Neoclasicismo Y Poemas para aprender y enseñar PDF

Title Neoclasicismo Y Poemas para aprender y enseñar
Course Historia Universal
Institution Universidad Virtual del Estado de Guanajuato
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Conociendo la historia universal y sus poemas adscritos a la literatura mundial...


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NEOCLASICISMO Corriente literaria y artística dominante en Europa durante el s. XVIII, que aspiraba a restaurar el gusto y las normas del clasicismo.

CARACTERÍSTICAS DEL NEOCLASICISMO Generales: Verosimilidad, todos los sucedidos debían de ser posibles, por lo que se omitía no solo lo insólito y anormal, sino también lo cotidiano Imitación de la naturaleza humana solamente del lado bueno ya que la literatura tenia una función moral Decoro interno, equivalente a la unidad del tono, los personajes debían permanecer inconmovibles y comportarse de la misma manera de principio a fin Decoro externo, que es respetar las leyes morales de la sociedad Función moral y didáctica pero también de agradar y conmover al publico El arte debía de ser una síntesis totalitaria entre lo bello y lo útil La norma y el orden se hicieron indispensables para la creación literaria La creación literaria se transformó en maneras supuestamente sencillas y naturales Los principales principios son: la imitación, la simetría, la frialdad y la rigidez En la Poesía: Influencia española del siglo XVIII (principalmente Quintana, Meléndez Valdés, Cienfuegos y Cadalso), pero se agrega la imitación de otros autores europeos: Francia (Rousseau, Voltaire y Montesquieu; los prerrománicos, Chateaubriand y Madame de Stäel; y los románticos, Lamartine y Víctor Hugo); Inglaterra (Milton, Young, Pope y

Byron); Estados Unidos de América (Tomas Paine, Jefferson, Hamilton, Madison, Jay, o sea los autores de El Federalista); Alemania (Schiller, Goethe y Lessing) Influencia de los maestros de la antigüedad latina (Virgilio, Horacio, Ovidio, Lucrecio) y griega (Anacreonte, Homero), en particular el virgilianismo o contemplación serena de la naturaleza y alabanza del campo y sus faenas e influencias también de los libros de la Biblia Poesía de contenido ligero sobre el tema del amor, y poesía civil sobre el progreso y las ciencias Renacimiento de la fábula, el epigrama y otras composiciones festivas o moralizantes Preeminencia del paisaje americano como motivo descriptivo, incluida su flora y fauna Auge de la poesía patriótica, en forma de odas e himnos heroicos, sobre los hechos de guerra de independencia Entrada en el vocabulario literario de formas regionales o vocablos locales nacimiento de la poesía gauchesca en el Río de la Plata En la Prosa: Aparición del periodismo político, social y económico, como medio de difusión de las nuevas ideas y de divulgación del espíritu revolucionario Preferencia por los ensayos, proclamas, historias y discursos Nacimiento de la verdadera novela realista hispanoamericana en México. En literatura se impuso el Neoclasicismo: los autores ilustrados buscaron un nuevo modelo estético que respondiera a sus aspiraciones de mejora de la sociedad, de aplicación del pensamiento racionalista y de divulgación del conocimiento. Esto explica que triunfaran los principios clásicos, basados en la armonía y el equilibrio, y que se rechazaran los excesos de la imaginación y de la expresión que habían caracterizado a la literatura barroca. Al igual que había sucedido en el Renacimiento, el arte clásico se convirtió en el modelo de los ilustrados. La literatura neoclásica queda también sujeta a la razón. Se escriben por entonces tratados que establecen las reglas a las que se debe someter toda obra literaria, como la Poética de Luzán (1737). En el siglo XVIII se defendían los siguientes principios en literatura: · La obra debía responder a un modelo universal y tenía que ser un reflejo de la realidad, ajustado a los principios de verosimilitud y decoro. · Las creaciones debían seguir la preceptiva clásica, sin mezclar lo trágico y lo cómico. · La literatura debía tener esencialmente una intención didáctica. La obra literaria había de cumplir el principio clásico de «enseñar deleitando». Sin embargo, el arte

