TEMA 2 Resumen - LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA PDF

Title TEMA 2 Resumen - LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA
Author Mary Cruz
Course Historia Económica
Institution Universidad Rey Juan Carlos
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LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA...


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TEMA 2 1.

LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA DE EUROPA Los modelos de asentamiento y explotación fueron diversos según la dotación relativa de factores de las colonias, el sistema social y los derechos de propiedad introducidos por los colonos en cada etapa histórica concreta. Los portugueses establecieron preferentemente factorías, que eran enclaves comerciales fortificados: en oriente desplazaron a los árabes, desviando parte del comercio de especias de Venecia a Lisboa-Amberes. La escasa población del país no permitía establecer un control más directo en ultramar, a pesar de la importante emigración. Los españoles conquistaron entre 1519 y 1534 territorios bastante poblados en América, políticamente organizados y con capacidad tributaria, pero tecnológicamente atrasados (herramientas de piedra), y muy ricos en yacimientos de plata. El saqueo y la explotación durante la conquista, y la difusión de enfermedades infecciosas provocaron un dramático declive de la población indígena, que era absolutamente imprescindible para el aprovechamiento de los recursos mineros y agrarios. El problema de la escasez de mano de obra fue resuelto mediante la exigencia de prestaciones laborales de tradición indígena (mita), pero sobre todo a través de la encomienda, que vino a regular las relaciones entre los encomenderos y las comunidades indígenas. La participación de holandeses, ingleses y franceses fue más tardía, cuando ya se había asentado sólidamente el dominio ibérico sobre el continente americano y la costa de la India: según las condiciones regionales dieron paso a la formación de plantaciones o de granjas familiares. Las plantaciones con mano de obra esclava para cultivos subtropicales intensivos en trabajo (azúcar) habían reaparecido en las islas del Mediterráneo a finales de la Edad Media: el sistema se difundió lenta pero continuamente hacia las islas atlánticas en el siglo XV y América desde el siglo XVI hasta el XIX. La escasez de mano de obra y su elevado coste desaconsejaba el empleo de asalariados y la formación de grandes propiedades mediante concesiones reales, junto con el uso de esclavos, impedía el desarrollo de explotaciones familiares. En torno a las plantaciones, auténticas empresas capitalistas orientadas hacia la demanda europea, se creó un lucrativo comercio triangular entre América (azúcar, tabaco y otros cultivos tropicales), África (mano de obra esclava) y Europa (manufacturas). Las consecuencias de la expansión ultramarina fueron decisivas para el crecimiento económico de Europa, aunque el impacto inicial más evidente fue el desastre demográfico indígena en América, y a más largo plazo el de África occidental.

2.

LA EXPANSIÓN COMERCIAL Y FINANCIERA El crecimiento del comercio fue mayor que el de otros sectores de la economía, primero por el efecto de la demanda derivada de la urbanización, la protoindustria y el Estado sobre el comercio local, segundo por la incorporación al espacio comercial europeo de nuevas áreas como Europa oriental, Rusia y el Nuevo Mundo, y tercero por la integración

