Filosofía del Arte - La síntesis ideal de la diferencia PDF

Title Filosofía del Arte - La síntesis ideal de la diferencia
Author Raul Ortega
Course Filosofía
Institution Instituto Universitario Nacional del Arte
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Es un pequeño apunte para Filosofia del Arte que trata sobre - La síntesis ideal de la diferencia...


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La síntesis ideal de la diferencia Este capítulo, extremadamente complejo, es muy importante pues expone la doctrina positiva de la diferencia como Idea (la idea es "el concepto puro de la diferencia", p. 93). El propósito general es claro: se trata de determinar la Idea en su propia síntesis (= la diferencia "en sí misma"), y se invoca para ello la noción matemática de diferencial (agente de diferenciación interno a la Idea o al pensamiento puro). A. La Idea de diferencial. Definamos los datos del problema. Por una parte el concepto de diferencial sirve para pensar la naturaleza de la diferencia. No olvidemos que "la" Diferencia, en singular y con mayúsculas, está siempre presente para el plural de las diferencias. La diferencia es siempre diferencia de diferencia, en relación con otras diferencias. Así, la diferencia está en el corazón de la cantidad. Toda cantidad es diferencia de cantidad, y se remite esencialmente a otras cantidades o fuerzas cuantificadas, con las cuales se encuentra en una relación de determinación recíproca (dx/dy). Las diferencias se generan entonces recíprocamente las unas a las otras. Esa es la Idea o elemento interno de la diferencia y de su producción, elemento sintético (de puesta en relación de la diferencia con lo diferente) y diferenciante (puesta en relación de la determinación recíproca que es constitutiva de lo diferente, de cada diferencia). De esta manera, la Idea representa al mismo tiempo una unidad de elementos constituidos por relaciones de determinación recíproca (= diferenciales) y de relaciones recíprocas entre los elementos así constituidos (cf. p. 234). Por otra parte, más de una vez, Deleuze ha vinculado la noción verdadera de la diferencia (= la Idea) a la de lo problemático, en tanto ella presenta una dimensión de objetividad sin compromiso. O, con la noción de diferencial, como es el caso en matemática, lo problemático en la Idea, en vez de conservar su estatus de objetividad, corre el riesgo de ser reconducido a la dimensión puramente subjetiva de un saber imperfecto aproximativo o incluso erróneo, lo cual desnaturalizaría la noción deleuziana de problema a la cual Deleuze otorga un rol ontológico fundamental.

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Es por ello que hay que retomar la noción de diferencial, tal y como funciona en matemática, a fin de hacerla compatible con la objetividad de la Idea-problema. El problema histórico que ha dado el punto de partida para el cálculo diferencial ha sido el de todas esas pequeñas diferencias que se encuentran en ciertos cálculos ("infinitamente pequeñas", "incomparables"): ¿cómo omitir esas cantidades, incluso infinitesimales, sin errar el cálculo? ¿Deja un error de ser tal al devenir sumamente pequeño? Si para la práctica, el grano de arena, por ejemplo, es relativamente insignificante respecto del diámetro de la Tierra, y ésta ultima lo es respecto de la órbita solar, ¿cómo olvidarlo todo poniendo a salvo la exactitud teórica. Tal exactitud no puede tolerar una exclusión de este tipo (sobre todo para quien se atiene a las reglas de la intuición cartesiana). Desde el comienzo, encontramos entonces un problema análogo al nuestro: otorgar un estatus positivo y característico a la diferencia, al diferencial, implica no reenviarlos a una forma negativa. La historia de la investigación arriba a una solución, provisoriamente satisfactoria para las matemáticas, con Lazare Carnot quien tiene los infinitesimales por errores susceptibles de compensarse en su adición." Deleuze menciona este arribo cuando, en la p. 229, hace alusión a la "respuesta rigurosa" dada por Carnot, pero sin hacerla suya. La respuesta evidentemente no puede satisfacerlo pues implica tener que vérselas con una interpretación puramente "negativa" del cálculo, en términos de saber imperfecto y de errores compensados. Del mismo modo, en la página siguiente retoma esta interpretación y, apoyándose sobre la teoría más reciente de los conjuntos, ofrece una lectura "positiva" capaz de preservar la objetividad de las relaciones diferenciales en tanto éstas son constitutivas de la Idea. El principio de la solución está en desconectar la idea de diferencial de la idea de lo infinitamente pequeño, y de toda progresión a lo infinito (p. 223 y 229). El límite, al cual la noción de diferencial está ligada en la idea del pasaje al límite de una cantidad evanescente, debe ser concebido como un recorte estático (p. 223). El límite pierde su sentido dinámico en Rinción de un sentido phoronómico (p. 223 y 229). Dicho sentido representa para las matemáticas modernas (Deleuze evoca