dieciochesco produjo también una literatura de inspiración clásica en la que se recreaban los placeres de la vida dentro de un entorno natural poblado por figuras mitológicas. · La creación literaria se guía por la razón, por lo que los escritores manifiestan su espíritu crítico ante el mundo que los rodea. A finales del siglo, algunos escritores rechazan la rigidez de la normativa neoclásica y ensalzan los sentimientos por encima de la razón. Este movimiento se denomina Prerromanticismo, ya que anuncia ciertas características románticas. Principales géneros de la literatura neoclásica

El espíritu crítico y el afán didáctico impregnan los géneros tradicionales y fomentan el desarrollo de otros, como el ensayo o la fábula. El ensayo permite la divulgación del pensamiento ilustrado. Los principales ensayistas son Benito Jerónimo Feijoo y Gaspar Melchor de Jovellanos. En el campo de la prosa de ficción, destacan la novela Fray Gerundio de Campazas, del padre Isla, y las obras de José Cadalso:Cartas marruecas, en la que la sátira social se vale del género epistolar, y Noches lúgubres. La poesía se va a guiar por los criterios de didactismo y «buen gusto» y por la admiración a los autores grecolatinos propia de la época. Así, se desarrolla una poesía utilitaria y filosófica junto a una lírica sensorial de inspiración clasicista, que recupera géneros como las anacreónticas o que regresa a la ambientación bucólica. Ambas tendencias están representadas por Juan Meléndez Valdés, el poeta más significativo del siglo. La poesía en boca de pastores permite al autor neoclásico expresar sus sentimientos de una forma indirecta. Por su parte, las anacreónticas deben su nombre al poeta griego Anacreonte; en ellas se transmiten los deleites de la vida y se tratan temas como el amor, los banquetes y el vino. Asimismo, se recupera la fábula, género que se

adapta perfectamente a la intención ilustrada de enseñar deleitando. Sus principales cultivadores son Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego. En el teatro se impone la preceptiva clásica y se rechaza la comedia barroca. Conscientes de la importancia social del fenómeno dramático, los ilustrados quisieron utilizarlo para difundir su ideología, como se observa en las obras de Leandro Fernández de Moratín.

1- Epístola dedicada a Hortelio (Fragmento) Desde el centro de aquestas soledades, gratas al que conoce las verdades, gratas al que conoce los engaños del mundo, y aprovecha desengaños, te envío, amado Hortelio, ¡fino amigo!, mil pruebas del descanso que concibo. Ovidio en tristes metros se quejaba de que la suerte no le toleraba que al Tíber con sus obras se acercase, sino que al Ponto cruel le destinase. Mas lo que de poeta me ha faltado para llegar de Ovidio a lo elevado, me sobra de filósofo, y pretendo tomar las cosas como van viniendo. ¡Oh, cómo extrañarás cuando esto veas y sólo bagatelas aquí leas, que yo, criado en facultades serias, me aplique a tan ridículas materias! Ya arqueas, ya levantas esas cejas, ya el manuscrito de la mano dejas, y dices: «Por juguetes semejantes, ¿por qué dejas los puntos importantes? ¡No sé por qué capricho tú te olvidas materias tan sublimes y escogidas! ¿Por qué no te dedicas, como es justo, a materias de más valor que gusto? Del público derecho que estudiastes cuando tan sabias cortes visitastes; de la ciencia de Estado y los arcanos del interés de varios soberanos; de la ciencia moral, que al hombre enseña lo que en su obsequio la virtud empeña; de las guerreras artes que aprendistes cuando a campaña voluntario fuistes; de la ciencia de Euclides demostrable, de la física nueva deleitable, ¿no fuera más del caso que pensaras en escribir aquello que notaras? ¿Pero coplillas?, ¿y de amor? ¡Ay triste! Perdiste el poco seso que tuviste». ¿Has dicho, Hortelio, ya cuánto, enfadado, quisiste a este pobre desterrado? Pues mira, y con fresca y quieta flema

