Title | Trichomona vaginalis- Apuntes |
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Author | Biaani Luna |
Course | Parasitología |
Institution | Universidad Veracruzana |
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La tricomoniasis en el humano es causada por tres especies del género Trichomonas (T. hominis, T. tenax y T. vaginalis); T. vaginalis causa la única enfermedad parasitaria de transmisión sexual en el humano. Estas especies son parásitas exclusivas del humano y se diseminan en la naturaleza, por ...
La tricomoniasis en el humano es causada por tres especies del género Trichomonas (T. hominis, T. tenax y T. vaginalis); T. vaginalis causa la única enfermedad parasitaria de transmisión sexual en el humano. Estas especies son parásitas exclusivas del humano y se diseminan en la naturaleza, por lo que se les considera cosmopolitas. De este género sólo se conoce la fase de trofozoíto, el cual presenta forma oval o piriforme, con 3 a 4 flagelos anteriores y un quinto que recorre el cuerpo hacia el extremo posterior y forma una membrana ondulante; además, presenta un axostilo que se proyecta hacia el extremo posterior. Se reproduce por fisión binaria longitudinal, primero en el núcleo, después el complejo cinético y, por último, el resto de los organelos. En 1836 y 1837, Donné descubrió Trichomonas vaginalis y creó el género taxonómico.
Trichomonas vaginalis es la especie más grande de las tres; tiene forma oval o piriforme, con un diámetro mayor de 7 a 20 μm, si bien puede alcanzar hasta 32 μm. El trofozoíto muestra cinco flagelos, cuatro anteriores libres y uno recurrente a lo largo de la membrana ondulante sin extremo libre y que ocupa, junto con la costa, el tercio anterior del cuerpo; el citoesqueleto está compuesto de tubulina y fibras de actina. El núcleo se sitúa en la parte anterior del cuerpo con los gránulos de cromatina ordenados en forma de flor y contiene cinco cromosomas. El axostilo es una estructura delgada, hialina, en forma de sable, que se inicia en el núcleo y atraviesa en forma longitudinal el cuerpo del parásito para terminar en la porción posterior. La costa es una estructura delgada opuesta al axostilo; ambos son estructuras de sostén con gran cantidad de gránulos siderófilos; estos organelos son negativos a la catalasa, lo que indica que carecen de peroxisomas y producen moléculas de hidrógeno que se llaman hidrogenosomas con actividad metabólica importante en la fermentación del piruvato, ya que este organismo carece de mitocondrias. Los gránulos paracostales y paraaxostilares se hallan dispuestos en tres hileras paralelas y hay además gránulos de glucógeno observables mediante microscopia electrónica de transmisión. El citostoma de esta especie es pequeño y poco visible.
El mecanismo de infección más frecuente es la transmisión del trofozoíto de persona a persona por contacto sexual en forma directa; sin embargo, debido a su presencia en menores de edad e incluso en recién nacidos, existen referencias que plantean la transmisión por medio de fómites (ropa, agua, toallas e instrumentos de aseo vaginal y exploración ginecológica) o durante el parto. El hábitat en la mujer es vagina y uretra, y en el hombre próstata, vesículas seminales y uretra; sitios en los que se alimentan, sobre todo, de bacterias, leucocitos y células de descamación. La acidez normal de la vagina (pH 4-4.5) dificulta el establecimiento del parásito, pero una vez instalado provoca un cambio con tendencia hacia la alcalinidad (pH 5-6); de ahí su frecuencia en mujeres embarazadas. Se calcula una infección anual de 180 millones de personas en el mundo. En 2005 y 2006, el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica de México informó sobre 165 807 y 157 270 casos anuales, respectivamente. A nivel mundial, se estima que cada año entre 120 y 180 millones de mujeres sufren la infección. En México, la última tasa de infección que reportó la Dirección General de Epidemiología en 2007 señala 141.22/100 000 habitantes. Este parásito tiene una resistencia relativamente alta a las condiciones ambientales; el trofozoíto muere a temperaturas superiores a 40 °C, pero resiste hasta cinco días a 0 °C y durante varias horas entre 17 y 30 °C, y hasta 24 horas en la orina.
La mayoría de las cepas presenta baja patogenicidad, razón por la cual un alto porcentaje de individuos infectados permanece asintomático; la aparición de síntomas se debe algunas veces a la asociación con infecciones bacterianas. La relación parásito-célula huésped se inicia por un mecanismo de reconocimiento y adhesión; el efecto citotóxico del parásito en la célula huésped depende de este contacto; sin embargo, se desconoce si es a partir de este momento cuando se liberan las sustancias citotóxicas. El reconocimiento de las proteínas de la matriz extracelular como la laminina y las fibronectinas se correlaciona con la invasividad. A este parásito se le han comprobado más de 23 proteasas, la mayor parte cisteín-proteasas. La proteasa de cisteína de 30 kDa (CP30), necesaria en el proceso de adhesión del parásito a la célula del epitelio vaginal y del ectocérvix, se localiza en la superficie del parásito, degrada proteínas del microambiente vaginal, fibronectina, colágena IV y hemoglobina; es inmunogénica y se encuentra en la secreción vaginal. Fueron estudiadas cuatro adhesinas (AP65, 51, 33 y 23) que son las más importantes como ligandos para la célula huésped. La proteasa de cisteína de 65 kDa (CP65) fue identificada y caracterizada como una de las moléculas que participan en la citotoxicidad del parásito hacia la célula epitelial; dicha enzima se localiza en la superficie del parásito, se une a la superficie de las células del epitelio vaginal y se activa en los límites del pH de la vagina y tiene, además, la capacidad de degradar fibronectina, colágena IV y es inmunogénica en mujeres infectadas. Fue reconocida y caracterizada como adhesina, otra proteína referida como de 118 kDa (AP118) que se induce en presencia de altas concentraciones de hierro y es responsable de la adhesión del parásito con la laminina. Las proteasas de T. vaginalis son capaces de degradar las cadenas pesadas de IgG e IgA secretora.
