Trabajo Práctico número 1-Sociologia Política PDF

Title Trabajo Práctico número 1-Sociologia Política
Author GABRIEL HERNANDEZ
Course Sociología general
Institution Universidad Nacional del Chaco Austral
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Representación política...


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Universidad Nacional del Chaco Austral

Licenciatura en Sociología

Cátedra Sociología política y del cambio social

Trabajo Práctico n° 1

Profesor: Lic. Facundo Kalin Alumno: Gabriel Hernández Año: 2019

Trabajo Práctico n° 1. Autor/es: Gabriel Hernández. 1) Explique lo referido a representantes políticos de Pitkin (características y atributos) describiendo un caso de su realidad social próxima. 3 puntos. Representación política, caracteres y atributos. Según referencia Pitkin, “representación significa aquí actuar en interés de los representados, de una manera sensible ante ellos. El representante debe actuar independientemente; su acción debe significar discreción y discernimiento; debe ser él quién actúe. El representado debe ser también (se le concibe como) capaz de acción y de juicio independiente, y no comportarse como necesitado de cuidado” (1985: 233). Así, se advierten como características y atributos de la representación la posibilidad de un actuar según los deseos e intereses de otros, más la posibilidad de reserva de un poder de acción y juicio independientes de los representados que da lugar a la controversia mandato-independencia (Gurza Lavalle, 2017: 21). Agrega Pitkin que se trata además de una acción sustantiva que implica una relación dual en virtud de la cual el representante político debe adscribir potencialmente al interés de sus electores de una manera sensible (Pitkin, 1985: 236). La autora citada añade que un representante político tiene el atributo de contar con un electorado como representado; esto es, no opera como un principal – sería el caso de un mandato privado- pero, no obstante, aclara Pitkin, el rol de aquél no implica representar a sus votantes en cualquier cuestión debatible, ya que el político se inserta en un contexto institucional y actúa con otros situados en la misma trama (Pitkin, 239).Así Pitkin da cuenta de la existencia de una paradoja, porque la “representación, tomada en términos generales, significa hacer presente en algún sentido (sense) algo que, sin embargo, no está, literalmente, de hecho presente” (Gurza Lavalle, 2017: 7, cita a Pitkin, 1967, pp. 8-9). De ahí el problema de la representación, que se debate desde dos lógicas: una, que plantea la independencia de los representantes, es decir, una representación al margen de las opiniones y aspiraciones de los electores (tesis de Burke); otra, que plantea el sometimiento al mandato por parte de los mismos y, con ello, la consulta permanente a los deseos representados (tesis liberal), perspectivas que, llevadas a la práctica de manera radical, anulan la representación política como tal (Pitkin, 1985: 234-235 y 238). Una salida alternativa a ese dilema es propuesta por Pitkin cuando plantea que “los temas políticos, de un modo general, se sitúan en el tramo intermedio, allí donde se aplica la idea de representación como una sustantiva actuación por otros” (p. 235), lo que reconoce que la misma se coloca en ese interludio, reconociendo que la actividad representativa también tiene la característica de exige gozar de ciertos márgenes de independencia, lo que se inscribe al horizonte propio de la democracia representativa; es decir, que los representantes actúan bajo sus criterios en dicho marco sin por ello obviar la

