Mujeres en Edad Moderna PDF

Title Mujeres en Edad Moderna
Course Historia Moderna
Institution Universidad Pablo de Olavide
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Mujer y familia en Europa en los siglos XVI y XVII

Asignatura: Historia Moderna Alumno: Manuel Javier Barrera Hernández EPD: 11

En la Edad Moderna, la sociedad está dividida en estamentos. ¿Las mujeres en esta sociedad tienen muchos o pocos derechos? Ésta es la pregunta que nos planteamos en este trabajo y trataré de demostrar que las mujeres en la Edad Moderna poseían bastantes derechos. Mujeres campesinas. La vida. Tal y como podemos ver en el libro titulado “Historia de las mujeres; Una historia propia” escrito por Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, , el 90 por 100 de las mujeres europeas vivían en el campo, y dependían de la tierra y de lo que ésta era capaz producir. La vida de mujeres campesinas, con el objetivo de asegurar la supervivencia, era un trabajo continuo, como describe el proverbio irlandés todavía vigente en el siglo XX: «Una mujer en la casa está siempre trabajando>> Fueran niñas, adultas o ancianas, a las mujeres campesinas se les exigía trabajar. No conocieron la división del trabajo, ni diferenciación de esferas para la mujer y el hombre. Trabajaban en todo. Realizaban todas las tareas, excepto las más pesadas, relacionadas con la preparación de los campos y la cosecha. Ayudaban a arar, a estercolar, a segar, a trillar. Hacían todo el trabajo de la casa. Recogían la leña, sacaban el agua del pozo, vigilaban el fuego. Cultivaban el huerto, cuidaban de los animales, criaban los hijos, cocinaban barrían los suelos de arcilla. Ya avanzado el siglo XX, además de las tareas domésticas el campo y los animales, también realizaron trabajos adicionales para conseguir el dinero requerido para la renta, los impuestos, las necesidades básicas. Así, se emplearon fuera de casa como jornaleras o lavanderas, vendían queso y mantequilla, trabajaban en su rueca, tricotaban, hacían encajes. Y siempre había críos a quienes cuidar, embarazos, niños de pecho y además de las otras tareas. Los hijos y la crianza. Las mujeres campesinas asumían las responsabilidades del parto y la maternidad de modo tan serio y práctico como las buenas o malas cosechas, la venta de la nata y la elaboración del queso. En ellas residía la responsabilidad de las generaciones venideras, con su cuerpo y sus cuidados daban a luz a los recién nacidos, creaban y sustentaban la esperanza de una nueva vida. El parto y la crianza de los hijos fueron unas constantes en el mundo de la mujer campesina. Uno de los hechos que más podríamos destacar y que son casi desconocidos para la mayoría de las personas sería que en el mundo de la mujer campesina se favorecía y valoraba a la esposa que podía dar a luz hijos sanos. Una vez embarazada, la mujer campesina podía tener privilegios especiales, podían comer pescado y caza de las reservas del señor y pagar menos por utilizar el horno. Además también se les permitía quedarse con la gallina que debían al señor por carnaval. La familia y el matrimonio. A través de los siglos una mujer y un hombre sobrevivían en el campo, viviendo en el seno de una familia. Además, para las mujeres, la protección de un padre, un marido, o