te digo que prosigo con mi tema. De todas esas ciencias que refieres (y añade algunas otras si quisieres) yo no he sacado más que lo siguiente. Escúchame, por Dios, atentamente; mas no, que más parece lo que digo relación, que no carta de un amigo. Si miras mis sonetos a la diosa de todas las antiguas más hermosa, el primero dirá con claridades por qué dejé las altas facultades y sólo al pasatiempo me dedico; que los leas despacio te suplico, calla, y no juzgues que es tan necia mi obra. Autor: José Cadalso

2- Sátira Primera: A Arnesto (Fragmentos) Quis tam patiens ut teneat se? [¿Quién será tan paciente para contenerse?] (JUVENAL) Déjame, Arnesto, déjame que llore los fieros males de mi patria, deja que su ruïna y perdición lamente; y si no quieres que en el centro obscuro de esta prisión la pena me consuma, déjame al menos que levante el grito contra el desorden; deja que a la tinta mezclando hiel y acíbar, siga indócil mi pluma el vuelo del bufón de Aquino. ¡Oh cuánto rostro veo a mi censura de palidez y de rubor cubierto! Ánimo, amigos, nadie tema, nadie, su punzante aguijón, que yo persigo en mi sátira al vicio, no al vicioso. ¿Y qué querrá decir que en algún verso, encrespada la bilis, tire un rasgo que el vulgo crea que señala a Alcinda, la que olvidando su orgullosa suerte, baja vestida al Prado, cual pudiera una maja, con trueno y rascamoño alta la ropa, erguida la caramba, cubierta de un cendal más transparente que su intención, a ojeadas y meneos

la turba de los tontos concitando? ¿Podrá sentir que un dedo malicioso, apuntando este verso, la señale? Ya la notoriedad es el más noble atributo del vicio, y nuestras Julias, más que ser malas, quieren parecerlo. Hubo un tiempo en que andaba la modestia dorando los delitos; hubo un tiempo en que el recato tímido cubría la fealdad del vicio; pero huyóse el pudor a vivir en las cabañas. Con él huyeron los dichosos días, que ya no volverán; huyó aquel siglo en que aun las necias burlas de un marido las Bascuñanas crédulas tragaban; mas hoy Alcinda desayuna al suyo con ruedas de molino; triunfa, gasta, pasa saltando las eternas noches del crudo enero, y cuando el sol tardío rompe el oriente, admírala golpeando, cual si fuese una extraña, al propio quicio. Entra barriendo con la undosa falda la alfombra; aquí y allí cintas y plumas del enorme tocado siembra, y sigue con débil paso soñolienta y mustia, yendo aún Fabio de su mano asido, hasta la alcoba, donde a pierna suelta ronca el cornudo y sueña que es dichoso. Ni el sudor frío, ni el hedor, ni el rancio eructo le perturban. A su hora despierta el necio; silencioso deja la profanada holanda, y guarda atento a su asesina el sueño mal seguro. ¡Cuántas, oh Alcinda, a la coyunda uncidas tu suerte envidian! ¡Cuántas de Himeneo buscan el yugo por lograr tu suerte, y sin que invoquen la razón, ni pese su corazón los méritos del novio, el sí pronuncian y la mano alargan al primero que llega! ¡Qué de males esta maldita ceguedad no aborta! Veo apagadas las nupciales teas por la discordia con infame soplo al pie del mismo altar, y en el tumulto, brindis y vivas de la tornaboda, una indiscreta lágrima predice guerras y oprobrios a los mal unidos.