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a Dedekind, p. 223) un límite, o corte, que la suma de los términos (o de las pequeñas diferencias) no puede rebasar y, dice Russel, "que no implica ninguna idea de cantidad salvo accidentalmente, aún si se encuentra que la serie considerada es cuantitativa". Para Russel "la noción de límite es una noción puramente ordinal" (Ibid.). Deleuze puede escribir entonces: "la derivada y la integral han devenido más bien conceptos ordinales que cuantitativos" (p. 229). B. ¿Qué resulta de esto para la idea de diferencia? Gracias a la concepción estática y ordinal del límite puede desvinculársela de la interpretación finitista de Carnot que daba una imagen demasiado negativa del diferencial (p. 230), la primera consecuencia, este último puede ser concebido como un elemento positivo. En cambio, se puede suponer que el elemento diferencial no está ya ligado a la cantidad, ni como quantum (una cantidad dada fijada en la intuición) ni a la cantidad en general o quantitas, tal y como el álgebra la toma por objeto según Descartes y Leibniz (= ciencia de los números indefinidos o generales, por lo tanto reemplazables por letras en tanto que variables). El diferencial, que expresa la aniquilación del quantum y de la quantitas, depende entonces del universal que es propio de la Idea (ni particular ni general). El universal que es el diferencial no es una nada, un complemento abstracto indeterminado, ya que sin estar afectado de una cantidad precisa (particular o general) está determinado y constituido por un conjunto de relaciones. Él es entonces diferenciado sin estar por ello diferenciado (p. 223), o sea sin ser especificado al recibir valores cuantitativos {quantum y quantitas). Segunda consecuencia-, el diferencial es no solamente positivo, sino que él esta como universal totalmente determinado (= diferenciado) -sin por ello estar ligado a un modo de diferenciación ligado a la cantidad. Con los dos puntos precedentes podemos concluir que el elemento diferencial no es ni finito ni infinito, ni individual ni particular, no es general, y no pertenece al orden de la representación, es "subrepresentativo" (p. 231). Si reunimos la totalidad de lo adquirido anteriormente obtenemos los tres principios de determinación (la determinabilidad, la determinación recíproca y la

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completa) del diferencial (Dx) en tanto que ellos actúan en la Idea como problema, constituyendo su razón suficiente (su exposición constituye el objeto del difícil § II, pp. 221 a 228). La consecuencia de estos tres principios es brindar a la Idea el estatus de un problema enteramente autónomo, independiente de su solución (III, pp. 228 a 235). La Idea como conjunto de relaciones diferenciales subsumiendo una distribución de puntos distinguibles no solamente se encuentra dotada de distinción en sí misma, sino que es también distinta de su recubrimiento por las diferentes expresiones matemáticas en las cuales se actualiza y que la hacen desaparecer como tal. Es para la Idea considerada en su autonomía que Deleuze reserva el término de "problema" atribuyéndole como disciplina especial la "Dialéctica" que caracteriza, al igual que Platón (p. 232), por su independencia y su preeminencia respecto de las matemáticas ("una dialéctica que excede a las matemáticas", p. 232), y consiguientemente por las soluciones que éstas aportan al problema. Se comprende ahora por qué el capítulo comenzaba por una evocación de la Idea kantiana (pp. 218 a 221). Kant ha tenido el gran mérito de conferir a la Idea-problema un valor objetivo. Sin embargo este reconocimiento del alcance objetivo de la Idea como problema se mantiene todavía, en el kantismo, del lado que puede esperarse, ya que por su indeterminación fundamental no puede salir de la generalidad abstracta del concepto. C. La Idea como estructura y multiplicidad. Después de estas páginas arduas y un poco áridas, Deleu/c nos ofrece algunos ejemplos que muestran los diferentes dominios donde la Idea como conjunto de relaciones diferenciales está en acción. Es que las Ideas son las multiplicidades, las estructuras mismas de las cosas en sus diferentes dominios de realidad (físico, lingüístico, biológico, social...). El término designa "una organización propia de lo múltiple en tanto tal, que no tiene necesidad en absoluto de la unidad para formar un sistema" (p. 236). Cada cosa, en tanto que "encarna una Idea" (p. 236), es una multiplicidad dada, y su unidad no se debe a una identidad previa nacida del concepto o de la esencia, sino que proviene de un orden interno propio de sus elementos, cuyos tres principios de organización han sido expuestos anteriormente.