consideración habitual de los deseos de sus representados, un conflicto permanente pero no por ello innecesario. Máxime atendiendo al hecho de que, actualmente, quienes encarnan ese rol representativo son políticos profesionales, insertos en un marco institucional, que cuenta con opiniones disímiles sobre diversos temas, que actúan por un grupo de sujetos sin un interés singular, lo que torna complejo el obrar legislativo (Pitkin: 244-246). Pueden agregarse las categorías de representación sintetizadas por Pitkin; son las siguientes: 1) la representación formal como autorización (actuar en nombre de otro); la representación formal como obligación de rendir cuentas (accountability); 2) la representación descriptiva (correspondencia de caracteres); 3) la representación simbólica (actitudes y creencias de la gente) y, 4) la representación sustantiva (actuar en nombre de otro, en su interés) (Lifante Vidal, 2009: 501). Descripción de un caso de mi realidad social. Tomo de la arena política cercana a mi realidad el caso del senador provincial (Santa Fe), Orfilio E. J. Marcón, representante del departamento General Obligado del norte santafesino, quien pertenece al Frente Progresista Cívico y Social, cuyo origen político proviene de la UCR. Su CV oficial refiere que comenzó como Concejal Municipal de Avellaneda (Santa Fe), desde 1987 hasta 1988; Intendente Municipal de la misma ciudad desde 1991 a 2011; entre 2011 y 2015, primer mandato como Senador Provincial Electo (2011-2015) y actualmente en su segundo mandato legislativo (2015-2019). Asimismo, es candidato a renovar la banca senatorial en las próximas elecciones. En su gestión como Senador, desde un marcado personalismo y desde un posicionamiento de su figura carismática como político, ceñido a un discurso que vela por los intereses de los pobladores del norte santafesino, advierto que concentra una mixtura de las categorías de Pitkin (1985). Así, evidencia un actuar político según un rol sustantivo, ya que actúa en nombre de otros y según sus intereses. Ello lo evidencian sus proyectos y gestiones en favor de determinados sectores sociales, grupos económicos, industriales, comerciales y agropecuarios, o la gestión y articulación de emprendimientos vinculados a dichos actores que, tangencialmente, benefician al resto de la población (caminos comunales, ripiado, calles de acceso a plantas y parques industriales). Ello, claro está, sin quitar mérito a las gestiones que lleva adelante e impactan en beneficio de toda la comunidad. Pero también da muestras de una representación despojada de consultas en ciertas materias, lo que nos acerca a la primera categoría. Por último, la representación del senador Marcón evidencia un sesgo representativo simbólico, ya que prevalecen actitudes y creencias sociales en muchos vecinos de Avellaneda y la región que sostienen y enaltecen la figura de aquél, sin crítica a su gestión. La misma Pitkin sostiene que las perspectivas sobre qué debe entenderse por representación “son mutuamente incompatibles y erróneas en último extremo porque generalizan demasiado fácilmente y con demasiada amplitud” (Pitkin, 1985: 250).

2) Relacione analíticamente los textos de Mustapic y Franzé en una explicación de hasta 2 páginas. 3 puntos Los textos de Mustapic (2002) y Franzé (1994) abordan la temática de la crisis de representación política en la historia reciente de la Argentina desde la vuelta del sistema democrático en el año 1983 hasta la actualidad. La idea de Mustapic de examinarla crisis de representatividad política se inscribe a dos lógicas: una, que rige las relaciones entre partido-electorado, donde se advierte una dificultad para articular intereses sociales desde los partidos políticos; y, otra, entre partido-gobierno, referida a la toma de decisiones –deficientes- en orden a intereses de la sociedad (2002: 163 y 166-170). La actitud negativa hacia los partidos políticos y el personal que se congrega en ellos, es decir la crítica acerca de que los mismos no recepcionan las demandas sociales se presenta en un contexto nacional incongruente, ya que si bien se advierte una desafección democrática expresada en esa desconfianza y crítica ciudadana de la política y sus instituciones, ello no impacta en el sistema democrático (Mustapic, 2002: 167). Esta situación de crisis, signada por reacciones sociales de la sociedad civil, si bien emerge con un discurso tendiente a instalar políticos supuestamente independientes, financiados privadamente, se mueve entre la idea de controlar la política y, al mismo tiempo, se desentiende de ella (Franzé, 1994: 102), lo que genera un marco paradojal que caracteriza a dichas protestas por su carencia de incidencia significativa en el sistema democrático. Es decir que si bien se reclama la participación ciudadana, al mismo tiempo se pide que quien gestione sea un político privado (empresario), sostenido por fondos privados, ello atendiendo a que el político tradicional es visto como un agente que no cumple su función y se vale de fondos públicos para mejorar sus intereses particulares (Franzé, 1994: 103). Abonando esa idea, se advierte que dicho malestar si bien se ha traducido en manifestaciones sociales por fuera de los canales convencionales (cacerolazos del 2001, ¡que se vayan todos!, asambleas barriales, etc.), en las encuestas refleja un apego muy fuerte al sistema democrático (Mustapic, 2002: 164). Esto deriva en que, independientemente de lo positivo que anida en la crítica ciudadana al uso de fondos públicos por los partidos políticos, no se advierta una actitud tendiente a recuperar y ejercer un control efectivo del manejo de los mismos sino un reclamo privatizador del sostenimiento de la política, sin que ello obste a la existencia de escenario oscuro en el manejo de los fondos públicos, cuadro produce un repliegue corporativo de la sociedad política (Franzé, 1994: 102-104). Claro que resulta paradojal la pretensión de controlar una clase política sostenida con recursos privados, al par que desde la lógica del financiamiento privado entra en crisis el concepto de partidos políticos como instrumentos de la sociedad civil, asentándose la imagen de los mismos como empresas (Franzé, 1994: 104). Si bien es cierto que existen límites a la consolidación de nuevas fuerzas políticas en Argentina, ya sea por cuestiones de liderazgo, estrategias, alcance, recursos económicos y restricciones del propio sistema electoral, que retacea las posibilidades electorales, en definitiva ello produce una indiferencia civil hacia las estructuras partidarias (Mustapic, 2002: 171).