un hijo, las hacía en teoría algo menos vulnerables a la violencia de otros hombres. Según las tradiciones heredadas de siglos anteriores, una mujer joven debía casarse, creando así una pareja con un hombre joven. Sin embargo, no olvidaba los lazos con su propia familia e incluso podía conservar el nombre de su madre o de su padre. Durante los ritos del matrimonio, la hija se encontraba de pie de la mano de padre, que la depositaba en las del joven. Por este simple gesto, su padre transfería su custodia y traspasaba a otro hombre la responsabilidad de protegerla y mantenerla, pues la protección y la manutención eran los aspectos en que las familias campesinas definían su responsabilidad hacia sus hijas. Otras partes de la ceremonia simbolizaban el regalo de la familia del novio, la viudedad, la promesa de una parte de sus bienes, y el acceso a sus tierras si moría y quedaba viuda. Mujeres de las iglesias. La mayoría de las mujeres cristianas, cualquiera que fuera su estamento en la sociedad europea, profesaron esta fe simple en la bondad y en el pecado, y siguieron este simple camino de transgresión reconocida, perdón garantizado y fe recompensada. Las mujeres europeas heredaron de los primeros siglos de cristianismo tradiciones que les permitían aspirar a mucho más. En los tres primeros siglos de la era cristiana, debido a su fervor religioso, una mujer, con más facilidad que un hombre, podía transgredir las reglas de su sociedad. Bajo el manto protector de la iglesia primitiva, las mujeres tuvieron a su alcance cometidos y funciones distintas a las que se les designaban normalmente. Por su fe, podían reclamar una vida al margen de la familia y el matrimonio. Una mujer podía rechazar su función tradicional de criadora de hijos, y la definición de su vida en relación al hombre, como hija, esposa y madre. En el mundo de la iglesia no existían distintos cometidos, femeninos y masculinos. Por el contrario, ambos sexos definían sus vidas en relación a Dios, vínculo que estaba por encima de las obligaciones hacia los demás. En los primeros siglos de cristianismo, las mujeres devotas (María Magdalena, santa Paula, Prisca entre otras) realizaron funciones tradicionalmente masculinas. Habían predicado, estudiado las escrituras, profetizado, e incluso murieron en nombre de la fe. En dos ocasiones en el curso de la historia europea posterior al siglo IX, las mujeres volverían a gozar de estas oportunidades. En los siglos XII y XIII, y de nuevo en los siglos XVI y XVII, las mujeres conocieron el estímulo de la igualdad de todos los creyentes, apartando las diferencias de naturaleza y función y emprendieron cometidos y actividades en nombre de la revitalizada fe cristiana. Las grandes abadesas y la cultura en las sacras comunidades. Dentro de la creación de obispados y órdenes monásticas de esta nueva fe institucional, las mujeres europeas aún podían hacer una vida al margen del matrimonio y la familia. La iglesia cristiana ofrecía la posibilidad de una vida religiosa: pertenecer a una comunidad de mujeres y hombres sometidos a la obediencia, la pobreza y la castidad. Ya no como esposa, madre o hija, una mujer podía dedicarse, igual que un hombre al estudio y a la oración. Aunque no era igual en naturaleza o poder a un monje, una monja

podía sin embargo, compartir el mismo derecho al favor divino, al conocimiento y a la autoridad espiritual en la tierra. La vida enclaustrada del monasterio y el convento evolucionó. Entre los siglos VII y XII, las mujeres de la realeza y la nobleza, hijas y esposas de los poderosos, fundaron grupos semejantes, a menudo ingresando ellas mismas en el monasterio o convento y presidiéndolo como abadesas. Desde los siglos VII al X, fundadoras y abadesas privilegiadas asumieron poderes normalmente reservados a obispos, abades y al clero ordenado. Mujeres de los castillos y señoríos. La guerra. Desde el siglo IX hasta el siglo XVII, los cometidos tolerados a las mujeres de la elite guerrera y terrateniente permanecieron excepcionalmente constantes. Sólo en raras ocasiones ejercieron autoridad política por derecho propio, es decir, actuaron como hombres. En estos siglos lo más frecuente era que las mujeres de la nobleza fueran compañeras y sustitutas fieles de sus padres, maridos o hijos guerreros. Las reinas podían dirigir estas guerras igual que los reyes. Como directoras de las dinastías de los siglos XIV y XV, como herederas de las familias reales, las mujeres asumieron, por segunda vez en estos siglos, el tradicional poder masculino de gobernar y luchar en su propio nombre. Compañeras y sustitutas. En medio de las drásticas transformaciones de tantos aspectos en este mundo de guerreros y reyes el cometido concedido a las mujeres de, la nobleza europea fue el de, compañeras y ayudantes. Se tratase de la dama de un caballero o de la madre de un rey, estas mujeres atendieron las necesidades de sus hombres en épocas de paz, y en su ausencia, durante la guerra, actuaron en su nombre. Además, las esposas y las hijas de la élite guerrera ayudaban a los hombres en preparativos, del combate y experimentaban las sangrientas consecuencias de la batalla. Matrimonio. En este mundo de guerreros, señores y reyes diez de sus inicios en el siglo IX hasta su declive en el XVII, las mujeres de la nobleza de existieron y funcionaron como parte de una familia. Una mujer de buena cuna siempre se definía e identificada por su relación con los hombres: hija de su Padre, esposa de su marido, Madre viuda de su hijo. Salvo las pocas que tuvieron la oportunidad o la vocación religiosa para hacerse monjas, la vida de todas las mujeres de la élite de guerrera y terrateniente de Europa DEpendía de sus parientes masculinos.

