CAPÍTULO 20 5 - Apuntes 5.2 PDF

Title CAPÍTULO 20 5 - Apuntes 5.2
Course Economía Española
Institution Universidad de Alicante
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CAPÍTULO 20 INVERSIÓN DIRECTA EXTRANGERA (tema 5.2) b) Modalidades de inversión y motivos de la desinversión El perfil inversor puede completarse con un sucinto repaso a las rúbricas en que se ha concretado la inversión, según se ofrecen en la Balanza de Pagos. La vía principal hasta mediados de la década de 1990 fue la partida capital accionarial y otras formas de participación (dos terceras partes del total), correspondiendo el resto a financiación entre empresas relacionadas accionarialmente. A partir de la implantación del euro se observa, sin embargo, un importante proceso de sustitución entre ambas rúbricas: la financiación pasó a ocupar un lugar central en detrimento del capital accionarial, lo que parece indicar un intenso uso de estrategias de reestructuración interna de los balances empresariales por motivos fiscales. Desde hace poco tiempo se dispone también de estimaciones para una tercera, las reinversiones de beneficios obtenidas por las empresas radicadas, con un resultado ciertamente llamativo: las cifras consignadas como reinversiones son mucho menores desde comienzos de siglo (algo menos de la décima parte del total) que en el quinquenio precedente (1995-1999). Respecto de la inversión en inmuebles, cuestionada a menudo puesto que incluye la realizada por entidades inmobiliarias (a la que se atribuye mayor significación productiva) y por particulares en vivienda residencial, ha ido creciendo con el tiempo, ocupando en estos últimos años una posición muy importante (más de una cuarta parte de la inversión total), colaborando así al boom inmobiliario de comienzos de siglo. Aunque aquí se haya optado, por simplicidad, por los datos de inversión directa neta, éstos son el resultado de un doble proceso (entradas brutas y desinversiones) que interesa conocer para interpretar correctamente ese saldo final y dar cuenta de la gran movilidad que viene caracterizando la inversión directa de estas últimas décadas. Es una obviedad señalar que no tiene la misma significación el hecho de que produzcan a la par rele- vantes entradas y desinversiones, anulándose entre ellas, que unas exiguas entradas sin apenas desinversiones. De igual modo, los efectos de las desinversiones son bien distintos si son el resultado de ventas de activos pro- ductivos a otras empresas o si lo son por causa de liquidaciones parciales (reducción de capital social) o totales (disolución o quiebra de sociedades) de inversiones previas. Los resultados en el plano agregado revelan que la mayor parte de las desinversíones correspondieron a ventas a residentes (tres cuartas partes del total entre los años 2001 y 2005), y que las liquidaciones parciales fueron mucho más relevantes que las totales, ligadas a la desaparición de las empresas. Esto induce a pensar que los cambios de propiedad de los activos en favor de residentes, por causa de las pertinentes ventas, no tendrían por qué afectar al sistema productivo, en principio. El hecho de que las empresas extranjeras vendan o liquiden activos, manteniendo la producción de otras plantas o generando nueva producción en otras localízaciones, refleja los inevitables cambios en las ventajas comparativas del país (encarecimiento de costes laborales, por ejemplo). Lo que interesa, entonces, es que su retirada se compense con inversión en otras actividades de mayor significación tecnológica; lo que exigirá, según se ha dicho ya, reforzar las ventajas existentes y crear otras nuevas basadas en el capital humano y tecnológico. c) El plano sectorial

