Resumen ANeill - Summerhill PDF

Title Resumen ANeill - Summerhill
Course Pedagogía
Institution Universitat de Barcelona
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Summerhill...


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SUMMERHILL Alexander Niell CAP. 1 – La escuela de Summerhill. Es una escuela fundada en 1921 en Suffolk, Inglaterra. Sus alumnos tienen entre 5 y 15 años de edad. Es una escuela con internado. Tiene unos cincuenta alumnos. La escuela se caracteriza porque los niños no tienen que realizar actividades obligatorias. Hay profesores y horarios de clase pero los alumnos asisten si quieren. Tampoco hay normas que no hayan sido acordadas por la asamblea del colegio, formada por alumnos y profesores, en la que todos tienen el mismo voto (a excepción de normas obligatorias por la ley inglesa). El autor expone su filosofía de la educación: el niño es un ser bondadoso, es sensato y realista de manera innata y se desarrollará hasta donde llegue su potencial si se le deja “entregado a sí mismo, sin sugestiones de ninguna clase por parte de los adultos” (p. 20). Los niños que llegan de otras escuelas pasan unos meses aprovechando la posibilidad de no asistir a clase, luego enseguida asisten voluntariamente, porque les interesan las clases. Aunque no todas las clases son asignaturas, hay además talleres de muchos tipos. Desde los catorce años de edad los niños que quieren ir a la Universidad empiezan a prepararse en serio para pasar los exámenes, pero siempre según su propia voluntad. El personal del colegio no impone nada a los alumnos, las normas se acuerdan entre todos y no hay autoridad de los adultos hacia los niños. Las clases son por la mañana, los profesores tienen que asistir a clase, pero no así los alumnos, que pueden hacer lo que quieran. Por las tardes tienen actividades: taller de alfarería, taller de metales y carpintería, cine, charla de psicología, grupos de lectura, danza, ensayos de teatro y asamblea general. También estas actividades son totalmente libres. Los padres que llevan a sus hijos a Summerhill tienen que estar muy seguros de compartir su filosofía educativa. Tienen una asamblea general los sábados en la que se tratan los conflictos entre alumnos y también con los profesores. El autor afirma que las peleas son muy pocas en comparación con otras escuelas, sin embargo no hay normas que prohíban agredir. Todo se discute en la asamblea aunque nadie puede imponer castigos, sólo la asamblea. La convivencia es buena en la escuela, a pesar de que no reúne las mejores condiciones de espacio. Las normas de seguridad – por ejemplo, no pueden montar en bici fuera del recinto de la escuela si son menores de once años- las deciden los alumnos en asamblea (el autor no explica que sucede si los alumnos deciden una norma que les pone objetivamente en peligro). Neill considera que la educación normal es sólo educación intelectual que deja a un lado la educación emocional, la capacidad creadora del alumno. Se les enseña a saber pero no a sentir. Cree que enseñarles a leer, escribir y contar es suficiente, todo lo demás debe consistir en herramientas, arcilla, deportes, teatro, pinturas y libertad. La juventud tiene el derecho a jugar constantemente,