de las entidades autónomas de ámbito regional en una economía mundial articulada de forma flexible. El comercio experimentó también un profundo cambio de composición y localización al mismo tiempo que proporcionaba mayores oportunidades de acumulación de capital. Por otra parte, los cambios en la organización de la empresa mercantil permitieron reducir los costes de transacción, facilitar la formación de capital y extender el ámbito de operaciones. Por último, la extensión de los medios de pagos, el desarrollo de las formas de crédito y la aparición de nuevas organizaciones bancarias propiciaron la reducción de los tipos de interés y, por lo tanto, como de la mano de público y privado. El comercio regional seguía siendo el más importante por volumen, valor y dinamismo, dada la creciente importancia que las materias primas, los alimentos y las manufacturas representaban en el tráfico mercantil. Aunque no era el que implicaba mayores riesgos ni proporcionaba los mayores beneficios movilizaba un número considerable de recursos y de profesionales, muchos de ellos campesinos a tiempo parcial y pequeños comerciantes. El comercio a larga distancia implicaba mayores inversiones y riesgos, pero también proporcionaba elevados beneficios. Además, la integración de los más destacados circuitos europeos y las nuevas rutas ultramarinas supuso un evidente estímulo de la división regional del trabajo entre campo y ciudad, pero también entre el centro y la periferia de una economía-mundo jerarquizada. La localización del comercio europeo muestra un desplazamiento de la actividad hacia las regiones atlánticas más dinámicas por las condiciones naturales y la posición geográfica, el mayor crecimiento urbano, y la emergencia del comercio báltico. El comercio de especias y paños de lujo que había caracterizado el comercio Mediterráneo desde la Edad Media perdió importancia relativa frente a otras partidas como los cereales, lienzos, paños de lana ordinaria y pescado procedentes del norte de Europa, y la lana, los vinos y los frutos secos que circulaban en el sentido contrario. El comercio del Báltico estaba caracterizado por las exportaciones de cereales, madera, lino y cáñamo, y las importaciones de paños, sal y pescado. El comercio de ultramar experimentó una transición del sistema extractivo impuesto por las potencias ibéricas durante la conquista (metales preciosos y especias a cambio de vino, aceite y manufacturas), hacia el llamado nuevo sistema colonial en el que holandeses e ingleses tuvieron un gran éxito gracias a la difusión de nuevos bienes de consumo destinados a públicos cada vez más amplios. En el Atlántico destacó el comercio triangular entre Europa, África y América, que giraba en torno a las plantaciones de esclavos de Brasil, las Antillas y las colonias meridionales de Norteamérica. La puesta en explotación de estas tierras con mano de obra africana sostenía las exportaciones de azúcar, tabaco, índigo, más tarde algodón, generalmente en bruto, para su transformación y consumo en Europa, que a su vez exportaba manufacturas (enseres domésticos, armas, licores y tejidos) hacia América y África, que también exportaba algunas cantidades de oro y marfil. El comercio con Asia giraba en torno a las importaciones europeas de especias y otros bienes de lujo, primero a través de los portugueses, que rompieron el monopolio veneciano, pero más tarde también de la mano de holandeses e ingleses. Ahora bien, la falta de demanda asiática de bienes europeos obligó a tratar de equilibrar el comercio mediante la participación en el comercio interasiático (a costa de los árabes) y, sobre

todo, las transferencias de plata americana. A lo largo del siglo XVII, la saturación de la demanda europea de especias estimuló la diversificación: té, café, porcelana, seda y algodón. Las consecuencias de la nueva economía colonial sobre la economía europea fueron de tres tipos: primero, acumulación de beneficios, aunque el comercio báltico era más rentable, segundo, la extensión del mercado de manufacturas, especialmente para Inglaterra, Holanda y Francia, si bien el mercado colonial dependía a su vez de la capacidad europea para absorber coloniales, y, tercero, el efecto imitación derivado del consumo de té, café, porcelana, tabaco y calicós, que tendría una gran repercusión a lo largo del siglo XVIII en los comportamientos sociales y en la fabricación de telas y cerámicas. La balanza de pagos mostraba un doble rasgo: a escala mundial, un flujo de mercancías desde Asia hacia Europa y desde ésta hacia América, a cambio de metales preciosos en sentido contrario, y, a escala europea, otro del Mediterráneo a los países atlánticos y el Báltico. El comercio giraba en torno a varios centros en virtud del mayor volumen del tráfico, las ventajas de localización y la creciente complejidad de los sistemas de pagos. El liderazgo bajomedieval de la ciudad de Brujas fue ocupado a principios del siglo XVI por Amberes, que a su vez fue relevada en el siglo XVII por Ámsterdam, que contaba con una larga tradición marítimo-pesquera y una renta de localización evidente. A lo largo del siglo XVIII el liderazgo fue asumido por Londres, que se apoyaba sobre todo en el dinamismo de las exportaciones de tejidos de lana y a lo largo del siglo XVIII en las reexportaciones de productos coloniales. Los cambios en la organización estuvieron motivados por el deseo de proteger e incrementar el capital comercial, distribuir el riesgo y conseguir contactos a larga distancia. La mayor parte del comercio estaba dominado por sociedades a menudo de carácter familiar. A este respecto, la principal novedad de la época moderna fue la difusión de las innovaciones italianas (letra de cambio, contabilidad por partida doble) en las regiones del norte de Europa. El comercio exterior estaba organizado según el principio de las compañías reglamentadas, como los consulados, que habían aparecido en las ciudades mediterráneas, y los Mercaderes Aventureros de Londres, que reunían a 7.200 miembros c. 1650. Los comerciantes operaban bajo el riesgo personal, pero debían someterse a la disciplina colectiva de la correspondiente organización profesional respecto a diversos asuntos (tipos de contratos, plazos, resolución de conflictos). El comercio ultramarino de España y Portugal estaba sujeto a un mayor control por parte de los organismos públicos. Los comerciantes, agrupados respectivamente en la Casa da India de Lisboa y la Casa de Contratación de Sevilla (1503), ejercían un virtual monopolio debido a las rígidas condiciones de entrada, aunque a menudo eran meros comisionistas de comerciantes extranjeros. El comercio debía realizarse mediante el sistema de flotas, tanto por razones fiscales (costes de recaudación) como militares (costes de protección).