A partir de la década de 1960 el capital extranjero fue aposentándose en el sector industrial español, principalmente, mediante nuevas instalaciones, con el fin de atender un mercado considerable y en plena expansión, protegido por barreras arancelarias, aunque para ello tuviera que plegarse a ciertas restricciones, donde se aconsejaban los lugares donde debían ubicarse las plantas, o se establecía la cuota de producción que debía ser exportada (en el caso del automóvil). Como ocurrió también en el plano internacional, los servicios fueron ganando posiciones con el tiempo. Con datos del Registro de Inversiones, éstos captaban ya algo más de la mitad de la cuota en el quinquenio posterior a la integración en la Unión, y fueron aumentando progresivamente su presencia hasta superar las tres cuartas del total, como promedio, en los años transcurridos del presente siglo (cuadro 1). Una buena parte del crecimiento de los servicios se debe a un único sector, telecomunicaciones, que ha pasado a encabezar la relación de sectores más favorecidos por el capital extranjero, en términos del monto to- tal invertido. También mostraron un fuerte dinamismo el grupo otros servicios y actividad inmobiliaria. En cambio, retrocedieron respecto de la década pasada comercio y banca, seguros y pensiones, y otras actividades empresariales (con especial incidencia en el sistema productivo este último). En cualquier caso, las actividades financieras y comerciales siguen siendo dos referentes básicos, si tenemos en cuenta la participación relativa que les corresponde en el stock de Fondos propios de las empresas extranjeras en 2003. Por lo que respecta a los sectores manufactureros, en el segundo quinquenio de la década de 1980 los atractivos de un mercado en plena expansión y recientemente incorporado a la Unión Europea, eran importantes; y así se refleja en la cuota que les correspondía en la inversión bruta (40 por 100) en el período 1988-1992. A comienzos de la década siguiente, pasados los efectos inmediatos de la integración, se recibieron menos flujos, y la cuota en el total de la inversión neta disminuye drásticamente (hasta el 24 por 100 en el período 1993-1999). La entrada en el nuevo siglo ha supuesto, no obstante, una leve mejora en la cuantía de los flujos, aunque el sector, en su conjunto, haya perdido de nuevo posiciones relativas. Con todo, la relevancia productiva de las empresas extranjeras manufactureras sigue siendo considerable (los Fondos propios de éstas representaban el 41 por 100 del total en 2003). Si se procede a un análisis desagregado por períodos (1993-1999 y 2000-2006), hay muchas más sombras que luces. De los veintiún sectores manufactureros que han servido para elaborar el cuadro 1, hay un claro triunfador —otros productos de minerales no metálicos—, en otros tres se registran avance moderados —otro material de transporte, tabaco y textil—, en tanto que química y maquinaria y equipo eléctrico se mantienen. Por el abultado descenso de las cifras (se reducen a la mitad) cabe citar, entre los sectores tradicionales, a productos alimenticios y bebidas (con resultado neto negativo incluso), edición y artes gráficas, madera y corcho, productos metálicos y confección; en los sectores intermedios, a caucho y plásticos y equipo mecánico; y entre los avanzados, a equipo de precisión y maquinaria de oficina e informática. Es más, en otros cuatro casos, las cifras netas de flujos recibidos en el último período son negativas. Teniendo en cuenta lo dicho en el apartado anterior sobre la conveniencia de extender también el análisis a los flujos brutos y a las desinversiones, en el plano sectorial, con la

misma referencia temporal empleada, cabe señalar lo siguiente. En primer lugar, los servicios se han visto afectados en escasa medida por desinversiones, de tal modo que los aumentos de la inversión bruta se trasladaron sin apenas menoscabo al resultado neto final en el plano agregado. En segundo lugar, las manufacturas, con tasas de crecimiento de las entradas mucho menores, registraron desinversiones de mayor entidad, de tal modo que los valores netos experimentaron tan sólo una leve mejoría. Por último, los comportamientos difieren entre las distintas agrupaciones sectoriales en función de sus niveles tecnológicos y de demanda: la industria tradicional fue la única que experimentó un avance considerable en sus cifras brutas, la intermedia siguió recibiendo cifras muy similares entre ambos períodos, mientras que en la industria avanzada el retroceso fue considerable. Por su parte, las desinversiones, ciertamente importantes en el primer período en la industria intermedia y avanzada, disminuyeron más adelante, lo que contribuyó a que sus resultados finales no empeoraran aún más. El hecho de que haya desinversiones en los sectores tradicionales, y que una parte de éstas proceda de las ventas a compradores residentes (alimentación, siderurgia o productos metálicos, por ejemplo), no es tan preocupante como cuando se desinvierte en sectores avanzados, donde las ventas fueron escasas y la continuidad productiva no está asegurada por causa de la distancia tecnológica que separa a menudo a compradores y vendedores. Así pues, la pérdida de ventajas de localización de España en estos sectores (además de su menguada recepción de los flujos), sobre todo en aquellas producciones muy estandarizadas y en las que son importantes las economías de escala, se ha traducido en numerosos cierres de empresas, de plantas y de líneas de producto durante todos estos años (véase el capítulo 8). No es, ciertamente, una buena noticia, pues en estas actividades es donde más capital extranjero se necesita, dadas las debilidades tecnológicas y empresariales que presenta la economía española. Cabe señalar, no obstante, que en no pocos sectores manufactureros las entradas y salidas simultáneas de flujos han dado lugar una recomposición de los activos extranjeros, lo que insinúa una mejora de la calidad de los productos obtenidos (sustitución por procesos más avanzados), y seguramente anuncian una menor actividad deslocalizadora en ellos. En lo que se refiere al resto de actividades, muy recientemente industrias extractivas, energía y agua, y en particular el subsector eléctrico, ha sido objeto de especial interés por parte de empresas comunitarias del mismo sector. Menos importancia ha tenido construcción, quizá por ser un sector muy cerrado y donde las empresas locales presentan ventajas competitivas. Y más insignificante ha sido el interés por invertir en agricultura ganadería y pesca....


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