el trabajo escolar les convierte en viejos. Al niño corriente no le interesan las materias que se estudian en el colegio, la prueba que proporciona el autor es que los nuevos alumnos que llegan a su escuela, normalmente porque han fracasado en otras, suelen decir: “¡Bravo! ¡No me obligarán a aprender aritmética y otras pesadeces!”. A demás le parece que los estudiantes con una capacidad media que con mucho esfuerzo llegan a la universidad y se convierten en maestros, médicos o abogados – a los que denomina mediocres, sin imaginación e incompetentes-, habrían hecho mejor en ser mecánicos, albañiles o policías. No explica por qué cree que sería así. En síntesis, el autor afirma que la presión que los padres y los maestros ejercen sobre los niños les produce un daño emocional y crea muchos males sociales, que la civilización en que vivimos es coercitiva y una buena escuela que eduque en serio (no se refiere a la suya) no va a vencer esos daños de la personalidad infantil. La educación libre, como la denomina el autor, estimula el espíritu aventurero. Por eso muchos de sus ex alumnos han viajado por el mundo, muchos de ellos han elegido profesiones con algún rasgo de creatividad o artístico, otros se han dedicado a cosas prácticas como la carpintería, otros han fracasado en sus vidas personales – seguramente como en cualquier otra escuela -. El autor se dedica además a dar “lecciones particulares” a sus alumnos que consisten en charlas al lado de la chimenea. Son sesiones de una especie de terapia psicoanalítica. Su finalidad es la liberación emocional de sus alumnos, que consiste en que dejan de ser desgraciados tras sus terapias, pero no se dirigen a ayudarles a aprender. Eso no lo considera importante. El autor dice ser el símbolo del padre para sus alumnos y que por tanto cada alumno proyecta sobre él el odio hacia su padre y hacia su esposa el amor hacia su madre. Que las niñas sean amables o ariscas en la preadolescencia, dentro de su escuela, depende de que su anterior escuela y su madre hayan sido muy autoritarias o no, y por este motivo el autor dice que: “toda crítica contra mí la traducía como una crítica contra el padre. Toda acusación contra mi esposa, hacía ver que era una acusación contra la madre. Procuraba que el análisis fuera objetivo; entrar en honduras subjetivas hubiera sido desleal para los niños” (p. 50). Por otra parte, el funcionamiento social de esta escuela es una democracia pura (aunque no en cuanto a su regulación legal): el voto de un alumno de cinco años tiene el mismo valor que el del Director de Summerhill, incluso para decidir cuando se aplica un castigo a otro alumno. Pone el ejemplo de una votación sobre si los alumnos podían fumar en la escuela o no, aunque pensaba que no debían, los alumnos votaron que sí, porque de todos modos iban a fumar a escondidas y una norma “cínica” era contraria a la filosofía del lugar (no había un límite de edad, podían fumar los niños de cinco años si querían). A los alumnos que incumplen alguna “ley” de la escuela los denomina delincuentes, “offenders”. El funcionamiento real de la escuela, como organización, no es de esa forma, el autor es el director y su esposa la gerente. Un ejemplo de la educación en Summerhill es el siguiente: “En una ocasión presenté una moción para que se suprimieran por ley los insultos, y tenía mis razones. Estaba enseñando la escuela a una mujer con su hijito, un posible alumno. De pronto llegó escaleras arriba un adjetivo muy