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El orden nacido de esos principios es aquel que llamamos una "estructura". Según lo que conocemos acerca de la Idea, para que se puede hablar de multiplicidad o de estructura, hay que reunir las tres condiciones siguientes: que a) los elementos no tengan ni forma sensible ni función asignable, b) que los elementos sean determinados recíprocamente en las ideas ideales, no localizables, y c) finalmente, que las relaciones diferenciales recíprocas se actualicen en puntos distinguibles o en relaciones espacio-temporales, ellas mismas encarnadas en términos y funciones variadas (p. 237). Así, la estructura es irreductible a la esencia, como a toda clase de forma o gestalt, en las cuales la totalidad sería irreductible y superior a la suma de sus partes (como en el caso de la totalidades percibidas, u orgánicas). Contrariamente a lo que sucede con la esencia (donde los predicados que expresan sus propiedades son conceptos que ya poseen un sentido por sí mismos), el sentido de los elementos constituyentes no preexiste, sino que proviene del sistema de relaciones que los elementos guardan entre ellos. Como ejemplo de Idea física, Deleuze pone la declinación del átomo en Lucrecio {clinamen), para la Idea biológica remite a la Idea de organismo (Animal en sí, según Ceoflfroy Saint-Hilaire, pp. 237-238), y para la Idea social a Marx (bajo la influencia de Althusser), o sea al sistema de conexiones entre el múltiple de las fuerzas de producción y el múltiple de relaciones de producción (p. 240). D. El origen de las Ideas. No hemos terminado de comprender qué significa pensar. Hasta el momento nos hemos dedicado a diferenciar el pensamiento puro, las Ideas problemas, las Ideas estructuras, de la representación y del sentido común que le está asociado. Pero al menos dos puntos permanecen en la sombra, hacia arriba, el problema del origen de las Ideas, y río abajo, el problema de su actualización. ¿De dónde vienen las Ideas? Kan asignaba a las Ideas problemáticas una facultad especial, la Razón, de la cual tomarían su origen. Pero en verdad, dice Deleuze, la Idea no "remite a ninguna facultad particular" (p. 249); ya que ella "concierne a todas las facultades" (p. 249). Esto no se debe sino a que aquello que hace nacer el pensamiento y lo fuerza a pensar es, lo hemos visto con Platón, la violencia de

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un signo o una intensidad (cf p. 180 y ss.), y a que la Idea como objeto diferencial es esta violencia enfrentada. Comunicando (cf p. 190) a todas las facultades la violencia que es suya, la Idea las fuerza a elevarse hacia su ejercicio trascendental separado (p. 184). Por otra parte, el problema, o la Idea, no es una hipótesis, una proposición de saber ajustada a un coeficiente de incertidumbre. A su manera, la Idea-problema es una suerte de apodíctico, es portadora de la apodicticidad de un imperativo. Toda pregunta obliga, en primer lugar, a pensar aquello que nos envía: imperativo de aventura, dice Deleuze (p. 255). Las Ideas proyectan en problemas los imperativos de los que proceden. Los imperativos son inseparables de un poder decisorio, de un azar fundamental del cual provienen. Según una imagen cara a Nietzsche: "las preguntas son los dados, el imperativo es el lanzar" (p. 255).''' He ahí "el origen"; no existe otro "fundamento" para esas "combinaciones pro blemáticas" que son las Ideas que la pregunta imperativa del cielo-azar. Toda obra nace de esos imperativos, encontrados en In contingencia de aquello que fuerza a pensar, "tareas ciegas", que son todavía más interrogantes. E. La actualización de la Idea. Este segundo problema que viene sobre la otra vertiente, por así decirlo, completar la realidad general de la Idea, sigue una línea de inspiración bergsoniana más marcada, y no solamente en la distinción entre lo virtual y lo posible, sino también en las modalidades en que se opera esta actualización (por líneas o series diferenciadoras).

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