En ese contexto se esgrime que la privatización de los fondos prevendría actos de corrupción, lo que luce erróneo por cuanto dicho mecanismo corporativiza la política a costa de la sociedad civil, impide el control, sectorizar los intereses y el poder mismo de legislar; es decir, se aboga por una independencia mal entendida de la política, que no soluciona el problema de crisis de representatividad sino que, al contrario, consagra pautas de mercado en el seno político que restan autonomía a dicho actuar, lo que agrava el cuadro (Franzé, 1994: 104-105). Además, las restricciones del sistema electoral que se refirieron antes, que obstaculizan el surgimiento de nuevas fuerzas, producen sobrerrepresentación de las mayorías en las provincias chicas y sub representación en los distritos más grandes, que refuerzan el bipartidismo que hegemonizan las dos fuerzas más importantes (PJ y UCR) (Mustapic, 2002: 171). De ahí la recurrencia al político independiente, que sería más cercano a los intereses de la gente que el político profesional, y más práctico, tesitura que Franzé pone en duda, ya que advierte que siendo posible la corrupción mediante el financiamiento privado, ello no se pone en discusión y siendo que este modo de financiar la política podría derivar en actos de corrupción que beneficien a determinado sector –el que justamente financia la política-, dicho extremo no resulta objeto de crítica (Franzé, 1994: 105-106). Debe tenerse en cuenta además el marco organizativo de los partidos políticos (nacional, provincial y local), en el que, al liderazgo y la disponibilidad de recursos, se añade la mediación de los “punteros” que mercantilizan la política y promueven el clientelismo, lo que fragmenta los partidos, dispersa recursos, privilegia dichos liderazgos a nivel partidario, en un clima de permanentes realineamientos intrapartidarios, que horadan la unidad de los partidos políticos (Mustapic, 2002: 172-179), lo que posibilita el discurso de la necesidad de acercamiento entre representantes y representados y la privatización de la política. El problema de esta situación es que la crítica no aboga por recuperar el control civil, sino que postula una política independiente, ajena a lo ideológico partidario, sin la capacidad y el carisma propio del liderazgo político, lo que es un contrasentido, ya que al erigirse la idea de que el político no profesional no vive de la política, se relajan los controles y se demonizan los partidos (Franzé, 1994: 106- 110). Este cuadro decanta en una delegación completa, que vacía de contenido dichas aspiraciones (Franzé 1994: 116-117), en un contexto organizativo de los partidos ya existentes que afecta la posibilidad de una gestión eficiente de los problemas y demandas sociales, que también ponen en crisis la imagen de la clase política, que deja de ser captada como apegada a la democracia y, en cambio, es percibida como dedicada a salvaguardar sus intereses individuales (Mustapic, 2002: 181-182).

3) A su criterio, construya un análisis de los contenidos de la unidad 1 y 2 (elija un texto de cada unidad) en relación a la representación política. 4 puntos. La filósofa H. Pitkin da cuenta de las diversas concepciones y formas de ejercer la representación política, para referir a las categorías que la misma reconoce, esto es, la representación formal como autorización, la obligación de rendir cuentas (accountability), la representación descriptiva, la representación simbólica y la representación sustantiva (1985). Ahora bien, considerando la tesis de Janowitz, para quien la Sociología Política en sentido estricto estudia la organización, los grupos y el liderazgo políticos (1966: 79), como asimismo la perspectiva de Oszlak, quien examina el rol de quienes actúan en nombre de aquél atendiendo a los niveles micro, meso y macro (Oszlak, 2011: 1-2), es claro subyace una cuestión relativa a la representación política en dicho entramado. En esa lógica, Janowitz retoma la tesis marxista referida al sistema político y a los factores económicos que rigen las relaciones sociales, como también la idea de Weber, acerca de que el pragma social sirve al estudio de la Política, quien agrega además de las variables marxistas lo referido al estatus social, lo que ha venido a ampliar el horizonte de proyección de este tipo de estudios, comprendiendo la burocracia gubernamental y los partidos políticos. Sostiene dicho autor que los partidos operan como mediadores, más allá de sus estructuras internas, lo que decanta en teorías radicales –de cuño marxista- y moderadas –institucionales- (Janowitz, 1966: 80-81). Por su parte Oszlak entiende que el nivel micro de estudio del Estado da cuenta de un rol atravesado por manifestaciones diversas del mismo en lo cotidiano, que impactan en la experiencia de los representados, en tanto que el nivel meso se inscribe a las orientaciones que adoptan las políticas públicas desplegadas por los representantes del Estado y el nivel macro verifican el rol del mismo en el marco del sistema capitalista. Según este autor, el rol estatal en el nivel cotidiano (micro) es múltiple, de modo que testifica la presencia del Estado en la articulación de las relaciones sociales, lo que implica que la representatividad política es determinante en las demandas sociales y en las respuestas que se ensayan a las mismas, que a su vez generan nuevos problemas por atender (Oszlak, 2011: 2 y 4-5). Volviendo a Janowitz, advierte el mismo que el desarrollo la institucionalidad representativa, entre otros factores, permite examinar la opinión de las masas, su comportamiento electoral y grado de participación política, detectándose una apatía política en sectores menos favorecidos, incluso en sociedades industrializadas y con alto nivel educativo, lo que advierte sobre la “disminución o la desaparición del interés y la participación políticos” (Janowitz, 1966: 83). En tal sentido, dicha apatía se relaciona al tema de la representatividad y al hecho de que rige en la institucionalidad representativa una “agenda social problemática” (Oszlak, 2011: 5-6), caracterizada por la resolución de ciertas demandas y, paralelamente a ello, el surgimiento de nuevos problemas por resolver, que son foco de nuevas tensiones.