fuerte. La madre cogió apresuradamente a su niño y se fue muy deprisa. ¿Por qué- pregunté en la asamblea- han de sufrir mis ingresos a causa de que algún estúpido [alguno de sus alumnos] lance un juramento delante del padre de un posible alumno? No es una cuestión moral en absoluto; es simplemente una cuestión financiera” (p. 55). Cuando en la escuela hay un niño o una niña muy problemáticos, la respuesta del autor, como director, es ignorar su comportamiento o bien expulsar al niño, ya que no cuentan con normas para controlarles. Tiene un “vago sentimiento de fracaso” por haber tenido que expulsar a algunos alumnos. En consecuencia, en la escuela los niños, desde los cinco años, pueden insultar, no lavarse, no respetar los horarios, quitarse cosas unos a otros. Esto lo considera el autor “pequeñeces externas de la vida”, muy inferiores al “espíritu de comunidad adelantada a su tiempo” que dice haber creado en su escuela Summerhill. Con respecto a las relaciones sexuales entre los alumnos, que dormían en los mismos dormitorios, el autor afirma que no ha tenido nunca consideraciones morales que hacer, pero que le cerrarían la escuela si se descubriese un embarazo adolescente – hablamos de la primera mitad del siglo XX-, y por eso trata de detener esas relaciones. Pero sostiene que los únicos alumnos que le suponen ese tipo de problema son los que recién llegados, los antiguos ya saben que eso perjudicaría a la escuela. La justificación que proporciona Neill del funcionamiento de su escuela, donde no se obliga a nada, es que “el sentido de comunidad – de responsabilidad social- no se desarrolla hasta la edad de dieciocho años o más. Sus intereses son inmediatos, y el futuro no existe para ellos” (p. 64). Afirma que los adultos explotan a los niños y que esto no les gusta – cuando por ejemplo les pedimos que bajen a echar una carta -, porque creen que tienen un derecho natural a los cuidados que reciben de sus padres. La objeción de Neill a que los niños participen en cualquier tarea constructiva – cooperar en lo que les interesa-, es que es necesario estimularles para que lo hagan, y esto va en contra de su convicción de que los niños sólo se desarrollan bien siguiendo nada más que sus inclinaciones de cada momento. El esfuerzo de los estudiantes en otras escuelas le parece deprimente. Los antiguos alumnos de Summerhill son mejores que otros en sus trabajos porque han vivido durante toda su infancia en un egoísmo absoluto, dice el autor. Un informe de los inspectores del Gobierno Inglés, que reproduce el autor, indica que el sistema de enseñanza en Summerhill fracasaba. Según los inspectores no era debido al sistema de la escuela, sino a que ese sistema no estaba funcionando bien. Las causas de ese mal funcionamiento eran las siguientes: 1) faltaba una buena maestra que dirigiese y orientase el trabajo de los alumnos, unificándolo, 2) los métodos de enseñanza eran anticuados y muy formales, faltando buenos maestros para los niños de 8, 9 y 10 años, 3) aunque algunos alumnos tenían mucha determinación en sus estudios, al carecer de una orientación adecuada, sus resultados eran inferiores a lo que podría esperarse por su esfuerzo, 4) en la escuela no había el ambiente necesario para estudiar. Algunos puntos fuertes de la escuela, según los

inspectores, eran las clases de arte, las representaciones de teatro, los talleres, el tiempo que los niños pasaban al aire libre y las asambleas en las que se decidían normas de la escuela – aunque se perdía mucho tiempo en discusiones innecesarias-. Una característica importante de la escuela, según los inspectores, era el “ambiente de vacación permanente en el campo”. Aspectos positivos que relataban los inspectores eran: la vitalidad y el entusiasmo de los niños, sus buenas maneras (amistosos, desenvueltos, naturales), que el sistema estimula la iniciativa, la responsabilidad y la integridad, que los alumnos de la escuela son luego capaces de integrarse sin problemas en la vida ordinaria. La principal crítica es que la escuela parece ser un lugar muy adecuado para una educación dirigida por los intereses de los niños, sin que tengan un peso excesivo los exámenes, y que esto debería hacer florecer la inteligencia de los alumnos, pero no es así. “Haber creado una situación en la que podría florecer la educación académica del tipo más inteligente, es una hazaña; pero en realidad no florece, y es una gran oportunidad la que se pierde” (p. 82). El autor escribe que es imposible inspeccionar (evaluar) su escuela, porque los criterios son “la felicidad, la sinceridad, el equilibrio y la sociabilidad” (p. 83). Esta inspección no supuso para la escuela la “aprobación oficial”, pero tampoco ninguna prohibición, ya que en Inglaterra la libertad de los centros escolares es muy amplia y sólo existe un criterio común cuando los alumnos tienen que pasar los exámenes oficiales para ir a la universidad o para obtener el graduado escolar.

