortes en Toledo en 1480 en las que llegaron a un acuerdo con la nobleza castellana para estabilizar definitivamente el reino. Los Reyes Católicos culminaron las tendencias centralizadoras que habían sido iniciadas por los primeros monarcas de la dinastía Trastámara. Perfeccionaron el funcionamiento de las instituciones y organismos de gobierno creados por Enrique II, Juan I o Enrique III, pudiendo decir que el Estado Moderno se consolida definitivamente en Castilla bajo su reinado. Los Reyes Católicos desarrollaron una política exterior expansiva. Entre 1482 y 1492 conquistaron el reino musulmán de Granada y finalizaron la ocupación castellana de las Islas Canarias, iniciada a principios del siglo XV. Impulsaron la expedición de Cristóbal Colón que alcanzó América en 1492. Tras la muerte de Isabel en 1504, Femando el Católico prosiguió el impulso expansivo conquistando el reino de Nápoles a los franceses e incorporando el reino de Navarra en 1512. En Aragón, se impone un modelo de monarquía pactista frente al creciente absolutismo castellano. Desde la segunda mitad del siglo XIII el rey de Aragón había tenido que conceder el Privilegio General de la Unión a la nobleza que limitaba el desarrollo del poder real. Mientras, Aragón se centraba en una política de expansión por el Mediterráneo, que atendía a los intereses comerciales de Cataluña, con la conquista de Sicilia en 1282. Los reyes Jaime II (12911327) y Alfonso IV (1327-1336) continuaron la tarea mediante la ocupación de la isla de Cerdeña durante la primera mitad del siglo XIV. El autoritario Pedro IV (1336-1387) se enfrenta violentamente a las aristocracias aragonesa y valenciana en la llamada "Guerra de la Unión", tras la cual deroga el Privilegio General de la Unión. En este periodo se da una crisis económica en Cataluña, que se agudiza durante los breves reinados de Juan I (1387-1396) y Martín I (13961410) a fines del siglo XIV y principios del siglo XV. Al fallecer Martín I sin dejar un sucesor claro en 1410, desaparece la familia de los condes de Barcelona, quedando el trono vacante en un momento muy delicado. Los representantes de los tres principales reinos que componían la corona (Aragón, Cataluña y Valencia), se reunieron en el llamado "Compromiso de Caspe" en el que se eligió como nuevo rey al infante castellano Femando de Antequera (Fernando I) (1412-1416), influenciado por el papa de Aviñón, Benedicto XIII. De esta forma la dinastía Trastámara se impuso también en la Corona de Aragón. Alfonso V (1416-1458), sucesor e hijo de Fernando I, dedicó prácticamente todo su reinado a la conquista y ocupación sistemáticas del reino de Nápoles. Los problemas surgieron cuando Alfonso V fue sucedido en Aragón por su hermano Juan II (1458-1479) y por un hijo bastardo en Nápoles, desatándose una larga guerra civil en Cataluña entre las oligarquías catalanas y la 6

monarquía (1462-1472) ya que Cataluña se rebelaba contra el rey, al desplazar éste a su hijo y sucesor el príncipe Carlos de Viana y Valencia y Aragón se posicionaban junto a Juan II. El príncipe Carlos de Viana falleció en la contiendo, venciendo Juan II obligado a respetar la autonomía y las libertades catalanas. Mientras tanto, el conflicto terminó de arruinar económicamente a Cataluña, que fue sustituida por el reino de Valencia como elemento más próspero de la Corona. A la muerte de Juan II (1479), fue sucedido por otro de sus hijos, el príncipe Femando, casado ya con la reina Isabel I de Castilla. De esta forma se produjo la unión de los reinos de Aragón y Castilla. Aunque cada reino mantuvo su propia organización y personalidad, pronto Castilla, con más población y riqueza económica, se convirtió en el elemento dirigente. Paulatinamente la Corona de Arag...


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