Teoria Descartes Selectividad PDF

Title Teoria Descartes Selectividad
Author Vicente Terenti Cordero
Course Introduccion a la filosofia
Institution Universidad de Cádiz
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TEORIA DE DESCARTES CONTEXTO René Descartes desarrolló su filosofía a lo largo del siglo XVII, una época marcada por la crisis y en la cual las seguridades antiguas como el geocentrismo o el aristotelismo, se exponían todavía en las universidades, aunque ya no constituían la vanguardia del conocimiento. El desarrollo del pensamiento de Descartes se enmarca dentro de la conocida como Revolución Científica de la Edad Moderna, que se produjo en la época que va desde el Renacimiento hasta el siglo XVII, y que se caracterizó por la exploración sistemática de todos los ámbitos de la naturaleza y por el paso de una ciencia descriptiva a una experimental. El recorrido de esta Revolución científica está comprendido entre dos grandes hitos, el de la teoría astronómica de Copérnico y la mecánica celeste de Newton, su impacto fue tan enorme que ya nunca más pudo justificarse la existencia de la filosofía como un dominio aparte del pensamiento. Algunos contemporáneos, como Bacon, Galileo y Hobbes, se dieron cuenta enseguida de la magnitud de este proceso y elaboraron su filosofía de acuerdo a los resultados de la nueva ciencia, matemática y exp erimental. A partir de entonces, y hasta nuestros días, la reflexión filosófica, para tener credibilidad, ha tenido que fundamentarse, directa o indirectamente, en los resultados obtenidos por las investigaciones científicas. De este modo, los intelectuales vivían una experiencia de confusión y hasta de fracaso, debido a dos causas principales: la revolución científica, que había golpeado ámbitos como el de la astronomía (sustitución del modelo geocéntrico), la física y la metodología; y la destrucción de la unidad religiosa, con la pérdida de valores religiosos y la división europea en tres iglesias (protestante, católica y anglicana). Esta crisis mostraba que la sabiduría humana era muy difícil de alcanzar y que la posibilidad de error era inherente a la actividad humana. Afortunadamente, la revolución científica constituía una luz, un éxito. Tenía muchos opositores y había recibido diferentes condenas en Italia, pero algunos brillantes pensadores intuyeron su fuerza y quedaron fascinados por su capacidad demostrativa. Así, en Francia, Holanda e Inglaterra, diferentes intelectuales iniciaron una nueva filosofía basada en el método y en los descubrimientos de la nueva ciencia. La filosofía moderna pretendía llevar a cabo investigaciones que, tal como lo hacían las ciencias, abandonaran el terreno de la controversia y emprendieran un camino seguro. El racionalismo, iniciado por el francés Descartes, y el empirismo, iniciado por el inglés Hobbes, fueron las do s corrientes filosóficas que intentaron dar una respuesta a esos objetivos. Los racionalistas se basaron en la autosuficiencia de la razón como herramienta del conocimiento, y su modelo de saber es el sistema deductivo de las matemáticas; los empiristas, por su lado, se centraron en la experiencia como fundamento del conocimiento, y se basaron en ciencias experimentales como modelo (la física). Los primeros, afirmaban las ideas innatas, mientras que los segundos las negaban. De este modo, mientras que en la Europa continental triunfó el racionalismo (Descartes, Spinoza y Leibniz), en las islas británicas triunfó el empirismo (Hobbes, Locke y Hume). Desde un punto de vista artístico y cultural, la Europa de los racionalistas se caracteriza por una corriente denominada Barroco, que rechaza la simetría, el orden y el equilibrio del Renacimiento. El estilo barroco tiene múltiples intenciones: es un arte exuberante, pero también de pesimismo ante la fugacidad de la vida. Rembrandt es uno de los pintores más representativos del Barroco, tanto por los contrastes de luz y sombra de sus obras, como por la intensidad emotiva de sus temas. El teatro también fue uno de los grandes símbolos representativos del Barroco; muchos autores teatrales del siglo XVII, como Calderó n de la Barca, en La vida es sueño, quieren mostrar que todo es apariencia y sueño. En España, la culminación del conocido como Siglo de Oro supuso el máximo apogeo del Barroco literario y artístico: Góngora, Quevedo, Velázquez, Murillo.