Mujeres de las ciudades amuralladas. Las pobres. Las jóvenes de las ciudades, solían formar parte de una familia, aun cuando no estuvieran casadas. Más de la mitad trabajaban en las ciudades a cambio de un salario como servicio doméstico en las casas de los ricos. A finales del siglo XV, este porcentaje aumentó hasta un 60 por 100. Desde el siglo XIV al XVI, en el sur de Francia, Italia, España y Portugal, la joven criada podía trabajar codo a codo con una muchacha esclava que había sido comprada, ya que la iglesia condenaba la esclavización de cristianos, las jóvenes eran por lo general de otra raza. Fueran esclavas o libres, las jóvenes criadas eran vulnerables a la explotación física y sexual. Aunque para los dos era difícil ganarse la vida, las mujeres asalariadas sufrían una especial inferioridad de condiciones. Como en los siglos anteriores al IX , los salarios de las mujeres eran más bajos que los de los hombres se les permitía oficios menos prestigiosos y más vulnerables a las fluctuaciones económicas. Los trabajos femeninos más comunes eran aquellos que nacían de la proximidad del campo a la ciudad. El interior de las murallas era muy parecido a los señoríos que las jóvenes campesinas habían abandonado. Las mujeres realizaban cualquier tipo de trabajo diario en la ciudad: algunos consistían en las tareas femeninas típicas, otros eran tradicionalmente masculinos como el trabajo duro de la construcción. La energía y el ingenio de las mujeres pobres las obligaron a realizar cualquier servidumbre imaginable (Hilar, tejer encajes, arreglar la sala de una cervecería, buscaban trigo, pescado, etc.) La prostituta que satisfaga que satisfacía las necesidades sexuales de los soldados tenía su homóloga fuera de los campamentos militares. En las ciudades amuralladas, la prostitución era una opción corriente para la esposa y madre desesperada incapaz de encontrar un trabajo a destajo o diario. En medida en que esta tradición persistió, la prostitución constituyó la única ocupación en la cual las mujeres ganaban más que los hombres.

Mujeres de los gremios. Si quería contraer matrimonio con un hombre semejante, la joven criada debía ahorrar su salario lo suficiente como para constituir una “dote” con el fin de ser una compañera digna de un artesano. Pero una criada ganaba menos que un criado y nunca demasiado, de modo ahorrar dinero para casarse requería determinación. Por su matrimonio con un gremial, una mujer se convertía en compañera de oficio, madre de sus hijos y supervisora de su casa. La mayoría de las familias gremiales vivían modestamente, de

modo sencillo pero confortable. El suelo del taller en la planta baja y el espacio superior para la vivienda. Esposas de mercaderes. Las hijas de los gremiales prósperos, fueran de la familia de un artesano especializado o de un vendedor al por menor, podían aspirar a formar parte del grupo más privilegiado, como esposas de los miembros de gremios de mercaderes y banqueros que controlaban el comercio, las finanzas y, con frecuencia, la vida política de la ciudad. Estas familias integraron las poderosas corporaciones mercantiles y las sociedades financieras y sus representantes vivían y comerciaban en las ciudades de toda Europa. Se trataba de las grandes familias empresariales del nuevo capitalismo comercial que evolucionó del siglo XIII al XV. Como esposas de maridos ricos y poderosos, las mujeres de la élite mercantil disfrutaban de muchas comodidades y privilegios. Una vida rica y suntuosa suponía muchos bienes, mucho personal, pero también se centraban más expectativas en la capacidad de la esposa para administrar y proporcionar un agradable refugio, digno de su marido. Nuevas profesiones: El arte y la medicina. El arte. Antes del siglo XVI, las mujeres trabajaban como artistas de modo muy parecido a los hombres, en la iglesia o a través de su participación en el oficio de la familia. Destacaron en este oficio santa Catalina de Bolonia, miniaturista y caligrafía del siglo XV. Cabe destacar que en el siglo XV la élite de la ciudad empleaba pintores y escultores para decorar sus casas y sus iglesias y para inmortalizar a sus familias en pintura y piedra. Las mujeres eran activas en todos los niveles de los nuevos oficios, desde la impresión y el grabado hasta la pintura y la escultura, podemos citar a una mujer Artemisia Gentileschi, de genio y reputación equivalente. Sólo una mujer tuvo la oportunidad de pintar a gran escala y ganó el reconocimiento que su talento merecía. La medicina. A diferencia de la escultura, la pintura y las demás ocupaciones cualificadas en las que los hombres predominaban como maestros, las mujeres europeas siempre han tenido la responsabilidad básica de la atención médica de sus familias y el monopolio en materia de partos. Las mujeres de las ciudades actuaban en todas las ramas y en todos los niveles de la medicina, como médicas instruidas en las universidades, como herboristas, como cirujanas y como parteras. En el siglo XV, las facultades de medicina de las universidades italianas permitieron a las mujeres graduarse como médicos. Dorotea Bocchi obtuvo su graduación en la universidad de Bolonia.