Aunque no tienen mitocondrias, presentan hidrogenosomas, organelos similares a aquélla y en donde se lleva a cabo el proceso de oxidación fermentativa y, por tanto, la producción de ATP, así como la de hidrógeno molecular. En el contacto inicial, el parásito sufre una transformación ameboide con producción de seudópodos acorde con los contornos de las células epiteliales; este hecho revela el efecto citopático del parásito en el epitelio seguido por la regulación de la síntesis de adhesinas, lo que sugiere la existencia de un sistema de transducción. Las adhesinas se concentran en la parte opuesta de la membrana ondulante y los microfilamentos del parásito lo hacen en este sitio de unión con el epitelio vaginal. Se le comprobó no sólo la fagocitosis de células del epitelio vaginal, sino además de neutrófilos, eritrocitos, bacterias y, por otra parte, la capacidad de internalizar virus viables como el VIH. Desde el punto de vista histopatológico, este parásito produce degeneración y destrucción celular en el epitelio vaginal, con lo que se genera una respuesta inflamatoria a expensas, sobre todo, de polimorfonucleares y escasos eosinófilos; estas alteraciones generan una respuesta vascular importante con la presencia de puntos hemorrágicos y edema de la mucosa, con aparición de placas eritematosas que a la exploración fueron descritas con apariencia denominada “en fresa”; este edema e infiltrado leucocitario dan lugar a erosión y descamación de las células superficiales, lo que aunado a la sobreinfección bacteriana produce el exudado característico.
El periodo de incubación varía de 5 a 30 días. La infección ocurre con frecuencia en forma asintomática; se ha visto que entre 25 y 50% de las mujeres infectadas permanece asintomática, mientras que, en los hombres, estas cifras se elevan hasta 50 y 90%. Los casos sintomáticos pueden presentarse en forma aguda o crónica en ambos sexos; en ocasiones, después de la aparición de síntomas, éstos pueden desaparecer persistiendo la infección subclínica. La sintomatología inicia con disuria y leucorrea hialina y espumosa, que al evolucionar se torna lechosa o purulenta y fétida, con expulsión de gases por la vagina debido a la sobreinfección bacteriana; se acompaña además de prurito vulvovaginal intenso y dolor localizado, además de dispareunia, anafrodisia y algunas veces nicturia e insomnio. A la exploración ginecológica se observa edema y eritema de los labios con afección de las glándulas de Skene y de Bartholin; la vagina y el cuello uterino se tornan friables con lesiones edematosas y hemorragias puntiformes descritas como “cuello en fresa”. Los síntomas se intensifican antes o justo después de la menstruación, puesto que el hierro presente en la hemoglobina favorece la parasitación. Cuando hay síntomas en el masculino, lo más común es encontrar cuadros de uretritis, prostatitis o epididimitis con escasa secreción transuretral. La sintomatología es de menor prevalencia. En la mujer se describieron como complicaciones la presencia de absceso perinefrítico y en casos de infección en el embarazo, ruptura prematura de membranas y neonatos con bajo peso, así como infección del producto en el canal de parto, ya que se ha visto que entre 2 y 17% de productos femeninos de madres infectadas desarrollan vaginitis, por lo general asintomática.
También se observó que las pacientes infectadas con facilidad se convierten a VIH positivo; en el varón se comprobó esterilidad reversible, entidad clínica que a menudo se relaciona con otros padecimientos de transmisión sexual.
El interrogatorio y una buena exploración clínica son muy orientadores en estos casos. El parásito se puede aislar del exudado vaginal y la orina en la mujer, y de los líquidos seminal, prostático y urinario del hombre y, en ocasiones, en la secreción transuretral de éste. Puede permanecer viable por 24 horas en la orina, por lo que el aislamiento en estos casos es sencillo después de centrifugar la muestra. En este padecimiento se observa el parásito mediante examen directo en fresco donde se aprecia el movimiento característico del trofozoíto. Es recomendable la tinción de la secreción a fi n de apreciar las estructuras parasitarias más importantes para el diagnóstico específico; se sugiere utilizar la hematoxilina férrica o el tricrómico de Gomori. También puede recurrirse al cultivo (medios de Diamond, Trichosel o Hollander), en donde se obtiene crecimiento en 2 a 7 días. Estas formas se reproducen por fisión binaria longitudinal, sin la desaparición de la membrana nuclear. En medios de cultivo se encontraron trofozoítos redondos sin flagelo, otros con flagelo y división nuclear y algunos más con flagelo y múltiples núcleos. También puede realizarse detección de anticuerpos específicos en suero mediante las técnicas de ELISA o inmunofluorescencia indirecta. En la actualidad se utilizan en otros países pruebas de diagnóstico rápido y PCR.
Debe instituirse de manera simultánea a la pareja, incluso si no existen síntomas. Hasta hace unos años el medicamento de elección era el metronidazol, pero ahora, debido a la toxicidad comprobada de éste, si es factible se recomienda emplear otros fármacos antiparasitarios por vía sistémica, además de que se ha comprobado la existencia de cepas resistentes al metronidazol).
Dado que el contacto sexual es la forma más frecuente de transmitir la infección, el problema más importante es la promiscuidad, por lo que es necesario administrar el tratamiento a todos los compañeros sexuales del paciente. El uso del condón es una buena alternativa para la prevención no sólo de estos casos, sino de todos los padecimientos de transmisión sexual. Dado el incremento en el número de casos de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) se recomienda realizar acciones enfocadas a educación para la salud a la población en riesgo....