JUSTIFICACIÓN (PARTE II) Desde un punto de vista filosófico, podemos justificar el presente texto desde el racionalismo cartesiano, reflejado en tres ámbitos concretos e íntimamente entrelazados: la creación de un método basado en las matemáticas; la teoría de las tres sustancias y su teoría del mecanicismo. Descartes es considerado como un ilustre filósofo, matemático y físico. Sin embargo, fue apasionadamente filósofo, y esta pasión por la Filosofía le conducirá a una crítica negativa de los sistemas filosóficos anteriores, en un intento de que la filosofía no se transforme en una pasión inútil. Si se pretende, y ésta es la intención de Descartes, crear una filosofía de validez universal, es preciso hacer una tabla rasa de todos los sistemas filosóficos anteriores. Pero ahora surge un problema: ¿a qué se ha debido el fracaso de los anteriores filósofos? Para Descartes, la razón es clara: la utilización de un método inadecuado. La raíz del mal está en el método y es éste el que tiene que ser cambiado. Descartes es consciente de la dificultad de hallar un nuevo método de filosofar, jamás encontrado por tantos como los precedieron (“excelentes ingenios”, los llama el). A partir de aquí, Descartes hallará en el saber matemático un saber universal, en el que sí hay progreso, y que ha llegado a soluciones universalmente admitidas. A partir de aquí, Descartes se propone la creación de una filosofía “more mathematico”. El proceso de construcción de las Matemáticas, tal como lo había diseñado Euclides en sus Elementos, era el siguiente: -

Búsqueda de una o varias verdades evidentes e indubitables, cuya negación implique contradicción (los axiomas) Establecimiento de un conjunto de reglas de deducción seguras, ciertas y eficaces que, partiendo de los axiomas, nos permitan demostrar otras verdades (los teoremas).

En resumen, el método matemático consiste en el uso de la intuición y la deducción. Descartes está convencido de que, tal como los geómetras realizan las más sencillas operaciones o las más complejas demostraciones sin ningún error, igualmente el hombre puede hacerlo en cualquier área del conocimiento, siempre y cuando utilice el mismo método. El objetivo es que este método sistematice y facilite la progresión en el conocimiento conduciendo de un paso al siguiente con total certeza y confianza. Para esto Descartes elabora una serie de reglas que son de vital importancia para que el método sea eficaz: 1. La evidencia: Este primer paso consiste en la búsqueda de una primera evidencia, es decir, una primera idea clara y distinta (dos características de la evidencia) de la que no se pueda dudar. En este sentido, Descartes propone encontrar esta evidencia para poder asentar sobre ella el resto de su edificio filosófico. 2. Análisis: Descartes establece la necesidad de estructurar un problema; para poder entenderlo mejor es necesario dividir el problema en cuantas partes tenga para llegar a su conocimiento profundo. 3. Síntesis: una vez descompuesto el problema en las evidencias, procedemos a unirlas para llegar al conocimiento más complejo. 4. Enumeración o revisión: finalmente, Descartes no deja pasar por alto la necesidad de revisar todos y cada uno de los pasos anteriores realizados, pues es importante comprobar que el procedimiento durante todo el proceso ha sido correcto. Es una comprobación de cada uno de los pasos anteriores. Como se puede comprobar, todo este método diseñado por Descartes no es útil si no se llega antes a una evidencia desde la que sostener todo el procedimiento. Para alcanzar dicho objetivo, Descartes propone la duda metódica, consistente en poner en duda todo el conocimiento aprendido para poder llegar a una primera evidencia desde la que argumentar el resto. No se trata de una actitud escéptica, sino que es una duda metódica, porque es un instrumento que nos servirá para hallar esa primera verdad indudable. En cuanto a las características de esta duda, podemos enumerar las siguientes: es universal, pues es necesario