El comercio ultramarino de Holanda, Inglaterra y Francia también tuvo apoyo estatal imprescindible: la forma de organización preferida fue la compañía de privilegio (monopolio del comercio con alguna zona geográfica). La sociedad por acciones apareció como una compañía de privilegio en el nuevo contexto del comercio ultramarino, que se caracterizaba por un ciclo comercial, una escala de operaciones y un riesgo mayores que los del comercio regional. El estímulo del Estado fue también decisivo en la medida que la empresa podía ser un instrumento de expansión geográfica, cuando no de simple depredación (corsarismo): el monopolio facilitaba la internalización de los costes de protección de la empresa. La división del capital en acciones significaba que la responsabilidad del accionista estaba limitada al valor nominal de su participación, no pudiendo ser obligado a desembolsar más capital que el suscrito. La participación estaba abierta a cualquier individuo independientemente de su actividad, fuera o no comerciante. Además, la sociedad adquiría una personalidad jurídica independiente de sus propietarios, siendo, por tanto, perdurable más allá de la vida de sus miembros. Así pues, la propiedad adquirió la forma de participaciones que al poco tiempo llegaron a ser transferibles o liquidables en la bolsa de valores: las primeras fueron la Compañía Inglesa de las Indias Orientales (1600), la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (1602), la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (1621), y otras. Estas sociedades emitían obligaciones a plazo y tipo de interés fijo, más baratas que las nuevas emisiones de acciones, con el doble fin de captar el ahorro sin que los principales accionistas perdieran el control de la gestión. La continuidad de la empresa y la oferta de capital parecían aseguradas frente a la tendencia tradicional del empresario a la inversión en tierra conforme se acercaba la edad del retiro. En consecuencia, las sociedades por acciones podían facilitar el incremento del capital, la diversificación del riesgo y la extensión del mercado. En una época en que el sistema monetario era de contenido metálico, la oferta de dinero era una función de la producción minera y de la balanza de pagos. Los yacimientos de metales preciosos y el saldo de las transacciones comerciales y financieras con el exterior, la diferencia entre los ingresos por exportaciones y créditos y los pagos por importaciones y deudas, determinaban el stock monetario de una determinada región. Además, la creciente intermediación también contribuía al incremento de la oferta monetaria en la medida que aceleraba la velocidad de circulación del dinero. La creciente oferta monetaria explica el descenso experimentado por los tipos de interés a lo largo de la época moderna, descenso que fue especialmente acusado en los grandes centros comerciales. Durante el siglo XVI la llegada del “tesoro americano”, plata procedente de Potosí (Perú) y Zacatecas (México) alentó esa oferta monetaria y generó un flujo desde España hacia el comercio euroasiático. En el siglo XVII se produjo un estancamiento de la producción (crisis demográfica indígena), y en el siglo XVIII nuevos yacimientos de fácil explotación de plata mejicana y oro brasileño permitieron un nuevo crecimiento de la oferta monetaria en Europa. La demanda de dinero también estimuló la aparición de innovaciones que permitían economizar el uso de dinero metálico, como la letra de cambio negociable vía endoso (el acreedor podía usar la letra para pagar una factura comprometiéndose a pagar en caso de fallar el deudor original) y vía descuento (el acreedor podía liquidar anticipadamente la letra a cambio de un descuento o interés en virtud del riesgo en que incurre el banquero o del precio del dinero).

El sistema bancario se expandió extraordinariamente siguiendo las necesidades del comercio y del Estado. El comercio al por mayor continuo (independiente de las ferias) exigía el concurso de bancos estables, dado que los bancos privados concentraban el riesgo en negocios personales a veces ruinosos. Los primeros ejemplos de bancos públicos, es decir, regulados, fueron los de las ciudades mediterráneas. Sin embargo, las restricciones dificultaban el desempeño de sus funciones para el gran comercio (prohibición de operaciones en descubierto). En el norte se desarrollaron con más éxito: Banco de Cambio de Ámsterdam (1609) y Banco de Inglaterra (1694)....


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