Empresarias capitalistas. Al igual que los hombres de las ricas familias manufactureras y comerciantes, las mujeres tuvieron acceso al capital y a los mercados. Al igual que los hombres, pudieron convertirse en agentes de la transformación económica de Europa: empresarias, comerciantes, banqueras. Las circunstancias favorecieron su participación equitativa. Cuando los esposos comerciantes viajaban, cuando los empresarios escribían a sus agentes, confiaban en sus hermanos, hijos, esposas y madres. Por lo general, las ciudadanas ricas sabían leer y tenían nociones de contabilidad, las únicas facultades valiosas en estos nuevos tipos de empresa económica. El éxito de este nuevo mundo capitalista se fundaba en las cualidades intelectuales y la personalidad, en las circunstancias y el aprovechamiento de las oportunidades. Mujeres de las cortes. Cometidos y recompensas de la dama de la corte. Los cometidos. El monarca, el mecenas aristócrata y el patricio presidían el mundo cortesano de los siglos XV al XVIII. Unas cuantas mujeres también tenían este poder: gobernaron como regente de miembros varones de sus familias o heredaron el trono de sus padres. Pero sin embargo, la mayoría de las mujeres y hombres de la élite aspiraban a otros tipos de papeles. Eran los cortesanos, los servidores nobles de un mecenas real, aristócrata o patricio. A pesar de que las descripciones del cortesano ideal tienen al hombre como sujeto, la distinción de sexos perdía terreno en las cortes. El papel del cortesano requería cualidades y habilidades para las que las mujeres de la élite se habían venido preparando durante siglos. Entre las funciones del cortesano encontramos la de entretener, ser atentos sin ser entrometidos, obedecer todo tipo de peticiones honorables y si eran elegidos como consejeros, evitar que su señor obrara mal, corregir sin dar la impresión de insubordinarse y sugerir sin parecer superior, ella debía poseer gracia natural, inteligencia, prudencia, discreción y debía cuidar su reputación. Las actividades. Cuidadosamente vestidas y tocadas para atraer la atención hacia su belleza, las jóvenes admitidas en el mundo de la corte se enfrentaban a un programa interminable de actividades y celebraciones. De los siglos XV al XVIII los entretenimientos se fueron haciendo cada vez más elaborados. Los cortesanos jugaban a las cartas, bailaban, cantaban, intervenían en comedias y también disfrutaban con la actuación de otros. En el siglo XVI, María Tudor, siendo aún princesa, adoraba actuar y bailar en las mascaradas, una diversión importada de las cortes italianas y en las que los cortesanos llevaban antifaz mientras actuaban.

Mujeres gobernantes. Las reinas inglesas actuaban como regentes cuando sus esposos se ausentaban del reino, desde Catalina de Aragón, que así actuó para Enrique VIII, a la reina Carolina, que lo hizo por Jorge II. A algunas mujeres les daban sus propias tierras para que gobernaran junto a sus familias. Los Habsburgo austríacos y españoles de finales del siglo XV y del XVI requerían la ayuda de sus tías y hermanas en la administración de sus vastos y diversos territorios. Mientras era regente, Margarita de Austria negoció el tratado de Cambrai para su sobrino Carlos V. Como en épocas anteriores, del siglo XV al XVIII las mujeres de la aristocracia y la realeza también obtenían el dominio sobre las tierras de sus maridos al enviudar. Al igual que en siglos pasados, la muerte de un marido podía significar el trono que aguardaba a un heredero demasiado joven. En el siglo XVI, Isabella d’Este gobernó para su joven hijo. Para una familia real, la Reina Madre era a veces el candidato más obvio y más digno de confianza para gobernar hasta que el joven príncipe llegara a la mayoría de edad. De entre todas estas regentes, Catalina de Médicis fue quien consiguió mayores elogios y la más severa crítica de sus contemporáneos y generaciones sucesivas. Heredera real y monarca. Entre los siglos XV y XVIII, las mujeres no sólo obtenían el poder como regentes para sus maridos e hijos, sino que también heredaban el trono de propio derecho. En la inusual combinación de circunstancias que caracterizaba esta era, las princesas reales se convertían en reinas, coronadas con la misma pompa y santidad con que se llevaba a cabo la coronación de una príncipe. Como conclusión, podríamos decir que las mujeres, en general, tenían muchas obligaciones, como hemos podido ver a lo largo del trabajo, pero, también unos derechos, entre los que podemos destacar: a) Exención de monopolios señoriales, así podían cazar en la reserva y pagare menos por el horno, o quedarse con la gallina que debían al señor por carnaval. b) Hacer una vida al margen del matrimonio, al formar parte del clero regular, y tener los mismos derechos que los hombres (obispos, abades, ….) c) En la realeza son similares las responsabilidades entre los hombres y las mujeres, pues las reinas lo hacen en su propio nombre, dirigen la guerra, los reinos, ….(Un ejemplo sería Isabel la Católica, prototipo de monarquía autoritaria, junto con Fernando el Católico) d) También podían ser regentes

e) Las esposas de los mercaderes controlan las finanzas y el comercio, junto con sus esposos Bibliografía 1. ANDERSON, Bonnie S., ZINSSER, Judith P. (2009): Historia de las mujeres; una historia propia, Barcelona, Crítica. 2. MORANT, Isabel (dir) (2005): Historia de las mujeres en España y América Latina, Madrid, Cátedra....


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