CAP. 2 – La educación de los niños. “No es exagerado decir que todos los niños nacen en nuestra civilización en un ambiente desaprobatorio de la vida” (p. 89). El autor considera que la educación condiciona el carácter de los niños, les obliga a comportarse de la manera socialmente aceptada, muchas veces con un gran cinismo por parte de los educadores – padres y maestros-. Luego estos niños que han sufrido un trato tan humillante en la escuela, cuando son adultos, aceptan esas normas y se convierten en defensores de la misma cultura que los ha maltratado. El autor considera que la educación sin libertad da como resultado una incapacidad para vivir plenamente, que enseña a ignorar las emociones y que eso impide el dinamismo natural de las personas, haciéndolas desgraciadas. Le parece que la educación es como amaestrar a un animal, que así se está moldeando el carácter de los niños en las escuelas: el niño azotado se convierte en un adulto obediente. Considera que a los niños se les reprime la sexualidad, algo que relaciona con la insistencia en la higiene. La sociedad le parece por completo enferma, las familias esclavizadas y los niños son problemáticos por causa de los padres, de una “humanidad problema”. La primera infancia es la etapa en que se deforma a las personas, el niño tiene muchas cualidades positivas, que la escuela y la familia no le dejan desarrollar. Además piensa que no se puede ser neutral ante esa presión educativa: se educa a niños sanos o se educa niños enfermos, considera que la sociedad no permite la vida humana en toda su plenitud, que identifica con la libertad y la ausencia de coacciones. Establece una diferencia radical entre niños libres y

niños condicionados. Su meta educativa es la autonomía del niño. El “niño natural”, según el autor, no necesita educación para distinguir donde está el límite entre la libertad y la licencia. El niño libre se alimenta cuando tiene hambre, no tiene que aprender hábitos de limpieza sino cuando quiera, no se le riñe ni se le azota nunca, siempre se le ama y se le protege. Esto no significa, según el autor, que a los niños no se les pueda regañar, ni que se confunda la autonomía con dejarles hacer cualquier cosa. Define el hogar “disciplinado” como el hogar en que los niños no tienen derechos y el hogar “desmoralizado” como el que da a los niños todos los derechos. Su solución es un hogar en el que los niños y los adultos tienen los mismos derechos, aunque los adultos tengan que hacer obedecer a los niños cuando sea imprescindible. Los chicos que llegan a su escuela han adquirido antes muchos hábitos de cortesía, que enseguida abandonan al no encontrarse normas de conducta en Summerhill, se vuelven maleducados durante unos meses, hasta que vuelven a comportarse de forma sincera, como originalmente fueron, antes de ser condicionados por la sociedad. Considera que las masas son las “guardianas de la moral”, quienes mantienen la desastrosa costumbre de enseñar, moldear, sermonear, coaccionar. La libertad, dice el autor, es sencilla. La libertad aumenta la sinceridad de los niños y reduce su agresividad. Su filosofía educativa es: permitir a los niños que sean egoístas, no imponer nada por autoridad (los niños no deben hacer nada hasta que se formen una opinión de que deberían hacerlo), hay que dejar que la libertad actúe porque esto lleva tiempo, hay que dejar a los niños jugar todo el tiempo que quieran porque luego ya decidirán por sí mismos ponerse a estudiar. El amor y la aprobación que reciban los niños es lo fundamental, de eso dependerán su felicidad y su bienestar. Pero los padres se hacen a sí mismos las preguntas equivocadas, no tienen confianza en sus hijos, malinterpretan todos sus intereses. La educación tradicional utiliza el miedo por dos motivos: porque no cree en la bondad innata de los niños y porque es una forma más eficaz de controlarles, es más cómodo que educarles en el amor. Los niños tienen tendencias innatas que la educación tradicional convierte en problemas: a) son fantasiosos y les gusta demostrar sus habilidades, pero esto les hace competitivos en la sociedad porque no les dan oportunidades de desarrollar sus fantasías, b) rompen cosas pero no llevados de un impulso destructivo y la sociedad penaliza excesivamente esos comportamientos, aumentando su agresividad, creando un odio reprimido, c) tienen confianza natural en sus padres, pero al no tenerla sus padres hacia ellos, la pierden enseguida y aparecen las mentiras. Otro problema en opinión del autor es que se educa a los niños sin responsabilidad, se les mantiene en un comportamiento sobreprotegido durante años. El sentido común debe ser el criterio para ir dando obligaciones a los niños, se puede imponer la autoridad a un niño al mismo tiempo que se le responsabiliza. La responsabilidad la identifica el autor con dejar elegir al niño todo menos lo relativo a su seguridad física, no con las obligaciones hacia los demás, que considera coactivas. La única razón por la que cree que debe obedecer un niño es para satisfacer el deseo de poder del adulto, no ve el