Claro que dicha agenda se conforma desde una historicidad y según intereses, lo que coloca sobre la superficie las orientaciones político-ideológicas de quienes toman las decisiones de qué debe incluirse en la misma (los representantes), lo que termina dividiendo las aguas entre sujetos “favorecidos” y “perjudicados” que, en definitiva, horada la legitimidad de la representatividad política. En esa lógica, Oszlak entiende que el nivel macro de análisis da cuenta de que las decisiones que toman los representantes se inscriben a intereses políticos y relaciones de poder, lo que determina la asignación de recursos, lo que evidencia que el rol estatal no aparece desvinculado de los lineamientos que conforman el modelo capitalista vigente, que pueden derivar en pactos de dominio, funcionales o distributivos (2011: 7). Al examinar la tesis de Pitkin sobre la representatividad, vimos que su clasificación obedece al modo en que se ejerce la misma, lo que se incardina a la idea de Oszlak de que “´el´ rol del estado podría consistir en observar las diferentes modalidades a través de las cuales su aparato institucional actúa, frente a la sociedad, a fin de reproducir y/o recrear condiciones que mantengan cierto grado de equilibrio entre esos pactos” (Oszlak, 2011: 8-9). No puede obviarse la referencia al estudio de las élites y el influjo de las asociaciones de la sociedad civil, como forma de entender el ejercicio del poder institucionalizado, lo que rompe con el molde tradicional basado en el estatus social, e incide en la representación política como tal, siendo las élites políticas “decisivas, hasta el extremo de que llevan a cabo la función de mediación y de ajuste entre los varios sectores institucionales de la sociedad” (Janowitz, 1966: 87-89).

BIBLIOGRAFÍA. - FRANZÉ, Javier. “El discurso del malestar civil: la crisis política como crisis de lo político”, en A. Porras Nadales (ed.), El debate sobre la crisis de la representación política (Madrid: Tecnos). 1996. - FRANZÉ, Javier. La sociedad civil frente a la crisis de la política. control y desentimiento. En Nueva Sociedad, n° 134, nov.-dic.-. 1994, disponible en http://nuso.org/media/articles/downloads/2378_1.pdf. - GURZA LAVALLE, Adrian. Más allá de la paradoja en Pitkin: Por una concepción dual de la representación, en Andamios, Volumen 14, número 35, septiembre-diciembre, 2017, pp. 123-157, disponible en http://www.scielo.org.mx/pdf/anda/v14n35/1870-0063-anda-14-35-00123.pdf. - JANOWITZ, Morris. Sociología Política. Revista de Estudios Políticos. España. 1966. - LIFANTE VIDAL, Isabel. Sobre el concepto de representación. En DOXA, Cuadernos de Filosofía del Derecho, 32 (2009) ISSN: 0214-8676 pp. 497-524, disponible en file:///C:/Users/ghernandez/Downloads/sobre-el-concepto-derepresentacion.pdf.

- MUSTAPIC, Ana María. Argentina: la crisis de representación y los partidos políticos. Universidad Torcuato Di Tella. Buenos Aires. 2002. - OSZLAK, Oscar. El rol del Estado: micro, meso y macro. Conferencia dictada en el VI Congreso de Administración Pública. Chaco. 2011. - PITKIN, Hanna. “El concepto de representación”. CEC. Madrid. 1985, disponible en https://es.scribd.com/doc/114315748/Hanna-Fenichel-Pitkin-Elconcepto-de-representacion-Madrid-1985. - SITIO WEB INSTITUCIONAL del Senador Provincial de la prov. de Santa Fe, Orfilio Eliseo José Marcón, disponible en https://www.senadosantafe.gob.ar/senadores/orfilio-eliseo-jose-marcon....


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