someter todo a duda; es metódica, pues se convierte en una herramienta para analizar el conocimiento; es teorética, pues Descartes aplica la duda sólo al plano del conocimiento, de forma teórica, dejando de lado las creencias; y es hiperbólica, pues es una duda exagerada (dudar de todo). Así, Descartes aplica la duda a tres niveles: al conocimiento de los sentidos, que a veces nos engañan; al conocimiento del mundo y de todo cuanto nos rodea, pues no podemos separar la vigilia del sueño, porque a veces soñamos despiertos y confundimos sueño con realidad; y a los razonamientos, pues a veces conocimientos que parten de la razón han llegado a error (como las matemáticas), por eso también son dudables. Aquí Descartes plantea su hipótesis del genio maligno, una especie de “duendecillo” que está dentro de nosotros y que nos induce al error. El genio maligno es suponer que el entendimiento humano es de una naturaleza tendente a equivocarse. Descartes descubre que, a pesar de que puede dudar de todo, no puede dudar de que está dudando; además, si está dudando es porque está pensando, y si está pensando es porque necesariamen te está existiendo. Este razonamiento se resume en la fórmula del cogito ergo sum: “pienso luego existo”. Este «pienso luego existo» cartesiano es la primera evidencia, la primera idea clara y distinta de la que no se puede dudar; es la piedra desde la que empezar a levantar el edificio del conocimiento. Una vez encontrada la primera evidencia, el cogito, el yo como sustancia pensante, Descartes tiene que seguir adelante con la construcción del edificio del conocimiento. Para ello emprende un camino que intenta demostrar la existencia de todo lo que había sometido al proceso de la duda. Con el descubrimiento del cogito Descartes procede a la justificación de la existencia de distintos tipos de sustancias (aquello que no necesita de otra cosa para existir): a. Sustancia pensante o res cogitans: La sustancia pensante queda demostrada en el cogito y su atributo es el propio pensamiento, no necesitando de nada corpóreo para existir. Al estudiar las ideas de la sustancia pensante, Descartes distingue entre tres: las ideas adventicias, aquellas que provienen de la experiencia sensible; las ideas facticias, que fabricamos a partir de las anteriores; y las ideas innatas, aquellas que no proceden de objetos exteriores ni han sido construidas por nosotros, sino que emergen de la propia facultad de pensar. b. Sustancia infinita o res infinita: es la conclusión de pensar en la imperfección y finitud que tiene la sustancia pensante; si la res cogitans es una sustancia limitada y finita, tiene que existir otra sustancia que lleve los atributos de perfección e infinitud, y esta no puede ser otra que Dios, que pasa por tanto a convertirse en garantía de conocimiento. c. Sustancia extensa o res extensa: es la sustancia que hace referencia a la realidad corpórea, a todo aquello que tiene extensión, cuerpo y mundo físico. Sabemos que la realidad de esta sustancia no nos engaña, pues Dios no lo permitiría. Ahora bien, si el yo pensante y la materia (res extensa) son dos sustancias independientes, ¿cómo se explica que mi yo pensante pueda decidir sobre las acciones de mi cuerpo? ¿Cómo se comunican entre sí? Descartes resolvió estas cuestiones dando la siguiente explicación: hay un punto en nuestro cuerpo, la glándula pineal, que se encuentra en medio del cerebro y en esta glándula se aloja el alma; desde allí se conecta con el cuerpo y modifica sus movimientos. Descartes reactiva así el dualismo antropológico de Platón, separando el alma (el yo pensante) de la materia o cuerpo, y renunciando a una visión más unitaria del ser humano, como hizo Aristóteles. La razón para defender este dualismo fue la defensa de la libertad humana. El cuerpo, como toda cosa extensa, como materia, está gobernado por leyes mecánicas que lo determinan (mecanicismo), como la maquinaria de un reloj. Si el yo pensante no fuera una sustancia completamente desligada del cuerpo, no habrá lugar para la libertad, pues el comportamiento humano sería como una máquina.