Veo por mano temeraria roto el velo conyugal, y que corriendo con la impudente frente levantada, va el adulterio de una casa en otra. Zumba, festeja, ríe, y descarado canta sus triunfos, que tal vez celebra un necio esposo, y tal del hombre honrado hieren con dardo penetrante el pecho, su vida abrevian, y en la negra tumba su error, su afrenta y su despecho esconden. ¡Oh viles almas! ¡Oh virtud! ¡Oh leyes! ¡Oh pundonor mortífero! ¿Qué causa te hizo fiar a guardas tan infieles tan preciado tesoro? ¿Quién, oh Temis, tu brazo sobornó? Le mueves cruda contra las tristes víctimas, que arrastra la desnudez o el desamparo al vicio; contra la débil huérfana, del hambre y del oro acosada, o al halago, la seducción y el tierno amor rendida; la expilas, la deshonras, la condenas a incierta y dura reclusión. ¡Y en tanto ves indolente en los dorados techos cobijado el desorden, o le sufres salir en triunfo por las anchas plazas, la virtud y el honor escarneciendo! ¡Oh infamia! ¡Oh siglo! ¡Oh corrupción! Matronas castellanas, ¿quién pudo vuestro claro pundonor eclipsar? ¿Quién de Lucrecias en Lais os volvió? ¿Ni el proceloso océano, ni lleno de peligros, el Lilibeo, ni las arduas cumbres de Pirene pudieron guareceros de contagio fatal? Zarpa, preñada de oro, la nao gaditana, aporta a las orillas gálicas, y vuelve llena de objetos fútiles y vanos; y entre los signos de extranjera pompa ponzoña esconde y corrupción, compradas con el sudor de las iberas frentes. Y tú, mísera España, tú la esperas sobre la playa, y con afán recoges la pestilente carga y la repartes alegre entre tus hijos. Viles plumas, gasas y cintas, flores y penachos, te trae en cambio de la sangre tuya, de tu sangre ¡oh baldón! y acaso, acaso

de tu virtud y honestidad. Repara cuál la liviana juventud, los busca. Autor: Gaspar Melchor de Jovellanos

3- A Dorila ¡Cómo se van las horas, y tras ellas los días y los floridos años de nuestra frágil vida! La vejez luego viene, del amor enemiga, y entre fúnebres sombras la muerte se avecina, que escuálida y temblando, fea, informe, amarilla, nos aterra, y apaga nuestros fuegos y dichas. El cuerpo se entorpece, los ayes nos fatigan, nos huyen los placeres y deja la alegría. Si esto, pues, nos aguarda, ¿para qué, mi Dorila, son los floridos años de nuestra frágil vida? Para juegos y bailes y cantares y risas nos los dieron los cielos, las Gracias los destinan. Ven ¡ay! ¿qué te detiene? Ven, ven, paloma mía, debajo de estas parras do leve el viento aspira; y entre brindis suaves y mimosas delicias de la niñez gocemos, pues vuela tan aprisa. Autor: Juan Meléndez Valdés

4- Atrevimiento amoroso Amor, tú que me diste los osados intentos y la mano dirigiste y en el cándido seno la pusiste de Dorisa, en parajes no tocados; si miras tantos rayos, fulminados de sus divinos ojos contra un triste, dame el alivio, pues el daño hiciste o acaben ya mi vida y mis cuidados. Apiádese mi bien; dile que muero del intenso dolor que me atormenta; que si es tímido amor, no es verdadero; que no es la audacia en el cariño afrenta ni merece castigo tan severo un infeliz, que ser dichoso intenta. Autor: Nicolás Fernández de Moratín

5- Oda No pretendas saber (que es imposible) cual fin el cielo a ti y a mi destina, Leucónoe, ni los números caldeos consultes, no; que en dulce paz, cualquiera suerte podrás sufrir. O ya el tonante muchos inviernos a tu vida otorgue, o ya postrero fuese el que hoy quebranta en los peñascos las tirrenas ondas, tú, si prudente fueres, no rehuyas los brindis y el placer. Reduce a breve término tu esperanza. La edad nuestra mientras hablamos envidiosa corre. ¡Ay! goza del presente, y nunca fíes, Crédula, del futuro incierto día. Autor: Leandro Fernández de Moratín...


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