autor otro motivo por el cual sea necesaria la disciplina en la educación. La desobediencia de los niños es una expresión de sus deseos, mientras que la obediencia es necesaria sólo cuando se oponen los deseos de uno a los de otro. En esos casos, los niños obedecen sin coacciones. El autor es contradictorio, porque dice: “Con autonomía individual, no hay autoridad en el hogar”, y más adelante, “En la práctica real existe autoridad, naturalmente. Esa autoridad puede llamarse protección, cuidado, responsabilidad del adulto”. A demás diferencia entre pegar a un niño como castigo, o pegarle como reacción natural. Si un adulto pega a un niño y este castigo se asocia a una idea moral, de que ha hecho algo mal, esto produce miedo, angustia, neurosis. Pero si una bofetada es en respuesta a su comportamiento, sin más, de igual a igual, entonces no pasa nada y es aceptable esa agresión. Neill considera que cualquier acto en el cual se hace cumplir una norma social es contrario a la naturaleza del niño, perjudica su desarrollo. Ese mismo acto, aunque sea una agresión, si es espontáneo, entonces no va en contra del niño. El autor denuncia el cinismo de la educación de su tiempo, pero en su lugar propone una educación que considera al niño un igual con el adulto, en el sentido de que el niño no necesita orientación del adulto, sino sólo que le dejen hacer lo que quiera mientras no moleste a los demás. Interpreta todas las normas y hábitos de la educación de su tiempo como muestras de autoritarismo, de odio hacia los niños. Cree que todas las exigencias que la sociedad plantea a los niños las alcanzarían estos de forma espontánea y sin sufrimiento si les dejasen en paz. No hay hábitos aprendidos, sino que todo lo va eligiendo voluntariamente el niño desde que es pequeño, la naturaleza bondadosa del ser humano asegura que va a elegir siempre lo mejor para él y para los demás, esta es la idea educativa del autor.

CAP. 3 – El sexo. Todos los alumnos que llegan a su escuela, de su familia o de otras escuelas, traen consigo ideas morbosas sobre el sexo. La educación en materia de sexo es enfermiza, el autor considera que si un niño no tiene culpabilidad con respecto al sexo no desarrolla conductas contrarias a la vida, no necesitan religión ni misticismo. Es la reprobación del cuerpo lo que introduce a los niños en la idea del pecado. Todos los adultos están coaccionados respecto al sexo. Denomina el autor a la sociedad tradicional “odiadores del sexo” y “antivida”. Es contrario a las prohibiciones sexuales en la familia, los niños deben ser libres para explorar sus genitales, masturbarse y hacer lo mismo con otros niños o sus hermanos. Los argumentos en contra de la vida amorosa de los jóvenes le parecen basados en emociones reprimidas y en el odio a la vida. El autor considera que la educación debe dejar a los niños y a los jóvenes usar todo su instinto sexual. De otra manera lo que se educa son los complejos de culpabilidad, se consigue ese resultado de un adulto reprimido, que a su vez se convierte él mismo en represor. El autor sostiene la teoría sobre la sexualidad de Freud.

CAP. 4 – Religión y moral. Las religiones no son adecuadas para la educación, porque los niños no aprenden siguiendo ejemplos de maestros religiosos, sino viviendo. La religión en su tiempo significaba estar en contra de la vida natural, según el autor. La religión está originada por el miedo. Si el hombre se encara con su subconsciente, entonces descubre que las ideas espirituales son innecesarias. El autor considera que la psicología ha demostrado que el hombre no tiene voluntad, y que por ese mismo motivo es absurdo enseñar valores morales. Los padres insisten inutilmente en enseñar a sus hijos qué es el bien y qué es el mal, lo que deben hacer y lo que no, cuando en realidad todo el comportamiento es resultado del incons...


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