JUSTIFICACIÓN (PARTE IV) Desde un punto de vista filosófico, podemos justificar el presente texto desde el racionalismo cartesiano, reflejado en tres ámbitos concretos e íntimamente entrelazados: la creación de un método basado en las matemáticas; la teoría de las tres sustancias y su teoría del mecanicismo. Nos centraremos, especialmente, en las sustancias y la justificación de su existencia que plantea Descartes. Descartes es considerado como un ilustre filósofo, matemático y físico. Sin embargo, fue apasionadamente filósofo, y esta pasión por la Filosofía le conducirá a una crítica negativa de los sistemas filosóficos anteriores, en un intento de que la filosofía no se transforme en una pasión inútil. Pero ahora surge un problema: ¿a qué se ha debido el fracaso de los anteriores filósofos? Para Descartes, la razón es clara: la utilización de un método inadecuado. La raíz del mal está en el método y es éste el que tiene que ser cambiado. Descartes es consciente de la dificultad de hallar un nuevo método de filosofar, jamás encontrado por tantos como los precedieron (“excelentes ingenios”, los llama el). A partir de aquí, Descartes hallará en el saber matemático un saber universal, en el que sí hay progreso, y que ha llegado a soluciones universalmente admitidas. Descartes se propone la creación de una filosofía “more mathematico”. Descartes está convencido de que, tal como los geómetras realizan las más sencillas operaciones o las más complejas demostraciones sin ningún error, siguiendo el modelo de axiomas y teoremas ya implantado por Euclides en sus Elementos, igualmente el hombre puede hacerlo en cualquier área del conocimiento, siempre y cuando utilice el mismo método. El objetivo es que este método sistematice y facilite la progresión en el conocimiento conduciendo de un paso al siguiente con total certeza y confianza. Para esto Descartes elabora una serie de reglas que son de vital importancia para que el método sea eficaz: • La evidencia: Este primer paso consiste en la búsqueda de una primera evidencia, es decir, una primera idea clara y distinta (dos características de la evidencia) de la que no se pueda dudar. • Análisis: Descartes establece la necesidad de estructurar un problema; para poder entenderlo mejor es necesario dividir el problema en cuantas partes tenga para llegar a su conocimiento profundo. • Síntesis: una vez descompuesto el problema en las evidencias, procedemos a unirlas para llegar al conocimiento más complejo. • Enumeración o revisión: finalmente, Descartes no deja pasar por alto la necesidad de revisar todos y cada uno de los pasos anteriores realizados, pues es importante comprobar que el procedimiento durante todo el proceso ha sido correcto. Es una comprobación de cada uno de los pasos anteriores. Como se puede comprobar, todo este método diseñado por Descartes no es útil si no se llega antes a una evidencia desde la que sostener todo el procedimiento. Para alcanzar dicho objetivo, Descartes propone la duda metódica, consistente en poner en duda todo el conocimiento aprendido para poder llegar a una primera evidencia desde la que argumentar el resto. En cuanto a las características de esta duda, podemos enumerar las siguientes: es universal, pues es necesario someter todo a duda; es metódica, pues se convierte en una herramienta para analizar el conocimiento; es teorética, pues Descartes aplica la duda sólo al plano del conocimiento, de forma teórica, dejando de lado las creencias; y es hiperbólica, pues es una duda exagerada (dudar de todo).Así, Descartes aplica la duda a tres niveles: al conocimiento de los sentidos, que a veces nos engañan; al conocimiento del mundo y de todo cuanto nos rodea, pues no podemos separar la vigilia del sueño, porque a veces soñamos despiertos ; y a los razonamientos, pues a veces conocimientos que parten de la razón han llegado a error (como las matemáticas), por eso también son dudables. Aquí Descartes plantea su hipótesis del genio maligno, una especie de “duendecillo” que está dentro de nosotros y que nos induce al error. El genio maligno es suponer que el entendimiento humano es de una naturaleza tendente a equivocarse. Descartes descubre que, a pesar de que puede dudar de todo, no puede dudar de que está dudando; además, si está dudando es porque está pensando, y si está pensando es porque necesariamen te está existiendo. Este razonamiento se resume en la fórmula del cogito ergo sum: “pienso luego existo”. Este «pienso luego existo» cartesiano es la primera evidencia, la primera idea clara y distinta de la que no se puede dudar; es la piedra desde la que empezar a levantar el edificio del conocimiento.

Una vez encontrada la primera evidencia, el cogito, el yo como sustancia pensante, Descartes tiene que seguir adelante con la construcción del edificio del conocimiento. Para ello emprende un camino que intenta demostrar la existencia de todo lo que había sometido al proceso de la duda. Con el descubrimiento del cogito Descartes procede a la justificación de la existencia de distintos tipos de sustancias (aquello que no necesita de otra cosa para existir): 1. Sustancia pensante o res cogitans: La sustancia pensante queda demostrada en el cogito y su atributo es el propio pensamiento, no necesitando de nada corpóreo para existir. Al estudiar las ideas de la sustancia pensante, Descartes distingue entre tres: las ideas adventicias, aquellas que provienen de la experiencia sensible; las ideas facticias, que fabricamos a partir de las anteriores; y las ideas innatas, aquellas que no proceden de objetos exteriores ni han sido construidas por nosotros, sino que emergen de la propia facultad de pensar. 2. Sustancia infinita o res infinita: es la conclusión de pensar en la imperfección y finitud que tiene la sustancia pensante; si la res cogitans es una sustancia limitada y finita, tiene que existir otra sustancia que lleve los atributos de perfección e infinitud, y esta no puede ser otra que Dios, que pasa por tanto a convertirse en garantía de conocimiento. ¿Cómo demuestra esta existencia? Para ello hace uso de los razonamientos que ha puesto en marcha para demostrar el cogito. Descartes afirma que, al poner en duda todo, queda demostrado que él es un ser imperfecto, puesto que la duda es síntoma de imperfección. La imperfección conlleva en sí la finitud como otra de las características del ser humano. De modo que nos encontramos con dos atributos importantes: el de imperfección y el de finitud. Sin embargo, en el ser humano existe la idea de infinito; la pregunta que se realiza a continuación es: ¿cómo es posible que un ser finito, rodeado de cosas finitas, posea la idea de infinitud? Obviamente, de un ser finito no puede provenir la idea de infinito, de modo que la idea de infinito debe llegar de algo superior. Para Descartes la idea de infinito ha sido puesta en el hombre por una naturaleza superior a él, y esta no puede ser otra que Dios, que es infinito. Este, sin embargo, no es un razonamiento completamente original, puesto que ya lo encontramos en el argumento ontológico de San Anselmo y a su vez también en San Agustín. ¿Por qué es necesario demostrar la existencia de Dios para Descartes? Entre otras cosas, para poder justificar la existencia de la res extensa, de lo corpóreo, de lo material. Teniendo en cuenta que lo extenso se puede poner en duda, la clave está en demostrar ahora su existencia. Para eso recurre a Dios. Dios es un ser perfecto, y dentro d e la perfección no tiene cabida la mentira, de modo que para el filósofo racionalista Dios no quiere que me engañe cuando pienso que el mundo, la extensión, existe. 3. Sustancia extensa o res extensa: es la sustancia que hace referencia a la realidad corpórea, a todo aquello que tiene extensión, cuerpo y mundo físico. Sabemos que la realidad de esta sustancia no nos engaña, pues Dios no lo permitiría. Muchos de los detractores cartesianos subrayaron la dificultad de pasar de la sustancia pensante a la extensa y lo acusaron de elaborar una teoría solipsista, donde el sujeto se quedaba encerrado en sí mismo. De este modo, Descartes llega a demostrar la e...


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